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El Teosofismo es una obra escrita por René Guénon, un influyente metafísico y esoterista francés del siglo XX. En este libro, Guénon presenta una crítica detallada del teosofismo, un movimiento esotérico fundado por Helena Petrovna Blavatsky, y examina sus enseñanzas a la luz de las tradiciones espirituales y metafísicas perennes. Guénon argumenta que el teosofismo, a pesar de sus pretensiones de revelar verdades esotéricas universales, distorsiona y desvirtúa las enseñanzas tradicionales al adaptarlas a la mentalidad moderna y a una comprensión superficial de la realidad. Según Guénon, el teosofismo carece de la autenticidad y la profundidad de las tradiciones espirituales genuinas y tiende a promover una visión sincretista y relativista del mundo. A lo largo del libro, Guénon desentraña las nociones teosóficas sobre temas como la evolución espiritual, la reencarnación y la cosmogonía, contrastándolas con la sabiduría de las tradiciones esotéricas auténticas, como el hinduismo, el budismo y el sufismo. Al hacerlo, ofrece una crítica incisiva y una perspectiva clarificadora sobre los errores y malentendidos del teosofismo, invitando al lector a explorar las fuentes originales y profundas de la sabiduría espiritual.
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Veröffentlichungsjahr: 2024
El teosofismo
René Guenón
EAN:
Edición:2024
© Aroha
© Grupo Editorial Neisa
© 2024 Nueva Editorial Iztaccíhuatl, S.A. de C.V.
Fuente de Pirámides No. 1, Int. 501-B,
Lomas de Tecamachalco, Naucalpan de Juárez,
C.P. 53950, Estado de México
Coordinador editorial: Arturo Romero Santeliz
Diseñado de portada: Rivka Antonio Salgado
Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin la autorización expresa de sus editores.
Editado en México.
René Guénon
Historia de una pseudo-religión
El Teosofismo
Advertencias del Editor Digital
Prólogo. Teosofía y Teosofismo
I. Los antecedentes de Mme. Blavatsky
II. Los orígenes de la Sociedad Teosófica
III. La Sociedad Teosófica y el Rosacrucismo
IV. La cuestión de los Mahâtmâs
V. El asunto de la Sociedad para la Investigación Psíquica
VI. La Sra. Blavatsky y Solovioff
VII. El poder de sugestión de Mme. Blavatsky
VIII. Los últimos años de Mme. Blavatsky
IX. Las fuentes de las obras de Mme. Blavatsky
X. El Budismo esotérico
XI. Principales puntos de la enseñanza teosofista
XII. El Teosofismo y el Espiritismo
XIII. El Teosofismo y las religiones
XIV. El juramento en el Teosofismo
XV. Los antecedentes de la Sra. Besant
XVI. Los comienzos de la presidencia de la Sra. Besant
XVII. En el Parlamento de las religiones
XVIII. El Cristianismo esotérico
XIX. La duquesa de Pomar
XX. El Mesías futuro
XXI. Las tribulaciones de Alcyon
XXII. La Antroposofía de Rudolf Steiner
XXIII. La Orden de la Estrella de Oriente y sus anexos
XXIV. La Iglesia «Vetero-Católica»
XXV. Teosofismo y Francmasoneria
XXVI. Las organizaciones auxiliares de la Sociedad Teosófica
XXVII. El moralismo Teosofista
XXVIII. Teosofismo y Protestantismo
XXIX. Papel político de la Sociedad Teosófica
XXX. Conclusión
APENDICE
1. Barlet y las Sociedades Iniciáticas
1.2. Algunas precisiones sobre H. B. of L.
Autor
Notas
Notas del Apéndice
Notas del Editor Digital
Libro de regalo para ti
El lector deberá tener presente que esta obra fue publicada en 1921, en pleno auge mundial de la Sociedad Teosófica, la que en dicho momento contaba con miles de prosélitos dispersos por todo el mundo y además disponía de un gran poder económico; apogeo que a partir de la década de 1930 comenzaría a declinar, entrando en un proceso de continuo declive del que jamás se repondría.
La presente edición digital se ha cotejado con la 2ª edición original francesa de 1928.
Se han insertado cerca de 100 imágenes ilustrativas de los protagonistas y de algunos lugares mencionados en la obra.
Se ha enriquecido esta edición digital con numerosas notas aclaratorias del Editor Digital (
N. del E. D
.)
Esta obra de René Guénon ha tenido tres traducciones al idioma español: la clásica de Carlos Juan Vega (1954), una de autor anónimo (2000), y la más reciente de Pedro Rodea (2007).
Para esta edición digital se ha optado por aquella del traductor anónimo, común en muchos aspectos con la de Carlos Vega (esta última reimpresa numerosas veces hasta la actualidad). El motivo de la elección radica en que la traducción de Vega fue realizada a partir de la 1ª edición francesa (1921) y en consecuencia carece de las notas que René Guénon añadiera a partir de la 2ª edición de 1928.
Las notas con asterisco (*) se refieren a las notas que sólo aparecieron a partir de la 2ª edición francesa (1928) como anexo al final de cada capítulo. Aquí se han integrado en el correspondiente capítulo y han sido unificadas con el resto de las notas del autor.
Se ha añadido el
Apéndice
presente en la 2ª edición francesa de 1928, omitido por el traductor anónimo. Este Apéndice está integrado por 2 artículos que Guénon publicó previamente en el
Voile d’Isis
en 1925, y que aportan nuevas informaciones al texto principal. Aquí se emplea la traducción española de Joaquín Jiménez.
Se han corregido erratas y subsanado graves omisiones en la traducción, errores y ausencias también presentes en la propia de Carlos Vega.
Se han repuesto las “notas del autor” omitidas en dichas traducciones.
Se han seguido las grafías de transliteración de vocablos empleadas por R. Guénon, excepto la actualización de alguno que otro topónimo.
Se han corregido nombres extranjeros erróneamente transcriptos en la traducción.
Se han subsanado las comillas faltantes, acorde con el texto original.
A los títulos de las obras de terceros, citadas por R. Guénon, se ha añadido su pertinente traducción española.
Se ha respetado la separación en párrafos del original francés, ya que a ellos hacen referencia muchas remisiones internas del autor.
Las remisiones internas que R. Guénon efectúa en esta obra se refieren generalmente a un determinado capítulo y número de párrafo o a una nota en particular, en cambio en las traducciones se hace referencia a una determinada página de la edición impresa, las que a veces han quedado desfasadas en las distintas ediciones de una misma traducción.
