El camino hacia la fraternidad, de lo individual a lo universal - Omraam Mikhaël Aïvanhov - E-Book

El camino hacia la fraternidad, de lo individual a lo universal E-Book

Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Beschreibung

Generalmente se entiende la fraternidad como un sentimiento de pertenencia a una comunidad más o menos numerosa. Para Omraam Mikhaël Aïvanhov, la idea de fraternidad es el fundamento de su enseñanza porque es el principio mismo de la creación, donde todos los elementos que la componen están unidos: por eso no sólo debemos ser conscientes de este vínculo que nos une a todas las existencias, pero nos dedicamos a ampliar y enriquecer este vínculo.

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Seitenzahl: 187

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Traducción del francés

ISBN 978-84-10379-50-3

Título original: EN CHEMIN VERS LA FRATERNITÉ DE L’INDIVIDUEL À LÚNIVERSEL

© Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es

 

 

 

 

Como la Enseñanza del Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov es estrictamente oral, esta obra ha sido escrita a partir de extractos de sus conferencias.

Amar al prójimo, pero primero aprender a amarse a sí mismo

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, dijo Jesús. ¿Pero cómo se aman los humanos a ellos mismos? ¿Es amarse a uno mismo, comer y beber cualquier cosa, fumar, consumir drogas, llevar una vida desordenada, no controlar sus pensamientos y sus sentimientos? Entonces, ¡pobre prójimo si así es como lo queremos! Amarse, es procurar no dejar entrar en sí mismo ningún elemento impuro, nocivo, ya sea físico o psíquico. En ese momento, sí, podremos pretender amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos.[1]

Primeros pensamientos al despertar

¿En qué pensáis cuando os despertáis por la mañana? En las preocupaciones del día anterior, en los problemas que deberéis resolver... Pero dejad eso para después. Empezad más bien por estar agradecidos por este nuevo día que comienza, un día en el que podréis aun ver, oír, caminar, amar, estudiar. Al expresar vuestra gratitud desde el despertar, aumentáis en vosotros el amor y la luz, y este amor, esta luz, influirán en cada momento de vuestro día. Observaréis el mundo a vuestro alrededor con otros ojos, tendréis una mejor actitud hacia todos los que encontréis, y ellos se abrirán a vosotros porque sentirán que estáis habitado por la paz y la confianza en la vida.

Desde la mañana, tomar conciencia de la presencia de los seres que nos rodean

¿En qué pensáis cuando os miráis al espejo por la mañana? ¿Y cuándo abrís el agua del lavabo o de la ducha?... Y cuando encontráis a vuestra esposa, a vuestro marido, a vuestros hijos, ¿qué pensáis? Podéis decir que no tenéis ni esposa, ni marido, ni hijos. Admitámoslo... pero cuando salís de casa, os encontráis con algunas personas. ¿En qué pensáis cuando las veis? Todos los seres que viven cerca de vosotros, como aquellos que os encontráis por casualidad, son oportunidades para reflexionar. Tomad conciencia de que están ahí, que existen, para enriquecer y refinar vuestra comprensión y sensibilidad.

El cuerpo colectivo de la humanidad del que somos miembros

Individualmente, los humanos son débiles, solo tienen poder si se unen. Por eso, pensad a menudo en esta familia universal que debéis formar a pesar de vuestras diferencias de carácter, de temperamento, de grado de evolución, de medio social, de actividad... Dejad esos detalles a un lado. Para que una empresa pueda producir buenos resultados de forma sostenible, los humanos deben tener conciencia de actuar no tanto como individuos separados, sino como miembros de un cuerpo colectivo. Reforzad en vuestros corazones la convicción de que todos sois miembros de esta fraternidad universal cuya cabeza está en lo alto, en el mundo divino.

