3 Libros para Conocer Literatura Argentina - José Hernández - E-Book

3 Libros para Conocer Literatura Argentina E-Book

José Hernández

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Bienvenidos a la colección 3 libros para conocer, nuestra idea es ayudar a los lectores a aprender sobre temas fascinantes a través de tres libros imprescindibles y destacados. Estas obras cuidadosamente seleccionadas pueden ser de ficción, no ficción, documentos históricos o incluso biografías. Siempre seleccionaremos para ti tres grandes obras para instigar tu mente, esta vez el tema es: Literatura Argentina. - El gaucho Martín Fierro por José Hernández. - Don Segundo Sombra por Ricardo Güiraldes. - El juguete rabioso por Robert Arlt. Este es uno de los muchos libros de la colección 3 libros para conocer. Si te ha gustado este libro, busca los otros títulos de la colección, pues estamos convencidos de que alguno de los temas te gustará.

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Introducción

 

Bienvenidos a la colección 3 libros para conocer, nuestra idea es ayudar a los lectores a aprender sobre temas fascinantes a través de tres libros imprescindibles y destacados. Estas obras cuidadosamente seleccionadas pueden ser de ficción, no ficción, documentos históricos o incluso biografías. Siempre seleccionaremos para ti tres grandes obras para instigar tu mente, esta vez el tema es: Literatura Argentina.

El gaucho Martín Fierro por José Hernández.

Don Segundo Sombra por Ricardo Güiraldes.

El juguete rabioso por Robert Arlt.

Este es uno de los muchos libros de la colección 3 libros para conocer. Si te ha gustado este libro, busca los otros títulos de la colección, pues estamos convencidos de que alguno de los temas te gustará.

 

 

 

Los Autores

 

José Rafael Hernández (Chacras de Perdriel, 10 de noviembre de 1834-Buenos Aires, 21 de octubre de 1886) fue un militar, periodista, poeta y político argentino, especialmente conocido como el autor del Martín Fierro, obra máxima de la literatura gauchesca. En su homenaje, el 10 de noviembre —aniversario de su nacimiento— se festeja en la Argentina el Día de la Tradición.

Tras iniciarse como militar en defensa de la autonomía del Estado de Buenos Aires, entre 1852 y 1872 desarrolló una intensa actividad periodística, enfrentado al predominio de la ciudad de Buenos Aires en la organización de su país.

Fue a través de su poesía como consiguió un gran eco para sus propuestas y la más valiosa contribución a la causa de los gauchos. Junto con la continuación de la obra, La vuelta de Martín Fierro (1879), forman un poema épico popular. Es generalmente considerada la obra cumbre de la literatura argentina.Posteriormente desempeñó los cargos de diputado y senador de la provincia de Buenos Aires. Ocupando este último cargo, defendió la federalización de Buenos Aires en un memorable discurso, enfrentándose a Leandro N. Alem.

 

Ricardo Güiraldes (Buenos Aires; 13 de febrero de 1886 - París; 8 de octubre de 1927) fue un novelista y poeta argentino.

Güiraldes es recordado sobre todo por su novela Don Segundo Sombra (1926). Esta obra es una interpretación poética del gaucho argentino, el pastor de ganado vagabundo de espíritu libre de las pampas, y se ha convertido en una obra clásica de la literatura hispanoamericana.

 

Roberto Emilio Godofredo Arlt (Buenos Aires; 26 de abril de 1900 - ib.; 26 de julio de 1942), más conocido como Roberto Arlt, fue un novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino.

La obra de Roberto Arlt fue duramente criticada durante la primera mitad del siglo XX. Hoy, líderes de opinión fundamentales de la literatura argentina nos cuentan cómo su obra ha llegado a ser un referente trascendente. Abelardo Castillo, por ejemplo, dice que Arlt significa una lectura obligada para por lo menos las dos últimas generaciones de escritores argentinos, pues redefinió lo temático y lo lingüístico y la relación artista-época. Otros, como Guillermo Saccomanno, lo colocan a la altura de Domingo F. Sarmiento, Lucio V. Mansilla, Julio Cortázar y Rodolfo Walsh, algunos de los cuales confesaron su admiración por el autor. Para el escritor y crítico literario Ricardo Piglia, Arlt inauguró la novela moderna argentina, con su estilística nueva.

 

El gaucho Martín Fierro

José Hernández

 

 

 

Prólogo

Primer edición (1872)

 

Señor D. José Zoilo Miguens.

Querido amigo:

Al fin me he decidido a que mi pobre Martín Fierro, que me ha ayudado algunos momentos a alejar el fastidio de la vida del hotel, salga a conocer el mundo, y allá va acogido al amparo de su nombre. No le niegue su protección, usted que conoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es víctima esa clase desheredada de nuestro país.

Es un pobre gaucho, con todas las imperfecciones de forma que el arte tiene todavía entre ellos, y con toda la falta de enlace en sus ideas, en las que no existe siempre una sucesión lógica, descubriéndose frecuentemente entre ellas apenas una relación oculta y remota.

Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que les es peculiar, dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado.

Cuantos conozcan con propiedad el original podrán juzgar si hay o no semejanza en la copia.

Quizá la empresa habría sido para mí más fácil, y de mejor éxito, si sólo me hubiera propuesto hacer reír a costa de su ignorancia, como se halla autorizado por el uso en este género de composiciones; pero mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes; ese conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral, y los accidentes de su existencia llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes. Y he deseado todo esto, empeñándome en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho usa sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes; en copiar sus reflexiones con el sello de la originalidad que las distingue y el tinte sombrío de que jamás carecen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia que, sin estudiar, aprende en la misma naturaleza; en respetar la superstición y sus preocupaciones, nacidas y fomentadas por su misma ignorancia; en dibujar el orden de sus impresiones y de sus afectos, que él encubre y disimula estudiosamente; sus desencantos, producidos por su misma condición social, y esa indolencia que le es habitual, hasta llegar a constituir una de las condiciones de su espíritu; en retratar, en fin, lo más fielmente que me fuera posible, con todas sus especialidades propias, ese tipo original de nuestras pampas, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces, y que, al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo.

Sin duda que todo esto ha sido demasiado desear para tan pocas páginas, pero no se me puede hacer un cargo por el deseo, sino por no haberlo conseguido.

Una palabra más, destinada a disculpar sus defectos. Páselos usted por alto porque quizá no lo sean todos los que a primera vista puedan parecerlo, pues no pocos se encuentran allí como copia o imitación de los que lo son realmente.

Por lo demás, espero, mi amigo, que usted lo juzgará con benignidad, siquiera sea porque Martín Fierro no va de la ciudad a referir a sus compañeros lo que ha visto y admirado en un 25 de Mayo u otra función semejante, referencias algunas de las cuales, como el Fausto y varias otras, son de mucho mérito ciertamente, sino que cuenta sus trabajos, sus desgracias, los azares de su vida de gaucho, y usted no desconoce que el asunto es más difícil de lo que muchos se imaginarán.

Y con lo dicho basta para preámbulo, pues ni Martín Fierro exige más, ni usted gusta mucho de ellos, ni son de la predilección del público, ni se avienen con el carácter de

Su verdadero amigo,

José Hernández.

 

 

 

I

Aquí me pongo á cantar Al compás de la vigüela, Que el hombre que lo desvela Una pena estraordinaria, Como la ave solitaria Con el cantar se consuela.

Pido á los Santos del Cielo Que ayuden mi pensamiento, Les pido en este momento Que voy á cantar mi historia Me refresquen la memoria Y aclaren mi entendimiento.

Vengan Santos milagrosos, Vengan todos en mi ayuda, Que la lengua se me añuda Y se me turba la vista; Pido á mi Dios que me asista En una ocasión tan ruda.

Yo he visto muchos cantores, Con famas bien otenidas, Y que despues de adquiridas No las quieren sustentar: Parece que sin largar Se cansaron en partidas.

Mas ande otro criollo pasa Martin Fierro ha de pasar, Nada lo hace recular Ni las fantasmas lo espantan; Y dende que todos cantan Yo tambien quiero cantar.

