Cuba en la encrucijada - Fernando Martínez Heredia - E-Book

Cuba en la encrucijada E-Book

Fernando Martínez Heredia

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Beschreibung

Nunca más oportuna la selección de ensayos de Fernando Martínez Heredia Premio Nacional de Ciencias Sociales que hoy ponemos en manos del lector, cuándo Cuba vive momentos de importantes dilemas y desafíos cuyas soluciones marcaran sin duda el rumbo de nuestro futuro. Una vez más, desde su trinchera de ideas las reflexiones agudas de este destacado investigador social e historiador cubano nos pone al descubierto y nos incitan a pensar sobre hechos y problemas actuales de nuestro país, así como sobre la nueva etapa de la política sistémica de Estados Unidos contra Cuba. De igual forma, desde esta obra el autor llama la atención acerca de la importancia de tomar la cultura acumulada como un arma de combate en la batalla de ideas que estamos obligados a librar para enfrentar los retos contemporáneos y construir un futuro mejor y sobre todo, el nuestro.

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Seitenzahl: 213

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Edición: Pilar Mónica Jiménez Castro

Diseño de cubierta: Yalier Pérez Marín

Diseño de interior y diagramación: Bárbara A. Fdez. Portal

Corrección: Ana Molina González

© Fernando Martínez Heredia, 2017

© Sobre la presente edición:

Ruth Casa Editorial, 2021

ISBN: 9789962703396

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Ruth Casa Editorial

Calle 38 y Ave. Cuba

Edif. Los Cristales, oficina no. 6

Apdo. 2235, zona 9A, Panamá

www.ruthcasaeditorial.org

www.ruthtienda.com

Ìndice

Al lector

I

Días históricos, épocas históricas

Cambios y permanencias en la Cuba contemporánea

Problemas del socialismo cubano

Repensando el socialismo cubano

Ciencias sociales cubanas: ¿el reino de todavía?

II

En las dos cumbres de Panamá

Las relaciones culturales entre Cuba y Estados Unidos

Una guerra del siglo xxi

La visita anterior

La batalla cubana actual y la estrategia norteamericana

III

La sabrán defender todavía 

Sociedad y política en la Cuba revolucionaria 

No seamos siervos de ellas: trabajemos con ellas

Los más humildes también crearon la nación

Raza, nación y sociedad en la Cuba actual

Con silvio en los barrios 

IV

Taller sobre el socialismo y el hombre en Cuba

Taller Lenin en 1917

Nota 

Datos de autor / ١٩٧

AL LECTOR

Este libro reúne una selección de trabajos recientes, motivados por la situación y los problemas actuales de Cuba, sus dilemas y desafíos, y sus perspectivas. El primer y el tercer grupo de textos abordan los hechos y procesos contemporáneos, y mis reflexiones acerca de ellos. El segundo, la fase actual de la política sistemática de Estados Unidos contra Cuba, que tuvo su inicio público en diciembre de 2014; también recoge hechos, procesos y mis opiniones. Mi criterio de selección responde a que lo central es lo actual, pero, al mismo tiempo, a que no se puede alcanzar un conocimiento real y útil de los eventos y problemas sociales sin atender también al proceso histórico en el que están inscritos. Incluyo algunos temas específicos dentro del gran tema general, como incitación a tener en cuenta la compleja red de actividades diferentes, pertenencias diversas y problemas más concretos que caracteriza a toda sociedad.

El cuarto grupo de textos se refiere a la batalla de ideas que están obligadas a librar todas las revoluciones, y a la urgencia de rescatar del olvido el magisterio y el legado maravilloso que nos brinda el pensamiento de liberación. La cultura acumulada es un arma invaluable para enfrentar los retos del presente y para proyectar un futuro nuestro.

Debajo de la calma aparente de los días y las semanas que se suceden, está transcurriendo en Cuba una coyuntura crucial, en la que se forman paulatinamente los materiales para un desenlace ulterior que será trascendental. Los hechos históricos que resultan decisivos son singulares, porque siempre dependen de la actuación de los seres humanos y no de una fatalidad que los dicta y los hace ineluctables. Pero han tenido razón los pensadores sociales al perseguir las relaciones complejas que siempre existen entre las motivaciones y actuaciones humanas y los hechos de la sociedad en que viven —materiales y de conciencia— que condicionan esas actividades suyas.

