Amatista - Alicia Steimberg - E-Book

Amatista E-Book

Alicia Steimberg

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Beschreibung

Amatista: Un viaje delirante por el erotismo y el humor.   Descubre Amatista, la novela que desafía los límites de la literatura erótica con su ingenioso humor y una narrativa vibrante. Sumérgete en un mundo donde la sensualidad se entrelaza con la comicidad, de la mano de Alicia Steimberg. Finalista del prestigioso concurso de la colección La sonrisa vertical, esta obra trasciende fronteras y expectativas, proponiendo un enfoque único sobre la sexualidad y el lenguaje.   A través de nueve lecciones desopilantes, una misteriosa dama comparte con un doctor ansioso por aprender, las aventuras de Amatista en una serie de encuentros que desdibujan el tiempo y el espacio. Desde la interacción con Pierre, el mozo de cuadra, hasta los enredos con su primo Hernán y la joven Mariolina, cada historia despliega un tapiz rico en matices eróticos y humorísticos.   Amatista es un desafío a la monotonía erótica, ofreciendo una parodia de clásicos del género con personajes y escenarios que capturan la esencia de la comedia. Sin embargo, el verdadero corazón de la obra yace en su exploración del lenguaje, donde cada palabra y frase se convierte en un delicado instrumento de placer y narrativa.   Enfrentando las tradicionales dificultades del género con una mezcla exquisita de seriedad y sátira, Steimberg nos invita a disfrutar del erotismo desde una perspectiva fresca y original.Amatista no solo es una novela sobre el deseo; es una oda al poder evocador del lenguaje y a la alegría de contar historias.   Embárcate en este viaje literario donde la espera y el detalle enriquecen la experiencia erótica, y donde el humor se entrelaza con la sensualidad para crear una obra inolvidable. Amatista: un festín para los sentidos, un regalo para el intelecto, y una celebración del arte de narrar.

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Amatista

Alicia Steimberg

Prólogo de Ana María Shua

Steimberg, Alicia

Amatista / Alicia Steimberg ; Prólogo de Ana María Shua. - 1a ed revisada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Hugo Benjamín, 2023.

Libro digital, Amazon Kindle

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-631-6548-08-5

1. Literatura Argentina. I. Shua, Ana María, prolog. II. Título.

CDD A863

© Herederos de Alicia Steimberg, 2023.

© 2023, Hugo Benjamín Levin.

Publicado bajo el sello Hugo Benjamín®

Riglos 108, 2º A, C1424.

Foto en contratapa e interior: Víctor Sokolowicz.

Diseño de colección: Alessandrini & Salzman.

Diagramación: Pablo Alessandrini.

1ª edición noviembre 2023.

ISBN 978-631-6548-08-5

Impreso y encuadernado en noviembre de 2023 en Oportunidades S. A. Uruguay 2987, Victoria, Buenos Aires, Argentina.

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723.

Impreso en la Argentina

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónioco o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin permiso previo y escrito del editor.

Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446 de la República Argentina.

Prólogo, prolegómeno y preliminares para Amatista

¿Es posible que una novela erótica sea al mismo tiempo un libro de humor desopilante? Claro que sí, siempre que haya sido creada por la fantasía loca y genial de Alicia Steimberg, su pasión por la literatura, su exquisita sensibilidad para el lenguaje. Todo eso es Amatista, única finalista en el concurso de la famosa colección La Sonrisa Vertical, de Tusquets, que premiaba todo los años en Barcelona a la mejor novela erótica escrita en lengua española en cualquier territorio del mundo.

En Amatista, una anónima señora, de la que nada sabemos, excepto que posee íntimos y profundos conocimientos sobre la sexualidad, imparte nueve delirantes lecciones a un no menos anónimo doctor, que bebe ávidamente de ese pozo sin fondo de habilidad y experiencia. La señora le relata al doctor las sensuales historias de Amatista con Pierre, el mozo de cuadra, con su primo Hernán, con la pequeña Mariolina, allá en su edad núbil, en una deliberada confusión de épocas que evita todo orden cronológico. Porque las historias que implica cada lección suceden en un tiempo mágico, un tiempo de leyenda en el que todo sucede simultáneamente, como corresponde al juego de la fantasía.

Así lo resume Fernando Gómez en el diario español El Tiempo: “La terapia es delicada, dulce, simple y académica. La señora, sentada en un diván, una terraza o un taxi lancha, le cuenta al doctor la historia de Amatista, Pierre, Mariolina, Hernán, el hombre del monóculo, los ángeles miopes y la de los falsos monjes que tienen extraños rituales masturbatorios, mientras que él se baja la bragueta, escucha y se contiene. Esa es la clave de la novela, el abc del placer, contenerse: hay que saber sufrir el exquisito placer de la espera.”

