Cristianismo - Leonardo Boff - E-Book

Cristianismo E-Book

Leonardo Boff

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Beschreibung

Este libro ha sido escrito para cristianos y no cristianos interesados en lo esencial del Cristianismo. ¿Es posible expresar en un lenguaje comprensible para el hombre moderno, sin negar las muchas doctrinas, dogmas y tradiciones, el sentido que puede tener para la vida humana este fenómeno tan singular? No es fácil ni siquiera para los teólogos trazar un perfil esencial del Cristianismo, sin embargo el autor condensa su visión, fruto de más de 50 años de intensa reflexión y más de 70 libros escritos sobre temas teológicos, éticos, espirituales y místicos. Con toda su experiencia y sabiduría acumuladas, Leonardo Boff encuentra en el Cristianismo una propuesta de sentido de las más generosas y una visión esperanzadora del ser humano y del universo, llamados a su realización suprema en el corazón del Misterio de los Mil Nombres, resumido en la palabra Dios.

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Título original:Cristianismo O mínimo do mínimo

© 2012 Ediciones Dabar, S.A. de C.V. Mirador, 42 Col. El Mirador 04950, México, D.F.Tel. 56 03 36 30, 56 73 88 55 Fax: 56 03 36 74 e-mail: [email protected]

Traducción María José Gavito Milano

Diseño de portada Víctor Hugo de Santiago Rioja

Diagramación Irma García Cruz

ISBN: 978-607-612-241-9

La primera edición de este libro se terminó de imprimir el 06 de diciembre de 2012 en los talleres de Impresora Peña Santa S.A. de C.V.,Calle Sur 27 Lt. 457 Mz. 44 Col. Leyes de Reforma 2a. Sección,09310 Iztapalapa México, D.F. Tel. 56-00-63-45.

Índice

Introducción

1 Cristianismo y Misterio

1. Todo es Misterio

2. En el principio está la comunión

3. La Fuente originaria de todo ser

4. La gran explosión silenciosa

5. Nace el Sol que desposa a la Tierra

6. El universo visto por dentro

7. El ser humano, proyecto infinito

8. El adviento del Misteri

9. La espiritualización de María por el Espíritu Santo

10. La encarnación del Hijo en Jesús de Nazaret

11. La personalización del Padre en José de Nazaret

12. Dios en todas las cosas, todas las cosas en Dios

2 Cristianismo y las eras de la Santísima Trinidad

1. La era del Espíritu-María

2. La era del Hijo-Jesús

3. La era del Padre-José

3 Cristianismo y Jesús

1. Una experiencia originaria: el fin se acerca

2. Un sueño: el Reino de Dios

3. Una práctica: la liberación

4. Un mensaje: el Padre Nuestro y el Pan Nuestro

5. Una ética: amor y misericordia incondicionales

6. Un destino: la ejecución del liberador

7. Una anticipación: la resurrección apenas comenzada

4 Cristianismo e Historia

1. La distinción entre Reino de Dios e Iglesia

2. El cristianismo como movimiento y camino espiritual

3. El cristianismo en el encuentro con las culturas

4. El cristianismo y las Iglesias

5. El cristianismo a merced del poder sagrado y político

6. El cristianismo sometido a las patologías del poder

7. El cristianismo en la versión popular

8. El cristianismo y sus reduccionismos

9. El futuro del cristianismo en la era de la mundialización

10. El cristianismo y su contribución civilizatoria

5 Conclusión. Et tunc erit finis (todo está consumado)

A mi padre Mansueto

al cumplirse cien años de su nacimiento

para quien el Evangelio era vida

y la vida servicio a los otros, a los más pobres.

A todos los que, con fe o sin fe,

se dejan fascinar por la figura de Jesús

y ven en él un “tesoro escondido en el

campo” (Mt 13,44).

Introducción

¿Se puede decir en pocas palabras qué es y qué pretende el cristianismo? En sus más de dos mil años de historia, el cristianismo se ha sofisticado enormemente con doctrinas, sistemas teológicos, éticos, rituales y celebraciones, determinaciones canónicas y jerárquicas.

El simple cristiano y también la comunidad teológica se ven en especial dificultad cuando se trata de identificar un hilo conductor que ligue y religue coherentemente los principales datos de fe y de establecer una jerarquía en las verdades.

