Con todo su corazón - Kathryn Ross - E-Book

Con todo su corazón E-Book

Kathryn Ross

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Beschreibung

Un hombre alto y guapo... y mucho deseo. Cuando Luke Davenport regresó a casa después de casi tres años, descubrió que su apasionado romance con Alison Trevelyan había dado como resultado un precioso niño. Estaba claro que el pequeño Nathan era su hijo, y por tanto el heredero de la fortuna Davenport. A la vez que reprobaba que Alison le hubiera ocultado la noticia de que tenía un hijo, seguía deseándola tanto como siempre. Pero retomar su relación implicaría mucho más que dejarse llevar por la pasión arrebatadora que le provocaba solo mirarla.

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Seitenzahl: 160

Veröffentlichungsjahr: 2017

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Kathryn Ross

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Con todo su corazón, n.º 1399 - mayo 2017

Título original: The Secret Child

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-9692-5

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

Había sido su pareja y ahora estaba casado. Ambas razones eran buenas para intentar olvidarse de Luke Davenport. El único problema de Alison era que tenía otra, todavía mayor, para no hacerlo.

Abrió la ventana de celosía de su casa de campo y aspiró el aire de la mañana, pero estaba caliente y apenas la alivió. Pensó que iba a estallar una tormenta. Miró al cielo y vio las nubes sobre los acantilados de Cornualles. Era como si el mundo entero estuviera conteniendo el aliento por que Luke hubiera vuelto.

Nathan dejó caer la cuchara al suelo y Alison se giró y lo miró.

–¡Vaya, cariño! –sonrió recogiéndola.

El bebé le sonrió también con un brillo picaruelo en sus preciosos ojos azules. ¿Era el bebé más bonito del mundo o se lo parecía a ella por ser su madre?

–¿Quieres que mamá te dé el desayuno? –dijo sentándose a su lado.

Nathan negó con la cabeza y le arrebató la cuchara.

–Está bien, señor Independiente –rio Alison.

Mientras se tomaba la taza de té, intentó olvidarse de Luke, pero, al mirar a Nathan, se dio cuenta de que era más fácil decirlo que hacerlo. Aquellos ojos azules y aquel pelo moreno le recordaban tanto a su padre que, a veces, se le encogía el corazón.

Le faltaban pocas semanas para cumplir dos años. El tiempo pasaba muy rápidamente y pronto tendría edad para preguntar por su padre. ¿Qué le iba a decir entonces, que Luke no había querido saber nada de él? No era cierto… Luke no había querido saber nada de ella. Del niño no sabía nada. Ojalá, por el bien del pequeño, las cosas hubieran sido de otra forma.

«Pero no lo son», se dijo con firmeza. Luke se había casado y solo había vuelto para asistir al funeral de su padre y vender su hacienda. Pronto volvería a Nueva York.

No le haría ningún favor a Nathan contactando con su padre. La última vez que se habían visto había sido hacía dos años y medio y el encuentro no había sido precisamente placentero. Ya tenía suficientes problemas como para, además, conjurar al demonio de Luke Davenport.

Miró el reloj. Las siete y media. Jane, la joven que cuidaba a su hijo, debía de estar a punto de llegar. En breve, comenzaría su jornada de trabajo. Tenía ante sí un día duro. Debía hacer unas cuantas cancelaciones en el hotel y tenía una reunión importante con el director del banco. No sabía si iba a llegar antes de que Nathan estuviera ya dormido.

–No quiero ir a trabajar –se quejó a su hijo–. Ojalá me pudiera quedar contigo.

Nathan se rio como si aquello fuera un chiste.

Pero no tenía ninguna gracia. El trabajo se había complicado de un tiempo a aquella parte y Alison pasaba cada vez más tiempo dedicada a él. Era lo malo de un negocio familiar. El hotel era casi como tener otro hijo. Además, si iba mal, ella no era la única malparada. Sus hermanos también tenían participaciones en el negocio.

El timbre del teléfono le hizo abandonar sus pensamientos.

