D.K.(logos) - Carlos Esquivel Guerra - E-Book

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Carlos Esquivel Guerra

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Beschreibung

Un acercamiento a los cánones literarios. El autor maneja en tono lúdico ciertos estigmas que lastran la crítica literaria contemporánea. Es un aporte significativo a la revisión de los presupuestos con que la crítica se acerca la literatura desde la óptica de un ensayista que ha oficiado a su vez como narrador y poeta.

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Seitenzahl: 135

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Edición y corrección: Pablo Guerra Martí

Diseño: Marvelys Marrero Fleites

Foto de cubierta: Omar Sanz

Conversión a ebook: Grupo Creativo RUTH Casa Editorial

© Carlos Esquivel, 2024

© Sobre la presente edición:

Editorial Mecenas, 2024

ISBN 9789592204348

EDITORIAL MECENAS

Centro Provincial del Libro y la Literatura

Avenida 50 no. 3904 e/ 39 y 41, Cienfuegos

Teléfonos 43556955 - 43518210

e-mail:[email protected]

Tabla de contenido
Decálogo del escritor subversivo (O Hemingway anda matando búfalos y a nadie le importa)
Decálogo del escritor post (O de cómo Léon Bloy se saltó para los malos)
Decálogo del público flotante (O cómo soportar recitales de poesía)
Decálogo del mal (o buen) lector de Shakespeare (O de cómo George Steiner y Harold Bloom salen de caza, se citan en un café de Londres y luego a disparar)
Decálogo del escritor latinoamericano (O de cómo vivir en Paraguay por un mes sin tirar un chícharo)
Decálogo del gorjeador de los reinos (O Noé anda en pijamas por el barrio)
Decálogo del bobo estepario (O los revoltosos se acuestan temprano)
Decálogo de mis diez primeras veces (O mi vida lejos de mí)
Decálogo del exhibicionista sexual (O cómo Bataille pasa por santo de mi devoción)
Decálogo del lector compulsivo (O los metafísicos en la rifa nupcial)
Decálogo del torturador literario (O cómo creer que los lectores son la plaga a extinguir)
Decálogo de dolores por evitar o rescindir (O Susan Sontang en un hospital de campaña)
Decálogo de asignaturas literarias a vencer (O el agente gris trabaja por cuenta propia)
Decálogo del zoofílico refrendado (O Chuck Palahniuk, aparta de mí esta hermosa oveja)
Decálogo del conquistador de cortes (O cómo Fouché y Camilo José Cela visten un mismo traje)
Decálogo del griego tardío (O cómo esperar a los bárbaros sin Cavafis)
Decálogo para no leerme a mí mismo (Walt Whitman vende hot dogs en la entrada al Metro)
Decálogo del ladrón de libros (O cómo cenar con Philip Marlowe sin que sepa que eres el asesino)
Decálogo del clonador (O cómo la oveja Dolly recita un poema de Emily Dickinson)
Decálogo del comprador de premios o lisonjas literarias (O La Habana es difunta para los infantes)
Decálogo del Nietzsche que no se parece a Nietzsche (O los rencores son mínimos y las pasiones, también)
Decálogo del poeta casi beat (O Jack Kerouac y George Simenon intercambian sus boletos de viaje)
Decálogo del (no tan) viejo periodismo (O Tom Wolfe, Talese y hasta Ryszard Kapuściński, Hernán Casciari y Leila Guerriero echan una siesta en La Habana)
Decálogo para el joven poeta (O cómo malvender a Rilke en La Habana)
Decálogo del tradicionalista sumergido (O de cómo el Cucalambé escucha rock and roll en Santiago de Cuba)
Decálogo del imitador de Lacan (O Valerie Solanas tiene un pene minúsculo y Rocco Siffredi una vulva muy grande)
Decálogo de instrucciones al pie de la horca (O cómo suspender el suicidio hasta la próxima novela)
Decálogo del breve, efímero e insustancial (O Moby Dick se convierte en Campanilla)
Decálogo contra el filósofo aburrido (O Sócrates reencarna en el lobo no estepario)
Decálogo de las verdades caídas (O cómo los cretenses adoraron a Platón)
Decálogo del arte corrosivo (O cómo Baudelaire se come a las feas)
Decálogo del curador de lenguajes (O Proust juega ajedrez con Joyce)
Decálogo de un perro isabelino (O Shakespeare en el cielo y sin diamantes)
Decálogo del novelista tardío (O de cómo Cervantes evita el taller literario)
Decálogo del escriba(no)(O Pérez Galdós se muda para La Habana)
Decálogo del beat tardío, y nacional (valga la redundancia) (O si Allen Ginsberg pone su barba en remojo, mejor será poner las nuestras a arder)
Decálogo del perfecto perdedor de concursos (O Roberto Bolaño ya no vive aquí)
Decálogo de los libros que no se deben leer jamás (O si no hay vallejos salgo a cazar con nerudas)
Decálogo de la metáfora invencible (O Lorca barre la noche con una escoba de plata)
Decálogo del escritor pornógrafo (O de cómo Apollinaire escribe novelas líricas)
Decálogo del estudiante campeador (O cómo echar a los Black Mountain22 en la bolsa)
Decálogo del imitador opresivo (O de cómo el mirlo es ave nacional en Cuba)
Decálogo del quemador de burguesías literarias (O Verlaine no come Verlaine)
Decálogo del escritor presumido (O cómo escribir El Aleph mejor que Borges)
Decálogo de la alteridad literaria (O cómo cuidar perros de Dulce María Loynaz y gatos de Cortázar)
Decálogo del suburbio francés (O Flaubert juega en los Brooklyn Nets)
Decálogo del escritor de suburbios (O de cómo pasar a Bukowski como si fuese Wallace Stevens)
Decálogo del salvador de libros olvidados (O de la incordia que se vigila ella misma)
Decálogo para dejar de ser escritor (Maneras prácticas de evitar el suicidio o la depresión)
Datos de autor

