Visitantes - Gustavo Bargellini - E-Book

Visitantes E-Book

Gustavo Bargellini

0,0

Beschreibung

Un mundo en el que no existe el dinero… no existen ni dirigentes ni dirigidos… no existen las religiones organizadas ni las fronteras. Todo es de todos, no hay diferencias entre los seres humanos. Por consiguiente, no existe la pobreza ni la miseria… menos aún el hambre. Los seres humanos llegaron a ese modelo de bienestar sufriendo una guerra cruel llamada Gran Revolución en la que se enfrentaron las Fuerzas Rebeldes contra las Fuerzas Grises que siempre existieron. Vencieron las Fuerzas Rebeldes, pero luego de más de un siglo, los Grises amenazan con volver. ¿Podrán evitarlo los Visitantes?

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 295

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Gustavo Bargellini

Visitantes

Bargellini, Gustavo Visitantes / Gustavo Bargellini. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3134-6

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

A mi esposa y mis hijas

PRÓLOGO

El cielo era como un manto negro salpicado de puntos de luz. De vez en cuando miraba hacia arriba a través del parabrisas del auto tratando de no dejar de prestarle atención a la ruta, pero estaba casi hipnotizado por ese espectáculo.

Los paisajes, cualquiera fuera, en el sur de la Patagonia Argentina son muy impactantes, la mayoría de las veces por la belleza natural a lo que se sumaba la limpieza del ambiente, después del crepúsculo la falta de contaminación lumínica potenciaba la perfección de estas vistas, lo mismo pasaba con el cielo en esos momentos, era difícil discernir si se trataba de un fondo negro con estrellas o un fondo de estrellas con algo negro.

Mientras conduzco le echo un vistazo al tablero del auto para verificar si tengo la nafta suficiente para llegar al parador, la velocidad a la que estoy circulando y de paso la hora actual, veo que son las dos y media de la madrugada. Como es lógico para esta época del año la temperatura es bastante baja y, como no podía ser de otra manera, viento, fuertísimo viento habitual para esta zona del país, creo que los que vivimos en estas latitudes no entendemos las actividades al aire libre sin el viento que nos empuja y nos dificulta cada una de las acciones. Viento siempre presente y molesto, viento que es parte del entorno.

Hace casi un par de horas salí de El Calafate, emprendí el viaje alrededor de las 24:30, la llamada de urgencia de un amigo de Río Gallegos que estaba en el hospital Regional de esa ciudad a la espera de que termine la operación de su hijo me cayó como un balde de agua fría, el pibe había tenido un grave accidente de autos y la necesidad de mi presencia en el lugar hizo que lo charláramos brevemente con mi esposa, con quien estábamos mirando una película en la televisión, para comentarle de la urgencia, reuniera todos los documentos necesarios para el viaje, saludara, me subiera al auto y arrancara.

El gran problema por el momento es que hoy fue un día de esos que llamamos “largos”, me levanté muy temprano esta mañana, tomé unos mates y salí a mi trabajo del que volví pasadas las 20:00 horas, tal vez sea por eso que no doy más de sueño. Por suerte en unos minutos voy a ver las luces del parador de La Esperanza, ya estoy saboreando el café bien negro y humeante que me voy a tomar y el cigarrillo que me voy a fumar apoyado en el auto. Ahí está, ya veo las luces a lo lejos.

Paro el auto en el estacionamiento, bajo y entro a la confitería del parador. Como es razonable a estas horas en la confitería hay solo una persona, un hombre que está tomando una bebida y mirando la televisión, saludo, me dirijo primero al baño, cosa medio urgente en ese momento, y luego pido el ansiado café. El silencio es solo interrumpido por el dialogo de la película que se está pasando en la pantalla de la tele, solo estamos esa persona, el señor que atiende la confitería y yo.

Después de tomarme el café que tanto anhelaba salgo, saco el atado de cigarrillos de mi morral, enciendo un pucho y me lo fumo con tanto placer como si fuera el último de mi vida, lo termino en pocas pitadas porque, además de lo que fumo yo, también el viento me ayuda a que se consuma rápido, vuelvo a subir al auto, conduzco hasta donde están los surtidores y le lleno el tanque de nafta y arranco otra vez.

