El esoterismo de Dante - René Guenón - E-Book

El esoterismo de Dante E-Book

René Guénon

0,0
26,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

El Esoterismo de Dante es una obra seminal del metafísico René Guénon, en la que profundiza en la obra del poeta italiano Dante Alighieri, especialmente en su obra maestra La Divina Comedia . Guénon desvela las profundas dimensiones esotéricas y simbólicas presentes en la obra de Dante, mostrando cómo este poeta medieval no solo fue un genio literario, sino también un iniciado que transmitió conocimientos esotéricos a través de sus versos. En el libro, Guénon analiza los simbolismos alquímicos, astrológicos y herméticos presentes en La Divina Comedia , argumentando que Dante fue iniciado en las tradiciones esotéricas de su época y que su obra refleja un profundo conocimiento de los misterios del alma y del cosmos. Además, Guénon revela cómo la estructura y el simbolismo de la obra de Dante reflejan principios metafísicos universales, como el viaje del alma hacia la divinidad y la estructura jerárquica del universo. A través de su análisis erudito y perspicaz, Guénon ofrece una visión reveladora de la obra de Dante y proporciona una comprensión más profunda de la naturaleza del esoterismo occidental. El Esoterismo de Dante es una obra fundamental para aquellos interesados en la relación entre la literatura, la espiritualidad y la tradición esotérica.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB

Veröffentlichungsjahr: 2024

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



René Guénon

El esoterismo de Dante

El esoterismo de Dante

René Guenón

Edición: 2024

© Aroha

© Grupo Editorial Neisa

© 2024 Nueva Editorial Iztaccíhuatl, S.A. de C.V.

Fuente de Pirámides No. 1, Int. 501-B,

Lomas de Tecamachalco, Naucalpan de Juárez,

C.P.53950, Estado de México

Coordinación editorial: Arturo Romero Santeliz

Diseño de impresión: Víctor Manuel Garay Téllez

Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin la autorización expresa de sus editores.

Editado en México.

Capítulo 1

Sentido aparente y sentido oculto

O voi che avete gl’intelletti sani, Mirate la dottrina che s’asconde Sotto il velame delli versi strani[1]!

Con estas palabras Dante indica de forma muy explícita que hay en su obra un sentido oculto, propiamente doctrinal, que se muestra velado por el sentido exterior y aparente; es ese sentido oculto el que debe ser buscado por quienes son capaces de discernirlo. En otro lugar, el poeta va más lejos todavía, pues afirma que todas las escrituras, y no sólo las escrituras sagradas, pueden comprenderse y deben explicarse principalmente según cuatro sentidos: «Si possono intendere e debbonsi sponere massimamente per quattro sensi[2]». Es evidente que esos significados diversos no pueden en ningún caso excluirse u oponerse, sino que, por el contrario, deben completarse y armonizarse como las partes de un todo, como los elementos constitutivos de una síntesis única.

Así pues, no hay ninguna duda de que La divina comedia en su conjunto puede ser interpretada en varios sentidos, habida cuenta que tenemos el testimonio mismo de su autor, sin duda mejor cualificado que nadie para informarnos sobre sus intenciones. La dificultad aparece cuando se trata de determinar esos significados diferentes, sobre todo los más elevados o profundos, y ahí es también donde comienzan naturalmente las divergencias entre los comentadores. Éstos se muestran generalmente de acuerdo en reconocer la existencia de un sentido filosófico, o más bien filosófico-teológico, bajo el sentido literal del relato poético, así como de un sentido político y social; pero, con el sentido literal, no suman más que tres, y Dante nos advierte que debemos buscar cuatro; ¿cuál es, entonces, el cuarto? Para nosotros no hay duda de que se trata de un sentido propiamente iniciático, metafísico en su esencia, con el que se relacionan múltiples datos que, sin ser todos de orden puramente metafísico, presentan un carácter igualmente esotérico. Precisamente por su carácter esotérico, el sentido profundo ha escapado por completo a la mayor parte de los comentadores. Ahora bien, si se ignora o desconoce ese sentido profundo, los otros no podrán ser comprendidos más que parcialmente, pues constituye su principio y en él se coordina y se unifica su multiplicidad.

Incluso aquellos que han entrevisto ese aspecto esotérico de la obra de Dante han cometido numerosos errores sobre su naturaleza verdadera, debido a que, con notable frecuencia, carecían de una comprensión cabal de esas realidades y su interpretación estaba afectada por prejuicios de los que no podían liberarse. Es así como Rossetti y Aroux, que fueron de los primeros en señalar la existencia de ese esoterismo, creyeron que se podía hablar de la «herejía» de Dante, sin darse cuenta de que eso significaba mezclar consideraciones referidas a dominios completamente distintos; en efecto, si bien sabían ciertas cosas, había muchas otras que ignoraban y que nosotros vamos a tratar de señalar, aunque en modo alguno pretendemos ofrecer una exposición completa de un tema que parece en verdad inagotable.