Después de 50 años de reflexión teológica continuada e intensiva, me atrevo, como si fuera un canto de cisne, a tratar de expresar el mínimo del mínimo o a identificar el máximo del mínimo del cristianismo para que pueda ser comprendido por aquellas personas que se sientan interesadas y atraídas por el mensaje cristiano.

Procuraré articular mi discurso dentro de la visión contemporánea del mundo como nos la presentan las ciencias de la vida y de la Tierra. Es la comprensión del cosmos en evolución y en expansión, y, para los que creen, sostenido por la permanente fuerza creadora de Dios. A partir de este universo fueron surgiendo progresivamente todos los fenómenos como, por ejemplo, la articulación de las energías cósmicas que presiden el curso de los cuerpos celestes, la creciente complejidad de los órdenes, y, por fin, la irrupción de la vida y de la conciencia, y hoy la unificación de la especie humana mediante el proceso de mundialización.

El mismo Jesús de Nazaret, Hijo encarnado, no es ajeno a este proceso, pues Él es también fruto de una larga y penosa trayectoria de ascensión y de interiorización a la cual contribuyeron todos los elementos, las energías cósmicas y las fuerzas generadoras de lo humano.

En el fondo, lo que planteo es una simple pregunta: ¿cómo se inserta el cristianismo dentro del proceso evolutivo del universo que ya tiene por lo menos 13,7 miles de millones de años? ¿Qué es lo que quiere revelar? ¿Qué mensaje tiene para los seres humanos? Y para los que creen: ¿cómo revela a Dios y cómo Dios se revela en él?

Partimos de una intuición básica, afirmada siempre por el cristianismo, por los místicos y también por los espíritus más atentos de la humanidad: todo es Misterio y todo puede hacerse portador de Misterio. Este Misterio no es el límite de la razón ni un abismo aterrador que reemplaza a la razón, sino una fuente inagotable de amor, de ternura y de acogida.

Ese Misterio se comunica y quiere ser conocido. Pero constatamos que, sorprendentemente, cuanto más se conoce el Misterio, más Misterio permanece en todo conocimiento, intensificando la voluntad humana de conocer más y más en un proceso sin fin. Por lo tanto, el Misterio no aparece aquí como límite, sino como lo ilimitado de la razón amorosa, siempre abierta a nuevos descubrimientos y a nuevas razones de conocer y de amar.

Ese Misterio fontal, para decirlo sin más mediaciones, es Dios, escondido bajo mil nombres que las culturas le han atribuido. Dios es Misterio, no sólo para nosotros sino también para sí mismo, pues su esencia primera es ser Misterio. Él se autocomunica, y al autocomunicarse se muestra así como es: no como soledad sino como comunión de divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Crea el universo como un espejo en el cual se ve a sí mismo y también como receptáculo capaz de acogerlo cuando, en su designio eterno, quiera autocomunicarse hacia fuera de sí mismo. A partir de entonces, Dios empieza a ser aquello que eternamente nunca fue antes. Conoce un hacerse e inaugura así una historia.

Nuestra presentación sitúa al cristianismo en relación con el Misterio fontal (1); el cristianismo en su relación con la Santísima Trinidad y con cada una de las divinas Personas (2); el cristianismo en conexión con la figura de Jesús como el Hijo del Padre que se encarnó (3); el cristianismo en la historia que siguió a la ejecución de Jesús y a su resurrección personal (4); y finalmente, el cristianismo en la historia de hoy día en la fase planetaria de la humanidad (5).

Nuestra exposición ha procurado mantener la dialéctica inherente a la historia, haciendo que en ella coexistan simultáneamente las dimensiones de luz y de sombra, lo sim-bólico y lo dia-bólico. Esta dialéctica envuelve también al cristianismo. No todo lo que viene bajo el nombre de cristianismo es cristiano.

Al lado de otros caminos religiosos y espirituales, el cristianismo también participa de la misión común que es mantener viva la llama sagrada de la presencia divina en cada persona, en la historia y en todo el proceso cósmico. Sin pretender exclusividad, sino comunión con todos los demás, puede presentar su mensaje singular como una propuesta de sentido para las personas, para las comunidades y para el mundo entero, propuesta de gran generosidad, de inestimable grandeza espiritual y de honda profundidad ante el Misterio del mundo que, en último término, está hecho de amor, de compasión y de comunión de todos con todos y con todo: el verdadero nombre de aquello que llamamos Dios.

