El encarama budista - Susan Piver - E-Book

El encarama budista E-Book

Susan Piver

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Beschreibung

Maestra budista, estudiosa del eneagrama y escritora de larga trayectoria, Susan Piver entreteje magistralmente dos escuelas de sabiduría en una exploración de los nueve estilos de recorrer el camino que nos portará de la confusión a la sabiduría. No se trata de un ejercicio de correlaciones entre dos sistemas, sino una lúcida exploración personal acerca de cómo el eneagrama puede iluminar tu viaje espiritual. En El eneagrama budista descubriremos una manera de liberarnos de la rutina de la superación personal para aprehender lo que ya es perfecto en nosotros mismos, en los demás y en cada momento. Este es el viaje del guerrero.

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Susan Piver

El eneagrama budista

Las nueve sendas para ser un guerrero

Traducción de Miguel Portillo

Título original: THE BUDDHIST ENNEAGRAM

Nine Paths to Warriorship

Susan Piver © 2022

© de la edición en castellano:

2023 by Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

© de la traducción del inglés al castellano: Miguel Portillo

Revisión: Alicia Conde

Composición: Pablo Barrio

Diseño cubierta: Editorial Kairós

Imagen cubierta: Figura de eneagrama sobre mandala de Heruka, Tíbet

Foto autora: Lacey Melguizo

Primera edición en papel: Junio 2023

Primera edición en digital: Junio 2023

ISBN papel: 978-84-1121-137-6

ISBN epub: 978-84-1121-200-7

ISBN kindle: 978-84-1121-201-4

Todos los derechos reservados.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Sumario

PrefacioIntroducción¿Cuál es el origen del eneagrama?Cómo sacarle el máximo partido a este libroEl eneagrama budistaFacetas del eneagramaUNO: El Guerrero del EsfuerzoDOS: El Guerrero del AmorTRES: El Guerrero de la RealizaciónCUATRO: El Guerrero de la PoéticaCINCO: El Guerrero de la Visión ClaraSEIS: El Guerrero de la VerdadSIETE: El Guerrero de la MagiaOCHO: El Guerrero de PoderNUEVE: El Guerrero de la PresenciaCómo conocer tu tipoEl eneagrama como sendaEpílogoPreguntas frecuentesAPÉNDICE A: Cómo encontré mi tipoAPÉNDICE B: La teoría direccional hornevianaAPÉNDICE C: Los bodhisattvas del eneagramaAPÉNDICE D: Lecturas adicionalesAgradecimientos

Para Crystal, que leyó este libro antes de que fuera escrito

Prefacio

Hablamos del principio del mandala desde el punto de vista del mapa de la iluminación.

CHÖGYAM TRUNGPA RIMPOCHÉ

De pequeña hablaba con números. Me parecía bastante normal.

La cama de mi infancia estaba en un rincón de la habitación, bajo una ventana. En las mañanas soleadas, me tumbaba allí y observaba cómo las motas de polvo circulaban bajo la luz. Flotaban, se mezclaban, se desplazaban, desaparecían y reaparecían. Era un extraño placer estar con ellas. En algún momento, las motas se convirtieron en números. Los números flotaban y se mezclaban, derivaban, desaparecían y reaparecían, a veces solos, a veces con otros números. Se organizaban en diseños que surgían y se deshacían, surgían y se deshacían. Había un movimiento interminable y un significado interminable del movimiento. Los números se enzarzaban en un juego incesante y, por un golpe de suerte, mi mente formaba parte de esta extraña coreografía. Los números se sentían como amigos que se burlaban de mí, compartían ideas, se sumían en un cómodo silencio y ofrecían enseñanzas sin palabras. No fue hasta que descubrí el eneagrama, un sistema fascinante que describe nueve tipos de personas, que obtuve una visión adicional de lo que podría significar todo esto.

El eneagrama es un complejo mandala hecho de números. Está dividido en partes que, en conjunto, expresan un único universo, pero, al igual que experimenté en mis ensueños infantiles, el significado principal existe en la interacción siempre cambiante. Aunque es tentador pensar: «Disfruto de la soledad», «Debo ser un Cinco» o «Todos los Dos son generosos», tales pensamientos privan al sistema de su verdadera magia, que consiste en conectarnos con una visión que va más allá de los modelos convencionales de comprensión. Esto es lo que lo convierte en un sistema espiritual, que muestra quién eres realmente, lo que incluye –pero va mucho más allá– tu personalidad. Con el eneagrama, nos desligamos de la despiadada rueda de la superación personal para ver lo que ya es perfecto, en nosotros mismos, en los demás y en cada momento. Este es un viaje de guerrero. Hace falta valor para ver lo que no podemos ver en circunstancias normales. Espero que este libro te ayude a hacerlo.

Esta obra es el resultado de mi investigación durante décadas sobre el eneagrama y el budismo. Se han mezclado en mi mente para crear la amalgama que sigue. Es importante reconocer por adelantado que las ideas en este libro son, hasta donde yo sé, mías y solo mías. Esa es la buena y la mala noticia: buena, porque puede ofrecer algo nuevo; mala, porque puedo equivocarme. Nunca se sabe.

