Cartas de animales - Arthur García Núñez - E-Book

Cartas de animales E-Book

Arthur García Núñez

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Beschreibung

«Cartas de animales» es una recopilación de textos breves y reflexiones de Wimpi relacionados todos ellos con distintos animales y presentados de manera epistolar. A través de estos textos breves: «La caza y la liebre», «La rana», «Los chupasangres», «De la serpiente», «Del león» o «Del burro», Wimpi reivindica la nobleza de los animales.

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Seitenzahl: 58

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Arthur García Núñez

Cartas de animales

WIMPI

Saga

Cartas de animales

 

Copyright © 1978, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726682007

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PRÓLOGO

Cuando una estrella de mar se corta un brazo, en seguida lo repone, con otro brazo tan natural como el perdido. Y hay unos gusanos del orden de los planáridos que vuelven a completarse asombrosamente en cuanto de algo se les priva. Si a una planárida la cortan más cerca de la cabeza que de la cola, se activa su metabolismo en el muñón y aparece una cabeza nueva, y y si la cortan más cerca de la cola que de la cabeza aparece otra cola. Avanzando en la escala zoológica, aun entre los crustáceos se dan esos casos notables de reposición, porque al cangrejo se le forman pinzas nuevas cuando las pinzas que tenía se rompen.

En cambio, el hombre no repone ni el pelo.

No se trata, claro está, de destacar esa incapacidad para humillarlo, porque de eso él no tiene la culpa. Como no la tiene, tampoco, de ver menos que el pájaro, de oír menos que el perro, de gustar menos que la vaca. El hombre tiene 3.000 papilas receptoras del gusto. La vaca tiene 32.000. A pesar de los adelantos del arte culinario, ha de seguir siendo un misterio para el hombre el gusto que la vaca le siente al pasto.

Podrá objetarse, hasta aquí, que al hombre, para lo que hay que ver, le basta con la vista que tiene y para lo que hay que oír con el oído que tiene. Y que hasta ahora pudo vivir sin comer pasto.

Pero hay particularidades entre los animales que no podrían desdeñarse con tanta facilidad.

Uno no se refiere a las que el hombre le ha copiado a los animales; claro que desnaturalizando después, el original porque le copió los principios de la navegación al pez, pero el pez no tiene la culpa de que haya hecho el hombre, luego, submarinos, como no tiene la culpa el pájaro de haber servido inconscientemente, como modelo de bombarderos.

El hombre copió, asimismo, el radar al murciélago, que se orienta en la oscuridad por el eco de los sonidos que emite; le copió el Derecho Internacional al avestruz, que cree que si él no mira no lo ven: le copió la viveza al tero, que pone el huevo en un lado v va a pegar el grito en otro. En todo eso, la imitación le salió más o menos perfecta.

Pero no acertó, todavía, a imitar al tórtolo y ser tan buen marido como él, que debe serlo, sin duda alguna, señores, porque cuando la tórtola enviuda siente tanto al perdido compañero, que va nunca se para a cantar en una rama florida y además, revuelve el agua para enlutecerla con barro, antes de ponerse a beber Dice, justamente, Tirso en una cuarteta deliciosa de “La dama del olivar”:

La tortolilla con suspiro quiebra

viuda, los vientos, por el bien que pierde

y cuando las exequias le celebra

huye del agua clara y roble verde.

En cambio en nuestra especie las viudas se alivian el luto a los seis meses. Por algo será.

Por otra parte, señores, bien que no ha podido establecerse todavía, por medio de los estudios, un pensamiento conceptual en el animal, un querer inteligente, la conducta de los animales fue aprovechada por el hombre mayor de edad para fundar el método didáctico de las fábulas, destinado a la educación de los cachorritos humanos.

El hombre debió ir a buscar ejemplos, en esos seres aparentemente sin alma, porque no los encontraba tan típicos y claros en ejemplares de su especie. Y apeló a la nobleza del león, a la fidelidad del perro, a la disciplina de las abejas, a la laboriosidad de la hormiga.

Eso no le impidió, de ninguna manera, llevar al león al circo y enjaularlo junto a un domador feroz, para divertir, entre otros, a los mismos chicos ante quienes la nobleza del león fuera puesta como ejemplo. Los chicos tienen todo el derecho de pensar que si ése es el resultado de ser noble, es preferible seguir el ejemplo de cualquier otra cosa.

El hombre dice “fiel como un perro” al referirse al amigo leal, pero también dice “vive como un perro” al referirse al que anda en la mala. Y como las condiciones en que el perro vive dependen del hombre —porque el perro no se agremia ni tiene consejo de salarios ni siquiera gana sueldo, está por la comida y cucha, que no suelen ser más que una chiquizuela pelada y un jergón—, el hombre mismo declara al reconocer que “hay una vida de perros” su injusticia en el trance de esti mar una lealtad.

Además comete asimismo injusticias cuando compara al prójimo envenenado, con el escorpión. El más activo de los escorpiones, el Botus occitanus, es triste, solitario y tímido. Y cuando se ve acorralado, haciendo gala de una soberbia heroica, se clava en el cuerpo el ponzoñoso aguijón y se suicida.

La calificación del hombre por el hombre, siempre está referida a los animales. El hombre es bravo como un león, manso como un cordero, flojo como una gallina.

Habría que decir “generoso” como una gallina. Porque el hombre guarda en el banco el producto de su esfuerzo —o lo coloca al 14 por ciento— en cambio la gallina, novelera y desprendida, no bien pone un huevo cacarea para que se lo vayan a buscar y lo entrega gratis.

El hombre calumnia al tiburón, porque la Oficina de Aeronáutica de la Flota Norteamericana basándose en el testimonio de aviadores de la Unión dice que durante la guerra se vieron obligados a descender y permanecer a la deriva en aguas llenas de tiburones.

El hombre inauguró, es verdad, la novedad de la inteligencia sobre la tierra. Pero no llegó a ser, por ella, un verdadero rey de la Creación. Hasta el momento, apenas es un capataz de la Creación. Y eso mediante el látigo, el yugo, la rienda, la escopeta y la trampa.

Si se llamara a elecciones, señores, de las que participaran la vaca y el conejo, la gallina y el novillo, el lechón y la perdiz, la paloma y el pejerrey, con seguridad que no saldría electo el hombre aunque les prometiera a los sufragantes hacerse vegetariano.

El mundo de los animales, el mundo íntimo es oscuro y al mismo tiempo transparente: es como un negro envuelto en celofán, porque no sabemos si el perro piensa pero vemos cómo el perro sigue a su dueño, no sabemos si el gato piensa pero vemos cómo lo espera en la casa. Son dos formas distintas de fidelidad, pero precisas e indiscutibles.