La ruta es extremadamente aburrida por estos lugares, no me cruzo prácticamente con ningún vehículo. Pasa media hora, todo igual, la cinta de asfalto de la ruta apenas iluminada por los faros del auto y a los costados nada, campo de un lado y del otro, nada porque a esta hora se ve como si fuera todo negro, como si fueran dos telones oscuros a los costados del cono de luz de los faros del auto, nada, aburrido, solo las estrellas en esta noche despejada, un espectáculo digno de ver, pero no puedo sacar los ojos de la ruta.

Puse un poco de música pero es lo mismo, esa sensación de soledad es opresiva. Voy solo. Pienso en encenderme un cigarrillo, pero el olor dentro del auto no me gusta. Debería parar un rato para fumármelo porque el aburrimiento, la oscuridad y el ver siempre lo mismo me está produciendo somnolencia, pero pienso en parar y bajar del auto y ya siento frío, no, mejor sigo. Ya pasó casi una hora y media. El sueño es cada vez más intenso, me cuesta mantener los ojos abiertos, voy a acelerar un poco más para ver si la tensión me hace estar más despierto… pucha… casi se me cierran los ojos… acelero un poco, el auto va a 150 kilómetros por hora…veo como un poco nublado… ¿será la velocidad?... se me cae la cabeza otra vez…me doy cuenta y enderezo el recorrido…casi me voy a la banquina… ¿Qué hago?... ahh… ya sé… pongo el auto en velocidad constante a unos 130 kilómetros por hora…ahora me relajo… me siento más cómodo en el asiento…los ojos se me van cerrando poco a poco… la cabeza se me va cayendo…

Lo único que recuerdo es sentir la diferencia de superficie cuando salí de la ruta…en un momento creo haber visto los faros del auto iluminando hacia el cielo, pero claro… eso es imposible…después solo un ruido muy fuerte…y nada…nada más.

Primera Parte

CAPITULO 1

El cuerpo esta acostado boca arriba sobre una camilla y conectado con infinidad de cables a distintos aparatos. Casi todos esos aparatos tienen pantallas cuyas luces azuladas le dan una iluminación extra y extraña a la habitación. Es una mezcla de luces y sonidos de pitidos diversos en intensidad y frecuencia.

La habitación es amplia, fresca y luminosa, además de las distintas pantallas de monitores están encendidas dos luminarias de luz cálida en el cielorraso.

Las paredes y el cielorraso están pintados de un color claro que afirma la luminosidad general.

Hay una ventana de tamaño importante, pero es de noche por lo que no ingresa el aporte lumínico que podría haber de día.

Una de las paredes de la habitación es transparente, parece vidriada, pero, en realidad no es vidrio, es de un material distinto, raro, todo ese muro está construido con ese material.

Detrás de la pared transparente están parados una mujer y un hombre mirando el cuerpo a través de ese material.

La mujer es joven, no debe tener más de 30 años, de pelo casi negro, tez morena y altura media. Muy atractiva a su manera.

El hombre aparenta tener unos años más, no muchos, no más de 35, también su altura es mediana, de unos 1. 75 más o menos.

Ambos están vestidos con ropa blanca.

—¿Cómo lo ves Sandra? – pregunta el hombre con cierta inquietud.

—Por lo que sabemos está todo bien, los signos vitales en perfecto estado, ya no tiene ninguna contusión ni siquiera alguna cicatriz chiquita, lo pudimos traer justito a tiempo…en realidad solo hay que esperar a que se despierte.

—¡Qué bueno Sandra!, yo justo había salido un ratito… ¿Sabés algo sí pudieron traer también el vehículo?

—Creo que sí, habría que consultar con el grupo de rescate, pero parece que sí, dicen que salió todo bien, sin ningún inconveniente y que el auto, estaba bastante golpeado, por cierto, lo están terminando de reparar al completo.

—Bueno, no nos queda otra que esperar entonces… lo que debemos prever es que no entre en shock cuando se despierte… viste que les cuesta asimilar la situación

—Y, eso lo tenemos que manejar muy despacio como con los anteriores… lo que no tengo es el dato de cuantos trajeron hoy…hay muchos grupos de rescate en distintos lugares

—yo tampoco, pero creo que un montón… de otra manera no serviría todo el movimiento… tienen que volver muchos con la información para poder tratar de cambiar las cosas.

—¿Con los rescates de hoy ya se termina el proyecto?

—No, quedan los de mañana… ya tenemos rescatados desde el lunes, hoy es jueves, mañana serían los últimos y serían miles…

—Esperemos que resulte, de otra manera se termina la historia.

—Esperemos Sandra, es la última oportunidad tal como lo veo… esperemos que resulte…

—Eduardo, una consulta porque al fin me hice lío con todos los cambios que hubo, calculamos un año acá por un minuto allá ¿no?...

