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La bondad es una de las cualidades fundamentales más poderosas y transformadoras que podemos tener. En el budismo se le conoce como metta, abrir el corazón a todo lo que encontramos. En el interior de todo sentimiento amistoso se halla la semilla de metta, que está esperando para desarrollarse, justo ahí, en medio de las condiciones de nuestra vida diaria. Sangharákshita, un maestro pionero en la difusión del budismo a Occidente, comenta con mucha profundidad una de las enseñanzas más importantes que dio el Buda en el Sutta Karaniya Metta. Señalándonos cómo cultivar diversas facetas de la bondad en la vida cotidiana, destacando cuáles son las condiciones propicias para nutrir esa semilla y ayudarla a crecer. Al mismo tiempo nos anima para que sigamos por el sendero que nos llevará a tener un corazón cálido y expansivo. Cuando tengamos ese corazón podremos ser mucho más felices, más satisfechos y sentiremos empatía con las alegrías y los sufrimientos de todos los seres.
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Seitenzahl: 222
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Vivir con Bondad
La Enseñanza del Buda
sobre el Amor Incondicional
Urgyen Sangharákshita
Prólogo: Nagrapryia
Siglantana
Dirección de la colección «Mindfulness y Budismo»:
Javier García Campayo
Título original: Living with Kindness
Publicado por: Windhorse Publications
© Bodhipaksa, 2017
© Editorial Siglantana S. L., 2020
Traducción: Óscar Franco
Ilustración de la cubierta: Silvia Ospina Amaya
Maquetación y preimpresión: Carles de Gispert
La presente obra no tiene intenciones de tipo académico, razón por la cual las palabras en sánscrito y pali se han transliterado sin signos diacríticos.
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fo- tocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).
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ISBN (Siglantana): 978-84-18556-69-2
Depósito legal: B-2833-2018
Impreso en España - Printed in Spain
ÍNDICE
Prólogo
por Nagapriya
Introducción:
El significado de Metta
Capítulo Uno:
La vía de Metta
Capítulo Dos:
Los fundamentos éticos de metta
Capítulo Tres:
Cultivar metta
Capítulo Cuatro:
La culminación de metta
Conclusión:
La realización de metta
Sutta Karaniya Metta en pali
Índice analítico
Metta, bondad sin límites o amor incondicional, es una propuesta que es a la vez inspiradora y sumamente retadora sobre cómo deberíamos relacionarnos con toda la vida. Suena bonito aunque no es nada fácil. Metta no tiene que ver con gustar o no gustar, o con aprobar, no tiene que ver con agradar o querer, sino es una actitud benevolente y sin expectativa de reciprocidad. En principio es una actitud que podemos mantener frente al enemigo más necio y molesto que hayamos conocido
Quizá piensas que eres una persona súper amable y que, entonces, vives con una actitud bondadosa. Puede ser. Sin embargo, cuando analizamos nuestras actitudes más a fondo vemos que muchas veces tenemos expectativas y que nuestra amabilidad impone condiciones. Eso implica que realmente las relaciones con otros están basadas en un contrato. Estamos dispuestos a ser amables con otros siempre y cuando ellos sean amables con nosotros. Nuestra buena voluntad espera algo de la otra persona y cuando tal persona no cumple con lo que esperamos, muy rápidamente la benevolencia se esfuma.
Mientras es difícil admitirlo, casi todo el tiempo nos relacionamos con otros a través de contratos subyacentes, tácitos pero firmemente impuestos. Este tipo de relación forma la mayor parte de las relaciones humanas, incluso nuestras relaciones más íntimas como las de pareja o las familiares. Lo que nombramos amor es, muchas veces, no más que un contrato para intercambiar afecto. Metta es una relación asimétrica, es unilateral y por esa razón no espera una respuesta recíproca. En otras palabras, metta es un regalo al mundo que permite un cambio profundo en la lógica de nuestras relaciones con otros.
Se contrasta esta actitud de bondad sin condiciones con un amor pegajoso o romántico que sí puede ser muy intenso y embriagador pero muchas veces también es un amor celoso y muy condicional. Es sorprendente que fácilmente este amor se convierte en su opuesto cuando no conseguimos lo que esperamos del objeto de nuestro afecto, y el resultado muchas veces es algo muy oscuro y destructivo.
