Biblia y Teología Hoy (Septiembre-2022) - Oscar García-Johnson - E-Book

Biblia y Teología Hoy (Septiembre-2022) E-Book

Oscar García-Johnson

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Beschreibung

Una de las características de la teología es su dinamismo; hecho que obliga tanto a los que la hacen como a los que la estudian a estar al día. Los primeros tienen la responsabilidad de actualizarla y ponerla en el contexto social de los destinatarios y los segundos a actualizarse constantemente. Esta segunda entrega de Biblia y Teología Hoy nos ofrece cuatro extraordinarios artículos con temas teológicos, filosóficos y prácticos para la Iglesia: Fe en busca de tierra: una teología de la tierra desde los desposeídos; Discipulado y liturgia; Hacia una nueva escuela de la historia de la fe. Teoría y metodología para escribir la historia; Las iglesias cristianas evangélicas ante los desafíos de la nueva normalidad. Guardan estre sí un perfecto balance temático que será una importante contribución para la Iglesia y la sociedad en general.

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Biblia y Teología Hoy.

Revista teológica Iberoamericana

www.bibliayteologiahoy.com

Suscripciones:

[email protected]

Presidente:

Raúl Zaldívar

Consejo editorial:

Raúl Zaldívar

Alfonso Ropero

Miguel Álvarez

Samuel Pérez Millos

Eliseo Casal

Coordinación y edición:

Anna Romero García

[email protected]

Producida por:

Editorial CLIE

Sociedad Bíblica de España

Papiro 52

Biblia y Teología Hoy

EDITORIAL CLIE

c/ Ferrocarril, 8

08232 Viladecavalls

Barcelona, España

Publicado por CLIE © 2021 Editorial CLIE.

Las opiniones expresadas por los autores en los artículos y reseñas son de su exclusiva responsabilidad.

Para mayor información consulte nuestra página de Internet en:

https://www.bibliayteologiahoy.com/

ISBN: 978-84-19055-21-7

eISBN: 978-84-19055-22-4

Diseño de portada: Latido Creativo

Realización eBook: produccioneditorial.com

Índice

Portada

Créditos

Presentación de Biblia y Teología Hoy. Revista teológica Iberoamericana

1. Fe en busca de tierra: una teología de la tierra desde los desposeídos

2. Discipulado y liturgia

3. Hacia una nueva escuela de la historia de la fe. Teoría y metodología para escribir la historia

4. Las iglesias cristianas evangélicas ante los desafíos de la nueva normalidad

PRESENTACIÓN DE BIBLIA Y TEOLOGÍA HOY REVISTA TEOLÓGICA IBEROAMERICANA

Tenemos en este número un mosaico de temas que hacen honor al nombre de la revista: Biblia y teología hoy. Los autores representan diferentes herencias denominacionales así como una cultura única. Oscar García-Johnson es un hondureño viviendo en la diáspora, un profesor del Seminario Teológico de Fuller quien nos escribe un excelente artículo sobre un muy poco trabajado tema: Fe en busca de tierra: una teología de la tierra desde los desposeídos. Este es un trabajo magistral y magisterial que no ahoga la denuncia profética contra la injusticia, la indiferencia de los poderosos ante los desposeídos, los marginados, los asimilados por sistemas infames que los esclavizaron desde siempre. García-Johnson escribe en el contexto de un concepto mucho más amplio Teología del nuevo mundo.

El segundo autor es el profesor español Cristian Giordano Q. quien escribe para los pastores de habla castellana un tema siempre pertinente: Discipulado y liturgia. El profesor Giordano hace una exposición impecable del tema. Nos dice que el nuevo discipulado del siglo XXI debe ser una caminata vital y debe contribuir a crear una identidad sólida. Asimismo, aboga por la renovación de la liturgia, considerándola la cara comunitaria del discipulado, de tal modo que haga realidad la presencia de Cristo e interiorice significados útiles para todos los ámbitos de la vida. Un tema de teología práctica abordado por un académico de alto nivel que será de gran utilidad para la iglesia.