—No, si no cambiaron el algoritmo sería un minuto en el pasado por cada 720 días acá, si sigue así, cuando vuelvan, prácticamente no transcurriría nada de tiempo.

—¿Cuánto tiempo calculás para que puedan ver y sentir la realidad de acá? – Pregunta Sandra con un poco de inseguridad.

—Mirá Sandra, a mí me parece que todo va a depender de la apertura mental de los visitantes, no creo que todos respondan de la misma manera.

—Lo que nunca entendí cuando se planteó el proyecto es por qué eligieron a todos los visitantes con afectos en su vida en el 2020. Te consulto ahora porque vos estuviste en el equipo de selección… la verdad no me cierra.

—Para seleccionar primero se analizaron las secuencias de accidentes, luego los perfiles de cada uno de los candidatos y finalmente se puso como condición esencial que tengan afectos importantes.

—Precisamente eso es lo que no entiendo… ¿Por qué el tema de afectos?

—Es que es la única manera que teníamos de asegurarnos de que quieran volver.

CAPITULO 2

Cuando comencé a tomar algo de conciencia lo primero que vi fue el tono rojizo que se ve con los parpados cerrados si hay mucha luz en el exterior, ese tono que vemos cuando cerramos los ojos poniendo la cara hacia el sol.

Estaba acostado boca arriba en una camilla, quise abrir los parpados de golpe, pero la fuerte iluminación ambiente me molestó y cerré los ojos nuevamente, me di cuenta de que las luces se atenuaban, de a poco, tratando de no marearme fui abriendo los ojos. Algo había pasado, las luces ya no lastimaban, se había transformado todo en un ambiente cálidamente iluminado, un lugar fresco, un lugar en el que daba gusto estar.

Pude abrir los ojos del todo y comencé a recorrer el sitio en el que estaba mi camilla, todo limpio, me llamaron la atención las pantallas en las que se monitoreaban lo que aparentemente eran mis signos vitales… pero se me acabó el tiempo para recorrer con la vista el lugar… una mujer y un hombre se me acercaron.

—¡Hola Esteban!... ¡bienvenido! – dijo el hombre que se me acercó, el tipo parecía cordial.

No reconocía el lugar, tampoco estaba seguro de lo sucedido, solo tenía esos recuerdos, medio vagos y confusos, de las luces del auto iluminando hacia arriba y el ruido fuerte, como a metal golpeándose… ¿había tenido un accidente?

—Hola, ¿Me podrían decir que pasó?, ¿Qué hago acá acostado y todo conectado a esas pantallas? – pregunté

—Tranquilo, tenemos un montón de cosas para irte contando, pero vamos de a poco– dijo la mujer con una voz suave

—Yo me llamo Eduardo – se presentó el hombre – y ella es Sandra… Lo primero que quiero comentarte para que te quedes tranquilo es que tuviste un accidente, no hay nadie lastimado y vos ya estás del todo bien, de hecho, cuando quieras te podés levantar

Si bien nunca había visto a esta gente y, por lo tanto, no los conocía, algo en ellos me traía tranquilidad en toda esta situación caótica que me costaba mucho asimilar. Tal vez sea la forma pausada y serena de hablar que tenían los dos, no sé, algo había en el clima que se formaba entre nosotros tres que me hacía sentir que no existía ninguna amenaza a mi alrededor.

—Es que no puedo levantarme porque estoy conectado por todos lados a esas pantallas, si me muevo demasiado voy a tirar de esos cables…– dije dirigiéndome a Eduardo.

—Ah si, no me di cuenta de avisarte, esperá unos segundos–

No sé qué hizo Eduardo, solo vi que se dio vuelta, pero al instante comenzaron a desaparecer los cables que me conectaban y a apagarse las pantallas a las que esos cables me unían.

—¡Listo!... no me acordaba que estabas monitoreado– dijo Eduardo con una sonrisa

—Chicos, yo me voy a cambiar de ropa y los espero afuera así vamos a dar una vueltita antes de ir a comer, fíjate la hora Eduardo, ya es medio tarde y la verdad es que todo esto me dio muchísima hambre – Sandra salió de la habitación.

Eduardo se acercó a una especie de placard cuyas puertas se abrieron con solo aproximarse, sacó un juego de ropa nuevo, una camisa, pantalón, zapatillas y ropa interior. Me alcanzó las prendas.