La única manera de aprender algo es enseñándotelo tú mismo.

Flann O´Brien.La vida dura

La literatura enseña a reír de aquello que se respeta y a respetar aquello de lo que se ríe.

Claudio Magris.Utopía y desencanto

(…) con el supremo lujo que consiste en prescindir de todo.

Marguerite Yourcenar

Decálogo del escritor subversivo (O Hemingway anda matando búfalos y a nadie le importa)

Procura nacer antes de tiempo. Antes que tus maestros incluso.Cuando tengas conciencia del poder de tu escritura ponla en función de ti: ataca aquello que esté a tu vista. Ataca lo que aún no distingues.Nunca escribas a favor de alguien, ni siquiera de los que pueden parecer tuyos. Lo que conquistaste o no resulta patrimonio personal, tan sagrado como el cuerpo que llevas conectado a ti.Escribe contra tus enemigos. Escribe contra los que no saben siquiera que existes. Escribe contra tus maestros porque llegará el momento en que ellos no se moverán lejos de ti. No escribas contra los amigos.A todos los que se te opongan llamarás rivales. Que sepan el privilegio y los riesgos que asumirán.Estudia a esos que son como tú o se parecen y halla el punto en que son diferentes. Es tu punto de ventaja, el punto salvador.No seas sincero. La sinceridad debiera servir para políticos y, como sabemos, ninguno es más honorable que el otro. Los científicos aplican una honorabilidad muy rara y excluyente. Tú no eres científico. Quienes más ganan son aquellos que dicen las mejores mentiras.Aprovecha turbulencias, la marea oscura siempre trae presas dóciles.El funcionamiento de tu sistema necesita de disturbios. Créalos pensando en la sociología más impactante: las culpas serán absorbidas por tus rivales.El día en que vayas a morir asúmelo como la gran subversión de tu vida. No mueras entonces. Que tus rivales caigan a la tumba primero.

Decálogo del escritor post (O de cómo Léon Bloy se saltó para los malos)

Créase el mejor escritor del mundo y si le queda tiempo séalo de verdad.Si no vive en París, Roma, Londres o Nueva York, procure vivir en Barcelona, Los Ángeles o Berlín (excepciones habrá, pero probablemente no seas la excepción: León Tolstói en San Petersburgo, James Joyce en Dublín, Orhan Pamuk en Estambul, Cormac McCarthy en Nuevo México).Los asuntos del idioma son asuntos chirriantes. Inglés, francés, préciese de escribir en tales lenguas. En un grado apocalíptico practique el alemán.Tenga una novia (o novio) que sepa poco de literatura, pero pueda demostrar lo contrario. Siempre será peligroso equivocar el orden de esas categorías.Escriba historias donde haya muertos y donde los asesinos se parezcan a usted y al lector. No es difícil si consentimos que en el mundo real muchas personas parecen escritores y asesinos a la misma vez.Mencione a músicos de éxito, a cineastas de glamour. Que no escape el intertextual cruce con un marchito filósofo.Tenga una casa en la playa, con menos ruidos que nueces.Tenga, por igual, nueces aseguradas y todo lo que pueda asegurarse. La literatura parece ser tarea de osos.Descubra si existen peores asuntos que aquellos tratados por usted. Siempre es bueno saber que otro podría pagar la cuenta de todos.Compre sus libros, no uno, cientos, miles, si puede la edición íntegra. A la larga, nadie se atreverá a decir que no es usted un autor que agota las ventas.