Espero que sepas lo que estoy insinuando: no te fíes nada de mi palabra. No insisto lo suficiente en cuán en serio lo digo. Por favor, considera lo que aquí se dice y luego investígalo por ti mismo. Lo que encuentres verdadero y/o útil es ahora tu propia sabiduría, y puedes olvidarte de mí. Lo mismo ocurre con lo que te resulte imposible corroborar. Ignóralo… y olvídate de mí. De hecho, olvídate de mí por completo y simplemente escucha tu propia mente sabia.

SUSAN PIVER

22 de marzo de 2022 | Austin, Texas

Introducción

Una vez trabajé estrechamente en proyectos creativos con un brillante y consumado colega. Cada vez que se me ocurría una nueva idea, él me señalaba inmediatamente por qué no iba a funcionar. Me iba de cada reunión sintiendo una combinación de vergüenza por mis estúpidas ideas y rabia hacia él por no reconocer mi genio secreto. Los proyectos creativos implican muchas reuniones de reflexión, experimentación y ensayo y error. No había lugar para nada de eso. Me desesperaba la idea de encontrar una manera de trabajar juntos… hasta que me di cuenta de que él era un Seis en el eneagrama. Los Seis están preternaturalmente sintonizados con el peligro. Suponen que hay una amenaza oculta en cada situación y siguen buscando hasta que la encuentran. En el momento en que lo comprendí, dejé de contarle mis ideas hasta que estuvieran un poco más formadas y quise saber qué podía salir mal, un puente esencial que cruzar en cualquier esfuerzo creativo. Una vez que vi que él era la persona perfecta para hablar, no en la etapa de germinación, sino en la fase de ejecución de nuestras ideas, la agitación en nuestra dinámica desapareció. Vi que mis reacciones anteriores hacia él estaban arraigadas en mi propio tipo (Cuatro), y no en sus respuestas.

Esta capacidad de distinguir entre su presencia y mis percepciones de esa presencia tiene realmente el poder de cambiar el mundo. Cuando puedo poseer mis sentimientos como generados por mí (no por ti), puedo trabajar con ellos (y contigo) mucho más hábilmente para apaciguar, amplificar, ignorar o desmantelar la situación, lo que resulte apropiado. Sin esta capacidad, sigo atrapada en la rueda del hámster del ensimismamiento, siempre persiguiendo mi razón y atribuyéndome errores.

Cuando nuestras diferencias pueden apreciarse como superpoderes alternativos en lugar de como insultos personales, las dinámicas difíciles se desvanecen. Podemos asumir el papel que nos corresponde en cualquier cosa que hagamos juntos, ya sea en el amor, en el trabajo, en la preparación de la cena o en la salvación del planeta.

Esta es la brillantez del eneagrama. Nos permite vernos a nosotros mismos y a los demás con claridad. Señala el camino hacia los medios hábiles. Nos muestra cómo amar.

El eneagrama como senda hacia el amor

Al igual que mi colega Seis prestó atención a las posibles trampas primero y a todo lo demás después, cada eneatipo tiene un arco de atención muy particular. Al entrar en una nueva situación, por ejemplo, cada eneatipo se centrará en algo diferente. A grandes rasgos, la atención del Uno se dirigirá al error. La atención de Dos se dirigirá a la necesidad. Los Tres atenderán al estatus, los Cuatro al significado o la intensidad, los Cinco a los puntos de información, los Seis a la amenaza, los Siete al placer, los Ocho al poder y los Nueve a la comodidad. Todos sabemos prestar atención a estas cosas, pero cada uno de nosotros se siente atraído de forma singular por una de ellas. Hasta que no conocemos nuestras diferencias, asumimos de forma natural que lo que nos parece importante es lo que todo el mundo debería notar también en primer lugar. Es desconcertante que no lo hagan. Pero cuando puedes ver hacia dónde se dirige la atención de los demás, puedes encontrarte con ellos ahí, en lugar de descartarlos por, bueno, no ser tú.

Como ya he dicho, yo soy una Cuatro. Mi marido es un Uno. Mi atención se dirige al significado. Trato de usar mi discernimiento para entender lo que está sucediendo, no para cambiarlo, particularmente, sino para nombrarlo. Triste. Rocoso. Distante. Sofocante. Útil. Extraño. Hay algo en poder etiquetar los aspectos más sutiles de un sentimiento, una conversación o un problema que me reconforta. Nosotros los Cuatro encontramos nuestro camino sintonizando con los matices.

Los Uno prestan atención a algo totalmente diferente. En lugar de volverse hacia el interior para nombrar los tonos de los sentimientos, los Uno se preocupan por lo correcto y lo incorrecto. Lo que se hace bien o mal. Lo que es conforme o no conforme a las normas. Lo que es tranquilizador para un Cuatro puede ser irritante para los Uno, que navegan por las dificultades mediante una brújula moral.

¿Qué ocurre cuando una Cuatro y un Uno se enzarzan en una discusión? Los Cuatro quieren que comprendas el sabor de lo que sienten y su interpretación de los acontecimientos, no para resolver problemas, sino para mezclar las mentes y corazones. Si puedo dar a conocer mis sentimientos y observaciones y percibir que están en sintonía con mi experiencia interior, me siento segura. Ya estamos a mitad de camino para resolver el problema.