Cantando me he de morir, Cantando me han de enterrar, Y cantando he de llegar Al pié del Eterno Padre— Dende el vientre de mi madre Vine á este mundo á cantar.

Que no se trabe mi lengua Ni me falte la palabra— El cantar mi gloria labra Y poniéndome a cantar, Cantando me han de encontrar Aunque la tierra se abra.

Me siento en el plan de un bajo A cantar un argumento— Como si soplára un viento Hago tiritar los pastos— Con oros, copas y bastos Juega allí mi pensamiento.

Yo no soy cantor letrao, Mas si me pongo á cantar No tengo cuando acabar Y me envejezco cantando, Las coplas me van brotando Como agua de manantial.

Con la guitarra en la mano Ni las moscas se me arriman, Naides me pone el pié encima. Y cuando el pecho se entona, Hago gemir á la prima Y llorar á la bordona.

Yo soy toro en mi rodeo Y torazo en rodeo ageno, Siempre me tuve por güeno Y si me quieren probar, Salgan otros á cantar Y veremos quién es ménos.

No me hago al lao de la güeya Aunque vengan degollando, Con los blandos yo soy blando Y soy duro con los duros, Y ninguno en un apuro Me ha visto andar tutubiando.

En el peligro, qué Cristos? El corazón se me ensancha, Pues toda la tierra es cancha, Y de eso naides se asombre, El que se tiene por hombre Ande quiere hace pata ancha.

Soy gaucho, y entiendaló Como mi lengua lo esplica, Para mí la tierra es chica Y pudiera ser mayor Ni la víbora me pica Ni quema mi frente el Sol

Nací como nace el peje En el fondo de la mar; Naides me puede quitar Aquello que Dios me dió— Lo que al mundo truge yo Del mundo lo he de llevar.

Mi gloria es vivir tan libre Como el pájaro del Cielo, No hago nido en este suelo Ande hay tanto que sufrir; Y naides me ha de seguir Cuando yo remuento el vuelo.

Yo no tengo en el amor Quien me venga con querellas; Como esas aves tan bellas Que saltan de rama en rama— Yo hago en el trébol mi cama, Y me cubren las estrellas.

Y sepan cuantos escuchan De mis penas el relato, Que nunca peléo ni mato Sino por necesidá; Y que a tanta alversidá Solo me arrojó el mal trato.

Y atiendan la relación Que hace un gaucho perseguido, Que padre y marido ha sido Empeñoso y diligente, Y sin embargo la gente Lo tiene por un bandido.

 

II

 

Ninguno me hable de penas Porque yo penando vivo, Y naides se muestre altivo Aunque en el estribo esté Que suele quedarse á pié El gaucho mas alvertido.

Junta esperencia en la vida Hasta pa dar y prestar Quien la tiene que pasar Entre sufrimiento y llanto; Porque nada enseña tanto Como el sufrir y el llorar.

Viene el hombre ciego al mundo Cuartiándolo la esperanza, Y á poco andar ya lo alcanzan Las desgracias á empujones; ¡Jué pucha! que trae liciones El tiempo con sus mudanzas!

Yo he conocido esta tierra En que el paisano vivía Y su ranchito tenía Y sus hijos y mujer...... Era una delicia el ver Cómo pasaba sus días.

Entonces.... cuando el lucero Brillaba en el cielo santo, Y los gallos con su canto Nos decían que el día llegaba, A la cocina rumbiaba El gaucho que era un encanto.

Y sentao junto al jogón A esperar que venga el día; Al cimarrón le prendía Hasta ponerse rechoncho, Miéntras su china dormía Tapadita con su poncho.

Y apénas el horizonte Empezaba á coloriar, Los pájaros á cantar, Y las gallinas á apiarse, Era cosa de largarse Cada cual á trabajar.

Este se ata las espuelas, Se sale el otro cantando, Uno busca un pellón blando, Este un lazo, otro un rebenque, Y los pingos relinchando Los llaman dende el palenque.

El que era pion domador Enderezaba al corral, Ande estaba el animal Bufidos que se las pela.... Y mas malo que su agüela, Se hacía astillas el bagual.

Y allí el gaucho inteligente, En cuanto el potro enriendó, Los cueros le acomodó Y se le sentó en seguida, Que el hombre muestra en la vida La astucia que Dios le dió.

Y en las playas corcobiando Pedazos se hacía el sotreta Miéntras él por las paletas Le jugaba las lloronas, Y al ruido de las caronas Salía haciéndose gambetas.

Ah! tiempos!... si era un orgullo Ver ginetear un paisano— Cuando era gaucho baquiano Aunque el potro se boliase, No había uno que no parase Con el cabresto en la mano.

Y mientras domaban unos, Otros al campo salían Y la hacienda recogían, Las manadas repuntaban, Y ansí sin sentir pasaban, Entretenidos el día.

Y verlos al cair la tarde En la cocina riunidos, Con el juego bien prendido Y mil cosas que contar, Platicar muy divertidos Hasta despus de cenar.

Y con el buche bien lleno Era cosa superior Irse en brazos del amor A dormir como la gente, Pa empezar el día siguiente Las fainas del día anterior.

¡Recuerdo! ¡Qué maravilla! Como andaba la gauchada, Siempre alegre y bien montada Y dispuesta pa el trabajo... Pero al presente... barajo! No se le vé de aporriada.

El gaucho mas infeliz Tenía tropilla de un pelo, No le faltaba un consuelo Y andaba la gente lista... Teniendo al campo la vista, Solo vía hacienda y cielo.

Cuando llegaban las yerras, ¡Cosa que daba calor! Tanto gaucho pialador Y tironiador sin yel— ¡Ah! tiempos!... pero si en él, Se ha visto tanto primor.

Aquello no era trabajo, Mas bien era una junción, Y después de un güen tirón En que uno se daba maña, Pa darle un trago de caña Solía llamarlo el patrón.

Pues vivía la mamajuana Siempre bajo la carreta, Y aquel que no era chancleta, En cuanto el goyete vía, Sin miedo se le prendía Como güérfano á la teta.

Y qué jugadas se armaban Cuanto estábamos riunidos! Siempre íbamos prevenidos! Pues en tales ocasiones A ayudarle á los piones Caiban muchos comedidos.

Eran los días del apuro Y alboroto pa el hembraje, Pa preparar los potajes Y osequiar bien á la gente, Y ansí, pues, muy grandemente, Pasaba siempre el gauchaje.

Venía la carne con cuero, La sabrosa carbonada, Mazamorra bien pisada, Los pasteles y el güen vino... Pero ha querido el destino, Que todo aquello acabára.

Estaba el gaucho en su pago Con toda seguridá! Pero aura... barbaridá! La cosa anda tan fruncida, Que gasta el pobre la vida En juir de la autoridá.

Pues si usté pisa en su rancho Y si el alcalde lo sabe Lo caza lo mesmo que ave Aunque su mujer aborte... No hay tiempo que no se acabe Ni tiento que no se corte!

Y al punto dése por muerto Si el alcalde lo bolea, Pues hay no más se le apea Con una felpa de palos,— Y después dicen que es malo El gaucho si los peléa.

Y el lomo le hinchan á golpes, Y le rompen la cabeza, Y luego con lijereza, Ansí lastimao y todo, Lo amarran codo con codo Y pa el cepo lo enderiezan.

Ay comienzan sus desgracias, Ay principia el pericón; Porque ya no hay salvación, Y que usté quiera ó no quiera, Lo mandan á la frontera O lo echan á un batallón.

Ansí empezaron mis males Si gustan... en otros cantos Les diré lo que he sufrido— Lo mesmo que los de tantos, Despues que uno está... perdido No lo salvan ni los santos.

 

III

 

Tuve en mi pago en un tiempo Hijos, hacienda y mujer, Pero empecé á padecer, Me echaron á la frontera, ¡Y qué iba á hallar al volver! Tan solo hallé la tapera.

Sosegao vivía en mi rancho Como el pájaro en su nido— Allí mis hijos queridos, Iban creciendo á mi lao... Solo queda al desgraciao Lamentar el bien perdido.

