Cuba. Identidad cultural y emigración - Sonia Almazán del Olmo - E-Book

Cuba. Identidad cultural y emigración E-Book

Sonia Almazán del Olmo

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La autora nos presenta en este texto el resultado de una seria investigación acerca de la producción de los emigrados de origen cubano en los Estados Unidos relacionadas con la identidad cultural, la cultura, la literatura y el cine, además del acercamiento a autores y actores representativos, así como a sus diversas miradas y compromisos. Este texto permite acercarnos a uno de los aspectos de mayor importancia, tanto para la Nación, como para su emigración, en medio del peligro latente a nuestra identidad latinoamericana y caribeña por parte de los más importantes centros de poder. El texto, compuesto por siete trabajos de la autora, en diferentes momentos, se propone trabajar en pos de un mayor conocimiento y acercamiento necesario y desprejuiciado a esa "otra" forma cultural que es parte innegable de la Cultura cubana.

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Edición y corrección: Sonia Almazán del Olmo

Diseño de cubierta: Israel Moya

Composición y conversión a ebook: Idalmis Valdés Herrera

 

 

© Sonia L. Almazán del Olmo, 2023

© Sobre la presente edición:

Ruth Casa Editorial, 2024

Todos los derechos reservados

 

 

ISBN 9789962740544

 

 

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización de Ruth Casa Editorial. Todos los derechos de autor reservados en todos los idiomas. Derechos reservados conforme a la ley.

 

 

Ruth Casa Editorial

Calle 38 y Ave. Cuba,

Edif. Los Cristales, oficina no. 6

Apdo. 2235, zona 9A, Panamá

www.ruthtienda.com

www.ruthcasaeditorial.com

[email protected]

Sinopsis

La autora nos presenta en este texto el resultado de una seria investigación acerca de la producción de los emigrados de origen cubano en los Estados Unidos relacionadas con la identidad cultural, la cultura, la literatura y el cine, además del acercamiento a autores y actores representativos, así como a sus diversas miradas y compromisos. Este texto permite acercarnos a uno de los aspectos de mayor importancia, tanto para la Nación, como para su emigración, en medio del peligro latente a nuestra identidad latinoamericana y caribeña por parte de los más importantes centros de poder. El texto, compuesto por siete trabajos de la autora, en diferentes momentos, se propone trabajar en pos de un mayor conocimiento y acercamiento necesario y desprejuiciado a esa "otra" forma cultural que es parte innegable de la Cultura cubana.

Índice de contenido
Sinopsis
Introducción
Cuba. Cultura y emigración
Reflexiones sobre una transgresión. Cuba: cultura y emigración
Identidad cultural. La primera generación de emigrados cubanos en el sur de la Florida
Cuba. Literatura y emigración
Literatura de inmigrantes
Literatura del exilio
Literatura étnica
Cine cubano y emigración. Un acercamiento (1980-2000)
¿Una isla que no existe? Identidad y evocación a la sombra del cundeamor
Lourdes Casal. Emigración, identidad, nostalgia y biculturalismo
Bibliografía General
Datos de la autora

Introducción

El hombre desde sus primeros pasos se ha desplazado de un lugar a otro movido por diversas razones: económicas, políticas, religiosas, climáticas o por simple necesidad de conocer nuevos espacios y vivir nuevas experiencias. Este ir y venir incesante no lo ha hecho solo, con él se ha desplazado su espiritualidad, que es decir su cultura, y así, comunicándose y comunicando, dando y recibiendo, ha ido construyendo una identidad, que partiendo de lo personal, llega a lo nacional, regional, continental.

Las migraciones constituyen, un fenómeno universal que cada año se incrementa de forma significativa y son factores de gran importancia en la construcción de identidades, ya que de ese contacto resulta un impacto sociocultural definidor de esencias que marca el devenir histórico de una cultura.