L.B.

Petrópolis, Pascua de 2011.

1 Cristianismo y Misterio

1. Todo es Misterio

0. A dondequiera que dirijamos la mirada, hacia lo grande y hacia lo pequeño, hacia fuera y hacia dentro, hacia lo alto y hacia lo bajo, hacia todos los lados, encontramos el Misterio. Bien lo confesaba Albert Einstein: «el hombre que no tiene los ojos abiertos al Misterio pasará por la vida sin ver nada». Misterio no es lo desconocido; es aquello que nos fascina y nos atrae para conocerlo más y más, y, al mismo tiempo, nos causa extrañeza y reverencia. Porque siempre está ahí, se ofrece permanentemente a nuestro conocimiento. Y al intentar conocerlo, percibimos que nuestra sed y hambre de conocerlo nunca se sacia aunque podamos conocerlo siempre más y más. Pero, en el mismo momento en que lo captamos, se nos escapa en dirección a lo desconocido. Lo perseguimos sin cesar y aún así sigue siendo Misterio en todo conocimiento, creándonos una atracción invencible, un temor y una reverencia irresistibles. El Misterio es.

1.1. En el principio estaba el Misterio. El Misterio era Dios. Dios era el Misterio.

1.2. Dios es Misterio para nosotros y para Sí mismo.

1.3. Es Misterio para nosotros en la medida en que nunca acabamos de aprehenderlo ni por el amor ni por la inteligencia. Cada encuentro deja una ausencia que lleva a otro encuentro. Cada conocimiento abre otra ventana a un nuevo conocimiento. El Misterio de Dios para nosotros humanos, lo volvemos a repetir, no es el límite del conocimiento sino lo ilimitado del conocimiento, es el amor que no conoce reposo. Jamás alcanzamos una situación que nos proporcione una plenitud completa, porque el Misterio no cabe en ningún esquema ni es aprisionado en ninguna doctrina. Está siempre por conocer.

1.4. Es un Misterio pro-vocante. Nos evoca, convoca y atrae siempre. Cuando lo percibimos, por un instante, ya se nos escapó. Pero dejó una experiencia de fascinación. Es una presencia ausente. Y también una ausencia presente. Se manifiesta en nuestra absoluta insatisfacción que incansablemente y en vano busca satisfacción. En este transitar entre presencia y ausencia se realiza el ser humano, trágico y feliz, entero pero inacabado.

1.5. Dios es misterio en sí mismo y para sí mismo. Dios es misterio en sí mismo porque su naturaleza es Misterio. Por eso, Dios en cuanto Misterio se autoconoce y, sin embargo, su autoconocimiento nunca termina. Se revela a sí mismo y se retrae sobre sí mismo. El conocimiento de su naturaleza de Misterio es cada vez entero y pleno y, al mismo tiempo, abierto siempre a una nueva plenitud, permaneciendo siempre Misterio, eterno e infinito para Dios mismo. Si no fuese así no sería lo que es: Misterio.

1.6. Dios es Misterio para sí mismo, es decir, por más que Él se autoconozca nunca agota su autoconocimiento. Está abierto a un futuro que es realmente futuro. Por lo tanto, a algo que todavía no se ha dado, pero que puede darse como nuevo y sorprendente. Es el poder ser del Ser.

1.7. Pero el Misterio, por un dinamismo intrínseco, quiere ser conocido. Permanentemente se revela y se autocomunica. Sale de sí y conoce y ama lo nuevo que se manifiesta de él. Lo que va a revelarse no es reproducción de lo mismo, sino siempre distinto y nuevo, también para Él. A diferencia del enigma, que una vez conocido desaparece, el Misterio cuanto más conocido más aparece como Misterio que invita a más conocimiento y a mayor amor.

1.8. Decir Dios-Misterio es expresar un dinamismo sin residuo, una vida sin entropía, una irrupción sin pérdida, un devenir sin interrupción, un eterno venir a ser siendo siempre, y una belleza siempre nueva y diferente que jamás se marchita. Misterio es Misterio, ahora y siempre, desde toda la eternidad y por toda la eternidad.