¿Por qué ser amables con personas que no son amables con nosotros? Incluso es posible que si actuamos así otros pueden aprovecharse de nuestra buena voluntad y causarnos daño. Primero que nada, no es una cuestión de ser ingenuos y de pronto engañarnos pensando que todas las personas son bondadosas. Sí, hay personas malas en este mundo y a veces la cautela es necesaria. A la vez, metta es como el sol que brilla en todas las direcciones sin discriminar, sin calificar, y es una actitud que puede ser sumamente transformadora tanto para nosotros como para los otros. Recuerdo el incidente en la novela Les miserables de Víctor Hugo cuando el protagonista, Jean Valjean, en las profundidades de su delincuencia, entra en una iglesia y roba los candelabros de plata. Es un acto que muestra su rechazo a todo lo que es bueno, todo lo que es sagrado en la vida. Está a punto de salir con su botín cuando la policía llega para arrestarlo. Al mismo tiempo, el cura sale e insiste con a la policía que los candelabros son un regalo para este malvado y que está bien si él los vende para cumplir con sus necesidades. Es un acto de generosidad y perdón completamente desinteresado que provoca un giro espectacular en la vida de Valjean hasta que se convierte en una especie de santo. Así puede ser el impacto de la actitud de metta.
El presente libro nos ofrece un comentario muy iluminador sobre una escritura destacada y significativa de la tradición budista que fomenta la actitud de metta. El canon de escrituras budistas es sumamente vasto. Las escrituras tempranas, que hasta donde sabemos son las más cercanas a las enseñanzas del Buda histórico, hoy en día solo sobreviven en el Canon Pali que fue preservado por la escuela Theravada en Shri Lanka. Este Canon en sí es muy extenso y contiene textos de varios tipos, entre ellos los que se llaman suttas (literalmente ´hilos´). En general, estos textos consisten de en diálogos entre el Buda y uno o varios interlocutores. El Sutta Metta es un texto de ese tipo y se encuentra en una división de los suttas que se llama Sutta Nipata. El texto ofrece una serie de recomendaciones en cuanto a como uno debería vivir para cultivar y sostener una actitud bondadosa.
Debo advertir que, a primera vista, los textos tradicionales pueden parecer un poco áridos porque por lo general son muy repetitivos y manejan muchas formulas. Es importante reconocer que este formato destaca por su origen oral. El Buda no escribió nada, ni sus discípulos, ni los discípulos de ellos tampoco. De hecho, la tradición de transmisión oral duró 300 años después del Buda, incluso más. Para transmitir un cuerpo de sabiduría tan vasto, los monjes budistas utilizaron técnicas mnemónicas que son evidentes en las versiones escritas que hoy en día podemos leer. El Sutta Metta, es un texto bastante corto, fácil de abordar e incorpora enseñanzas fundamentales sobre el camino budista, especialmente en cuanto a la práctica de la ética y su relación con meditación y sabiduría. Más que nada el sutta destaca la importancia de cultivar metta hacia todos los seres.
Además de hablar de esta actitud fundamental, el Sutta Metta es un ejemplo de un texto paritta (literalmente, protección). Es decir que es un texto que se usa en contextos tradicionales para invocar protección y cultivar el mérito. En el budismo tradicional, acciones hábiles, que reflejan intenciones de generosidad, bondad y claridad, resultan en la acumulación del mérito, un tipo de bien espiritual. Si tenemos mucho mérito hay la posibilidad de renacer en un contexto más favorable para iluminarse y además protegerse de peligros mundanos. Su poder espiritual consiste en el hecho de que se consideran declaraciones verdaderas y que la verdad en sí tiene una potencia espiritual. Por esas razones es muy común cantar el Sutta Metta en momentos claves e incluso ‘transferir’ el mérito a otros seres.
Tu guía en este viaje hacia el corazón de la bondad es Sangharákshita, maestro espiritual de origen inglés, quien vivió como monje Theravada en India en los años cuarenta y cincuenta. Después de regresar a Inglaterra en los sesenta, Sangharákshita ofreció retiros y seminarios en los cuales desmenuzó una serie de textos budistas para una audiencia contemporánea y occidental. Tuvo el ingenio para iluminar textos tradicionales y relacionarlos con nuestra situación actual. El comentario tiene un origen oral y se editó para compartirlo con una audiencia más amplia. Aunque tienes en la mano un texto que surgió hace 2500 años, Sangharákshita lo conecta con las necesidades espirituales de nuestra época y muestra cómo el mensaje del Buda es realmente algo perenne que se puede aplicar hoy mismo.