Comparto la convicción de los que aseguran que lo que decide la naturaleza de esos hechos trascendentes es la práctica —no las condiciones existentes—, pero una práctica calificada. Si pretende triunfar, ella debe crear conciencia y organización, difundirlas y utilizarlas. La determinación, la conducción y otras cualidades de la actuación serán capaces de vencer a las situaciones más adversas y los enemigos más poderosos, si la práctica es capaz de atraer, sumar, reunir a muchos y crecer cada vez más, y darles la opción de pelear y de cambiarse a sí mismos y sus vidas, al mismo tiempo que cambian las realidades existentes para ponerlas a su servicio.

José Martí, el primer gran maestro cubano del arte de la política revolucionaria, fue capaz de promover y encabezar la realización de la tarea que he descrito, cuando Cuba ni siquiera existía como nación y su pueblo carecía hasta de una cultura unificadora. Hoy estamos en condiciones incomparablemente más favorables para lograrlo, si somos capaces de proponérnoslo y actuar en consecuencia. Y qué suerte tan grande la de los cubanos que siglo y cuarto después podemos leer al maestro Martí y sacarle tanto provecho. Hoy, quizás, más provecho que nunca.

Martí fue duro, pero con razón, al pedir que los pueblos pongan en la picota a quien no le dice a tiempo la verdad. Hagámosle caso a ese consejo tan lúcido, estamos a tiempo todavía para seguirlo. Cuba necesita que todos manejemos las verdades, y examinemos entre todos los problemas principales, la defensa de la sociedad que creamos entre todos, las opciones y los caminos a seguir, así como el futuro que habrá que crear.

En su modesta escala, estas páginas quieren ser una contribución a esa tarea.

Fernando Martínez Heredia

La Habana, 29 de agosto de 2016

I

DÍAS HISTÓRICOS, ÉPOCAS HISTÓRICAS1

11 “Días históricos, épocas históricas” fue reproducido de Cubadebate por el diario Granma, el 29 de agosto de 2015.

El pasado viernes 142 no fue un día histórico, y resulta necesario negar que lo haya sido. Llamarlo así podría ser una hipérbole perdonable, si no estuvieran en juego la soberanía nacional y la sociedad que hemos creado en el último medio siglo.

2Se refiere al 14 de agosto de 2015 (N. de la E.).

Cuba tiene un buen número de días históricos que recordar, hitos memorables del camino que este pueblo ha recorrido. El 10 de octubre es el primer día de la patria cubana, el día en que comenzaron a ser derrotados el imposible que marca el cálculo frío y el destino inexorable que hace un ser inferior al colonizado. Ese día comenzamos a aprender que la libertad y la justicia tienen que andar muy juntas, tienen que casarse. El 24 de febrero es el día en que empezó la epopeya popular nacional, en la que la gente se fue en masa a la guerra revolucionaria, arrostró todos los sacrificios y se ganó la palma del heroísmo. Esa gesta creó a las cubanas y los cubanos, a la nación y la cultura nacional, a la república cubana. El 1º de enero es el día de la victoria del pueblo y el inicio de la liberación de todas las dominaciones y la creación de una sociedad y una vida nuevas. Marca el fin del dominio colonial y neocolonial en la historia de Cuba. El 19 de abril el socialismo, bañado en sangre, venció en Girón al bloque de los enemigos del pueblo cubano: los imperialistas y los burgueses.

¡Esos sí son días históricos!

También el 20 de mayo fue un día histórico, aunque no sobreviviera a la época que inauguró. Día singular y ambiguo como pocos, conciliaba dos realidades opuestas. Por un lado, tremenda alegría popular, goce inmenso por el hecho que parecía realizar las motivaciones e ideales por los cuales un pueblo de castas, unificado por una conciencia política, se fue en masa a la gran guerra popular y al holocausto, y exigió después la retirada del ocupante extranjero con todas sus energías y de todas las formas posibles. Por otro, las angustias y desilusiones que traía consigo el nuevo Estado con una soberanía nacional muy recortada por la potencia extranjera, y la quiebra del proyecto revolucionario, porque desde el final de la guerra las clases rectoras del país priorizaron el retorno al orden y se negaron a satisfacer los anhelos de justicia social.

