Relaciones entre la ciencia y la poesía - Carlos Fernández Shaw - E-Book

Relaciones entre la ciencia y la poesía E-Book

Carlos Fernández Shaw

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En esta memoria leída en el Ateneo de Madrid la noche del 1° de diciembre de 1884 Fernández Shaw elogia, plantado desde su condición de literato, la capacidad de las ciencias para lograr progresos y develar verdades que se pueden abrazar, eventualmente, con las verdades del arte. Porque para el dramaturgo el arte no es simplemente un juego, ni es cuestión de efectos imaginarios, y dirá con Guyau que la utilidad reviste cierta belleza.Colocado en una época de grandes transformaciones científicas, Férnandez Shaw intuye que se abre un espacio para una nueva poesía materialista, entre otras posibles. Con este discurso desarrolla esa intuición.-

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Carlos Fernández Shaw

Relaciones entre la ciencia y la poesía

MEMORIA LEÍDA EN EL ATENEO DE MADRID LA NOCHE DEL 1.° DE DICIEMBRE DE 1884

SECRETARIO PRIMERO DI LA SECCIÓN DE LITERATURA DE DICHO ATENEO

Saga

Relaciones entre la ciencia y la poesía

 

Copyright © 1885, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726686432

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

RELACIONES ENTRE LA CIENCIA Y LA POESIA

Señores : Si por otros muchos motivos no fuera para mí este momento ocasión de profundas satisfacciones, lo sería de seguro, porque me proporciona el placer, largamente anhelado, de manifestar á todos y cada uno, públicamente, el testimonio de la inmensa gratitud que les debo. Bríndame tal regocijo la última muestra de estimación que de vosotros he logrado la honra de merecer, mas no por eso he de limitar á tal distinción mi agradecimiento, que de otras muchas os soy acreedor, y siempre las he estimado, no sólo por lo que valían, que ya esmucho, sino por el esfuerzo de benevolencia á que teníais necesidad de recurrir para que tal honor alcanzase á quien, como yo, si á tanto, por interés de vosotros aspiraba, tan poco, por escasez de mi valimiento, merecía.

A tal benevolencia, con que siempre me tratasteis cuando subí á esta tribuna, puedo atribuir únicamente el hecho, para mí honrosísimo, de que vuestros votos me eleváran al puesto que hoy por vuestra voluntad ocupo. Y no creáis que escribo estas palabras por fórmula retórica, ni aun que las hago seguir por estas últimas como obligado por otra rutina de dicción que ya suele ser compañera de la fórmula antedicha. Antes, por el contrario, dígolo, con toda sinceridad, abrumado por el peso de la obligación que en este instante á un mismo tiempo me seduce y me amenaza. A la indulgencia con que me encumbrasteis, quizá puedo aspirar á corresponder con mi reconocimiento. Mas si otra cosa esperabais de mí, poco ha de duraros la ilusión, que es la tarea que hoy se me impone harto superior á mis fuerzas, y á la que gustosamente, creedlo, hubiera renunciado si no temiera que la excelente voluntad de las almas caritativas, que tanto abundan hoy, atribuyese á descortesía ó deserción lo que sólo es reconocimiento tardío, y por tardío, más triste de mi suficiencia menos que escasa.

El curso natural de mis aficiones, hízome sino familiar, que más larga experiencia, más detenido estudio y más alto pensamiento que los míos había de menester, conocido siquiera el aspecto brillantísimo del curso del desarrollo de la poesía al través de la historia. No exige semejante trabajo especiales aptitudes ni aun, no sé si atreverme á decirlo, minuciosa investigación, y sí únicamente entusiasmo para tales contemplaciones y sentimiento que vibre inspirado por tanta fascinadora impresión. No rinde la ciencia tan prontamente sus secretos; no es tan fácil, según mi pobre entender, penetrar en sus misterios, vislumbrar sus infatigables trasformaciones, seguir paso á paso y con precisión y exactitud, más que nunca necesarias aquí, su maravilloso desenvolvimiento, abarcar de una mirada la aparición admirable de lo que hoy realiza lo que sólo imaginación ayer pareciera; que no vale aquí admirar y sí comprender, no sentir, sino razonar, no extasiarse ante la impresión, sino explicar su causa y su fin, y para ello son menester, no simple entusiasmo y alma abierta y corazón ardiente, sino acabado estudio de la materia, conocimiento exacto, experiencia larguísima, es decir, en una palabra, señores, todo aquello que para mí desearía. Si lo deseo, fácilmente comprenderéis que es porque deploro la falta de posesión.

Y digo esto, no en son de disculpa, que de poco le sirvíera la de no manejar las armas al voluntario que entró en combate para esquivar con honra el compromiso que ya le obliga, sino para sincerarme ante vosotros. En el curso de esta Memoria que, como sabéis, ha de versar sobre las «Relaciones entre la ciencia y la poesía, » notaréis que en todo, pero muy singularmente en lo que á las investigaciones científicas concierne, vacilo y flaqueo. Conste, sin embargo, que no tengo la petulancia de presumir que pase como buena y propia mercancía, ante conocedores tan peritos como vosotros, la que habéis de reconocer seguramente como ajena y maltratada. Sírvame esta sinceridad, que os debía, para obtener de vosotros una indulgencia que de todo corazón os suplico y que con toda mi alma y anticipadamente os agradezco.

Y en verdad, señores, que para quien de otros y superiores medios que yo pudiera disponer ningún otro tema que el que hoy tengo la obligación de desarrollar, se prestaría, no ya tan sólo á la exposición razonada y convincente de las diversas teorías que hoy luchan en el campo, á todos abierto, de la controversia, sí que también tema alguno no brindaría más preciosos motivos al juego brillante, y siempre rico en caprichosas combinaciones, de la imaginación.

Ciencia y arte creo yo se acompañan, se ayudan en la composición de la obra inenarrable que el adelanto material de los tiempos escribe al correr de los años, que consigo nos llevan poco á poco desde la cuna al sepulcro, haciéndonos testigos de tanta gloria como les engalana, y de la que parte, no escasa, á todos y cada uno parece que corresponde. La ciencia investiga, descubre; el procedimiento de su minuciosa investigación admira; el gran resultado de su descubrimiento pasma. Pero la teoría no sin trabajo nace; como todo sér material, antes de ver la luz germina; antes de surgir la afirmación, se mueve temblando y se oculta á veces casi, en la nebulosa de la hipótesis. En el nacimiento de toda hipótesis, en su desarrollo, en su definitiva llegada á la vida de lo verdadero, palpita siempre una idea eminentemente poética.

Por el contrario, en todo adelanto que se logra, en todo progreso que se alcanza, y adelanto y progreso surgen siempre de la ardua, pero fecunda labor científica, existe una fuente copiosa de inspiración para el artista. Y así ambos elementos trabajadores y jamás inactivos, ciencia y arte, se unen en la última cima de la civilización, última hasta entonces, y allí se abrazan; que allí la ciencia ofrece su obra y allí el arte la canta, la hermosea con su envidiable elogio, la propaga y aun la dignifica. No de otro modo el gran Quintana, al entonar su oda inspiradísima y siempre joven, A la invención de la imprenta, hizo inmortal en el cielo del arte el portentoso descubrimiento que ya de tan envidiable vida gozaba en los dominios de la ciencia.