Decálogo del público flotante (O cómo soportar recitales de poesía)

Debes estar prevenido ante los poetas que azotan día a día. La cuenta de riesgo es frágil. Así evitarás conformar su público sagrado. Uno a uno, tales poetas deforman una lista que tiene peores confluencias: los egregios copiadores y falsificadores de tales poetas. Lista interminable. La derrota es una opción que excluye otras opciones. Debes estar prevenido ante los poetas que azotan día a día. Eso o convertirte en uno de ellos. El balance es delirante. Aún sin decidirte a resistir. La derrota es una opción victoriosa.Hay encuentros literarios que cuestan media vida. Siempre en contra. Pon tu instinto para descubrirlos. Huye, sino…Te quedas, pero puedes caer en un combate tan infernal. Descubre a tus aliados. Son fáciles de encontrar. Están allí por varias razones, unas más simples se asemejan a las tuyas: no tendrían peor coincidencia (¿habrá algo más execrable?), vienen a acompañar a una amiga que sí le gusta la literatura de este autor.Lleva audífonos, que estén casi invisibles. Vivaldi para empezar. Mucho rock and roll. Algo de coro alemán.Cierra los ojos. Podrás sugerir que disfrutas la lectura desde una complicidad solitaria, impenetrable. Cuando este hecho parezca demostrado, duerme. Procura despertar a tiempo, antes de los hipócritas aplausos del (bienvenido) final.Descubre y ejecuta tu propio monólogo interior. Un bosque. Corres hacia él. Después del bosque… En fin, ideas hay muchas, lo importante será conectarte a ellas. Despejas el mecanismo y te encuentras solo en el bosque. El aluvión externo no existe.Peor que un asesino es un tipo que dice sandeces, o que las lee. Si son suyas, peor. Debiéramos encasquetarle esa frase a Schopenhauer, pero Schopenhauer no escribe frases así, o porque no quiere o porque le asusta aquello que puede provocarla. La provocación me concierne. Ocurre en un seminario de poesía y escucho al auditorio resbalar por continuas pistas de nieve amarilla. La imagen es demasiado evidente. No sugiere más que eso. Hablan y hablan. Quien más habla no pretende callarse mientras dura el bombardeo. Casi siempre esos que más quieren hablar son los que menos tienen que decir.Apunta la andanada de metáforas invencibles que escuchas. Haz un inventario de versos “distinguibles”. Al menos algún provecho florecerá.Aprende. Es decir, aprende lo que no debes escribir, a ningún precio. Esas lecturas poseen un veneno intransferible. El antídoto yace dentro de ti.Tu estoicismo se terminará el día en que te empujen a un recital de cierto (o la verdad, no cierto, o mejor, desierto) poeta. No soportarás esa tortura. A pesar de que te arranquen las uñas, o introduzcan electricidad por cualquiera de tus orificios, por cualquiera, aguantarás y tus palabras no delatarán a amigos que delinquen. Resistirás el waterboarding y no mencionarás una palabra condenatoria sobre esos amigos. O sobre ti (sobre mí), pero ante el más leve fragmento de ese poeta te conviertes en nata, una pared derruida, en un simple y humano pan, hablarás hasta de Colón y tendrán que mandarte a callar, una y otra vez, porque hay torturas que no pueden soportarse.