Los Uno no tienen eso. Lo que mi pareja Uno quiere saber no es por qué me siento como me siento o cuántos matices de gris puedo descubrir para describirlo perfectamente (que sí puedo); quiere saber si veo lo que fue mal o, más exactamente, si veo lo que él ve que fue mal. Esto le hace sentirse seguro.

Quiero saber si entiende mi experiencia interior. Quiere saber si comparto sus juicios. Son formas muy diferentes de encontrar un punto de apoyo en un desacuerdo.

Para tener una conversación útil sobre nuestras desconexiones, es muy útil que, al principio, reconozca que he cometido un error. El mío, el suyo, el nuestro, el que sea: «He interpretado mal lo que has dicho», «Si lo hubieras dicho así, te habría entendido mejor», «Intentamos hablarlo cuando ambos estábamos cansados; no fue una gran idea». Estas cosas no me preocupan especialmente, pero cuando puedo comunicarle que también encuentro valor en detectar los errores, reconocer los pasos en falso o determinar el momento exacto en que comenzó el problema, siento que se relaja. Por el contrario, si dice: «Tengo curiosidad sobre lo que sientes en este momento» o, simplemente: «Cuéntame más», me relajo. En este sentido, saber y, lo que es igual de importante, aceptar que el punto de vista y el conjunto de preocupaciones del otro son tan válidos como los propios, abre puerta tras puerta al corazón del otro.

¿Cuál es el origen del eneagrama?

Es muy natural preguntárselo. ¿De dónde viene el sistema del eneagrama? Buena pregunta. He buscado la respuesta por todas partes.

Algunos afirman que viene del sufismo. Hace aproximadamente una década, localicé a un renombrado erudito sufí (y jeque) y le pregunté si conocía el eneagrama. Había oído hablar de él, pero solo fuera de los círculos sufíes. No había surgido en absoluto en sus décadas de práctica y estudio, por lo que no conocía ninguna razón para pensar que estuvieran conectados. Ya sé que ese es un caso. Otros maestros sufíes podrían haber dicho lo contrario. Además, existe una larga tradición en los linajes esotéricos de permanecer opacos ante quienes hacen preguntas desde la ingenuidad y no desde un interés más informado en la respuesta. Se dice que los maestros zen te cierran la puerta en la cara tres veces antes de admitirte en el zendo. En algunas formas de judaísmo ortodoxo, los posibles conversos deben ser rechazados severamente tres veces antes de que sea posible una conversación (esa cuarta vez debe ser el encantamiento universal). Los locos maestros de sabiduría del budismo tibetano son conocidos por todo tipo de bromas y travesuras (y cosas peores) en presencia de ingenuos. Así que es totalmente posible que a alguien como yo, que se presente con preguntas interesadas y sin conocimientos sobre el sufismo o el islam, se le pueda decir, bueno, cualquier cosa en el espíritu de: «No me molestes hasta que realmente entiendas lo que estás pidiendo y conozcas lo suficiente sobre mi tradición para preguntar con respeto y reverencia».

En cualquier caso, posteriormente localizó y me envió un fascinante pasaje del Corán que describe los «nueve tipos de hombres». Estos son:

At Taibun: los que se arrepienten.Al Abidun: los que Le adoran.Al Hamidun: los que Le alaban.As Sa’ihun: los que viajan.Ar Raki’un: los que se inclinan.As Sajidun: los que se postran.Al Amirun Bil Ma’rouf: los que fomentan el bien.An Nahun ‘An El Munkar: los que prohíben lo que es censurable.Al Hafizun Li Hudud Allah: aquellos que son los guardianes de todas las leyes divinas.

Esto es lo más lejos que he llegado en la conexión directa del eneagrama con el sufismo (lo cual no es decir mucho, me doy cuenta).

El origen del eneagrama, hasta donde he podido averiguar, es el siguiente:

La primera persona conocida que enseñó el sistema fue George Gurdjieff, un filósofo-místico ruso de ascendencia greco-armenia que murió en 1949. Lo enseñó a sus alumnos como medio para comprender los ciclos naturales de la existencia, no como tipificación de la personalidad. Decía que conoció el eneagrama a través de la misteriosa Hermandad Sarmoun (a veces escrita Sarmoung), quizá situada en el norte de Afganistán. Según todos los indicios, Gurdjieff encarnaba el camino de la loca sabiduría, lo que significa que podía decir cualquier cosa en cualquier momento con la intención, presumiblemente, de atravesar los engaños (si quieres saber más sobre su encuentro con la Sarmoun, está escrito en sus Encuentros con hombres notables).

Veinte años después, un místico boliviano llamado Óscar Ichazo comenzó a enseñar el eneagrama (o eneágono, como él lo llamaba) como un sistema de la personalidad. La historia, según he oído, es que canalizó todos los detalles desde el más allá; le llegaron como una revelación inspirada en la conversación y el estudio con un círculo de maestros de sabiduría que suenan extrañamente similares en naturaleza a la Hermandad Sarmoun. Además, el santo Metatrón estaba involucrado.