Mi gala en las pulperías Era en habiendo más gente, Ponerme medio caliente, Pues cuando puntiao me encuentro, Me salen coplas de adentro Como agua de la virtiente.

Cantando estaba una vez En una gran diversión; Y aprovecho la ocasión Como quiso el Juez de Paz... Se presentó, y hay no más Hizo arriada en montón.

Juyeron los más matreros Y lograron escapar— Yo no quise disparar— Soy manso y no había porqué— Muy tranquilo me quedé Y ansí me dejé agarrar.

Allí un gringo con un órgano Y una mona que bailaba, Haciéndonos rair estaba, Cuanto le tocó el arreo— ¡Tan grande el gringo y tan feo! Lo viera cómo lloraba.

Hasta un inglés zangiador Que decía en la última guerra, Que él era de Incalaperra Y que no quería servir. Tuvo tambien que juir A guarecerse en la sierra.

Ni los mirones salvaron De esa arriada de mi flor- Fué acoyarao el cantor Con otros nos mesturaron- A uno solo, por favor, Logró salvar la patrona.

Formaron un contingente Con los que del baile arriaron- Con otros nos mesturaron- Que habían agarrao tambien- Las cosas que aquí se ven Ni los diablos las pensaron.

A mi el Juez me tomó entre ojos En la ultima votación- Me le había hecho el remolón Y no me arrimé ese día, Y él dijo que yo servia A los de la esposición.

Y ansí sufrí ese castigo Tal vez por culpas agenas- Que sean malas ó sean güenas Las listas, siempre me escondo- Yo soy un gaucho redondo Y esas cosas no me enllenan.

Al mandarnos nos hicieron Más promesas que á un altar- El Juez nos jué á proclamar Y nos dijo muchas veces: «Muchachos, á los seis meses «Los van á ir á revelar.»

Yo llevé un moro de número Sobresaliente el matucho! Con él gané en Ayacucho Más plata que agua bendita- Siempre el gaucho necesita Un pingo pa fiarle un pucho.

Y cargué sin dar mas güeltas Con las prendas que tenía, Gergas, ponchos, cuanto había En casa, tuito lo alcé- A mi china la dejé Media desnuda ese día.

No me faltaba una guasca, Esa ocasión eché el resto: Bozal, maniador, cabresto, Lazo, bolas y manea... ¡El que hoy tan pobre me vea Tal vez no crerá todo esto!!

Ansi en mi moro escarciando, Enderesé á la frontera; Aparcero! si usté viera Lo que se llama Cantón... Ni envidia tengo al ratón En aquella ratonera.

De los pobres que allí había A ninguno lo largaron, Los más viejos rezongaron, Pero á uno que se quejó En seguida lo estaquiaron, Y la cosa se acabó.

En la lista de la tarde El Jefe nos cantó el punto Diciendo: «quinientos juntos «Llevará el que se resierte; «Lo haremos pitar del juerte, «Más bien dése por dijunto.»

A naides le dieron armas, Pues toditas las que había El Coronel las tenia, Sigun dijo esa ocasión, Pa repartirlas el día En que hubiera una invasión.

Al principio nos dejaron De haraganes criando sebo, Pero despues... no me atrevo, A decir lo que pasaba- Barajo... si nos trataban Como se trata á malevos.

Porque todo era jugarle Por los lomos, con la espada, Y aunque usté no hiciera nada, Lo mesmito que en Palermo, Le daban cada cepiada Que lo dejaban enfermo.

¡Y qué Indios -ni qué servicio, No teníamos ni cuartel- Nos mandaba el Coronel A trabajar en sus chacras, Y dejábamos las vacas Que las llevára el infiel.

Yo primero sembré trigo Y despues hice un corral, Corté adobe pa un tapial, Hice un quincho, corté paja... La pucha que se trabaja Sin que le larguen un rial.

Y es lo pior de aquel enriedo Que si uno anda hinchando el lomo Se le apéan como un plomo... ¡Quién aguanta aquel infierno! Si eso es servir al Gobierno, A mi no me gusta el cómo.

Más de un año nos tuvieron En esos trabajos duros,- Y los indios le asiguro Dentraban cuando querían: Como no los perseguían Siempre andaban sin apuro.

A veces decía al volver Del campo la descubierta Que estuviéramos alerta, Que andaba adentro la indiada; Porque había una rastrillada O estaba una yegua muerta.

Recién entonces salía La órden de hacer la riunión- Y caíbamos al cantón En pelos y hasta enancaos, Sin armas, cuatro pelaos Que íbamos a hacer jabón.

Ay empezaba el afán Se entiende, de puro vicio, De enseñarle el ejercicio A tanto gaucho recluta, Con un estrutor... qué... bruto! Que nunca sabía su oficio.

Daban entónces las armas Pa defender los cantones, Que eran lanzas y latones Con ataduras de tiento... Las de juego no las cuento Porque no había municiones.

Y un sargento chamuscao Me contó que las tenían, Pero que ellos la vendían Para cazar avestruces; Y así andaban noche y día Déle bala á los ñanduces.

Y cuando se iban los Indios Con lo que habían manotiao, Salíamos muy apuraos A perseguirlos de atrás; Si no se llevaban más Es porque no habían hallao.

Allí, sí, se ven desgracias Y lágrimas, y afliciones, Naides le pida perdones Al indio -pues donde entra, Roba y mata cuanto encuentra Y quema las poblaciones.

No salvan de su juror Ni los pobres angelitos: Viejos, mozos y chiquitos Los mata del mesmo modo- Que el Indio lo arregla todo Con la lanza y con los gritos.

Tiemblan las carnes al verlo Volando al viento la cerda- La rienda en la mano izquierda Y la lanza en la derecha- Ande enderieza abre brecha Pues no hay lanzazo que pierda.

Hace trotiadas tremendas Dende el fondo del desierto- Ansi llega medio muerto De hambre, de sé y de fatiga; Pero el Indio es una hormiga Que día y noche está dispierto.

Sabe manejar las bolas Como naides las maneja, Cuanto el contrario se aleja Manda una bola perdida, Y si lo alcanza, sin vida, Es siguro que lo deja.

Y el Indio es como tortuga De duro para espichar; Si lo llega á destripar Ni siquiera se le encoge, Luego sus tripas recoge, Y se agacha á disparar.

Hacian el robo á su gusto Y después se iban de arriba, Se llevaban las cautivas, Y nos contaban que á veces Les descarnaban los pieses, A las pobrecitas, vivas.

¡Ah! ¡si partía el corazón Ver tantos males, canejo! Los perseguiamos de lejos Sin poder ni galopiar; ¿Y qué habíamos de alcanzar En unos bichocos viejos?

Nos volvíamos al cantón A las dos ó tres jornadas, Sembrando las caballadas; Y pa que alguno la venda, Rejuntábamos la hacienda Que habían dejao resagada.

Una vez entre otras muchas, Tanto salir al boton, Nos pegaron un malon Los indios y una lanciada, Que la gente acobardada Quedó dende esa ocasión.

Habían estao escondidos Aguaitando atrás de un cerro... ¡Lo viera á su amigo Fierro Aflojar como un blandito! Salieron como maiz frito En cuanto sonó un cencerro.

Al punto nos dispusimos Aunque ellos eran bastantes, La formamos al istante Nuestra gente que era poca, Y golpiándose en la boca Hicieron fila adelante.

Se vinieron en tropel Haciendo temblar la tierra. No soy manco pa la guerra Pero tuve mi jabon, Pues iba en un redomon Que había boliao en la sierra.

¡Qué vocerío! ¡qué barullo! ¡Qué apurar esa carrera! La indiada todita entera Dando alaridos cargó- Jué pucha... y ya nos sacó Como yeguada matrera.

¡Qué fletes traíban los bábaros! Como una luz de lijeros- Hicieron el entrevero Y en aquella mescolanza, Este quiero, este no quiero, Nos escojían con la lanza.

Al que le daban un chuzazo, Dificultoso es que sane, En fin, para no echar panes, Salimos por esas lomas, Lo mesmo que las palomas, Al juir de los gavilanes.

