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Analectas (también conocido como Lunyu) es una recopilación de enseñanzas, dichos y conversaciones del filósofo chino Confucio con sus discípulos, así como de relatos sobre su vida y sus ideas fundamentales. Este texto, compilado por sus seguidores tras su muerte, constituye una de las obras centrales del confucianismo. A través de breves pasajes, el libro aborda temas como la ética personal, el gobierno justo, la importancia de la educación, la piedad filial, y la búsqueda de la virtud (rén). Confucio expone su visión de una sociedad armónica basada en el respeto por la tradición, el deber moral y el cultivo del carácter.
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Seitenzahl: 79
Veröffentlichungsjahr: 2025
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La Colección Clásicos Libres está destinada a la difusión de traducciones inéditas de grandes títulos de la literatura universal, con libros que han marcado la historia del pensamiento, el arte y la narrativa.
Entre sus publicaciones más recientes destacan: Meditaciones, de Marco Aurelio; La ciudad de las damas, de Christine de Pizan; Fouché: el genio tenebroso, de Stefan Zweig; El Gatopardo, de Giuseppe di Lampedusa; El diario de Ana Frank; El arte de amar, de Ovidio; Analectas, de Confucio; El Gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald; El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, entre otras...
Confucio
analectas
© Del texto:Confucio
© De la traducción: Eméritos Fuentes
© Ed. Perelló, SL, 2025
Calle de la Milagrosa Nº 26, Bajo
46009 - Valencia
Tlf. (+34) 644 79 79 83
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I
El arte de gobernar
La definición de un buen gobierno
Tzu Kung pidió la definición de un buen gobierno. El Maestro contestó:
—Consiste en proveer a los súbditos de lo suficiente para comer, en tener bastantes soldados para guardar el Estado y en saber ganar la confianza del pueblo.
—Y si una de estas cosas debiera sacrificarse, ¿cuál sería?
El Maestro replicó:
—Los soldados.
—Y si uno de los dos restantes debiera sacrificarse, ¿cuál sería?
El Maestro dijo:
—La comida. Pues has de saber que desde el principio de los tiempos los hombres han tenido que morir, pero sin la confianza del pueblo, ningún gobierno puede sostenerse en el poder.
* * * * * *
Ching, Duque del Estado de Ch’i, preguntó a Confucio el secreto del arte de gobernar.
Confucio respondió:
—Que el soberano cumpla su deber como soberano, el súbdito como súbdito, el padre como padre y el hijo como hijo.
—Buena es la respuesta —replicó el Duque—, porque a no ser que soberano, súbdito, padre e hijo, cumplan sus respectivos deberes, por mucho grano que haya en la tierra, no podrán cosechar ni uno solo.
* * * * * *
Chi K’ang Tzu pidió a Confucio consejo sobre el asunto del gobierno.
Confucio replicó:
—Gobernar es tener rectitud. Si conduces al pueblo rectamente, ¿cuál de tus súbditos osará salirse de la línea?
Resortes de gobierno
El Duque Aí preguntó una vez:
—¿Qué haré para contentar a mi pueblo?
Confucio respondió:
—Encumbra a los buenos y despide a los malos; así tu pueblo estará contento y tranquilo.
Si encumbras a los malos y despides a los buenos, el pueblo estará descontento.
* * * * * *
Chi Kang Tzu preguntó cómo enseñaría a su pueblo a ser respetuoso y leal, y a dejarse guiar por el sendero de la virtud.
El Maestro contestó:
—Condúcete dignamente con tus súbditos y te conquistarás su respeto, sé un buen hijo y un excelente príncipe y tus súbditos serán leales, premia al mérito, instruye a los ignorantes y tus súbditos se sentirán animados a seguir la senda de la virtud.
Las nueve cualidades
Tzu Chang preguntó a Confucio, diciendo:
—¿Qué es lo más esencial de un buen gobierno?
