Buen karma - Josep Lopez - E-Book

Buen karma E-Book

Josep Lopez

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Beschreibung

El karma nos enseña que uno recoge lo que siembra y que las buenas acciones atraen bondad a su vez. Esta energía metafísica se deriva de los actos de las personas y de las consecuencias de estos. Josep López muestra, en este libro, como trabajar esta poderosa energía cada día para mejorar las relaciones personales, los negocios y los proyectos futuros. A través de 77 buenas acciones, López enseña como atraer la buena fortuna para trabajar mejor el futuro.

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Seitenzahl: 197

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Josep Lopez

Buen karma

77 buenas acciones para alcanzar la plenitud espiritual

Saga

Buen karma

 

Copyright © 2010, 2022 Josep Lopez and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728044759

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Qué es eso del karma

Es muy probable que antes de leer el título de este libro hayas oído o leído en algún lugar la palabra karma. Desde hace dos o tres décadas, las religiones y la filosofía oriental han penetrado con fuerza en Occidente, llenando un hueco de espiritualidad que hasta hace poco era exclusiva de la religión católica. Es por eso que muchas prácticas, y sus términos asociados, se han convertido en habituales, al menos entre algunas personas, las más sensibles a la cultura oriental.

La palabra karma, de origen sánscrito (el sánscrito es una lengua clásica de la India), significa etimológicamente “acción”. Por eso, cuando hablamos de “buen karma” nos estamos refiriendo a las “buenas acciones”, y de forma más específica a las buenas acciones intencionadas.

Pero karma es algo más: es una energía invisible que se deriva de los actos de las personas y que pervive de una vida a otra, entendiendo que nuestra vida actual es sólo una de las múltiples reencarnaciones que todos experimentamos a lo largo de nuestra existencia espiritual. De hecho, esa energía se va transformando en cada encarnación en función de nuestros actos, que condicionan las futuras reencarnaciones.

En un sentido práctico, podría ser algo así como el debe y el haber en la cuenta de explotación de nuestra vida, entendiendo ésta no sólo como nuestra encarnación actual, sino como las diferentes encarnaciones hasta que alcanzamos la iluminación mediante nuestro perfeccionamiento.

En las siguientes páginas veremos cómo aplicar esta idea a nuestra vida cotidiana para lograr paz y serenidad, y en última instancia alcanzar la plenitud espiritual, pues la verdadera paz y felicidad, como sin duda ya sabrás, no se compra en los grandes almacenes: sólo se puede ganar creando un buen karma que alcance a todos los ámbitos de nuestra vida.

Qué NO es (mitos y malentendidos)

La ley del karma es una de las bases de las religiones dármicas, entre ellas el budismo y el induísmo. Sin embargo, su seguimiento no tiene necesariamente que ver con práctica religiosa de ningún tipo. De hecho, es natural, universal e inevitable, lo cual quiere decir que aunque no hayamos oído hablar de ella, o no la entendamos, nos afecta igualmente.

Como sucede con los conceptos e ideas que llegan a nosotros de forma indirecta, entremezcladas en frases cogidas al vuelo o leídas en alguna revista entre consejo y consejo para tu bienestar, el karma también es en ocasiones mal entendido en Occidente. A menudo se confunde con ideas similares, o incluso contrapuestas, como veremos a continuación.

Karma, por ejemplo, no es lo mismo que destino. Cuando alguien sufre una desgracia y otro dice: “Es su karma”, como si dijera “es su destino”, no está usando esta expresión de forma precisa. Según la ley del karma, no existe un destino escrito para cada uno de nosotros, no existe la fatalidad, es decir, algo que sucederá con independencia de nuestros actos. Existe el libre albedrío, que es la libertad de obrar por reflexión y elección.

También, según la ley del karma, existe la causalidad, es decir, las cosas que nos suceden en esta vida tienen una causa, a veces situada en nuestra vida actual y a veces en anteriores existencias carnales. Nada sucede porque sí, pero no porque esté escrito, sino porque todo es consecuencia de nuestras decisiones y acciones precedentes. No hay ninguna casualidad, por ejemplo, en el proceso del nacimiento: el alma que proyecta una nueva personalidad se encarna en el ambiente necesario para equilibrar su karma y promover su crecimiento. Aunque no sea consciente, es una elección.