Es de almirar la destreza Con que la lanza manejan! De perseguir nunca dejan- Y nos traiban apretaos, Si queríamos de apuraos, Salirnos por las orejas.

Y pa mejor de la fiesta En esa aflición tan suma, Vino un indio echando espuma, Y con la lanza en la mano, Gritando «Acabau cristiano, Metau el lanza hasta el pluma.»

Tendido en el costillar, Cimbrando por sobre el brazo Una lanza como un lazo, Me atropelló dando gritos- Si me descuido... el maldito Me levanta de un lanzazo.

Si me atribulo, ó me encojo Siguro que no me escapo: Siempre he sido medio guapo Pero en aquella ocasión, Me hacía buya el corazón Como la garganta al sapo.

Dios le perdone al salvaje Las ganas que me tenía... Desaté las tres marías Y lo engatusé á cabriolas... Pucha... si no traigo bolas Me achura el indio ese día.

Era el hijo de un cacique, Sigun yo lo averigüé- La verdá del caso jué Que me tuvo apuradazo, Hasta que por fin de un bolazo Del caballo lo bajé.

Ay no más me tiré al suelo Y lo pisé en las paletas- Empezó a hacer morisquetas Y a mesquinar la garganta... Pero yo hice la obra santa De hacerlo estirar la geta.

Allí quedó de mojón Y en su caballo salté De la indiada disparé, Pues si me alcanza me mata, Y al fin me les escapé Con el hilo de una pata.

 

IV

 

Seguiré esta relación, Aunque pa chorizo es largo: El que pueda hágase cargo Cómo andaría de matrero, Después de salvar el cuero De aquel trance tan amargo.

Del sueldo nada les cuento, Porque andaba disparando; Nosotros de cuando en cuando Solíamos ladrar de pobres- Nunca llegaban los cobres Que se estaban aguardando.

Y andábamos de mugrientos Que el mirarnos daba horror; Les juro que era un dolor Ver esos hombres, ¡por Cristo! En mi perra vida he visto Una miseria mayor.

Yo no tenía ni camisa Ni cosa que se parezca; Mis trapos sólo pa yesca Me podían servir al fin... No hay plaga como un fortin Para que el hombre padezca.

Poncho, jergas, el apero, Las prenditas, los botones, Todo, amigo en los cantones Jué quedando poco á poco; Ya me tenían medio loco La pobreza y los ratones.

Sólo una manta peluda Era cuanto me quedaba- La había agenciao á la taba Y ella me tapaba el bulto- Yaguané que allí ganaba No salía... ni con indulto.

Y pa mejor hasta el moro Se me jué de entre las manos- No soy lerdo... pero hermano, Vino el comendante un día Diciendo que lo quería «Pa enseñarle á comer grano».

Afigúrese cualquiera La suerte de este su amigo, A pié y mostrando el umbligo, Estropiao, pobre y desnudo; Ni por castigo se pudo Hacerse más mal conmigo.

Ansí pasaron los meses, Y vino el año siguiente, Y las cosas igualmente Siguieron del mesmo modo- Adrede parece todo Pa atormentar á la gente.

No teníamos más permiso, Ni otro alivio la gauchada, Que salir de madrugada, Cuando no había Indio ninguno, Campo ajuera á hacer boliadas Desocando los reyunos.

Y cáibamos al cantón Con los fletes aplastaos- Pero á veces medio aviaos Con plumas y algunos cueros- Que pronto con el pulpero Los teníamos negociaos.

Era un amigo del Jefe Que con un boliche estaba; Yerba y tabaco nos daba Por la pluma de avestruz, Y hasta le hacía ver la luz Al que un cuero le llevaba.

Solo tenía cuatro frascos Y unas barricas vacías, Y a la gente le vendía Todo cuanto precisaba Algunos creíban que estaba Allí la proveduría.

Ah! pulpero habilidoso Nada le solía faltar- Ay juna! y para tragar Tenía un buche de ñandú, La gente le dió en llamar «El boliche de virtú.»

Aunque es justo que quien vende Algún poquito muerda, Tiraba tanto la cuerda Que con sus cuatro limetas El cargaba las carretas De plumas, cueros y cerda.

Nos tenía aputaos á todos Con más cuentas que un rosario, Cuando se anunció un salario Que iban á dar, ó un socorro- Pero sabe Dios qué zorro Se lo comió al comisario.

Pues nunca lo ví llegar, Y al cabo de muchos días- En la mesma pulpería Dieron una buena cuenta- Que la gente muy contenta De tan pobre recebía.

Sacaron unos sus prendas, Que las tenían empeñadas, Por sus deudas atrasadas Dieron otros el dinero; Al fin de fiesta el pulpero, Se quedó con la mascada.

Yo me arrescosté á un horcón Dando tiempo á que pagaran, y poniendo güena cara Estuve haciéndome el poyo, A esperar que me llamaran Para recibir mi boyo.

Pero ahi me puede quedar Pegao pa siempre al horcón- Ya era casi la oración Y ninguno me llamaba- La cosa se me ñublaba Y me dentró comezón:

Pa sacarme el entripao Vi al mayor, y lo fí á hablar- Yo me lo empecé á atracar, Y como con poca gana Le dije: «Tal vez mañana Acabarán de pagar.»

«-¡Que mañana ni otro día» Al punto me contestó, «La paga ya se acabó, «Siempre has de ser animal»- Me raí y le dije: «Yo... «No he recebido ni un rial.»

Se le pusieron los ojos Que se le querían salir, Y ay no más volvió á decir Comiéndome con la vista: «-¿Y qué querés recebir «Si no has dentrao en la lista?»

«-Esto si que es amolar» Dije yo pa mis adentros, «Ván dos años que me encuentro «Y hasta aura he visto ni un grullo, «Dentro en todos los barullos «Pero en las listas no dentro.»

Vide el pleito mal parao Y no quise aguardar más... Es güeno vivir en paz Con quien nos ha de mandar- Y reculando pa trás Me le empezé a retirar.

Supo todo el Comendante Y me llamó al otro día, Diciéndome que quería Averiguar bien las cosas- Que no era el tiempo de Rosas, Que aura á naides se debía.

Llamó al cabo y al sargento Y empezó la indagación Si había venido al cantón En tal tiempo ó en tal otro... Y si había venido en potro, En reyuno o rodomón.

Y todo era alborotar Al ñudo, y hacer papel, Conocí que era pastel Pa engordar con mi guayaca, Mas si voy al coronel Me hacen bramar en la estaca.

¡Ah! hijos de una... la codicia Ojála les ruempa el saco; Ni un pedazo de tabaco Le dán al pobre soldao, Y lo tienen de delgao, Más ligero que un guanaco.

Pero qué iba á hacerles yo, Chavarón en el desierto; Más bien me daba por muerto Pa no verme más fundido- Y me les hacía el dormido Aunque soy medio despierto.

 

V

 

Yo andaba desesperao, Aguardando una ocasión Que los indios un malón Nos dieran y entre el estrago Hacérmeles cimarrón Y volverme pa mi pago.

Aquello no era servicio Ni defender la frontera— Aquello era ratonera En que sólo gana el juerte— Era jugar á la suerte Con una taba culera.

Allí tuito va al revés: Los milicos son los piones, Y andan en las poblaciones Emprestaos pa trabajar— Los rejuntan pa peliar Cuando entran indios ladrones.

Yo he visto en esa milonga Muchos Jefes con estancia, Y piones en abundancia, Y majadas y rodeos; He visto negocios feos A pesar de mi inorancia.

Y colijo que no quieren La barunda componer— Para eso no ha de tener El Jefe, que esté de estable, Más que su poncho, y su sable, Su caballo y su deber.

Ansina, pues, conociendo Que aquel mal no tiene cura, Que tal vez mi sepoltura Si me quedo iba á encontrar, Pensé en mandarme mudar Como cosa más sigura.

Y pa mejor, una noche Qué estaquiada me pegaron, Casi me descoyuntaron Por motivo de una gresca— ¡Ay juna, si me estiraron Lo mesmo que guasca fresca!