Aquel fue un día histórico de posrevolución, el inicio de una época que llevó a un compañero cercano de Antonio Maceo a escribir, en 1909:

La mente se abisma al solo pensamiento de lo que hubiera acaecido en este país, viviendo los dos Maceo en el período de la primera intervención americana y en medio de las grandes miserias que han venido después. Pero es forzoso llegar a este dilema: o no hay ensayos de república jamás, y corren ríos de sangre, y la convulsión no es intermitente, sino continua, o la república se establece sobre bases firmes y perdurables con toda la verdad de los principios revolucionarios.3

3 José Miró Argenter: Cuba: crónicas de la guerra. Las campañas de Invasión y Occidente, 1895-1896, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1968, p. 544.

Esa época tuvo que ser derrotada por otra gran revolución para que Cuba llegara a ser dueña de sí, realmente libre y soberana. Y la colosal transformación expulsó al 20 de mayo del lugar secundario que tenía en la galería de días históricos de la patria.

Desde diciembre del año pasado asistimos a una nueva coyuntura política. Dos Estados que tienen una diferencia abismal entre sí en cuanto a poder material, y que han vivido más de cincuenta y seis años en virtual estado de guerra —porque el más poderoso le aplica permanentemente medidas de guerra al otro—, se han sentado a negociar la paz y han logrado dar un primer paso, muy pequeño: restablecer relaciones diplomáticas. El más poderoso las había roto hace cincuenta y cuatro años, cuando estaba seguro de que derrocaría el gobierno del otro mediante una invasión y la fuerza militar. El planeta entero conoce la historia de su agresión sistemática, transcurrida desde entonces hasta hoy.

Cada uno tiene cartas a su favor. Estados Unidos, la necesidad de Cuba de mejorar su posición en las relaciones económicas internacionales en un mundo en el que predomina hasta ahora el capitalismo imperialista. La posibilidad de regatear y obtener concesiones del gobierno cubano a cambio de ir desmontando paulatinamente su sistema de agresión permanente. La esperanza de dividirnos entre los prácticos y sagaces, los que comprenden, y los rabiosos y ciegos, los aferrados y anticuados. El sueño de que Estados Unidos encarne el ideal de “tecnologías” y consumos que pueda perseguir una suerte de clase media que se asoma en el espectro nacional cubano. Parecerle la esperanza de mejorar su situación a los sectores menos conscientes de la amplia franja de pobreza que existe. Ejercer su capacidad de hacernos una guerra que no es de pensamiento, sino de inducción a no pensar, a una idiotización de masas. Y, siempre, algo que ha dejado muy claro: el recurso a utilizar todas las formas de subversión del régimen social cubano que estén a su alcance.

Cuba es muy fuerte y tiene muchas cartas a su favor. La primera es la inmensa cultura socialista de liberación nacional y antimperialista acumulada. Ella ha sido decisiva para ganar las batallas y guiar la resistencia en las últimas décadas, y ella rige la conciencia política y moral de la mayoría, que de ningún modo va a entregar la soberanía nacional ni la justicia social. La legitimidad del mandato de Raúl y el consenso con los actos del gobierno que preside aseguran la confianza y el apoyo a su estrategia, y le permiten conducir las negociaciones con apego absoluto a los principios y flexibilidad táctica. La solidez del sistema estatal, político y de gobierno cubanos, la potencia y calidad de su sistema de defensa, el control de los elementos fundamentales de la economía del país, y los hábitos y reacciones defensivas, proveen un conjunto formidable que está en la base de las posiciones cubanas.

La historia de las actitudes de Estados Unidos contra la independencia de Cuba en el siglo xix, el crimen que cometió contra la revolución triunfante en 1898 y su explotadora y humillante opresión neocolonial hasta 1958, y todo lo que ha hecho y hace contra nuestro pueblo desde 1959, conforman una condición culpable y deleznable que lo descalifica como parte en la cual confiar en una negociación. Me llega a admirar que funcionarios norteamericanos crean que hacer visitas y parecer simpático sea suficiente para que los cubanos se sientan reconocidos y gratificados, algo solamente explicable por la subvaloración del que se siente imperial y el desprecio que ya les conocía José Martí.