Para Aroux, la pregunta se planteaba así: ¿era Dante católico o albigense? Para otros, parece más bien presentarse en estos términos: ¿era cristiano o pagano[3]? Por nuestra parte, pensamos que no es ésa la perspectiva que hay que adoptar, pues el esoterismo verdadero es algo muy distinto a la religión exterior y, si tiene algunas relaciones con ésta, es sólo en la medida en que encuentra en las formas religiosas un modo de expresión simbólica; poco importa, por otra parte, que esas formas sean las de una u otra religión, pues lo importante es la unidad doctrinal esencial que se oculta tras su diversidad aparente. Por eso los iniciados antiguos participaban indistintamente en todos los cultos externos, según las costumbres establecidas en los países en que se encontraban; así mismo, si Dante utilizó indistintamente, según los casos, un lenguaje tomado, sea del cristianismo, sea de la antigüedad greco-romana, es porque veía esa unidad fundamental, no por efecto de un «sincretismo» superficial. La metafísica pura no es ni pagana ni cristiana, sino universal; los misterios antiguos no pertenecían al paganismo, sino que se superponían a éste[4]; del mismo modo, existieron en la Edad Media organizaciones de carácter iniciático y no religioso que, sin embargo, tenían su base en el catolicismo. Nos parece indiscutible que Dante perteneció a alguna de esas organizaciones, pero ésa no es razón para declararlo «hereje»; quienes así piensan se hacen una idea falsa o incompleta de la Edad Media; no ven, por decirlo así, más que el exterior, pues, para todo lo demás, nada hay en el mundo moderno que pueda servirles de término de comparación.

Si ése fue el carácter real de todas las organizaciones iniciáticas, no hubo más que dos casos en los que se pudo lanzar la acusación de «herejía» contra algunas de ellas o contra algunos de sus miembros, y se hizo para ocultar otras acusaciones mucho mejor fundadas, o al menos más verdaderas, pero que no se podían formular abiertamente. El primero de esos dos casos es el de algunos iniciados que pudieron entregarse a divulgaciones inoportunas, con el riesgo de infundir confusión en mentes no preparadas para el conocimiento de verdades superiores y de provocar desórdenes desde el punto de vista social; los autores de tales divulgaciones incurrieron en el error de confundir los dos órdenes, esotérico y exotérico, confusión que, en suma, justificaba suficientemente la acusación de «herejía»; es una situación que se ha presentado en diversas ocasiones en el islam[5], donde sin embargo las escuelas esotéricas no encuentran normalmente ninguna hostilidad por parte de las autoridades religiosas y jurídicas que representan al exoterismo. En cuanto al segundo caso, la acusación no pasaba de ser un simple pretexto del poder político para acabar con unos adversarios a los que consideraba tanto más temibles cuanto que eran difíciles de atacar por los medios ordinarios; en este aspecto, la destrucción de la Orden del Temple es el ejemplo más célebre, acontecimiento éste que tiene precisamente una relación directa con el tema de este estudio.

Capítulo 2

La «Fede Santa»

En el museo de Viena se encuentran dos medallas, una de las cuales representa a Dante y la otra al pintor Pedro de Pisa, que llevan en el reverso las iniciales F. S. K. I. P. F. T.; Aroux interpreta esas iniciales de este modo: Frater Sacrae Kadosch, Imperialis Principatus, Frater Templarius. En cuanto a las tres primeras letras, la interpretación es manifiestamente incorrecta y carece de cualquier sentido inteligible; pensamos que hay que leer Fidei Sanctae Kadosch. La asociación de la Fede Santa, uno de cuyos dirigentes parece haber sido Dante, era una Orden tercera de filiación templaria, lo que justifica la expresión Frater Templarius; sus dignatarios llevaban el título de Kadosch, palabra hebrea que significa «santo» o «consagrado», y que se ha conservado hasta nuestros días en los grados elevados de la masonería. Se comprende así el motivo de que Dante tome como guía, para el final de su viaje celestial[1], a san Bernardo, que estableció la regla de la Orden del Temple. Dante parece haber querido indicar de este modo que solamente por medio de ésta era posible, en las condiciones propias de su época, el acceso al grado supremo de la jerarquía espiritual.

En cuanto a Imperialis Principatus, tal vez para explicarlo no haya que limitarse a considerar el papel político de Dante, que muestra que las organizaciones a las que pertenecía eran entonces favorables al poder imperial; hay que señalar además que el «Sacro Imperio» tiene un significado simbólico, y que todavía hoy, en la masonería escocesa, los miembros de los Consejos Supremos son considerados dignatarios del Sacro Imperio, y el título de «Príncipe» entra en las denominaciones de gran número de grados.

Además, a partir del siglo XVI, los jefes de diferentes organizaciones de origen rosacruz han llevado el título de Imperator; hay razones para pensar que la Fede Santa presentaba en tiempos de Dante determinadas analogías con lo que más adelante fue la «Fraternidad de la Rosacruz», si es que ésta no deriva más o menos directamente de aquélla.