–Hola, hermanita, ¿qué tal estás?

Le costó unos segundos darse cuenta de que era su hermano mayor. Estaba tan acostumbrada a su tono de voz triste por la mala marcha del hotel que le sorprendió verlo de tan buen humor.

–¿Qué pasa que estás tan contento?

–Estoy muy contento, sí, es verdad… Creo que he encontrado la forma de acabar con nuestros problemas –contestó con júbilo.

Alison frunció el ceño. La noche anterior había estado revisando las cuentas y sabía muy bien que las cosas estaban muy mal.

–Como no sea con un milagro, Garth…

–Es un milagro… He encontrado un inversor, una persona que va a cambiar nuestras vidas. Todavía no te puedo decir nada más porque me faltan algunos detalles, pero, en cuanto los tenga, voy a convocar una reunión familiar. ¿Te importaría llamar al banco e intentar posponer la reunión con el director para finales de semana?

–Lo intentaré… ¿Quién es ese inversor misterioso? Ya sabes que tenemos que tener cuidado con incluir un socio nuevo…

–Ya hablaremos luego. Gracias, Alison –contestó su hermano colgando.

Mientras dejaba el auricular en su sitio, Alison se preguntó qué sería todo aquello. El hotel estaba tan mal económicamente, que no se le ocurría que nadie en su sano juicio quisiera invertir en él.

En ese momento, llegó Jane, Alison se despidió de su hijo con un beso y se fue a trabajar.

No tardó mucho en llegar al hotel. Nada más llegar, lo primero en lo que se fijó fue en un precioso Mercedes deportivo rojo que había en el aparcamiento.

Se bajó del coche y lo admiró mientras se dirigía a la entrada del hotel. Entonces, vio la matrícula. LUKE 1.

Sintió un escalofrío por la espalda. No sería el coche de Luke Davenport, ¿verdad?… ¿Para qué iba a haber ido al hotel? Era el último sitio donde hubiera pensado que iría a tomar un café con su mujer.

Entró por la puerta giratoria del vestíbulo. Luke no era tan retorcido.

¿Y si se había enterado de la existencia de Nathan y había sentido curiosidad? Sintió náuseas ante aquella perspectiva, pero siguió avanzando con decisión por el lujoso vestíbulo del Cliff House.

«Es imposible que lo sepa», se dijo para tranquilizarse. Los únicos que lo sabían eran sus hermanos y Todd, su mejor amigo. Ninguno de ellos la traicionaría. Además, aunque Luke se hubiera enterado de lo de Nathan, seguro que se habría desentendido de él… como había hecho con ella…

Un año atrás, había estado allí para ver a su padre, pero no se había molestado en llamarla. Se había vuelto a Estados Unidos y se había casado con Bianca.

–Buenos días, Alison –la saludó la recepcionista sonriendo.

–Buenos días, Clare, ¿qué tal todo? –contestó Alison intentando disimular el nerviosismo que se había apoderado de ella.

–Bien –contestó la mujer–. Tienes una visita.

–¿Ah, sí? ¿De quién se trata? –preguntó con el corazón a mil por hora.

–No lo sé. No me lo ha dicho.

Por un momento, sintió un inmenso alivio. Si fuera Luke, Clare lo sabría aunque no le hubiera dado su nombre. Todo el mundo conocía a Luke Davenport en aquella ciudad.

–No sé quién será, pero es un guapo de esos de caerse de espaldas –murmuró–. Te está esperando en la biblioteca.

«Una buena descripción de Luke Davenport», pensó recordando que hacía poco que Clare se había mudado allí.

–Muy bien… –dijo Alison con la cabeza dándole vueltas–. Dentro de cinco minutos, entras y me dices que tengo una llamada de teléfono muy importante.

–Bien –dijo Clare.

«Tranquila. Todo va a salir bien», se dijo Alison mientras iba hacia la biblioteca. «Tengo veinticinco años y soy una mujer hecha y derecha. Luke Davenport no tiene ningún poder sobre mí».

