Economía del bien y del mal - Tomáš Sedláček - E-Book

Economía del bien y del mal E-Book

Tomas Sedlacek

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Beschreibung

Bajo el presupuesto de que el pensamiento económico es una forma más para dar sentido a nuestras existencias, Economía del bien y del mal hace un recorrido por la tradición occidental en busca del sentido de esta ciencia. Sedlácek reúne las trazas del pensamiento económico sobre temas esenciales que rebasan sus fronteras: el consumo, la idea de progreso, la economía moral, entre otros.

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Los economistas se han lisiado a sí mismos por su falta de ambición académica y su desdén “científico” hacia el discurso humanístico. Sedláček no puede ser acusado de eso. Aunque lo más impactante de su libro es su profundidad, pues penetra en el alma misma de la economía.

DEIRDRE MCCLOSKEY, autora de Las virtudes burguesas

Los cuestionamientos de Sedláček rompen algunos estereotipos. El autor procura liberarse de la especialización más estrecha y cruza las fronteras entre disciplinas científicas. Explorar más allá de las fronteras de la economía en busca de sus relaciones con la historia, la filosofía, la psicología y los mitos antiguos no sólo es refrescante, sino necesario para entender el mundo del siglo XXI. Y al mismo tiempo éste es un libro muy fácil de leer, incluso para un lector no especializado; aquí, la economía ofrece una ruta hacia la aventura.

VÁCLAV HAVEL, dramaturgo y ex presidente de la República Checa

Sería una lástima que los potenciales lectores de este libro renunciaran a leerlo porque en el título está la palabra economía. Mucha gente considera esta disciplina como algo árido y técnico o, aún peor, como un total fracaso, dada la incapacidad de los economistas para anticipar el reciente tsunami financiero y para lidiar de manera efectiva con sus consecuencias […] El libro es una historia crítica del pensamiento occidental. Y a diferencia de la mayoría de los libros con grandes pretensiones, está bellamente escrito.

The Financial Times

SECCIÓN DE OBRAS DE ECONOMÍA

ECONOMÍA DEL BIEN Y DEL MAL

TraducciónADOLFO GARCÍA DE LA SIENRA

Revisión técnicaALFONSO ÁVILA DEL PALACIO

TOMÁŠ SEDLÁČEK

Economía del bieny del mal

LA BÚSQUEDA DEL SIGNIFICADO ECONÓMICODESDE GILGAMESH HASTA WALL STREET

PrólogoVÁCLAV HAVEL

Primera edición en checo, 2009 Primera edición en inglés, 2011 Primera edición en español de la primera en inglés, 2014 Primera edición electrónica, 2014

Diseño de portada: Paola Álvarez Baldit

Copyright © 2011 Tomáš Sedláček

Editor del original checo: Jiři NádobaCoeditores: Martin Pospíšil, Lukáš TóthOriginalmente publicado en checo como Ekonomie dobra a zla, 2009, 2012por 65. Pole PublishingKoněvova 121, 130 00 Praga 3, República Checa

D. R. © 2014, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-2149-8 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

SUMARIO

Prólogo, por Václav Havel

Reconocimientos

Introducción. La historia de la economía: de la poesía a la ciencia

Primera parteLA ECONOMÍA ANTIGUA Y MÁS ALLÁ

I. La epopeya de Gilgamesh: sobre la efectividad, la inmortalidad y la economía de la amistad

II. El Antiguo Testamento: terrenidad y bondad

III. La antigua Grecia

IV. El cristianismo: la espiritualidad en el mundo material

V. Descartes, el mecánico

VI. El panal del vicio de Bernard Mandeville

VII. Adam Smith, el herrero de la economía

Segunda partePENSAMIENTOS BLASFEMOS

VIII. La necesidad de la codicia: la historia del anhelo

IX. El progreso, el nuevo Adán y la economía del sabbat

X. El eje del bien y del mal y las biblias de la economía

XI. La historia de la mano invisible del mercado y el homo oeconomicus

XII. La historia de los espíritus animales: el sueño nunca duerme

XIII. Más allá de la matemática

XIV. Los amos de la verdad: ciencia, mitos y fe

Conclusión. Hic sunt leones

Bibliografía

Índice analítico

Índice general

A mi joven hijo Chris, quien a mi parecer entiende más de lo que yo entenderé jamás, como quizá yo lo hice hace mucho. De cualquier forma, que algún día puedas escribir un libro mejor.

Conócete a ti mismo: no pretendas

de Dios la esencia penetrar, amigo.

Estúdiate a ti mismo, pues el hombre

es el más propio estudio para el hombre.

Como en un istmo colocado él tiene

índoles varias: ya se nos presenta

cual un ser mixto, o cual compuesto raro

de calidades entre sí contrarias;

tinieblas, luz, elevación, bajeza,

todos los vicios, todas las virtudes.

Para dudar escéptico, es muy sabio,

y para alzarse a la fiereza estoica

muy flaco en su virtud: incierto siempre

si debe obrar o no: piensa, y osado

ya se cree un Dios, o ya inferior al bruto

si al error y al dolor vive sujeto.

Duda cuál de los dos si el cuerpo o el alma

es su parte más noble, crece, vive

para morir, y para errar discurre.

Si no oye a su razón, todo es oscuro,

si la oye demasiado, nada hay cierto:

caos triste de pasiones y de ideas,

a sí mismo se engaña, y por sí mismo

se desengaña sin quedar más cauto:

cediendo a sus impulsos naturales,

débil cae, y glorioso se levanta:

señor y esclavo de las cosas todas;

sólo de la verdad él juzgar puede,

y a error perpetuo condenado vive.

Éste es el hombre: enigma inexplicable,

la gloria y el baldón del Universo.

ALEXANDER POPE,“El baldón del Universo”(Traducción de José Joaquín de Olmedo)

PRÓLOGO

Tuve la oportunidad de leer el libro de Tomáš Sedláček antes de que fuese publicado en la República Checa en 2009 bajo el mismo título, y era obvio que se trataba de una concepción no convencional sobre una disciplina científica que —conforme a la creencia general— es excepcionalmente aburrida. Desde luego que el libro me atrapó, y me surgió la curiosidad acerca del tipo de interés que provocaría en otros lectores. Para sorpresa tanto del autor como del editor, atrajo inmediatamente tanta atención en la República Checa que se convirtió en un bestseller en unas cuantas semanas, y tanto los expertos como el público en general hablaban de él. Por coincidencia, Tomáš Sedláček era en ese tiempo también miembro del consejo económico nacional del gobierno checo, el cual, tanto en su comportamiento como en sus concepciones acerca de las metas a largo plazo, se mantuvo en agudo contraste con el pendenciero ambiente político, el cual usualmente no ve más allá de la siguiente elección.

En vez de brindar respuestas que rebosan confianza en sí mismo y egocentrismo, el autor humildemente planteaba preguntas fundamentales: ¿qué es la economía? ¿Cuál es su significado? ¿De dónde proviene esta nueva religión, como es llamada a veces? ¿Cuáles son sus posibilidades, sus limitaciones y sus fronteras, si es que tiene algunas? ¿Por qué somos tan dependientes del permanente crecimiento del crecimiento y del crecimiento del crecimiento del crecimiento? ¿De dónde proviene la idea de progreso y a dónde nos está conduciendo? ¿Por qué hay tantos debates económicos acompañados de obsesión y fanatismo? Todo esto debiera ocurrírsele a una persona pensante, pero las respuestas sólo raramente provienen de los economistas mismos.