El tercer escritor es de origen puertorriqueño, Samuel David Pagán, el historiador, quien escribió: Hacia una nueva escuela de la historia de la fe. Teoría y metodología para escribir la historia. El profesor Pagán vive en los Estados Unidos y es un pastor de la Iglesia de Dios así como presidente de un seminario en San Agustín, Florida. En esta investigación el profesor Pagán nos plantea la necesidad para desarrollar una conciencia histórica con responsabilidad social y una metodología integral armonizando elementos científicos y teológicos en la escritura y articulación de una nueva historia de la fe.

Para terminar tenemos al profesor Raúl E. Rocha del Seminario Internacional Teológico Bautista de Argentina, quien nos habla de un tema actual: Las iglesias cristianas evangélicas ante los desafíos de la nueva normalidad. Con este trabajo el profesor Rocha nos dice que la pandemia fue un fenómeno social que implicó grandes desafíos para las iglesias cristianas evangélicas. Para enfrentarlos, dichas instituciones religiosas tuvieron que aprovechar los aportes de la ciencia de la religión y, a partir de ellos, ofrecer una relevante respuesta desde una perspectiva bíblico-pastoral. Este es un artículo pospandemia que será de una gran utilidad para la iglesia.

En resumen, esta segunda entrega nos da cuatro extraordinarios artículos con temas teológicos, filosóficos y prácticos para la Iglesia y guardar así un perfecto balance temático que será una importante contribución para la Iglesia y la sociedad en general.

Raúl Zaldívar

Presidente del consejo editorial de Biblia y Teología Hoy

FE EN BUSCA DE TIERRA: UNA TEOLOGÍA DE LA TIERRA DESDE LOS DESPOSEÍDOS[1]

Oscar García-Johnson, PhD[*]

RESUMEN. El artículo identifica los procesos necesarios para desarticular una cartografía teológica colonizadora que ha operado por cinco siglos transformando potencias coloniales en terratenientes globales y pueblos conquistados en gente desposeída alrededor del mundo. El artículo también identifica elementos innovadores para articular una teología originaria desde los desposeídos que llamo transamericanidad. Usando la teología cristiana, la interpretación bíblica y la descolonialidad, la transamericanidad propone una serie de transformaciones epistémicas que recuperan la dignidad de las tierras y los pueblos de las Américas de una manera que hace posible la declaración zapatista: «Un mundo en el que quepan muchos mundos».

PALABRAS CLAVE: Doctrina del descubrimiento, ecología liberadora, de/poscolonialismo, herida colonial, retradicionar, soteriología, teología de la tierra, transformaciones epistémicas.

FAITH IN SEARCH OF LAND: A THEOLOGY OF THE LAND FROM THE DISPOSSESSED

Abstract. The essay identifies the necessary processes to disarticulate a colonizing theological cartography that for five centuries has operated transforming global colonial powers into landlords and conquered peoples into landless of the world. The essay also identifies the necessary elements to articulate an indigenous theology of the land-less that I call Trans-Americanity. Informed by theology, biblical interpretation, and decoloniality, Trans-Americanity offers a new epistemic transformation that uncovers the dignity of the lands and peoples of the Americas in a way that makes possible the Zapatista dictum: «A world in which many worlds fit».

INTRODUCCIÓN

El imaginario social de Europa fue transformado de manera singular ante dos eventos históricos: el descubrimiento de la ruta del Atlántico y el encuentro con las poblaciones, tierras y territorios del Abya Yala.[2] El primero puede catalogarse como un accidente cartográfico, mientras que el segundo se convirtió en un incidente geopolítico, epistémico y ontológico. En la primera sección de este ensayo documentaré cómo la imaginación cartográfica y política de Occidente, que acompañó y se desarrolló durante la conquista de América y sus relaciones coloniales subsecuentes, ha sido profunda y estratégicamente teológica.

Las transformaciones epistémicas que ocurrieron en el siglo XVI a través del llamado «descubrimiento del Nuevo Mundo» originaron una nueva forma de imaginarse e identificase con el mundo para un puñado de potencias europeas. En un acto sin precedentes en la historia mundial, en Europa reinos locales fueron transformados en propietarios globales mientras que, en el Abya Yala, reinos y civilizaciones indígenas locales fueron transformados en mano de obra global y pueblos sin tierra. Estas transformaciones informan las teologías de la tierra desarrolladas en el contexto de las Américas. La crisis global migratoria actual —la cual incluye migración forzada, exilio, deportación masiva, etc.— constituye un problema de quinientos años de edad relacionado con diseños globales construidos con una gran quimera política y económica, legitimados por teologías occidentalizantes de la tierra y justificados con interpretaciones ideológicas de la Biblia.