John Cleland escribió en 1750 las famosas Memorias de Fanny Hill. El libro está compuesto por dos largas cartas que Fanny le escribe a su tía. Al comenzar la segunda carta, Fanny enumera algunos de los problemas literarios con los que se encuentra en realidad el autor, que siguen siendo los mismos para cualquier escritor que intente adentrarse en el género erótico. “Imaginaba, ciertamente, que usted ya estaría saciada y cansada con la uniformidad de aventuras y expresiones que son inseparables de un tema de este tipo. (…) No puede escaparse de repetir las mismas imágenes, las mismas figuras y las mismas expresiones, (…) En el medio templado por el buen gusto, entre la repulsión de las expresiones vulgares, burdas y groseras y la ridiculez de metáforas y circunloquios afectados, es sensible tener que hacer mis confesiones”.

Cleland coincide con un comentario que me hizo alguna vez el gran editor, profesor y crítico Enrique Pezzoni: “La pornografía se parece al patinaje sobre hielo”, decía Pezzoni. “Al principio parece muy divertido, pero después te das cuenta de que siempre se repiten las mismas figuras”.

¿Cómo sortea Steimberg el doble problema de la monotonía y el lenguaje? De una manera exquisita: por una parte, y en cuanto a las acciones, parodiando de forma infinitamente divertida las clásicas novelitas porno que deleitaron a su generación: el monasterio de monjes perversos, el mozo del establo en su mísero jergón, la desenfrenada y escultural Amatista y su pícara Mariolina, el caballero del monóculo. Tanto como los personajes, los diversos paisajes y escenarios (el falso monasterio, los campos con caballos, villorrios, jardines, confiterías, oficinas secretas) así como las situaciones y la opulencia sensual de la protagonista forman parte de esa caricatura irresistiblemente cómica.

Pero por otra parte, en cuanto a las palabras, se trata de algo muy serio. “Sus palabras me deleitan tanto como su mano”, dice el doctor a su maestra, y ésta es una clave esencial de Amatista. Porque en el fondo este es un libro sobre el lenguaje. Sobre el placer mismo del relato y sobre las operaciones para refrenar, manipular y acelerar ese placer, ese pulso sensual que es la literatura. Aquí no hay trama ni la necesitamos: el punto es otro. El centro es el relato mismo, el efecto preciso del lenguaje moviendo la imaginación (del alumno y del lector). Dilatar la satisfacción, dilatar la evocación; narrar por narrar, por el placer de narrar.

La repetición de situaciones eróticas es importante para percibir las variaciones, que pueden ser leves, ligeras, apenas insinuadas. Un mínimo cambio de posición sexual, de diálogo, de contexto. El secreto está en el detalle. El ojo del alumno se va entrenando en percibir con paciencia cada sutil diferencia en el impacto que le causa la narración, tal como los lectores vamos aprendiendo con la novela. Lentamente, sin apuro, ejercitando la sensibilidad y disfrutando del viaje dulce y hormigueante, más que del clímax explosivo de la culminación, ya sea sexual o narrativa

La paleta léxica para hablar del sexo exhibe los distintos tonos, registros y texturas semánticas que explora la novela, llena de asentaderas, nalgas, vulvas, deliciosas cabalgatas, penes siempre erectos, cópula, soberbias tetas, espesas marañas sedosas y oscuras sobre el monte de Venus, miembros, botoncitos, falos, clítoris, y demás. Es interesante leer cómo los dos protagonistas de las lecciones, el doctor y la señora, mantienen un intercambio constante de disculpas por las palabras que usan, poniendo de relieve la autoconciencia de la novela en relación a su propio lenguaje, su propia escritura.

“Pierre fue despertando poco a poco y, cuando eyaculó (disculpe el lenguaje técnico, doctor)”

“Es bueno que sepa que este capítulo es largo y da para dos o tres pajas bien aprovechadas, disculpe el lenguaje directo…”

“Y yo estoy lubricada, doctor; disculpe el vocabulario de taller mecánico…”

“Si le parece bien, señora, me gustaría hacérselo con la lengua. Sí, me encantará chuparla, señora, y perdone el lenguaje directo.”