La mayoría de nuestros partidos políticos actúan con un enfoque estrechamente materialista cuando, en sus programas, presentan primero la economía y las finanzas; sólo después, hacia el final, encontramos la cultura como algo pegado o como una libación para un par de chiflados. Ya sea que se hallen a la derecha o a la izquierda, la mayoría de ellos —consciente o inconscientemente— aceptan y difunden la tesis marxista de la base económica y la superestructura espiritual.

Todo puede estar relacionado con cómo la economía, como disciplina científica, tiende frecuentemente a ser confundida con la mera contabilidad. Pero ¿de qué sirve la contabilidad cuando mucho de lo que conjuntamente configura nuestras vidas es difícil de calcular o es completamente incalculable? Me pregunto qué haría tal economistacontador si se le asignara la tarea de optimizar el trabajo de una orquesta sinfónica. Lo más probable es que eliminaría todas las pausas de los conciertos de Beethoven. Después de todo, no sirven para nada. Sólo retrasan las cosas, y a los miembros de una orquesta no se les puede pagar por no tocar.

El cuestionamiento del autor rompe los estereotipos. Trata de liberarse de la especialización estrecha y cruzar los límites entre las disciplinas científicas. Las expediciones más allá de las fronteras de la economía y su conexión con la historia, la filosofía, la psicología y los mitos antiguos no son sólo refrescantes, sino necesarios para entender el mundo del siglo XXI. Al mismo tiempo, éste es un libro legible que también es accesible a los legos, en el que la economía se convierte en un camino para la aventura. No siempre en contramos una respuesta exacta a la búsqueda permanente de su fin, solamente más razones para hacer consideraciones aún más profundas del mundo y el papel del hombre en él.

Durante mi administración, Tomáš Sedláček perteneció a la generación de jóvenes colegas que prometían un nuevo entendimiento de los problemas del mundo contemporáneo, una concepción que no estuviera agobiada por las cuatro décadas del totalitario régimen comunista. Tengo la sensación de que mis expectativas han sido satisfechas y creo que usted, también, habrá de apreciar su libro.

VÁCLAV HAVEL

RECONOCIMIENTOS

En la edición checa de este libro escribí un muy breve agradecimiento. Eso no fue una buena idea, así que seré prolijo esta vez. A este libro le tomó muchos años nacer, y es el fruto de innumerables conversaciones, cientos de conferencias y una infinidad de libros leídos en largas noches de las que he perdido la cuenta.

Debo este libro a mis dos grandes maestros, el profesor Milan Sojka (quien me guió en este trabajo) y H. E. Milan Mike Miskovski (quien me inspiró a estudiar el tema hace muchos años). Este libro está dedicado a su memoria. Ninguno de ellos se halla ya con nosotros.

Agradezco a mi gran maestro, el profesor Lubomír Mlčoch, con quien tuve el honor de trabajar como ayudante en sus clases de ética de negocios. Doy mi más grande agradecimiento al profesor Karel Kouba, al profesor Michal Mejstřík y al profesor Milan Žak por su liderazgo. Agradezco a mi grupo en la clase de filosofía de la economía de 2010 por sus comentarios y pensamientos.

Quisiera agradecer a la profesora Catherine Langlois y a Stanley Nollen de la Universidad de Georgetown por enseñarme a escribir, y también al profesor Howard Husock de la Universidad de Harvard. Quisiera expresar mi gran gratitud a la Universidad de Yale por ofrecerme muy amablemente una beca de investigación, durante la cual escribí una parte sustancial del libro. Gracias, Yale World Fellows, y a todos en la Betts House.

Muchas gracias al destacado Jerry Root por invitarme a estar en su sótano durante un mes para trabajar sobre el libro en perfecta quietud, y por la pipa y los cigarrillos; a David Sween, por hacer que todo sucediera; y a James Halteman por todos los libros. Gracias a Dušan Drabina, por su apoyo en los tiempos más difíciles.

Me siento honrado al expresar mi agradecimiento a muchos filósofos, economistas y pensadores: los profesores Jan Švejnar, Tomáš Halík, Jan Sokol, Erazim Kohák, Milan Machovec, Zdeněk Neubauer, David Bartoň, Mirek Zámečník, y a mi hermano menor, el gran pensador Lukáš. Tienen mi agradecimiento y admiración. Nunca podré expresar suficiente agradecimiento al resto de mi familia, principalmente a mi padre y a mi madre.

Ahora bien, el agradecimiento más grande por la ayuda más específica con este libro va para el equipo que cooperó en las versiones checa e inglesa. A Tomáš Brandejs, por sus ideas, fe y ánimo; a Jiři Nádoba, por editar y dirigir; a Betka Sočůvková, por su paciencia y aguante; a Milan Starý, por los dibujos, la creatividad y la amabilidad; a Doug Arellanes, por una traducción meticulosa; y a Jeffrey Osterroth, por una detallada revisión del texto en inglés.

Ahora bien, hay dos grandes mentes que me ayudaron a escribir y a editar partes del libro: Martin Pospíšil y Lukáš Tóth, mis dos colegas intelectuales. No puedo agradecerles lo suficiente por sus brillantes pensamientos, agudos debates e investigación, así como por su duro trabajo sobre capítulos específicos, de los cuales ellos son coautores. Me gustaría también agradecer a mis colegas de ČSOB, a. s., por un ambiente de trabajo creativo y por su apoyo.

Mi esposa, Markéta, me ha acompañado en tiempos en los que ninguna otra persona imaginable lo haría. Gracias también por tus sonrisas y pensamientos (es socióloga, así que ya se podrá usted imaginar nuestras discusiones a la hora de cenar). Este libro realmente le pertenece.

Pero el mayor agradecimiento es para aquel cuyo nombre en realidad ni siquiera conozco…

IntroducciónLA HISTORIA DE LA ECONOMÍA: DE LA POESÍA A LA CIENCIA

La realidad está hilada a partir de historias, no de lo material.

ZDENĚK NEUBAUER

No hay idea, no importa cuán antigua y absurda, que no sea capaz de mejorar nuestro conocimiento…

PAUL FEYERABEND, Todo vale…

El hombre siempre ha luchado por entender el mundo que lo rodea. Para ese fin, ha sido ayudado por historias que dotan de sentido a su realidad. Desde el punto de vista actual, tales historias a veces parecen anacrónicas, como las nuestras parecerán a las generaciones futuras. Sin embargo, el poder secreto de estas historias es profundo.

Una historia tal es la historia de la economía, la cual empezó hace mucho tiempo. Jenofonte escribió, alrededor del 400 a.C., que, “aunque no se tuviera riqueza, había una ciencia de la administración”.1 Hubo una vez en que la economía fue la ciencia de administrar un hogar,2 después integró un subconjunto de disciplinas religiosas, teológicas, éticas y filosóficas. Pero, poco a poco, parece haberse convertido en algo muy diferente. Podemos sentir a veces que la economía ha perdido gradualmente todas sus tonalidades y matices ante un mundo tecnocrático en el que predomina el blanco y negro. Pero la historia de la economía es mucho más colorida.

La economía, como la conocemos hoy, es un fenómeno cultural, un producto de nuestra civilización. No es, sin embargo, un productoen el sentido de que lo hayamos producido o inventado intencionalmente, como el motor de un jet o un reloj. La diferencia yace en el hecho de que entendemos un motor de jet o un reloj: sabemos de dónde proceden. Podemos (casi) desarmarlos hasta dar con sus partes individuales y armarlos de nuevo. Sabemos cómo arrancan y cómo se detienen.3 Éste no es el caso con la economía. Mucho de ella se originó inconscientemente, espontáneamente, de manera no controlada, no planeada, sin estar bajo la batuta del director. Antes de que se emancipase como un campo, la economía vivió felizmente dentro de los subconjuntos de la filosofía —por ejemplo dentro de la ética—, muy lejos del concepto actual de la economía como la ciencia matemática de la asignación que mira a las “ciencias blandas” con un desprecio nacido de la arrogancia positivista. Pero nuestra “educación” milenaria está construida sobre una base más profunda, más amplia y frecuentemente más sólida. Vale la pena conocerla.