Para evitar que el lector pierda el hilo de la lectura al buscar una remisión interna, teniendo además que contar cierto número de párrafos, hemos añadido un hipervínculo “de ida” a las respectivas remisiones y otro “de vuelta” al texto principal.
Se ha omitido el «Apéndice» añadido por los editores a partir de la 5ª edición francesa, que consta de varias reseñas de libros y revistas efectuadas por René Guénon, pues solo tienen una relación lateral e indirecta con el Teosofismo propiamente dicho.
Se recomienda la lectura del libro de Peter Washington
El mandril de Madame Blavatsky - Historia de la teosofía y del gurú occidental
, pues actualiza algunos datos de la presente obra y amplía algunos temas y biografías en ella consignados.
Es oportuno señalar que el trabajo de Washington se centra especialmente en el aspecto humano y biográfico de los personajes, especialmente sobre sus miserias y sombras, a diferencia del libro de Guénon cuyo foco es el
doctrinal
y su intención
la denuncia del pseudo-espiritualismo
.
Es muy significativo el silencio de Washington con respecto a René Guénon, ya que no cita ni menciona al
Teosofismo
ni una sola vez a lo largo toda su extensa obra, ni siquiera en la bibliografía. Y esto a pesar que la mención obra de Guénon es del todo ineludible —más allá que se acuerde o no con ella— por ser un verdadero clásico en la materia, además de ser considerado, hasta el día de hoy, como el trabajo mejor y más documentado al respecto.
Otro punto remarcable es que Washington —a pesar de su curiosa omisión— ha tomado muchos datos y referencias (algunos muy particulares y que no se hallan en otras fuentes) del
Teosofismo
de René Guénon.
René Guénon publicó esta obra en 1921 para desenmascarar las doctrinas propagadas por la Sociedad Teosófica fundada en 1875 por Helena Blavatsky. Debe tenerse en cuenta que en ese momento se encontraban en su mayor apogeo y expansión.
A lo largo de este libro el autor va desmontando pieza por pieza la puesta en escena teatral que han construido los teósofos a lo largo de muchas décadas, al tiempo que verifica documentalmente que las citadas doctrinas son meras invenciones occidentales y modernas, expresadas en un lenguaje aderezado con palabras hindúes mal traducidas y peor comprendidas (como por ejemplo: las ideas del dharma, karma, reencarnación, samsara, etc.). También revela que las famosas obras de Blavatsky (Isis Develada, La Doctrina secreta, etc.) no son sino plagios descarados perpetrados a otros autores, y constatando que los supuestos «milagros» de Blavatsky no son otra cosa que simples trucos de ilusionista. Tal como ella misma lo reconocería más tarde: “el Maestro Morya y el Mahâtma Koot Hoomi son tan solo un producto de mi imaginación, yo los inventé”.
La historia de la Sociedad Teosófica no está exenta de interés en sí misma, puesto que plantea diversas cuestiones poco conocidas y de extraordinaria importancia a la hora de comprender la génesis y el desarrollo de los movimientos espiritualistas contemporáneos.
Lejos de ser un movimiento altruista e inofensivo orientado hacia la búsqueda de la Verdad, el Teosofismo y sus numerosas organizaciones auxiliares actúan como verdaderos tentáculos de una pseudorreligión, y “(siendo) el teosofismo un error de los más peligrosos para la mentalidad contemporánea, hemos considerado conveniente denunciar este error […] lo mismo hemos hecho, posteriormente, con respecto al espiritismo […] Añadiremos además que la idea de este libro nos había sido sugerida desde hacía bastante tiempo por algunos Hindúes que nos han suministrado una parte de nuestra documentación”.
TEOSOFÍAY TEOSOFISMO
Ante todo, debemos justificar la palabra poco utilizada que sirve de título a nuestro estudio: ¿por qué «teosofismo» y no «teosofía»? Es que para nosotros, estas dos palabras designan dos cosas muy diferentes, y porque importa disipar, incluso al precio de un neologismo o de lo que puede parecer tal, la confusión que debe producir naturalmente la similitud de expresión. Y eso importa tanto más, desde nuestro punto de vista, por cuanto algunas personas tienen al contrario mucho interés en mantener esta confusión, a fin de hacer creer que se vinculan a una tradición a la que, en realidad, no pueden vincularse legítimamente, como tampoco, por lo demás, a ninguna otra.
En efecto, muy anteriormente a la creación de la Sociedad Teosófica, el vocablo teosofía servía de denominación común a doctrinas bastante diversas, pero que, no obstante, pertenecían todas a un mismo tipo, o al menos, procedían todas de un mismo conjunto de tendencias; así pues, conviene conservarle la significación que tiene históricamente. Sin buscar profundizar aquí la naturaleza de esas doctrinas, podemos decir que tienen como rasgos comunes y fundamentales ser concepciones más o menos estrictamente esotéricas, de inspiración religiosa o incluso mística, aunque de un misticismo un poco especial sin duda, y que se proclaman de una tradición completamente occidental, cuya base es siempre, bajo una forma u otra, el cristianismo. Tales son, por ejemplo, doctrinas como las de Jacob Boehme, de Gichtel, de William Law, de Jane Lead, de Swedenborg, de Louis-Claude de Saint-Martin, von Eckartshausen; no pretendemos ofrecer aquí una lista completa, limitándonos a citar algunos nombres entre los más conocidos.
Jacob Boehme, William Law, Jane Lead (?), Swedenborg, Louis-Claude de Saint-Martin, Eckartshausen.
Ahora bien, la organización que se intitula actualmente «Sociedad Teosófica», de la que entendemos ocuparnos aquí exclusivamente, no depende de ninguna escuela que se vincule, ni siquiera indirectamente, a alguna doctrina de este género; su fundadora, Mme. Blavatsky, pudo tener un conocimiento más o menos completo de los escritos de algunos teósofos, especialmente de Jacob Boehme, y pudo sacar de ellos ideas que incorporó a sus propias obras, junto con una multitud de otros elementos de las procedencias más diversas, pero eso es todo lo que es posible admitir a este respecto. De una manera general, las teorías más o menos coherentes que han sido emitidas o sostenidas por los jefes de la Sociedad Teosófica, no tienen ninguno de los caracteres que acabamos de indicar, excepto la pretensión al esoterismo; se presentan, falsamente, por lo demás, como teniendo un origen oriental, y si se ha juzgado bueno agregarles desde hace un cierto tiempo un seudocristianismo de una naturaleza muy peculiar, por eso no es menos cierto que su tendencia primitiva era, al contrario, francamente anticristiana. «Nuestra meta, decía entonces Mme. Blavatsky, no es restaurar el hinduismo, sino barrer al cristianismo de la faz de la tierra[1]». ¿Han cambiado las cosas tanto desde entonces como podrían hacerlo creer las apariencias? Al menos es lícito desconfiar, al ver que la gran propagandista del nuevo «Cristianismo esotérico» es la Sra. Besant, la misma que exclamaba antaño que era necesario «ante todo combatir a Roma y a sus sacerdotes, luchar por todas partes contra el cristianismo y arrojar a Dios de los Cielos[2]». Sin duda, es posible que la doctrina de la Sociedad Teosófica y las opiniones de su presidenta actual hayan «evolucionado», pero es posible también que su neocristianismo no sea más que una máscara, ya que, cuando se trata de semejantes medios, es menester esperarse todo; pensamos que nuestra exposición mostrará suficientemente cuán erróneo sería atenerse a la buena fe de las personas que dirigen o inspiran movimientos como éste que tratamos.
