Cartas de seducción - Janelle Denison - E-Book

Cartas de seducción E-Book

Janelle Denison

0,0
3,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Después de años locamente enamorada de su jefe, la secretaria Melodie Turner había decidido hacer algo por fin. Quizá el detective privado Cole Sommers fuera capaz de resistirse a su nuevo peinado o a la lencería sexy, pero pronto se vería afectado por una serie de cartas eróticas... Cole Sommers tenía más casos de los que podía resolver y sin embargo no podía pensar en otra cosa que no fuera en llevarse a la cama a su secretaria. Pero Cole había prometido protegerla de todo... incluso de sí mismo. Lo que no había previsto era perder el corazón en la lucha.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 125

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Janelle Denison

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Cartas de seducción, n.º 240 - octubre 2018

Título original: A Shameless Seduction

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

 

I.S.B.N.:

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Dedicatoria

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

 

 

 

 

 

 

Dedico este libro a todas las «buenas chicas» que se han arriesgado, han seducido al hombre de sus sueños… y han vivido felices para siempre.

Y a Don, por permitir que esta buena chica pudiera conquistarlo. Tú eres el hombre de mis sueños.

 

Janelle Denison

1

 

 

 

 

—Necesito una mujer.

—Y que lo digas. Si hicieras el amor de vez en cuando, tal vez no estuvieras tan tenso después en la oficina.

Cole Sommers miró a su hermano menor con condescendencia desde el otro lado de su escritorio de roble.

—Muy gracioso, Noah. Eres muy divertido.

Noah rio a pesar de que el tono de Cole no era precisamente humorístico.

—Es verdad. El sexo hace maravillas con los hombres. Fíjate en mí, por ejemplo. Siempre estoy de muy buen humor —declaró, con un brillo de satisfacción en sus ojos azules—. Y, a juzgar por la actitud que mantienes últimamente, yo diría que hace mucho que no descargas tu energía.

Cole gruñó, se recostó en su asiento e intentó descargar la tensión de sus hombros, en muda aceptación de que, efectivamente, estaba muy estresado. Sin embargo, no sabía si su situación era resultado de la falta de sexo o más bien de unas relaciones sexuales frustrantes.

La última relación pasajera que había mantenido, seis meses antes, lo había dejado con una sensación de vacío emocional. Desde entonces había empezado a ser mucho más exigente en sus citas y encuentros amorosos, lo que limitaba el campo de mujeres a un porcentaje muy pequeño y lo condenaba al celibato y a estar más irritable de lo normal.

Pero sin una mujer que lo esclavizara, podía concentrarse totalmente en el verdadero amor de su vida: su empresa. Y Sommers Investigative Specialists resultaba tan exigente que ocupaba todos sus días y todas sus noches.

—Estás muy callado. ¿Quiere eso decir que he acertado? —preguntó Noah.

—No. Amarlas y dejarlas es tu norma, no la mía.

—Cierto. Tú ni siquiera te acuestas con ellas —declaró su hermano, mientras cruzaba las manos detrás de la cabeza—. Ese es el problema, Cole. Para ti, el trabajo es más importante que el placer. Siempre ha sido así.

—He tenido bastantes relaciones.

Sin embargo, Noah tenía razón. Había estado centrado en su trabajo desde muy joven, aunque no se quejaba por ello. Le gustaba su profesión y a los treinta y tres años se había resignado a continuar con su vida de soltero. Sobre todo, tras el amargo divorcio de sus padres, la trágica muerte de su madre y el fallecimiento posterior de un hombre que para él siempre había sido su héroe personal.

Miró la fotografía de su padre, que presidía el despacho. En ella aparecía vestido con su uniforme de policía, con un joven Cole, apenas un quinceañero, a su lado. Años después su padre había muerto de un disparo mientras cumplía con su deber, y la vida de Cole había cambiado de un modo que jamás habría imaginado.

El estricto código de trabajo de Cole se derivaba del instinto de protección, no solo de sí mismo, sino también de su hermanos pequeños. Pero a pesar de las responsabilidades que había asumido, no se arrepentía de las decisiones que había tomado. Le gustaba pensar que el pasado lo había hecho más fuerte y mejor, aunque no tuviera una vida sexual tan activa como Noah.

—Por si no lo recuerdas, tuve que empezar a cuidar de la familia a los veintiún años —le dijo a Noah—. No tuve ocasión de divertirme demasiado.

El recordatorio de la muerte de su padre bastó para que Noah cambiara de actitud.

—Hiciste un gran trabajo conmigo y con Joelle. Y te has pasado diez años trabajando en esta empresa hasta convertirla en una agencia de investigación muy respetada. De hecho, todos tenemos un trabajo bien remunerado gracias a ti. Pero precisamente por eso, tal vez haya llegado el momento de que te diviertas un poco.