Otro error común a la hora de considerar el karma es creer que opera como un especie de cuenta corriente espiritual, de modo que en un momento de nuestra vida podemos hacer muchos “depósitos” positivos y así tener “saldo” para cometer luego acciones negativas o perjudiciales para otros. Este es un pensamiento egoísta. En el karma no hay “saldo”, aunque sí algo parecido a un balance vital. Una mala acción no se justifica con muchas buenas acciones precedentes. De hecho, lo importante en la ley del karma no es actuar para salvar la propia alma, sino para llegar a entender profundamente que la vida de los demás es tan preciosa como la propia, y en consecuencia actuar de forma altruista por puro convencimiento.

Un poco de historia

Para muchas personas en Occidente la religión ha perdido gran parte de su significado y ha sido substituida por una visión más materialista del mundo. Así, nos entregamos en cuerpo y alma a logros materiales como tener una buena casa y un buen coche, o disfrutar de comidas pantagruélicas y placeres carnales de todo tipo. Es cierto que algunas de esas personas, después de comprobar el vacío que se esconde tras esos logros, se han lanzado a la búsqueda de una espiritualidad que les dé algunas de las respuestas que ni la religión ni el materialismo a ultranza les aportan. Tal vez una de esas personas eres tú, y tal vez tu interés en el karma y su aplicación para una vida más plena provengan de esa insatisfacción. Si es así, espero que este libro llegue a colmar, al menos en parte, esa expectativa.

Creo que es importante que sepas que las profundas y milenarias raíces del karma se alimentan en origen de la reflexión humana sobre los grandes temas de la vida y la muerte, sobre la trascendencia y el sentido final de la existencia. En Occidente es común aceptar que vivimos una sola vez, tras la cual morimos y, como mucho, nuestro espíritu disfruta de un estatus mejor o peor según haya sido nuestro comportamiento en vida. En Oriente, sin embargo, está mucho más enraizada la idea de la reencarnación, pues diferentes religiones la han ido introduciendo a lo largo de milenios en la psique colectiva de sus habitantes.

Aunque la historia está llena de mitos cuyo alcance real apenas es distinguible del metafórico, parece cierto que en la antigua India, antes de la aparición del hinduísmo, la gente vivía de acuerdo con unas escrituras divinas llamadas vedas. La raíz de esta palabra es vid, que significa “conocimiento”, y más en concreto “conocimiento espiritual”. Los vedas se transmitieron oralmente durante siglos y su contenido era considerado un regalo de los dioses a la humanidad. Ya en aquellas escrituras estaba contenida de alguna forma la idea del karma, que posteriormente se fue perfeccionando.

Tanto el hinduísmo como el budismo son religiones de origen védico (basadas en los vedas), pero cada una de ellas ha evolucionado de una forma diferente, de modo que divergen en algunos aspectos de su teoría y práctica. Por lo que respecta al karma, según los hindúes se trata de una ley de acciónreacción, es decir, a cada acción le corresponde una reacción igual y opuesta. El encargado de hacer cumplir esta ley es Iama Rash, que cuenta con la ayuda de sus sirvientes invisibles, los iama-dutas. El karma en el hinduísmo sería algo parecido al “ojo por ojo, diente por diente” de la Biblia, con la particularidad de que el castigo es aplicado por unas curiosas instancias divinas.

No es así en el budismo. La explicación del karma dentro de las doctrinas budistas es diferente. El karma no sería una ley que implicaría la existencia de dioses invisibles encargados de hacerla cumplir, sino una inercia natural. Según el budismo, la persona que se comporta de acuerdo con la ley del karma va tomando conciencia de que el mal, en cualquiera de sus expresiones, arrastra graves consecuencias tanto en la vida actual como en las futuras. El sufrimiento que se pueda experimentar en esta vida no debe dar lugar a un deseo de venganza, sino a lo contrario: a un aprendizaje de la compasión que conduzca al desarrollo de una vida más plena.

Cómo funciona el karma

El seguimiento de la ley del karma, sin embargo, no tiene necesariamente que ver con la práctica de una religión u otra. Sucede con ello como con el yoga o la meditación, cada vez más presentes en Occidente. En ninguno de estos casos es preciso convertirse a una religión ni seguir sus preceptos, pues son prácticas milenarias que funcionan con independencia de otras consideraciones o creencias. Se podría decir que la ley del karma es universal y nos afecta tanto si la conocemos como si no, tanto si somos conscientes de su efecto en nuestras vidas como si lo ignoramos.