Las características particulares de Cuba, desde la segunda mitad del siglo xx, como país fundamentalmente emisor —aunque en menor medida y por tiempo más reducido— receptor, hace que el tema cobre importancia singular, ya que impacta desde diversos ángulos a la sociedad y convierte el fenómeno de la emigración en objeto de análisis sociocultural e indiscutiblemente marca las relaciones culturales con otros exponentes del propio Sur y de manera particular está presente en las relaciones con los Estados Unidos de América.

Se indaga desde la psicología, el derecho, la economía, la politología y la cultura entre otras, en las características diferenciadoras e identificadoras de la migración y como parte de la resistencia ante el peligro de la deculturación, presente, con tanta fuerza, en los últimos años.

La identidad cultural cubana es hija de un largo proceso de encuentros y desencuentros y donde han convergido elementos tan “ajenos” como Europa, África, Asia y América, todos mezclados, diría el poeta y que ha dado lugar a una cultura que nos identifica y de la que nos sentimos orgullosos por su unidad dentro de la diversidad y su universalidad.

A partir de las últimas décadas del siglo xx comienza a vislumbrarse una voluntad de investigación, de reconocimiento y acercamiento, primero en el ámbito académico y luego dentro de un amplio sector de la intelectualidad de “aquí” y de “allá”, que se ha constituido en un factor importante de enriquecimiento cultural en ambos espacios. Es innegable que cuando hablamos de Cultura Cubana, así en mayúscula, nos estamos refiriendo a los aportes culturales de todos aquellos, que no importa dónde residan, pero que si tienen la voluntad y la conciencia de pertenencia que exigía don Fernando Ortiz.

El viaje, la separación, la partida, el reencuentro, la nostalgia, el desarraigo, la marginalidad, el regreso, se repite una y otra vez. Han estado presentes en cada una de las obras producidas por los emigrados cubanos. El tema de la emigración, para los cubanos, en cualquier geografía, ha significado una ruptura, un profundo desequilibrio, y se presenta en mayor o menor grado desde las primeras obras hasta el presente.

La autora de este libro ha trabajado durante treinta años, desde la docencia universitaria y la investigación, en el estudio del aporte cultural de la emigración cubana a la Cultura cubana, sus características y la importancia del acercamiento a estos estudios desprejuiciadamente y sobre todo al reconocimiento de que esta producción es una forma cultural “otra” y hasta “otras”, a partir de la diversidad de asentamiento de nuestros emigrados. Debemos, cada vez más, ser capaces de entender que, los diversos espacios donde residen, viven y conviven culturalmente nuestros emigrados los signan, pero eso no significa un alejamiento o dejación de la cultura que aportan al emigrar, sino un enriquecimiento de la misma y que ellos la ofrecen a la Cultura de todos. No hacerlo es negar lo que por definición significa la identidad cultural cubana.

La literatura, el cine, el teatro y las artes plásticas han abordado el tema migratorio de forma casi ininterrumpida desde las últimas décadas de siglo xx.

En este texto la autora nos ofrece siete ensayos resultados de sus investigaciones en Cuba y en el extranjero que contienen interesantes enfoques acerca de la identidad cultural en la obra de importantes autores cubanos emigrados.

Cuba. Cultura y emigración

«La verdadera historia de Cuba es la historia de sus intrincadísimas transculturaciones”

Fernando Ortiz1

El estudio del fenómeno identitario en la emigración cubana no puede abordarse al margen del proceso sociopolítico que tiene lugar en Cuba a partir del triunfo de la Revolución en enero de 1959 y que origina cambios profundos en todos los niveles de la sociedad. En el plano sociocultural es la materialización de las grandes utopías: igualdad social, educación, vivienda, empleo, salud. Es un momento de reafirmación de lo nacional y de consolidación de la identidad, pero es también el momento en que llega a su punto más alto el conflicto entre Estados Unidos y Cuba como resultado de la ruptura del estatus neocolonial del país.

