Acuario: llegada de la edad de oro - Omraam Mikhaël Aïvanhov - E-Book

Acuario: llegada de la edad de oro E-Book

Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Beschreibung

La Inteligencia Cósmica ha construido al hombre de forma que no pueda alcanzar su plena expansión si no mantiene el vínculo con su mundo superior, de donde recibe la luz y la fuerza. Es por ello que en tanto confíe únicamente en su limitado intelecto, carece de posibilidades de ver y de preverlo todo, produciéndose errores catastróficos en todos los sentidos. Los que sitúan su poder en la técnica, la industria, el progreso material, están condenados a perecer tarde o temprano. Porque sus obras, inspiradas sólo por el deseo de dominar al mundo sin tener en cuenta los designios de la Inteligencia Cósmica, remueven las capas de la atmósfera física y psíquica provocando fuerzas hostiles, potencias temibles que se desencadenan contra ellos. Pronto, la edad de Acuario producirá grandes trastornos que harán comprender a los que sobrevivan, que hay leyes que se deben respetar. La nueva vida que se está preparando está más allá de la imaginación por su belleza, su esplendor y su armonía. Porque todas las criaturas que están dispersas por el mundo y que trabajan en secreto buscando el Reino de Dios, se encontrarán para actuar, y las fortalezas de la ignorancia, del materialismo, del despotismo, se desplomarán. Os lo digo y ocurrirá como os lo digo: nada podrá impedir la llegada de la nueva época, de la Edad de Oro.

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Veröffentlichungsjahr: 2024

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Omraam Mikhaël Aïvanhov

Acuario:

LLEGADA DE LA EDAD DE ORO

ISBN 978-84-10379-08-4

Traducción del francés

Título original:

LE VERSEAU ET L’AVÈNEMENT DE L’ÂGE D’OR

© Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es

I La era de Acuario

En el Apocalipsis, san Juan habla de los cuatro Animales Santos que están ante el trono de Dios y que día y noche, cantan sin cesar: “¡Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, que era, que es y que va a venir!”1El primero se parece a un león, el segundo a un toro, el tercero a un hombre, y el cuarto a un águila. Volvemos a encontrar estos cuatro animales en los dos ejes del zodíaco que forman los signos opuestos, Leo-Acuario y Tauro-Escorpio. Diréis que, en el zodíaco, no existe el Águila sino el Escorpión. En realidad, en el pasado, el Águila ocupaba el lugar del Escorpión, pero después del pecado original cometido por el hombre por falta de dominio sobre su energía sexual, el Águila – simbólicamente – cayó y se convirtió en Escorpión. Por otra parte, en las correspondencias que los Iniciados han establecido entre las diferentes partes del cuerpo y los signos del zodíaco, es Escorpio el que está relacionado con los órganos genitales.

Acuario, que es un signo de aire, representa al hombre, es decir el pensamiento, el saber. La época de Acuario será la del saber, pero no del saber de los intelectuales que reseca. Los humanos aprenden, se instruyen, son eruditos, pero no están vivos. El símbolo de Acuario es un anciano en ademán de verter el agua de un cántaro. Este anciano, representa la sabiduría que vierte el agua de la vida. El saber de Acuario es un saber que trae la vida, que produce la vida, que despierta la vida. Los humanos lo conocen todo respecto a los microbios o las estrellas, pero ¡da miedo verles actuar en la vida cotidiana! Les falta lo esencial: no saben vivir, por lo tanto no están bajo la influencia de Acuario.

El agua que mana del cántaro que sostiene el anciano, enseña a los humanos que deben alimentar, regar y hacer fructificar todo dentro y alrededor de sí mismos. El símbolo de nuestra Fraternidad, el áncora con las dos manos que vierten el agua, es también un signo de Acuario. Y en la mitología griega, Acuario está representado por Ganimedes a quién se le llamaba “el escanciador de los dioses”.

El agua trae la vida, y como los humanos han olvidado el agua, dejan de ser rociados; o quizá sí lo sean, pero ¿con qué?... Lo que necesitan ante todo es agua vivificante, agua viva. Es por ello que a pesar de ser Acuario un símbolo del saber, no está relacionado con el cerebro, sino con el plexo solar, el único que puede hacer fluir el agua viva hasta las entrañas. Está escrito en los Evangelios: “De su seno brotarán fuentes de agua viva...”2Es Acuario, el que ya estaba profetizado, pero bajo una forma que nadie podía comprender en aquella época.

Mientras que el agua viva no esté aquí, se podrá decir lo que se quiera, pero sólo se tratará de teoría, de algo muerto. Veamos lo que ocurre en la cultura actual: los humanos se instruyen, pero su saber es superficial, no es vivificante. Yo prefiero no tener ninguno de estos conocimientos que se encuentran en los libros y poseer la ciencia de la vida, porque si sé vivir, es decir, vibrar al unísono, en armonía con todas las leyes cósmicas, el universo entero se revelará un día ante mí.3He aquí por qué la Enseñanza de la Fraternidad Blanca Universal aporta un elemento completamente nuevo. Los humanos nos muestran su ciencia, y ante eso me inclino, me siento maravillado, pero esto no es lo esencial. Lo que me interesa es vivir en armonía con las leyes cósmicas.

A menudo os he dicho que hay dos formas de saber. El saber de las universidades que os da un puesto en la sociedad, dinero, prestigio, pero que no os transforma y seguís siendo el mismo: si sois sensuales, seguís siendo sensuales, si erais avaros, continuáis siendo avaros, etc... Mientras que el otro saber, el de los Iniciados, no os da prestigio ni riquezas, pero os impide seguir como antes. Pues bien, precisamente este saber, este saber que transforma, que vivifica, es el de Acuario.