El Maestro respondió:
—Estima las cinco cosas más excelentes y suprime las cuatro más abominables; entonces serás apto para gobernar.
Tzu Chang preguntó:
—¿Cuáles son las cinco cosas más excelentes?
El Maestro respondió:
—El gobernante sabio y bueno, es benévolo, sin malgastar el tesoro; lanza impuestos sobre el pueblo, sin provocar quejas; tiene deseos, sin ser ambicioso; es sereno, sin ser orgulloso; inspira temor, sin ser feroz.
—¿Qué quiere decir esto: “Es benévolo sin malgastar el tesoro”?
—Significa que al imponer cargas financieras, escoge el tiempo oportuno y los medios necesarios, y nadie se queja.
Desea el bien y lo obtiene, ¿cómo puede ser llamado codicioso? El gobernante bueno y sabio nunca se permite ser negligente, aunque tenga que gobernar a muchos hombres y llevar múltiples asuntos. ¿No es esto severidad sin orgullo?
Tiene su corona y manto real bien ceñidos, ostenta dignidad en su mirada, así que su gravedad inspira respeto a todos los que le rodean. ¿No es de este modo temido, sin ser feroz?
Tzu Chang preguntó entonces:
—¿Cuáles son las cuatro peores cosas?
El Maestro dijo:
—La crueldad, dejar al pueblo en su natural ignorancia, y condenarlo a muerte por obrar mal. La opresión, obligarle a cumplir inmediatamente sus mandatos sin previo aviso. La inhumanidad, dar órdenes vagamente y exigir un cumplimiento exacto. La mezquindad, regatear al conceder recompensas a los que son dignos de ellas.
Oligarquía
Puede hacerse seguir a un pueblo determinada ruta, pero no se le puede hacer saber el por qué.
Gobernar en la sombra
Alguien, dirigiéndose a Confucio, le dijo:
—¿Por qué, Señor, no tomáis parte en el gobierno?
El Maestro respondió:
—¿Qué dice el Libro de la Historia acerca de la piedad filial?
Dice lo siguiente: “Cumple tu deber como hijo y hermano, y estas cualidades se dejarán sentir en el gobierno”.
Entonces, esto equivale a tomar parte en el gobierno. El desempeñar un cargo público no debe considerarse esencial, pues, para tomar parte en el gobierno.
Virtudes del gobernante
El Maestro dijo:
—El que gobierna un país de mil carruajes, debe prestar suma atención a los asuntos que le están encomendados. Debe poseer honradez, economía y caridad, y no debe abusar del pueblo.
El legislador justo es como la Estrella Polar, que permanece inmóvil, mientras todas las demás le rinden homenaje.
Un pueblo gobernado despóticamente y en el que se mantiene el orden por medio de castigos, puede evitar la infracción de la ley pero perderá su sentido moral.
Un pueblo gobernado por la virtud y mantenido en orden por la ley interior del propio dominio, conservará su sentido moral y progresará en el bien.
Consultas sobre gobierno
Chi K’ang Tzu, viéndose acosado por ladrones, pidió a Confucio consejo.
Confucio contestó diciendo:
—Señor, si podéis libraros de vuestra propia avidez, no habrá más robos, aunque ofrezcan recompensa por robar.
* * * * * *
Chi K’ang Tzu consultó a Confucio sobre un asunto de gobierno:
—¿No debiera matar a los que faltan a la ley, para afirmar el orden? ¿Qué opinas?
Confucio replicó:
—Señor, ¿qué necesidad hay de establecer la pena de muerte en su sistema de gobierno?
Si mostráis sincero deseo de ser bueno, vuestro pueblo será también bueno.
La virtud del príncipe es como el viento; la del pueblo, como la hierba.
La naturaleza de la hierba la hace inclinarse cuando el viento sopla.
* * * * * *
Tzu Lu pidió una indicación sobre el arte de gobernar. El Maestro contestó:
—Dirige bien y da ejemplo de un trabajo diligente.