Al entrar y verlo de espaldas mirando el mar desde el ventanal, toda la tranquilidad se fue al garete.

Se quedó mirando aquella figura alta y fornida, con vaqueros y camiseta oscura, que le era tan familiar. Sintió un nudo en la garganta.

Ojalá hubiera habido alguien más en la estancia, pero no era así.

Carraspeó y Luke se giró.

–Hola, Ali.

Lo miró a los ojos, incapaz de creer que el hombre con el que llevaba soñando los últimos dos años y medio de su vida estuviera, de verdad, allí.

Seguía tan guapo como siempre, pero con canas en las sienes… los mismos ojos azules, la mandíbula cuadrada y labios sensuales. Recordó los besos de aquellos labios, el deseo que habían despertado en ella y se apresuró a apartar aquellos pensamientos de su cabeza.

Ahora, estaba casado.

–Luke… qué sorpresa –contestó con sorprendente calma.

–¿De verdad? –sonrió–. Creí que estarías esperándome.

Alison se encogió de hombros.

–Me he enterado de la muerte de tu padre y lo siento, pero, ¿por qué iba a estar esperándote?

Luke no contestó inmediatamente. La miró de arriba abajo y se recreó en sus ojos verdes y en los mechones rubios recogidos en un moño bajo. Alison sintió como si la estuviera tocando.

–Por los buenos tiempos, ¿no?

Alison deseó que dejara de mirarla. Se sentía muy vulnerable.

–La verdad es que el último lugar donde hubiera esperado verte es aquí, en el Cliff House, en territorio enemigo.

Luke sonrió.

–Alison, eran nuestros padres los que eran enemigos, no nosotros… creo que dejamos de serlo hace tiempo, ¿no? –le reprochó viendo cómo se sonrojaba ligeramente.

–¿Cuánto tiempo te vas a quedar?

No se lo tendría que haber preguntado, pero no había podido evitarlo.

–El suficiente.

¿El suficiente para qué? ¿Para vender su hacienda o para destrozarle la vida?

–Tengo muchas cosas que hacer, Luke –le dijo mirando el reloj–. ¿En qué te puedo ayudar? No creo que hayas venido a recordar los buenos tiempos –añadió con sarcasmo.

Luke sacudió la cabeza.

–Tonto de mí… Después de dos años y medio, creí que me concederías, por lo menos, cinco minutos de tu precioso tiempo antes de que alguien entre a rescatarte con alguna excusa –dijo mirando la hora.

–¿Qué quieres, Luke?

–Creía que estaba claro. Verte –contestó con aquella voz tan sensual.

Siempre la había excitado y se enfadó consigo mismo al comprobar que aquello no había cambiado. La alteraba con una palabra… con una sonrisa…

–Me han dicho que tienes un hijo.

Aquellas palabras se repitieron en su cabeza un millón de veces en centésimas de segundo.

–Sí… Y yo, que te has casado –apuntó–. Enhorabuena.

Entonces, entró Clare. Alison nunca se había alegrado tanto de ver a alguien.

–Perdón, Alison, pero te llaman urgentemente al teléfono –dijo sonriendo a Luke.

–Muy bien. Gracias, Clare.

No parecía que la recepcionista la hubiera oído porque no se había movido del sitio. Estaba allí, inmóvil, anonadada por la sonrisa de Luke.

–Muy bien, Clare, gracias –repitió impaciente.

Eso de que las mujeres cayeran a los pies de Luke siempre la había sacado de quicio. Ya era suficientemente vanidoso como para, encima, andar adorándolo.

–Sí, claro… –dijo Clare yéndose a regañadientes.

–Bueno, me alegro de haberte visto, Luke, pero tengo que trabajar.

–Entonces, tienes un hijo, ¿no? –dijo él retomando la conversación donde los habían interrumpido.

–Me halaga que te interese tanto –apuntó haciendo un esfuerzo por parecer tranquila–. Sí, tengo un hijo adorable y estoy encantada –añadió volviendo a mirar el reloj. Era solo una excusa para poder dejar de mirarlo a los ojos–. Tengo que atender la llamada. Adiós, Luke –concluyó girándose y yendo hacia la puerta.