Sea lo que sea de este último punto, desde ahora podemos declarar claramente que entre la doctrina de la Sociedad Teosófica, o al menos lo que hace las veces de doctrina en ella, y la teosofía en el verdadero sentido de esta palabra, no hay absolutamente ninguna filiación, ni siquiera simplemente ideal. Así pues, se deben rechazar como quiméricas las afirmaciones que tienden a presentar a esta Sociedad como la continuadora de otras asociaciones tales como la «Sociedad Filadelfiana», que existió en Londres hacia fines del siglo XVII[3], y a la que se pretende que perteneció Isaac Newton, o de la «Confraternidad de los Amigos de Dios», de la que se dice que fue instituida en Alemania, en el siglo XIV, por el místico Jean Tauler, en quien algunos han querido ver, no sabemos muy bien por qué, a un precursor de Lutero[4]. Estas afirmaciones están quizás menos fundamentadas, y esto no es decir poco, que aquellas por las que los teósofos intentan vincularse a los neoplatónicos[5], bajo pretexto de que Mme. Blavatsky adoptó efectivamente algunas teorías fragmentarias de estos filósofos, por lo demás, sin haberlos asimilado verdaderamente.
Theosophia Practica (1696) de Johann Georg Gichtel. (Cubierta de una edición española y un grabado perteneciente a la misma obra)
Las doctrinas, en realidad completamente modernas, que profesa la Sociedad Teosófica, son tan diferentes, bajo casi todos los aspectos, de aquellas a las que se aplica legítimamente el nombre de teosofía, que no se podrían confundir las unas con las otras más que por mala fe o por ignorancia: mala fe en los jefes de la Sociedad; ignorancia en la mayoría de los que los siguen, y también, es menester decirlo, en algunos de sus adversarios, que, insuficientemente informados, cometen el grave error de tomar en serio sus aserciones, y de creer, por ejemplo, que representan a una tradición oriental auténtica, mientras que no hay nada de eso. La Sociedad Teosófica, como se verá, no debe su nombre más que a circunstancias completamente accidentales, sin las cuales habría recibido una denominación completamente distinta: sus miembros igualmente, no son en modo alguno teósofos, sino que son, si se quiere, «teosofistas». Por lo demás, la distinción entre estos dos términos, «theosophers» (teósofos) y «theosophists» (teosofistas), se hace casi siempre en inglés, idioma en el que la palabra «theosophism» (teosofismo), para designar la doctrina de esta Sociedad, es de uso corriente; ella nos parece suficientemente importante como para que sea necesario mantenerla igualmente en francés, a pesar de lo que pueda tener de inusitado, y es por eso por lo que hemos tenido que dar ante todo las razones por las que hay en eso algo más que una simple cuestión de palabras.
Hemos hablado como si hubiera verdaderamente una doctrina teosofista; pero, a decir verdad, si se toma la palabra doctrina en su sentido más estricto, o incluso si se quiere designar simplemente con eso algo sólido y bien definido, es menester convenir que no la hay. Lo que los teosofistas presentan como su doctrina aparece, según un examen un poco serio, como lleno de contradicciones; además, de un autor a otro, y a veces en un mismo autor, hay variaciones considerables, incluso sobre puntos que son considerados como los más importantes. Bajo este aspecto se pueden distinguir sobre todo dos períodos principales, que corresponden a la dirección de Mme. Blavatsky y a la de la Sra. Besant. Es cierto que los teosofistas actuales intentan frecuentemente disimular las contradicciones interpretando a su manera el pensamiento de su fundadora y pretendiendo que al comienzo se la había entendido mal, pero el desacuerdo no es por eso menos real. Se comprende entonces sin dificultad que el estudio de teorías tan inconsistentes no pueda ser separado apenas de la historia misma de la Sociedad Teosófica; es por eso por lo que no hemos juzgado oportuno hacer en esta obra dos partes distintas, una histórica y otra doctrinal, como habría sido natural hacerlo en cualquier otra circunstancia.
LOS ANTECEDENTESDE Mme. BLAVATSKY
Ekaterinoslav, a orillas del Dnieper, en el siglo XIX (actualmente, Dnipropetrovsk, Ukrania)
Elena Petrovna Hahn nació en Ekaterinoslav en el año 1831[6*]; era hija del coronel Peter Hahn, y nieta del teniente general Alexis Hahn von Rottenstern-Hahn, de una familia de origen mecklemburgués establecida en Rusia. Su madre, Elena Fadeeff, era hija del consejero privado Andrés Fadeeff y de la Princesa Elena Dolgorouki. La futura Mme. Blavatsky no debía olvidar nunca sus orígenes nobles, con los que las actitudes descuidadas e incluso groseras que afectaba darse hacían no obstante un extraño contraste. Desde su infancia, se condujo de una manera insoportable, entrando en violentas cóleras a la menor contrariedad, lo que, a pesar de su inteligencia, no permitió darle una instrucción seria y continuada; a los quince años, «juraba hasta escandalizar a un soldado», según la expresión de su propio amigo Olcott, y conservó este hábito toda su vida. A los dieciséis años fue casada con el General Nicéforo Blavatsky, que era de edad muy avanzada[A]; partió con su marido a la Provincia de Erivan, de la que éste era vicegobernador, pero, a la primera reprimenda, abandonó el domicilio conyugal. Se ha dicho que el general murió poco después de esa separación, pero pensamos que no fue así y que vivió todavía al menos quince años más, ya que Mme. Blavatsky misma declaró que lo volvió a ver en Tiflis en 1863 y que pasó entonces algunos días con él[7]; por lo demás, este punto no tiene más que una importancia bastante secundaria.
