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Breve repaso realizado por el propio autor, José Cadalso, tanto a su vida como a su obra, en el que pormenoriza tanto su crecimiento en una familia noble proveniente de Vizcaya como su ingreso en el ejército y sus escándalos en la corte de Madrid, pasando por las obras que escribió mientras se sucedían las vicisitudes de su vida.
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Seitenzahl: 41
Veröffentlichungsjahr: 2022
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José Cadalso
ESCRITA POR EL MISMO.
Saga
Historia de los amores del Coronel don José de Cadalso
Copyright © 1879, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726797169
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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ESCRITAS POR EL CORONEL Don José de Cadalso.
Tediato y un sepulturero.
tediato.
Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso interrumpido por los lamentos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazon! el cielo tambien se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara; el nublado crece, la luz de esos relámpagos... ¡qué horrorosa! Ya truena; cada trueno es mayor que el que le antecede, y aparece producir otro mas cruel; el sueño dulce, intervalo en las fatigas de los honbres, se turba en el lecho conyugal, teatro de delicias, la cuna en que se cria la esperanza de las casas, la descansada cama de los ancianos venerables, todo se inunda en llanto... todo tiembla. No hay hombre que no se crea mortal en este instante... ¡Ay, si fuese el último de mi vida, cuán grato seria para mí, cuán horrible ahora, cuán horrible! Más lo fue el dia, el triste dia que fué causa de la escena en que ahora me hallo.
Lorenzo no viene; ¿vendrá acaso? Cobarde! Le espantará este aparato que la naturaleza le ofrece? No vé lo interior de mi corazon... ¡cuánto mas se horrorizaria! ¿Si la esperanza del premio le traerá? Sin duda... el dinero ¡ay dinero lo que puedes! Un pecho solo te se ha resistido... ya no existe... ya tu dominio es absoluto... ya no existe el solo pecho que te se ha resistido. Las dos están al caer.... esta es la hora de la cita para Lorenzo... ¡Memoria! triste memoria! cruel memoria! mas tempestades formas en mi alma, que esas nubes en el aire. Tambien esta es la hora en que yo solia pisar estas mismas calles en otros tiempos muy diferentes de esos. ¡Cuán diferentes! Desde aquella época á esta todo ha mudado en el mundo; todo menos yo.
¡Si será de Lorenzo aquella luz trémula y triste que descubro? Suya será. ¿Quién sino él, y en este lance, y por tal premio, saldria de su casa? El es. El rostro pálido, flaco, sucio, barbado y temeroso; el hazadon ó pico que trae al hombro, el vestido lúgubre, las piernas desnudas, los pies descalzos que pisan con turbacion, todo me indica ser Lorenzo, el sepulturero del templo: aquel bulto cuyo encuentro horrorizaria á quien le viese. El es, sin duda, se acerca: desembózome y le enseño mi luz. Ya llega. ¡Lorenzo! ¡Lorenzo!
Lorenzo. Yo soy; cumplí mi palabra; cumple ahora tú la tuya. ¿El dinero que me prometiste?
Tediato. Aquí está... ¿Tendrás valor prra proseguir la empresa como me lo has ofrecido?
Lorenzo. Sí; porque tú pagas el trabajo.
Tediato ¡Interés; único móvil del corazon humano! Aquí tienes el dinero que te prometí, todo se hace fácil cuando el premio es seguro; pero el premio es justo una vez ofrecido.
Lorenzo. ¡Cuán pobre seré cuando me atreví á prometerte lo que voy á cumplir! cuánta miseria me oprime! piénsalo tú; y yo... harto haré en llorarla... Vamos.
Tediato. ¿Traes la llave del templo?
Lorenzo. Sí, esta es.
Tediato. La noche es tan oscura y espantosa...
Lorenzo.Y tanto, que tiemblo y no veo.
Tediato. Pues dame la mano y sigue; te guiaré y esforzaré.
Lorenzo. En treinta y cinco años que soy sepulturero, sin dejar un solo dia de enterrar á alguno ó algunos cadáveres, nunca he trabajado en mi oficio hasta ahora con horror.
Tediato. Es que en ella me vas á ser útil; por eso te quita el cielo la fuerza del cuerpo y del ánimo. Esta es la puerta.
Lorenzo. ¡Que tiemble yo!
Tediato. Anímate... imítame.
Lorenzo. ¿Que interés tan grande te mueve á tanto atrevimiento? Paréceme cosa difícil de entender.
Tediato. Suéltame el brazo... Como me lo tienes asido con tanta fuerza, no me dejas abrir con esta llave... Ella parece tambien resistirse á mi deseo... Ya abre!... entremos.
Lorenzo. Sí, entremos. ¿He de cerrar por dentro?
Tediato. No, es tiempo perdido, y nos pudieran oir. Entorna solamente la puerta porque la luz se vea desde afuera si acaso pasa alguno... tan infeliz como yo, pues de otro modo no puede ser.
Lorenzo.