El corazón le martillaba las costillas. Sabía que la estaba mirando intensamente.

–¿Y quién es el padre?

Alison se paró junto a la puerta. Había llegado el momento que llevaba dos años y medio temiendo.

Fue un esfuerzo tremendo darse la vuelta y mirarlo, pero lo hizo porque sabía que de aquella interpretación dependía todo.

–No es asunto tuyo –contestó.

–¿Ah, no?

Alison recordó la cantidad de veces que había pensado en llamarlo y en contarle lo de Nathan. Entonces, había soñado que él acudiría a su lado y le pediría perdón.

Pero aquella fantasía había muerto el día que se casó. Entonces, se dio cuenta de que, realmente, no ocupaba ningún lugar en su vida.

–No. Mi vida privada no te incumbe.

–Va a cumplir dos años, ¿no?

–Sí –contestó. Lo miró a los ojos y se rio–. ¿No creerás que…?

–No sé qué creer, Alison –contestó él yendo hacia ella–. Me enteré de su edad ayer por la noche por una fuente muy fiable que me dijo que hay cierto misterio sobre quién es el padre.

–No hay ningún misterio, lo que pasa es que no quiero que la gente hable de mi vida privada. Ya te he dicho que a nadie le incumbe. Solo a mí.

–Y al padre del niño.

–Claro.

–¿Claro?

–Entre el padre de Nathan y yo, no hay secretos.

–¿Entonces sabe que existo? Quiero decir, ¿sabe que hay una duda razonable sobre su paternidad?

–¡De eso nada! –exclamó Alison–. Para que lo sepas, Nathan fue un bebé prematuro.

–¿De verdad? –se burló en absoluto sorprendido–. ¿Cuándo puedo ir a verlo?

–¿Cómo?

A Alison le costó unos segundos comprenderlo todo. Al hacerlo, la máscara cayó dejándola vulnerable ante él.

–¿Por qué quieres verlo? –le preguntó confusa.

–¿Tú qué crees?

–La verdad, Luke, no lo sé. No creí que te interesaran los niños, no pega con tu imagen de hombre de negocios.

–¿Ah, no? –dijo él sin sentirse molesto.

–No. ¿Qué pasa? ¿Te aburres y te vas a dedicar a ir a ver a todos los bebés de la ciudad?

–Solo al tuyo –contestó con decisión–. ¿Te va bien a las ocho?

–Piérdete, Luke –dijo Alison girándose para irse.

Luke la agarró de la muñeca y la abrazó con fuerza. El contacto hizo que Alison diera un respingo.

Lo miró a los ojos y recordó que, la última vez que lo había tenido tan cerca, la había besado y la había colmado de deseo.

Siempre había sido así. Le bastaba tenerlo cerca para desearlo. Era como si la tuviera hechizada.

–Podrías ser un poco más amable, Alison –le dijo mirándole los labios y haciéndola estremecerse.

–¿Qué quieres de mí, Luke? –protestó apartando la vista.

–Ya te lo he dicho. Quiero ver a… Nathan.

–Y yo ya te he dicho que mi vida y mi hijo no son asunto tuyo.

Luke negó con la cabeza.

–Creo que deberías reconsiderarlo… –le advirtió–. He venido a preguntarte por él por las buenas.

–Y yo te he contestado igual.

–No has contestado nada –le dijo con fingida calma–. Alison, no tengo mucha paciencia, así que no te aconsejo que me des largas.

–¿Es una amenaza?

–Más bien una promesa. Estoy decidido a ver al niño y, si te empeñas en impedirlo, comprobarás que te puedo hacer la vida imposible.

–No me das miedo, Luke –le contestó levantando el mentón.

–Pues deberías porque, cuando quiero algo, lo consigo.

–Vete al infierno –le dijo apartándose.

–Eso no es muy bonito por tu parte.