Casa natal de Yelena Blavatsky en la actualidad
Así pues, fue en 1848 cuando comenzó la extraordinaria vida de aventuras de Mme. Blavatsky; al recorrer el Asia menor con su amiga la condesa Kiseleff, conoció a un copto (otros dicen que era caldeo) llamado Paulos Metamon, que se hacía pasar por mago, y que parece haber sido un prestidigitador[8]. Continuó su viaje en compañía de este personaje, con quien fue a Grecia y a Egipto; después, como sus recursos estaban casi agotados, regresó a Europa, hallándosela en Londres en 1851, dando lecciones de piano para vivir. Sus amigos han afirmado que fue a esa ciudad con su padre a fin de seguir estudios musicales; esto es manifiestamente falso, pues, en aquella época, estaba reñida con toda su familia, y es por eso por lo que no se había atrevido a regresar a Rusia. En Londres, frecuentó a la vez los círculos espiritistas[9] y los medios revolucionarios; se relacionó concretamente con Mazzini y, hacia 1856, se afilió a la asociación carbonaria la «Joven Europa».
Blavatsky circa 1850 (19 años)
Al mismo periodo se refiere una historia fantástica de la que es bueno decir algunas palabras: una embajada del Nepal vino a Londres en 1851 según unos, y en 1854 según otros; Mme. Blavatsky pretendió más tarde que, entre los componentes de esta embajada, había reconocido a un personaje misterioso al que, desde su infancia, veía frecuentemente a su lado, y que venía siempre en su ayuda en los momentos difíciles; este protector, que no era otro que el «Mahâtmâ» Morya, le habría hecho conocer entonces el papel al que la destinaba. La consecuencia de este encuentro habría sido un viaje a la India y al Tíbet, donde Mme. Blavatsky habría permanecido por espacio de tres años, durante los cuales los «Maestros» le habrían enseñado la ciencia oculta y habrían desarrollado sus facultades psíquicas. Tal es al menos la versión que ha dado la Condesa Wachtmeister[10], para quien esta estancia en el Tíbet fue seguida de otra estancia en Egipto; aquí no puede tratarse más que del segundo viaje que Mme. Blavatsky hizo a este último país, y del que hablaremos un poco más adelante. Por otra parte, Sinnett ha declarado que «Mme. Blavatsky coronó una carrera de treinta y cinco a cuarenta años de estudios místicos con un retiro de siete años en las soledades del Himalaya[11]», y parece ubicar este retiro casi inmediatamente antes de su partida para América; ahora bien, incluso si ello fue así, como Mme. Blavatsky no tenía más que cuarenta y dos años cuando partió, sería preciso concluir que había debido comenzar sus «estudios místicos» desde su nacimiento, si no incluso un poco antes. La verdad es que este viaje al Tíbet no es más que una pura invención de Mme. Blavatsky, y es menester creer, después de lo que acabamos de ver, que los relatos que hizo de él a diferentes personas estaban lejos de ser concordantes[12*]; no obstante, ella escribió un relato, cuyo manuscrito está en poder de la Sra. Besant, y cuando se probó que el viaje no había podido tener lugar en la fecha indicada, la Sra. Besant pretendió que el relato no era realmente de Mme. Blavatsky, pues ésta lo había escrito bajo el dictado de un «Mahâtmâ», y ni siquiera se reconocía en él su escritura; por lo demás, se ha dicho otro tanto para algunas partes de sus obras, y esa es, verdaderamente, una manera bastante cómoda de excusar todas las contradicciones y las incoherencias que se encuentran en ellas. Sea como sea, parece bien establecido que Mme. Blavatsky no fue nunca a la India antes del año 1878, y que hasta esta época, nunca se había hablado de «Mahâtmâs». Lo que expondremos luego proporcionará pruebas suficientes.
Hacia 1858, Mme. Blavatsky decidió regresar a Rusia; se reconcilió con su padre y permaneció a su lado hasta 1863, época en que se trasladó al Cáucaso y se encontró nuevamente con su marido. Un poco más tarde, marchó a Italia, de donde había sido llamada, verosímilmente, por una orden carbonaria. En 1866, está con Garibaldi, a quien acompaña en sus expediciones; combate en Viterbo, después en Mentana, donde cae gravemente herida y es dada por muerta en el campo de batalla; no obstante, se recupera y va a pasar su convalecencia a París. Allí, estuvo durante algún tiempo bajo la influencia de un cierto Víctor Michal, magnetizador y espiritista[13], cuyo nombre ha sido a veces desfigurado en los relatos que se refieren a esta parte de su vida: algunos lo han llamado Martial y otros Marchal[14], lo que le ha hecho confundir con un abad Marchal que se ocupaba también de hipnotismo y de investigaciones psíquicas. Este Michal, que era periodista, pertenecía a la Masonería, lo mismo que su amigo Rivail, alias Allan Kardec, antiguo institutor convertido en director del teatro de las Folies-Marigny y fundador del espiritismo francés; fue Michal quien desarrolló las facultades mediúmnicas de Mme. Blavatsky, y, a partir de entonces, no habló nunca sin una suerte de espanto de la «doble personalidad» que ella manifestaba desde aquella época, lo que explica bien las condiciones muy particulares en las que compuso más adelante sus obras. La Sra. Blavatsky misma era entonces espiritista, al menos así lo decía, y se presentaba, precisamente, como perteneciendo a la escuela de Allan Kardec, de quien conservó o retomó después algunas ideas, concretamente en lo que concierne a la «reencarnación». Si parecemos poner en duda la sinceridad del espiritismo de Mme. Blavatsky, a pesar de sus múltiples afirmaciones del período anterior a la fundación de su Sociedad[15], es porque, más adelante, ella misma declaró que nunca había sido «espiritualista[16]» (se sabe que, en los países anglosajones, esta palabra se toma frecuentemente como sinónimo de espiritista); por consiguiente, es permisible preguntarse en qué momento ha mentido.
Helena P. Blavatsky, 1877.