Astrólogos y esoteristas hablan de esta llegada de la era de Acuario desde hace años. En realidad, habrá que esperar aún doscientos años hasta que el punto vernal entre realmente en la constelación de Acuario, pero su influencia ya se siente, y es normal. En el mes de marzo, por ejemplo, aún estamos en invierno, y sin embargo durante algunos días, debido al sol, a los pájaros, a las flores, se siente la primavera. Incluso antes de que llegue, la primavera está ahí; por sus efluvios, su aura, sus emanaciones, está ahí. Todos estos descubrimientos en los campos del átomo y del espacio, corresponden a Acuario...

Acuario es un signo de aire. Por ello desde que se han sentido sus radiaciones, la ciencia se ha orientado hacia las investigaciones aéreas: cómo utilizar el aire, cómo desplazarse en el aire. Durante la era de Piscis se exploró especialmente el campo del agua: la navegación. Con Acuario, entramos en el campo del aire: las telecomunicaciones (el teléfono, la televisión), los aviones, los cohetes... Pero todavía se producen muchos accidentes aéreos porque no se ha comprendido que la atmósfera es exactamente como el océano: las mismas corrientes, las mismas olas, las mismas perturbaciones.

Aunque no hayamos entrado completamente en la era de Acuario ¡cuánta confusión! Y precisamente, lo que resulta un poco inquietante, es la influencia de Saturno y Urano, regentes del signo: Saturno que contraría, bloquea, destruye, y Urano que provoca accidentes, explosiones. Cualquier forma de explosión se encuentra bajo el signo de Acuario. Por ello, a través de Acuario, se producen siempre roturas. Y ahora va a romperlo todo para abrir el camino y propagar sus ideas de universalidad.

Así pues, Acuario está representado por un anciano que vierte el agua de un cántaro. Esta agua, es el agua viva de la nueva Enseñanza. Todos aquéllos que tienen varios planetas en el signo de Acuario están particularmente preparados para captar las nuevas ondas que llegan de esta constelación. Son los innovadores, los inventores. Todos los descubrimientos en el campo psíquico y esotérico son debidos también a Acuario, y en especial la idea de colectividad, de fraternidad. He ahí por qué la humanidad se verá ahora obligada a considerar y trabajar esta idea de fraternidad, de universalidad. Y la universalidad consiste en no atarse sólo a algunas personas, una mujer, unos hijos, no, sino en querer estar ahí, con todos los demás, unidos, inmersos juntos en el océano de la vida, del amor, de la belleza y de la alegría.

La era de Piscis ha sido la del cristianismo, cuyos rasgos característicos corresponden exactamente al signo de los Peces, el signo de la abnegación y del sacrificio. Antes de la era de Piscis, la de Aries, había estado marcada por la religión de Moisés, y antes de ésta, la era de Tauro, por las religiones egipcia y babilónica... Con la era de Acuario aparecerá una nueva vida. Se anunciará primeramente a través de gigantescos conflictos, pero enseguida se producirá la Edad de Oro. La Edad de Oro llegará con Acuario.

Videlinata (Suiza), 10 de diciembre de 1966

1La Ciudad celeste – comentarios del Apocalipsis, Col. Izvor nº 230, cap. VII: “Los Veinticuatro Ancianos y los cuatro Animales Santos”.

2¿Qué es ser un hijo de Dios?, Col. Izvor nº 240, cap. XII: “De su seno brotarán manantiales de agua viva”.

3La ciencia de la vida, Folleto nº 315.

II La llegada de la Fraternidad

I

Los humanos se imaginan que han venido a la tierra para comer, beber, divertirse, hacer tonterías, o bien para sufrir y ser desgraciados... No, en realidad, se les ha enviado como obreros a un taller, pero no lo saben. No saben que su misión consiste en manifestarse, en realizar aquí, en la tierra, todo aquello que hay de divino en ellos, y en llegar a ser como el mismo Dios, pero aquí, en la tierra. Arriba la materia es tan sutil que obedece instantáneamente al pensamiento, a la imaginación y a la voluntad. Todo puede hacerse con esta materia. Pero si el hombre permaneciera en estas regiones sutiles donde el trabajo creador es tan fácil, no se desarrollaría mucho. Por ello viene a la tierra, para que la belleza y el esplendor de Dios puedan descender hasta esta materia opaca y grosera.

Al crear el cielo y la tierra, el Señor ya nos ha dado toda una Enseñanza. Puesto que se ha ocupado al mismo tiempo del cielo y de la tierra, ello significa que la tierra es importante, y que hay que organizarla, embellecerla para transformarla en un cielo.4 El cielo y la tierra deben estar en perfecta correspondencia. Por ahora no ocurre así. La tierra, quiero decir el mundo de los humanos, no vibra en armonía, de acuerdo con el mundo divino. Cuando el hombre llegue a ser consciente del trabajo que debe cumplir, empezará a ocuparse de la tierra, es decir, que hará vibrar todo su ser al unísono con el mundo divino y reflejará, finalmente, esta belleza, esta luz, y esta inteligencia que se encuentran en lo alto. Entonces sí, el hombre habrá cumplido su misión. Y como la tierra, es decir, el planeta en el que vivimos, está unido al cuerpo físico de los humanos, también éste se transformará, se volverá sutil, vibrante, luminoso, y producirá otros frutos, otras plantas, otras flores. Todo cambiará como consecuencia de la vida de los humanos, cuando comprendan el trabajo que deben hacer primero en sí mismos para cambiar su cuerpo físico, para cambiar su cerebro. Entonces la tierra se convertirá realmente en el receptáculo del Cielo.