Jamás me puedo olvidar Lo que esa vez me pasó:— Dentrando una noche yo Al fortín, un enganchao, Que estaba medio mamao, Allí me desconoció.

Era un gringo tan bozal, Que nada se le entendía— ¡Quién sabe de ánde sería! Tal vez no juera cristiano; Pues lo único que decía Es que era papolitano.

Estaba de centinela Y por causa del peludo Verme más claro no pudo, Y esa fué la culpa toda— El bruto se asustó al ñudo Y fí el pavo de la boda.

Cuando me vido acercar: «¿Quién vívore?»... preguntó «Qué vívoras, —dije yo— «Ha garto» —me pegó el grito: Y yo dije despacito: «Más lagarto serás vos».

Ay no más — Cristo me valga! Rastrillar el jusil siento— Me agaché, y en el momento El bruto me largó un chumbo— Mamao, me tiró sin rumbo Que si nó, no cuento el cuento.

Por de contao, con el tiro Se alborotó el avispero— Los oficiales salieron Y se empezó la junción— Quedó en su puesto el nación— y yo fí al estaquiadero.

Entre cuatro bayonetas Me tendieron en el suelo— Vino el mayor medio en pedo, Y allí se puso á gritar, «Pícaro te he de enseñar Andar reclamando sueldos»

De las manos y las patas Me ataron cuatro cinchones— Les aguanté los tirones Sin que ni un ¡ay! se me oyera, Y al gringo la noche entera Lo harté con mis maldiciones.

Yo no sé porqué el Gobierno Nos manda aquí a la frontera, Gringada que ni siquiera Se sabe atracar á un pingo— Si creerá al mandar un gringo Que nos manda alguna fiera!

No hacen más que dar trabajo Pues no saben ni ensillar, No sirven ni pa carniar; Y yo he visto muchas veces Que ni voltiadas las reses Se les querían arrimar.

Y lo pasan sus mercedes Lengüetiando pico á pico Hasta que viene un milico A servirles al asao— Y eso si, en lo delicaos, Parecen hijos de rico.

Si hay calor, ya no son gente, Si yela, todos tiritan— Si usté no les da, no pitan Por no gastar en tabaco,— Y cuando pescan un naco Uno al otro se lo quitan.

Cuando llueve se acoquinan Como perro que oye truenos— Qué diablos —sólo son güenos Pa vivir entre maricas— Y nunca se andan con chicas Para alzar ponchos ajenos.

Pa vichar son como ciegos, No hay ejemplo de que entiendan, Ni hay uno solo que aprienda Al ver un bulto que cruza, A saber si es avestruza, O si es ginete, ó hacienda.

Si salen á perseguir Después de mucho aparato, Tuitos se pelan al rato Y va quedando el tendal— Esto es como en un nidal Echarle güebos á un gato.

 

VI

 

Vamos dentrando recién A la parte más sentida, Aunque es todita mi vida De males una cadena— A cada alma dolorida Le gusta cantar sus penas.

Se empezó en aquel entónces A rejuntar caballada, Y riunir la milicada Teniéndola en el Cantón, Para una despedición A sorprender á la indiada.

Nos anunciaban que iríamos Sin carretas ni bagajes A golpiar á los salvajes En sus mesmas tolderías— Que á la güelta pagarían Licenciándolo al gauchaje.

Que en esta despedicion Tuviéramos la esperanza, Que iba á venir sin tardanza, Según el Jefe contó, Un menistro o qué sé yo— Que le llamaban Don Ganza.

Que iba á riunir el Ejército Y tuitos los batallones— Y que traiba unos cañones Con más rayas que un cotin— Pucha... las conversaciones Por allá no tenían fin.

Pero esas trampas no enriedan A los zorros de mi laya, Que esa Ganza venga ó vaya, Poco le importa á un matrero— Yo también dejé las rayas... En los libros del pulpero.

Nunca juí gaucho dormido Siempre pronto, siempre listo— Yo soy un hombre, ¡qué Cristo! Que nada me ha acobardao, Y siempre salí parao En los trances que me he visto.

Dende chiquito gané La vida con mi trabajo, Y aunque siempre estuve abajo Y no sé lo que es subir— También el mucho sufrir Suele cansarnos —¡barajo!

En medio de mi inorancia Conozco que nada valgo— Soy la liebre ó soy el galgo A sigún los tiempos andan, Pero tambien los que mandan Debieran cuidarnos algo.

Una noche que riunidos Estaban en la carpeta Empinando una limeta El Jefe y el Juez de Paz— Yo no quise aguardar más, Y me hice humo en un sotreta.

Me parece el campo orégano Dende que libre me veo— Donde me lleva el deseo Allí mis pasos dirijo— Y hasta en las sombras, de fijo Que donde quiera rumbeo.

Entro y salgo del peligro Sin que me espante el estrago, No aflojo al primer amago Ni jamás fí gaucho lerdo: Soy pa rumbiar como el cerdo Y pronto caí á mi pago.

Volvía al cabo de tres años De tanto sufrir al ñudo, Resertor, pobre y desnudo— A procurar suerte nueva— Y lo mesmo que el peludo Enderecé pa mi cueva.

No hallé ni rastro del rancho— Sólo estaba la tapera!— Por Cristo, si aquello era Pa enlutar el corazón— Yo juré en esa ocasión Ser más malo que una fiera!

Quién no sentirá lo mesmo Cuando ansi padece tanto! Puedo asigurar que el llanto Como una mujer largué— Ay! mi Dios —si me quedé Más triste que Jueves Santo!

Solo se oiban los aullidos De un gato que se salvó, El pobre se guareció Cerca, en una vizcachera— Venía como si supiera Que estaba de güelta yo.

Al dirme dejé la hacienda Que era todito mi haber— Pronto debíamos volver Sigún el juez prometía, Y hasta entonces cuidaría De los bienes, la mujer.

Despues me contó un vecino Que el campo se lo pidieron— La hacienda se la vendieron En pago de arrendamientos, Y qué sé yo, cuántos cuentos; Pero todo lo fundieron.

Los pobrecitos muchachos, Entre tantas afliciones Se conchavaron de piones ¡Mas qué iban á trabajar, Si eran como los pichones Sin acabar de emplumar!

Por ahi andarán sufriendo De nuestra suerte el rigor: Me han contao que el mayor Nunca dejaba á su hermano— Puede ser que algun cristiano Los recoja por favor.

¡Y la pobre mi mujer Dios sabe cuánto sufrió! Me dicen que se voló Con no sé qué gavilán— Sin duda á buscar el pan Que no podía darle yo.

No es raro que á uno le falte Lo que á algún otro le sobre— Si no le quedó ni un cobre Si no de hijos un enjambre, ¿Que más iba á hacer la pobre Para no morirse de hambre?

¡Tal vez no te vuelva á ver, Prenda de mi corazón! Dios te dé su proteción Ya que no me la dió á mí— Y á mis hijos dende aquí Les echo mi bendición.

Como hijitos de la cuna Andarán por ahi sin madre— Ya se quedaron sin padre Y ansi la suerte los deja, Sin naides que los proteja Y sin perro que les ladre.

Los pobrecitos tal vez No tengan ande abrigarse, Ni ramada ande ganarse, Ni rincón ande meterse, Ni camisa que ponerse, Ni poncho con qué taparse.

Tal vez los verán sufrir Sin tenerles compasión— Puede que alguna ocasión Aunque los vean tiritando, Los echen de algún jogón Pa que no estén estorbando.

Y al verse ansina espantaos Como se espanta á los perros, Irán los hijos de Fierro, Con la cola entre las piernas, A buscar almas más tiernas O esconderse en algun cerro.

Mas también en este juego, Voy á pedir mi bolada— A naides le debo nada Ni pido cuartel ni doy;— Y ninguno dende hoy Ha de llevarme en la armada.

Yo he sido manso primero, Y seré gaucho matrero— En mi triste circustancia, Aunque es mi mal tan projundo, Nací, y me he criado en estancia, Pero ya conozco el mundo.

Ya les conozco sus mañas, Le conozco sus cucañas, Sé cómo hacen la partida, La enriedan y la manejan— Deshaceré la madeja Aunque me cueste la vida.