1.9. Delante del Misterio se ahogan las palabras, desfallecen las imágenes y mueren las referencias. Lo que nos cabe es el silencio, la reverencia, la adoración y la contemplación. Éstas son las actitudes adecuadas al Misterio.

1.10. Por más Misterio que Dios sea, encontramos una analogía de él en nosotros mismos. Como humanos, nos descubrimos también como Misterio. Por más que nos sintamos, nos conozcamos y nos amemos, no conseguimos saber quiénes somos, ni podemos construir una fórmula que nos defina, ni siquiera una imagen que nos sea adecuada.

1.11. Somos seres de completa apertura: al otro, al mundo, al universo y a Dios. Todo confluye para nuestro autoconocimiento, sin que nunca terminemos de saber quiénes somos. No sabemos lo que fuimos antes, lo que somos ahora, ni lo que seremos mañana. No podemos saber lo que se revelará de nosotros. No tenemos el dominio de los hechos y estamos desprovistos de recorridos lineales que se mueven sobre binarios seguros. Somos un proyecto infinito que busca al Infinito pero que solamente encuentra finitos. El Infinito siempre se aleja y se esconde detrás de cada horizonte que vislumbramos.

1.12. Somos un puente sobre un río sin orilla. Por eso somos trágicos y, al mismo tiempo bienaventurados porque nunca desistimos, siempre insistimos y volvemos a empezar en busca de un Sol que no conoce ocaso, pero que se pone incesantemente, renace y nuevamente se esconde, y nos convoca permanentemente a buscarlo. No sin razón, se dice, que somos imágenes y semejanzas de Dios. Somos un misterio del Misterio y en el Misterio. Somos los seres que saben de su propio misterio y del Misterio de Dios como Misterio. Ésta es nuestra dignidad y nuestro destino, nuestra angustia y también nuestra realización.

2. En el principio está la comunión

2.1. El Misterio, por ser Misterio, sólo es accesible como Misterio por Dios directamente, y por nosotros, indirectamente, creados a imagen y semejanza del Misterio. Nada existe más acá ni más allá de él. Pero por ser un Misterio de vida y de movimiento, se autorrevela continuamente, brota y sale de sí, se hace accesible permaneciendo siempre Misterio inaccesible. Es un continuo autorrevelarse y autoesconderse. Es un eterno ir y venir. Un permanente salir y retraerse.

2.2. En la medida en que permanece siempre Misterio inaccesible, incluso en la autocomunicación y la autorrevelación, se llama Padre. Es insondable, impenetrable, impensable. La actitud más apropiada delante de él es el silencio respetuoso y devoto. Es un abismo de amor y de bondad tan fascinante que atrae a todos para que se sumerjan en su seno paternal.

2.3. El contenido de lo que es revelado por el Padre en el acto mismo de autocomunicarse se llama Hijo. Él es eternamente el Hijo del Padre. Él es la Palabra que brota del Misterio y que invita a ser comprendida y acogida. Es luz de Luz que ilumina todas las cosas que existen y por existir.

2.4. En la medida en que el Misterio sale de sí (Padre) y se hace Palabra (Hijo), se crea la condición de comunión de uno con el otro: es Espíritu Santo. Él es el Soplo (spirius) que sale del Padre hacia el Hijo y del Hijo hacia el Padre, haciendo que los Tres sean un solo Misterio que se da y se vuelve sobre sí mismo. El Espíritu es la energía eterna de unión dentro de la Trinidad.

2.5. El Misterio no se multiplica. Se muestra así como es, como Tres en eterna coexistencia, en simultánea interexistencia y en perenne persistencia en la comunión y en la autoentrega de uno a otro en el amor. Por eso es un único Dios.

2.6. Es la misma y única Fuente formada por tres torrentes. Es una única y misma Llama eterna que se deja ver en el rojo de la base (el Padre), en el amarillo del centro (el Hijo) y en el azul de la punta (el Espíritu Santo). Ellos se entrelazan, se interpenetran y se unifican (se hacen uno) sin dejar de ser diferentes. Son distintos para poder relacionarse y autocomunicarse uno al otro, por el otro, en el otro y jamás sin el otro. Así son y permanecen eternamente juntos.