Cuando hayan cumplido su misión, los humanos podrán abandonar la tierra para ir a otros planetas, a otras regiones. Sí, pero no antes. ¡Cuántos en el pasado han querido huir de la tierra porque es un valle de lágrimas! Se comprende, en la tierra sufrimos, nos sentimos desgraciados. Pero ¿debido a qué y por culpa de quién? De los humanos. Y el sufrimiento no es una razón suficiente para abandonar el campo de batalla y huir. El Cielo no acepta los desertores. Diréis: “Pero si yo sólo aspiraba al Paraíso, a la beatitud, porque amo la paz, la luz, la belleza...” Se comprende; se os tendrá en consideración, se anotará como una cualidad. Pero esto no es suficiente, porque el trabajo no está realizado, la tarea no está terminada.5

En cuanto a esta tierra, que es tan grosera y opaca, se necesitarán millones de años y millones de criaturas para transformarla. ¿Y cómo transformarla? Comiéndosela. Esto es algo que la ciencia todavía no ha comprendido verdaderamente: por qué comemos. Lo que comemos es tierra, un poco preparada, naturalmente, bajo forma de legumbres y frutas, pero es tierra, y esta tierra debe pasar a través de nosotros al ser tragada, digerida y expulsada… tragada, digerida, expulsada... hasta que esté colmada de emanaciones y vibraciones producidas por nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Cuando la tierra esté así impregnada, llegará a ser tan sutil que se convertirá en el Reino de Dios. Un día la tierra llegará a ser luminosa y transparente, porque esta tierra que pasa a través nuestro, aunque sin duda nos da algo, también recibe algo de nosotros: nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestra vitalidad; por ello la tierra actualmente no es la misma que la que existió en un lejano pasado. Está mucho más evolucionada, es más sutil, más inteligente, debido a todas las criaturas que ya han vivido y trabajado en el planeta.

El sentido de la vida está en la evolución, en la transformación de la materia.6 ¿Cuáles serán, más adelante, sus formas y manifestaciones? Ese es otro problema, pero hay un sentido, un proyecto, una ley que empuja toda la creación a evolucionar. Así pues, a aquéllos que contribuyen a esta evolución, se les sostiene. Todo debe evolucionar. Incluso los minerales evolucionan; su evolución es imperceptible pero real: hay en el mineral una fuerza que trabaja para que aparezcan todas las cualidades y virtudes que contiene. Las piedras preciosas, los metales preciosos, son minerales más evolucionados que emanan virtudes benéficas. Las plantas también evolucionan; y cuanto más evolucionan, más flores y frutos curativos, nutritivos y benéficos producen. Lo mismo ocurre con los animales y los hombres, y también es cierto para nuestro sistema solar, que se desplaza en dirección a la constelación de Hércules.

La ley de la vida es la ley de la evolución, es decir, el desarrollo hasta la perfección. Por ello Jesús dijo: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto…”7La cuestión está ahora en saber cómo debe comprenderse la perfección. Los humanos tienen algunas ideas sobre ello; en todos los campos buscan una mejor forma de hacer más rápida, más correcta, más armoniosa. Pero no siempre poseen un buen criterio. Realmente si supieran observar, verían que la Inteligencia cósmica ha colocado por todas partes modelos que pueden instruirnos. Tomemos como ejemplo el organismo; aquí es fácil hacerse una idea del funcionamiento perfecto: si coméis, bebéis, respiráis, dormís y trabajáis bien, decís que os encontráis en perfecto estado de salud. Se puede tener pues, una cierta idea de la perfección en el plano físico. Ahora bien, en otros terrenos, la perfección no es tan fácil de concebir.

Nos encontramos ante un tema extremadamente rico. Si lo estudiáis bien, veréis que hay una ley de perfeccionamiento a la que nunca podemos oponernos sin sufrir las consecuencias. Sin saberlo, los humanos se oponen a menudo a esta ley. Cuando actúan en contraposición al buen funcionamiento del organismo, se oponen a la perfección de su salud. O bien, por una falta de trabajo intelectual, por pensamientos desviados, entorpecen el desarrollo del cerebro y se ensombrecen...

En lo alto, todo es perfecto, pero aquí, en la tierra, somos nosotros quienes debemos trabajar para que esta perfección se instale por todas partes.

Para que esto resulte más claro, tomemos una vez más el ejemplo del ser humano, que para mí siempre es como una clave, como una medida... Cuando quiero resolver un problema, pienso en el ser humano y ahí encuentro la solución. Así pues, para encontrar la solución a nuestro problema, consideremos el ser humano. En el campo del pensamiento, es todo potencia: puede imaginar, organizar, concebir... Pero cuando debe realizar, no resulta tan fácil. Es necesario pues, que esta facilidad que existe en el plano mental descienda hasta el plano material. Pensad, por ejemplo, en un movimiento gimnástico o en una danza complicada: a través de la imaginación podéis realizarlo perfectamente, pero si se precisa que lo ejecutéis realmente en el plano físico, entonces empiezan las dificultades. Debéis por lo tanto ejercitaros hasta que lo logréis. Lo mismo ocurre con las demás actividades: las creaciones mentales no son suficientes, hay que realizarlas aquí, en el plano físico. Si hemos venido a la tierra, es para manifestar la gloria de Dios, Su esplendor, Su poder, Su inteligencia, Su perfección.

Podéis comprobar cómo el ser humano me ha ayudado a resolver este problema, y muchos más. Para resolverlos, intentad pues trabajar con el ser humano, porque ahí está la llave. En Egipto aún se pueden ver estatuas que representan a un faraón que tiene una llave en su mano: esta llave es el símbolo del hombre. Esto significa que poseía la llave del universo, y que mediante esa llave – el hombre – podía descifrarlo todo. También yo tengo este símbolo, evidentemente, no me habréis visto sobre una peana con una llave en la mano, pero si fueseis clarividentes, habríais visto desde hace tiempo que tengo esta llave.