Sea como sea, lo cierto es que, desde 1870 a 1872, Mme. Blavatsky ejerció la profesión de médium en El Cairo, donde se había encontrado nuevamente con Metamon, y donde, de concierto con él y con unos hoteleros franceses, los esposos Coulomb, de quienes tendremos que volver a hablar, fundó su primer «club de milagros». He aquí los términos en que fue anunciada entonces esta fundación por un órgano espiritista: «Una sociedad de espiritualistas ha sido formada en El Cairo (Egipto), bajo la dirección de Mme. Blavatsky, una rusa, asistida por varios médiums. Las sesiones tienen lugar dos veces por semana, el martes y el viernes por la noche y sólo se admite en ella a los miembros. Se tiene el propósito de establecer, conjuntamente con la sociedad, un gabinete de lectura y una biblioteca de obras espiritualistas y otras, así como un periódico que tendrá como título La Revue Spiritualiste du Caire (Revista Espiritista del Cairo), y que aparecerá los días 1º y 15º de cada mes[17]». No obstante, esta empresa no prosperó, pues, al cabo de poco tiempo, Mme. Blavatsky fue convicta de fraude, como, algún tiempo después, debía serlo también en varias ocasiones en América, a donde se trasladó para ejercer el mismo oficio[18]. Este caso está muy lejos de ser raro entre los médiums profesionales; no queremos decir con esto que todo sea falso en los fenómenos que sirven de base al espiritismo; estos hechos, en sí mismos, son perfectamente independientes de la interpretación absurda que les dan los espiritistas; pero, en todo caso, han sido simulados frecuentemente por mistificadores, y todo individuo que hace de la producción de estos fenómenos un oficio es eminentemente sospechoso, puesto que, aunque tenga algunas cualidades mediúmnicas reales, su interés le incitará a engañar cuando, por una causa u otra, se encuentre en la imposibilidad de presentar fenómenos verdaderos. Tal ha sido, ciertamente, el caso de muchos médiums conocidos y reputados, como la famosa Eusapia Paladino, por ejemplo; tal ha sido probablemente también, al comienzo sobre todo el de Mme. Blavatsky. Ésta, cuando se vio desenmascarada, abandonó precipitadamente El Cairo y regresó a París, donde intentó vivir con su hermano; pero, no pudiendo entenderse con él, partió pronto para América, donde, dos años después, debía fundar su Sociedad Teosófica.
LOS ORÍGENESDE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA
En 1873, cuando Mme. Blavatsky partió para América (llegó a Nueva York el 7 de julio de ese año), se pretendía «controlada» (los espiritistas franceses dirían «guiada») por un «espíritu» con el nombre de John King. Es curioso reparar en este hecho, porque este mismo nombre se encuentra mezclado invariablemente en todas las manifestaciones de un cierto número de falsos médiums que fueron desenmascarados hacia la misma época[19], como si estos falsos médiums actuaran todos bajo una misma inspiración. Lo que es muy significativo también bajo este aspecto, es que Mme. Blavatsky, en 1875, escribía esto: «He sido enviada de París a América a fin de verificar los fenómenos y su realidad y de mostrar el engaño de la teoría espiritualista[20]». ¿Enviada por quién? Más tarde, dirá: por los «Mahâtmâs»; pero entonces aún no se hablaba de ellos, y, por lo demás, fue en París donde recibió su misión, y no en la India o en el Tíbet.
La “Lamasería”, residencia de la dupla Blavatsky-Olcott en Nueva York, de 1876 a 1878, llamada así por su exótica decoración con objetos orientales y curiosos. (Dibujo de W. Judge y fotografía actual)
Por otra parte, parece que, cuando Mme. Blavatsky llegó a Norteamérica, preguntaba a todas las personas con las que entraba en contacto si conocían a alguien con el nombre Olcott[21]; en efecto, acabó por encontrar a este Olcott, el 14 de octubre de 1874, en la hacienda de Chittenden (Vermont), en casa de los esposos Eddy, donde se producían entonces «materializaciones de espíritus» y otros fenómenos del mismo género. Henry Steele Olcott había nacido en Orange (Nueva Jersey) en el año 1832; hijo de honorables cultivadores, había sido primero ingeniero agrónomo, después, durante la guerra de secesión, había servido en la policía militar, y es en ella donde había ganado el título de coronel, bastante fácil de obtener en los Estados Unidos. Terminada la guerra, se puso a hacer periodismo, distribuyendo sus tiempos de ocio entre las Logias masónicas y las sociedades de espiritismo; colaboró en varios periódicos, concretamente en el New-York Sun y en el New-York Graphic, donde escribió diversos artículos sobre los fenómenos de Chittenden; y es verosímilmente por la lectura de esos artículos como Mme. Blavatsky supo dónde podría encontrar finalmente a su futuro asociado[22*].
Coronel Henry Steele Olcott
¿Pero quién había podido dar a Mme. Blavatsky la idea de entrar en contacto con Olcott, que no ocupaba en el mundo «espiritualista» una posición destacada? Lo que puede proporcionar la llave del misterio, descartando la hipótesis de una comunicación de los «Mahâtmâs», que no se puede sostener seriamente, y que no es aquí más que una explicación inventada a destiempo, es que Olcott conocía ya a John King, si es menester creer lo que escribía en 1876, a propósito de ese pretendido «espíritu», a William Stainton Moses, espiritista inglés muy conocido bajo el seudónimo de M. A. Oxon: «Él ha estado frecuentemente en Londres; de hecho, yo mismo le encontré allí en 1870». En la correspondencia de donde tomamos esta frase, y que Stainton Moses mismo ha publicado más tarde en su periódico[23], hay muchas afirmaciones que es difícil tomar en serio, y uno se pregunta frecuentemente si Olcott busca engañar a los demás o si juega él mismo el papel de engañado. Por nuestra parte, no pensamos que haya sido siempre tan ingenuo como ha querido parecerlo, y como lo creyeron los investigadores de la Sociedad para la Investigación Psíquica de Londres en 1884, ni tampoco que haya estado tan completamente sugestionado por Mme. Blavatsky como algunos otros, como Judge y Sinnett por ejemplo. Por lo demás, él mismo declara que no es «ni un novicio entusiasta ni un tonto crédulo», y definió su papel como consistente en: «rebuznar para atraer la atención de las personas»; por lo tanto, su buena fe queda bien sujeta a caución. Sea como sea, la verdad llega a veces a salir a la luz a través de todas las fantasmagorías en que se halla envuelta; así, en una carta fechada en 1875, se lee esto: «Intentad obtener una conversación privada con John King; es un Iniciado, y sus frivolidades de lenguaje y de acción disimulan un asunto serio». Esto es aún bastante vago, pero, en otra carta, esa misma en la que Olcott hace alusión a sus relaciones personales con John King, aunque habla de éste de una manera que, en su conjunto, hace pensar que se trata de una «materialización», no obstante dice que este mismo John King es miembro de una Logia masónica (el verbo está en presente), como lo era Olcott mismo, así como su corresponsal, el Rev. Stainton Moses, y también, como ya lo hemos dicho, Víctor Michal, el primer magnetizador de Mme. Blavatsky.