“Está perdonado, y me parece bien que lo use; hasta el argot es permisible y divertido en estos casos, pero recuerde que sólo podemos hablar en español universal. (…) Quiero darle un ejemplo de uso incorrecto de lenguaje para ilustrar lo que le decía hace un momento.”

Por supuesto, se incluye la reflexión sobre el propio relato erótico. “Lamento, doctor, que el final me haya salido como el relato de un partido de fútbol. A veces salen así los relatos de la culminación de los coitos. Disculpe también que Amatista y Pierre no hayan tenido un final sincrónico, pero eso rara vez sucede. El que culmina segundo se hace la paja y a otra cosa.”

En el centro de la educación erótica, está literalmente el lenguaje. El deleite, el efecto, el impacto, el placer de la mínima variación lexical. “En lo que respecta a la manipulación de los pechos, la palabra clave es suavidad. Recuerde estas palabras: roce, roce leve, rozar levemente, oprimir suavemente, amasar suavemente. O más adelante:“Ahora que dice usted apetecibles, recuerdo que al vocabulario de hoy debo agregar lamer, chupar (ya sabe usted que este verbo hay que usarlo con precauciones, porque es muy violento)”. La maestra va enseñándole léxico a su alumno doctor. Se refiere, por ejemplo, a “la desaconsejable práctica de usar localismos para referirse a las cosas sexuales”, una práctica nada desaconsejable en una situación real, pero sí en una novela que pretende ganar un concurso en otro país de habla hispana.

“Qué bien suena la palabra clítoris. Es una palabra elegante y acuática. La sílaba cli al comienzo de la palabra es un acierto colosal. Cli. Cli. Podríamos usarla como diminutivo, como sobrenombre cariñoso para esa parte del cuerpo de una mujer. Pero el nombre entero me deleita, la palabra clítoris. Podría ser un nombre de mujer.”

El lector avezado (y avisado) tiene derecho a preguntarse si no serán las dificultades de la traducción las que provocaron el horror y la censura que impulsaron la prohibición de Amatista en Corea del Sur. En efecto, Amatista fue traducida al alemán y al coreano. En Alemania circuló sin problemas, tuvo incluso varias ediciones. Pero en Seúl no solo quedó vedada la comercialización del libro a causa de “la descripción expresa y provocativa de los actos sexuales”, sino que incluso se clausuró la editorial que se atrevió a publicar semejante libro. Alicia Steimberg estaba casi feliz: pocos escritores argentinos, comentaba muy divertida, pueden darse el lujo de contar que han sido censurados en el extranjero.

Cómica, erótica, absurda, surrealista, maravillosamente entretenida, Amatista seguirá haciendo las delicias de sus afanosos lectores. Que estarán siempre agradecidos a Hugo Benjamínpor haberla despertado, con el beso prohibido y no consensuado del príncipe a Blancanieves.

Ana María Shua

1

Era un alfabeto de letras traslúcidas y cambiantes, con arabescos, proyectado en una pantalla. Lo seguí letra a letra, perdiéndome en los arabescos como en caminos largamente olvidados, hasta llegar a la U. Dentro de la U había un nido forrado de seda de color rosa, recortado del vestido de una mujer con antifaz. Era un alfabeto de mayúsculas, como las que aparecen al comienzo de cada capítulo en los viejos libros de cuentos; la R podría haber sido tomada del artículo correspondiente a Rinoceronte en una antigua enciclopedia.

El rinoceronte es un animal pequeño, de bronce, que vive en un estante de la biblioteca, y señala el lugar donde están los autores rusos que construyen personajes con la niebla.

Escuche, doctor, que hasta un hombre de mundo como usted necesita a veces que le cuenten historias. Siéntese en ese sillón, en el rincón soleado junto a la ventana, y, sin perder nada de su circunspección, desabotónese la bragueta y acaríciese suavemente mientras me escucha. Amatista estará de espaldas a usted, mirándose en el espejo, para que pueda verla por delante y por detrás, y yo, desde mi lugar, en el ángulo opuesto de la habitación, también podré verlo a usted en el espejo, perfectamente trajeado y con el miembro en la mano.

Ahora olvide el contrato matrimonial y eche a andar por los caminos donde la nieve se funde con el barro y no se sabe a qué profundidad está el fondo. Dese vuelta, doctor leguleyo pleitero, que todo lo dice bien y les da tanto valor a las palabras, y le haré un enema de agua de rosas. No se resista, no presente un escrito, no me prometa que va a buscar el expediente, solo dese vuelta y bájese los pantalones.

Afuera hace frío porque es invierno en Buenos Aires, pero en este cuarto hace calorcito porque a la tarde da el sol.