Ante esta primera transformación epistémica colonial, en la segunda sección de este ensayo propondré una nueva transformación epistémica descolonial con la intención de revelar (desencubrir) la dignidad de las tierras y gentes de lo que hoy llamamos las Américas. Introduciré, para este fin, el concepto de transamericanidad como una forma de imaginar «Un mundo donde quepan muchos mundos», como el dictamen zapatista sostiene.[3] Esta nueva imaginación cartográfica será respaldada por un marco teológico al cual llamo «transoccidentalidad». Argumentaré que, desde el primer día de la conquista europea y a través del establecimiento de varios actos coloniales, un imaginario transoccidental contestatario ha operado tanto epistémica como éticamente en ciertos sectores de las Américas, resultando en una estrategia de resistencia epistémica en un intento de interpretar y habitar mundos alternativos en la frontera de la geografía colonial/moderna del continente americano inventado. Lo que yo llamo fe en busca de tierra es un dispositivo epistémico de territorialización recurrente y con recorrido a través del tiempo y el espacio (homing device).[4]

Este dispositivo representa una búsqueda descolonial por transamericanidad, que opera tradicionando(un verbo) laPachamama (Madre Tierra) y la dignidad irrevocable de la subjetividad y corporeidad indígena (humanitas). Ambas categorías ontológicas del ser de Abya Yala fueron des-creadas por medio del orden y las relaciones coloniales europeas-anglo-americanas desde la época de la conquista, durante el orden colonial y a través de los procesos liberales y neoliberales de la modernización occidental.

EL DÍA ANTES DE QUE AMÉRICA SE CONVIRTIERA EN LA TIERRA DE ALGUIEN

La historia de la teología de la tierra americana se remonta al siglo XV; al 3 de mayo de 1493 para ser exactos. El papa Alejandro VI, natural de Valencia, emitió una bula papal titulada Inter Caetera, también conocida como bula de donación, en la cual asignaba a la corona española y portuguesa privilegios geográficos, políticos y jurídicos sobre territorios conocidos (y por conocer) de las Indias Occidentales y África. Inter Caetera informó el famoso y controversial Tratado de Tordesillas (1494), que en la actualidad podría servirnos como un estudio de caso sobre el origen de las leyes internacionales premodernas.

Así dicho, el 2 de mayo de 1493 podría ser declarado como el último día en que los territorios originarios del Abya Yala, las regiones de Anáhuac (Mesoamérica), Tahuantinsuyu (Sudamérica) y Ayiti (Caribe) eran inexistentes en la cartográfica de las potencias europeas del siglo XV. Dicho de otra manera, el 2 de mayo de 1493 fue el último día de libertad ecológica y cartográfica del Abya Yala, cuando todavía las Américas no eran propiedad de alguien.

Esta bula papal, junto con otros tratados posteriores, instrumentalizó el derecho de las potencias ibéricas a explorar y ocupar territorios no europeos considerados «incivilizados, semicivilizados, sin líderes y vacíos».[5] Inmediatamente después del descubrimiento europeo de la ruta del Atlántico, varios teólogos legales comenzaron a debatir la legitimidad de la conquista y la medida en que la iglesia podía apoyar jurídicamente el establecimiento del orden colonial en las Naciones Indias.

Sin embargo, el tono dominante del debate no giró en torno a la posible disolución de la conquista, como si las potencias ibéricas simplemente debieran retirarse de los territorios ocupados. De hecho, esta fue una ambición de algunos nativos americanos intelectuales del siglo XVI, como Guamán Poma de Ayala. Por lo tanto, la intención de los debates buscó proporcionar una base moral-teológica para hacer las paces con la idea de ocupación territorial y justificar la esclavitud como un sistema económico viable, mientras se evangelizaba a los «incivilizados».