William Stainton Moses - Foto de Moses con un “fantasma”
En el decurso de este estudio tendremos que señalar muchas otras relaciones entre la Sociedad Teosófica y diversas ramas de la Masonería; pero lo que es menester retener aquí, es que parece que el nombre de John King bien podría disimular simplemente a un hombre vivo, cuya verdadera identidad debía permanecer desconocida; ¿era él quien había enviado en misión a Mme. Blavatsky y quien había preparado su asociación con Olcott? Es al menos muy verosímil, y, en este caso, sería menester admitir que esta individualidad misteriosa actuaba por cuenta de alguna agrupación no menos misteriosa; es lo que la continuación confirmará también mostrándonos otros casos similares. No obstante, no pretendemos resolver la cuestión de quién era John King; constataremos simplemente que, en un pasaje de sus Old Diary Leaves (Hojas de un Viejo Diario) donde cuenta un «fenómeno» producido por Mme. Blavatsky en abril de 1875 (se trata de un dibujo supuestamente trazado por vía oculta en una página de una libreta, y en el que figuraba una joya de Rosa-Cruz Masónica), Olcott relaciona el nombre de John King al de un tal Henry de Morgan (estos dos nombres habrían sido inscritos a la cabeza del dibujo en cuestión). Quizás se trata de una indicación, pero no querríamos ser demasiado afirmativos sobre ello. Hubo, en efecto, un profesor de Morgan, que fue presidente de la Sociedad Matemática de Londres y que se ocupó del psiquismo, pero no pensamos que sea de él de quien se trata aquí[24*]. Por otra parte, en una carta dirigida a Solovioff en febrero de 1886, Mme. Blavatsky habla de un cierto M… que la habría: «traicionado y arruinado diciendo mentiras al médium Home, quien la desacreditaba desde hacía ya diez años»; se puede suponer que esta inicial designa al mismo personaje, y entonces sería menester concluir que, por una razón cualquiera, este Henry de Morgan, en caso de ser éste su verdadero nombre, habría abandonado a su antiguo agente hacia 1875 o 1876, es decir, precisamente, cuando el nuevo «club de milagros», que había sido establecido en Filadelfia, sufrió un fracaso comparable al que ya se había producido en El Cairo, y debido exactamente a la misma causa, es decir, al descubrimiento de los múltiples fraudes de Mme. Blavatsky[25].
George H. Felt
En esta época, en efecto, dejó de hablarse de John King, al mismo tiempo que se podía observar un notable cambio de orientación en Mme. Blavatsky, y esta coincidencia proporciona la confirmación de lo que acabamos de decir. La causa determinante de este cambio fue el encuentro con un cierto George H. Felt, que fue presentado a Mme. Blavatsky por un periodista llamado Stevens. Este Felt, que decía ser profesor de matemáticas y de egiptología[26], era miembro de una sociedad secreta designada habitualmente por las iniciales «H. B. of L.» (Hermetic Brotherhood of Luxor)(Hermandad Hermética de Luxor)[27]. Ahora bien, esta sociedad, aunque había desempeñado un papel importante en la producción de los primeros fenómenos de «espiritualismo» en América, es formalmente opuesta a las teorías espiritistas, ya que enseña que estos fenómenos se deben, no a los espíritus de los muertos, sino a ciertas fuerzas dirigidas por hombres vivos. Fue exactamente el 7 de septiembre de 1875 cuando John King fue reemplazado, como «control» de Mme. Blavatsky, por otro «espíritu» que se hacía llamar por el nombre egipcio de Serapis, y que muy pronto habría de ser reducido a no ser más que un «elemental»; en el momento mismo en que se producía este cambio, el médium Dunglas Home atacaba públicamente a Mme. Blavatsky, en un libro titulado Incidents in my Life (Incidentes en mi Vida), e inmediatamente ésta, que hasta entonces parecía no haberse ocupado más que de espiritismo, declaraba, con evidente mala fe, que ella «no había sido nunca y que no sería nunca un médium profesional», y que había «consagrado su vida entera al estudio de la antigua kábala, del ocultismo y de las ciencias ocultas[28]». Esto se debe a que Felt la había hecho afiliar, lo mismo que a Olcott, a la H. B. of L.: «Yo pertenezco a una Sociedad Mística», decía en efecto poco antes, «pero de ello no se sigue que haya devenido un Apolonio de Tiana en enaguas[29]»; y, después de esta declaración que contradice expresamente la historia de su «iniciación» anterior, agrega no obstante aún: «John King y yo estamos ligados desde los tiempos antiguos, mucho antes de que él comenzara a materializarse en Londres». Sin duda se trata del «espíritu» a quien, en aquel entonces, se atribuía haberla protegido desde su infancia, papel que debía ser confiado después al «Mahâtmâ» Morya, mientras que ella llegó a hablar de John King con el más profundo desprecio: «Lo que se parece, se junta; conozco personalmente a hombres y mujeres de una gran pureza, de una gran espiritualidad, que han pasado varios años de su vida bajo la dirección e incluso bajo la protección de “espíritus” elevados, desencarnados o planetarios; pero tales “inteligencias” no son del tipo de los John King y de los Ernest que aparecen durante las sesiones[30]». Más adelante volveremos a encontrarnos con Ernest, cuando hablemos del Sr. Leadbeater, a quien se le ocurrió, digámoslo de paso, atribuir a «hadas» o a «espíritus de la naturaleza» la protección oculta de la que habría estado rodeada la juventud de Mme. Blavatsky; a decir verdad, ¡los teosofistas deberían ponerse de acuerdo entre sí para hacer concordar sus propias afirmaciones! ¿Pero qué es menester pensar, según su propia confesión, de la «pureza» y de la «espiritualidad» de Mme. Blavatsky en la época que estaba «controlada» por John King?
Emblema de la H. B. of L.