2.7. En el comienzo no está la soledad del Uno, sino la comunión de los Tres. Éste no es un número que siempre se puede multiplicar. Las divinas Personas son únicas. Los únicos no son números, por eso no se suman, pero se relacionan tan radicalmente y se entrelazan tan completamente que emergen como un solo Dios-comunión-amor. Los Tres son una única Fuente, un único y eterno Fuego, una única permanente Explosión e Implosión de ser y de llegar a ser. Hay un único Dios-Misterio realizándose eternamente en la persona del Padre, en la Persona del Hijo y en la Persona del Espíritu.

2.8. Ellos son el antes del antes. Lo que siempre existió, siempre existe y siempre existirá. Esto no puede ser pensado ni imaginado. Es la barrera infranqueable para la inteligencia finita. Ésta, o se desespera y enloquece, o se rinde, reverente, ante el Misterio. Él puede ser aquello que la inteligencia no alcanza a entender.

2.9. Si Dios-Misterio es siempre conocido y desconocido, revelado y escondido, esencialmente comunión y relación, entonces todo lo que venga de Él será también conocido y desconocido. Será relación de todo y con todo, y jamás estará fuera de la relación que es eterna comunión y nunca soledad. El propio ser es siempre conocido y, al mismo tiempo, desconocido. Pero está siempre entremezclado en el tejido de las relaciones de todos con todos.

3. La Fuente originaria de todo ser

3.1. El Misterio en su realidad trinitaria se autoconoce y se apropia de su realidad desbordante en la medida en que se auto-revela a sí mismo. Proyecta lo diferente de sí como un espejo en el cual los divinos Tres se ven a sí mismos. Es el sentido de la creación.

3.2. La creación revela a Dios para Dios mismo. De la profundidad del Misterio emergen las infinitas posibilidades que son potencialidades aún no realizadas. Por eso, son una permanente novedad para el mismo Misterio trinitario. Cada manifestación es aprehendida en su totalidad, pero inmediatamente irrumpe otra y otra, y así eternamente en un motu perpetuo sin fin. El dinamismo divino se abre para acogerlas e incorporarlas en su naturaleza. Y ellas sin cesar implosionan y explosionan haciendo que la divina esencia se revele ininterrumpidamente dinámica y muestre su infinita riqueza potencial. Es novedad sobre novedad. Sorpresa sobre sorpresa. Belleza sobre belleza. Intelección sobre intelección. Amor sobre amor. Pasión sobre pasión. Dios-comunión tiene historia. Puede ser aquello que nunca fue antes, como por ejemplo el Hijo del Padre que, en un determinado tiempo, se manifestó como Hijo encarnado.

3.3. En un momento de su plenitud transbordante y de su voluntad de autorrevelarse y entregarse, el Misterio trino, a partir de sus infinitas posibilidades y potencialidades, crea un océano sin márgenes, en permanentes fluctuaciones de onda, océano compuesto de pura energía. Se trata de la Energía de Fondo que antecede a cualquier otra cosa que pueda suceder. Esta energía es creada y colocada, como diferente, delante del Dios-Trinidad para que Él mismo pudiera verse en ella y ella pudiese revelarlo. Viene dotada con las características del Misterio sin ser el Misterio: es inefable, inaprensible, ilimitada e infinitamente dinámica porque todas estas expresiones surgieron después de ella, pero no es todavía el Misterio, siempre irreductible. Es su imagen y semejanza, su mejor metáfora.

3.4. Ese inmenso océano de energía está preñado de potencialidades de ser. Nada es estable. Son como ondas que se suceden sin parar moviéndose en todas las direcciones sin que ninguna orilla las pueda detener.

3.5. De ellas salen rayos de energía que se condensan en pequeñísimas partículas y luego se disuelven para regresar nuevamente al océano de pura energía. Es un relucir infinito de puntos llameantes. Todo es movimiento. Todo es brillo. Todo es efervescencia. Todo es implosión y explosión. Todo es orden dinámico formándose y deshaciéndose para de nuevo volver a formarse.