Por un lado, vemos a teólogos legales como John Mair (Escocia) y Juan Ginés de Sepúlveda (España) afirmando que España tenía el «“derecho ordenado por Dios” de tomar posesión de las tierras recién descubiertas y explotar tanto las tierras como sus habitantes» basado en la percepción Europea de los indios como no cristianos, salvajes, bárbaros y caníbales.[6] Por otro lado, vemos en acción un género de teólogos protoactivistas de los derechos indígenas, como Antonio de Montesinos y Fray Bartolomé de Las Casas, en combinación con teólogos legales de la talla de Francisco de Vitoria, condenando «como inmorales las medidas colonizadoras de los españoles» y también, basado en el derecho natural de los indígenas sobre los títulos de sus tierras, cuestionando la legitimidad de la conquista.[7]

Claramente esta idea de «títulos de la tierra» refleja el imaginario occidental europeo y no el de los indígenas del Abya Yala (Anáhuac, Tahuantinsuyu y Ayiti), para quienes la Madre Tierra no podía ser propiedad de nadie, como tampoco los cuerpos que la habitan y son habitados por ella. El hecho es que los argumentos europeos a favor de los derechos naturales de los indios a los títulos de propiedad de la tierra funcionaron retóricamente más que racionalmente, ya que la subjetividad y corporeidad indígena, lo cual se entendía como la esencia y calidad de humanidad (humanitas), fue puesta en tela de juicio.

El dilema para el cristianismo occidental en esta empresa histórica fue que Inter Caetera no solo otorgó a las potencias ibéricas derechos sobre territorios y pueblos, sino que también les impuso una «misión religiosa», según argumentan algunos críticos coloniales.[8] Esta comisión divina fue bifocal y abrió el camino para que la conquista europea inaugurara un «sistema de otredad cultural» a partir de la norma blanca masculina occidental europea, la cual hasta el día de hoy fundamenta las bases culturales, cognitivas, políticas, económicas, religiosas y tecnológicas del espacio global.[9]

LA IMAGINACIÓN CARTOGRÁFICA CRISTIANA DE OCCIDENTE Y LA INVENCIÓN DE AMÉRICA

La Inter Caetera (bula de donaciones), junto con otros documentos de la conquista basados en un imaginario teológico, moldeó y validó aún más la autoproyección de Europa como administradora de la tierra de Dios. Este imaginario teológico justificó la conquista europea, el orden colonial y la creación de los estados modernos. Una pregunta indispensable para proceder con nuestro argumento es: ¿cómo surgió este imaginario teológico y llegó al punto de dotar al máximo funcionario de la Iglesia católica (el papa Alejandro VI) con el poder de decretar un documento legal que otorga poder internacional a ciertas coronas europeas sobre porciones masivas de tierra e innumerables poblaciones del mundo no europeo? Responder a esta pregunta nos dará una perspectiva clara de lo que deseamos presentar como una teología de la tierra, a partir de los desposeídos de tierra en el contexto del Sur Global Americano (Abya Yala y las diásporas latinas).

En un intento por desarrollar una cristología africana desde una perspectiva poscolonial, los teólogos Victor I. Ezigbo (nigeriano) y Reggie L. Williams (afroamericano) emprenden un interesante proyecto teológico que nos concierne. Comienzan su trabajo cristológico en tono deconstructivo en conversación con Walter Mignolo, un destacado profesor de semiótica de la Universidad de Duke y teórico descolonial argentino. El simple hecho de contemplar este intercambio interdisciplinario e intercultural (de sur a sur) es un punto de inflexión para el discurso teológico moderno. Ezigbo y Williams argumentan que la «distorsión colonial del cristianismo» surgió del imperialismo cultural, que se basa en la relación desigual entre europeos y no europeos a lo largo de los siglos.