MITOS, HISTORIAS Y LA ORGULLOSA CIENCIA

Sería tonto suponer que la investigación económica empezó con la era científica. En el principio, los mitos y las religiones explicaban el mundo a las personas que planteaban preguntas básicamente similares a las que planteamos actualmente; hoy la ciencia desempeña ese papel. Así, para ver este vínculo, debemos bucear en mitos mucho más antiguos y en la filosofía. Ésta es la razón de ser de este libro: buscar el pensamiento económico en los mitos antiguos y viceversa, buscar mitos en la economía actual.

Se considera que la economía moderna empezó en 1776, con la publicación de La riqueza de las naciones de Adam Smith. Nuestra era posmoderna (que parece significativamente más humilde que su predecesora, la era científica moderna)4 está más dispuesta a mirar más atrás y es consciente del poder de la historia (dependencia de la trayectoria), la mitología, la religión y las fábulas. “La separación entre historia de una ciencia, su filosofía y la ciencia misma se desvanece en el aire, y lo mismo sucede con la separación entre ciencia y nociencia; las diferencias entre lo científico y lo no científico se evaporan”.5 Por lo tanto, empezaremos tan atrás como el legado escrito de nuestra civilización lo permita. Buscaremos los primeros rastros de investigación económica en la épica del rey sumerio Gilgamesh y exploraremos cómo consideraban los asuntos económicos las mentes judías, cristianas, clásicas y medievales. Adicionalmente, investigaremos con cuidado las teorías de aquellos que sentaron los fundamentos de la economía contemporánea.

El estudio de la historia de un cierto campo no es, como se ha sostenido comúnmente, una inútil exhibición de sus callejones sin salida, o una colección de los ensayos y errores del campo (hasta que nosotros lo hicimos bien), sino un enfoque lo más completo posible del estudio que el campo puede ofrecer. Fuera de nuestra historia, no tenemos nada más. La historia del pensamiento nos ayuda a deshacernos del lavado cerebral de la época, a ver a través de la moda intelectual del día y a dar un par de pasos hacia atrás.

El estudio de las historias antiguas no es sólo para el beneficio de los historiadores o para entender cómo pensaban nuestros ancestros. Estas historias tienen su propio poder, incluso después de que aparecen nuevas historias que las remplazan o contradicen. Se podría extraer un ejemplo de la más famosa disputa de la historia: la disputa entre la narrativa del geocentrismo y la narrativa del heliocentrismo. Como todo mundo sabe, la batalla entre el heliocentrismo y el geocentrismo la ganó la narrativa heliocéntrica, aunque inclusive hoy decimos geocéntricamente que el sol sale y se mete. Pero el sol ni sale ni se mete: si algo está saliendo, es nuestra tierra (alrededor del sol), no el sol (alrededor de la tierra). El sol no gira alrededor de la tierra; la tierra gira alrededor del sol… es lo que se nos ha dicho.

Más aún, aquellas narrativas, imágenes y arquetipos antiguos que habremos de examinar en la primera parte del libro se hallan con nosotros hasta hoy y conjuntamente con nosotros han creado nuestra aproximación al mundo, así como el modo en que nos percibimos. O como lo dijera C. G. Jung, “La verdadera historia de la mente no está preservada en ilustres volúmenes, sino en el organismo mental viviente de cada quien”.6

EL DESEO DE PERSUADIR

Los economistas deberían creer en el poder de las historias; Adam Smith creyó. Como lo dijera en su Teoría de los sentimientos morales, “el deseo de tener credibilidad, o el deseo de persuadir, de conducir y dirigir a otras personas, parece ser uno de los más fuertes de nuestros deseos naturales”.7 Nótese que este enunciado proviene del supuesto padre de la tesis de que el interés propio es el más fuerte de nuestros deseos naturales. Otros dos grandes economistas, Robert J. Shiller y George A. Akerlof, escribieron recientemente: “La mente humana está hecha para pensar en términos de narrativas […] a su vez, mucho de la motivación humana proviene de vivir una narrativa de nuestras vidas, una narrativa que nos decimos a nosotros mismos y que crea un marco para nuestra motivación. La vida podría ser no más que ‘una maldita cosa después de otra’ si no fuera por esas narrativas. Lo mismo es válido para la confianza en una nación, una empresa o una institución. Los grandes líderes son antes que nada creadores de narrativas”.8

La cita original proviene de “La vida no es una maldita cosa después de otra. Es la misma maldita cosa una y otra vez”. Esto está bien dicho, y los mitos (nuestras grandes narrativas) son “revelaciones, aquí y ahora, de lo que es siempre y para siempre”.9 O, en otras palabras, los mitos son lo que “nunca sucedió, pero siempre será”.10 Sin embargo, nuestras teorías económicas modernas, basadas en modelos rigurosos, no son más que estas metanarrativas recontadas en un lenguaje diferente (¿matemático?). Así que es necesario aprender esta narrativa desde el comienzo —en un sentido amplio, pues nunca será un buen economista quien no es más que un economista—.11

Y puesto que, a su manera imperialista, la economía quiere entender todo, debemos aventurarnos hacia afuera de nuestro campo para en verdad tratar de entender todo. Y si es al menos parcialmente verdad que “la salvación había de ser a partir de entonces cuestión de poner fin a la escasez material, conduciendo a la humanidad a una nueva era de abundancia económica, [y que] lógicamente el nuevo sumo sacerdocio debería componerse de economistas”,12 entonces debemos estar conscientes de este papel crucial y asumir una responsabilidad social más amplia.

LA ECONOMÍA DEL BIEN Y DEL MAL

Toda economía es, a fin de cuentas, economía del bien y del mal. Es el contar narrativas por personas, de personas, para personas. Incluso el modelo matemático más sofisticado es, de hecho, una narrativa, una parábola, nuestro esfuerzo por aprehender (racionalmente) el mundo que nos rodea. Trataré de mostrar que hasta hoy esa narrativa, contada a través de mecanismos económicos, es esencialmente acerca de una “buena vida”, una narrativa que hemos recibido de las antiguas tradiciones griega y hebrea. Trataré de mostrar que las matemáticas, los modelos, las ecuaciones y las estadísticas son meramente la punta del iceberg de la economía; que la parte más grande del témpano del conocimiento económico consiste enteramente en otra cosa, y que las disputas en la economía son una batalla de narrativas y de varias metanarrativas antes que otra cosa. Las personas hoy, al igual que siempre, quieren saber de los economistas, principalmente, qué es bueno y qué es malo.

Nosotros los economistas estamos entrenados para evitar juicios y opiniones normativas respecto a lo que es bueno o malo. No obstante, contrariamente a lo que dicen nuestros libros de texto, la economía es casi siempre un campo normativo. La economía no solamente describe el mundo, sino que, por lo general, es acerca de cómo debería ser el mundo (debería ser efectivo, tenemos un ideal de competencia perfecta, un ideal de alto crecimiento del PIB con inflación baja, el propósito de alcanzar una alta competitividad…). Con este fin, creamos modelos, parábolas modernas, pero estos modelos imprácticos tienen poco que ver (frecuentemente de manera intencional) con el mundo real. Un ejemplo cotidiano: si un economista en la televisión responde una pregunta aparentemente inocua acerca del nivel de inflación, en el mismo aliento se presentará una segunda pregunta (que por su cuenta, un economista frecuentemente añadirá sin que se le pida) acerca de si el nivel de inflación es bueno o malo, y si la inflación debería ser más alta o más baja. Incluso ante una cuestión tan técnica como ésa, los economistas inmediatamente hablan de bien y mal y ofrecen juicios normativos: debería ser más baja (o más alta).