Uno de los estudiantes de Ichazo fue un psiquiatra chileno llamado Claudio Naranjo. Naranjo estudió bastante profundamente con Ichazo y se embarcó en un viaje espiritual que lo transformó para siempre. En la década de los 1970, Naranjo llegó a Harvard como becario Fulbright. Finalmente se instaló en la Universidad de California en Berkeley, donde comenzó a compartir el eneagrama con los estudiantes, pero solo verbalmente. Se desaconsejaba escribirlo, pero algunos de sus alumnos, que rogaban que lo hiciera, lo escribieron de todos modos; mucha gente (incluyéndome a mí) leyó esos libros, y aquí estamos.

Según tengo entendido, Naranjo hizo algo más que compartir lo que había aprendido de Ichazo; añadió y refinó las descripciones de la personalidad y los subtipos. Ichazo se marchó y creó su propia escuela, con su parte de brillantez y controversia. Según algunos testimonios, no era una gran idea acercarse a él, pero como nunca lo hice, no puedo corroborarlo.

Naranjo era una figura más accesible. Para mí, sus enseñanzas sobre el eneagrama son, de hecho, el núcleo de lo que hoy sabemos sobre el sistema. Cada libro, podcast, taller y programa de liderazgo basado en el sistema del eneagrama tiene una deuda de gratitud con él, que es la figura clave (o lo era: falleció en julio de 2019, una gran pérdida).

En mis propias contemplaciones del eneagrama, y como alguien a quien le gusta llegar al fondo de las cosas en lugar de proceder a base de insinuaciones, nociones académicas o sabiduría convencional (pues vaya), supe que Naranjo, el precursor del eneagrama actual era probablemente la única persona en el mundo que podía responder a la pregunta: «¿De dónde viene realmente el eneagrama?». Hace unos 10 años, le envié un correo electrónico y le pregunté si podía reunirme con él. Le expuse mis argumentos para la visita de esta manera:

La mayor parte de mi vida de práctica y estudio ha sido dentro de un linaje tibetano particular conocido como Ñingma, que es una de las cuatro escuelas principales del budismo tibetano: Ñingma (la escuela antigua), Kagyü (el linaje que susurra al oído), Sakya (escuela de la tierra pálida) y Geluk (escuela del Camino Virtuoso). Cada escuela tiene una visión particular del viaje espiritual y hace hincapié en diferentes métodos. Por ejemplo, la escuela Kagyü está muy orientada a la práctica, lo que significa que la meditación tiene prioridad, mientras que la escuela Geluk, en la que la meditación es ciertamente importante, también pone gran énfasis en el estudio y el dominio de los textos eruditos.

Descubrí que Naranjo también era estudiante de la escuela Ñingma, así que, aunque estudiábamos versiones diferentes de las mismas enseñanzas, estábamos algo relacionados. Además, dentro de la tradición Ñingma (así como en otras formas de budismo Vajrayana), hay enseñanzas sobre las variedades de temperamento, llamadas las Cinco Sabidurías del Buda. Al igual que el eneagrama, las Cinco Sabidurías postulan que tus dificultades y tu genio son una sola pieza, y que ambas proporcionan un camino hacia la liberación completa. Eso me animó aún más a querer hablar con él, en parte porque me proporcionó una excusa para solicitar una visita que no fuera la de «Tengo que hablar con usted y no estoy loca, lo prometo». En el correo electrónico, le dije que estaría en Berkeley y le pregunté si podía pasar a verlo. Le hablé de mis estudios sobre el budismo y el eneagrama, y le dije que me gustaría hablar con él sobre el eneagrama y las Cinco Sabidurías del Buda para que me diera su opinión sobre cómo se pueden perfilar y relacionar entre sí (alerta de spoiler: confirmó que podían correlacionarse y que ya había creado ese mapa. Aceptó compartir sus ideas conmigo por escrito, pero me dijo que yo no podía compartirlas con nadie. Así que nunca lo he hecho). Cuando aceptó verme, reservé inmediatamente un billete de Boston a San Francisco porque, por supuesto, no tenía planes de visita. Hasta que lo hice.

Llegué a su casa, que era como entrar en otra dimensión. Había gente joven por todas partes: sentados frente a los ordenadores, haciendo algo que implicaba mirar la pantalla muy concentrados y luego teclear furiosamente. En el salón, dos sillones enfrentados, como corresponde a un psiquiatra. El resto del mobiliario eran libros, pilas y pilas de libros. Libros, por todas partes. Nos sentamos y pasamos unas dos horas conversando. Le pregunté sobre los orígenes del sistema, específicamente por qué la gente decía que venía del sufismo. ¿Su respuesta? Dijo que sus alumnos de los años setenta le daban tanto la lata con la pregunta sobre el origen que al final dijo «Sufismo» solo para hacerles callar. Nos reímos. Luego salió de la habitación y volvió con un artículo de un periódico europeo sobre la búsqueda de una hermandad secreta por parte de un periodista en las montañas de Afganistán/Pakistán. Me leyó el artículo, salió de la habitación sin comentar nada para devolverlo al lugar de donde vino, volvió y se sentó de nuevo frente a mí. No dijimos nada durante unos minutos. Entonces le dije: «Siempre he pensado que el eneagrama era un terma». Él respondió: «Nunca lo había pensado, pero sí, es cierto» (y aunque mi propio maestro de meditación, Sam, dice sin ambages que es inapropiado utilizar la palabra terma fuera de un contexto budista, eso es lo que dije).