Es importante analizar cómo Ezigbo y Williams deciden usar las perspectivas críticas descoloniales de Mignolo para enmarcar teológicamente el hecho que la modernidad colonial dio origen al Cristo imperialista blanco. También es importante no solo por razones cristológicas o teológicas en general, sino por razones epistemológicas y éticas en la elaboración de los discursos teológicos en contextos de colonialidad global. Primero veamos lo más obvio: Mignolo ofrece una opción descolonial como una estrategia de autoubicación no eurocéntrica y que descentraliza la máquina epistémica del occidente moderno en la elaboración de discursos globales. Aplaudo y me uno a mis colegas de la diáspora africana/afroamericana en la tarea de elaborar teologías y reconstruir doctrinas de manera no eurocéntrica, con las herramientas de la opción descolonial.

Ezigbo y Williams elaboran sobre la obra de Mignolo, La idea de América Latina (2005) —la cual, a su vez, subsume críticamente la famosa obra de Edmundo O’Gorman, El proceso de la invención de América (1998)—, y destacan los mecanismos epistémicos mediante los cuales se construye el Cristo imperialista blanco y una serie de otras poblaciones y geografías ficticias (salvajes, bárbaros, incivilizados, Indias Occidentales, Nuevo Mundo, América Latina, Oriente, etc.). Todos estos personajes cobran vida como creaciones de la modernidad colonial. Cabe destacar los siguientes puntos:

Para el siglo XV ya existía, y era popular, la comprensión cartográfico-teológica del mundo dividido en tres partes: África, Europa y Asia, gracias a Agustín de Hipona (Ciudad de Dios) y algunas tradiciones bíblicas del cristianismo temprano.Los cartógrafos españoles de la época adoptaron el entendimiento de que las tres partes del mundo correspondían a los tres hijos de Noé: Sem (Asia), Cam (África) y Jafet (Europa).[10]Las categorías étnico-raciales se fueron acumulando en el imaginario teológico de la Europa premoderna antes de que se incrustaran en la cultura, la economía y la política al retratar: Jafet como un pueblo colectivo destinado a «expandirse en tierras no europeas, subyugar a los habitantes y asimilarlos a la imaginación cristiana europea».[11]La narrativa de la maldición de Cam en la que «las personas de color, típicamente descendientes de africanos, están destinadas a ser subyugadas (por Jafet)».[12]Después del siglo XVI (Mignolo), durante y después del orden colonial, la geopolítica de raza y etnicidad se naturalizó en los territorios coloniales. El supersesionismo (Europa autoimaginada como el nuevo pueblo elegido de Dios) construido desde los primeros tiempos cristianos llegó a ocupar un lugar dentro de las categorías colonial/moderno.«La narrativa cristiana de los continentes racialmente divididos» participó en la creación de un «Cristo (blanco) imperialista» que, a su vez, legitimó la subyugación de los africanos, los americanos originarios (como yo llamo a los pueblos originarios del Abya Yala y la Primeras Naciones) y los no europeos en general. «Europa se convirtió en un proceso que creó personas, inventándolas (…) como salvajes».[13]

En muchos sentidos, Ezigbo y Williams emprenden una trayectoria similar a la que yo hago en mi propio trabajo.[14] Pero también hay diferencias importantes. Doy un giro más allá de Ezigbo y Williams sobre las suposiciones de que (1) la colonialidad ha distorsionado la teología cristiana occidental, y (2) podemos o debemos «convertir» construcciones teológicas distorsionadas como el «Cristo colonialista». Sobre lo primero afirmo (con otros pensadores descoloniales como el propio Mignolo) que la teología cristiana normativa en Occidente ha estado implicada en la construcción tanto de la lógica de la colonialidad como de la retórica de la modernidad. La colonialidad ha sido teológica tanto como la teología ha sido colonial, por lo tanto, la teología cristiana no es algo afectado por una fuerza externa que podríamos llamar colonialidad. La operación es interna. En resumen, no hay modernidad colonial sin una teología cristiana occidentalizadora. La llamada «distorsión cristológica» forma parte del autoposicionamiento epistémico y ético del cristianismo como fenómeno occidental, que a su vez construye la colonialidad y la modernidad desde el siglo XVI. Esto último lo he desarrollado sustancialmente en otro lugar, pero continuaré haciéndolo aquí sobre la base de una teología de la tierra, desde los desposeídos. Ambos elementos endémicos de la colonización europea, la herida colonial y la cristología occidental, están íntimamente relacionados con la abstracción o desencarnación de la tierra (Pachamama) y la dignidad humana (humanitas) en los pueblos y tierras de las Américas. Entonces, una teología de la tierra, concebida de otra manera, requeriría de una reoriginación sobre la base de una pneumatología descolonial. Esta será nuestra elaboración final. Por ahora, revisemos mis hallazgos sobre la cristología colonial y sus implicaciones en el desarrollo de las teologías de la tierra en las Américas hasta nuestra época.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA TEOLOGÍA DE LOS TERRATENIENTES Y LOS SIN TIERRA