Que a Cuba le asiste la razón en sus reclamaciones contra Estados Unidos ha sido casi universalmente reconocido durante décadas, por gobiernos, parlamentos, instituciones internacionales, organizaciones sociales y políticas y las más variadas personalidades. Las negociaciones no avanzarán realmente mientras Estados Unidos no dé pasos unilaterales que cambien la situación ilegal y criminal creada por sus actos continuados en perjuicio de Cuba. Devolverles a sus ciudadanos parte de los derechos que les ha conculcado y facilitarles a ciertos empresarios suyos tener relaciones con Cuba no tiene que ver con esos pasos imprescindibles, ni puede sustituirlos. Esa asimetría favorece a Cuba. La compensación en derecho por las nacionalizaciones cubanas de los años sesenta tendría un monto muy inferior al de las indemnizaciones que deben por la pérdida de varios miles de vidas y los daños y perjuicios ocasionados a Cuba.

Eventos internacionales como el del viernes 14 son muy ruidosos, y en exceso publicitados. Pero lo decisivo para la política internacional de todo Estado son siempre los datos fundamentales de su situación y su política internas. La cuestión realmente principal es si el contenido de la época cubana que se está desplegando en los últimos años será o no será posrevolucionario.

En las posrevoluciones se retrocede, sin remedio, mucho más de lo que los juiciosos involucrados habían considerado necesario al inicio. Los abandonos, las concesiones, las divisiones y la ruptura de los pactos con las mayorías preludian una nueva época en la que se organiza y se afinca una nueva dominación, aunque ella se ve obligada a reconocer una parte de las conquistas de la época anterior. Las revoluciones, por el contrario, combinan iniciativas audaces y saltos hacia adelante con salidas laterales, paciencia y abnegación con heroísmos sin par, astucias tácticas con ofensivas incontenibles que desatan las cualidades y las capacidades de la gente común y crean nuevas realidades y nuevos proyectos. Son el imperio de la voluntad consciente que se vuelve acción y derrota a las estructuras que encarcelan a los seres humanos y a los saberes establecidos. Y cuando logran tener el tamaño de un pueblo son invencibles.

Pronto estaremos en medio de una gran pelea de símbolos. La tranquila y desvergonzada exposición de carros “americanos” durante el acto del viernes pasado pretendió borrar toda la grandeza cubana y reducir al país a la nostalgia de “los buenos tiempos”, antes de que imperaran la chusma y los castristas.4 La estrategia actual de Estados Unidos contra Cuba nos deparará un buen número de recursos “suaves” e “inteligentes”, modernos “cazabobos” de la guerra del siglo xxi. Ha sido muy positiva la declaración de que estamos dispuestos a tener relaciones diplomáticas aunque ellas formen parte de una nueva fase de la política dirigida a derrotar y dominar a Cuba. Además de prescindir de la hipocresía que suele adornar ciertas salidas diplomáticas, está más dirigida a nuestro pueblo que a la otra parte. Desbaratar confusiones y desinflar esperanzas pueriles es una de las tareas necesarias. En la medida en que la mayoría de la población participe en la política, cada vez más activamente, ella misma producirá iniciativas y generará fórmulas que desbaraten la pretensión norteamericana y sus mercaderías materiales y espirituales. En las revoluciones, el pueblo siempre es decisivo.

4 Ver “Símbolos”, el magnífico artículo que publicó Rosa Miriam Elizalde en Cubadebate el 16 de agosto.

La Habana, 28 de agosto de 2015

CAMBIOS Y PERMANENCIAS EN LA CUBA CONTEMPORÁNEA5

5 Intervención en el panel “Las transformaciones actuales en Cuba: algunos impactos en la sociedad”, del Simposio Internacional Revolución Cubana: Génesis y Desarrollo Histórico, organizado por el Instituto de Historia de Cuba. La Habana, 14 de octubre de 2015.

Como todos saben, Cuba es un país realmente singular. Al abordar este tema, como tantos otros, ese rasgo se hace ostensible. En Cuba, la dimensión política de la sociedad es más amplia y rica que el sistema político. A partir de 1959, la actuación política directa con muy alta conciencia de los derechos y deberes ciudadanos ha sido una constante para la mayoría de la población. Esas prácticas no son intermitentes ni de involucramientos parciales, sino constantes. Combinan las motivaciones procedentes de una conciencia social de lo político y del valor de la solidaridad humana y el patriotismo popular, con los vehículos, la estructura y la sistematicidad que son usuales de los sistemas políticos. Lo político y los deberes del sistema político incluyen mucho de lo que en otras sociedades se deja al arbitrio de otras instancias, con evidente perjuicio para las mayorías, como son la alimentación, la salud, el empleo, los derechos del trabajador, la educación, la seguridad social y demás necesidades del individuo y los grupos sociales.