Así pues, hemos venido a esta tierra con una misión. Pero no interpretéis mal esta palabra “misión”. Muchas personas corrientes se imaginan que tienen una misión; no tienen facultades, ni dones, pero ¡se les ha metido en la cabeza la idea de que tienen por misión restablecer el orden en la tierra, y cuando se les ve tan débiles y escuálidos, nos quedamos estupefactos! Naturalmente todos nosotros tenemos una misión, pero hay que saber cuál. Esta misión consiste en desarrollar todas las semillas de las cualidades y virtudes que el Cielo ha depositado en nosotros. Es posible que, alguna que otra vez, el Cielo elija un ser para una misión determinada, pero la misión colectiva de los humanos consiste en desarrollarse cada vez más hasta alcanzar la perfección. Aunque no posean grandes facultades y estén embrutecidos, tienen esta misión que cumplir: trabajar, mejorarse, evolucionar. Desgraciadamente, muchos están preparados para las falsas misiones: ¡se creen capaces de salvar Francia, como Juana de Arco!, pero su verdadera misión no les interesa. No, mis queridos hermanos y hermanas, ocupaos ante todo de esta misión que Dios ha dado a todos los hombres: llegar a ser perfectos como Él. Y puesto que en una sola existencia, que es tan corta, no lo lograréis, tendréis que volver para proseguir vuestro trabajo.

Os he explicado que cuando Jesús decía: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto” sobrentendía la reencarnación.8 Si no, él que era tan sabio y clarividente ¿cómo podía pedir a los humanos llegar a ser perfectos en una sola existencia? Si no hubiese considerado la reencarnación, sería insensato. Con la reencarnación todo resulta posible y sensato. Y si Jesús pidió la perfección a los humanos, se debe precisamente a que sabía que la perfección es la ley de todo el universo.

Todo debe avanzar, evolucionar, mejorar, y allí donde se rechaza esta ley, se producen destrucciones: humanidades, mundos, e incluso constelaciones, han desaparecido por haberse opuesto a la ley de la evolución. Si supierais lo que ocurre en el universo en cuanto a destrucciones, desapariciones... o apariciones, ¡es inaudito! Nuestro cerebro aún no puede contener esta inmensidad del universo.

Así pues, tratad de tomar en serio esta ley de la evolución y decid: es preciso que evolucione, que avance, de lo contrario estaré en oposición a la ley. Al trabajar con este espíritu, estáis restableciendo el orden en vuestro interior, toda vuestra vida se transforma y os creáis un magnífico porvenir. Desgraciadamente, muy pocos están impregnados por esta idea; todos trabajan, pero no para perfeccionarse, sino para poder dominar mejor, poseer más, gozar más. No es por una idea divina por la que los hombres estudian y trabajan... No, la prueba está en que cuando

han obtenido lo que deseaban para sí, ¿acaso continúan? No. Todo el mundo trabaja, pero la finalidad de este trabajo es siempre egoísta.

No esperéis que el perfeccionamiento venga del exterior. Se engaña a los humanos cuando se les promete dar todo, sin que tengan que hacer ningún esfuerzo. Yo os diría incluso que si se os diese todo, aún os sentiríais más desgraciados. ¿Por qué? Porque no os habríais esforzado. Es el esfuerzo lo que hace feliz al hombre. Mirad lo que ocurre con el dinero: ¿acaso sabe apreciarlo quien no ha trabajado para tenerlo? No. Así pues, comprended que tenéis una misión, y haced todo lo posible para cumplirla.

Sevres, 1 de abril de 1972

II

Cuando nos encontramos impresentables porque vamos mal vestidos o nos sentimos indispuestos, tratamos de no exhibirnos, nos escondemos... Y cuando nos encontramos bien, queremos, por el contrario, mostrarnos radiantes para atraer a los demás y recibir algo de ellos, aunque sólo sea su aprobación. ¡Es tan natural! Incluso entre los animales, entre los pájaros, se da este instinto. Saben lo que es ser hermoso o feo. Observad al pavo real: si ha perdido sus plumas, se esconde, y si no, las exhibe ostensiblemente. Sí, pero observad que sólo nos fijamos en el aspecto exterior. Yo he ido más lejos, y me he atrevido a decir que si no queremos vivir en una fraternidad, se debe a que interiormente nos encontramos feos. Sí, es absolutamente cierto. Cuando tenéis buenos sentimientos, mucho amor, intentáis esparcirlos sobre alguien, porque fluyen, se desbordan... Y cuando ya no podéis más, os alejáis para recuperaros. Así pues, el deseo de vivir en una fraternidad, ya es una buena señal, mientras que el deseo de permanecer siempre en una madriguera, no dice nada en vuestro favor. Aunque creáis que sois muy inteligentes, pues no, tenéis defectos. Puede ser que vuestro intelecto esté muy desarrollado, sí, pero el lado psíquico, afectivo, deja mucho que desear. Porque, repito, cuando se es verdaderamente rico interiormente, se siente la necesidad de dar las propias riquezas a los demás.

Todos aquéllos que aman la vida fraternal, son pues bienvenidos. A pesar de que no posean grandes capacidades, siempre que desprendan este amor fraternal, se les dará aquello que les falta. Porque necesitamos de este elemento para mejorar el mundo. El mundo entero no puede mejorar solamente mediante cualidades intelectuales y artísticas. Incluso se están produciendo excesos en este sentido; hay demasiados intelectuales, demasiados sabios, demasiados artistas, e insuficientes personas que aman la vida fraternal. Cuando los humanos empiecen a comprender que la fraternidad es la que salvará al mundo, todo cambiará, pero esto todavía no ha llegado. Todos piensan resolver los problemas mediante la instrucción, pero nadie piensa en la colectividad, en el mundo entero; el lado personal, egoísta, está demasiado desarrollado.

Sin embargo, mis queridos hermanos y hermanas, es necesario que por lo menos vosotros, comprendáis que si permanecéis solos trabajando para vosotros mismos, no encontraréis ayuda. Hay una ilusión de la que debéis desprenderos completamente, y es la creencia de que seréis más felices, más libres, y que triunfaréis con más facilidad si os desenvolvéis solos. No, si cantáis un solo, no podréis obtener la riqueza de voces que se logra en una coral.