—¿La ropa que tenía puesta que pasó? – Le pregunte con un poco de miedo ya que tenía el morral con los documentos, la billetera y el celular.

—Las están lavando y recomponiendo porque algunas prendas se rompieron con el accidente, no te preocupes que ni bien estén listas te las dan así te volvés con esa ropa puesta y nadie va a notar ningún cambio.

Me puse la ropa que me alcanzó Eduardo, todo me quedaba perfecto, hasta las zapatillas que siempre te tenés que probar porque, aunque tengan el mismo número, siempre cambian entre marcas, algunas te aprietan, otras te quedan flojas… estas me calzaban perfecto, como si las hubiera elegido.

Un poco sorprendido se lo comenté a Eduardo

—Toda la ropa me queda bárbaro, embocaste el talle justo –

—En realidad no es una cuestión de suerte, la ropa se hace a medida de cada persona que la va a usar – me comentó mientras él también se cambiaba.

—¡A la pelota! – le comenté –ropa a medida… debe ser re cara–

Se me quedó mirando con un poco de extrañeza

—¿Qué significa re cara?... ahhh… pará… si… ya sé… no te preocupes, después te cuento… la que no entendería nada es Sandra…¡¡¡jajaja!!! –

Eduardo pasó del gesto de extrañeza total con el que arrancó la frase a un gesto iluminado por haber comprendido y por algo que le parecía gracioso.

Sinceramente en ese momento no entendí bien lo que me estaba diciendo, pero, como todo me inspiraba confianza terminé de vestirme con una sonrisa, Eduardo también y salimos juntos de la habitación.

Cuando traspusimos la puerta nos encontramos con un pasillo amplio, como la habitación donde me había despertado, muy luminoso y cálido.

Mientras caminábamos nos cruzábamos con personas, mujeres y hombres, todos vestidos con ropa clara. Todos sonrientes que nos iban saludando a medida que nos rebasábamos, por supuesto tanta alegría y buena onda me llamaba la atención, pero quería mantener la situación así, ver tanta gente jubilosa te alegra a vos también. Es como que se va contagiando la sonrisa.

Al final del pasillo había una sala grande, como siempre luminosa, con sillones y libros repartidos sobre mesas tipo ratonas. En el frente de la puerta de entrada o salida había varios escritorios con una persona, varón o mujer, estaban mezclados, atendiendo a la gente que se acercaba.

—Esperemos un poco acá… Sandra ya está por venir–

—¿Qué vamos a hacer? – Pregunté porque ya estaba teniendo un poco de hambre.

—Creo que por la hora vamos a ir a comer algo y de paso charlamos un rato–

—Si, la verdad es que tengo bastante hambre–

Sandra venia caminando desde el otro extremo de la sala, se nos acercó, se había cambiado la ropa por lo que los tres estábamos con prendas informales y cómodas.

—Bueno, vamos... vamos directamente a comer ¿no? – dijo Sandra ni bien se acercó a nosotros.

—Yo creo que si… la verdad tengo hambre… no sé qué les parece a ustedes– Comentó Eduardo.

—Dale, yo también tengo hambre… además quiero comer lo antes posible así, como ya aparentemente me dieron el alta, me puedo ir lo más rápido que pueda a mi casa. Mi familia debe estar preocupada.

Sandra y Eduardo se miraron entre sí.

—Mirá Esteban, hay algunas cosas que tenemos que comentarte, sería bueno que lo charlemos tranquilos mientras comemos ¿te parece? – Eduardo me lo decía con un tono de voz que parecía una súplica.

—Además– acotó Sandra –quedáte tranquilo que a ver a tu amigo vas a llegar con re tiempo… y te digo más… va a salir todo bien…–

Ni bien lo dijo el rostro de Sandra se puso color frambuesa… se dio cuenta de la metida de pata… lo miró casi con desesperación a Eduardo.

—Paren… Paren un poco – realmente no entendía lo que estaba pasando – Vos Sandra me decís que voy a llegar con tiempo para ver a mi amigo y que va a estar todo bien, pero ¿Cómo sabés que iba a ver a un amigo si nunca te comenté nada? –

—Esteban… por eso te decía que tenemos que charlar algunas cosas – dijo Eduardo un poco preocupado.

—Todo joya Eduardo, pero pará un poco que me estás confundiendo, mirá, no sé en realidad dónde estoy pero quiero volver lo más pronto que pueda, quiero avisar que está todo bien, no quiero que mi familia se asuste…–

Eduardo no me dejó terminar… yo me estaba poniendo medio loco por lo que lo mejor que se podía hacer en ese momento era cortarme el proceso de desesperación.