En la misma medida en que la nación cubana se reencuentra a sí misma en la Revolución, se hace más evidente el papel hegemónico que han jugado los Estados Unidos enla sociedad cubana desde el surgimiento de la República y el comprometimiento de los sectores más ricos del país con la política norteamericana hacia Cuba. El enfrentamiento de estos sectores a la Revolución fue inmediato. Ya en 1959 aparecieron las primeras organizaciones contrarrevolucionarias en las cuales militaban connotados figuras vinculadas al batistato y a los sectores de la oligarquía nacional que lo habían apoyado. La primera y más representativa fue la llamada La rosa blanca.

Para partir del principio se hace necesario acudir a don Fernando Ortiz y su importante trabajo “Del fenómeno social de la ‘transculturación’ y de su importancia en Cuba”, en su libro Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar.

La expresión “Intrincadísimas transculturaciones” fue utilizada por don Fernando Ortiz para calificar el fenómeno de la construcción de la cultura cubana.

La introducción del neologismotransculturación,constituyó un aporte valioso para los estudios culturales en época tan temprana como el tercer decenio del sigloxx. Ortiz lo piensa y confirma en oposición al términoaculturación, cuyo uso era de extensa utilización; y lo define muy bien cuando expresa, en su excelente trabajo sobre el neologismo propuesto: “El concepto de transculturación es cardinal y elementalmente indispensable para comprender la historia de Cuba” y me atrevo a añadir y para el entendimiento de esa porción cultural que florece del otro lado de nuestras costas.

En la «Introducción» del texto orticiano, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, el reconocido antropólogo Bronislaw Malinowski, al reflexionar sobre el término aculturación expresa que:

Es un vocablo etnocéntrico con una significación moral. El inmigrante tiene que “aculturarse” (to acculturarte); así han de hacer también los indígenas, paganos e infieles, bárbaros o salvajes, que gozan del “beneficio” de estar sometidos a nuestra Gran Cultura Occidental. (…) El “inculto” ha de recibir los beneficios de “nuestra cultura”; es él quien ha de cambiar para convertirse en “uno de nosotros”.2

Al referirse al término transculturación lo define como

un proceso en el cual emerge una nueva realidad, compuesta y compleja; una realidad que no es una aglomeración mecánica de caracteres, ni siquiera un mosaico, sino un fenómeno nuevo, original e independiente. Para describir tal proceso el vocablo (…) proporciona un término que no contiene la implicación de una cierta cultura hacia la cual tiene que tender otra, sino una transición entre dos culturas, ambas activas, ambas contribuyentes con sendos aportes, y ambas cooperantes al advenimiento de una nueva realidad (…).3

El complejo cultural cubano está conformado por la existencia de una corriente incesante de:

(…) inmigrantes blancos. Españoles, pero de distintas culturas y ya ellos mismos desgarrados (…) y trasplantados al Nuevo Mundo (…) donde tenían que a su vez que reajustarse a un nuevo sincretismo de culturas. (…) la transculturación de una continua chorrera humana de negros africanos, de razas y culturas diversas (…) Y todavía más culturas inmigratorias, (…) siempre fluyentes e influyentes y de las más variadas oriundeces (…).4

Si en esos primeros tiempos la inmigración resultó un componente esencial en la conformación de la cultura cubana, la otra cara de este fenómeno, la emigración, viene a complementar de forma muy especial este proceso tan diverso y a la vez único.

Es precisamente el intercambio y el conocimiento de otras realidades culturales, a veces al margen de la cultura hispana, la que propicia la entrada de lo más avanzado del pensamiento universal, como por ejemplo, de la ilustración, que siembra la semilla de la diferencia y de la cual beben nuestros criollos que años después se plantean la separación de España como única alternativa.

Ya en los albores del siglo xix aparece un sentido de pertenencia nuevo y con él la identificación con la tierra en la que nace y funda, porque el cubano es el resultado de un proceso histórico íntimamente vinculado con la formación de la nacionalidad, proceso que en Cuba ocurre de manera singular, baste recordar el fenómeno de la necesidad de la independencia que proclamaron los padres fundadores, no obstante sus orígenes de clase, frente a las cada vez más evidentes ambiciones norteamericanas sobre la isla.