En la tradición Ñingma del budismo tibetano, terma («tesoro oculto») es una idea central. Cuando el gran sabio indio Padmasambhava llegó al Tíbet en el siglo viii o ix para enseñar budismo a petición del rey Trisong Detsen, según la tradición, fue incapaz de descargar la totalidad de su realización. Había demasiado que abarcar. Así que, por su gran sabiduría y compasión, él y su consorte, Yeshe Tsogyal, ocultaron las enseñanzas, con la intención de que fueran descubiertas en el futuro, cuando fuera el momento adecuado.

Hay dos tipos de terma. El primero es el terma terrestre, que se refiere a las enseñanzas ocultas en la naturaleza: en los lagos, en los cristales, en lo alto en los árboles, en el cielo, en las montañas. Hay historias increíbles de grandes lamas que caminan por la vasta topografía del Tíbet y de repente cogen una piedra y la tiran al suelo para descubrir un pergamino u objeto sagrado. El segundo tipo de terma se conoce como terma mental, y se refiere a las enseñanzas ocultas dentro de la corriente mental de una persona corriente. Me atrevo a decir que todos hemos tenido la experiencia de descubrir una versión de tesoro mental. Cuando escuchas algo por primera vez y te resulta muy familiar, como algo que conocías pero que habías olvidado que sabías…, cuando lees algo que has escrito y te preguntas quién lo ha escrito…, cuando sabes cómo responder a alguien que ni siquiera ha formulado la pregunta… Todo esto tiene el sabor de terma mental: algo que ya estaba en tu mente. Tales tesoros parecen estar completamente formados, esperando a ser descubiertos, sin tener nada que ver contigo, pero no podrían haber surgido sin ti.

El eneagrama es como un terma en el sentido de que es totalmente inencontrable en cualquier sentido convencional, nunca puede comprenderse por completo y siempre hay un nivel más profundo que explorar. Siempre. Si has descubierto una forma de sabiduría ancestral que te habla, sabes a lo que me refiero (en mi caso, cada vez que creo que comprendo incluso la más mínima enseñanza budista, en cuanto doy un paso en dirección a esa comprensión imaginada, el terreno cede para revelar un espacio mucho más amplio del que me podría haber figurado. De alguna manera, las enseñanzas más profundas se descubren cuando el terreno cede).

Esta es la mejor manera de describir el eneagrama. Por lo que sabemos, nadie lo inventó, a pesar de Gurdjieff, Ichazo, Naranjo y otros. El trabajo de cada uno tiene tal completitud que parecen universos perfectos más que obras escritas. El eneagrama puede aplicarse en todas partes, pero no se le atribuye nada. De este modo, todos podemos ser considerados coautores del sistema.

Que Claudio Naranjo dijera «no se me había ocurrido» fue sorprendente. Por un momento pensé que quizás él y yo éramos las únicas personas en el mundo a las que su ignorancia confesa les resultaba graciosa. Pero antes de que pudiera reírme, dijo: «¿Te gusta la comida china?». Y salimos a cenar.

Eso fue básicamente todo. La puerta del mundo de Naranjo se cerró. Los esfuerzos posteriores para llegar a él no fueron respondidos, aunque yo lo he llevado en mi corazón desde ese día como un respetado amigo espiritual.

No tengo ni idea de si lo que me dijo era cierto, falso, verdadero en el momento, o algo que pretendía hacerme callar. Como se ha dicho, no es raro que los grandes maestros ofrezcan respuestas oscuras o incluso confusas para obligar al estudiante a usar su propia inteligencia para descubrir la verdad.

Descansa en paz y poder, querido, inescrutable y brillante Claudio Naranjo. Donde quiera que estés, que no recibas más preguntas que prefieras no responder, y que todos los que llamen a tu puerta sean auténticos buscadores de la verdad, dignos de tu sabiduría.

Cómo sacarle el máximo partido a este libro

En este libro examinaremos cada uno de los nueve eneatipos. Resulta tentador considerar cada uno de ellos como una amalgama de una simple lista de cualidades. ¿Le gusta dar consejos? ¡Debe ser un Dos! ¿Centrado en los logros? ¡Debe ser un Tres! ¿Rápido a la hora de desconfiar? ¡Debe ser un Seis! ¿Propenso a evitar los conflictos? Debe ser un Nueve. Es posible. Pero estas cualidades podrían utilizarse fácilmente para describir a cualquier persona. No es tan sencillo como utilizar una lista de comprobación o cualquier otro tipo de evaluación prefabricada para determinar el tipo. Cualquiera puede ser conocido, por ejemplo, por dar consejos. Pero ¿cuál es la motivación? Si es para introducirse en la vida de otra persona como confidente necesario, la persona puede ser efectivamente un Dos. Sin embargo, si es para corregir una mala acción, tal vez la persona sea un Uno. Y si la motivación es ayudar a la persona a disfrutar más de la vida, podríamos estar ante un Siete. Crear un gancho emocional, centrarse en la ética y señalar los placeres potenciales son motivaciones diferentes. No basta con revisar las cualidades de cada tipo y luego tomar una decisión. Eso es demasiado conceptual. Cuando se estudia el eneagrama, no debe utilizarse para crear nueve guetos o cualquier otro tipo de dispositivo utilizado para atrapar a los demás estereotipándolos. Más bien, es una forma de liberarte a ti mismo y a los demás de tus propias proyecciones mentales. Prométeme que lo recordarás.