Debemos decir ahora, para no volver sobre ello, que Olcott y Mme. Blavatsky no permanecieron mucho tiempo vinculados a la H. B. of L., y que fueron expulsados de esta organización poco antes de su partida de América[31]. Esta observación es importante ya que los hechos precedentes, han dado lugar a veces a singulares equivocaciones; es así como el Dr. J. Ferrand, en un estudio publicado hace algunos años[32], ha escrito esto, a propósito de la jerarquía que existe entre los miembros de la Sociedad Teosófica: «Por encima de los dirigentes que constituyen la Escuela teosófica oriental (otra denominación de la “sección esotérica”), hay todavía una sociedad secreta, reclutada entre estos dirigentes, cuyos miembros son desconocidos, pero firman sus manifiestos con las iniciales H. B. of L.» Conociendo muy bien todo lo que se refiere a la H. B. of L. (cuyos miembros, por lo demás, no firman sus escritos con esas iniciales, sino solo con un «swástica»), podemos afirmar que, después de lo que acabamos de contar, ella no tuvo nunca ninguna relación oficial u oficiosa con la Sociedad Teosófica; antes al contrario, estuvo en constante oposición con ésta, así como con las sociedades rosacrucianas inglesas de las que trataremos un poco más adelante, aunque algunas individualidades hayan podido formar parte simultáneamente de estas diferentes organizaciones, lo que puede parecer raro en parecidas condiciones, pero que, no obstante, no es un hecho excepcional en la historia de las sociedades secretas[33]. Por lo demás, poseemos documentos que proporcionan la prueba absoluta de lo que acabamos de adelantar, concretamente una carta de uno de los dignatarios de la H. B. of L., fechada en julio de 1887, carta en la que el «budismo esotérico», es decir, la doctrina teosofista, es calificada de «tentativa hecha para pervertir el espíritu occidental», y donde se dice además, entre otras cosas, que «los adeptos verdaderos y reales no enseñan esas doctrinas del “karma” y de la “reencarnación”, adelantadas por los autores del Budismo Esotérico y otras obras teosóficas», y que, «ni en las susodichas obras ni en las páginas del Theosophist, se encuentra una visión justa y de sentido esotérico sobre estas importantes cuestiones». Tal vez la división de la H. B. of L. en «círculo exterior» y «círculo interior» haya sugerido a Mme. Blavatsky la idea de constituir en su Sociedad una «sección exotérica» y una «sección esotérica»; pero las enseñanzas de las dos organizaciones están en contradicción sobre muchos de los puntos esenciales; en particular, la doctrina de la H. B. of L. es claramente «antirreencarnacionista», y tendremos que volver sobre esto a propósito de un pasaje de Isis Develada que parece haberse inspirado en ella, pues esta obra fue escrita, precisamente por Mme. Blavatsky durante el período del que nos ocupamos actualmente[34*].
William Q. Judge
Reanudemos ahora el orden de los acontecimientos. El 20 de octubre de 1875, poco menos de dos meses después de la aparición en escena de Serapis, fue fundada en Nueva York una sociedad llamada «de investigaciones espiritualistas»; Olcott era su presidente, Felt y el Dr. Seth Pancoats vicepresidentes, y Mme. Blavatsky se contentaba modestamente con las funciones de secretaria. Entre los demás miembros, citaremos a William Q. Judge, que debía desempeñar después un papel importante en la Sociedad Teosófica; y a Charles Sotheran, uno de los altos dignatarios de la Masonería norteamericana. Digamos a este propósito que el general Albert Pike, Gran Maestro del Rito Escocés para la jurisdicción meridional de los Estados Unidos (cuya sede estaba entonces en Charleston), frecuentó también en esa época a Mme. Blavatsky; pero sus relaciones no parecen haber tenido ninguna continuación. Es menester creer que, en esta circunstancia, Pike fue más clarividente que muchos otros, y que reconoció pronto con quien estaba tratando. Y, puesto que se ofrece la ocasión, agregaremos que la reputación de Albert Pike, como escritor masónico, ha sido muy exagerada: en una buena parte de su obra principal; Morals and Dogma of Freemasonry (Moral y Dogma de la Francmasonería), no hizo más que seguir, por no decir plagiar, el Dogme et Rituel de la Haute Magie (Dogma y Ritual de Alta Magia), del ocultista francés Eliphas Lévi.
Desde el 17 de noviembre de 1875, la sociedad de que acabamos de hablar, y que apenas contaba con dos semanas de existencia, fue cambiada en «Sociedad Teosófica», a propuesta de su tesorero, Henry J. Newton, un rico espiritista que, ciertamente, ignoraba todo de la teosofía, pero a quien agradaba este título sin que supiera demasiado por qué. Así pues, el origen de esta denominación es puramente accidental, puesto que no fue adoptado más que para complacer a un adherente a quien se tenía mucho interés en agradar a causa de su gran fortuna; por lo demás, abundan los ejemplos de personas ricas que, en un momento o en otro, fueron seducidas por los jefes de la Sociedad Teosófica, y de los que, prometiéndoles toda suerte de maravillas, sacaron subsidios para sí mismos y para su organización. Así pues, fue por esta única razón por lo que se desestimó la oposición de Felt, que habría preferido el título de «Sociedad Egiptológica». No obstante, después de dar una conferencia sobre la «kábala egipcia», Felt, que había prometido otras tres, desapareció bruscamente, dejando diversos papeles en manos de Mme. Blavatsky; sin duda, su misión ya estaba cumplida. En lo que respecta a Newton, no tardó en retirarse de la Sociedad, después de haberse percatado, lo mismo que el juez R. B. Westbrook, de los fraudes que cometía Mme. Blavatsky con la ayuda de una cierta señora Phillips y de su sirvienta[35].
H. Blavatsky circa 1876/1878 (45 años)
La declaración de principios de la primera Sociedad Teosófica comenzaba así: «El título de la Sociedad Teosófica explica los objetivos y deseos de sus fundadores: buscan obtener el conocimiento de la naturaleza y de los atributos del Poder supremo y de los espíritus más elevados, por medio de procedimientos físicos (sic). En otros términos, esperan que yendo más profundamente de lo que ha ido la ciencia moderna a las filosofías de los tiempos antiguos, podrán llegar a ser capaces de adquirir, para sí mismos y para los demás investigadores, la prueba de la existencia de un universo invisible, de la naturaleza de sus habitantes si los hay, de las leyes que los gobiernan y de sus relaciones con el género humano». Esto prueba que los fundadores no conocían apenas, en lo referente a la teosofía, más que la definición fantasiosa que da de ella el diccionario norteamericano de Webster, y que se concibe así: «Supuesta relación con Dios y los espíritus superiores, y adquisición consecuente de una ciencia suprahumana por procedimientos físicos, por las operaciones teúrgicas de los antiguos platónicos, o los procedimientos químicos de los filósofos del fuego alemanes». De la declaración de principios, extraeremos también los pasajes siguientes: «Cualesquiera que sean las opiniones privadas de sus miembros, la Sociedad no tiene ningún dogma al que deba hacer prevalecer, ningún culto para propagar… Sus fundadores, puesto que comienzan con la esperanza más bien que con la convicción de alcanzar el objetivo de sus deseos, están animados tan sólo por la intención sincera de aprender la verdad, venga de donde venga, y estiman que ningún obstáculo, por serio que sea, que ningún esfuerzo, por grande que sea, podrían excusarlos de abandonar su designio». Ciertamente, éste es el lenguaje de personas que buscan, y no el de las que saben; ¿cómo puede conciliarse entonces todo esto con las extraordinarias pretensiones emitidas ulteriormente por Mme. Blavatsky? Se ve cada vez más claramente que la iniciación que ésta habría recibido en el Tíbet es una pura fábula, y que, a pesar de lo que afirma la condesa Wachtmeister, no había estudiado en Egipto los misterios del Libro de los Muertos, del que, probablemente, fue Felt el primero en hacerle conocer su existencia.