Y aguante el que no se anime A meterse en tanto engorro, O sino aprétese el gorro O para otra tierra emigre— Pero yo ando como el tigre Que le roban los cachorros.

Aunque muchos cren que el gaucho Tiene una alma de reyuno— No se encontrará ninguno Que no le dueblen las penas— Mas no debe aflojar uno Mientras hay sangre en las venas.

 

VII

 

De carta de más me vía Sin saber á donde dirme; Mas dijeron que era vago Y entraron á perseguirme.

Nunca se achican los males, Van poco a poco creciendo, Y ansina me vide pronto Obligado á andar juyendo.

No tenía mujer, ni rancho, Y á más, era resertor, No tenía una prenda güena Ni un peso en el tirador.

A mis hijos infelices, Pensé volverlos á hallar— Y andaba de un lao al otro Sin tener ni qué pitar.

Supe una vez por desgracia Que había un baile por allí— Y medio desesperao A ver la milonga fuí.

Riunidos al pericón Tantos amigos hallé, Que alegre de verme entre ellos Esa noche me apedé.

Como nunca, en la ocasion Por peliar me dió la tranca, Y la emprendí con un negro Que trujo una negra en ancas.

Al ver llegar la morena Que no hacía caso de naides Le dije con la mamúa: —«Va... ca... yendo gente al baile.»

La negra entendió la cosa Y no tardó en contestarme Mirándome como á perro: «Más vaca será su madre.»

Y dentró al baile muy tiesa Con más cola que una zorra, Haciendo blanquiar los dientes Lo mesmo que mazamorra.

—«Negra linda»... Dije yo— «Me gusta... pa la carona»— Y me puse á champurriar Esta coplita fregona:

«A los blancos hizo Dios, «A los mulatos San Pedro, «A los negros hizo el diablo «Para tizón del infierno.»

Había estao juntando rabia El moreno dende ajuera— En lo escuro le brillaban Los ojos como linterna.

Lo conocí retobao Me acerqué y le dije presto; «Po... r... rudo que un hombre sea «Nunca se enoja por esto.»

Corcobió el de los tamangos Y creyéndose muy fijo: «—Mas porrudo serás vos, «Gaucho rotoso» me dijo.

Y ya se me vino al humo Como á buscarme la hebra— Y un golpe le acomodé Con el porrón de giñebra.

Ay no más pegó el de ollin Más gruñidos que un chanchito, Y pelando el envenao Me atropelló dando gritos.

Pegué un brinco y abrí cancha Diciéndoles: —«Caballeros, «Dejen venir ese toro» «Solo nací... solo muero.»

El negro, después del golpe, Se había el poncho refalao Y dijo: —«Vas á saber «Si es solo ó acompañao.»

Y mientras se arremangó Yo me saqué las espuelas, Pues malicié que aquel tío No era de arriar con las riendas.

No hay cosa como el peligro Pa refrescar un mamao; Hasta la vista se aclara Por mucho que haiga chupao.

El negro me atropelló Como á quererme comer— Me hizo dos tiros seguidos Y los dos le abarajé.

Yo tenía un facón con S, Que era de lima de acero; Le hice un tiro, lo quitó Y vino ciego el moreno.

Y en el medio de las aspas Un planazo le asenté. Que lo largué culebriando Lo mesmo que buscapié.

Le coloriaron las motas Con la sangre de la herida, Y volvió á venir jurioso Como una tigra parida.

Y ya me hizo relumbrar Por los ojos el cuchillo, Alcanzando con la punta A cortarme en un carrillo.

Me hirvió la sangre en las venas Y me le afirmé al moreno, Dándole de punta y hacha Pa dejar un diablo menos.

Por fin en una topada En el cuchillo lo alcé, Y como un saco de güesos Contra un cerco lo largué.

Tiró unas cuantas patadas Y ya cantó pa el carnero— Nunca me puedo olvidar De la agonía de aquel negro.

En esto la negra vino Con los ojos como agí— Y empezó la pobre allí A bramar como una loba— Yo quise darle una soba A ver si la hacía callar Mas, pude reflesionar Que era malo en aquel punto, Y por respeto al dijunto No la quise castigar.

Limpié el facón en los pastos, Desaté mi redomón. Monté despacio y salí Al tranco pa el cañadón.

Despues supe que al finao Ni siquiera lo velaron, Y retobao en un cuero, Sin resarle lo enterraron.

Y dicen que dende entónces Cuando es la noche serena, Suele verse una luz mala Como de alma que anda en pena.

Yo tengo intención á veces, Para que no pene tanto, De sacar de allí los güesos Y echarlos al campo santo.

 

VIII

 

Otra vez en un boliche Estaba haciendo la tarde, Cayó un gaucho que hacía a larde De guapo y de peliador.

A la llegada metió El pingo hasta la ramada— Y yo sin decirle nada Me quedé en el mostrador.

Era un terne de aquel pago Que naides lo reprendía, Que sus enriedos tenía Con el señor Comendante:—

Y como era protegido, Andaba muy entonao, Y á cualquier desgraciao Lo llevaba por delante.

¡Ah pobre! si el mismo creiba, Que la vida le sobraba, Ninguno diría que andaba Aguaitándolo la muerte—

Pero ansí pasa en el mundo, Es ansi la triste vida— Pa todos está escondida, La güena ó la mala suerte.

Se tiró al suelo, al dentrar Le dio un empeyón á un vasco- Y me alargó un medio frasco Diciendo —«Beba cuñao» —«Por su hermana» contesté, «Que por la mía no hay cuidao.»

«-¡Ah! gaucho me respondió, «¿De qué pago será crioyo?— «¿Lo andará buscando el hoyo?— «¿Deberá tener güen cuero? «Pero ande bala este toro «No bala ningún ternero.»

Y ya salimos trensaos Porque el hombre no era lerdo, Mas como el tino no pierdo, Y soy medio lijerón, Le dejé mostrando el sebo De un revés con el facón.

Y como con la justicia No andaba bien por allí, Cuanto pataliar lo vi, Y el pulpero pegó el grito, Ya pa el palenque salí Como haciéndome chiquito.

Monté y me encomendé á Dios, Rumbiando para otro pago— Que el gaucho que llaman vago No puede tener querencia, Y ansi de estrago en estrago Vive llorando la ausencia.

El anda siempre juyendo, Siempre pobre y perseguido, No tiene cueva ni nido Como si juera maldito- Porque el ser gaucho... barajo, El ser gaucho es un delito.

Es como el patrio de posta: Lo larga este, aquél lo toma, — Nunca se acaba la broma— Dende chico se parece Al arbolito que crece Desamparao en la loma.

Le echan la agua del bautismo Aquel que nació en la selva, «Buscá madre que te engüelva» Le dice al flaire y lo larga, Y dentra á cruzar el mundo Como burro con la carga.

Y se cria viviendo al viento Como oveja sin trasquila— Mientras su padre en las filas Anda sirviendo al Gobierno Aunque tirite en invierno Naide lo ampara ni asila.

Le llaman «gaucho mamao» Si lo pillan divertido, Y que es mal entretenido Si en un baile lo sorprienden, Hace mal si se defiende Y si nó, se vé fundido.

No tiene hijos, ni mujer, Ni amigos, ni protectores, Pues todos son sus señores Sin que ninguno lo ampare— ¿Tiene la suerte del güey— Y donde irá el güey que no are?

Su casa es el pajonal, Su guarida es el desierto; Y si de hambre medio muerto Le echa el lazo á algún mamón, Lo persiguen como á plaito, Porque es un gaucho ladrón.

Y si de un golpe por ay Lo dan güelta panza arriba, No hay un alma compasiva Que le rece una oración— Tal vez como cimarrón En una cueva lo tiran.

«Él nada gana en la paz Y es el primero en la guerra— No le perdonan si yerra, Que no saben perdonar,— Porque el gaucho en esta tierra Solo sirve pa votar.

Para él son los calabozos, Para el las duras prisiones, En su boca no hay razones Aunque la razón le sobre; Que son campanas de palo Las razones de los pobres.