A pesar de esto, la economía intenta, como si hubiera entrado en pánico, evitar términos tales como “bien” y “mal”. Pero no puede. Pues “si la economía fuera realmente una empresa axiológicamente neutral, uno esperaría que los miembros de la profesión económica hubieran desarrollado un cuerpo completo de pensamiento económico”.13 Como hemos visto, esto no ha sucedido. En mi perspectiva, eso es bueno, pero debemos admitir que la economía es, a fin de cuentas, una ciencia bastante normativa. De acuerdo con Milton Friedman (Essays in Positive Economics), la economía debería ser una ciencia positiva axiológicamente neutral que describe el mundo como es y no como debiera ser. Pero el mismo comentario de que “la economía debería ser una ciencia positiva” es un enunciado normativo; no describe el mundo como es, sino como debiera ser. En la vida real, la economía no es una ciencia positiva. Si lo fuera, no tendríamos que intentar que lo fuera. “Desde luego, la mayoría de los hombres de ciencia, y muchos filósofos, usan la doctrina positivista para evitar la necesidad de considerar preguntas fundamentales que producen perplejidad —en pocas palabras, para evitar la metafísica—.”14 Por cierto, estar libre de valores es un valor en sí mismo, en cualquier caso un gran valor para los economistas. Es paradójico que un campo que primariamente estudia valores quiera estar libre de valores. Una paradoja adicional es ésta: un campo que cree en la mano invisible del mercado quiere carecer de misterios.

Así que en este libro planteo las siguientes preguntas: ¿hay una economía del bien y del mal? ¿Compensa ser bueno, o existe el bien fuera del cálculo de la economía? ¿Es el egoísmo innato en los seres humanos? ¿Puede ser justificado si resulta en el bien común? Si la economía no ha de convertirse meramente en un modelo econométrico mecánico de asignación, sin ningún significado (o aplicación) más profundo, vale la pena plantear tales preguntas.

Por cierto, no hay necesidad de temer a palabras tales como bien o mal. El uso de las mismas no significa que estemos moralizando. Cada quien tiene una ética internalizada, de acuerdo con la cual actúa. Del mismo modo, cada uno de nosotros tiene una cierta fe (el ateísmo es una fe como cualquier otra). Así es también con la economía. Como lo dijera John Maynard Keynes: “Los hombres prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto… Pero tarde o temprano, son las ideas, y no los intereses creados, las que presentan peligros, tanto para bien como para mal”.15

DE QUÉTRATA ESTE LIBRO: LA METAECONOMÍA

Este libro está compuesto de dos partes: en la primera parte buscamos la economía en los mitos, la religión, la teología, la filosofía y la ciencia. En la segunda parte, buscamos los mitos, la religión, la teología, la filosofía y la ciencia en la economía.

Buscaremos respuestas en toda nuestra historia, desde los comienzos de nuestra cultura hasta nuestra actual era posmoderna. Nuestra meta no es examinar todo momento que haya ayudado a cambiar la percepción económica del mundo de las últimas generaciones (y la nuestra actual); es dirigir la vista hacia las estaciones en el camino rumbo al desarrollo, ya sea en ciertas épocas históricas (la era de Gilgamesh y las eras de los hebreos, y cristianos, etc.) o hacia personalidades importantes que hayan influido en el desarrollo del entendimiento económico del hombre (Descartes, Mandeville, Smith, Hume, Mill, et al.). Nuestra meta es contar la narrativa de la economía.

En otras palabras, buscamos trazar el mapa del desarrollo del ethos económico. Planteamos preguntas que surgen antes de que pueda manar cualquier pensamiento económico —tanto filosóficamente como, en cierto grado, históricamente—. El área aquí se halla en las fronteras mismas de la economía… y frecuentemente más allá. Podemos referirnos a ella como la protoeconomía (para tomar un término de la protosociología) o, quizá de manera más adecuada, la metaeconomía (para tomar un término de la metafísica).16 En este sentido, “el estudio de la economía es demasiado estrecho y fragmentario como para conducir a una percepción válida, si no es complementado con un estudio de la metaeconomía”.17 Los elementos más importantes de una cultura o campo de investigación como la economía se encuentran en las suposiciones fundamentales a que se adhieren inconscientemente los propugnadores de los varios sistemas de la época. Tales suposiciones parecen tan obvias que las personas no saben lo que están suponiendo, porque no se les ha ocurrido otra manera de poner las cosas, como señala el filósofo Alfred Whitehead en su Adventures of Ideas.

¿Qué es, exactamente, lo que estamos haciendo? ¿Y por qué? ¿Podemos hacer (éticamente) todo lo que podemos (técnicamente)?18 ¿Cuál es el objeto de la economía? ¿Para qué es todo el esfuerzo? ¿Qué creemos realmente y de dónde provienen nuestras (frecuentemente desconocidas) creencias? Si la ciencia es “un sistema de creencias con las cuales estamos comprometidos”, ¿qué creencias son ésas?19 Ya que la economía se ha convertido en un campo clave para explicar y transformar el mundo hoy, todas éstas son preguntas que necesitan ser planteadas.

En un estilo algo posmoderno, intentaremos una aproximación filosófica, histórica, antropológica, cultural y psicológica a la meta-economía. Este libro pretende ahondar en el desarrollo de la percepción de la dimensión económica humana, y reflexionar sobre ella. Casi todos los conceptos clave con los que opera la economía, tanto consciente como inconscientemente, tienen una larga historia y sus raíces se extienden predominantemente fuera del alcance de la economía, y frecuentemente más allá del de la ciencia. Intentemos ahora examinar los comienzos de la creencia económica, la génesis de estas ideas y su influencia en la economía.

TODOS LOS COLORES DE LA ECONOMÍA

Sostengo que los economistas de la corriente principal han abandonado demasiados colores de la economía y se han obsesionado en exceso con el culto en blanco y negro del homo oeconomicus, el cual ignora los asuntos del bien y del mal. Hemos creado una ceguera autoinfligida, una ceguera hacia las fuerzas motrices más importantes de las acciones humanas.

Sostengo que hay cuando menos tanta sabiduría que aprender de nuestros filósofos, mitos, religiones y poetas como de los exactos y estrictos modelos matemáticos del comportamiento económico. Argumento que la economía debería buscar, descubrir y hablar acerca de sus propios valores, aunque se nos haya enseñado que la economía es una ciencia libre de valores. Sostengo que nada de eso es verdadero y que hay más religión, mito y arquetipo en la economía que matemáticas. Sostengo que en la economía hoy en día se pone demasiado énfasis en el método, en vez de ponerlo en la sustancia. Sostengo y trato de mostrar que es crucial para los economistas, así como para un público más amplio, aprender de un amplio grupo de fuentes, tales como La epopeya de Gilgamesh, el Antiguo Testamento, Jesús o Descartes. Los rastros de nuestra manera de pensar se entienden más rápidamente cuando miramos sus comienzos históricos, cuando los pensamientos estaban, por así decirlo, más desnudos; allí podemos ver más fácilmente los orígenes y las fuentes de tales ideas. Solamente así podemos identificar nuestras principales creencias (económicas) en la complicada maraña de la sociedad de hoy, en la cual siguen teniendo mucha fuerza aunque pasan desapercibidas.