3.6. Este océano es una Fuente llameante. Es una Llama fontal. Un abismo amoroso en el cual están todos los posibles elementos que alimentarán el universo a surgir o también otros posibles universos.

3.7. Es llamada Energía de Fondo, Abismo Amoroso Alimentador de Todo,Fuente Originaria de todo Ser, que sostiene todo el universo, mantiene a cada ser en la existencia y siempre está disponible. Esta energía no puede ser manipulada por nadie, pero puede ser invocada para que venga y fluya en nosotros.

4. La gran explosión silenciosa

4.1. De esa Energía de Fondo, insondable, cuya realidad se pierde dentro del Misterio sin ser el Misterio, sorprendentemente y de repente, irrumpe un punto de densidad inimaginable. Es uno de tantos que emergieron y que volvieron al seno del océano abismal pero, en el tiempo cero, el Misterio quiso que él se colapsase, es decir, que se afirmase, se sustentase y permaneciese. Su tamaño es billones y billones de veces menor que la cabeza de un alfiler. Está grávido de energía altamente condensada, hasta el punto de ser su temperatura de miles y miles de millones de grados centígrados. Es el Misterio en acción hacia fuera de sí mismo. Otros puntos pudieron, por voluntad del Misterio, haberse formado, afirmado y explotado también, creando universos paralelos o existiendo junto al nuestro en otra dimensión.

4.2. En el interior de ese ínfimo punto hierve un caldo de energía pura, en el cual se encuentran virtualmente los principios, las informaciones, las subenergías y partículas elementales que posteriormente van a constituir todo el universo. Él esta allí, espléndidamente rutilante, pulsando por la presión de la energía originaria.

4.3. De repente, sin que se pueda saber por qué, se infló al tamaño de un átomo y, momentos después, al tamaño de una manzana. Y entonces explotó. Ocurrió la singularidad del big bang. Explotó, pero fue un estruendo silencioso, pues todavía no había espacio ni tiempo para resonar. Pero dejó una radiación tan intensa que puede ser sentida hasta el día de hoy por la llamada «radiación de fondo», pequeña vibración que incesantemente nos viene de todas partes del universo. Midiendo la luz roja de las estrellas más distantes se llega a la conclusión de que el tal big bang llameante habría ocurrido hace 13.700 millones de años; ésta es la edad del universo y, como nosotros somos parte de él, es también nuestra propia edad.

4.4. Después de fracciones de milmillonésimas de segundo, la energía y los contenidos básicos allí incluidos fueron lanzados violentamente en todas direcciones, creando el espacio y el tiempo. La energía originaria se desdobló en las cuatro fuerzas conocidas: la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte. ¿Qué son estas fuerzas? Hasta hoy no se ha presentado una explicación satisfactoria, pues necesitamos cada vez más de ellas para entender todas las otras cosas. Lo que nos permite entender todas las cosas no es entendible. Probablemente ellas muestran la propia acción del universo, trabajando y empezando a poner orden en aquel inconmensurable desorden inicial provocado por el big bang.

4.5. Esta energía originaria se condensó fuertemente y produjo en primer lugar el campo Higgs en el cual surgieron las primeras partículas elementales, los hadrones, los topquarks, los protones, los neutrones, los electrones, los positrones y la antimateria. Entonces se produjo un choque formidable entre materia y antimateria, incomprensible y misterioso. La destrucción mutua fue tan violenta que solamente quedó una milmillonésima parte de la materia. La antimateria desapareció totalmente. De esa milmillonésima parte de materia restante se originó el inmenso universo que conocemos, y que nos llena de un sentimiento de grandiosidad por su magnitud.