 

 

Solo el ideal de fraternidad compensa las desigualdades

Por naturaleza, los seres humanos no son iguales: unos vienen al mundo con una constitución robusta, facultades intelectuales, dotes artísticas, mientras que otros sufren todo tipo de limitaciones. La palabra «igualdad» en el lema de la República Francesa solo se refiere a la igualdad ante la ley, y la igualdad ante la ley no hace iguales a los humanos. La desigualdad sigue existiendo y solo puede corregirse mediante la fraternidad, que también forma parte del lema de la República. La verdadera igualdad solo es posible gracias a la fraternidad. Y la palabra «fraternidad» significa que en el origen los humanos son todos iguales en dignidad, porque todos son hijos e hijas de su Padre celestial.

El amor, más que la organización, es necesario para una sociedad

El nacimiento de una civilización se relaciona a menudo con la presencia del agua. Allí donde el agua fluye aparecen una flora, una fauna, y los humanos instalan sus casas. Ahora bien, el agua puede ser comprendida también en diferentes planos. En el plano espiritual se puede decir que es el amor. Desafortunadamente, cuando algunas personas tienen un proyecto que hacer juntos, ¿cuántos piensan que el amor debe también intervenir? Tienen en cuenta, ante todo, la organización, y se equivocan porque cuando falta el amor que une a los seres y que es el verdadero motor de las cosas, no hay vida. Pero tan pronto como aparece el amor, incluso si la organización aún no está lista, todo se pone poco a poco en su lugar y comienza a funcionar.

De la colectividad a la fraternidad

En una sociedad se pueden distinguir tres categorías de individuos que corresponden a tres niveles de conciencia. Los que quieren permanecer aislados, encerrados en sí mismos. Los que han comprendido los beneficios que pueden obtener de la vida colectiva y que se agrupan, porque sienten que les interesa. Y, por último, los que sienten la necesidad de vivir fraternalmente profundizando cada vez más en sí mismos la conciencia de la universalidad. Por supuesto, cada individuo debe trabajar en su propio desarrollo, pero siempre que no lo haga solo por sí mismo. En ese momento, no se trata solo de colectividad, sino de fraternidad. Una fraternidad es una colectividad donde reina una verdadera cohesión, porque cada individuo trabaja conscientemente por el bien de todos.

Nuestro lugar en la jerarquía viviente de las criaturas

La naturaleza es una jerarquía viviente cuyos diferentes reinos y las criaturas que los habitan están vinculados entre sí. Los seres que están por debajo de nosotros, como aquellos que están por encima de nosotros, están por tanto relacionados con nosotros. Si nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras acciones son honestos y puros, gracias al vínculo que nos une a todos los seres superiores, tenemos la posibilidad de elevarnos. Ahora bien, las corrientes que nos envían no se detienen en nosotros: nos atraviesan y descienden hasta los reinos animal, vegetal y mineral también vinculados a nosotros. Así es como cada estado armonioso que estamos viviendo influye benéficamente no solo en los humanos que nos rodean, sino en todos los hermanos y hermanas que son también para nosotros los animales, las plantas y las piedras.

Corazón, intelecto, voluntad: estructura psíquica que hace a los seres humanos semejantes

Si bien es deseable que los seres humanos formen una unidad, esto no significa que deban tener exactamente los mismos pensamientos, los mismos sentimientos, y los mismos gustos y actuar de la misma manera. La vida es muy rica de posibilidades diversas, y solo en el lado esencial deben buscar la unidad. Cada uno está constituido por tres principios fundamentales: un intelecto que necesita luz (el conocimiento), un corazón que necesita calor (el amor), y una voluntad que debe manifestar actos con la luz del intelecto y el calor del corazón. Es esta estructura fundamental y las aspiraciones que le corresponden que hacen a los humanos semejantes. Por tanto, es en este sentido que todos deben trabajar para formar una unidad.

Nuestra pertenencia a la familia universal

Cada uno de nosotros pertenece a una inmensa familia repartida por toda la tierra, y mucho más allá. Pero para ser realmente parte de esta familia, hay una primera verdad que conocer. Así como en la tierra pertenecemos a una familia porque tenemos un padre y una madre, en el plano espiritual son las virtudes del espíritu, nuestro padre, y las del alma, nuestra madre, las que nos han provocado. Por tanto, debemos buscar en nuestra alma y en nuestro espíritu el alimento y la instrucción para sentir que pertenecemos a la familia universal.