Esta es una de las características fundamentales de la naturaleza de la Revolución y del régimen social cubano, y forma parte de las bases de la legitimidad del liderazgo y del sistema político. Su origen y su razón de ser no residen en coyunturas de bonanza de un período más o menos breve, o en el cumplimiento de promesas electorales, sino en las realidades de los cambios colosales de la vida de las personas, las relaciones sociales y las instituciones generadas por el proceso revolucionario, conquistadas y desarrolladas con la participación decisiva de las mayorías, codificadas por las leyes y convertidas en costumbres. El consenso por parte de las mayorías del que el poder político ha gozado durante más de medio siglo tiene bases muy firmes en el imperio de la justicia social, la redistribución sistemática de la riqueza del país en beneficio de esas mayorías, la identificación general del gobierno como servidor de los altos fines de la sociedad y administrador honesto —y no como una sucesión de grupos corrompidos que medran, engañan y lucran— y la defensa intransigente de la soberanía nacional plena.

Por consiguiente, los cambios y las permanencias sociales en Cuba no pueden verse y analizarse como algo relativamente autónomo, porque están ligados de forma intrínseca a la dimensión política de la sociedad y, por tanto, a la dimensión económica, que no puede ser autónoma, porque el país es socialista.

Desde ese punto de partida es necesario reconocer que la sociedad de justicia, bienestar y oportunidades para todos que se logró como saldo del proceso hasta 1990 ha sufrido deterioros y reducciones de esos rasgos en los últimos veinte años. No me detengo en la profunda crisis que vivió Cuba en la primera mitad de los años noventa, que originó esa tendencia negativa, solo añado dos constantes que operan siempre y sistemáticamente contra el país: el sistema de agresión del bloqueo, que es un funesto estado de guerra económica al que nos somete Estados Unidos; y las profundas y abarcadoras desventajas económicas que sufrimos, como la mayor parte de los pueblos del planeta, causadas por el sistema actual de financiarización, centralización, robo de recursos y exacciones parasitarias del gran capital.

La crisis pudo ser enfrentada y remontada porque se produjo la conjunción de la gran sagacidad, la decisión y un apego estricto a los principios socialistas combinados con una enorme flexibilidad táctica de la dirección revolucionaria, con la abnegación, la combatividad y la pericia de las mayorías, franqueada por el extraordinario desarrollo que habían experimentado sus capacidades y su conciencia política en las décadas previas. Eso fue mucho más que el mantenimiento de un gran pacto social. No hubo ninguna rendición, ni apelación al repertorio neoliberal que era usual: la política social ejemplar cubana se mantuvo, aun en los peores momentos. La maestría y la firmeza de Fidel y la abnegación y la sabiduría política del pueblo, unidos, impidieron la caída del socialismo cubano.

Pero los efectos de la profunda contracción de la actividad económica y la calidad de la vida, y los de una parte de las medidas que fue necesario tomar, se hicieron sentir de manera aguda primero y, aunque pronto fueron atenuados, comenzaron a tener consecuencias que se han vuelto en parte crónicas, y que han recibido impactos muy diversos —positivos y negativos— en las dos décadas que siguen hasta hoy. No es posible detenerse en esto, pese a la importancia que tiene para el análisis.

En la actualidad se puede apreciar la consolidación de desigualdades ante el ingreso que percibe la población, que eran desconocidas antes de los años noventa. Hay sectores empobrecidos, y esto puede ser más agudo en grupos sociales que estaban en desventaja por razones históricas y/o territoriales, o a los que la evolución de la situación fue llevando a ese estado. De un nivel ínfimo de pobreza y cero pobreza extrema hace treinta años, hemos pasado a tasas de pobreza que para Cuba son notablemente altas. Las deficiencias más significativas pueden encontrarse en vivienda, alimentación con calidad, remuneración del trabajo, situación de comunidades, acceso a una parte de los consumos necesarios o deseados. De una sociedad en la que las relaciones entre los esfuerzos laborales y los consumos y la calidad de la vida eran muy indirectas, hemos pasado a una situación en la que los ingresos directos que se obtienen desempeñan un papel grande en esos consumos y en la calidad de la vida. El papel del dinero ha crecido muy sensiblemente en un gran número de campos.

