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Cenizas es el nombre con el que se estrenó el texto teatral El yermo de las almas de Ramón María del Valle-Inclán, a raíz de su cuento Octavia Santino. La historia se desenvuelve alrededor de su protagonista, Octavia, una mujer atrapada entre el deseo carnal y la posibilidad de salvación de su alma. Su ordalía personal será presenciada por el sacerdote Rojas, aunque pronto descubriremos que no se trata de un observador imparcial…
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Seitenzahl: 61
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Ramón María del Valle-Inclán
Saga
Cenizas. Drama en tres actosCover image: Shutterstock Copyright © 1899, 2020 Ramón María del Valle-Inclán and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726485912
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
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octavia
sabel pedro
doña soledad padre rojas
la niña el doctor
maría antonia don juan manual
Es una estancia plácida y perfumada. Un nido de seda y encaje. Cierran todo el fondo las grandes cortinas de la alcoba. Hay una puerta á la dereeha y otra á la izquierda.
El Doctor y Sabel.
doctor
No hay que apurarse. Volveré luego. Tengo otro enfermo en la casa. Vamos á ver; ¿cómo ha pasado la noche esa señora?
sabel
Ya le digo, la noche muy mal.
doctor
Es preciso evitarle las impresiones en cuanto sea posible. ¿Ha sido ella quien pidió que la confesasen ó fué cosa de ustedes?... ¡La verdad! ¡La verdad!
sabel
Fué ella, ella solamente. Serían así sobre las tres de la mañana cuando me llamó el señorito.—¡Sabel! Sabel!—Mande usted, señorito.—No sé qué te quiere Octavia. La señorita me hizo seña para que me acercase. Me acerco, y voy y le digo, de esta misma manera:—¿No se encuentra mejor, señorita? ¿Deseaba alguna cosa? Entonces me cogió la mano, y me dijo, dice: — ¡Ay, Sabel de mi alma, yo me muero, habrá que avisar al Padre Rojas! Antes del escandalazo se confesaba con ese señor, y era de la Asociación de Socorristas y qué sé yo cuantas cosas: después, la pobre tuvo que dejarlo.
doctor
¿Pero, á todo esto, tu señorito qué hacía? ¿Por qué no se opuso?
sabel
El señorito parecía una sombra. Se le ahorcaba con un cabello.
doctor
¿Pero qué motivo había para tanta alarma?
sabel
Yo no se lo sabré decir á usted. Puede ser que no hubiese ninguno. La señorita me pidió el rosario, y me dijo, dice:—Si Dios Nuestro Señor hiciese que pudiera ver á mi hijita antes de morirme... Se quedó suspensa porque se acercaba el señorito, y no habla de esas cosas delante de él.
doctor
¿La niña estará en algún colegio?
sabel
No señor... Está con la otra familia. ¡Cuantísimas lágrimas le ha costado á la señorita! Pero dicen que son cosas de la ley. (Transición.) Me parece que ya terminan. ¡Haga el favor! (Prestan atención. Silencio profundo.)
doctor
Aún debe haber para rato.
sabel
No deje de volver, Don José. Tiene usted que sermonearle al señorito Pedro, que no anda nada bueno. Va para tres semanas que no se acuesta, velando á la señorita.
doctor
Pues tampoco está para valentías.
sabel
Dispense una palabra, señor Don José. ¿Por qué no le mete usted bien de miedo? ¿Por qué no le dice de esta misma manera?:«—Amigo, cuasimente se está usted quedando en los huesos. ¡Hay que cuidarse!»
doctor (sonriendo).
Se lo diré, aun cuando no sea de esa misma manera.
sabel
Y le receta cualquier cosa para la salud. El es muy remilgado. ¡Dios nos libre! Pero de mi cuenta corre hacérsela tomar.
doctor
También le recetaré si es preciso.
El Doctor.—Sabel.—Pedro.
sabel (señalando á Pedro, que entra).