Naturalmente, la historia muestra que al organizarse en sociedades, los humanos comprendieron, al menos, que era ventajoso reunirse para vivir juntos, de lo contrario aún se encontrarían en la necesidad de pasar el día buscando su comida en la selva. El día que comprendieron la utilidad de reunirse para disponer de varios brazos y varias piernas, todos se beneficiaron de esta nueva situación: mientras que uno pescaba o iba a cazar, otro tejía y el de más allá arreglaba la cabaña, etc. He ahí cómo todos ahora están al servicio de todos y se aprovechan de todo. Es de esta forma cómo el hombre puede progresar: ejerce sólo una pequeña actividad en alguna parte, y todo está a su disposición: las bibliotecas, los hospitales, los medios de transporte, la protección de la policía... lo cual es imposible si se vive separado. De esta manera, por su inteligencia, el hombre ha conseguido los medios para mover el mundo entero.

Desgraciadamente, esta inteligencia no está todavía a punto porque se ha desarrollado en el sentido egoísta. Todo el mundo se beneficia de estos progresos extraordinarios, pero sólo externamente. Interiormente no están unidos, están separados. Exteriormente vemos naciones, pueblos cuyos individuos se sostienen entre sí: para la defensa del territorio, la seguridad social, el subsidio familiar... Pero el hombre no ha comprendido aún el significado de estos los progresos que ha conseguido realizar en la vida objetiva; todas esas facilidades, esas posibilidades, esos beneficios, no los ha descifrado, no los ha trasladado a su mundo interior. Por ello hay que trabajar todavía, para que interiormente, espiritualmente, los seres lleguen a formar esta sociedad, esta humanidad. Interiormente, están separados, son hostiles entre sí, no persiguen el mismo fin. Sin darse cuenta, los países trabajan para la separación, para el aislamiento. Tienen relaciones entre sí, claro está, y a esto se le llama Ministerio de Asuntos Exteriores, diplomacia, comercio exterior; pero en realidad cada cual quiere seguir siendo una nación a despecho de todo, cada uno quiere demostrar un poder formidable que debe imponerse a los demás. Sí, muy pocos hombres están realmente unidos internamente, y por lo tanto hay que trabajar para esta fraternidad universal interior, para este acercamiento de los seres, de los pueblos, de las naciones, para que alcancen esta conciencia sublime de la unidad y vivan en la plenitud, en la abundancia, en la riqueza interior.

La prueba de que esta cuestión sólo está medio resuelta, la tenemos en el hecho de que externamente los humanos han conseguido adquisiciones fantásticas, pero interiormente aún se sienten atormentados, desdichados, en el vacío, el frío, la miseria, la oscuridad. Hay pues otra etapa a franquear. Exteriormente, casi todos están alimentados, cobijados... Incluso los más pobres, los vagabundos, cuando desfallecen se les recoge, se les lleva a cualquier parte para cuidarles; incluso nos ocupamos de los más miserables. Por lo tanto, las condiciones externas son mucho mejores que en un pasado lejano. Sí, pero interiormente... He ahí el trabajo del futuro, mis queridos hermanos y hermanas: llegar al punto en que la humanidad disponga interiormente de las posibilidades de las que ya dispone externamente.

¿Qué es lo que impide a los humanos formar la Gran Fraternidad Blanca Universal y que todos lleguen a ser hermanos? ¿Qué es lo que lo impide? Ya os lo he dicho: ¡una ilusión! Se imaginan que serán mucho más felices, pero los años pasan y se dan cuenta de que todavía son más desgraciados. Cuando nos encontramos solos, nadie nos ayuda. Observad únicamente el caso de una maestra. Si está sola, se consumirá, y se sentirá desgraciada. Pero si tiene niños a quienes enseñar, sin que ella se dé cuenta, se revitaliza en contacto con sus niños, se alimenta de sus emanaciones y así se rejuvenece. Y luego, cuando vemos a esta maestra llena de amor, llena de amabilidad, nos preguntamos a quién vamos a besar, si a los niños o a la maestra. Pues sí, ¡así es de adorable! Y algunas veces, os lo aseguro, es a la maestra a quien abrazamos sin darnos cuenta.

Que cada cual continúe viviendo su propia vida, sí, eso es normal y nadie os va a pedir que os dejéis absorber por la vida de los demás. Tenéis vuestra vida, vuestro organismo, estáis separados, sois independientes, pero en el mundo invisible debéis formar una unidad. Las células del organismo no están fundidas: una célula del corazón no es una célula del estómago, cada cual mantiene su individualidad, pero sus lazos, sus afinidades, crean entre sí este estado de armonía que llamamos salud. ¿Es esto tan difícil de entender? Nadie pide a un negro que se convierta en blanco, o a un blanco en amarillo. Ni tampoco a un musulmán que se convierta en budista, o a un budista que se convierta en cristiano. Los cristianos han enviado misioneros para convertir a los indios, negros, amarillos, pero en la mayoría de los casos no ha dado buenos resultados. Que todos mantengan pues sus características, pero que exista entre ellos esta comprensión, gracias a la cual forman una unidad en el mundo divino.

Por ello os digo, mis queridos hermanos y hermanas, que únicamente la Fraternidad Blanca Universal no es una secta, porque su enseñanza, que abraza a todos los seres, está fundada en verdades universales que encontramos dispersas en las tradiciones de Egipto, India, Persia, Grecia antigua o Israel... Aunque tuviese que ser quemado, diría claramente, de viva voz, ante todos los obispos y cardenales: “Habéis convertido la religión cristiana en una secta. En su origen era una religión universal, pero por interés, por egoísmo, por ignorancia, la habéis convertido en una secta; porque ya no abraza a todas las criaturas humanas que son nuestros hermanos y hermanas, y ha rechazado muchas verdades eternas...”9

Si meditáis sobre lo que acabo de deciros, comprenderéis cuán importante es el abrirse para mejorar los intercambios. Éste es el espíritu de la Fraternidad Blanca Universal: extenderse, ensancharse, crear lazos amorosos, darse la mano, abrazar el mundo entero, sentirse partícipe de la misma familia. Los humanos están acostumbrados a encerrarse, a aislarse, a esconderse en su pequeño agujero. No saben cuán perniciosa es esta filosofía. Para recibir todos estos elementos que están profusamente esparcidos a nuestro alrededor, deben abrirse. Todas las bendiciones del Cielo están ahí, esparcidas, pero no reciben nada debido a todas estas barreras que les aíslan. Después dicen: “¡Oh, nadie me comprende, nadie viene a ayudarme, los ángeles no existen, Dios no existe!” Se colocan en una situación deplorable, y enseguida sacan conclusiones.