Ahora bien, la idea del karma no puede separarse de la doctrina de la reencarnación ni se entendería sin ella. Si no creemos que vivimos varias vidas la idea del karma nos resultará incompatible con el hecho, por ejemplo, de que alguien que actúa con total crueldad en esta vida no reciba castigo en la misma; o con la circunstancia, bastante común, de que personas que han sido extraordinariamente generosas en este vida sufran enfermedades terribles o desgracias espantosas. ¿Cómo entender, por poner un ejemplo extremo, que un niño muera en una guerra o por una enfermedad si ni siquiera ha tenido tiempo en su vida actual de hacer daño a nadie? Sólo podemos aceptarlo, desde un punto de vista kármico, si aceptamos también que ese ser tuvo una mala actuación en alguna vida anterior.

Según esta creencia, después de cada muerte volvemos a encarnarnos en un cuerpo físico, hasta que finalmente alcanzamos la perfección gracias a nuestro trabajo en cada vida y dejamos de reencarnarnos (y por tanto de sufrir). Somos, por tanto, la suma de todas nuestras vidas, aunque por lo general sólo tenemos consciencia cada vez de la vida que estamos viviendo. Sólo algunos seres próximos a la iluminación son capaces de recordar vidas anteriores y sus acciones en ellas.

Los problemas de una vida anterior pueden aparecer, de diferentes formas, en nuestra vida actual. Así, si en otra vida fuimos avariciosos y nos olvidamos de compartir con los demás, en esta es posible que tengamos serios problemas con el dinero. Por contra, algunas personas que en esta vida parecen no tener problemas económicos de ningún tipo, como si el dinero les lloviera del cielo, es muy posible que hayan sido seres de extraordinaria generosidad en vidas anteriores.

En cualquier caso, lo que ya hemos hecho no se puede deshacer, de ahí que sea incorrecto un concepto utilizado con frecuencia como “limpiar el karma”. Podemos reconocer los errores cometidos y tratar de compensarlos, o remediar en lo posible situaciones creadas, pero no es posible actuar sobre nuestro pasado. Por eso, no hay forma de “limpiar” el karma del pasado. Si hemos hecho sufrir a alguien, es muy probable que nos toque sufrir en algún momento, de lo cual debemos aprender para seguir avanzando y crear un nuevo y mejor karma.

De alguna forma, la ley del karma también está relacionada con la ley de la atracción. Por un lado, si piensas en positivo, si deseas cosas positivas para ti y para los demás, también las atraes, pues estás creando buen karma y recoges los frutos. Por otra parte, y según la misma lógica, si no haces otra cosa que lamentarte de tus desgracias, lo que atraerás son más desgracias, algo que sin duda hemos experimentado muchas personas, bien en carne propia o en la de alguien próximo. Piensa un momento: ¿acaso no conoces a alguna persona que continuamente habla de sus desgracias y a la que, “casualmente”, no dejan de sucederle nuevas desgracias?

Es cierto que no siempre funciona la ley de la atracción (“lo semejante atrae a lo semejante”), pero desde la óptica de la ley del karma eso también tiene sentido: los pensamientos positivos podrían tener su recompensa en vidas posteriores y no en ésta, o bien no serían suficientes para compensar los pensamientos negativos de vidas anteriores, es decir, el mal karma que todavía arrastramos y que aún no hemos equilibrado lo suficiente.

Hay algo importante sobre el funcionamiento del karma que debes tener en cuenta. La tradición, especialmente la budista, considera que se puede obrar de pensamiento, palabra o acción. El karma mental sería el que creamos mediante los pensamientos; el karma verbal a través de las palabras; y el karma corporal mediante las acciones físicas. El primero, el mental, es el más importante, pues aunque sólo existe en nuestro interior, es el origen de los otros dos tipos de karma. Es decir, siempre pensamos antes de hablar o actuar, aunque sea muy brevemente, y esos pensamientos influyen en lo que decimos y hacemos, y en cómo lo decimos y hacemos.

Las acciones positivas son aquellas que previamente han sido reflexionadas y sopesadas, considerando sus posibles consecuencias. Para que una acción sea kármicamente completa, debe contemplar tres niveles: la motivación que la origina, la realización exitosa de la misma y la satisfacción posterior. Si sólo una de ellas se da, el “rendimiento” kármico es menor, tanto para una acción positiva como para una negativa. Con unos pocos ejemplos lo entenderás fácilmente. Si por descuido pisas un insecto y lamentas genuinamente haberlo hecho, no hay carga kármica, pues no existió intención ni satisfacción; en cambio, si lo chafas deliberadamente y encima te sientes satisfecho, entonces arrastrarás un mal karma por esa acción. Otro ejemplo: Si odias a alguien generarás mal karma, y más aún si lo insultas, y aún más si lo golpeas. Y otro, este en positivo: Si piensas en hacer una buena acción, como ayudar a un amigo, pero no la llevas a cabo, el karma positivo será mucho menor que si finalmente le ayudas. Tener buenas intenciones no es suficiente: debes transformar esas intenciones en acciones positivas: si quieres ser feliz, debes crear las causas para serlo.