—Tranquilo Esteban… ahora comemos y charlamos… vas a ver que aclaramos todo.

—Está bien, pero – arremetí con la pregunta que quería hacer desde hacía bastante rato – ¿Cuál es el problema de volver después de la cena? –

Eduardo me miró con seriedad levantando las cejas.

—Estamos en el 2285 Esteban –

CAPITULO 3

Me quedé mirando a Eduardo sin poder reaccionar. Me era casi imposible procesar esa información final… ¿2285?... ¿me están haciendo una broma?... Es cierto que todo lo que me rodeaba me parecía un poco extraño… demasiado luminoso… demasiado limpio… demasiado alegre… pero ¿2285?...

—No me jodan che… estoy bastante preocupado por todo lo que debe estar pensando en este momento mi familia… no me parece buen momento para chistes– Dije un poco como para decir algo y así salir de la sensación de choque que me produjo Eduardo.

—No es broma Esteban – Me dijo Eduardo con la voz más tranquilizadora que pudo –Hagamos una cosa, acá enfrente tenemos un comedor, vamos, nos sentamos los tres tranquilos y, mientras comemos, charlamos todo lo que necesites así te sacás las dudas y podemos encarar tranquilos la situación–

Así lo hicimos. Fuimos los tres a un restaurant muy tranquilo, muy cálido, con una música de fondo que yo no reconocía pero que era maravillosamente agradable y tranquilizadora con un volumen bajo, el ambiente general era extremadamente pacifico, con las luces con una intensidad casi perfecta que no molestaban en lo más mínimo. Las mesas estaban casi todas ocupadas pero el silencio entre mesas era notable, podíamos conversar tranquilos entre los tres. Era como que todo estaba diseñado para evitar las molestias y crear un ambiente de extremo confort.

Se nos acercó un mozo ni bien nos sentamos.

—¡Eduardito!... ¡Cuánto hace que no te veía! –

—Hola Mario– respondió Eduardo – ¿Cómo estás?... ¿la familia?

—Bien Eduardo… todos re contentos… mañana le entregan el diploma a Sergio, mi hijo más grande, se recibió de ingeniero inter planetario el pibe–

—¡Increíble como pasa el tiempo Mario!... bueno, mandále felicitaciones–

—Gracias Eduardo… bueno ¿Qué les traigo?... perdón… hola Sandra, con el entusiasmo de contar no te saludé…– y dirigiéndose a mí – ¿Y el señor? –

—Un amigo que nos visita – Le contó Sandra – Se llama Esteban–

—Hola entonces Esteban – Me dijo el mozo tendiéndome la mano.

Nos dio a cada una la carta con el menú y se retiró, la cantidad de platos disponibles era amplísima, elegimos lo que queríamos comer y tomar y Eduardo lo volvió a llamar, Mario se acercó y anotó lo que pedíamos en una libreta que no entendí bien porque parecía que se anotaba sola y se fue a hacer preparar la comida y traer la bebida.

Finalmente nos quedamos los tres solos y, como si fuera una catarata de consultas, comencé a plantear las dudas que tenía… miles de dudas, por cierto.

—¡¿Me podrían decir que es lo que está pasando?!... chicos… la verdad no estoy para chistes… Eso del 2285… en fin… todo bien, pero quiero irme a casa lo antes posible–

Sandra asintió con la cabeza y dijo con un tono de voz tranquilizador

—Está bien… las dudas son re lógicas… tenés un montón de cosas como para asimilar en este poquito tiempo… te vamos a ir contando de a poco… ¿empezás vos Eduardo? –

Eduardo se acomodó en la silla.

—Bueno Esteban, vamos despacio así se va relacionando todo. Antes de empezar te cuento que vos, en tu mundo, morías en el accidente. Por eso nuestro equipo de rescate te extrajo instantes antes de los golpes letales que ibas a sufrir. Se tuvo especial cuidado en que nadie vea el episodio y te trajimos a vos junto a tu vehículo que, además, te comento que quedó como nuevo. Hemos alcanzado la tecnología necesaria como para poder trasladarnos en el tiempo y poder traer y, sobre todo, devolver lo trajimos, en nuestro caso lo que trajimos serías vos y tu auto. Por supuesto el traslado es siempre al pasado, no hay tecnología posible para ir hacia el futuro porque es algo que aún no existe… finalmente, si fueras hacia el futuro, te trasladarías a un lugar de energía potencial… pero pará… no nos compliquemos–

Me causó gracia la última afirmación.