Para descubrir el tipo, has de saber que los nueve eneatipos son más parecidos a nueve sabores que a un conjunto de descriptores. Puedes enumerar todos los atributos de una fresa, por ejemplo: es brillante, ácida, roja, veraniega…, pero nada puede sustituir a comerse una fresa para transmitir lo que realmente es. Los tipos del eneagrama son así. Puedes notar todas las cualidades del mundo en ti mismo o en otra persona, pero al igual que comer una fresa, no hace falta más explicación para transmitir la esencia.

No obstante, como no puedo ir a tu casa con un carrito de la compra lleno de sabores, tenemos que empezar por los conceptos. A medida que vayas leyendo los distintos descriptores de los tipos, ten en cuenta que solo son directrices, y ten paciencia mientras el sistema empieza a revelarse a sí mismo. Lo hará.

Nota: es natural que quieras empezar a leer sobre tu propio tipo, si ya lo conoces. Puedes pasar a esa sección si lo deseas, pero has de saber que es conveniente leer cada número. Cada uno emana un estilo de sabiduría que puede enseñarnos algo importante sobre el viaje espiritual.

El eneagrama es espiritual, no autoayuda

Dado que el eneagrama es un cuerpo de conocimiento vasto y profundamente vivo, se adapta fácilmente a otros sistemas de pensamiento. Puedes verlo a través de la lente de la psicología (que es como se utiliza más a menudo) como un dispositivo terapéutico o prescriptivo para ayudarte a identificar los niveles de salud psicológica o mejorar las relaciones. Los autores cristianos lo han enseñado como una forma de vivir una vida más sagrada a la luz de los valores bíblicos. Se ha ofrecido como complemento de estudios del no dualismo («El eneagrama es lo que no eres», dice Eli Jaxon-Bear, practicante de Advaita y profesor del eneagrama). Se ha descrito como un camino hacia un profundo despertar espiritual, independiente de cualquier tradición religiosa. Últimamente, se ha presentado como el juego de salón más absurdo del mundo, como «qué postre pediría cada tipo del eneagrama» o «tácticas de organización del hogar por tipo» (en el momento de escribir este artículo, la empresa de pinturas Sherwin-Williams ofrece una «paleta de colores inspirada en el eneagrama»). La cuestión es que puedes mirar el sistema a través de casi cualquier lente y será, de varias maneras, poderoso, de apoyo, alentador o tonto. Por lo que sé, el eneagrama quiere ser amigo de todas las cosmologías.

Durante tres décadas, he estudiado budismo Vajrayana, que tiene su propia cosmología, excepcionalmente vasta, complaciente, confusa y poderosa. Al igual que el eneagrama, es a la vez muy específica y profundamente inescrutable. Por inescrutable, quiero decir que cuanto más lo estudias, más te das cuenta de que realmente no sabes nada (esto me parece enormemente digno de confianza).

El budismo está asociado a la compasión. Hay innumerables enseñanzas y prácticas para profundizar en la capacidad de ser compasivo. En los últimos treinta años, desde que me hice budista, he estado expuesta a una pequeña selección de ellas. He intentado y fracasado y vuelto a intentar ser más compasiva conmigo misma y con los demás. Este esfuerzo me ha gratificado, mortificado e irritado. De vez en cuando, he hecho algún progreso. Cuando me encontré con el eneagrama, ese progreso se aceleró considerablemente. Me dio instrucciones directas y específicas sobre cómo enfrentarme a mi mundo con un corazón abierto, no por principio, sino con directrices reales. Quizá, más que cualquier otra cosa, el eneagrama es una guía de campo para vivir una vida plenamente compasiva. Explica cómo desplegar upaya o «medios hábiles».

Los «medios hábiles» se refieren a cualquier cosa que aumente la probabilidad de compasión, desde ofrecer una visión profunda hasta simplemente escuchar a alguien o incluso apartarse para cortar la comunicación. Cada uno de estos podría ser justo lo que se necesita. Emplear medios hábiles es permanecer despierto y en sintonía con cada momento para captar señales y posibilidades únicas. Los medios hábiles crean un puente entre lo que practicas y estudias y lo que haces. Es decir, una cosa es llegar a una comprensión intelectual de la benevolencia o la paciencia y otra muy distinta es aplicar esa comprensión a tus acciones, decisiones y comunicaciones. En mi caso, puedo salir al mundo con las mejores intenciones –ser amable, complaciente, tolerante, etc.– hasta que alguien me malinterpreta, me critica o me trata injustamente, momento en el que sencillamente lo saco de mi corazón de forma permanente. Para emplear upaya, hay que permanecer abierto y flexible. Sin embargo, ordenarme a mí misma, mantenerme abierta y flexible, realmente no me lleva muy lejos.