Sostengo que, para ser un buen economista, uno tiene que ser un buen matemático, un buen filósofo o ambas cosas. Sostengo que hemos puesto demasiado relieve en lo matemático y hemos descuidado nuestra humanidad. Esto ha conducido a la evolución de modelos artificiales, desequilibrados, que frecuentemente son de poca utilidad cuando se trata de entender la realidad.

Sostengo que el estudio de la metaeconomía es importante. Deberíamos ir más allá de la economía y estudiar qué creencias se hallan “tras bambalinas”, ideas que con frecuencia se han convertido en las suposiciones dominantes, si bien no dichas, en nuestras teorías. La economía está sorprendentemente llena de tautologías de las que los economistas se hallan predominantemente inconscientes. Sostengo que la perspectiva ahistórica, la cual se ha vuelto dominante en la economía, es errónea, y que es más importante para entender la conducta humana estudiar la evolución histórica de las ideas que nos configuran.

Este libro es una contribución al perenne choque entre la economía normativa y la positiva. Sostengo que el papel normativo que los mitos y las parábolas tenían en los tiempos antiguos es desempeñado ahora por los modelos científicos, lo cual está bien, pero deberíamos admitirlo abiertamente.

Sostengo que las preguntas económicas se hallaban con la humanidad mucho antes de Adam Smith y que la búsqueda de valores en la economía no empezó, sino que culminó con él. La corriente principal moderna, la cual pretende descender de la economía clásica de Smith, ha echado en saco roto la ética. Aunque la cuestión del bien y del mal fue dominante en los debates clásicos, ahora es casi herético hablar siquiera de ella. Más aún, sostengo que la lectura popular de Adam Smith es un malentendido. Sostengo que su contribución a la economía es mucho más amplia que meramente el concepto de la mano invisible del mercado y el nacimiento del egoísta y egocéntrico homo oeconomicus, aunque Smith nunca usó ese término. Sostengo que su contribución más influyente a la economía fue ética. Sus otros pensamientos, ya sea sobre la especialización o sobre el principio de la mano invisible del mercado, ya habían sido expresados claramente antes por otros. Trato de mostrar que el principio de la mano invisible del mercado es mucho más antiguo y que se desarrolló mucho antes de Adam Smith. Rastros del mismo aparecen incluso en La epopeya de Gilgamesh, el pensamiento hebreo y el cristianismo, y es expresamente formulado por Aristófanes y Tomás de Aquino.

Sostengo que es tiempo de repensar nuestra aproximación a la economía porque éste, un tiempo de crisis deficitaria, es un tiempo en el que la gente se preocupa y está dispuesta a escuchar. Sostengo que realmente no hemos aprendido nuestras lecciones de la escuela dominical, tales como la historia de José y Faraón, si bien tenemos sofisticados modelos matemáticos a la mano. Sostengo que deberíamos reconsiderar nuestro pensamiento basado en el solo crecimiento, y que la economía puede ser una bella ciencia que un público más amplio puede encontrar atractiva.

De alguna manera, éste es un estudio de la evolución tanto del homo oeconomicus como, lo que es más importante, de la historia de los espíritus animales que se albergan dentro de él. Este libro trata de estudiar la evolución del lado racional de los seres humanos, así como de sus lados emocional e irracional.

LAS FRONTERAS DE LA CURIOSIDAD Y UNA DESCARGA DE RESPONSABILIDAD

Puesto que la economía se ha atrevido a aplicar de manera imperialista su sistema de pensamiento a campos tradicionalmente pertenecientes a los estudios religiosos, la sociología y la ciencia política, ¿por qué no nadar contra la corriente y mirar la economía desde el punto de vista de los estudios religiosos, la sociología y la ciencia política? En tanto que la economía moderna se atreve a explicar la operación de las iglesias o a conducir análisis económicos de los lazos familiares (que frecuentemente desembocan en ideas nuevas e interesantes), ¿por qué no examinar la economía teórica como examinaríamos sistemas de religiones o de relaciones personales? En otras palabras, ¿por qué no intentar una visión antropológica de la economía?

Para ver la economía de esa manera debemos primero distanciarnos de ella. Debemos aventurarnos hasta sus fronteras mismas; o incluso mejor, más allá de ellas. Siguiendo la metáfora de Ludwig Wittgenstein del ojo que observa su entorno pero nunca se ve a sí mismo para examinar un objeto,20 siempre es necesario salirse de él y, si ello no es posible, por lo menos usar un espejo. En este libro usaremos espejos antropológicos, míticos, religiosos, filosóficos, sociológicos y psicológicos, cualquier cosa que nos provea un reflejo.

Aquí debemos ofrecer al menos dos disculpas. Primero, si miramos nuestro propio reflejo en cualquier cosa y todo lo que nos rodea, frecuentemente obtenemos una imagen fracturada y dispar. Este libro no desea ofrecer un sistema intrincadamente entretejido (por la sencilla razón de que no existe un sistema tal). Es importante señalar que sólo trataremos el legado de nuestra cultura y civilización occidental y no estudiaremos aquí otros legados (tales como el confuciano, el islámico, el budista, el hinduista y muchos otros, aunque ciertamente encontraríamos muchas ideas estimulantes si lo hiciéramos). Más aún, no abordaremos enteramente, por ejemplo, la literatura sumeria. Discutiremos el pensamiento hebreo y cristiano que tiene que ver con la economía, pero no estudiaremos la totalidad de las teologías antiguas y medievales. Nuestra meta será señalar las influencias clave y los conceptos revolucionarios que crearon el modus vivendi económico de hoy. La justificación para un enfoque tan amplio y algo deshilachado es la idea que explicara Feyerabend hace tiempo: la de que “todo se vale”.21 Nunca podemos predecir de qué manantial la ciencia habrá de extraer inspiración para su ulterior desarrollo.

La siguiente disculpa tiene que ver con la posible simplificación o distorsión de aquellos campos que el autor encuentra importantes a pesar de estar ubicados enteramente dentro de otro ámbito. Hoy en día, la ciencia disfruta escondiéndose tras un muro de marfil construido aquí con matemáticas, allá con latín o griego, con historia, con axiomas y otros rituales sagrados, para que los científicos puedan disfrutar de un inmerecido santuario que los preserve de los críticos de otros campos y del público. Pero la ciencia debe estar abierta; de otro modo, como acertadamente observaba Feyerabend, se convierte en una religión elitista para los iniciados que irradia sus rayos totalitarios hacia el público. En palabras del economista estadunidense nacido en la República Checa Jaroslav Vanek, “desafortunadamente, o afortunadamente, la curiosidad de uno no se limita al propio campo profesional”.22 Si este libro inspira nuevas percepciones esclarecedoras acerca de la fusión de la economía con estas otras áreas, entonces ha cumplido con su razón de ser.

Éste no es un libro sobre la historia completa del pensamiento económico. El autor pretende más bien suplementar ciertos capítulos de la historia del pensamiento económico con una perspectiva y análisis más comprensivos de las influencias que frecuentemente escapan a la atención de los economistas y del público más amplio.

Quizá debiera decirse que este texto contiene un buen número de citas textuales. Esto proporciona la más estrecha aproximación a las valiosas ideas de distintas eras en las palabras de los autores originales. Si tan sólo parafraseáramos las palabras antiguas, su autenticidad y el espíritu de la época simplemente se evaporarían, lo cual sería una pérdida terrible. Las notas a pie de página proveen la oportunidad de un estudio más profundo de los problemas dados.