—¡¡¡Que no nos compliquemos!!!… – me reí – … como si todo lo que mes estás contando fuera simple para mí –

—Si… es cierto – Dijo Sandra con una sonrisa.

En ese momento llegó Mario con la comida y la bebida que pedimos, la distribuyó y se retiró. Eduardo continuó hablando mientras comíamos, yo devoraba los alimentos… el hambre era casi salvaje.

—Lo que quiero decirte antes de seguir– Continuó Eduardo – y para que te quedes del todo tranquilo con el tema de tiempos es que, según todos los cálculos y algoritmos, 720 días acá, en nuestro mundo, equivalen a un minuto en el tuyo, es decir, vos podés estar dos años con nosotros que cuando vuelvas a tu realidad va a haber pasado solo un minuto… eso me gustaría que lo tengas lo más en claro posible así no te ponés nervioso y no hacés las cosas apurado.

—Pará, pará – lo interrumpí – vos decís que yo puedo estar dando vueltas por acá durante dos años y que cuando vuelva a estar con mi familia solo va a haber pasado ¿un minuto? –

—Si, algo así – me comentaba Eduardo aliviado de que, al menos eso, haya comprendido – Sabiendo eso te podés quedar un poco más tranquilo y tenés tiempo de hacer las cosas sin apuros –

—¿Pero de qué cosas hablás Eduardo?... ¿Qué es lo que me pedís que haga?

—Solamente mirar y ver Esteban… solo mirar y ver –

Nos quedamos unos segundos en silencio.

—A ver que les parece – Agregó Sandra rompiendo el silencio que se estaba poniendo tenso – Terminemos de cenar tranquilos, que Esteban se vaya a descansar y mañana, bien fresquitos volvemos a tocar el tema… ¿les parece?

CAPITULO 4

Por supuesto estuvimos de acuerdo con la propuesta de Sandra, de hecho, nos relajó a los tres y nos dedicamos durante el resto de la cena a hablar sobre cosas sin demasiada importancia pero que se fueron sumando para acentuar la sensación de confianza que me inspiraban los dos.

Seguimos comiendo y charlando amenamente.

—Bueno… ya es hora de que te vayas a descansar Esteban – Eduardo miró su muñeca (creo que había un reloj) – Mirá la hora que se hizo, mejor nos vamos así mañana arrancamos temprano –

—Dale – le respondí – sinceramente estoy re cansado, con el tema del tiempo que me aclararon me tranquilizó bastante por lo que en este momento el poder cerrar los ojos es como una obsesión –

Nos paramos los tres, agarramos nuestras cosas que habían quedado sobre una silla vacía y nos comenzamos a retirar del lugar saludando a Mario, antes de salir me adelanté para preguntarle a Eduardo:

—¿Quién paga la cena Eduardo?, no sé si mi dinero y mi tarjeta sirven acá

La cara de sorpresa de Sandra fue inocultable, bajó la vista, se ruborizó un poco y con un susurro le preguntó a Eduardo

—¿Qué es pagar?, ¿dinero, tarjeta?

Eduardo la frenó, le respondió con el mismo tono susurrante de voz como para que la información quede en segundo plano:

—Ahora no Sandra, cuando lo dejemos a Esteban en su departamento y estemos solos te cuento, no lo confundamos más… mirá, en el tiempo en el que vive Esteban las cosas “se pagan”, “tienen precio” ¿entendés?

—Creo que no pero bueno, después me contas así no demoramos mas

Luego, con un tono de festejo como para que la sorpresa anterior quede oculta dijo:

—¡Bueno!, a descansar Esteban, debés estar exhausto después de tanto movimiento y tantas cosas nuevas, ¡vamos para tu departamento!

Yo quedé un poco confuso con todos esos tonos bajitos y susurrantes, entendí que Sandra no concebía lo que yo había consultado con Eduardo, pero no me cerró del todo, una sensación extraña me daba vueltas como de estar viviendo un estado de incomprensión constante. No sería extraño si todo eso del 2285 y de tanto tiempo ¿siglos no? Que separaría mi cultura de la de ellos fuera real. ¿Pero por qué no lo sería? Es cierto que con solo plantearme la idea me parece una locura total y, si me escuchara expresándolo, pensaría que estaría escuchando a un enajenado o a una persona que posee una paranoia exultante, pero… es todo tan real, tan distinto a lo que conozco y estoy acostumbrado a convivir, en muchas cosas son pequeños detalles, en otras diferencias abismales pero distinto, siempre distinto. Quiero descansar, quiero cerrar los ojos y dejarme llevar por el sueño que, espero, sea reparador y me ayude a entender esta realidad actual.