Nagapriya
Autor de” Karma y Renacimiento
Febrero 2020
Sutta Karaniya Metta
Alguien que se adiestra en su bien y que desea alcanzar ese estado de calma (nibbana) tendría que proceder de esta manera: debería ser capaz, recto, perfectamente íntegro, de noble palabra, apacible y humilde.
Contento, fácil de satisfacer, con pocas obligaciones, llevar una vida frugal, tener los sentidos en calma, discreto, no ser insolente y no estar codiciosamente apegado a lo familiar.
No debería perseguir ni en lo más mínimo lo que los sabios censurarían. ¡Que todos los seres sean felices y se sientan seguros! ¡Que haya salud en sus corazones!
Que todos los seres que existen, débiles o fuertes, altos, corpulentos o de complexión mediana o baja, pequeños o grandes, todos sin excepción, visibles o invisibles, los que viven lejos o cerca, los que ya nacieron y los que están por nacer, ¡que todos ellos sean felices!
Que ninguno engañe a otro. Que nadie desprecie a otra persona en ningún lugar. Que nadie desee el daño de otro ser motivado por la ira o la mala voluntad.
Así como una madre protegería a su único hijo aunque tuviera que arriesgar su vida, que uno cultive un corazón sin límites, abierto a todos los seres.
Que sus pensamientos de amor ilimitado impregnen el universo, arriba, abajo y a todo lo largo y ancho, sin ningún obstáculo, sin odio y sin enemistad.
Ya sea que se encuentre de pie, caminando, sentado o recostado, que siempre que esté despierto cultive la atención consciente. Se dice que ésta es la conducta más noble que uno pueda tener.
Sin caer en opiniones erróneas, siendo virtuoso y dotado de visión clara, abandonando el apego a los deseos sensuales. Alguien así jamás renacerá otra vez.
El gran secreto de la moral es el amor; o el salir de nuestra propia naturaleza e identificarnos con la belleza que existe en ese pensamiento, acción o persona que no es el nuestro. Un hombre, para ser verdaderamente bueno, debe imaginar de un modo intenso y completo, tiene que ponerse en el lugar del otro y de muchos otros. Tiene que sentir como propias las penas y las alegrías de todo el género humano.
El asunto de la felicidad (o el problema de la infelicidad) es un tema fundamental para el budismo. Si pudiéramos estar seguros de que jamás sentiríamos amargura o desilusión no necesitaríamos la enseñanza del Buda, pero tal y como son las cosas, es necesario que encontremos una forma de lidiar con nuestro predicamento humano. Esto es lo que el mismo Buda procuró hacer y lo logró. Una vez que solucionó ese problema, pasó el resto de su vida explicando a los demás la naturaleza de la solución y la manera de conseguirla.
El enfoque con el que el Buda resolvió ese problema se expresa en una de sus enseñanzas más célebres, la de las cuatro nobles verdades, en la que se puede encontrar una especie de esquema para la práctica budista. La primera de estas verdades afirma sencillamente que existe la infelicidad, que es una característica de la experiencia humana. Sin duda, esto es decir lo obvio pero la segunda noble verdad, la de la causa del sufrimiento, nos da algo más para reflexionar. Dice el Buda que la causa esencial por la que sufrimos es el anhelo, el deseo natural aunque doloroso de que las cosas sean de otra manera. Si tan sólo pudiéramos soltar ese deseo y aceptáramos la experiencia como es, con sus altas y bajas, no nada más en la cabeza sino en el fondo de nuestro corazón, el problema del sufrimiento se solucionaría.
Por supuesto que es más fácil decirlo que hacerlo. Sin embargo, lo cierto es que se puede hacer. La tercera noble verdad es la verdad del nirvana, la verdad de que es posible acabar con el sufrimiento, no mediante una elevación hacia estados celestiales en otro espacio y tiempo sino en esta misma vida, por medio de nuestros esfuerzos para transformar lo que sentimos. Lo que dice el Buda es que todos los seres humanos tienen la capacidad de ser felices y aún más, de llegar a la iluminación. La figura del Buda, Siddhartha, el hombre cuyos avances espirituales se delinean en los textos del Canon Pali, es el ejemplo constante de semejante autodeterminación. Es la personificación del sublime potencial que se puede activar en la mente humana cuando esta se decide a inclinarse hacia lo positivo. El método de esta transformación se bosqueja en la cuarta de las nobles verdades, el noble sendero óctuple. Cada paso de este, rumbo a la iluminación, se basa en la verdad de la condicionalidad, el principio de causa y efecto que subyace en cada aspecto de la forma en que el budismo aborda el crecimiento y desarrollo humanos. Todo cambia, como lamentablemente hemos comprobado, pero este mismo hecho es la fuente de la felicidad cuando descubrimos que tenemos la capacidad para cambiar y para transformar nuestra experiencia.