CONTENIDO: SIETE ÉPOCAS, SIETE TEMAS

El libro está dividido en dos partes. La primera sigue una línea a través de la historia que en siete paradas se enfoca específicamente en siete tópicos que serán resumidos luego, en la segunda parte. La segunda es, por lo tanto, temática; cosecha los tópicos históricos y los integra. En este sentido, el libro es un poco como una matriz; el lector puede seguirlo históricamente, temáticamente o de los dos modos. Los siete tópicos son los siguientes:

La necesidad de la codicia: la historia del consumo y el trabajo

Aquí empezamos con los mitos más antiguos, en los que el trabajo figura como el llamamiento humano original, el trabajo por placer, y después (a través de la insaciabilidad) como maldición. Dios o los dioses maldicen el trabajo (Génesis, los mitos griegos) o maldicen el exceso de trabajo (Gilgamesh). Analizaremos el nacimiento del deseo y la lujuria, o la demanda. Examinaremos luego el ascetismo en varios conceptos. Posteriormente, domina el desprecio agustiniano de este mundo; Tomás de Aquino balancea el péndulo y el mundo material recibe atención y cuidado. Hasta entonces domina el cuidado del alma y los deseos y necesidades del cuerpo y el mundo son marginados. Después, el péndulo se balanceará nuevamente en el sentido opuesto, en la dirección del consumo individualista utilitario. No obstante, desde sus comienzos, el hombre ha estado marcado como una criatura naturalmente no natural, que por razones únicas se rodea de posesiones externas. La insaciabilidad, tanto la material como la espiritual, son metacaracterísticas humanas básicas que aparecen ya en una era tan temprana como la de los más antiguos mitos y narrativas.

El progreso (naturaleza y civilización)

Hoy en día estamos intoxicados por la idea de progreso, pero, en los comienzos, la idea de progreso era inexistente.23 El tiempo era cíclico y se esperaba que la humanidad no hiciese un movimiento histórico. Entonces los hebreos, con el tiempo lineal, y posteriormente los cristianos, nos dieron el ideal (o amplificaron el ideal hebreo) que ahora abrazamos. Entonces los economistas clásicos secularizaron el progreso. ¿Cómo llegamos a la progresión del progreso y al crecimiento en aras del crecimiento mismo de hoy?

La economía del bien y del mal

Examinaremos un asunto clave: ¿compensa el bien (económicamente)? Empezaremos primero con La epopeya de Gilgamesh, donde la moralidad del bien y la del mal, parecería, no estaban conectadas; por otro lado, después, en el pensamiento hebreo, la ética regía como un factor explicativo en la historia. Los antiguos estoicos no permitían el cálculo de los resultados del bien, y los hedonistas, por otro lado, creían como regla que cualquier cosa que compensara con sus resultados era buena. El pensamiento cristiano rompió una clara causalidad entre el bien y el mal, a través de la misericordia divina, y postergó la recompensa del bien y del mal a la vida para después de la muerte. Este tema culmina con Mandeville y Adam Smith, en la ahora famosa disputa sobre los vicios privados que producen beneficios públicos. Posteriormente, John Stuart Mill y Jeremy Bentham construyeron su utilitarismo sobre un principio hedonista similar. Toda la historia de la ética ha estado regida por un esfuerzo por crear una fórmula para las reglas éticas del comportamiento. En el capítulo final mostraremos la tautología de Maximizar la Utilidad, y discutiremos el concepto de Maximizar el Bien.

La historia de la mano invisible del mercado y el homo oeconomicus

¿Cuán antigua es la idea de la mano invisible del mercado? ¿Cuánto tiempo estuvo con nosotros este concepto antes de Adam Smith? Trataré de mostrar que el presagio de la mano invisible del mercado se halla casi por doquier. La idea de que podemos arreglárnosla para utilizar nuestro egoísmo natural, y que este mal es bueno para algo, es un antiguo concepto filosófico y mítico. También hurgaremos en el desarrollo del ethos del homo oeconomicus, el nacimiento del “hombre económico”.

La historia de los espíritus animales: los sueños nunca duermen

Aquí examinaremos el otro lado de los seres humanos: lo impredecible, frecuentemente arracional y arquetípico. Nuestros espíritus animales (algo así como una contraparte de la racionalidad) tienen la influencia del arquetipo del héroe y nuestro concepto de lo que es bueno.

Más allá de la matemática

¿De dónde sacó la economía el concepto de los números como fundamento del mundo? Aquí queremos mostrar cómo y por qué la economía se ha convertido en un campo de asignación mecanicista. ¿Por qué creemos que la matemática es la mejor manera de describir el mundo (incluso el mundo de las interacciones sociales)? ¿Se halla la matemática en el núcleo de la economía o es meramente el betún del pastel, la punta del iceberg de nuestro campo de investigación?

Los amos de la verdad

¿En qué creen los economistas? ¿Cuál es su religión? ¿Y cuál es el carácter de la verdad? Los esfuerzos por liberar a la ciencia del mito han estado con nosotros desde la época de Platón. ¿Es la economía un campo normativo o una ciencia positiva? Originalmente, la verdad era un dominio de poemas e historias, pero hoy percibimos la verdad como algo mucho más científico, matemático. ¿A dónde acudimos (de compras) por la verdad? Y ¿quién “tiene la verdad” en nuestra época?

ASUNTOS PRÁCTICOS Y DEFINICIONES

Cuando mencionamos economía en este libro, nos referimos a la percepción generalizada y predominante de la misma, cuyo mejor representante es acaso Paul Samuelson. Con el término homo oeconomicus significamos el concepto primario de la antropología económica. Éste proviene del concepto de un individuo racional que, conducido por motivos estrechamente egoístas, se propone maximizar su beneficio. Evitaremos la pregunta de si la economía es o no es, propiamente dicha, una ciencia. Así que, aunque podemos ocasionalmente referirnos a la misma como una ciencia social, frecuentemente nos referimos sólo al campo de la economía. Entendemos “economía” como refiriéndonos a un campo más amplio que meramente la producción, distribución y consumo de bienes y servicios. Consideramos que la economía es el estudio de las relaciones humanas que, de forma ocasional, pueden expresarse con números; un estudio que trata con mercancías, pero uno que también trata con no mercancías (la amistad, la libertad, la eficiencia, el crecimiento).

He sido bendecido con tres experiencias en la vida. Trabajé durante muchos años en la academia, estudiando, investigando y enseñando economía teórica (tratando con dilemas metaeconómicos). También serví durante muchos años como asesor económico de política económica, trabajando como asesor de nuestro ex presidente checo, Václav Havel, de nuestro ministro de finanzas y, posteriormente, de nuestro primer ministro (sobre la aplicación práctica de la política económica). Es también mi deber y (frecuentemente) mi placer ser columnista de nuestro principal diario económico, donde escribo acerca de los aspectos tanto prácticos como filosóficos de la economía para un público amplio (simplificando las cosas, tratando de crear una fusión de diferentes campos de investigación). Esta experiencia me ha enseñado los límites y ventajas de cada lado de la economía. Esta esquizofrenia triple (¿cuál es el significado de la economía?, ¿cómo la podemos usar prácticamente? y ¿cómo podemos conectarla con otros campos de una manera inteligible?) siempre me ha acompañado. Para bien o para mal, este libro que ofrezco aquí es el resultado.

1 Jenofonte, Económico, en Recuerdos de Sócrates, Económico, Banquete, Apología de Sócrates, Gredos, Madrid, 1993. Economía, aquí, significa administración doméstica.

Nota: Las citas textuales de los clásicos grecolatinos, la Biblia y los Padres de la Iglesia están tomadas de la edición en español indicada; lo mismo ocurre cuando de los textos referenciales existen ediciones del FCE. [E.]

