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El amor y mis amores recopila los poemas que Fernández Shaw escribió en su adolescencia y consideró, varias décadas después, los más estimables dentro de su producción temprana. El autor resalta el doble filo de la ingenuidad en las composiciones: si por un lado se muestran imperfectas, y en algún caso aparece una imitación inconsciente de las rimas becquerianas, por el otro brotaban directamente de sentimientos sinceros (más que ninguna otra que haya escrito después, según cuenta en el prólogo).Entre estas poesías se incluye la primera que le hizo adquirir cierto renombre en los ambientes literarios de la época, "¿Volverán?".-
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Carlos Fernández Shaw
POEMAS INGENUOS
Saga
El amor y mis amores
Copyright © 1910, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726686593
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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LAS PRIMERAS POESÍAS.
CANTIGA DEL BUEN AMOR.
TROVAS. CANTARES.
ROMANCE MORISCO.
MOZAS, MÚSICAS Y FLORES.
EN PAZ Y EN CALMA.
Yo sé que siente, Rosa, tu corazón amante
los versos que te canto mientras dormida estás.
¿Qué quieres que te cuente? ¿Qué quieres que te cante?
¿Cuál es de mis canciones la que te gusta más?
………………………………………….
(Zorrilla, La siesta.)
(1882-1886)
Estas son las poesías menos infelices, por su calidad, entre las muchas que di á luz en el tiempo, ya muy lejano, de mi adolescencia.
Por vez primera, aparecen coleccionadas así, para que den principio á este nuevo libro de versos; versos juveniles, en poemas de amor; ingenuos todos, profundamente ingenuos.
Diez y siete, diez y ocho, veinte años contaba yo al escribir estas canciones. Bien lo delatan, á mi juicio, sus candores, sus torpezas, sus arrebatos.
_____________
Alguna, la titulada ¿Volverán?, logró, no sé á punto fijo por qué, singular fortuna. Muchísimos periódicos de España y de América la reprodujeron. Mi venerable maestro D. Eduardo Benot descubrió en ella, en su forma, raras novedades y méritos extraordinarios, á su entender. Y así lo dijo, con frases muy bondadosas, en uno de sus admirables libros, á la vez que publicaba, por su cuenta, la afortunada composición.
Yo entonces le confesé, y aquí reproduzco mis palabras como prueba de la sinceridad que en ellas puse, que jamás escribí versos en mi vida con menos pretensiones y con menos conciencia de lo que hacía. La memoria, que aún me es fiel, me dice, cabalmente, cómo y por qué, lleno de vagas tristezas, en una tarde brumosa de Septiembre, mirando á las olas desde la Alameda de Cádiz, fuí componiendo, lápiz en mano, esos versos, que después me han procurado, aquende y allende el mar, tantos y tan buenos amigos.
Ni aun tuve presente á la sazón que, en el fondo, mis estrofas no eran sino una imitación de una celebérrima rima de Bécquer.
Después... — ya lo he dicho, — ¿Volverán? me proporcionó muchos instantes felices. Como el personaje de Molière hablaba en prosa sin saberlo, escribí yo unos versos que eran algo, según Benot, sin otro fin que el de componer una trova á una mujer bonita. Conste así. Y á la vez conste que, si he llegado á reconocer la buena suerte de esa poesía, nunca me he convencido de que tenga, realmente, un cierto valor.
_____________
Tardes de Abril y Mayo es el proemio de un libro intitulado así, del que no queda ejemplar alguno por vender desde hace muchos años, y del que nunca, nunca, publicaré nueva edición. Tan desdichadas me parecen casi todas las composiciones con que llegué á formarlo.
Á una desconocida no pasa de ser el capítulo primero de una historia que en él concluyó. Luz del cielo, todos los sonetos, el romance Mis ansias y ¿Volverán? corresdonden á otra historia un poco más larga, que empezó haciéndome llorar y acabó haciéndome reir.
_____________
Reproduzco hoy todas estas canciones con ligerísimas variantes. Si tienen algún atractivo, lo deben, sin duda, á la espontaneidad con que brotaron. Sometidas á correcciones, que hubieran pulido quizá su forma, pero que acaso desvirtuaran su esencia, ¿les hubiera quedado alguno?
(1882)
Es su voz un torrente de armonía,
y fulgura en su espléndida mirada,
de sus propios encantos encantada,
la clara luz con que despunta el día.
Al leve junco vence en gallardía.
Y á Venus en beldad. Llora por nada.
Ríe con el fulgor de la alborada.
Bajó del cielo. Y se llamó María.
¡Vedla sentada! ¡La admirad! ¡Es ella!
¡Ved cuán gentil! ¡Entre cojines rojos!
¡Con qué graciosa languidez, tan bella!
¡Con el alma jovial, fuente de amores,
en las negras pupilas de sus ojos!...
¡Cual un rayo de luz!... ¡Entre dos flores!
(1882)
¡Ya todo concluyó!... Flores, rüido,
cataratas de luz, ondas de seda,
músicas... ¡Ya pasaron! Sólo queda
un corazón sangriento y un gemido.
Pedazos, ¡ay!, del corazón herido
en las zarzas dejé de la arboleda.
Dime, Misericordia, ¿en dónde rueda
el agua de la fuente del Olvido?
¡Ay!, ¡no puedo olvidar! Tú, desdeñosa,
mi afán desoyes, y vengarme quiero
con más amor, ¡porque eres tan hermosa!
Y pasas á mi lado, y nada abriga
por mí tu corazón. ¡Y nada espero!
Y te digo al pasar: ¡Dios te bendiga!
(1882)
Ya se van acortando las tardes, bien mío.