Las condiciones de la vida obligarán a los humanos a comportarse más fraternalmente

Decís que os gustaría considerar a todos los seres humanos como vuestros hermanos y hermanas, ¡pero es tan difícil! Por supuesto, pero esto es también lo que se hace más necesario, porque la población del planeta no deja de aumentar, y si todos no se esfuerzan en controlar sus tendencias egoístas, agresivas, la existencia se volverá imposible. La mayoría, asombrados por los medios que el progreso técnico pone a su disposición, tratan de aprovecharlo sin preguntarse si, lo que consideran útil y beneficioso para ellos lo es también para los demás: lo usan y abusan de él. Pero esto no podrá durar mucho tiempo: las condiciones que los humamos han creado son las que los obligarán a desarrollar comportamientos más generosos, más fraternos mutuamente.

Para vivir en armonía, un ejercicio

¿Queréis vivir en armonía? Haced este ejercicio todos los días. Imaginaos que estáis rodeados de luz y que enviáis vuestro amor a todos los seres en el mundo. Poco a poco, esta imagen se volverá viva, dinámica en vosotros, atraerá desde el espacio los elementos apropiados que os permitirán realizar este deseo. Por supuesto, tomará tiempo, pero un día los resultados estarán ahí: sentiréis sobre vosotros una entidad viviente que os instruye, os ilumina, os protege; y en situaciones difíciles, os dará el apoyo que necesitáis para proseguir vuestra tarea entre los humanos.

La familia no es un fin en sí misma

Cada uno debe hacer todo lo posible por mantener los vínculos que lo unen a todos los miembros de su familia. Pero aquellos que solo se preocupan por su familia descuidando a las otras familias, o incluso combatiéndolas para protegerla mejor, no hacen más que crear condiciones para la incomprensión y la hostilidad entre todas las familias. Con esta actitud no contribuirán a la felicidad de su propia familia. Observad cómo todas las células del cuerpo físico, unidas entre sí, trabajan para esta inmensa célula que es un ser humano para mantenerlo vivo y sano. Del mismo modo, todas las familias deben unirse para servir a un objetivo que les supera: la idea de la gran Familia, la Familia universal.

El calor y el frío: el amor y la sabiduría, un equilibrio a encontrar

Hay que saber utilizar alternativamente las facultades del intelecto y las del corazón, es decir, equilibrar la corriente fría de la sabiduría gracias a la corriente caliente del amor, y viceversa. La verdad está en este equilibrio. El amor que no es atemperado por la sabiduría conduce a la sensiblería, a la sensualidad; y la sabiduría, sin el amor, conduce a la indiferencia, al desprecio, a la crueldad. Por tanto, el frío de la sabiduría debe, cuando sea necesario, moderar el calor del amor, y el calor del amor moderar el frío de la sabiduría. La verdad, es decir, la vida, encontrará en este clima templado las mejores condiciones para manifestarse.

El espiritualista, una definición de su trabajo

Para aquél que se compromete en la vida espiritual, el camino es largo y difícil, pero su trabajo puede resumirse en pocas palabras: en lugar de dejar que su naturaleza inferior tome la delantera y le esclavice, se esfuerza por someterla a las leyes del espíritu, para que los poderes de la eternidad gobiernen en él. Trata de introducir en su existencia cotidiana las quintaesencias que posee en la parte más elevada de su ser. Con sus pensamientos, sus sentimientos, su fe, sus esfuerzos, mantiene la chispa enterrada en él. Añade así al desarrollo ordinario de los acontecimientos algo que brota, que irradia, y todos a su alrededor lo sienten y se benefician de ello.