Aquí le tiene.
pedro (saludando).
Adiós, Don José. (A Sabel.) ¿Por qué no me avisaste q ue estaba aquí el doctor?
sabel (con lealtad cariñosa y brusca).
Porque ya se iba ahora mismo. ¡Vaya una cara de desenterrado!
doctor
No hay que ponerse malo.
pedro (Con mal reprimido desconsuelo).
No, señor, no. ¿Ha visto usted á Octavia?
doctor
Era preciso interrumpir... Volveré luego...
sabel
Para qué ha de molestarse. Ya que subió las escaleras, mejor es que se siente y espere. Mucho tiempo nunca podrá ser. Aquí tiene usted. (Coloca sobre la mesa recado de escribir.)
pedro
¿Qué haces, Sabel?
sabel
Para que Don José le recete á usted alguna cosa.
doctor
Veamos cómo va ese valor. (Toma el pulso de Pedro.)
pedro
¿Hace mucho que ha llegado usted?
doctor
Acabo de llegar. (Pausa.) Está usted febril.
pedro
¡Cómo no estarlo!
sabel
Hablen bajo.
pedro (con interés).
¿Ya sale?
sabel
Me parece que sí. (Al doctor). ¿No le receta nada al señorito?
doctor
Tu señorito lo que necesita es reposo, mucho reposo, de espíritu y de cuerpo.
pedro (en voz queda apasionada y honda).
¡Octavia llora! ¿No han oído ustedes? Doctor, ¿cree usted que se salvará?
doctor
Creo que puede salvarse.
pedro (con desesperación).
¡Señor! ¡Señor! ¡No me la lleves! ¡Sé bueno!
sabel
¡Si la Virgen Santísima quisiese hacer un milagro!
doctor
¿Hace mucho que está ahí ese buen señor?
sabel
Hará como una media hora.
doctor
Lo dicho; todavía tenemos para rato.
sabel
Preguntó quién la asistía. Le conoce á usted, Don José.
doctor
No tiene nada de particular.
pedro (escuchando).
Se la oye suspirar...
doctor
Ha sido una malísima idea. No es que yo sea opuesto por sistema á esas cosas, pero á los enfermos les impresionan.
sabel
¡Pobrecita! Lo pedía con un afán...
pedro
¡Llora! ¡Está llorando! (Se dirige á la puerta de la alcoba.)
sabel
¡Qué va usted á hacer, señorito!
pedro (al doctor).
¿Le parece á usted que entre?
doctor
¡Hombre!...
El Doctor.—Sabel.—Pedro.—El Padre Rojas.
Las cortinas de la alcoba se abren lentamente; la figura del Padre Rojas, muda y solemne, se dibuja en el umbral.
el padre rojas
Pueden ustedes pasar cuando gusten. (Entra Sabel. Pedro va á seguirla, y el Padre Rojas le detiene.) Dispense usted un momento. Antes deseara hablar con usted...
doctor
¡Amigo Padre Rojas, aun cuando usted no quiera! (Se estrechan la mano.)
el padre rojas
¿Quién le ha dicho á usted que no quiero? Tengo siempre una verdadera satisfacción en verle y en saludarle.
doctor
¿Qué se hace ahora? ¿Sigue usted dedicándose á los estudios prehistóricos?
el padre rojas
Alguna vez: á ratos perdidos; es un vicio caro. (Transición.) Ya me había enterado de que usted asistía á esta señora.
doctor
¿De qué no se enteran ustedes?...
el padre rojas
¡Hacía qué se yo el tiempo que no nos veíamos! ¿Usted querrá hacer su visita á la enferma? Pase usted, pase usted.
doctor
Por un momento. (Entra en la alcoba.)
Pedro.—El Padre Rojas.—Después, Sabel.
el padre rojas
Tengo que dirigir á usted un ruego en nombre de esa pobre señora.