Nos subimos a un vehículo que no pude reconocer, tal vez haya sido por la oscuridad, pero no me fue posible, de todas maneras, no quise preguntar, no quería incorporar más información por hoy. Eduardo se sentó al volante, Sandra en el asiento del copiloto y yo atrás, el interior del vehículo era extremadamente confortable, como si todo se fuera adecuando a lo que yo tenía ganas de que fuera o lo que me resultaría más cómodo ¿a ellos les pasaría lo mismo? Eduardo encendió el auto, en realidad no sé cómo lo hizo, si tuviera que decir algo diría que me pareció que le hablaba, puso unos datos en una pequeña pantalla como un GPS y arrancamos, si bien veía que Eduardo tenía las manos sobre el volante no lo notaba moverlo, ni siquiera al girar en una esquina.

Como por el momento no tenía ganas de continuar hablando me objetivé en mirar la ciudad por la ventana. En el corto trayecto que realizamos, no encontré grandes diferencias, además, al ser de noche tampoco se observaban demasiados detalles. Lo que me llamó la atención fue la limpieza que se veía en las calles y los rostros de todos con los que nos cruzábamos que demostraban, con solo verlos, una especie de media sonrisa, un aspecto de alegría y gestos de cordialidad, pero bueno, tengo mucho sueño, mañana podré evaluar mejor mi situación.

Por fin llegamos a destino, Eduardo me acompañó al departamento que tenían destinado para mí, me explicó algunas cosas básicas del funcionamiento del lugar quedando para el día siguiente el ampliar la información, nos saludamos y se fue. ¡Al fin a descansar!

Me arrojé exhausto sobre la mullida cama que me esperaba como si siempre hubiera estado destinada a acogerme. Me saqué el calzado para poder estar un rato tirado antes de ducharme y acostarme definitivamente. Quería poner la mente en blanco y utilizar ese momento solo para relajarme, pero me era imposible. Mi cabeza estaba llena de dudas que se transformaban en preguntas ¿Qué es lo que está pasando realmente? ¿Qué es lo que estoy haciendo acá? ¿será cierto que mi familia no me estará extrañando porque el tiempo es tan distinto? La reacción en el rostro de Sandra y su susurro a Eduardo cuando pregunté por el pago de la cena me dejó confuso. Bueno, mañana será el día de las preguntas. Por ahora no me queda otra opción que dormir y no hacer más fuerza para mantener los párpados abiertos. Mientras ingresaba en esa nube de desconexión que antecede al sueño me fueron pasando las imágenes del viaje hasta acá. Lugar limpio, gente alegre pero que no había visto nunca, algo me llamaba la atención y no me daba cuenta de que se trataba. Algo que se veía en todas las ciudades y que acá, al menos en el pequeño trayecto que hicimos hasta el departamento, no había observado ¿Qué era? Me fui relajando tratando de encontrar lo que no había visto. Cuando descubrí que no vi a nadie revolviendo los tachos de basura ni viviendo en la calle me quedé finalmente dormido.

CAPITULO 5

—Sandra, por favor tené cuidado con tus reacciones a las cosas que dice Esteban – dijo Eduardo ni bien subieron al auto junto a Sandra.

Sandra se quedó pensando, buscando en qué momento había cometido el error que le mencionaba Eduardo.

—No sé qué me decís, no recuerdo ningún momento en el que me haya salido de la regla – Sandra realmente estaba preocupada.

—Cuando terminamos de cenar y Esteban pregunto quién pagaba y hablo de su “dinero” y su “tarjeta”.

Sandra quedo pensativa.

—Tenés razón, no me acordaba. Ahora que lo pienso es cierto, me descoloqué, lo siento.

—No te preocupes demasiado por eso porque seguramente pasó desapercibido y si no fue así mañana le explicaremos. De todas maneras, es lo primero que vamos a tener que hacer para que pueda manejarse sin que estemos nosotros atrás –

Eduardo se quedó reflexionando unos segundos

—Lo que sucede Sandra es que precisamente eso es lo que más le va a costar asimilar.

—¿A qué te referís?