A veces, las personas prefieren pensar que el budismo es una filosofía o hasta un sistema de pensamiento racional antes que considerarlo una religión. Después de todo, el budismo no se apoya en el socorro divino para acceder a la felicidad sino que, en cambio, enfatiza el valor de transformar la experiencia propia a la luz de una clara comprensión de la naturaleza del cambio. Visto así, se trata de una enseñanza altamente sistemática pero, si no tenemos cuidado, podemos terminar creyendo que el Buda fue una especie de erudito intelectual que aportó varias listas de términos y definiciones y esa es una imagen que no hace justicia ni a la profundidad de su sabiduría, la cual llega más allá de lo que pueden expresar las palabras, ni al inmenso alcance de su compasión. Hay algunas formas de budismo en las que persiste cierta idea cerebral acerca de lo que es el Buda y en las que, por consiguiente, se pone menos atención al aspecto emocional de la vida budista. Uno puede quedarse con la idea de que lo que hay que hacer es mantener con firmeza las emociones a raya y concentrarse en aplicar la lógica, si lo que se desea es percibir a profundidad la naturaleza de la realidad. Incluso puede surgir la suposición de que el budista ideal es alguien que ha trascendido cualquier emoción, como si las emociones fuertes carecieran de espiritualidad y de ética. Hay personas que así lo ven.
No obstante, un vistazo más cercano a los primeros textos budistas nos revela otra situación. A través de las antiguas escrituras del Canon pali queda claro que el camino a la iluminación incluye en cada etapa el cultivo de algunas emociones y lo más común es que se trate de las cuatro brahma viharas (palabras del pali que se pueden traducir como “moradas sublimes”). Es una serie de meditaciones diseñada para integrar y refinar la experiencia emocional de una persona para producir cuatro emociones diferentes pero estrechamente relacionadas: metta o amor y bondad, muditá o alegría compartida, karuna o compasión y upekkha o ecuanimidad. Metta es la base de las otras tres brahma viharas. Es emoción positiva en su forma más pura y poderosa. En este libro estaremos explorando con detalle lo que el Buda dijo acerca del cultivo de esta emoción positiva, tal como lo registra un texto denominado Sutta Karaniya Metta, pero antes analicemos con más atención la palabra metta.
Por supuesto que no es posible transmitir por entero una emoción mediante una explicación verbal, si bien la poesía a veces se aproxima a ello. Tenemos entonces la complejidad que se añade a la traducción, ya que no hay un equivalente exacto en nuestro idioma para la palabra del pali metta. Sin embargo, tratemos de darnos por lo menos una idea de la naturaleza de esta emoción tan especial.
UNA FERVIENTE BUENA VOLUNTAD
En todo sentimiento amistoso, en toda amistad, se halla la semilla de metta, esperando para desarrollarse, en cuanto le proporcionemos las condiciones adecuadas.
El término metta, proveniente del pali (en sánscrito se dice maitri), tiene que ver con mitta (en sánscrito mitra), que significa “amigo”, de modo que metta se puede traducir como amistad o amor benevolente. Si se desarrolla en toda su intensidad, metta es un cuidado y una atención traídos a este mundo y dirigidos hacia todos los seres por igual, individualmente y sin reservas. Una muestra infalible de que hay metta es que uno se interesa de manera profunda por el bienestar, la felicidad y la prosperidad del objeto de su metta, ya sea una persona, un animal o cualquier otro ser. Cuando se siente metta por alguien no solo se desea que ese ser sea feliz sino que sea inmensamente feliz: Hay un anhelo intenso de que en verdad se encuentre bien y hay también un entusiasmo inagotable que desea su desarrollo y progreso.
