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Uno de los pocos textos teatrales del autor José Cadalso. Articulado en forma de tragedia neoclásica de cinco actos, nos presenta la historia de doña Ava, condesa viuda de Castilla, quien, accede a envenenar a su hijo, Sancho García, para complacer a Almanzor, su amante y rey moro de Córdoba.
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Seitenzahl: 61
Veröffentlichungsjahr: 2021
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José Cadalso
Saga
Don Sancho García
Copyright © 1980, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726797145
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Doña Ava, Condesa viuda de Castilla, madre y tutora del Conde Don Sancho García, Príncipe de tierna edad, enamorada de Almanzor, Rey moro de Córdoba, intenta dar veneno a su hijo por complacer a su amante, cuya ambición aspiraba a ocupar el trono de Castilla, más que a reinar en el corazón de la Condesa. El cielo, visible y único Juez de los Soberanos, dispone que la Condesa beba el veneno que sus impías manos habían preparado para su hijo.
Este asunto ha sido tratado en las tablas de nuestro antiguo teatro según el gusto que dominaba en el siglo pasado.
He compuesto este drama conformándome al estilo de esta era. Conozco yo mismo algunos defectos en mi tragedia: el Público notará muchos más. Creo merecer el perdón de los primeros por la sinceridad con que los confieso; y espero obtener el de los segundos por el dócil carácter del Público español, acostumbrado a disimular las faltas de los AA., en cuyas obras se ven afectos de religión, honor, patriotismo y vasallaje.
J. C.
DAMAS CASTELLANAS.
SOLDADOS CASTELLANOS.
La escena es en un salón del palacio de los Condes de Castilla.
ALMANZOR y la CONDESA sin guardias ni acompañamiento.
CONDESA
No te encuentro, Almanzor, como solía,
el rostro y pecho lleno de alegría.
Dime la causa atroz de tu disgusto:
mi alma hasta saberlo está en susto.
Cuanto placer tu amor me ha concedido,
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no equivale al dolor con que he sabido
tu tristeza; si me amas, dilo presto.
¡Ay! Mientras más continúo, más funesto
es tu silencio. Un alma vacilante,
¿con quién podrá mejor que con su amante
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su tristeza contar para aliviarla?
Acaba de matarme, o relatarla;
si alguna vez mi pecho...
ALMANZOR
No, Condesa;
no bastará el amor que me profesa.
Mayor que tu cariño es el cuidado
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que ves en mi semblante, fiel traslado
de lo que mi alma siente: es un abismo
en que peleo yo conmigo mismo.
En ansias tales consultar debía
con tu talento la desgracia mía;
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pero lejos, te juro, de aliviarme,
la primera serás a atormentarme.
CONDESA
Si supieras la pena con que veo,
que lejos de agradar a mi deseo,
aumentas con tus dudas mi quebranto,
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ese secreto no ocultaras tanto.
¿Qué habrá en el mundo que ocultarme debas?
ALMANZOR
Mi pena contaré, como te atrevas
a darme tú el remedio con tu brío;
pero lo dudo.
CONDESA
De este pecho mío,
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¿qué dudas? Qué, ¿te olvidas que en él mandas?
¿Cuándo tus leyes no me han sido blandas?
¿No sabes cuánto anhelo a complacerte?
¿Qué me pides? ¿La vida? Dame muerte.
Gustosa te daré el postrer aliento:
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ese sera mi más feliz momento.
¿A Córdoba me mandas que te siga?
¿Ser yo tu esclava? ¿España mi enemiga?
¿Qué habrá, Almanzor, que de tu amor me aparte?
ALMANZOR
Haber nacido Rey.
CONDESA
Llega a explicarte;
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haré cuanto me digas.
ALMANZOR
¿Lo aseguras?
¿Cumplirás lo que ofreces? ¿Me lo juras?
CONDESA
¡Ay cielos! Yo pensaba que tu pecho
podía estar del mío satisfecho.
Esas desconfianzas de tus labios
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son de mi tierno amor nuevos agravios.
¿Por qué me pides nuevo juramento?
¿Por qué nuevas sospechas? ¿Con qué intento
me pides otra vez nueva promesa?
ALMANZOR
Porque es mayor que todas, oh Condesa,
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la nueva gracia que a pedirte vengo,
por eso a tu pasión tanto prevengo.
No recelo me falte tu fineza,
mas sé de las mujeres la flaqueza:
emprenden fácilmente cuanto intentan;
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mas si dificultad experimentan,
se apartan de la empresa que intentaron
tan fácilmente como la idearon.
CONDESA
No con razón arguyes de ligero
al sexo mío; acuérdate primero
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del tesón que he mostrado por mi parte:
¡oh, cuánto me ha costado el estimarte!
Lo sabes; mis vasallos se opusieron
luego que mi cariño conocieron
en tu persona puesto. Ellos osados,
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y contra tu nación preocupados,
de nuestro amor hablaban con injurias;
corté sus vuelos y calmé sus furias.
Yo sola, sin auxilio, ni consejos,
rompí la nube que tronaba lejos.
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Calló Castilla ya. Ya no se opone
al yugo extraño que mi amor te pone:
¿qué habrá que yo no alcance y te conceda?
ALMANZOR
Tal vez será lo que tu amor no pueda.
Es tal, que no me atrevo a proferirlo; 75
pero en este papel quiero escribirlo. (Escribe.)
CONDESA
¡Cielos, qué miro! ¡Qué turbado escribe!
¡Qué nuevo susto el corazón recibe!
¡Su mano tiembla, y tiembla el pecho mío!
¡Ay! ¿Qué será? Parece desvarío
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el susto que al turbarle me conmueve;
agüero infausto contenerse debe
en el papel: parece que se anega
en sangre, que a mi mismo pecho llega.
Ya lo acabó. Si dura más, ¡ay Cielos!,
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mi vida acabarían mis recelos.
ALMANZOR
Si mi cariño, si mi bien deseas,
lee el papel; y luego que lo veas,
harás, Condesa, cuanto en él te pido.
(Dándola el papel.)
Si te falta valor, desde hoy te olvido.
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CONDESA
(Sola.) Oh terrible amenaza, tente, espera...
¡Qué dirá este papel! ¡Suerte severa!
¡Qué susto da su vista! ¡Y qué tormento
al leerle temblando experimento!
Parece que una mano oculta y fuerte 95
(¡oh funesto papel!) me quita el leerte.
Leeré para salir de mis recelos.
¿Qué densa nube se interpone, ¡oh cielos!,
entre mi débil vista y tus renglones?
Salgamos con valor de confusiones;
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bebamos de una vez todo el veneno
con firme labio y corazón sereno.
No tiembles, mano, vista no te alteres;
porque vea Almanzor, que las mujeres
no tienen menos brío que los hombres.
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Atiende, corazón, y no te asombres.
(Lee.) Mas, ¡cielo, qué he leído! ¡Si me engaño!
Si grande fue el temor, mayor el daño:
¡oh bárbaro Almanzor, indigno amante!
¿Qué daño has de temer de un tierno infante?
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¿Del ídolo de amor, Deidad demente,
será mi hijo víctima inocente?
¿Aceptarás mi mano ensangrentada
en el seno filial, ¡ay Dios!, manchada?
La CONDESA y DOÑA ELVIRA.
DOÑA ELVIRA
Llegó, señora, el deseado día,
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que ha de colmar tu alma de alegría.
Hoy del moro Almanzor la regia mano,
temor del granadino y sevillano,