En los momentos de gran desconexión (de mí misma, de los demás, del mundo), el eneagrama me ha ayudado a permanecer abierta y perspicaz. Este sistema es el medio hábil más potente que he encontrado y, como tal, encaja con mi práctica budista y la amplía. Me permite (y a ti también, por supuesto) aportar una visión excepcionalmente matizada de la forma de tratarse a uno mismo (que es donde empieza la compasión) y a los demás. Te permite ver a los demás al margen de tus gustos, aversiones, opiniones y juicios. ¿Qué necesita el mundo más que esto?

En los últimos años, el eneagrama ha aumentado su popularidad. También lo ha hecho la meditación budista en Occidente. De hecho, han tomado caminos vagamente paralelos en la última década. Ambos han pasado de ser considerados como actividades fatigosas y propias de una moda pasajera a facilitar nuevos descubrimientos respaldados por la ciencia (en el caso de la meditación) o la religión (en el caso del eneagrama).

Para nosotros, en Occidente, si una escuela de pensamiento se presenta sin el respaldo de la ciencia o la religión, tendemos a mirar hacia otro lado. Para la mayoría de nosotros, una se considera necesaria mientras que la otra es interesante en el mejor de los casos y sospechosa en el peor. No sé exactamente por qué, pero quizá tenga que ver con el miedo a lo desconocido, a la sabiduría que va más allá del pensamiento convencional, a las ideas que desplazan, en lugar de afianzar, las nociones preconcebidas.

Queremos profundizar espiritualmente, pero queremos sentirnos seguros.

Queremos una visión verdadera, pero solo si no nos lleva demasiado lejos de lo que ya pensamos.

Queremos abrir nuestro corazón y nuestra mente, pero solo si nos sentimos bien.

Lo entiendo. Quiero sentirme segura, inteligente y bien. Me sorprendo priorizando esos deseos y necesidades en casi todos los momentos de mi vida, a pesar de los votos budistas y los compromisos de compasión y servicio, especialmente en esta época tan difícil en la que todo parece pender de un hilo: la democracia, la justicia, la libertad y la vida misma. He pasado muchos días y noches metiéndome en mi propio caparazón, incluso cuando toda mi formación me indica que me incline hacia mi experiencia en lugar de alejarme de ella. El eneagrama me ayuda a estar conectada con el mundo. Nunca me canso de pensar en ello.

No escabullirse

Aunque las escuelas de la antigua sabiduría perenne nos muestran cómo afrontar nuestro propio sufrimiento y el de los demás, es posible que intentemos utilizar esas enseñanzas para escapar del mismo. Esto no tiene nada de malo a corto plazo. Tales formas incluyen la reducción del estrés, la vuelta al equilibrio interior, la búsqueda de algunos momentos de paz interior y el recuerdo de la propia conexión con lo divino. Estas son cosas buenas.

Pero entonces, ¿qué? ¿Por qué realizas estas prácticas? En algún momento te das cuenta de que no puedes entrar en un estado de tranquilidad y conexión y luego congelarte. Tómate un respiro. Serás continuamente expulsado de ese refugio, ya sea por bebés gritones, misiones fallidas, injusticias enfermizas, sentimientos heridos, pérdidas impensables, decepciones grandes y pequeñas, y todo tipo de giros equivocados. Es natural querer dar la vuelta y volver a las prácticas que te ayudaron a sentirte mejor. Sin embargo, entonces te das cuenta de que el mundo se hace cada vez más pequeño. Hay menos lugares a los que ir en los que no existe la posibilidad del dolor (de hecho, no hay ninguno). Hay menos personas con las que conectar. Hay más reticencia a alejarse demasiado del cojín, el santuario o el taller. La sensibilidad aumenta mientras la dureza disminuye. Y si no has tenido la posibilidad de establecer ninguna forma de zona de confort espiritual, ¿qué se siente al ser invitado a encontrarte con esta vida tal y como eres?

En esos momentos, como practicantes espirituales, tenemos dos opciones.

La primera opción es separarse aún más. Convertirse en monje o monja, o lo más parecido a estos que tu vida te permita. Cerrar las entradas. Simplificar las necesidades. Limitar las relaciones a un pequeño círculo de buscadores afines. Dedicar todo el tiempo posible a la oración, la meditación, el servicio y el estudio. Dar la espalda a las cosas de esta vida para centrarte en tu relación con lo divino. Esta es una opción perfectamente fantástica (una que suena cada vez mejor a medida que la escribo).