La amistad que hay en metta no necesariamente implica una relación de amigos como la que se establece de forma personal con alguien por quien se tiene ese sentimiento. Metta puede mantenerse sencillamente en un nivel de emoción. No requiere convertirse en una relación. Sin embargo, cuando uno siente metta deseará abrirse al encuentro de otros seres, para ayudarles y expresarles su buena voluntad de un modo cotidiano y práctico, así que es fácil que a partir de metta se desarrollen amistades. Si dos personas desarrollan metta entre sí, es probable que esa metta florezca como una verdadera amistad, pero una que tiene algo que la distingue. Lo mismo se puede afirmar de una amistad ya existente a la cual se le añade un elemento de metta. Metta tenderá a eliminar de la relación el interés egoísta, de modo que se vaya convirtiendo en algo más que una alegre camaradería o una dependencia emocional, como las que hay en la base de la mayoría de las amistades comunes. Cuando la amistad está infundida de metta se vuelve kalyana mitrata, amistad espiritual, una que no medra en base en lo que cada parte obtenga de la relación sino en virtud del deseo mutuo de que el otro esté bien, un sentimiento que fluye sin reservas en ambas direcciones.
Así pues, no se puede establecer una distinción rígida entre una amistad “mundana” (o las amistades cotidianas que puedan derivarse de ella) y metta. Como hemos de ver, en su forma más sutilmente desarrollada metta es semejante a percatarse de la mismísima naturaleza de las cosas (lo que suelo mencionar como “Percatarse”, con P mayúscula). Sin embargo, como una emoción que está en desarrollo, durante mucho tiempo sigue siendo más afín a una amistad ordinaria. Metta es la amistad tal como la conocemos, llevada a un nivel de intensidad más elevado del que se acostumbra. De hecho, es una amistad sin ningún tipo de límites. Metta es lo que se encuentra en ese sentimiento que se tiene por los amigos, pero incluyendo la continua intención de profundizar e intensificar cualquier elemento de buena voluntad desinteresada que haya en él. En todo sentimiento amistoso, en toda amistad, se halla la semilla de metta, un germen que espera desarrollarse en cuanto le proporcionemos las condiciones adecuadas.
Por definición, en metta hay algo activo. La llamamos sentimiento pero si queremos ser más precisos hemos de describirla como una respuesta emocional o una volición, más que como un sentimiento en el sentido de sensación agradable, desagradable o neutral (esta distinción que se enfatiza entre sentimiento y emoción es una enseñanza budista básica). Incluye el deseo de actuar sobre nuestros sentimientos positivos, de hacer algo práctico para ayudar a que el objeto de nuestra metta sea feliz, de velar por su bienestar y estimular su desarrollo y su progreso, en lo que se halla a nuestro alcance. Al igual que la amistad, metta incluye, por lo mismo, un sentido extravertido, activo, de buena voluntad.
¿Por qué no traducimos metta como amor? El amor, en especial el amor romántico o el paternal, pueden tener una intensidad y una fortaleza que muevan montañas y ese interés vigoroso es una de las características más importantes de metta. El problema con la palabra amor es que se puede usar para casi cualquier cosa que nos imaginemos y eso incluye objetos simples que nos apetezcan. Decimos que amamos a nuestros hijos o a nuestra pareja como decimos que amamos el aroma de la flor del naranjo y muchas otras cosas. En cambio, metta se dirige solo hacia los seres vivos.
Además, cuando se basa en el apetito o la posesividad, el amor siempre tiene la posibilidad de avinagrarse, puesto que ese apetito puede verse frustrado o alguien puede robarse esa posesión. Los celos o los resentimientos que se derivan del amor romántico (es decir, dependiente) pueden ser más fuertes que los sentimientos más positivos de amor cuando surgen por completo. Hasta el amor paternal puede volverse amargo cuando siente que no hay reciprocidad, si la ingratitud de un hijo se manifiesta “más afilada que el colmillo de una serpiente”, como lo describe el Rey Lear, de Shakespeare.
UNA ENERGÍA EXTÁTICA
Metta es dicha, es éxtasis, es un deseo naturalmente expansivo de darle luz a todo el mundo, a todo el universo y aun más allá, a todos los universos.
Si bien hay que tener cuidado en diferenciar metta de cualquier otra clase de emociones, tampoco hay que ser tan quisquilloso y privarla de su existencia. En el Itivuttaka, una colección de dichos del Canon Pali, hay un episodio en el que el Buda dice que metta “abrasa, brilla y resplandece constante”, lo cual sugiere algo más cercano a una pasión incandescente que a lo que normalmente pensaríamos como una emoción “espiritual”. Nuestras palabras: amistad, amor bondadoso y buena voluntad no se aproximan a expresar esa especie de intensidad y de energía expansiva.