La circulación del amor

El ser al que amáis, ¿también os ama? No os preocupéis por eso. ¿Por qué? Porque el amor circula, va de uno a otro: lo recibimos, debemos darlo. Lo que le dais a un ser que amáis, él lo da a su vez, y así se forma una cadena, una corriente que, partiendo de vosotros, volverá un día amplificado a través de miles de hombres y mujeres. Los que se contentan con devolverse mutuamente su amor no hacen circular la corriente; la cortan, y cortándola, se empobrecen.

Las huellas que dejamos en el camino

Habéis rezado, meditado, luego debéis salir de vuestra casa... Cuando regresáis, un momento después, no pensáis que vuestro trayecto haya podido producir algún efecto. Pues bien, os equivocáis: si fuerais clarividentes, veríais todo el bien que vuestra presencia ha podido hacer, sin saberlo, a personas que habéis encontrado en el camino. Por tanto, tened siempre conciencia de que, avanzando por el camino de la luz y del amor desinteresado, podréis actuar favorablemente sobre todas las criaturas que encontréis. Siempre habrá algo bueno que despertará y recibirá un impulso.

La fraternidad, la idea para la que es importante ante todo trabajar

En diferentes áreas, ¡cuántas personas dicen trabajar por una idea! Pero trabajar realmente por una idea es dedicarse a una actividad de la que no se espera ningún beneficio material, ningún poder, ninguna gloria, ni siquiera el reconocimiento de los humanos. Quien lo consigue pone en acción las mayores potencias del universo. Las ideas capaces de alimentar todo nuestro ser son muy pocas y pueden resumirse en una sola: la fraternidad entre los humanos. Cualesquiera que sean las tareas que cada uno tenga que asumir, es importante ante todo que dé el primer lugar a esta idea.

Cómo amar a su familia

La seguridad y la comodidad materiales nunca han impedido a los seres sufrir si les falta lo esencial: un alimento espiritual. Esta comida, solo puede darse a los demás si primero se ha encontrado en uno mismo. ¡Cuántos que dicen hacer todo por su familia no saben cómo amarla! Nunca han aprendido cómo, con sus palabras, su comportamiento diario, pueden nutrir el alma y el espíritu de todos aquellos seres a los que están vinculados.

E ignoran también que, gracias al vínculo que los une a sus propios padres, pueden influir favorablemente en ellos incluso cuando han dejado la tierra; porque en el invisible están siempre allí, cerca de ellos, participan en su vida y se benefician de su progreso. Y cuando ellos mismos tienen hijos, les transmiten en herencia las riquezas espirituales que han adquirido. Esto es amar a su familia.

Las leyes son inútiles donde reina el amor

¿Por qué hay que dictar tantas leyes para regular las relaciones entre los seres humanos? Porque aún no están habitados por el amor. Cuando sepan lo que es el amor verdadero y vivan en este amor, ya no necesitarán leyes que les recuerden lo que deben hacer... o no hacer; ellos encontrarán espontáneamente cómo armonizarse entre sí. El amor es la única fuerza que organiza las cosas, las hace crecer y florecer. Desde el momento en que el amor reina en una familia, en una comunidad, en una sociedad, ya no hay necesidad de decir: “¡Haced esto, no hagáis aquello!” Todos realizan su tarea con placer. Donde reina el amor, ya no se habla de ley.

Las emanaciones de los humanos también saturan nuestra atmósfera

La contaminación del aire preocupa cada vez más a nuestros contemporáneos. Pero con sus pensamientos y sus sentimientos de descontento, de ira, de celos, de odio, ¿hacen algo más que envenenar la atmósfera? Si existieran laboratorios dotados de aparatos suficientemente perfeccionados, se podría comprobar que algunas de sus emanaciones tienen, en el plano psíquico, una influencia tan tóxica como los gases asfixiantes. Y, a la inversa, también podríamos constatar que las emanaciones de ciertos seres son beneficiosas para todas las criaturas. Porque han consagrado su vida a la paz, a la luz, su presencia actúa a su alrededor como efluvios vivificantes y purificadores.

