Cuidar la madre tierra - Leonardo Boff - E-Book

Cuidar la madre tierra E-Book

Leonardo Boff

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Beschreibung

Esta obra nos ofrece un acercamiento a la encíclica Laudato si, del Papa Francisco, para facilitarnos su comprensión y lectura meditada. Los comentarios están realizados por seis personalidades comprometidas con la Iglesia y con la ecología: Leonardo Boff, uno de los máximos exponentes de la teología de la liberación, define la encíclica como la «carta magna de la ecología integral» (que va más allá dice de la ecología ambiental); el misionero comboniano Alex Zanotelli afronta la repercusión de la crisis ecológica sobre los pueblos empobrecidos; el jesuita y economista francés Gaël Giraud analiza la encíclica desde la perspectiva de la economía; los sociólogos Chiara Giaccardi y Mauro Magatti señalan los retos que deben afrontarse para la educación en el cuidado de la creación, y, por último, el jesuita y periodista Giacomo Costa propone algunas acciones para poner en práctica la encíclica Laudato si.

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Índice

Portada

Portadilla

Créditos

La Magna Charta de la ecología integral: El grito de la tierra y el grito de los pobres

Los pueblos empobrecidos y la ecología

Laudato si’: Un llamamiento decisivo

Educarse para el cuidado: cultivar, custodiar, cantar

Acción, conversión, contemplación: Una encíclica para poner en práctica

Notas

Biografía de los auotres

© SAN PABLO 2015 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

Tel. 917 425 113

[email protected]

www.sanpablo.es

© EMI, Bolonia 2015

Título original: Curare Madre Terra

Traducido por Roberto Heraldo Bernet

Distribución: SAN PABLO. División Comercial

Resina, 1. 28021 Madrid

Tel. 917 987 375

E-mail: [email protected]

ISBN: 9788428560962

Depósito legal: M. 23.030-2015

Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)

Printed in Spain. Impreso en España

La Magna Charta de la ecología

integral: El grito de la tierra

y el grito de los pobres

POR LEONARDO BOFF

Antes de cualquier comentario cabe enfatizar algunas peculiaridades de la encíclica Laudato si’, del papa Francisco.

Es la primera vez que un papa aborda el tema de la ecología en el sentido de una ecología integral (por tanto, que va más allá de la ecología ambiental) de forma tan completa. Gran sorpresa: elabora el tema dentro del nuevo paradigma ecológico, cosa que ningún documento oficial de la ONU ha hecho hasta hoy. Es fundamental que su discurso se base en los datos más seguros de las ciencias de la vida y de la tierra. Lee los datos afectivamente (con inteligencia sensible o cordial), pues discierne que detrás de ellos se esconden dramas humanos y mucho sufrimiento también por parte de la madre tierra. La situación actual es grave, pero el papa Francisco siempre encuentra razones para la esperanza y la confianza en que el ser humano puede encontrar soluciones viables. Enlaza con los papas que lo precedieron, Juan Pablo II y Benedicto XVI, citándolos con frecuencia. Y después, una novedad que ya se vio en Evangelii gaudium: su texto se inscribe dentro de la colegialidad, pues valora las contribuciones de decenas de conferencias episcopales del mundo entero, desde la de Estados Unidos, Alemania, Brasil, la Patagonia-Comahue, hasta la de Paraguay. Acoge las contribuciones de otros pensadores, como los católicos Pierre Teilhard de Chardin, Romano Guardini, Dante Alighieri, de su maestro argentino Juan Carlos Scannone, del protestante Paul Ricoeur y del musulmán sufí Ali Al-Khawwas. Por último, los destinatarios son todos los seres humanos, pues todos son habitantes de la misma casa común (palabra muy usada por el Papa) y sufrimos las mismas amenazas.

El papa Francisco no escribe en calidad de maestro y doctor de la fe sino como un pastor celoso que cuida de la casa común y de todos los seres que habitan en ella, no solo de los humanos.

Un elemento merece ser destacado, pues revela la forma mentis del papa Francisco: él es tributario de la experiencia pastoral y teológica de las iglesias latinoamericanas, que, a la luz de los documentos del episcopado latinoamericano (CELAM) de Medellín (1968), Puebla (1979) y Aparecida (2007), hicieron una opción por los pobres contra la pobreza y a favor de la liberación.

El texto y el tono de la encíclica son típicos del papa Francisco y de la cultura ecológica que ha acumulado. Pero me doy cuenta también de que muchas expresiones y modos de hablar remiten a lo que viene pensándose y escribiéndose principalmente en América Latina. Los temas de la «casa común», de la «madre tierra», del «grito de la tierra y del grito de los pobres», del «cuidado», de la «interdependencia entre todos los seres», del «ser humano como tierra» que siente, piensa, ama y venera, de la «ecología integral» entre otros, son recurrentes entre nosotros.

Estructura «latinoamericana»

1. Ver

La estructura de la encíclica obedece al ritual metodológico usado por nuestras iglesias y por la reflexión teológica ligada a la práctica de liberación, ahora asumida y consagrada por el Papa: ver, juzgar, actuar y celebrar.

Para comenzar, revela su fuente principal de inspiración: san Francisco de Asís, al que llama «ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral», y que «manifestó una atención particular [...] hacia los más pobres y abandonados» (10; cf 66).

Comienza, pues, con el ver «lo que le está pasando a nuestra casa» (17-61).

Afirma el Papa: «Basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común» (61). En este capítulo incorpora los datos más consistentes acerca del cambio climático (23-26), la cuestión del agua (27-31), la pérdida de la biodiversidad (32-42), el deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación social (43-47), denuncia la alta tasa de inequidad planetaria, que afecta a todos los ámbitos de la vida (48-52) y tiene a los pobres como víctimas principales (48).

En este mismo capítulo hay una frase que nos remite a la reflexión hecha en América Latina: «Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres» (49). Después añade: «el gemido de la hermana tierra [...] se une al gemido de los abandonados del mundo» (53). Esto es absolutamente coherente, pues al principio dijo que «nosotros mismos somos tierra» (2; cf Gén 2,7), muy en la línea del gran cantor y poeta indígena argentino Atahualpa Yupanqui: «el ser humano es tierra que camina, que siente, que piensa y que ama».

Condena la propuesta de internacionalización de la Amazonia, que «solamente serviría a los intereses económicos de las multinacionales» (38). Hace una afirmación de gran vigor ético: es una gravísima inequidad «obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental» (36).

Con tristeza reconoce: «nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos» (53). Frente a esta ofensiva humana contra la madre tierra que muchos científicos han denunciado como la inauguración de una nueva era geológica –el Antropoceno– lamenta la debilidad de los poderes de este mundo que, engañados, «piensan que el planeta podría persistir por mucho tiempo en las actuales condiciones», como coartada para «alimentar todos los vicios autodestructivos» (59) con «un comportamiento que a veces parece suicida» (55).