Las cartografías teológicas europeas, conducentes a la conquista y a la subsecuente colonialidad en las Américas, encontraron una expresión concreta en la construcción ficticia de otra tierra. En el caso de las Américas, esta otra tierra llegó a ser inventada en una serie de actos geopolíticos: las Indias Occidentales, el Nuevo Mundo, América (continente), América Latina y América (narrativa nacional estadounidense). La teología de la tierra, en las Américas, comienza entonces con la narrativa de tierras y pueblos inventados en una serie de actos epistémicos sucesivos. En palabras de Walter Mignolo: «América no era una entidad existente esperando ser descubierta. Fue inventada, cartografiada, apropiada y explotada bajo el estandarte de la misión cristiana».[15]

La «misión cristiana» a la que se refiere esta cita no debe confundirse con el «cristianismo universal», como si tal realidad existiera históricamente más allá de la retórica de la cristiandad y el imperialismo cultural. El cristianismo siempre ha sido experimentado, desarrollado y transmitido como expresión local de la fe encarnada. Para decirlo como el teólogo sistemático cubano-americano Orlando Espín: «Los cristianos creen un cristianismo que es lo que creen que es el cristianismo. (…) El cristianismo no existe y nunca ha existido como una religión viva aparte de los cristianos».[16]

Recapitulando, la cartografía teológica que orientó el proyecto de conquista y los diversos actos coloniales ocurridos a partir del siglo XVI operó fundamentalmente como una máquina epistémica y ética. Como elaboro en Spirit Outside the Gate:

La naturaleza como realidad experiencial tomó un significado diferente para las culturas originarias: de la experiencia humana, de la existencia personal, se desprendió una contranarrativa de la Pachamama, la Madre Tierra, que, para los aymaras y quechuas, en contraste con Occidente, no tenía una distinción significativa de la cultura [como substancia diferenciada] y fue (todavía es) experimentada como [vida] una fuerza unificadora de la existencia. Una segunda transformación epistémica que tuvo lugar, con consecuencias económicas y sociales, es que los indios y los africanos [y cualquier persona de la América Latina moderna más tarde], como señala Leonardo Boff, se convirtieron en una fuerza de trabajo desechable: el combustible de una máquina de producción.[17]

Tenemos aquí una ética de conquista y extracción alimentada por una máquina epistémica que opera transformando a la Madre Tierra (Pachamama) y civilizaciones antiguas (africanos esclavizados y americanos originarios) en tierras explotables y fuerza de trabajo desechable, ambos fetiches soteriológicos de la cristiandad europea. En consecuencia, a través de múltiples actos epistémicos de transformación que ocurrieron en las Américas desde el siglo XVI, vemos que los reinos europeos locales se transforman en terratenientes globales, y los pueblos indígenas locales, en mano de obra global y pueblos sin tierra. Esta transformación epistémica, con ramificaciones ontológicas e históricas, define el carácter de la teología de la tierra en las Américas hasta ahora.

Mi investigación sobre la cristología colonial ha revelado cómo estas transformaciones tomaron forma específica en los espacios de poder y privilegio de los terratenientes coloniales y en los espacios de desposesión de las poblaciones indígenas y africanas de las Américas. Aunque está más allá del alcance de este ensayo elaborar de manera exhaustiva una teología del terrateniente y los desposeídos, basada en la cristología colonial, puedo ofrecer un marco referencial que resume mis investigaciones sobre el cual construir una comprensión básica de cómo veo la retórica soteriológica (cristología), siendo utilizada para la producción de un imaginario social que sigue sustentando dos visiones de la tierra y de los pueblos: terratenientes y desposeídos.[18]