El día en que lleguen a abrirse para comulgar con las entidades divinas, se darán cuenta que están aquí, desde hace mucho tiempo, sin poderles ayudar. Porque depende del hombre el recibir esta ayuda; no se da cuenta que al encerrarse en el egoísmo, se hace daño a sí mismo. Debe, por lo tanto, abrirse, expandirse y amar a todas las criaturas. Esto es lo que aprendéis a través de nuestra Enseñanza: cómo abriros, y cuando se ha producido la más pequeña abertura os sentís sobrecogidos de admiración, sentís esta bendición divina que está siempre por encima de vosotros, a vuestro alrededor y en vosotros.

Si después de miles de millones de años, los insectos no han evolucionado, se debe a que no quisieron aceptar el punto de vista de quiénes eran superiores. Dijeron: “No, no, lo que sentimos, lo que vemos, lo que pensamos, es la única verdad...” Claro está que no encontraréis esta definición de insecto en la Historia Natural... Está bien, yo os la doy: un insecto es un ser atrapado en sus propias visiones, sus propias ideas, ocupado en satisfacer únicamente su interés... No hay nada que hacer para salir de esta situación, él sabe lo que sabe; es por eso que sigue siendo un insecto.

Muchos hermanos y hermanas que están en la Enseñanza, que escuchan conferencias, que estudian, todavía lo hacen sólo para sí mismos, no lo hacen para servir la idea de la Enseñanza, para servir a la humanidad. Todavía no han comprendido que están aquí para destruir, en primer lugar, este caparazón que se han construido desde hace siglos, captar las riquezas que se encuentran por todas partes, y distribuirlas después a los demás, porque hay tantas, que no se pueden guardar sólo para ellos mismos. Sí, muchos hermanos y hermanas todavía no han comprendido la razón profunda de nuestra Enseñanza: actúan como si debiera servir únicamente para su enriquecimiento. Así pues, si queréis avanzar, sólo hay un medio, un método: llegar a ser sencillo, natural, lleno de amor, de bondad, y sobre todo hacer que los demás se beneficien de estos elementos divinos que habéis recibido.

Es difícil, lo sé, y por ahora estamos prácticamente solos. Pero, precisamente, cuando hay dificultades es el momento de demostrar ante el Cielo que somos fieles y verídicos. Cuando sean muchos los que hayan comprendido la necesidad de esta actitud, nuestro mérito será menor. Es ahora, en estas condiciones tan difíciles, cuando es meritorio convertirse en un modelo. Si un día Dios me da la posibilidad de hablar a todo el mundo, diré solamente esto: “Todos vosotros, ricos y pobres, sabios e ignorantes, no sabéis dónde se encuentra vuestro interés y es por ello que os encontráis en dificultades inextricables. Cuando se trata de aprovecharse, de divertirse, de guerrear, enseguida estáis preparados, pero cuando se trata de crear las condiciones para que toda la humanidad viva en la felicidad, no hay nadie. Por lo tanto no sabéis lo que os conviene. No deseáis la felicidad, de lo contrario os reuniríais para conseguirla...”

Sí, cuando se trata de bienes materiales, de dinero, de casas, todos están ahí, de acuerdo, unidos, para dedicar a ello todas sus energías. Pero cuando se trata de la felicidad de todos, de la libertad, de la expansión para el mundo entero, esto no les dice nada. ¿Cómo explicarlo?... Cuando los humanos se den cuenta de lo que les conviene, se resolverán todos los problemas. En realidad es una cuestión muy clara, muy simple, pero no se han detenido a considerarla. Es preciso decirles: “Si tenéis tantas desgracias y dificultades, es porque las deseáis consciente o inconscientemente. Si desearais lo contrario, hoy mismo podría realizarse...”

Si todos me creyeran, si todos aceptaran lo que digo, en muy poco tiempo el Reino de Dios vendría a la tierra. Pero nadie lo acepta, todos quieren permanecer en las viejas tradiciones, las viejas concepciones, las viejas actitudes, y eso puede seguir así por mucho tiempo. Aquí está la prueba de que los humanos no saben lo que les conviene. Pero yo lo sé, está en la Fraternidad Blanca Universal: que toda la humanidad forme una familia donde todo el mundo se ame, se respete y se ayude entre sí, que todos esos miles de millones que se gastan para destruir, sirvan para ayudar a los pobres, porque es la miseria la que mantiene la criminalidad. Pero yo os digo que los humanos están tan ciegos y tienen tan mala fe, que no ven nunca dónde está su propio interés. No podréis convencerme de lo contrario, de eso estoy completamente seguro: he visto que no saben lo que les conviene. Si continúan mostrándose injustos, malos, crueles, hacen de la vida un infierno, y sin embargo, todo podría ser estupendamente maravilloso, y en muy poco tiempo.

Hay dos formas de ver lo que nos conviene. La primera consiste en pensar que arreglando los propios asuntos, independientemente de todo lo demás, nos sentiremos bien. Pero es imposible: puesto que estamos unidos a la colectividad, si a los demás les suceden desgracias, no podemos liberarnos, estamos atrapados en las mismas tempestades. Por lo tanto, este bienestar personal no puede ser duradero. La otra forma de ver, la verdadera, es aquélla que tiene en cuenta el lado colectivo comprendiendo que la felicidad o la desgracia de cada individuo, depende del estado de la colectividad. Hay que estudiar la lección de la naturaleza: ella da el aire, la luz, el calor, el alimento a la humanidad entera, y deja que cada cual tome lo que le convenga.