Cole sonrió con ironía.

—¿Es que vas a insistir todo el tiempo con lo mismo?

—Divertirse es una forma excelente de acabar con el estrés. Hagamos una apuesta. ¿Qué te juegas a que vivo más años que tú?

—¿Por la cantidad de relaciones sexuales que mantienes?

Noah sonrió.

—Cole, te lo digo en serio. Deberías disfrutar de la vida.

—¿No te importaría que dejáramos mi vida sexual para otro momento?

—Querrás decir tu inexistente vida sexual…

—Gracias por recordármelo. Repetidamente.

—Eh, vamos, somos hermanos. Me has cuidado durante muchos años y ahora quiero devolverte el favor.

—Preferiría que retomáramos la conversación original.

—Claro —dijo Noah, adoptando una actitud supuestamente seria—. Veamos… Necesitas una mujer y quieres que te encuentre una. ¿No es así?

Cole se encogió cuando su secretaria, Melodie Turner, entró en el despacho de repente, justo a tiempo de oír el comentario de Noah. Sus profundos ojos marrones lo miraron con sorpresa y curiosidad. Pero también de un modo tan femenino que se estremeció.

Maldijo a su hermano por haberlo hecho pensar en el sexo. Vestida con un conservador traje de color azul marino y con el pelo recogido en un moño, su remilgada y seria secretaria era la última mujer del mundo que podía inspirar pensamientos lascivos. O, al menos, había intentado convencerse de ello durante los últimos meses.

En realidad era bastante atractiva, pero no se parecía nada a las mujeres que siempre le habían gustado. Resultaba demasiado dulce, demasiado inocente, demasiado maternal. Era una de esas mujeres que querían dos o tres hijos, un perro y una casa en un buen barrio.

Pero Cole no tenía intención alguna de esclavizarse a algo así, sobre todo después de haberse visto obligado a criar a su hermano y a su hermana. Adoraba ser libre, ir y venir cuando quisiera, quedarse en el despacho hasta que le apeteciera, sin más responsabilidades que las que él mismo decidiera asumir.

Pero si su credo no hubiera sido suficiente para alejarlo de Melodie, habría bastado con el hecho de que la había contratado dos años antes para hacer un favor a un amigo. Melodie era la única hija de Richard Turner, que había sido sargento de su padre y que había cuidado de él tras su muerte. El hombre estaba muy agradecido de que la hubiera contratado para trabajar en la agencia, sobre todo porque respetaba a Cole y confiaba plenamente en él.

Intentó recordárselo mientras se decía que a Richard no le haría gracia saber que de vez en cuando se divertía con la fantasía de quitarle a Melodie la ropa, porque estaba convencido de que bajo aquellas prendas se ocultaba un cuerpo perfecto. Quería saber si sus senos eran tran grandes y bellos como imaginaba, y sus piernas tan largas como sospechaba. Quería saber si usaba ropa interior de algodón o de encaje.

Noah carraspeó y Cole volvió a la realidad, disgustado consigo mismo por haberse excitado al pensar en su secretaria. Hasta pensó que su hermano tenía razón. Tal vez debía aceptar el consejo de su hermano y divertirse un poco, especialmente porque en los últimos tiempos no conseguía sacarse a Melodie de la cabeza.

Había dejado la puerta abierta porque no pensaba que su conversación con Noah pudiera ser de carácter privado. Además, Melodie estaba presente muy a menudo cuando debatía sobre algún caso confidencial con su hermano o con Joelle. Su secretaria era una profesional excelente, que conocía muy bien su trabajo.

Intentó recordárselo y no fijarse demasiado en su presencia cuando cruzó la habitación para sacar unos documentos del archivo. Supuso que se familiarizaría rápidamente con el caso Russell. En cuanto concluyera su conversación con Noah, tenía intención de darle a Melodie el contrato y la declaración inicial de Elena Russell para que pudiera realizar el informe previo a la investigación.

—Deja que te dé los detalles del caso para que no saques conclusiones apresuradas —le dijo a su hermano—. Mi cliente, Elena Russell, es dueña de un establecimiento en Pacific Heights que se dedica sobre todo a vender joyas antiguas y objetos de coleccionista.

—¿Pacific Heights? —preguntó Noah—. Es una parte interesante de la ciudad… ¿Qué razón podría tener una mujer obviamente rica como ella para contratar a una agencia mediana como la nuestra?

Cole le había realizado la misma pregunta a su cliente.

—Busca a alguien que no pertenezca a su círculo social, porque quiere asegurarse de que la investigación se mantenga tan en secreto como sea posible.

—¿Le has dicho que precisamente por eso nos llaman detectives privados? —preguntó con ironía.

—Si quiere tirar el dinero, ¿quién soy yo para evitarlo? —se preguntó Cole.

—Es cierto. ¿Y cómo se llama la tienda?