Se podrían explicar muchas más cosas sobre el funcionamiento del karma, pero prefiero que las vayas descubriendo mediante la práctica de las 99 “buenas acciones” que te propongo más adelante. Y es que, como dejó dicho Confucio también hace siglos: “Me lo dijeron y lo olvidé, lo vi y lo entendí, lo hice y lo aprendí”.

La ley de causa-efecto

Hay multitud de dichos populares en Occidente que indirectamente nos hablan de la ley del karma, emparentada de alguna forma con la idea de pecado-castigo de la religión católica:

“Se recoge lo que se siembra”.

“De aquellos polvos estos lodos”.

“La avaricia rompe el saco”.

“Quien siembra vientos recoge tempestades”.

Esto da una idea de hasta qué punto está asimilada por la sociedad cierta idea de justicia divina o universal. Puedes creer o no en ello, pero sin duda es reconfortante la idea de un balance vital que vaya poniendo a cada persona en el sitio que le corresponde en función de sus actos. Según la ley del karma, lo que nos igual al final puede ser una intervención divina “justiciera”, según el hinduísmo, o bien la propia inercia de nuestra conducta, según el budismo. En ambos casos, somos nosotros con nuestra actuación los que estamos dando lugar continuamente a nuestro karma actual y futuro.

¿Y cómo creamos nuestro karma? Pues mediante la también llamada ley de causa-efecto (otra forma de denominar la ley del karma), consistente en que cada acción, pequeña o grande, significante o aparentemente insignificante, crea un resultado, es decir, da lugar a un fruto. La mayoría de nuestras acciones y sus consecuencias son complejas, y en ellas intervienen multitud de factores, no sólo de una vida sino de varias, que van formado una espesa red de relaciones. Es por eso que a menudo es difícil ver claramente cómo opera nuestro karma, pues carecemos de la perspectiva consciente de las vidas anteriores.

La ley de causa-efecto, o ley de la causalidad, opera de una forma sofisticada, más allá de axiomas simples como “las buenas acciones dan buenos frutos” o “las malas acciones generan sufrimiento”. Aunque estas afirmaciones son correctas, es importante entender que el karma actúa a lo largo de varios tiempos vitales. Así, lo que ahora nos puede parecer una injusticia vital, como que una buena persona muera de cáncer después de un largo sufrimiento, tiene sin duda una causa en algún lugar de su existencia, bien de la actual bien de las precedentes.

El sufrimiento kármico

Algunas personas creen que si el karma de alguien es sufrir no deben interferir, pues si le evitan el sufrimiento a esa persona le privarán también del aprendizaje que se desprende del mismo. Esta creencia es totalmente falsa. No es correcto pensar: “Es su karma que le esté pasando esto, no debo intervenir”, pues de la misma forma que un médico no deja a un paciente sin tratar, cualquier persona que vea a otra en apuros no debe dejar de ayudarla. Si la vida nos pone en la situación de ayudar a otras personas debemos aprovecharlo para generar buen karma, para nosotros y para el conjunto de la humanidad. Por tanto, si escuchas una llamada de auxilio, tu karma debe ser el de responder y ayudar. Haz todo lo que esté en tu mano para evitar el sufrimiento.

De hecho, todas las personas acumulamos, en esta y otras vidas, cierta dosis de mal karma que se traduce en sufrimiento. Nadie vive completamente libre de sufrimiento, pues el dolor es consustancial a la existencia. Ahora bien, podemos “compensar” en parte el mal karma acumulado en vidas anteriores. Para hacerlo, el primer paso es aceptar y entender que en algún momento nuestra conducta no fue la más adecuada y que ocasionó sufrimiento a alguien. No se trata de autoflagelarnos sin motivo, sino sencillamente de darnos cuenta de que como seres humanos de carne y hueso no somos perfectos y que por más que consideremos que nuestras intenciones actuales son las mejores, en algún momento no lo fueron.

El segundo paso es asumir la responsabilidad de nuestros actos pasados, sin culpar a nadie, así como de los actos presentes. De hecho, el momento presente es el único sobre el que realmente podemos intervenir, por lo que no debemos inhibirnos pensando en lo que pudimos hacer o en lo que haremos en el futuro.