La segunda opción es ir en la dirección exactamente opuesta. Profundizar en las cosas de este mundo. Comprométete más ferozmente con el amor, el trabajo y el dinero. Amplía tu círculo de conocidos para incluir a extraños y enemigos. Viaja más y más lejos aún. Corta lo que te ata a la seguridad (con habilidad, no por reflejo). Vuelve una y otra vez a tu práctica espiritual, no como un oasis, sino como una estación de servicio. Esto se llama el camino del padre de familia, y es tan sagrado y poderoso como el camino monástico. Tal y como me han enseñado, el camino del cabeza de familia no es un camino solo para laicos. Es igual de probable que conduzca a la liberación total del sufrimiento, aunque con muchas más partes en movimiento. Si los monásticos parecen serenos y ecuánimes, los amos de casa sollozan, rabian, se ríen y muestran confusión, deseo y frustración. La serenidad y ecuanimidad sirven al monástico, ciertamente. La pena, la ira, la alegría el anhelo y la incertidumbre sirven al cabeza de familia. Uno se separa de la contienda para discernir la verdad, mientras que el otro se sumerge para encontrar la misma. Si eliges esta última opción, el eneagrama será tu fiel compañero en cada paso del camino.

Tanto para la meditación como para el eneagrama, la confusión se produce cuando se confunden los caminos monásticos y los de los cabezas de familia. Si practicamos la meditación con la esperanza de alcanzar el desapego del monje, pero esperamos que también nos sirva para las relaciones, el trabajo y las finanzas, estamos cruzando los cables equivocados. Ninguno de los dos caminos (el de los monjes o el de los cabezas de familia) tiene como objetivo la superación personal. Utilizar estas antiguas prácticas para uno mismo solo (o principalmente) es despojarlas de sus poderes más profundos.

Como he mencionado, he estado estudiando tanto el Budadharma como el eneagrama durante más o menos el mismo tiempo, casi treinta años. En ese tiempo, he tratado de retorcerlos a mi voluntad: mis esperanzas de ser exitosa, ser amada, ser honrada, ser vista, ser recompensada; todas las cosas que anhelo. Hasta cierto punto (pequeño), me han ayudado en estas aspiraciones convencionales. En un grado (mucho) mayor, las han frustrado. Me han demostrado una y otra vez que, haga lo que haga, la vida nunca está bajo mi control. Aun así, sigo intentando meter con calzador mis prácticas espirituales en formas convencionales. No se conforman.

Cuando se trata de meditación, cada uno de nosotros se adentra en la práctica con expectativas, ya sea de alivio del dolor (emocional o físico), de realización espiritual o simplemente para alcanzar unos malditos momentos de paz. Todas esas cosas ocurrirán en cierta medida. El dolor puede ser más fácil de controlar. Se acumulan conocimientos. El cuerpo y la mente se ralentizan.

Es fantástico. Entonces, en algún momento, te das cuenta de que sigues siendo tú misma, con los mismos problemas, las mismas posibilidades, las mismas esperanzas y miedos.

Cuando se trata del eneagrama, comprendo el enorme deleite que se produce al descubrirlo. Se encienden todo tipo de luces. La autocompasión surge. La bondad hacia los demás se profundiza. Uno empieza a ver el mundo entero a través de la lente del eneagrama, y es pura alegría. Se revelan muchos matices. Te encuentras con ganas de contárselo a todos (créeme, lo he intentado. Solo hay que preguntar… a todos los que me conocen).

Es fantástico… Entonces, en algún momento, te das cuenta de que sigues siendo tú misma, con los mismos problemas, las mismas posibilidades, las mismas esperanzas y miedos.

Ya sea el budismo o el eneagrama lo que usemos para intentar cerrar la puerta de nuestro sufrimiento, esta simplemente se abre una y otra vez. Podemos cerrarla con más fuerza o simplemente salir a la tormenta. Ambas son comprensibles, pero los problemas surgen cuando intentamos hacer ambas cosas al mismo tiempo o cuando pensamos que estamos haciendo una cosa cuando en realidad estamos haciendo la otra.

La meditación y el eneagrama son disciplinas espirituales de primer orden. Como tales, se adaptan a la visión del usuario y cambian la visión de este.

Si quieres utilizar la meditación para mejorar tu vida, te mejorará en ciertos aspectos. Sin embargo, si quieres utilizarla como un truco para la vida, un truco biológico o un atajo de cualquier tipo, te sentirás decepcionado. No hay atajos. En algún momento se convierte en algo frustrante (por no decir aburrido); decidirás que la meditación no es para ti y pasarás a una nueva técnica.

Si quieres usar el eneagrama para la autocompasión y la mejora de la comunicación…, pues claro que sí, pero si tu intención secreta (o no tan secreta) es navegarlo (en los días buenos) o manipularlo (en los días malos) hacia objetivos convencionales, el propio sistema, al igual que la meditación, te cerrará el paso. Puede ser divertido (¡y lo es!) pensar en lo que un Tres o un Cinco pediría en Starbucks, o cómo los Dos y los Ocho organizan las reuniones, pero para ir más allá del enfoque de los juego de salón, hay que dejar de lado las nociones preconcebidas y dejar de escondernos tras ellas. Cuando usamos el eneagrama como una forma de etiquetar a los demás para que no nos asusten tanto, se apagan todas las luces.

De todas las cosas que he estudiado y probado, el eneagrama es el único que sobresale como un sistema completamente formado que se integra perfectamente con el camino budista. No he encontrado ningún conflicto, sino lo contrario: que el eneagrama ofrece un apoyo sin igual para cada fase del camino budista.