Si uno aguanta, es gaucho bruto— Si no aguanta, es gaucho malo— Déle azote, déle palo! Porque es lo que él necesita!!— De todo el que nació gaucho Esta es la suerte maldita.

Vamos suerte — vamos juntos Dende que juntos nacimos— Y ya que juntos vivimos Sin podernos dividir... Yo abriré con mi cuchillo El camino pa seguir.

 

IX

 

Matreriando lo pasaba Y á las casas no venía— Solía arrimarme de día Mas lo mesmos que el carancho, Siempre estaba sobre el rancho Espiando á la polecía.

Viva el gaucho que ande mal Como zorro perseguido— Hasta que al menor descuido Se lo atarazquen los perros, Pues nunca le falta un yerro Al hombre más alvertido.

Y en esa hora de la tarde En que tuito se adormece Que el mundo dentrar parece A vivir en pura calma, Con las tristezas del alma Al pajonal enderieze.

Bala el tierno corderito Al lao de la blanca oveja, Y á la vaca que se aleja Llama el ternero amarrao— Pero el gaucho desgraciao No tiene á quien dar su queja.

Ansi es que al venir la noche Iba a buscar mi guarida— Pues ande el tigre se anida Tambien el hombre lo pasa Y no quería que en las casas Me rodiára la partida.

Pues aun cuando vengan ellos Cumpliendo con sus deberes, Yo tengo otros pareceres, Y en esa conduta vivo— Que no debe un gaucho altivo Peliar entre las mujeres.

Y al campo me iba solito, Más matrero que el venao— Como perro abandonao A buscar una tapera, O en alguna viscachera Pasar la noche tirao.

Sin punto ni rumbo fijo En aquella inmensidá, Entre tanta oscuridá Anda el gaucho como duende, Allí jamás lo sorpriende Dormido, la autoridá.

Su esperanza es el coraje, Su guardia es la precaución, Su pingo es la salvacion, Y pasa uno en su desvelo, Sin más amparo que el cielo Ni otro amigo que el facón.

Ansí me hallaba una noche Contemplando las estrellas Que le parecen más bellas Cuanto uno es más desgraciao, Y que Dios las haiga críao Para consolarse en ellas.

Les tiene el hombre cariño Y siempre con alegría Ve salir las tres marías; Que si llueve, cuanto escampa, Las estrellas son la guía Que el gaucho tiene en la pampa.

Aquí no valen Dotores, Solo vale la esperiencia, Aquí verían su inocencia Esos que todo lo saben; Por que esto tiene otra llave Y el gaucho tiene su ciencia.

Es triste en medio del campo Pasarse noches enteras Contemplando en sus carreras Las estrellas que Dios cría, Sin tener más compañía Que su delito y las fieras.

Me encontraba como digo, En aquella soledá, Entre tanta oscuridá, Echando al viento mis quejas Cuando el grito del chajá Me hizo parar las orejas.

Como lumbriz me pegué Al suelo para escuchar; Pronto sentí retumbar Las pisadas de los fletes, Y que eran muchos ginetes Conocí sin vacilar.

Cuando el hombre está en peligro No debe tener confianza, Ansi tendido de panza Puse toda mi atención, Y ya escuché sin tardanza; Como el ruido de un latón.

Se venían tan calladitos Que yo me puse en cuidao, Talvez me hubieran bombiao Y me venían á buscar; Mas no quise disparar Que eso es de gaucho morao.

Al punto me santigüé Y eché de giñebra un taco, Lo mesmito que el mataco Me arroyé con el porrón: «Si han de darme pa tabaco, Dije, ésta es güena ocasión.»

Me refalé las espuelas, Para no peliar con grillos, Me arremangué el calzoncillo, Y me ajusté bien la faja; Y en una mata de paja Probé el filo del cuchillo.

Para tenerlo a la mano El flete en el pasto até, La cincha le acomodé, Y en un trance como aquel, Haciendo espaldas en él Quietito los aguardé.

Cuando cerca los sentí, Y que ay no más se pararon, Los pelos se me erizaron Y aunque nada vían mis ojos, «—No se han de morir de antojo» —Les dije, cuando llegaron.

Yo quise hacerles saber Que allí se hallaba un varón; Les conocí la intención Y solamente por eso Fué que les gané el tirón, Sin aguardar voz de preso.

—«Vos sos un gaucho matrero» Dijo uno, haciéndose el güeno, «Vos mataste un moreno «Y otro en una pulpería, «Y aquí está la polecía «Que viene á justar tus cuentas; «Te va á alzar por las cuarenta «Si te resistís hoy día.»

—«No me vengan, contesté, «Con relación de dijuntos; «Esos son otros asuntos; «Vean si me pueden llevar, «Que yo no me he de entregar, «Aunque vengan todos juntos.»

Pero no aguardaron más, Y se apiaron en montón— Como á perro cimarrón Me rodiaron entre tantos, Yo me encomendé á los Santos, Y eché mano á mi facón.

Y ya vide el fogonazo De un tiro de garabina, Mas quiso la suerte indina De aquel maula, que me errase, Y ay no más lo levantase Lo mesmo que una sardina.

A otro que estaba apurao Acomodando una bola, Le hice una dentrada sola Y le hice sentir el fierro, Y ya salió como el perro Cuando le pisan la cola.

Era tanta la aflición Y la angurria que tenían , Que tuitos se me venían, Donde yo los esperaba; Uno al otro se estorbaba Y con las ganas no vían.

Dos de ellos que traiban sables Más garifos y resueltos, En las hilachas envueltos Enfrente se me pararon, Y á un tiempo me atropellaron Lo mesmo que perros sueltos.

Me fuí reculando en falso Y el poncho adelante eché, Y cuanto le puso el pié Uno medio chapetón, De pronto le dí un tirón Y de espaldas lo largué.

Al verse sin compañero El otro se sofrenó, Entónces le dentré yo, Sin dejarlo resollar, Pero ya empezó a aflojar Y á la pu...n...ta disparó.

Uno que en una tacuara Había atao una tijera, Se vino como si juera Palenque de atar terneros, Pero en dos tiros certeros Salió aullando campo ajuera.

Por suerte en aquel momento Venía coloriando el alba Y yo dije «si me salva La virgen en este apuro, «En adelante le juro «Ser más güeno que una malva.»

Pegué un brinco y entre todos Sin miedo me entreveré— Echo ovillo me quedé Y ya me cargó una yunta, Y por el suelo la punta De mi facón les jugué.

El más engolosinao Se me apió con un achazo; Se lo quité con el brazo De nó, me mata los piojos; Y ante de que diera un paso Le eché tierra en los dos ojos.

Y miéntras se sacudía Refregándose la vista, Yo me le fuí como lista Y ay no más me le afirmé, Diciéndole: «Dios te asista.» Y de un reves lo voltié.

Pero en ese punto mesmo Sentí que por las costillas Un sable me hacía cosquillas Y la sangre se me heló— Dende ese momento yo, Me salí de mis casillas.

Dí para atrás unos pasos Hasta que pude hacer pié, Por delante me lo eché De punta y tajos a un criollo; Metió la pata en un oyo, Y yo al hoyo lo mandé.

Tal vez en el corazón Lo tocó un Santo Bendito A un gaucho, que pegó el grito, Y dijo: —«¡Cruz no consiente «Que se cometa el delito «De matar ansi un valiente!

Y ay no más se me aparió, Dentrándole a la partida; Yo les hice otra embestida Pues entre dos era robo; Y el Cruz era como lobo Que defiende su guarida.

Uno despachó al infierno De los que lo atropellaron, Los demás remoliniaron, Pues íbamos á la fija, Y á poco andar dispararon Lo mesmo que sabandija.

Ay quedaban largo á largo Los que estiaron la geta; Otro iba como maleta, Y Cruz de atrás les decía: «Que venga otra polecía «A llevarlos en carreta.»

Yo junté las osamentas Me hinqué y les recé un bendito; Hice una cruz de un palito Y pedí á mi Dios clemente, Me perdonára el delito De haber muerto tanta gente.