2 Del griego oikonomia, oikos —casa, familia—, y nomos —ley—.

3 Sin embargo, todavía no sabemos realmente de qué material como tal están hechos. Entendemos los relojes, por así decirlo, de un nivel hacia arriba. Y tampoco sabemos cuál es la esencia real del tiempo. Así que entendemos la mecánica de un reloj, las partes que nosotros mismos hemos construido.

4 Aquí usamos el término ciencia de manera vaga. En la segunda parte de este libro tendrá lugar una discusión más detallada de lo científico y lo acientífico.

5 Paul K. Feyerabend, Against Method, Verso, Londres-Nueva York, 1993, pp. 33-34, [existe traducción al español: Tratado contra el método, Tecnos, Madrid, 1986, p. 32].

6 Carl G. Jung, Psychology and religion, Yale University Press, New Haven, 1962, p. 41.

7 Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, The Clarendon Press, Oxford, 1869, 7.4.25 [existe edición en español: Investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, 2ª ed., traducción de Gabriel Franco, FCE, México, 1958].

8 George A. Akerlof y Robert J. Shiller, “Stories”, en Animal Spirits: How Human Psychology Drives the Economy, and Why It Matters for Global Capitalism, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 2009, p. 51.

9 Joseph Campbell, Myths to Live By, Viking, Nueva York, 1972, p. 97.

10 Salustio, On the Gods and the World, trad. de Thomas Taylor, Kessinger, Whitefish, parte IV: “That the species of myth are five, with examples of each” [1793], 2003.

11 Paráfrasis libre que el autor hace de la cita de John Stuart Mill: “No es plausible que una persona sea un buen economista político si no es más que eso” (John Stuart Mill, Essays on Ethics, Religion, and Society, vol. 10 de Collected Works of John Stuart Mill, ed. John M. Robson, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1979, p. 306).

12 Robert H. Nelson, Economics as Religion: From Samuelson to Chicago and Beyond, Pennsylvania University Press, University Park, 2001, p. 38.

13Ibid., p. 132.

14 Alfred N. Whitehead, Adventures of Ideas, Free Press, Nueva York, 1985, p. 130.

15 John M. Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, 4ª ed., trad. de Eduardo Hornedo, FCE, México, 2003, p. 358.

16 El término metaeconomía fue usado por primera vez por Karl Menger en 1936, en su artículo “Law of Diminishing Returns. A Study in Meta-economics”. “Cuando acuñó el término metaeconomía no pensaba en una especie de reintegración de la ética en la economía; estaba pensando en modelar la economía y también la ética según un patrón lógico coherente, sin ninguna conexión entre ellas” (Giandomenica Becchio, Unexplored Dimensions: Carl Menger on Economics and Philosophy, Emerald Group Publishing, Bradford, Advances in Austrian Economics, 12, 2009, p. 30).

17 Fritz Ernst Schumacher, Small Is Beautiful: Economics as if People Mattered, Vintage Books, Londres, 1993, p. 36.

18 Para parafrasear una pregunta clave que plantea el teólogo checo Tomáš Halík, véase Stromu zbývá nadĕje. Krize jako šance [Hay esperanza: La crisis como una oportunidad], Nakladatelství Lidové noviny, Praga, 2009.

19 Michael Polanyi, Personal Knowledge: Towards a Post-Critical Philosophy, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1962, p. 171.

20 Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, Routledge and Kegan Paul, Nueva York, Londres, 1974, secciones 5.633, 5.6331.

21 Paul K. Feyerabend, op. cit., p. 33: “No hay idea, no importa cuán antigua y absurda, que no sea capaz de mejorar nuestro conocimiento”.

22 Jaroslav Vanek, The Participatory Economy: An Evolutionary Hypothesis and a Strategy for Development, Cornell University Press, Ithaca, 1974, p. 7.

23 Los sociólogos todavía tienen el ideal de la sociedad clásica (rústica). Los psicólogos tienen el ideal de la armonía de las partes civilizada y animal de nuestra personalidad. También tienen su ideal situado en el pasado y son frecuentemente escépticos acerca del desarrollo-progreso. Entre estos campos, los economistas son probablemente los únicos científicos sociales que tienen su ideal en el futuro.

PRIMERA PARTELA ECONOMÍA ANTIGUA Y MÁS ALLÁ

I. LA EPOPEYA DE GILGAMESH: SOBRE LA EFECTIVIDAD, LA INMORTALIDAD Y LA ECONOMÍA DE LA AMISTAD

Gilgamesh, ¿a dónde vagas tú? La vida eterna que persigues no hallarás… Siempre sé feliz, noche y día. Noche y día juega y danza.

La epopeya de Gilgamesh

LA EPOPEYA de Gilgamesh tiene más de 4 000 años de antigüedad1 y es la obra literaria más antigua de que dispone la humanidad. Los primeros registros escritos provienen de Mesopotamia, al igual que las reliquias humanas más antiguas. Esto es verdad no sólo para nuestra civilización, sino para la humanidad en general.2 La epopeya sirvió como inspiración a muchas historias posteriores, las cuales dominan la mitología hasta hoy en una forma más o menos alterada, ya se trate del motivo del diluvio o de la búsqueda de la inmortalidad. Incluso en ésta, la más antigua obra conocida por los hombres, sin embargo, las cuestiones que hoy consideramos económicas desempeñan un importante papel; y, si queremos emprender el camino de la indagación económica, no podemos ir más atrás en la historia. Éste es el fundamento.

Sólo una fracción de las reliquias materiales sobreviven al periodo anterior a la epopeya, y sólo unos fragmentos permanecen de los registros escritos, que se relacionan con la economía, la diplomacia, la guerra, la magia y la religión.3 Como el historiador de la economía Niall Ferguson observa (de manera un tanto cínica), éstos son “recordatorios de que cuando los hombres empezaron a producir por primera vez registros escritos de sus actividades no lo hicieron para escribir historia, poesía o filosofía, sino para hacer negocios”.4 Pero La epopeya de Gilgamesh atestigua lo opuesto: a pesar de que los primeros fragmentos escritos en barro (tales como notas o libros contables) de nuestros ancestros pueden haber sido acerca de los negocios y la guerra, la primera narrativa escrita es principalmente acerca de la gran amistad y la aventura. Sorprendentemente, no se menciona ni el dinero ni la guerra; por ejemplo, no hay una sola vez en la epopeya en la que alguien venda o compre algo.5 Ninguna nación conquista otra, y no encontramos siquiera mención de la amenaza de la violencia. Es una narrativa de naturaleza y civilización, de heroísmo, desafío y batalla contra los dioses, y del mal; una epopeya acerca de la sabiduría, la inmortalidad y también la futilidad.

A pesar de ser un texto de gran importancia, parece haber escapado por completo de la atención de los economistas. No hay literatura económica sobre La epopeya de Gilgamesh. Al mismo tiempo, es aquí donde encontramos la primera contemplación económica de nuestra civilización; los comienzos de conceptos bien conocidos tales como los del mercado y su mano invisible, el problema de la utilización de la riqueza natural y los esfuerzos por maximizar la efectividad. Aparece un dilema sobre el papel de los sentimientos, el término “progreso” y el estado natural, o el tópico de la división comprensiva del trabajo conectada con la creación de las primeras ciudades. El presente es el primer débil intento por entender la epopeya desde un punto de vista económico.6

Primeramente, no obstante, resumamos con brevedad la línea narrativa de La epopeya de Gilgamesh (la desarrollaremos con gran detalle a la brevedad). Gilgamesh, el gobernante de la ciudad de Uruk, es un semidiós superhumano: “Dos tercios de él son dios y un tercio es humano”.7 La epopeya empieza con la descripción de un muro perfecto, impresionante e inmortal alrededor de la ciudad que Gilgamesh está construyendo. Como castigo por el inmisericorde trato que daba a sus trabajadores y súbditos, los dioses llaman al salvaje Enkidu para que detenga a Gilgamesh. Pero éstos se hacen amigos, un par invencible, y juntos llevan a cabo actos heroicos. Posteriormente, muere Enkidu y Gilgamesh se lanza en búsqueda de la inmortalidad. Supera numerosos obstáculos y peligros, pero la inmortalidad se le escapa, si bien sólo por el espesor de un cabello. El fin de la narrativa retorna a donde la epopeya comenzó: a la canción de alabanza al muro de Uruk.