La relación entre las capacidades que poseen las personas y las remuneraciones que reciben, siempre tan compleja, se ve afectada también por diversos factores. Hay tipos de trabajo y lugares de trabajo que resultan privilegiados o satisfactorios, mientras en otros no se encuentra la retribución justa o carecen de recursos. Ha crecido el número de los que viven en condiciones muy difíciles, y también el de los que realizan diferentes labores y actividades para mantener las condiciones en que viven. Existen intermediarios que viven bien sin aportar nada valioso a la sociedad. Las remesas desde el exterior, importantes para la macroeconomía, pueden erosionar también las ideas socialistas; es probable que una parte de ellas esté sirviendo para crear empresas pequeñas, pero que tienen privilegios para operar y sostenerse.

Junto a esas realidades han sido impactadas las representaciones, los valores, la conciencia y las ideas, de manera paulatina pero que no puede subestimarse. Entre sus efectos está la existencia actual de una franja en el país que es ajena a la Revolución, privilegia los asuntos personales y las relaciones familiares y de pequeños grupos, y suele creerse ajena a las militancias y las contaminaciones políticas. En unos, expresa el cansancio o la falta de interés en lo político; en otros, los afanes de la vida del hombre económico, aunque también se combinan las motivaciones. Este apoliticismo convive en paralelo con las convicciones políticas y las costumbres socialistas arraigadas, como conviven en paralelo en nuestra sociedad un enorme número de relaciones sociales, representaciones y valores socialistas y capitalistas. Repito una vez más que se está librando una guerra cultural abierta entre el socialismo y el capitalismo.

Agrego otro rasgo negativo que ha crecido: la conservatización de la vida social. Esta parece ser aún más neutra que la despolitización, y pudiera verse solamente como un portador de modas, comportamientos, satisfacciones y normas que tienen su referente en algo que porta el aura de lo intemporal. En suma, como una “vuelta a la normalidad” de la sociedad. Pero en realidad es un enemigo peligroso del socialismo cubano, si nos damos cuenta de que es una forma efectiva de desarmar la actividad política y promover la simpatía por las soluciones conservadoras a los problemas de la sociedad, y favorece la formación de un consenso a una eventual restauración del capitalismo.

¿Avanzará el desarme ideológico? ¿Llegaremos a ser un país “normal”?

Frente a esas realidades adversas, Cuba conserva fuerzas profundas y enormes para mantener su revolución socialista de liberación nacional, y un sólido potencial para desarrollarla hacia nuevas metas, ambiciosas pero necesarias. Ante todo, se ha mantenido sin desmayos una política social basada en principios, que asigna recursos y brinda un gran número de servicios sobre las bases socialistas de gratuidad, acceso de los sectores populares y universalidad, se opone a la expansión de las desventajas y exclusiones y protege a los grupos humanos con necesidades especiales. Se mantiene siempre actuante en rubros principales, como la alimentación, la salud, la educación y la cultura. Es necesario discutir y encontrar los modos acertados de combatir especialmente la reproducción de las desventajas de determinados grupos y áreas, incluyendo desatar las fuerzas unidas de especialistas y masas de población que poseen cualidades suficientes para hacerlo, y hacer los cambios institucionales que sean necesarios.

El acumulado de cultura con el que contamos es impresionante, a nivel mundial. Un buen ejemplo de ello son los datos sobre las mujeres cubanas brindados por el presidente Raúl Castro en su discurso ante la Conferencia sobre Igualdad de Género y Empoderamiento de las Mujeres de la ONU, el pasado 27 de septiembre. Las enormes capacidades de formación general, técnica y científica, que fueron un factor tan relevante para enfrentar la crisis, siguen siendo una gran ventaja permanente. La pacificación de la existencia personal y familiar garantizó y elevó la calidad de la vida, las posibilidades, los derechos, los nuevos problemas y los proyectos de las mujeres, los hombres, los niños y los ancianos. En Cuba no existen, desde hace más de cincuenta años, la violencia en la política, las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzosas ni las torturas a detenidos. Las tasas de homicidios y de consumo de drogas son bajas. No existe como problema de alguna entidad la seguridad de la población. El carácter colectivo de las hazañas, los trabajos, los logros, los sacrificios, las transformaciones, ha sido una escuela de cambio profundo y de crecimiento de los seres humanos.