Nuestra responsabilidad para con toda la humanidad

¡Tantos lazos os unen no solo a los miembros de vuestra familia, sino a toda la sociedad! Así, cada vez que progresáis, las luces y las riquezas que obtenéis influyen en todas las personas a las que estáis vinculados de cerca o de lejos; a causa de vuestro progreso, ellas también avanzan. Y lo mismo ocurre si empezáis a oscureceros: los miembros de vuestra familia y de la sociedad, que están unidos a vosotros, sufren a causa de vuestras influencias nocivas. Cada uno es responsable, y esta responsabilidad va muy lejos. Así que, esforzaos por hacer vuestra vida más luminosa, más rica, así sutilmente, imperceptiblemente, arrastraréis a los seres hacia las alturas.

Entrar en la situación de los demás

Es raro que uno se sienta naturalmente inclinado a entrar en la situación de los demás, y de ahí proceden tantos errores de juicio e injusticias. En el momento en que vayáis a pronunciaros sobre una persona, ¿qué sabéis de la situación en la que se encuentra?... Por lo tanto, empezad por hacer, por unos momentos, el esfuerzo de poneros en su lugar: quizá os daréis cuenta de que, en la misma situación, podríais comportaros diez veces peor que ella. Vale la pena tratar de entrar en la situación de aquellos con los que debéis frecuentar. Solo unos minutos cada día de este ejercicio, y adquiriréis cualidades de paciencia, indulgencia, generosidad, incluso la clarividencia de los que se beneficiarán... ¡Y vosotros también!

El rostro, reflejo de las preocupaciones de los seres

Hay gente que disfruta hurgando en la vida de los demás para descubrir algunas faltas de conducta. Tanto es así que su mirada sospechosa termina por ver el mal incluso donde no está. Entonces, no solo siembran el desorden, sino que, con su aspecto sombrío, comienzan a parecerse a los delincuentes. Pues sí, eso es lo extraordinario: todas estas personas tan desconfiadas que se imaginan personificar la justicia y la honestidad, acaban llevando en su propia cara las marcas de los defectos y vicios que están continuamente olfateando a su alrededor. Pero mirad el rostro de los que buscan descubrir las cualidades y las virtudes ocultas de los seres: ¡qué armonía! ¡qué luz!

Los bancos que los seres humanos son para los demás

Un ser humano es como un banco en el que cualquiera puede depositar capitales. Pero atención, aseguraros primero de que “el banco” al que os dirigís es sólido, fiable, de lo contrario corréis el riesgo de perderlo todo, y no os servirá de nada quejaros después de haber sido engañados, perjudicados. Y como vosotros mismos sois un banco, esforzaos también por ser dignos de fe. Porque la cuestión no se limita en saber si podéis confiar o no en los demás; preguntaros si ellos también pueden confiar en vosotros, y tratad de ganaros su confianza.

El corazón y el intelecto: dos instrumentos a regular diariamente

El corazón y el intelecto son como instrumentos de pesos y medidas; pero, ¡cuántas veces reaccionan como instrumentos defectuosos, desajustados! Por eso los humanos cometen tantos errores de juicio y de conducta. Por tanto, no solo se están haciendo daño a sí mismos, sino también a los demás, y así se producen interminables enfrentamientos. Si se preocupan por verificar cada día estos dos instrumentos que son su corazón y su intelecto, evitarán muchos errores y se facilitarán sus relaciones con su entorno.

La familia, un estado de conciencia a adquirir

Al casarse, un hombre y una mujer añaden una familia a la que cada uno ya tiene. Pero, ¿se vuelven por ello más conscientes de lo que es realmente una familia? También pueden tener muchos hijos y ampliar indefinidamente el círculo de las personas a las que se unen, sin ser siempre capaces de esta expansión de la conciencia que se manifiesta en una actitud de comprensión, de desinterés, de nobleza. Pero la mayor expansión de la conciencia consiste en sentir que uno es miembro de la familia universal de las criaturas, en alegrarse por ello y querer trabajar cada día por ella.