Las contradicciones entre metrópoli y colonia dan como resultado los primeros desterrados. Entre ellos podemos mencionar a José María Heredia, Félix Varela y José Martí. Todos ellos portadores de las ideas más avanzadas de su época, tanto en lo ideológico y lo político como en lo cultural. Y que comienzan a “construir la patria” a partir de una voluntad y una conciencia de pertenencia. El concepto de Patria reafirmó la unidad interna de los cubanos: de la idea de patria local o regional se transitó al de Patria nación. Así para José Martí “Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca y en que nos tocó nacer…”.

Otro aspecto importante a considerar en torno a la identidad cultural de los emigrados cubanos son las leyes estadounidenses de inmigración. Después del triunfo revolucionario, los cubanos que llegan a territorio norteamericano no son considerados oficialmente inmigrantes. En el propio año 1959 el presidente Eisenhower utiliza el «McCarran Walter Act» de 1952 para dar asilo (parole) a los primeros emigrados; luego las famosas «visas waivers» (1959-1962); durante la administración de John F. Kennedy se firma la «Ley de asistencia a la migración y a los refugiados del hemisferio occidental», la que se complementa con la Orden ejecutiva presidencial No. 3447 que desde el 3 de febrero de 1962 establece el Bloqueo contra Cuba; el Programa de Refugiados Cubanos de 1965 y el 2 de noviembre del año 1966, el Congreso de Estados Unidos aprueba la «Ley para ajustar el estatus de los refugiados cubanos a la de residentes permanentes legales de Estados Unidos, y para otros fines», que fue firmada por el presidente Lyndon B. Johnson y conocida también como «Ley de ajuste cubano», vigente en la actualidad. Acciones encaminadas a otorgarle la categoría de refugiado político a todo el que llegaba a territorio norteamericano y tenían el propósito de convertir a los exiliados y refugiados en residentes permanentes y en ciudadanos. Curiosa paradoja, son reconocidos como exiliados y se les trata como inmigrantes. Desde el triunfo revolucionario hasta el presente, las diferentes administraciones norteamericanas han privilegiado la inmigración legal e ilegal de cubanos con evidentes fines políticos, esto incidió de forma determinante en la consideración que esta emigración tiene de sí misma en relación con otras etnias, con el país receptor y con el país de origen.

Un factor enriquecedor, si de cultura se trata, lo significó el arribo a nuestro país de emigrantes europeos y latinoamericanos que habían dejado sus tierras ante la persecución política o que visitaban el país como lugar de tránsito en los momentos difíciles de la primera guerra mundial, las dictaduras latinoamericanas, la Revolución española o la segunda guerra mundial.

No debemos olvidar la enorme importancia que para la cultura popular y tradicional han tenido las migraciones temporales de obreros caribeños que cada año arribaban a nuestras costas en busca de un trabajo como jornaleros en las zafras azucareras y cafetaleras y que portadores de una rica tradición cultural abonaron la nuestra hasta fundirse en formas propias de nuestra cultura.

No fue el sector cultural el único que contribuyó, a partir del intercambio migratorio, al enriquecimiento de nuestra cultura. Es necesario considerar a aquellos emigrantes que por razones económicas o políticas tuvieron necesidad de abandonar el país y que después del triunfo revolucionario regresaron y jugaron un importante papel en las transformaciones sociopolíticas ocurridas con posterioridad de enero de 1959.

El triunfo de la Revolución cubana significó, para decirlo con palabras de Fernando Martínez, “el desquiciamiento sucesivo, continuado y heterogéneo de las estructuras ideológicas preexistentes, y también de las que va creando el propio proceso revolucionario, todo ello en relación obligada con las circunstancias internacionales.”,5 pero de igual forma, por primera vez, la priorización de la cultura. Quizás nada pueda ser más representativo que contrastar la carta que el intelectual cubano Virgilio Piñera enviara a Fidel Castro en 1959 y que describe, desde dentro, la situación de los creadores en la Cuba prerrevolucionaria y la afirmación hecha por este mismo autor en 1966 relatando qué significaron para él, como autor y actor, las nuevas opciones que se abrían para el sector. Se dolía en 1959:

¿Qué es un escritor en Cuba? —nos preguntamos. La respuesta es tan difícil como la cuadratura del círculo o el hallazgo de la piedra filosofal. ¿Somos una clase como la de los profesores o la de los periodistas? Nopor cierto. ¿Se cotizan y venden nuestras producciones? Ni hablar. ¿Nos pagan nuestros artículos? Esto sería inconcebible. ¿Nos lee el pueblo? Respuesta terrible: nos leemos nosotros mismos. ¿Pesamos algo en la opinión pública? Ni un adarme. (…) Y la pregunta capital: ¿de qué vivimos? Del aire, de expedientes, de la peseta que nos da el amigo, de las cien tremendas humillaciones, de sueños y hasta de quimeras.6

En 1966 afirmaba:

La Revolución tocó a todas las puertas y entre ellas a la del teatro. Esa puerta, que se mantuvo entornada por más de cuarenta años, se abrió de golpe, y automáticamente se puso en movimiento toda una complicada maquinaria. De las exiguas salitas-teatro se pasó a ocupar grandes teatros; de las puestas en escena de una sola noche se fue a una profusión de puestas y a su permanencia en los teatros durante semanas; de precarios montajes se pasó a los grandes montajes; del autor que nunca antes pudo editar una sola de sus piezas se fue a las ediciones costeadas por el Estado y al pago de los derechos de autor sobre dichas ediciones (…) Al mismo tiempo se crearon los grupos de teatro, formados por actores profesionales; nacieron las brigadas teatrales, la Escuela para Instructores de Arte y el movimiento de aficionados. (…) En una palabra, fueron creadas las condiciones.7

A escasamente un año del triunfo revolucionario, se comenzó a gestar el más importante proyecto cultural de nuestra historia: la Campaña Nacional de Alfabetización. ¿Qué derecho puede tener quien ni siquiera sabe leer o poner su nombre? Eliminar el analfabetismo constituyó la apertura de TODAS las puertas para TODOS al mundo de la Cultura con mayúscula.

En el propio año 1959 se fundan importantes instituciones como el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC) y la Casa de las Américas, entre otras, que cobran un valor más allá de nuestras fronteras en la promoción y divulgación del arte y la literatura continentales.

Este proceso descolonizador significó un importante paso dentro de la cultura nacional, así como también la revalorización de las relaciones culturales con América Latina y el Caribe. En palabras de Alfredo Guevara: “el rescate de la propia identidad, el rechazo de los modelos impuestos abierta y subrepticiamente por la penetración cultural imperialista y el reencuentro y revaloración de la cultura nacional y latinoamericana; el rescate y apropiación crítica de la herencia cultural universal”.8

El flujo migratorio, especialmente hacia Estados Unidos, ya existía al triunfo revolucionario con un marcado carácter económico. Pero a partir de la radicalización del proceso revolucionario, en la segunda mitad de 1959 y hasta 1962, asume un carácter eminentemente político.

El punto fundamental de asentamiento fue el sur de la Florida donde echan las bases de lo que sería el más importante enclave de la emigración cubana postrevolucionaria. Se organizan rápidamente como fuerza política esta vez para, con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, derrocar la naciente Revolución.

Algunos sectores de la emigración cubana y las agencias federales de los Estados Unidos se propusieron llevar a cabo el más ambicioso plan de desestabilización y agresión con fines de derrocamiento de un gobierno legítimo: atentados, sabotajes, actos terroristas e incluso la invasión armada, todo esto apoyados por las diferentes administraciones norteamericanas durante medio siglo. Un ejemplo fehaciente de ese programa de desestabilización lo constituye el que tuvo como criptónimo «Operación Mangosta», expuesta públicamente en el Congreso de los Estados Unidos en los años 70 del siglo xx.