—Cuando terminamos la cena, cuando habló de pagar, de tarjeta, de dinero y que vos me preguntaste que quería decir.

—Ah sí, recuerdo el momento y también recuerdo que no entendí nada de lo que estaba diciendo.

—Es que en el tiempo en el que vive Esteban y muchísimos cientos de años para atrás las cosas tenían precio.

—¿Cómo precio?, ¿Qué es precio? – Sandra continuaba sin comprender.

—Eso, que cada cosa tenía su valor.

—Perdón, pero sigo sin entender.

—¡Te imaginás lo que va a ser para el pobre Esteban si a vos te cuesta! – pensó Eduardo en voz alta.

—Te cuento despacio Sandra, es medio largo, esto deberíamos haberlo charlado antes pero bueno, con el apuro no se pudo – Eduardo comenzó a contar un poco de historia.

Con tono tranquilo y pausado Eduardo continuó su explicación:

—Hasta lo que conocemos como la Gran Revolución la humanidad vivía convencida de que las cosas debían tener un precio. Ese precio se determinaba en valores monetarios. Existía algo que se llamaba moneda que cada país le daba su nombre, había dólares, pesos, euros, yenes, rublos, y un montón de nombres más. Estando convencidos de eso, se decía por ejemplo que este auto valía, digamos, mil pesos. Entonces si vos querías tenerlo tenías que darle esos mil pesos a alguien y te daban un papel donde decía que el auto era tuyo, es decir, las cosas no solo tenían precio, sino que también “pertenecían”, eran “propiedad” de quienes las adquirían. Y así todas las cosas, no había nada o casi nada sin ese valor, todo debía “adquirirse” para poder utilizarlo, creo que el término que se usaba habitualmente era “comprar tal o cual cosa” y la palabra “dinero” en lugar de moneda. Aunque ahora, al pensarlo, te parezca terrible ese sistema se inventó, en primer lugar, para crear diferencias entre las personas ya que existía el que tenía mucho de esas monedas o dinero y el que no tenía nada o casi nada, como esas personas no tenían lo suficiente de ese dinero para comprar o adquirir ni siquiera sus necesidades básicas, se veían obligadas a hacer cosas, le decían trabajo en esos momentos, para esa gente o grupo de gente que tenía mucho a cambio de un poco de dinero, generalmente se acostumbraba dar dinero una vez al mes creo, en todo caso lo consultamos con Esteban, me parece que lo llamaban “sueldo” o “salario” ¿vas entendiendo?

Sandra tenía sus pómulos ruborizados de ira.

—¡Lo que voy entendiendo me da asco Eduardo!

Eduardo asintió con un movimiento suave de cabeza y luego de hacer un gesto de comprensión ante lo difícil de comprender esos tiempos atroces para alguien habituado a la cultura actual, continuó:

—Para acrecentar la crueldad Sandra pensá que casi nunca ese sueldo o salario alcanzaba para adquirir todo lo que se necesitaba durante los 30 días que se demoraba en recibir el siguiente salario, eso llevaba a situaciones de humillación y de indignidad muchas veces extrema, había gente casi esclava de otros. Y las situaciones de diferencia entre unos y otros eran enormes, no sé cómo explicarte, por ejemplo, existía gente con muchísimas casas o departamentos y gente sin ninguna, personas que muchas veces debían vivir o dormir en la calle. Esto te lo digo solo a modo de ejemplo, pero se daban un montón de circunstancias como esas.

—¿Y con los chicos que pasaba?, por lo que me contás estaríamos hablando de adultos ¿y los menores?

—Los chicos corrían la misma suerte que los padres Sandra, estaban los hijos de la gente que tenía mucho y también los hijos de la gente que no tenía nada con las consiguientes diferencias en todo, calidad y variedad de ropa, de juguetes, de actividades, de educación, los pibes sufrían muchísimo Sandra, además estaba el agravante de que los chicos que tenía padres que tenían mucho crecían creyéndose superiores a los que no tenían nada o tenían poco, esto iba acrecentando la separación entre grupos generación tras generación.

—Pero Esteban habló de pagar cuando terminamos de cenar Eduardo, no para “comprarse” nada, lo dijo luego de la cena, del alimento.

—Es que la comida también tenía precio Sandra.

—¡Pero eso es ridículo!, ¿Cómo va a tener precio el alimento? – Dijo Sandra casi con desesperación – ¿y si no podías comprar la comida que? ¿te morías?

—Mucha gente moría de hambre Sandra.