Da el sol, resplandece y después se apaga como un fuego artificial, pero ahora da el sol y usted se siente a gusto porque sabe que después del enema de agua de rosas le voy a meter una cereza grande en el culo. Siga manipulando su miembro, despacito, mientras Amatista acaricia sus pezones delante del espejo. Y ahora, doctor, guarde un instante el miembro, abotónese la bragueta y aproxímese a la mesita para servir dos vasos de whisky. Un velo dorado sobre el hielo.

Amatista acariciaba el rostro y los cabellos de Pierre y decía palabras dulces como la miel. Decía “alfabeto”, y su lengua buscaba la lengua de Pierre. Los pezones están erguidos, el interior de la vagina húmedo. Ahora vuelva al sillón junto a la ventana y acaríciese con su mano. Amatista se quita los zapatos y los calzones y se masturba. Mientras se masturba piensa que desabotona la bragueta de Pierre, el muchacho del establo. Sus dedos recorren los carnosos pétalos laterales y el botoncito rosa, resbalando en la tibia humedad. Son solo palabras, si es solo la palabra “palabra”. El erotismo es frágil como un lirio, es una jugada magistral en un tablero complicado. El don del cielo desciende sobre los cuerpos, las miradas, las palabras, mientras todas las piezas defienden celosamente su lugar. Después los pequeños peones crecen, se convierten en torres y caballos, la dama se aja, el rey envejece, el alfil pierde la fe. ¡Y adiós dulces humedades y olor a pan recién horneado! Solo queda un lirio marchito a la orilla de un arroyo seco.

¿Otro velo dorado en el fondo del vaso? El pene está erecto, los pezones están erguidos y el interior de la vagina húmedo. No pueden compararse los dátiles de Tierra Santa con otra cosa que con los dátiles de Tierra Santa. Si no, ¿cómo sabría usted que los dedos que lo tocan son mis dedos? ¿Qué la que busca su lengua es mi lengua? Ahora estamos en un mundo de dedos y labios y palabras. ¿Qué piensa mientras lo acaricio con mi mano?

Vamos a andar por un camino. Su brazo rodea mis hombros, mi brazo rodea su cintura. Atrás quedó la letra muerta. El pasto tiene la savia de la vida, la vida corta, claro, la vida efímera. Vamos a la funeraria a encargar un cajón para enterrar al rinoceronte de bronce. ¿Este le parece bien?

—No, es muy costoso.

—Hay dos calidades más. Este es barato, pero noble. Este es el más barato de todos.

—¿Por qué no elegir el más barato?

—El más barato tiene inconvenientes. Puede dejar salir humores del difunto.

—Comprendo entonces, aunque sea a crédito, el de calidad intermedia. No quiero que se escapen los humores del difunto.

Ahora volvamos, doctor, a la tibieza del cuarto, a su sillón junto a la ventana. Veo que ha encanecido, le quedan muy bien las canas enmarcando el rostro joven; no, nada de aflojarse la corbata, me encantan los caballeros bien vestidos con la bragueta abotonada y el miembro en la mano.

Amatista acaricia el húmedo interior de la rosa y piensa que desabotona la bragueta de Pierre y toca su pene erecto, se toca los pechos incipientes, acérquese, doctor, haga resbalar la yema del dedo por los pétalos y el botoncito mientras con la otra maño empuña firmemente su miembro. Un águila con manos humanas entra por la ventana y levanta a Amatista en el aire, puede caerse, pero no, no se caerá porque unas cabras con manos humanas la sostienen por las nalgas, todos levitan, ahora Amatista está suspendida en el aire.

Atardece. Amatista está en el jardín, puede verla, doctor, si se asoma por la ventana. Ahora se cuelga de una rama y se columpia con las piernas separadas, no olvide que se ha quitado el calzón. Tiene pechos redondos y firmes y una sedosa maraña en el monte de Venus. Pierre la mira columpiarse, con el miembro en la mano. Amatista se descuelga de la rama y se sienta en la hierba.

—Muéstrame cómo lo haces —le dice a Pierre.

Pierre forma un anillo con el dedo índice y el pulgar y hace pasar por allí su bonito pene; Amatista lo mira, arrobada, mientras frota rítmicamente su botoncito. Amatista niña, que ha estado mirando todo, se acerca a Amatista grande y a Pierre.

—Deja que yo te lo haga —propone alegremente a Pierre.

—Quieta, Amatista —regaña Amatista grande—. No eres más que una niña.