4.6. Este universo surgió de un ajuste muy sutil de las cuatro interacciones que siempre actúan juntas y articuladas. Si la fuerza gravitatoria hubiera sido, mínimamente, un poco más fuerte, todos los elementos habrían sido atraídos de vuelta, habrían explotado sobre sí mismos en explosiones sin fin, para formar al final posiblemente un agujero negro. Las estrellas habrían sido imposibles e imposible sería la vida y la percepción consciente. Si durante una minúscula fracción de tiempo, hubiese sido demasiado débil, la expansión se habría ido diluyendo cada vez más hasta perderse totalmente. De la misma manera, no habría ocurrido la intensificación de los gases y partículas elementales, no habrían surgido las grandes estrellas gigantes rojas, y la vida y la Tierra habrían sido imposibles. Stephen Hawking, uno de los mayores astrofísicos de la historia de la ciencia, dice en su obra Brevísima historia del tiempo (2006): «si la carga eléctrica del electrón hubiera sido un poco diferente, se habría alterado el balance entre las fuerzas electromagnéticas y gravitatorias en las estrellas, y o bien habrían sido incapaces de convertir hidrógeno en helio, o bien habrían explotado» (p.151). De una u otra manera la vida no podría existir. Así ocurrió con cada una de las cuatro fuerzas que actuaron sinfónicamente de tal forma que crearon las condiciones iniciales para que, a lo largo del proceso evolutivo, pudiesen surgir las complejidades, los órdenes, los seres portadores de vida y de conciencia y cada uno de nosotros individualmente.

4.7. La energía se condensa todavía más y origina las partículas más elementales que conocemos, los presumibles hadrones, varios tipos de topquarks, los protones, los electrones, los neutrones y, por último, los átomos. Y a partir de los átomos combinados entre sí todos los seres existentes en el universo. Surgieron el hidrógeno y el helio, los elementos más simples y los más abundantes del universo.

4.8. A la vez que esto ocurría, la energía lanzada junto con las partículas elementales formó una inmensa nube que se expandió más y más. Lentamente, después de haberse dispersado en todas las direcciones, empezó a enfriarse y hacerse más densa. De este proceso se formaron las estrellas rojas gigantes.

4.9. Éstas funcionaron durante algunos miles de millones de años como hornos ardientes dentro de los cuales ocurrieron explosiones atómicas de magnitud inconmensurable. Allí se forjaron los principales elementos físico-químicos que están presentes en todos los seres: el hierro, el azufre, el carbono, el silicio, el metano, el oro, la plata, en fin, los 92 elementos básicos que componen todos los seres y a cada uno de nosotros. Después de haber consumido el hidrógeno y el helio, explotaron. Se volvieron supernovas, produciendo una luz tan intensa que equivale a cien mil millones de soles, y lanzaron en todas las direcciones los elementos que contenían dentro de sí.

4.10. Con su muerte surgió una nueva realidad. De los fragmentos lanzados se formaron las galaxias, los conglomerados de galaxias, las estrellas, los planetas, la Tierra, las lunas, los demás cuerpos celestes y nosotros mismos, los seres humanos. Somos hijos e hijas de las estrellas y del polvo cósmico estelar.

4.11. Todo el proceso evolutivo porta dentro de sí el caos inicial del que proviene y la gran explosión cuya radiación vibra por todo el universo. La expansión, la autoorganización, la complejidad y los órdenes cada vez más regulados son formas mediante las cuales el propio universo domestica el caos y lo vuelve creativo. Caos y cosmos, orden y desorden, creación y destrucción, sim-bólico y dia-bólico van a coexistir siempre, a confrontarse, a equilibrarse sin llegar nunca a una síntesis final. Esta realidad califica también al ser humano que es simultáneamente demente y sapiente, portador de energías destructoras y de fuerzas constructivas. Sin negar esta polarización, siente el llamamiento ético de fortalecer la dimensión de orden sobre la de desorden, la energía del amor sobre la fuerza de lo negativo. Esta situación no es una falla sino una marca de cada persona, de cada ser y del propio universo. Todos obedecen a esta dinámica: caos-orden-desorden-nuevo orden-caos-orden-desorden-nuevo orden y así indefinidamente. ¿Cuando culminará? Creemos que la síntesis final se dará cuando todo sea incluido en el Reino de la Trinidad. Esperamos.

4.12. Hemos perfilado el cuadro de la creación que va a permitir al Misterio autorrevelarse y reflejar su riqueza interna. Al mismo tiempo, este universo creado va a reflejar el Misterio y nos lo dará a conocer en aquello que puede ser conocido.

5. Nace el Sol que desposa a la Tierra

5.1. De los miles de millones de galaxias, destaca una, la nuestra, la Vía Láctea, en forma de espiral con un diámetro de cien mil años luz.

5.2. Dentro de ella se formó una estrella, llamada Tiamat