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Uno de los pocos textos teatrales del literato y militar noble José Cadalso. En él se nos presenta la tragedia del príncipe Selín, sobreano de los tártaros, quien, durante un viaje a la región rusa de Circasia para cobrar tributo de doncellas, acaba enamorado de la joven noble Solaya. Sin embargo, un destino aciago aguarda a los dos amantes.
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Seitenzahl: 59
Veröffentlichungsjahr: 2021
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José Cadalso
Saga
Solaya o los circasianos
Copyright © 2014, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726797107
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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SELIN, hijo del Kan de Tartaria.
HADRIO, anciano noble de Circasia
HERACLIO, su hijo mayor.
CASIRO, su hijo menor.
SOLAYA, su hija.
KAULIN, confidente de Selin.
CASALIA, confidenta de Solaya.
DOS OFICIALES CIRCASIANOS.
GUARDIA DE TÁRTAROS.
SOLDADOS CIRCASIANOS.
DAMAS CIRCASIANAS.
[Acción en el Palacio de Hadrio. Están Hadrio, Heraclio y Casiro]
CASIRO
¡Apenas sale el sol, y apresurado
ya sales de tu casa acompañado
solo de tus dos hijos! Di, ¿qué es esto?
¿Qué motivo, señor, fausto o funesto
de este modo ha podido conmoverte?
¿Qué novedad?
HERACLIO
Sin duda será fuerte.
Al pisar estas salas, no sin llanto,
que casi en nuestros pechos causa espanto,
nos preguntas: ¿Sois hijos obedientes
y como vuestro Padre sois valientes?
¿Tenéis mi sangre? ¿Despreciáis la vida?
¿Amáis la fama en riesgos adquirida?
Y cuando a todo junto respondemos
que somos hijos tuyos, que queremos
de obediencia filial darte señales,
que honor tenemos y que de inmortales
la fama deseamos que se adquieren
los hombres Grandes que entre riesgos mueren,
turbado el labio, callas. Solamente
suspiras, gimes con dolor vehemente;
al cielo, a nuestros brazos, a tu espada
vuelves la vista, de llorar cansada;
segunda vez suspiras, nos abrazas,
y nuestras diestras con la tuya enlazas.
¿Qué es esto?
HADRIO
Ser anciano y desvalido,
tener un enemigo envanecido
de su carácter, cuya fortaleza
agravia a vuestro ardor y a mi flaqueza.
HERACLIO
¿Y quién podrá agraviarte, Padre amado?
¿No eres el Senador más respetado
de Circasia? ¿Tu Patria toda entera
no te ama tanto como te venera?
Di, ¿no se acuerdan las demás naciones de tu guerrera edad y tus acciones?
Pues, ¿qué más puede desear tu pecho?
Un pecho noble queda satisfecho
cuando consigue aquel feliz estado
de verse de su Patria venerado,
y temido también del extranjero.
Ambos consigues; debe ser entero
tu gusto. Qué, ¿tu edad adelantada
no está con tantas dichas consolada?
HADRIO
Sólo tengo, hijos míos, un consuelo,
y es que mis males ha aliviado el cielo
con dos hijos; su brío, ya probado,
de mí mismo me da noble traslado.
¡Con cuánta complacencia, oh hijos, miro
de mi vigor pasado en ti, Casiro,
y de mi actual prudencia Heraclio amado,
en tu persona...
HERACLIO
Padre venerado,
tu paterna ternura nos alaba
sin merecerlo.
CASIRO
De explicarte acaba
No nos tengas, señor, así dudosos. Aquí estamos tus hijos; presurosos
seguiremos tu voz ,que respetarnos.
Tus primeros acentos aguardamos.
Estamos ignorando tus intentos
entre dudas y amor, ambos violentos.
HADRIO
¿Mis hijos sois?
HERACLIO
De serlo nos preciamos,
y ser lo que tú fuiste deseamos.
CASIRO
No sólo de tu sangre nuestros pechos
están con las reliquias satisfechos,
sino que de tu antiguo brío y fama
sienten las chispas, cuya ardiente llama
abrasará algún día la Asia entera.
Porque ignominia, y no nobleza, fuera
llevar tu nombre y no imitar tus prendas.
Sepamos qué facción nos encomiendas.
Verás tus hijos si merecen serlo.
¿Cuál es tu fin?
HERACLIO
Yo pienso conocerlo,
o por lo menos discurrir cuál sea.