—Herigate Estate Sales. Al parecer, a lo largo de los años se ha hecho con un grupo muy selecto de clientes y con una gran reputación profesional, que ahora está en peligro.

—¿Es que alguien intenta arruinar su reputación?

—En efecto. Se trata de su ex amante, Jerry Thornton, un magnate. Según Elena, Jerry le regaló un antiguo anillo de diamantes que estaba valorado en veinte mil dólares. Cuando su relación terminó, le pidió que se lo devolviera. Elena dijo que era un regalo y Jerry afirma ahora que ella lo robó de su colección y la ha denunciado. Además, ha extendido el rumor de que es una ladrona, lo que naturalmente ha afectado a su reputación.

—Tal vez robara realmente el anillo…

—Tal vez. Pero nuestra cliente afirma que existe una carta personal de Jerry en la que se dice que era un regalo y que quería que lo tuviera siempre como recordatorio de su amor.

—Un tipo romántico, ¿eh? —se burló Noah.

—Sus cartas no eran románticas en un sentido clásico. Al parecer, tenían la costumbre de escribirse cartas muy explícitas y la afirmación sobre el anillo aparece en una de ellas.

—Pero supongo que no tiene la carta a mano…

—No, y necesita recuperarla para demostrar su inocencia.

En aquel momento, Melodie se acercó a Cole con el archivo del caso Russell. Cole lo recogió, intentando no mirarla, pero rozó su brazo sin pretenderlo y sintió un intenso deseo.

—Elena dice que la carta está en la mansión de Thornton, guardada en una caja tapizada en cuero que le regaló el día de su cumpleaños. La última vez que la vio, se encontraba en la biblioteca.

—¿Y pretende que entres en la casa y la recuperes?

—No pretende que entre como un ladrón. Dentro de dos semanas, Thornton va a organizar una subasta y ella ha conseguido dos entradas. Obviamente, ella no sería bienvenida, pero a mí me daría una excusa perfecta para entrar en la casa y buscar la carta.

Noah se encogió de hombros.

—Suena fácil.

Cole pensó que su hermano tenía razón. Por desgracia, la segunda petición de Elena Russell no era tan sencilla.

—Hay un problema. Debemos encontrar a una mujer refinada y con experiencia que pueda hacerse pasar por mi sexy acompañante mientras estoy en la casa. Será una cita de una noche, claro está, sin más relación que la exclusivamente profesional —explicó Cole—. Como las cartas de Elena eran muy explícitas, se sentiría más cómoda si la leyera una mujer en lugar de un hombre.

—Ahora comprendo…

—Como conoces a muchas mujeres, pensé que podrías ayudarme. Pero si es posible, preferiría que no sea una completa estúpida.

—De modo que quieres una mujer muy sexy, especialmente bella y además inteligente —dijo Noah, con una sonrisa—. ¿No te parece que pides mucho?

Cole miró por encima de su hermano y vio que Melodie se había detenido junto a la puerta. Obviamente, había escuchado la conversación que mantenían. Sus miradas se encontraron, y la secretaria se humedeció los labios con la lengua, en un gesto en extremo sensual.

—¿Necesitas algo? —preguntó Cole.

En aquel momento sonó el teléfono de recepción, pero ella no se marchó. Se limitó a clavarle sus bellos ojos marrones.

—El teléfono está sonando… —acertó a decir él.

Entonces, Melodie se dio la vuelta y se marchó.

—Esa mujer te está afectando, Cole —dijo Noah, de repente.

—¿Cómo? No digas tonterías. Es como una hermana para mí.

Noah rio.

—Bueno, pues te garantizo que tú no eres como un hermano para ella.

—¿Cómo lo sabes?

—¿Es que no te has dado cuenta? Por Dios. Para ser detective privado, puedes ser muy corto en ocasiones.

—¿De qué me tengo que dar cuenta? —preguntó.

—Por dónde empezar… Veamos. Mel llega pronto, se queda hasta tarde y hasta te trae comida cuando no puedes salir. Te recoge la ropa en la lavandería, hace encargos personales para ti y se encuentra a tu disposición diez horas al día. No me digas que no es obvio. En cuanto a la mujer que buscas, intentaré encontrarte a una que sea adecuada.

—Gracias —murmuró Cole.

Noah salió del despacho y Cole permaneció allí, pensando en lo que acababa de escuchar. No podía creer que no se hubiera dado cuenta de lo que sentía Melodie.

Sin embargo, no estaba dispuesto, de ninguna forma, a mantener una relación con la hija de Richard Turner.

2

 

 

 

 

Melodie pensó que si Cole estaba buscando una mujer, ella era la más adecuada en todos los aspectos que pudiera imaginar. Aunque se tratara de algo personal. Pero debía encontrar la forma de convencerlo, y eso no sería fácil.