Dejamos amotonaos A los pobres que murieron, No sé si los recojeron, Porque nos fuimos á un rancho, O si tal vez los caranchos Ay no más se los comieron.

Lo agarramos mano á mano Entre los dos al porrón, En semejante ocasión Un trago á cualquiera encanta, Y Cruz no era remolón Ni pijotiaba garganta.

Calentamos los gargueros Y nos largamos muy tiesos, Siguiendo siempre los besos Al pichel, por mas señas, Ibamos como cigüeñas Estirando los pescuesos.

—«Yo me voy, le dije, amigo, «Donde la suerte me lleve, «Y si es que alguno se atreve «A ponerse en mi camino «Yo seguiré mi destino «Que el hombre hace lo que debe.»

«Soy un gaucho desgraciao, «No tengo donde ampararme, «Ni un palo donde rascarme, «Ni un árbol que me cubije; «Pero ni aun esto me aflige «Porque yo sé manejarme.»

«Antes de cair al servicio, «Tenia familia y hacienda, «Cuando volví, ni la prenda , «Me la habían dejao ya,— «Dios sabe en lo que vendrá «A parar esta contienda.»

 

X

CRUZ

 

—Amigazo, pa sufrir Han nacido los varones— Estas son las ocasiones De mostrarse un hombre juerte, Hasta que venga la muerte Y lo agarre á coscorrones.

El andar tan despilchao Ningún mérito me quita, Sin ser un alma bendita Me duelo del mal ageno: Soy un pastel con relleno Que parece torta frita.

Tampoco me faltan males Y desgracias, le prevengo, Tambien mis desdichas tengo, Aunque esto poco me aflige— Yo sé hacerme el chango rengo Cuando la cosa lo esige.

Y con algunos ardiles Voy viviendo, aunque rotoso; A veces me hago el sarnoso Y no tengo ni un granito, Pero al chifle voy ganoso Como panzón al maíz frito.

A mí no me matan penas Mientras tenga el cuero sano, Venga el sol en el verano Y la escarcha en el invierno— Si este mundo es un infierno ¿Por qué afligirse el cristiano?

Hagámosle cara fiera A los males, compañero, Porque el zorro más matrero Suele cair como un chorlito; Viene por un corderito Y en la estaca deja el cuero.

Hoy tenemos que sufrir Males que no tienen nombre, Pero esto á naides lo asombre Porque ansina es el pastel; Y tiene que dar el hombre Más vüultas que un carretel.

Yo nunca me he de entregar A los brazos de la muerte— Arrastro mi triste suerte Paso á paso y como pueda— Que donde el débil se queda Se suele escapar el juerte.

Y ricuerde cada cual Lo que cada cual sufrió Que lo que es, amigo, yo, Hago ansi la cuenta mía: Ya lo pasado pasó— Mañana será otro día.

Yo también tuve una pilcha Que me enllenó el corazón— Y si en aquella ocasión Alguien me hubiera buscao— Siguro que me había hallao Más prendido que un botón.

En la güella del querer No hay animal que se pierda... Las mujeres no son lerdas— Y todo gaucho es dotor Si pa cantarle el amor Tiene que templar las cuerdas.

¡Quién es de una alma tan dura Que no quiera una mujer! Lo alivia en su padecer: Si no sale calavera Es la mejor compañera Que el hombre puede tener.

Si es güena, no lo abandona Cuando lo vé desgraciao, Lo asiste con su cuidao, Y con afán cariñoso Y usté tal vez ni un rebozo Ni una pollera le ha dao.

Grandemente lo pasaba Con aquella prenda mía— Viviendo con alegría Como la mosca en la miel!— ¡Amigo, qué tiempo aquel! La pucha — que la quería!

Era la águila que á un árbol Dende las nubes bajó Era más linda que el alba Cuando vá rayando el sol— Era la flor deliciosa Que entre el trebolar creció.

Pero, amigo, el comendante Que mandaba la milicia, Como que no desperdicia Se fué refalando á casa;— Yo le conocí en la traza Que el hombre traiba malicia.

El me daba voz de amigo, Pero no le tenía fe— Era el jefe, y ya se vé, No podía competir yo— En mi rancho se pegó Lo mesmo que un saguaipé.

A poco andar, conocí, Que ya me había desbancao, Y él siempre muy entonao, Aunque sin darme ni un cobre Me tenía de lao á lao Como encomienda de pobre.

A cada rato, de chasque Me hacía dir á gran distancia, Ya me mandaba á una estancia, Ya al pueblo, ya á la frontera— Pero él en la comendancia No ponía los piés siquiera.

Es triste á no poder más El hombre en su padecer, Si no tiene una mujer Que lo ampare y lo consuele: Mas pa que otro se la pele Lo mejor es no tener.

No me gusta que otro gallo Le cacarée á mi gallina— Yo andaba ya con la espina, Hasta que en una ocasión Lo pillé junto al jogón Abrazándome á la china.

Tenía el viejito una cara De ternero mal lamido, Y al verle tan atrevido Le dije: —¡Que le aproveche; «Que había sido pa el amor «Como gaucho pa la leche.»

Peló la espalda y se vino Como á quererme ensartar, Pero yo sin tutubiar Le volví al punto á decir: —«Cuidao no te vas á per...tigo «Poné cuarta pa salir.»

Un puntazo me largó, Pero el cuerpo le saqué, Y en cuanto se lo quité, Para no matar un viejo, Con cuidado, medio de lejos Un palazo le asenté.

Y como nunca al que manda Le falta algún adulón, Uno que en esa ocasión, Se encontraba allí presente, Vino apretando los dientes Como perrito mamón,

Me hizo un tiro de revuelver Que el hombre creyó siguro; Era confiado y le juro Que cerquita se arrimaba— Pero siempre en un apuro Se desentumen mis tabas.

El me siguió menudiando Mas sin poderme acertar, Y yo, déle culebriar, Hasta que al fin le dentré Y ay no más lo despaché Sin dejarlo resollar.

Dentré á campiar en seguida Al viejito enamorao, El pobre se había ganao En un noque de lejía— ¡Quién sabe cómo estaría Del susto que había llevao!

Es zonzo el cristiano macho Cuando el amor lo domina!— El la miraba á la indina, Y una cosa tan jedionda Sentí yo, que ni en la fonda He visto tal jedentina

Y le dije: —«Pa su agüela «Han de ser esas perdices.» Yo me tapé las narices, Y me salí esternudando, Y el viejo quedó olfatiando Como chico con lumbrices.

Cuando la mula recula, Señal que quiere cosiar— AnsI se suele portar Aunque ella lo disimula, Recula como la mula La mujer, para olvidar.

Alcé mis ponchos y mis prendas Y me largué á padecer Por culpa de una mujer Que quiso engañar á dos— Al rancho le dije adiós Para nunca más volver.

Las mujeres dende entonces, Conocí á todas en una— Ya no he de probar fortuna Con carta tan conocida: Mujer y perra parida, No se me atraca ninguna!

 

XI

 

A otros les brotan las coplas Como agua de manantial; Pues á mí me pasa igual: Aunque las mías nada valen, De la boca se me salen Como ovejas de corral.

Que en puertiando la primera, Ya la siguen las demás, Y en montones las de atrás Contra los palos se estrellan, Y saltan y se atropellan Sin que se corten jamás.

Y aun que yo por mi inorancia Con gran trabajo me esplico, Cuando llego a abrir el pico Ténganlo por cosa cierta, Sale un verso y en la puerta Ya asoma el otro el hocico.

Y emprésteme su atención; Me oirá relatar las penas De que traigo la alma llena— Porque en toda circustancia, Paga el gaucho su inorancia Con la sangre de sus venas.

Despues de aquella desgracia Me refugié en los pajales, Andube entre los cardales Como vicho sin guarida— Pero, amigo, es esa vida Como vida de animales.

Y son tantas las miserias En que me he sabido ver, Que con tanto padecer Y sufrir tanta aflición Malicio que he de tener Un callo en el corazón.

Ansi andaba como guacho Cuando pasa el temporal— Supe una vez por mi mal De una milonga que había,