Lo cierto es que las palabras que acostumbramos a emplear para las emociones más espirituales, o sea, las más refinadas y positivas, por lo regular se entienden de una manera un tanto débil. Por ejemplo, las palabras refinamiento y pureza, que se refieren a la calidad de estar libre de impurezas y, en ese sentido, a algo que es concentrado y potente, sugieren precisamente lo contrario, algo estéril y diluido. Cuando se trata de las emociones espirituales más positivas parece que las palabras nos quedan cortas. En cambio, las palabras con las que nos referimos a las emociones nocivas y no refinadas, como odio, ira, celos, miedo, angustia y desesperación, causan una impresión más vívida y poderosa.
Metta, como he descrito, puede parecer pura pero fría, apartada y distante, más como la luz de la luna que como el rayo del sol. Tendemos a ver también así a los ángeles. Esos seres celestiales, con toda su pureza, es común que los percibamos debiluchos y faltos de energía, en contraste con los diablos, que por lo regular nos los representamos llenos de vigor y poderosos, tanto física como espiritualmente. Al igual que nos pasa con el reino angelical, la mayoría de las personas no encuentra muy interesante metta, “amor y bondad”. Esto se debe a la dificultad para imaginar que se pueda desarrollar una emoción positiva hasta un grado de intensidad parecido al que experimentamos con las pasiones. Es raro que sintamos una emoción puramente positiva que sea también poderosa. Si experimentamos una emoción que sea en realidad intensa, por lo general hay un elemento de posesividad, aversión o miedo mezclado con ello.
No es fácil librarse de la negatividad emocional y desarrollar la fuerte y vigorosa emoción positiva que es la verdadera metta. Para hacerlo, de alguna manera tenemos que llevar a la emoción refinada y balanceada de buena voluntad universal el grado de energía y de intensidad de las emociones burdas de menor nivel. Para empezar hemos de reconocer que esto va contra lo acostumbrado. Si queremos hacer justicia al ideal de metta debemos ser realistas con respecto al tipo de emoción fuerte que ahora sentimos. Puede parecer extraño pero sobre esta base se puede alcanzar una síntesis emocional más elevada.
En el deseo de aproximarnos al objeto de nuestra pasión, en la necesidad de poseerlo y en el anhelo de que nos pertenezca sentimos la energía y la intensidad que al final caracterizará nuestra experiencia de metta. De igual modo, cuando conseguimos el objeto de nuestra pasión es posible que durante un momento sintamos la calma dichosa, el equilibrio y la armonía que también son característicos del genuino estado de metta. Esta reúne las contrastantes reacciones emocionales de energía dinámica y apacible plenitud en una sola calidad de emoción, transformándolas completamente en el proceso. Si bien, cuando se desarrolla en su totalidad, metta es un sentimiento de armonía, tanto para con uno mismo como con los demás seres, también tiene una cualidad ardorosa, vigorosa y hasta extática. El significado literal de éxtasis es un sentido de salirse de sí mismo y es así como puede sentirse metta. Se distingue por una intensidad tal de emoción positiva que, cuando se siente de un modo puro, te puede llevar más allá de ti. Metta es dicha, éxtasis, es un deseo naturalmente expansivo de llenar de luz a todo el universo y a muchos universos más allá.
UNA EMOCIÓN RACIONAL
Cuando pensamos en los demás, la respuesta más razonable es sentir metta.
Es evidente que ya de por sí metta es algo que nos viene muy bien pero, aparte de sus méritos más claros, como el de obtener un estado mental muy positivo, hay otra razón para practicarla. Tiene mucho sentido no solo en cuanto a sentimientos subjetivos sino también a hechos objetivos. Es algo que demuestra con mucha claridad el filósofo John MacMurray. Ante todo, él hace una distinción entre intelecto y razón. Designa la razón como la facultad más elevada o integrada e integradora. Dice que la razón es lo que hay en nuestro interior que se adecua a la realidad objetiva. Cuando la razón, así definida, entra en el intelecto se tiene una comprensión intelectual que es adecuada o apropiada a la situación objetiva, o sea, a la realidad. Esta definición de la razón se aproxima mucho a lo que el budismo entiende como prajña, sabiduría.
A continuación, él señala que la razón no solo se puede aplicar a la comprensión intelectual sino también a la emoción. Podemos usar un breve ejemplo para esto. Si cuando vemos una pequeña araña entramos en pánico, saltamos y corremos al otro extremo de la habitación tenemos una reacción irracional. La emoción no es apropiada al objeto porque la araña en realidad no es dañina, pero cuando la razón, como se definió antes, entra en la emoción, las respuestas emocionales serán adecuadas o apropiadas a la situación objetiva, que es la situación real.