–Piensa lo que quieras. Me da igual.

–Tal vez, deberías mostrarte más amable. Las cosas se pueden hacer por las buenas o por las malas, tú verás. Te doy el día de hoy para que lo pienses.

–No tengo nada que pensar.

–Yo creo que sí. Habla con tu hermano Garth.

–¿Qué tiene que ver él en todo esto? –preguntó Alison frunciendo el ceño.

–Pregúntaselo a él –dijo Luke yendo hacia la puerta–. Espero noticias tuyas esta noche y espero que sea para invitarme a tu casa. De lo contrario, prepárate porque voy a ir por las malas.

Alison se quedó mirando la puerta cerrada. No podía ser. Su peor pesadilla se había hecho realidad. Estaba claro que creía que Nathan era hijo suyo. Su interpretación sobre el nacimiento prematuro no le había hecho ni pestañear. ¿Quién se lo habría dicho?

¿Garth? Era imposible…

La verdad era que se había engañado a sí misma. Estaba claro que había más gente que lo sabía.

«Bueno, aunque sepa que es suyo, será algo temporal», se dijo. Decidió mantenerse distante y fría. Seguro que, al poco tiempo, se desentendería del niño. Al fin y al cabo, estaba casado.

Mientras se dirigía a su despacho, estalló la tormenta. Al dejar el maletín sobre la mesa, se dio cuenta de que se había clavado las uñas en las palmas de las manos.

«Se acabó», se dijo con calma. «No pienso dejar que Luke Davenport me haga daño».

En ese momento, oyó un trueno y miró por la ventana. Mientras observaba los rayos, percibió que el ambiente estaba más caliente y pegajoso que antes.

Recordó la advertencia de Luke. «Espero noticias tuyas esta noche y espero que sea para invitarme a tu casa. De lo contrario, prepárate porque voy a ir por las malas».

Sintió un escalofrío.

¿Por qué le habría dicho que hablara con Garth?

Recordó lo contento que se había mostrado su hermano aquella mañana… No podía ser… Ningún miembro de su familia haría negocios con un Davenport.

Pero si a ella habían estado a punto de repudiarla por salir con Luke. Garth lo odiaba casi tanto como su padre.

En ese momento, sonó el teléfono.

–Hola, hermanita, ¿te ha dado Clare mi recado?

–No, Garth, mira me alegro de que seas tú porque…

–No tengo tiempo de charlar ahora, Ali –la interrumpió–. Era solo para decirte que puede que Luke Davenport se pase hoy por el hotel. Si va, ¿te importaría enseñárselo?

–¿Cómo? –dijo con la boca seca.

–Ya sé que suena un poco raro que yo te pida una cosa así, pero confía en mí.

–Ya ha estado aquí y le he dicho que se vaya al infierno.

–¿Qué? ¿Cómo se te ocurre? –gritó Garth.

–A Luke no le interesa el hotel sino Nathan.

–Te equivocas. Luke Davenport está muy interesado en el hotel. Me ha dicho que está estudiando la posibilidad de invertir en él. ¿Te das cuenta de que has podido echarlo todo a perder? Es nuestra única posibilidad de salvar el Cliff House… Alison, ¿estás ahí? ¿Alison?

Alison colgó el auricular. No podía hablar… ni pensar. Aquello era mucho peor que una pesadilla.

Capítulo 2

 

Tras colgarle el teléfono a su hermano, lo primero que había hecho había sido llamar a Jane y decirle que no sacara a Nathan de paseo ni abriera la puerta a extraños.

La niñera debía de haber pensado que se había vuelto una madre neurótica de repente, pero le daba igual.

No creía que Luke fuera a ir por allí, pero por si acaso…

Se quedó pensativa, intentó dar sentido a todo aquello… pero lo único que se le iba a la cabeza eran sus ojos. Qué distinta su mirada, ya no había complicidad y deseo. Claro que nunca había sido nada serio para él, un pasatiempo. Todo lo demás, habían sido imaginaciones suyas.