El que quiere arreglar sus propios asuntos en detrimento de la colectividad, está embrutecido. Su razonamiento está equivocado. Porque si se producen desórdenes en la sociedad, al formar parte de ésta, resulta exterminado sin que se le pida su opinión. Por el contrario, si las condiciones de toda la colectividad son buenas, cada individuo se beneficia de ello. Es así como lo ha decidido la Inteligencia cósmica. Pero los humanos trabajan contra la Inteligencia cósmica, lo quieren todo para sí, perjudicando al vecino. Sí, esto puede seguir así por algún tiempo, pero nunca se ha visto que alguien consiga mantenerse durante mucho tiempo mediante el egoísmo, la injusticia y la crueldad.10

He ahí una cuestión fácil de comprender, pero es preciso que los humanos deseen realmente cambiar la situación. Desgraciadamente, no lo desean; cada cual trabaja solamente para sí, y un poco para su familia. Pero esto no puede resolver los problemas. ¿Cómo hacer comprender a toda la humanidad que el Reino de Dios podría venir en algunos días? Si la Fraternidad fuese más numerosa sería un poder formidable, podría hacerse cargo de la situación y mejorarlo todo. Mirad lo que ocurre en los partidos políticos: los miembros están agrupados alrededor de una idea, eso es todo. Por esto son poderosos. Entonces nosotros ¿acaso no podemos hacer lo mismo: agruparnos solamente por una idea?

Incluso si no hiciéramos otra cosa que juntarnos con la idea del Reino de Dios, ¡sería formidable! Pero desarrollamos muchas actividades y, a pesar de ello, no obtenemos grandes resultados, porque los hermanos y las hermanas no están realmente convencidos. Mientras que en los partidos políticos, con una sola idea, se comprometen y ¡ya está! Interiormente, a menudo sólo tienen pasiones, vicios y codicia, pero están unidos por una idea. Entonces ¿por qué vosotros, mis queridos hermanos y hermanas, que disfrutáis de una enseñanza sublime, y por encima de todo, esta idea de la Fraternidad Blanca Universal, por qué no hacéis todos los esfuerzos por esta idea? Naturalmente, es más fácil asociarse a un partido político en donde no hay que hacer tantos esfuerzos internos... Pero ¿cómo termina normalmente? Algunos años después el régimen cambia y uno se encuentra en prisión o termina fusilado. Verdaderamente los humanos son demasiado estúpidos: aceptan sin más, sin reflexionar, el dar su vida por un régimen que no durará, y cuando se trata de trabajar por un estado de cosas que puede durar eternamente, no se encuentra a nadie ¡Es el súmmum de la estupidez! Si un día presentara públicamente en detalle toda esta estupidez, me expulsarían. No podría aceptarse que es verdad, porque esta verdad no sería conveniente para nadie.

También un día vosotros comprenderéis que los humanos no saben dónde se encuentra lo que les conviene. Aquello en lo que lo basan, sólo puede debilitarles, atarles, enterrarles. Tienen pues necesidad de una luz, y esta luz sólo puede venir de los seres que han estudiado, que han sufrido, que han reconocido estas verdades. Naturalmente, nada llega de golpe, se precisa tiempo, esfuerzos, pero poco importan el tiempo y los esfuerzos, lo esencial está en saber que allí se encuentra nuestro interés. Lo que nos conviene es tender totalmente hacia una meta celestial, y si es preciso pasar por sufrimientos, ello carece de importancia. Lo importante es dirigirse hacia lo mejor. Ese es, mis queridos hermanos y hermanas, vuestro interés.

El Bonfin, 11 de agosto de 1963

III

El que toda la tierra se convierta en una familia, evidentemente, parece imposible, pero sólo porque nos basamos en el ser humano, tal como se nos presenta en apariencia. Exteriormente, es verdad, los hombres son muy diferentes: el color, la estatura, las costumbres, la cultura, la religión... Y si reunís a Parisinos y Esquimales para que vivan juntos, los Esquimales en París, y los Parisinos en Laponia, realmente será muy complicado. Pero en realidad, si se estudia mejor la cuestión, se comprende que en su fuero interno los humanos son todos parecidos. Arriba, en las regiones celestes, han sido construidos de la misma manera, con los mismos órganos, las mismas capacidades, las mismas necesidades, los mismos deseos, el mismo ideal. Solamente que, al no vivir en estas regiones, no pueden conocerse y ver que son idénticos, es decir, hermanos y hermanas, y cuando se miran aquí, se sienten tan alejados, diferentes, e incluso opuestos, que llegan a matarse entre sí.

La evolución llevará poco a poco a los humanos a conocerse mejor, y verán que interiormente todos son semejantes: todos aspiran a la alegría, a la felicidad, a la libertad, al conocimiento, a la luz, y todos sufren de la misma manera. En este momento, empezarán a comprender que sólo son distintos exteriormente, que llevan distintas máscaras como los actores de una obra de teatro que luchan o se destrozan en escena, pero que en realidad pertenecen al mismo grupo y se quieren mucho. Todas las criaturas están ocupadas en interpretar comedias o tragedias, cuando en realidad son todos hermanos y hermanas entre sí. Así pues, si todos los pueblos que están preparados para pelearse en el mundo se concienciaran de que proceden en lo alto de la misma patria, cesarían de destrozarse entre sí. Pero esta conciencia aún no se ha manifestado. Los humanos viven demasiado abajo, al nivel de los intereses, de los deseos, y de las codicias. Es preciso que lleguen por fin a concienciarse de que son todos hijos e hijas de un mismo padre y de una misma madre, el Padre Celestial y la Madre Divina; cuando llegue este momento su comportamiento cambiará.11

Debéis reflexionar, estudiar, hasta que lleguéis a esta verdad: cuanto más conocemos al ser humano en el mundo superior, más nos damos cuenta de que todos los seres están constituidos de la misma manera, con las mismas necesidades. Sólo exteriormente son diferentes, y por ello están desunidos. Cuando nos sentimos diferentes, aislados de los demás, no podemos amarlos. Pero si nos desarrollamos interiormente, si se despierta en nosotros esta sensación de unidad, se llega a sentir exactamente todo lo que sienten los demás. Cuando los humanos admitan que sus almas y sus espíritus están fundidos allá en lo alto, entonces formarán una gran familia, la gran familia de la Fraternidad Blanca Universal, y automáticamente cesarán de hacerse la guerra entre sí.