Decálogo del mal (o buen) lector de Shakespeare (O de cómo George Steiner y Harold Bloom salen de caza, se citan en un café de Londres y luego a disparar)

Desconfía del lector de Shakespeare. Desconfía incluso de Shakespeare. Nadie defiende culpas así. Las culpas llegan inducidas por un mar de sargazos literarios. Habrá culpas que sí debieran solucionarse, o en el peor de los casos, evitarse. La de lanzarse al Sena (Paul Celan afiebrado por sus puniciones romanas). La de duelos a poca espada y una culpa casi imposible de evadir: admirar a Shakespeare. Encuentro equivalencias a mi odio. Plein de force et de fecondité,1canta Voltaire. He esperado con Shelley, Byron y Blake, la llegada del Apocalipsis, ingleses igual que Shakespeare, más y mejor hundidos, en hordas insolentes. Las comedias de Shakespeare qué son: galletas almibaradas, veneno griego con leche irlandesa. ¿Creeré la muerte de esos incautos niños enMacbeth? ¿Acepté la catarsis deTito Andrónicoo la deOtelo? Yo estaba en uncamping, sorbía un jugo de naranja y leía a Suetonio. Asuntos de magras distinciones.

1 (N. del E.) (Todas las notas, salvo indicación de lo contrario, son del editor). (trad. francés) Pleno de fuerza y de fecundidad; y a continuación, añadía con respecto al genio de Shakespeare: natural y sublime, sin la menor chispa de buen gusto y sin el menor conocimiento de las reglas. (…) El tiempo, que es el único que fragua la reputación de los hombres, ha hecho finalmente respetables sus defectos. (Voltaire. Cartas filosóficas, Decimoctava carta. Sobre la tragedia. [1733])

Puede que seas casi incorregible. Casi. La perfección es imperfecta. Intentamos la orilla, y no precisamente esa más cercana. Alguien dice que ve los filmes de Carl Dreyer o de Wajda y ahí encuentra a Shakespeare. Mucho ritmo en las escenas, muchos bocadillos de salchichón para los actores. Exactitudes de un odio normal, sobre el que uno puede levantar su colación justiciera. Resumo: Ben Jonson creía que mucho de lo escrito por Shakespeare era risible o, cuando más, grosero; Milton, en el prólogo de Sansón Agonista, deja caer indirectas sobre Shake2cuando afirma que ninguna obraha igualado las obras de los antiguos trágicos. Para Pope era un chapucero, para Bernard Shaw: aficionado con cierto talento. Eliot desconfía de sus virtudes escénicas y mucho más de las poéticas; Tolstoi cree infantiles sus dramas y ni hablar de losTractatus, de Wittgenstein. Incluso Bukowski desparrama contra él:Shakespeare es ilegible y está sobrevalorado, dice; pero la gente no quiere escuchar esto. Uno no puede atacar templos. No estoy solo, aunque jamás evité compañías para consentir mis obsesiones. Lo otro resume el ángulo de trivialidad enfrentado al de notoriedad. La lucha es cuestión de culturas, lo diría Hesíodo. Doy rodeos para que la montaña se derrumbe.

2El autor emplea Shake, como diminutivo deShakespeare,en un juego depalabras con el verboto shake: agitar, mover, sacudir, etc. por extensión e intención, el sacudido o vilipendiado BardoInmortal.

Si aún no has cedido, queda mucho por delante. No creas en la telenovela de Hamlet. No te fíes del primer personaje creado por Hollywood, trescientos años antes de Hollywood. Hamlet ha perdido a su padre. Las condiciones en que desarrolla su drama íntimo y personal resultan sospechosas. La ambigüedad calca a los personajes shakesperianos. Hamlet no es excepción. Hamlet vive enamorado de Ofelia, Ofelia es hermana de Laertes, Laertes se enfrenta a Hamlet. Maravilloso drama freudiano, sin Freud. Tampoco creas en la autenticidad de otros personajes de William S.3Comienza por raptar (no hurto, ni plagio, ni robo, simplemente rapto) el nombre de Claudio en una obra de Sackville y Norton, autores de su propia contemporaneidad y de los cuales copió la idea central para su dramaEl rey Lear, nada extraño si ya sabemos que antes copió con descaro a Séneca, Eurípides, Marlowe y Bacon, también algunos rumoran queTito Andrónicopertenece a uno de los contemporáneos malditos de Shakespeare, Robert Greene. Falstaff, distinguido ignominioso, padece para convertirse en la caricatura de varios comediantes clásicos griegos. El rey Lear, enloquecido, recorre un bosque y oímos su pernoctar agónico entre dos tempestades, la que impulsa la naturaleza y otra que ocurre en su cuerpo. Superficiales ligaduras entre estados anímicos: tormentas anómalas.

3 Es el mismo que ya se nombró como Shakespeare o Shake.