Ya más pronto las gotas del fresco rocío
descienden al cáliz gentil de la flor.
¡Ay, ya el sol de mis sueños brillantes declina!
Ya muy pronto la negra y audaz golondrina
se irá para siempre. ¡Con ella, mi amor!
¡Cuántas veces, al ver sus bandadas,
entre nubes y mares lanzadas,
girando y siguiendo su errante volar,
he doblado con pena la frente,
pensando y pensando tristísimamente:
¡Huyeron! ¡Huyeron! Mas ¡ay!, ¿volverán?
Cuando el suelo se llene de flores,
y las selvas de alegres rumores,
y los cielos de espléndida luz,
y las almas de loca esperanza,
vendrán, como un sueño de dicha, que avanza,
abiertas las alas, teñidas de azul.
Mas, ¡ay!, que en las playas que vieron su nido
murióse algún ave, de amores y olvido,
y yo, con acento de horrible dolor,
diré sollozando: «¡Parad! Peregrina
golondrina, feliz golondrina,
¿qué fué de tu hermana? ¿Qué fué de mi amor?»
_____________
Ya se van acortando las tardes, bien mío.
Ya más pronto las gotas del fresco rocío
descienden al cáliz gentil de la flor.
¡Ya se van deshojando las rosas!
¡Por lo mismo que son tan hermosas
se van para siempre!... ¡Con ellas, mi amor!
Cuántas veces al ver los fulgores
del sol, que sus rayos de ardientes colores
quebraba en las hojas del seco rosal,
he mirado con pena sus flores marchitas,
y he gemido, con ansias de amor infinitas:
¡Huyeron! ¡Huyeron! Mas ¡ay!, ¿volverán?
Cuando el sol ya no brille, con rayos sangrientos,
y lloren las lluvias, y giman los vientos,
cual notas perdidas de un triste laúd
que pulsa un anciano que trémulo marcha,
entre lluvias, y vientos, y escarcha,
morirá, como muere la sombra en la luz.
Cuando torne á lucir Primavera,
si despunta un capullo siquiera,
diré con acento de horrible dolor,
mirando las hojas y el tronco marchito:
«Tu vida fué breve. Mi amor, infinito.
¿Qué fué de tu encanto? ¿Qué fué de mi amor?»
_____________
¡Qué hermosa! ¡Qué hermosa! ¿Por qué, vida mía,
no rasgas mis nieblas con rayos del día,
no ahuyentas mis brumas con auras del mar?
Yo soy desgraciado, yo soy peregrino,
y pronto, siguiendo mi largo camino,
á un mundo que ríe me vuelvo á llorar.
¡Qué hermosa! ¡Qué hermosa! Tus ojos se han hecho
con chispas de rayos; tu cándido pecho
con flores del valle, tus labios con miel;
tu voz con arpegios de notas perdidas...
¡Tus ojos parecen estrellas dormidas;
tus labios, las hojas de abierto clavel.
Yo tengo tres astros, que alumbran mi frente;
que animan el ansia, constante y ardiente,
que alienta en mi loco, febril corazón,
sediento de glorias: el Sol, por el día;
la Luna, que rasga la noche sombría;
de noche y de día, ¡por siempre!, mi amor.
Ya se van acortando las tardes, bien mío.
Ya más pronto las gotas del leve rocío
refrescan las flores con lánguido afán.
¡Ya se van estas horas divinas!
Ilusiones de amor... golondrinas...
luces... flores... Mas ¡ay!, ¿volverán?
(1882)
Sólo quien sufre á combatir se atreve.
Todo en tinieblas y en dolor reposa.
¡Qué terrible nevar!... Pregunta, hermosa,
al pobre corazón por tanta nieve.
Quizás, durmiendo tú, la Dicha mueve
tus castos sueños de color de rosa.
Así será la noche, caprichosa,
aquí tan larga, ¡pero allí tan breve!
No imagines que ausencias y tormento
trajéronme las noches del olvido.
No. Con la tempestad crece mi aliento.
Soy como el ave que, al sentir herido
de muerte el corazón, se lanza al viento,
y busca al rayo, ¡pero vuelve al nido!
(1882)
De pie, mirando la fatal ribera,
las ondas mudas, la corriente helada,
bendigo el resplandor de una alborada
que en espacios distantes reverbera.
Los años volarán en su carrera,
y aguardará mi amor, con fe raigada.
¡Ya veremos al fin de la jornada
quién vive, quién sucumbe y quién espera!
Náufrago, débil, y en peñón desierto,
las glorias sacrifico de mi vida
al afán de mi amor, siempre despierto.
Si al fin me escuchas y á mis rocas vienes,
saldré al paso á decirte: «¡Bien venida!
¡Tuyo fuí! ¡Tuyo soy! ¡Aquí me tienes!»
(1883)
En estos mismos instantes
en que, tan lejos los dos,
lloro mis cuitas amantes,
tus pensamientos constantes
vuelan y buscan á Dios,
que al brillar en la mañana
la luz que ya se avecina,
á la voz de la campana,
hará en ti casi divina
tu gran perfección humana.
¿Qué reposo celestial,
libre de sombras y mal,
te hace suyo, dulce dueño,
en las horas de tu sueño
descuidado, virginal?
¡Qué trémula luz, süave,
debe vagar por tu frente!
Bajo velo tan prudente,
¡qué tibio calor del ave,
al anidar impaciente!
En ti, ¡qué hermoso desmayo!
En la luz, ¡qué tenue rayo!
¡Cuánta ilusión de virtud
en tu vida, juventud
que vas por tu mes de Mayo!
Corres al pie del altar
en busca del buen manjar
que es vida salud y amor.