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Primero una carta de 1964, enviada desde Bogotá a la revista "La república", en respuesta a un artículo con el propósito de discutir cuestiones que tuvieron una incidencia significativa en la historia española del siglo XX: las decisiones de los reyes, el período republicano, la instalación del franquismo. Después una serie de poemas que cruzan lo bucólico con la simbología religiosa y romántica, tal como solían ser los publicados por Carlos Fernández Shaw (1865-1911)… "Un ensayo, diecisiete obras y un guión" es una obra tan ecléctica como promete su título.
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Seitenzahl: 61
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Carlos Fernández Shaw
Saga
Un ensayo, diecisiete obras y un guión
Copyright © 1965, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726686425
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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DESHACIENDO EQUIVOCOS
(Páginas para la Historia)
Bogotá, mayo de 1964
Señor doctor:
Silvio Villegas
Director de “La República”
Mi respetado y distinguido doctor:
En el número correspondiente al 17 de abril del corriente año, del diario de su digna Dirección, don Gustavo Ramírez Escovar, hace unas apreciaciones relativas a España, que me mueven a dirigirme a usted, no con ánimo de polémica, ni siquiera con el propósito de pretender publicidad para estas líneas, si no simplemente para esparcir el ánimo, rogándole me perdone, si con ello le importuno.
Los hombres a quienes tan despectivamente trata el señor Ramírez, tuvieron que enfrentarse a una situación, no creada por ellos, sino por unas circunstancias adversas para el país, creadas por el que fuera su Rey.
Don Alfonso de Borbón y Absburgo Lorena, XIII de los de su dinastía, tuvo la desgracia de nacer pobre. La rama de los “Borbones” españoles, como segundo na de la francesa, nunca tuvo grandes bienes de fortuna y si a esto se agrega, sus altas y bajas del “trono”, los exilios que algunos de sus miembros tuvieron que soportar, etc., etc., Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, creo que será fácil aceptar el aserto.
Doña María Cristina de Absburgo Lorena, que saliera de Abadesa de un convento austríaco, para casarse con el Rey Alfonso XII, y que tras corto matrimonio, tuvo que erigirse en Regente del reino español, se impuso la noble, humana y natural tarea, de ver como conseguir a su hijo, la fortuna que le permitiera alternar sin desdoro con los Grandes de España de su Corte.
Al efecto, durante los 16 años de la minoridad de su hijo, impuso a la Corte una austeridad casi “franciscana”. Nada de grandes recepciones, nada de suntuosos “banquetes”, el transporte indispensable y nada más. Hasta en los uniformes ahorraba. Todo lo que no se gastaba de la “Lista Civil” (Presupuesto), que la Nación tenía asignado al Monarca, para su manutención y “boato”, mensualmente la Reina extranjera, que no tenía excesiva confianza en los servidores que tuviera asignados, lo giraba a su madre, Princesa Austríaca, que residía en Viena, para que fuese invirtiéndolo y guardándolo, para entregárselo a su hijo, al cumplir éste, la mayor edad, con lo cual, bien administrados los siete millones de pesetas anuales de la citada asignación, podrían formar, con sus intereses, unos cien millones de pesetas, al cabo de los diez y seis años.
Pero ocurrió, que muy cerca de cumplir Don Alfonso los diez y seis años, murió en Viena su abuela sin testar, estando en posesión de los cuantiosos fondos. Estos pues se repartieron entre los hermanos de doña Cristina, con lo cual, a esta solo le tocó la novena parte de lo ahorrado, pues nueve con ella eran los hermanos. Don Alfonso al jurar la Constitución a los 16 años, se encontraba tan pobre como cuando nació.
Esta versión se la oí relatar en casa de un tío mío, Daniel de Iturraide y Mac Pherson, Diputado a Cortes, de las Cortes Monárquicas, a Don Camilo Avila, Secretario de Embajada del Cuerpo Diplomático español y Secretario Particular de S. M. la Reina doña María Cristina. Valdría la pena, que, por los “doctos” se investigara lo que hubiera de cierto en ello.
Pudo sin embargo el joven Rey, imponerse una vida honesta y proba, dando a su reinado un tono de “gran” señor, como cuadraba a su regia persona y estirpe. Lejos de ello, desde los comienzos de su reinado, se dedicó al tráfico de “mercedes”. Su primer acto de Rey, fue recabar para sí, en el primer Consejo de Ministros que presidiera, la concesión de “Títulos” y Condecoraciones. (Melchor Fernández Almagro. — Historia del reinado de Alfonso XIII, Barcelona, Montaner y Simón, pág. 10, — 1934). Luego, es “vox populi”, que se echó en brazos del peculado, venta de influencias, etc.
He sido protagonista del siguiente hecho:
En el año 1919 entré a prestar mis servicios profesionales, como Abogado, en la Sociedad Española de Construcción Naval y su Asesoría Jurídica. En el año 1925, en plena Dictadura del General Primo de Rivera y Orbaneja, el Presidente de la Sociedad Española de Construcción Naval, que a su vez lo era de la Sociedad “Minas de Oro de Rodalquilar”, el señor Conde de Zubiría, de la nobleza vasca, inquirió de la Asesoría donde prestaba mis servicios, por el Estado de un pleito de límites, que se seguía con la entidad colindante, que presidía el Duque de Alba. Estas concesiones mineras eran de Cuarzo Aurífero.
Se le contestó al señor Conde de Zubiría, que el pleito había seguido sus trámites legales de Demanda, Contestación, Réplica y Duplica, y que, en la actualidad, se estaba esperando señalamiento de fecha para la Vista Pública, que precedería a la Sentencia, ocasión a que se esperaba para darle cuenta, por si estimase oportuno llevar a cabo la gestión que a bien tuviera, teniendo en cuenta la circunstancia de presidir la Sociedad contrincante, el señor Duque de Alba. El Conde de Zubiría, entonces, manifestó que no había cuidado, que había estado hablando con el SEÑOR, (el Rey), que le había explicado el asunto y que el Rey le había dicho, que la Sociedad presidida por Alba, no tenía razón. (Recuerdo todavía el efecto que tales palabras produjeron en los oyentes).
Tras un momento de titubeo, se me preguntó si yo conocía al señor Marqués de las Torres de Mendoza, Secretario Particular del Rey. Como contestara que sí, que era pariente de una cuñada mía, se me pidió que yo, en el “carro” del Señor Presidente de la Sociedad, Conde de Zublría, me trasladase a su Despacho en el Palacio Real de Oriente, para entregarle un “paquete” de Acciones “liberadas” de la Sociedad Minas de Oro de Rodalquilar, que, según añadió el Conde, eran las que “había quedado en entregarle ayer al Rey”. Un Ordenanza de la Sociedad, cogió el paquete, pues era bastante voluminoso, y ocupó el puesto al lado del chofer. Llegué al Despacho de Emilio María de Torres, que me estaba esperando. El Ordenanza colocó el paquete encima de una chimenea y se retiró. Yo quedé conversando con Emilio, “tirando pelotas fuera”, pues después de entregado el paquete, no se volvió a hablar de él y, al poco tiempo, me despedí, tomé de nuevo el “carro”, llegué a la Sociedad y di cuenta de haber llevado a cabo el encargo recibido. Se me dieron las gracias y se terminó. A los 15 días se falló el pleito con todos los pronunciamientos en contra de la Sociedad presidida por el Señor Duque de Alba.