AMOR IMPRODUCTIVO

El esfuerzo de Gilgamesh por construir un muro como ningún otro es la trama central de la narrativa entera. Gilgamesh trata de incrementar el desempeño y la eficacia de sus súbditos a cualquier costo, incluso impidiéndoles que tengan contacto con sus esposas e hijos. Así que el pueblo se queja ante los dioses: “A los jóvenes varones de Uruk hostiga sin derecho, / Gilgamesh no permite que el hijo vaya con su padre […] / Gilgamesh no permite que la joven vaya con su novio. / La hija del guerrero, la novia del joven varón”.8

Esto tiene relación directa con el surgimiento de la ciudad como un lugar que maneja la campiña que lo rodea. “Los vecinos de la villa serían ahora mantenidos a distancia: no siendo ya familiares e iguales, fueron reducidos a vasallos, cuyas vidas eran supervisadas y dirigidas por los oficiales militares y civiles, los gobernadores, los visires, los cobradores de impuestos, los soldados, directamente responsables ante el rey.”9

Un principio tan distante y a la vez tan cercano. Incluso hoy en día vivimos en la visión de Gilgamesh de que las relaciones humanas —y por lo tanto la humanidad misma— son una perturbación para el trabajo y la eficiencia; de que las personas se desempeñarían mejor si no “gastaran” su tiempo y energía en asuntos improductivos. Incluso hoy, frecuentemente consideramos que el dominio de la humanidad (las relaciones humanas, el amor, la amistad, la belleza, el arte, etc.) son improductivos; quizá sólo con la excepción de la reproducción, la única que es literalmente (!) productiva, reproductiva.

Este esfuerzo por maximizar la eficacia a cualquier costo, este fortalecimiento de lo económico a expensas de lo humano, reduce a los humanos a lo largo y ancho de su humanidad para convertirlos en meras unidades de producción. La hermosa palabra de origen checo robot10 expresa esto perfectamente. La palabra está basada en la antigua palabra checa y eslava robota, la cual significa “trabajo”. Una persona reducida a ser un mero obrero es un robot. ¡Qué bien le hubiera servido a Karl Marx la epopeya, quien fácilmente hubiera podido usarla como un ejemplo prehistórico de la explotación y la enajenación del individuo respecto de su familia y él mismo!11

Gobernar personas reducidas a robots ha sido el sueño de los tiranos desde tiempos inmemoriales. Todo gobernante despótico ve en las relaciones familiares y las amistades una competencia para la efectividad. El esfuerzo por reducir a la persona a unidad de producción y consumo es también evidente en las utopías o, más bien dicho, distopías sociales, pues la economía como tal no necesita nada más que un robot humano, como ha sido bellamente —si bien de manera dolorosa— mostrado en el modelo del homo oeconomicus, el cual no es más que una mera unidad de producción y consumo.12 He aquí algunos ejemplos de este tipo de utopía o distopía: en su visión de un Estado ideal, Platón no permite que las familias de los guardianes críen a sus hijos; en vez de ello, los entregan a una institución especializada después de su nacimiento.13 Esto es similar a las distopías en Brave New World de Aldous Huxley y en la de George Orwell de 1984. En ambas novelas, las relaciones y los sentimientos humanos (o cualesquiera expresiones de la personalidad) están prohibidos y son estrictamente castigados. El amor es “innecesario” e improductivo, como lo es la amistad; ambos pueden ser destructivos para un sistema totalitario (como puede verse en la novela 1984). La amistad es innecesaria porque los individuos y la sociedad pueden vivir sin ella.14 Como lo dice C. S. Lewis, “la amistad es innecesaria, al igual que la filosofía, al igual que el arte… Carece de valor de supervivencia; más bien es una de aquellas cosas que dotan de valor a la supervivencia”.15

En gran medida, la corriente principal de la economía está algo cercana a ese concepto. Los modelos de la economía neoclásica perciben el trabajo como parte de una función de producción. Pero tal economía no sabe cómo incrustar a la humanidad (¡tan humana!) en su marco; sin embargo, los robots humanos encajarían perfectamente. Como lo dice Joseph Stiglitz:

Uno de los grandes “trucos” (alguien diría “ideas”) de la economía neoclásica consiste en tratar el trabajo como cualquier otro factor de la producción. El output se escribe como una función de los inputs —acero, máquinas y trabajo—. La matemática trata el trabajo como cualquier otro bien, lo que lo lleva a uno a pensar que el trabajo es un bien ordinario, tal como el acero o el plástico. Pero el trabajo es diferente de cualquier otro bien. El entorno del trabajo no le preocupa al acero; no nos importa el bienestar del acero.16

TALEMOS LOS CEDROS

Sin embargo, existe algo que frecuentemente se confunde con la amistad, algo que la sociedad y la economía necesitan mucho: incluso las culturas más tempranas eran conscientes del valor de la cooperación en el ámbito del trabajo; ahora llamamos a eso colegialidad, compañerismo o, si quiere usar un término profanado, camaradería. Estas “relaciones inferiores” son útiles y necesarias para la sociedad y las empresas porque se puede trabajar mucho más rápido y eficazmente si las personas se llevan bien en el nivel humano y tienen buena disposición hacia los demás. El trabajo en equipo es una promesa de desempeño mejorado, e incluso se contratan empresas especializadas en la formación de equipos.17

Pero la verdadera amistad, la cual se convierte en uno de los temas principales de La epopeya de Gilgamesh, proviene de un material enteramente diferente al del trabajo en equipo. La amistad, como C. S. Lewis la describe con exactitud, es completamente no económica, no biológica, innecesaria para la civilización, y una relación innecesaria (en comparación con las relaciones eróticas de amor maternal, las cuales son necesarias desde un punto de vista puramente reproductivo).18 Pero es en la amistad donde —a menudo, dicho sea de paso, como un producto colateral, una externalidad— las ideas y acciones que en conjunto pueden transformar enteramente la faz de la sociedad son frecuentemente llevadas a cabo o creadas.19 La amistad puede ir en contra de un sistema arraigado en lugares en los que un individuo no tendría por sí mismo el valor de hacerlo.

En el comienzo, Gilgamesh considera la amistad como innecesaria e improductiva, hasta que él mismo la experimenta con Enkidu y descubre que acarrea cosas inesperadas. Aquí tenemos un hermoso ejemplo del poder de la amistad, una muestra de que se sabe cómo transformar (o romper) un sistema y transformar a una persona. Enkidu, enviado a Gilgamesh como castigo de los dioses, al final se convierte en su fiel amigo y juntos la emprenden contra los dioses. Gilgamesh jamás hubiera reunido el valor para hacer algo como eso por sí mismo… y tampoco Enkidu. Su amistad los ayuda a mantenerse en situaciones en las que ninguno de los dos, solos, habría podido tener éxito. El drama mítico frecuentemente contiene un fuerte vínculo de amistad; como los académicos religiosos lo describen, los amigos “tienen miedo y se estimulan mutuamente antes de la batalla, buscan solaz en sus sueños y son traspasados por la irreversibilidad de la muerte”.20