En realidad, ya os lo he dicho, la guerra nunca desaparecerá, pero sí cambiará su forma de manifestarse. La guerra se convertirá un día en una guerra de amor; los humanos, como las estrellas, se enviarán rayos de amor. Sí, porque cuanto más se evoluciona, tanto más se transforman los intercambios que se producen en luz y amor, a semejanza de los intercambios que hacen entre sí las constelaciones y los soles. Cuando era muy joven, en Bulgaria, con frecuencia dormía a la intemperie, más allá de los lagos de Rila. Me encontraba a 2.000-2.500 metros de altitud, algunas veces la nieve caía durante la noche y por la mañana me despertaba como incrustado en la nieve. ¡Ah!, ¡qué magníficos recuerdos!12 Con frecuencia por la tarde me dormía contemplando las estrellas. Y así fue como descubrí que las estrellas se habían declarado la guerra entre sí, que se combatían con su luz, y que también los humanos un día se declararían la guerra con sus rayos de amor, con sus colores. La Inteligencia cósmica no eliminará nunca en el hombre la necesidad de hacer la guerra; pero la forma cambiará, y en el futuro no habrá guerras con cañones y bombas, sino con la luz, los colores, el amor. Será una guerra, ¡pero apasionante! A mí me agrada esta guerra y he declarado la guerra a toda la humanidad. ¡Ah, no hay nada tan maravilloso como esta guerra!

Hay pues en el hombre elementos y tendencias que nunca podrán cambiarse, pero todo debe converger hacia un punto único, la cima. Mirad las pirámides. La pirámide es un símbolo que nos enseña que todo debe converger hacia un solo punto, en lo alto: la Primera Causa, el Señor.13Mientras que todo esté separado y sea tan divergente, la paz no puede producirse. Hay que dar a los humanos otra filosofía, una enseñanza como la nuestra, y entonces la paz será posible.

Se ha dicho: “Conócete a ti mismo...” Es preciso conocer al hombre tal como es externamente pero también como es interiormente. Pues bien, interiormente no hay ninguna diferencia entre los hombres: cualquiera que sea la raza a la que pertenezcan, o su grado de civilización, todos han sido creados, formados sobre el mismo modelo en los talleres del Señor. Pero ahora, tras haber descendido demasiado abajo en la materia, no pueden hacer otra cosa que detestarse, es imposible que sea de otra forma. Id a ver en los pantanos o en la jungla, todos intentan devorarse. Pero id mucho más arriba, entre las jerarquías angélicas, y veréis seres que no cesan de abrazarse y de hacerse regalos. Sí, arriba es así, pero abajo hay lucha y odio. Por eso los humanos, que han caído tan bajo, no pueden hacer otra cosa que devorarse. Luego sacan conclusiones sobre la vida y dicen que el hombre es un lobo para el hombre, que sobre la tierra reina la ley de la jungla... Sí, es verdad mientras uno está abajo. Pero a medida que subís, encontráis más amor. Id al sol y encontraréis amor, amor, amor... Si los humanos pudieran elevarse suficientemente alto, se quedarían tan maravillados, tan deslumbrados por esta realidad, que se darían inmediatamente la mano, y sería ya la Edad de Oro.

Pues bien, estamos obligados a repetir que sin la luz de la Enseñanza de la Fraternidad Blanca Universal, no llegaremos nunca a nada. Pero con esta luz todo es posible. En la tierra hay ya algunos que lo han comprendido y que trabajan en esta dirección, pero al no poder llegar hasta los dirigentes y al hacer éstos lo que les viene en gana, la miseria del mundo continúa. Pero si proseguimos nuestro trabajo y nos sentimos verdaderamente unidos, un buen día llegaremos a conmover a quienes gobiernan con crueldad, con injusticia, y se verán obligados a cambiar. Hay que llegar a obligarles; sin armas, naturalmente, sin amenazas, sin otra cosa que el poder de la luz, pero hay que obligarles. Si fuésemos numerosos, se verían obligados a tenernos en cuenta. Ante semejante luz, ante tal amor, ante tal armonía, todos capitularían.14

Tenemos el derecho de vencer, pero sirviéndonos del poder de la luz, del poder del espíritu y del amor. Mediante revoluciones y asesinatos, no se llega nunca a ninguna parte. Y poco tiempo después aún es peor. Yo soy un revolucionario, no hay revolucionario como yo, pero no actúo como los demás. Después de cada revolución se producen los mismos desórdenes, las mismas deshonestidades, los mismos despilfarros, las mismas injusticias... Las víctimas y los verdugos han cambiado de lado, pero siguen existiendo víctimas y verdugos. Entonces ¿dónde está el progreso? No son las transformaciones externas las que producirán las verdaderas mejoras. Es la mentalidad humana la que hay que cambiar, aquí es donde hay que hacer la revolución. Es ahí dónde puedo hacerla: si tengo obreros conmigo, todos aquellos que gobiernan mal no podrán permanecer en sus puestos, desaparecerán, el Cielo los reemplazará por los servidores de la luz.