El intelectual cubano Juan Marinello diría: “Primero fue necesario vivir, y esa fue la defensa (…)” y la política migratoria cubana estuvo signada precisamente por la esencia de esa sentencia lo que conllevó a una política restrictiva que, en primer lugar, debió garantizar la existencia misma de la Revolución y tratar de evitar la fuga de criminales de guerra y de bienes patrimoniales hacia el exterior. Nace así la Ley No. 2 de 1959, que establecía la introducción del Permiso de Salida, como elemento regulatorio de las diferentes categorías migratorias según fueran los motivos del viaje.

Especialistas en el tema concuerdan en que una de las características fundamentales de la emigración cubana luego de 1959 es la salida de grandes grupos poblaciones a través de oleadas las cuales utilizan como vía fundamental la marítima y tienen por destino Estados Unidos, donde no deja de estar presente una abierta manipulación por parte de las diferentes administraciones norteamericanas desde Eisenhower hasta Biden.

Un aspecto importante, en cualquier acercamiento a la emigración cubana después de enero de 1959, es la politización que el llamado exilio histórico le ha otorgado a la misma a partir del hecho real de la no aceptación, por parte de este, de la imposibilidad del retorno de Cuba al estatus neocolonial.

Como puede deducirse la política migratoria cubana se ha visto sometida, por factores externos, a una serie de regulaciones necesarias como elementos de garantía, no solo de la seguridad interna del país, sino y sobre todo, para lograr la preservación de vidas humanas ante la estimulación, desde el exterior, de las salidas ilegales en medios poco seguros. Estas regulaciones han sido modificadas mediante un proceso de flexibilización que comenzó ya en la década de los años 70 y han continuado hasta el presente.

El comportamiento migratorio dentro del sector cultural cubano no cuenta con estudios anteriores que nos puedan servir de referencias, sí pueden contribuir al estudio del comportamiento migratorio del sector y permitir investigaciones posteriores que lleven a la posibilidad de la caracterización del fenómeno migratorio en el sector de la cultura en Cuba.

El período posterior a la oleada migratoria de los Balseros en 1994, constituyó, por una parte, la última oleada migratoria directamente desde Cuba hacia los Estados Unidos y por otra, la regularización de la entrega de visas por parte de la Oficina de intereses estadounidense en Cuba. Las negociaciones migratorias con la administración Clinton, también trajeron como opción los llamados sorteos de visas, el último de los cuales se realizó en 1998. Es interesante señalar cómo en este contexto se da una situación peculiar al suceder la apertura de nuevos flujos y canales de emigración y comenzar a diversificarse los países de destino además de los Estados Unidos.

Esto no constituyó el cese de la emigración ilegal ya que no todos los solicitantes obtienen visas para viajar de forma legal, lo que dificulta la posibilidad de poder contar con una información más precisa sobre el comportamiento real de la emigración en este sector.

A partir de 1995, la política migratoria cubana y la forma de percibir la emigración en general, como ya se ha expresado, fue cambiando. En el caso del sector de la cultura se comienza a aplicar una política que propicia y favorece el fortalecimiento de los lazos con la Isla, siempre que mantengan una actitud de respeto hacia nuestro país y la Revolución tal como se expresa en el documento rector de nuestra política cultural.

Un ejemplo de esta preocupación es la presencia de este tema en los debates que tuvieron lugar en el VII Congreso de la UNEAC, celebrado en La Habana entre el 1 y el 4 de abril de 2008 y donde, entre otros aspectos, en el dictamen de la Comisión de Proyección Internacional de la Cultura Cubana. Política Migratoria, aparecen como 2do y 3er puntos:

2do. punto: La UNEAC debe garantizar que en las delegaciones oficiales de cultura sean incluidos los artistas que se encuentran fuera del país, e incluso, los artistas que se encuentran residiendo en el país al que se viaja.

Tercer punto: Aún persisten prejuicios hacia los artistas residentes en el exterior. Debe trazarse estrategias para fortalecer nuestros vínculos con ellos.

De gran importancia resulta el propiciar este tipo de intercambio con los cubanos que residen fuera del territorio nacional. Un breve repaso a nuestra historia nos presenta cómo precisamente ese intercambio contribuyó a la naciente cultura cubana, y que se ha fertilizado ininterrumpidamente, ya desde el siglo xix