Preguntado más explícitamente, añadió:
Sé paciente y sin descanso.
* * * * * *
Chung Kung, siendo Primer Ministro en la tribu de Chi, le pidió consejo para gobernar.
El Maestro le dijo:
—Considera tu obligación emplear a tus subordinados, no tengas en cuenta sus pequeñas faltas, eleva a los que sean capaces y dignos.
—Pero, ¿cómo voy a saber los que son dignos? —dijo Chung Kung.
—Eleva a los que conoces —fue la respuesta—. En cuanto a los que no conoces —añadió—, pronto serán sus reclamaciones traídas ante ti por otros.
La virtud de los políticos
Tzu Chang habló diciendo:
—El Primer Ministro Tzu Wen desempeñó este cargo tres veces, pero no mostró gozo; lo perdió tres veces, pero no se entristeció. Cuando cesó de ser Primer Ministro, explicó cuidadosamente la situación política a su sucesor. ¿Qué pensáis de él?
El Maestro dijo:
—Fue leal y concienzudo.
—¿No tenía el más alto grado de la virtud moral? —insistió Tzu Chang.
—Esto no lo sé. ¿Cómo puede uno juzgar de su virtud moral?
Tzu Chang continuó:
—Cuando Ts’ui Tzu mató al Príncipe de Ch’i, Ch’en Wen Tzu, aunque en posesión de diez parejas de caballos de guerra, olvidó su riqueza y volvió a la montaña.
Habiendo llegado a otro Estado, dijo: “Aquí son tan malos como nuestro Primer Ministro Ts’ui Tzu”, y se marchó.
Y repitió lo mismo, cada vez que llegó a otro nuevo Estado.
¿Cuál es vuestra opinión respecto de él?
El Maestro dijo:
—Era puro e incorruptible.
—¿No tenía el más alto grado de virtud?
—No lo puedo asegurar. ¿Cómo se puede juzgar esto?
Reformas
Tzu Lu dijo:
—El Príncipe de Wei os espera, Señor, para tomar las riendas del gobierno. ¿Cuál será la primera reforma que introduciréis?
El Maestro respondió:
—Empezaré definiendo los términos y empleándolos exactamente.
—Ciertamente —exclamó Tzu Lu—. Pero, ¿cómo podréis gobernar bien de una manera tan casuística?
El Maestro respondió:
—¡Qué poco discernimiento tienes, Yu! El sabio siempre reserva su juicio en asuntos que no comprende.
Si los términos no se definen con precisión, las palabras no armonizarán con las cosas.
Si las palabras no armonizan con las cosas, los asuntos públicos quedan abandonados, el orden y la armonía, no florecen, la ley y la justicia, no realizan sus fines, y el pueblo no puede progresar ni desenvolverse.
Por tanto, el sabio hace definiciones para regular sus palabras y pronuncia palabras para regular sus acciones.
Cuestiones políticas
Fan Ch’ih quiso que le enseñara el arte de cultivar la tierra.
El Maestro dijo:
—Cualquier labrador te puede enseñar eso mejor.
Al marcharse Fan Ch’ih, el Maestro dijo:
—¡Qué mente más estrecha!
Si el gobernante tiene modestia y dominio de sí mismo, no será su pueblo irreverente.
Si el gobernante ama la justicia y el deber, su pueblo no osará faltar a la ley.
Si el gobernante ama la sinceridad y buena fe, el pueblo no será tardío en corresponder.
Teniendo tales cualidades, el pueblo correrá hacia él de todas partes con sus niños atados a la espalda.
¿Para qué necesita el arte de cultivar la tierra?
* * * * * *
El Maestro dijo:
—Si el gobernante es recto, sus súbditos cumplirán con su deber sin obligarles; si no lo es, no obedecerán aunque se lo manden.
* * * * * *