La fraternidad: un cambio de orientación de la mirada

Quejas, luchas, rencores, de esto está hecha la vida cotidiana de mucha gente. Entonces, ¿cómo hablar de fraternidad? Con un campo de conciencia tan estrecho, no pueden ver la inmensidad del cielo sobre ellos. Si quisieran levantar la vista, se apartarían de sus limitaciones y respirarían por fin libremente. Se trata, pues, simplemente de una orientación de la mirada: no tanto dirigirla hacia abajo, sino hacia arriba. El que se proyecta en el infinito, en la eternidad, comienza a sentir que algo en él se eleva por encima de todo, que nada puede limitarlo, porque otra conciencia despierta en él. Y entonces, sí, podremos empezar a hablar de fraternidad.

Las responsabilidades, asumirlas tanto como sea posible

Quien cree que puede escapar de sus responsabilidades y obligaciones para disfrutar de una vida más agradable, no conoce las severas leyes que rigen el destino. No está absolutamente prohibido poner fin a una asociación, a una unión, pero no antes de haber tratado de resolver correctamente el problema; de lo contrario, se corre el riesgo de volverlo a encontrar, o incluso peor del que se ha querido huir. Esta ley es válida para todas las situaciones de la existencia: la gente cree que es fácil cortar un vínculo, romper un compromiso, huir de una responsabilidad, pero lo que parece fácil a primera vista comporta otras complicaciones. Mientras que, esforzándonos por afrontar las dificultades que se presentan, sentimos despertar en nosotros energías insospechadas.

Las críticas, sus efectos a menudo nefastos

Señalar los defectos de las personas rara vez sirve para mejorarlos. Así que, a partir de ahora, tratad de concentraros en el principio divino, inmortal, eterno que también vive en ellas. Procurad tener sentimientos sagrados para este principio divino. Así es como les ayudaréis, y al mismo tiempo haréis un buen trabajo sobre vosotros mismos. Mientras que, si os preocupáis continuamente de sus defectos, a menudo, en lugar de ayudarlas, les impedís incluso evolucionar; y también vosotros sois perjudicados, porque os alimentáis de venenos.

La fatiga que provoca la tendencia a imponerse

La tendencia natural de los humanos es imponerse, exigir, coaccionar: ordenan, mandan, sin reflexionar sobre las oposiciones que necesariamente van a suscitar. Se comprometen así en interminables luchas de las que salen exhaustos, enfermos, y no dejan de quejarse de lo que los demás les hacen sufrir... Aquellos que tienen esta tendencia a imponerse, deben analizarse. Por supuesto, muchos argumentarán que, teniendo unas profesiones que les obligan a asumir grandes responsabilidades, deben imponerse para obtener resultados. No, el cansancio no viene del trabajo cuando se sabe cómo trabajar; viene del hecho de que con demasiada frecuencia se confunde trabajar y exigir, pedir.

Cuando se descubre una traición

Puede ocurrir que descubráis que os ha traicionado una persona en la que confiabais, y por supuesto lo estáis sufriendo. Pero tratad de tener la suficiente sabiduría y fuerza para no pedirle cuentas de inmediato. Ni siquiera le mostréis que habéis descubierto su hipocresía. Tened cuidado y no dejéis que os engañen de nuevo, pero seguid comportándoos como antes. No se gana nada cortando los lazos con seres cuya falsedad acabamos de descubrir. Mientras que se puede ganar mucho con una actitud que les permita reconocer e incluso reparar sus errores. La cuestión siempre es saber si se quiere realmente resolver un asunto delicado, o bien solo ajustar cuentas personales.

Un trabajo que moviliza nuestros defectos como nuestras cualidades

No os preguntéis tanto de qué sois capaces. Solo cuentan el trabajo, los esfuerzos; vuestras cualidades, vuestros defectos, es secundario. Cuando descubráis que el mejor trabajo es buscar cómo contribuir al bien de todos, no solo vuestras cualidades sino también vuestros defectos se convertirán en vuestros mejores servidores, porque son fuerzas. Cuando queréis levantar un peso, las energías de los diferentes órganos de vuestro cuerpo, desde los músculos hasta el cerebro, se moviliz