Y el tercer paso es, como consecuencia de esa toma de conciencia y de responsabilidad, actuar activamente cada día, a cada momento, tomando como patrón de comportamiento la ley del karma y aplicándola a todos los ámbitos de actuación de nuestra vida, desde las relaciones personales al trabajo, pasando por la participación social o el respecto al medio ambiente, como iremos desgranando de forma práctica en las siguientes páginas. Como dijo Albert Einstein en una de sus geniales frases: “La vida es muy peligrosa, pero no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.

El karma individual, el colectivo y el universal

Hasta ahora he hablado casi exclusivamente del karma individual, pero lo cierto es que no somos seres aislados, sino personas que vivimos en pareja, en familia, en grupos sociales e incluso en un gran grupo al que hemos dado en llamar humanidad. Vivimos en interdependencia y cooperación con otras personas y comunidades, y hay quien afirma incluso que todos somos una misma y universal energía cósmica y que, en un sentido amplio, todos los seres vivos compartimos un karma común. Esto significa que, en una u otra medida, creamos mediante experiencias comunes un karma colectivo.

El karma colectivo se crea de la misma forma que el individual, es decir, mediante la intención y la acción. Las sociedades crean leyes y convenciones para regular el comportamiento de sus ciudadanos y el conjunto de su actividad como grupo. Así, una sociedad que no toma en consideración, por ejemplo, el respeto al medio ambiente, o que crea una ley al respecto pero luego no vela suficientemente por su cumplimiento, está creando un mal karma colectivo. De la misma forma, cuando un grupo social, de las dimensiones que sea (desde una pequeña comunidad hasta un país entero), ataca a otro colectivo, de palabra o de acción, está igualmente dañando el karma de la humanidad y creando un mal karma que deberán compensar las generaciones futuras. Un ejemplo claro de esto lo tenemos en las dos guerras mundiales que asolaron gran parte del mundo civilizado en el siglo pasado, y por extensión cualquier conflicto bélico entre países, étnias o razas. Más que nunca antes en la historia de la humanidad está justificado que las organizaciones internacionales velen por la paz mundial e incluso intervengan para mediar en los conflictos y atajarlos de la forma más pacífica posible.

El karma colectivo puede referirse también a un grupo de personas que comparten una actividad en una asociación o una empresa. Las actuaciones de una organización como agente social registran también karma positivo o negativo, según sea su comportamiento de acuerdo a la ley y a la ética. Una empresa que no paga sus impuestos o que actúa con desconsideración o falta de respeto hacia sus clientes o proveedores está dando lugar a un mal karma que tarde o temprano, como un bumerán, revertirá en su funcionamiento.

 

Entre otros factores, este hecho explicaría que algunas empresas familiares construidas de forma poco ética en su origen empiecen a malvivir o incluso lleguen a desaparecer con la tercera o cuarta generación.

Mucho de este mal karma colectivo se debe a la visión errónea de que la humanidad funciona con independencia de la Naturaleza, cuando en realidad somos parte de la misma. Así, nos dedicamos a producir y consumir sin límite pensando que la riqueza consiste en tener gran cantidad y variedad de bienes materiales, y no nos damos cuenta del daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos y del grandísimo mal karma que estamos generando con esta visión equivocada de la abundancia.

En el lado opuesto, aquellas organizaciones que trabajan abiertamente en pro del bien común y para abolir el sufrimiento de otros colectivos generan buen karma, de ahí que exista todavía la posibilidad de trabajar conjuntamente hacia la resolución de los grandes problemas de la humanidad.

Crea tu buen karma

A estas alturas supongo que ya te habrá quedado claro que, según la ley del karma, somos nosotros los únicos responsables de todo aquello que ocurre en nuestras vidas. La persona que disfruta de salud y éxito creó las causas para una vida placentera y dichosa mediante acciones positivas en vidas anteriores. Y aquella que sufre enfermedades o pobreza igualmente creó las causas de esta desgraciada existencia cometiendo acciones negativas en vidas anteriores.

Para la mente occidental, esta visión de las cosas puede resultar un poco ingenua e incluso naïf. Tú, a título personal, puedes compartir o no esta creencia, esta visión. Pero, independientemente de si es cierta o no, ¿no crees que te proporcionará más paz y felicidad actuar en esta vida de acuerdo a la ley del karma?

Hay una expresión inventada por un buen amigo que es “procreer”. De forma análoga a procrear, que significa crear de forma activa, es decir, con un objetivo, te sugiero que te apliques el verbo “procreer”, que es creer de forma igualmente activa, es decir, creer en una dirección positiva, constructiva.