HADRIO
¡Ay! Si es posible, que tu amor lo vea:
excúsame el rubor de relatarlo.
¿Acaso, sin morir, podré contarlo?
CASIRO
Si tú lo sabes, di: veras mi acero...
HERACLIO
De cierto no lo sé, sólo lo infiero
de algunas circunstancias.
CASIRO
Dilo presto.
Verás mi acero al ofensor funesto
dejar cualquier agravio castigado
apenas por tu labio pronunciado.
Por el cielo te juro...
HADRIO
¡Ten el labio,
que te agravias, vengando el mismo agravio!
Contempla que tu sangre y sangre mía
ha de correr en este mismo día,
pues de ella participa la que osada...
HERACLIO
¿Es Solaya?
HADRIO
¡Ay, hija desgraciada!
CASIRO
Enigmas proferís que yo no entiendo.
HERACLIO
Casiro, escucha lo que yo comprendo.
Ausente está de casa nuestra hermana.
Yo noté que Selin, en la mañana
que ella acudió, con otras, al sorteo,
amante la miraba, con deseo
de que la suerte se le destinase
y del seno paterno la arrancase.
HADRIO
Ya la perdimos.
CASIRO
Vamos a buscarla.
HERACLIO
¿Y qué harás si la encuentras?
CASIRO
¿Qué? Matarla.
HERACLIO
No, Casiro, suspende; mejor fuera
al tártaro matar.
CASIRO
Sí, vamos, muera.
HADRIO
No. No hagas tal, ¡oh, joven arrojado!
El es Embajador, y es un sagrado
el Palacio en que habita.
CASIRO
¿Qué te espanta?
El fuero pierde aquél que lo quebranta.
No, Padre. Y si en tu hija está el desdoro,
tu hijo volverá por tu decoro.
Arda el palacio, en cuya estancia habita
el crimen que te agravia y que me irrita.
Queden en sus ruinas sepultados
aquesos dos objetos desgraciados
de tu dolor y mi venganza.
HADRIO
¡Tente,
intrépido! No borres de imprudente
la gloria que tendrás por valeroso.
HERACLIO
Más vale que, sagaz y cauteloso,
antepongas la industria a los rigores.
Son los medios más suaves los mejores.
HADRIO
Imita de tu hermano la templanza.
HERACLIO
Aún no tengo perdida la esperanza
de que vuelva Solaya arrepentida al seno de su casa, que afligida
resuena de los ayes
CASIRO
Aunque ahora
a nosotros volviese, ya no es hora.
HADRIO
Nunca tarde sería. ¡Ay, si volviese,
y al paterno cariño se acogiese,
cuánto gozo tuviera en abrazarla!
¡Qué llanto de ternura al perdonarla!
Heraclio, tú, que menos joven eres,
intenta cuantos medios discurrieres.
Acuérdate que es hija, y que es hermana;
acuérdala que es noble y circasiana.
Infúndela terror de su delito;
y cuando en ella veas el conflicto
que al pecho causan los remordimientos
que nacen de la culpa, por momentos,
añade, más y más, las reflexiones
que inspiran el honor y obligaciones.
Sin duda triunfarás, si no me engaña
mi corazón, como la inútil saña
conque vine resuelto, a que mi mano
lavase con la sangre del tirano
la mancha que borró nuestra nobleza;
y al tiempo de empezar, vi la flaqueza
de mi avanzada edad y sangre helada
dejar mi débil mano desairada,
y sólo propia, en infortunio tanto,
a temblar, enjugando aqueste llanto.
CASIRO
Padre, hermano: no somos los que fuimos;
¿estamos desairados y vivimos?
O morir o matar nos es forzoso.
Un solo medio queda decoroso
al infeliz a quien hirió la suerte.
HERACLIO
¿Y cuál es ese medio, di?
CASIRO
La muerte.
Voy a forzar la guardia del tirano
para matarle; y si saliese vano
mi intento, moriré.
HADRIO
No, no, Casiro,
detente; yo lo mando y me retiro.
Conmigo ven. Tan ardua diligencia
mejor fío de Heraclio en la prudencia
que de tu ardor.
HERACLIO
Casiro, de tu furia
resultaría alguna nueva injuria
de mano de Selin. Ya se oye gente
y guardias por la casa. Es evidente
el riesgo, en que nos hallen de este modo.
HADRIO
Y al descubrirnos, se perdiera todo.
Que me sigas te mando, y que sosiegues