Hurrychund Chintamon
No obstante, al cabo de poco tiempo, se produjo un nuevo cambio: Serapis, que había reemplazado a John King, fue reemplazado a su vez por un «Kashmiri brother» (Hermano Kashmiri, es decir de Cachemira); ¿qué había sucedido? Olcott y Mme. Blavatsky habían concluido, con la mediación de un cierto Hurrychund Chintamon (hacia el que ésta última, por motivos que ignoramos, manifestaba más tarde un verdadero terror)[36*], «una alianza ofensiva y defensiva[37]» con el Arya Samâj, asociación fundada en la India, en 1870, por el Swâmî Dayânanda Saraswatî, y su Sociedad Teosófica debía considerarse en adelante como constituyendo una sección de esta asociación. A propósito de esto, Mme. Blavatsky, disfrazando la verdad como solía hacerlo muy frecuentemente, escribía en el momento de la aparición de su Isis Develada: «He recibido el grado de Arch Auditor de la principal Logia masónica de la India; es la más antigua de las Logias masónicas, y se dice que existía antes de Jesucristo[38]». Ahora bien, el Arya Samâj era de origen completamente reciente y no tenía nada de masónico, y por lo demás, a decir verdad, en la India no ha habido nunca más Masonería que la que fue introducida allí por los ingleses. La sociedad de que se trata se daba como finalidad: «devolver la religión y el culto a la simplicidad védica primitiva»; como varias otras organizaciones que se formaron en el mismo país en el curso del siglo XIX, concretamente la Brahma Samâj y sus diversas ramificaciones, y que fracasaron todas a pesar del apoyo que les proporcionaron los ingleses en razón de sus tendencias antitradicionales; el Arya Samâj procedía de un espíritu «reformador» completamente comparable al del protestantismo en el Mundo Occidental; ¿no ha sido llamado Dayânanda Saraswatî «el Lutero de la India[39]»? Ciertamente, no se puede considerar a ese hombre como una autoridad en lo referente a la tradición hindú; algunos han llegado a decir que «sus pensamientos filosóficos no llegaban siquiera tan lejos como los de Herbert Spencer[40]», lo que creemos un poco exagerado.
Preámbulo y Estatuto de la Sociedad Teosófica, publicado el 30 de octubre de 1875, donde aparece por primera vez el emblema de esta institución.
¿Pero qué razones podía tener Dayânanda Saraswatî para vincularse a Mme. Blavatsky y a su Sociedad? En la declaración de principios del 17 de noviembre de 1875, después de haber dicho que: «el Brahma Samâj ha comenzado seriamente el trabajo colosal de purificar a las religiones hindúes de las escorias que siglos de intrigas de sacerdotes les han infundido», se agregaba esto: «Los fundadores, viendo que toda tentativa de adquirir la ciencia deseada se desarrolla en otras regiones, se vuelven hacia el Oriente, de donde se derivan todos los sistemas de religión y de filosofía». Si el Brahma Samâj, ya muy dividido entonces, no respondió a estos avances, sí lo hizo el Arya Samâj, y estas organizaciones, como acabamos de decirlo, procedían de las mismas tendencias y se proponían una finalidad casi idéntica. Además, Mme. Blavatsky misma ha dado otra razón para este entendimiento: «Es que todos los brâhmanes, ortodoxos u otros, son terriblemente opuestos a los espíritus, a los médiums, a las evocaciones necrománticas o a las relaciones con los muertos, no importa de qué manera o bajo qué forma[41]». Por lo demás, esta afirmación es perfectamente exacta, y creemos sin esfuerzo que ninguna alianza de ese género hubiera sido posible sin la actitud antiespiritista que Mme. Blavatsky proclamaba desde hacía algún tiempo, más precisamente desde su afiliación a la H. B. of L.; pero, mientras que los brâhmanes ortodoxos no hubieran visto en este acuerdo sobre un punto puramente negativo más que una garantía extremadamente insuficiente, no sucedió lo mismo con los «otros», o al menos con uno de entre ellos, a saber, este Dayânanda Saraswatî, a quien Olcott llamaba entonces: «Uno de los más nobles Hermanos vivos[42]», y cuya correspondencia trasmitida en realidad por una vía completamente natural, iba a transformarse pronto en «mensajes astrales» emanados de los «Mahâtmâs» tibetanos. Sin embargo, este mismo Dayânanda Saraswatî, en 1882, debía romper su alianza con la Sociedad Teosófica denunciando a Mme. Blavatsky, a quien había tenido la ocasión de ver de cerca en el intervalo, como una «farsante» (trickster), y declarando que: «no conocía nada de la ciencia oculta de los antiguos Yoguîs y que sus supuestos fenómenos no se debían más que al mesmerismo, a preparaciones hábiles y a una diestra prestidigitación», lo que era en efecto la estricta verdad[43].
Sello personal de H. Blavatsky, del que se deriva el emblema de la S.T. (posiblemente inspirado en el emblema de la H. B. of L.)
Llegados a este punto, se impone una constatación: es que los nombres de los supuestos «guías espirituales» de Mme. Blavatsky; John King primero, Serapis después y finalmente el «Kashmiri Brother», no hacían en suma más que traducir las diferentes influencias que se habían ejercido sucesivamente sobre ella; eso es lo más real que hay bajo toda la fantasmagoría con que se rodeaba, y hasta ahora, en general, se han destacado muy poco estas relaciones que existieron entre la Sociedad Teosófica, tanto en sus orígenes como después, y algunas otras organizaciones de carácter más o menos secreto; no obstante, todo este lado demasiado descuidado de su historia es de los más instructivos. De todo lo que hemos expuesto, se puede concluir legítimamente que Mme. Blavatsky fue sobre todo, en muchas de las circunstancias, un «sujeto» o un instrumento entre las manos de individuos o de agrupaciones ocultas que se mantenían detrás de su personalidad, así como otros fueron a su vez instrumentos en las manos de ella; eso es lo que explica sus imposturas, sin llegar, no obstante, a excusarlas, y aquellos que creen que ella lo inventó todo, que lo hizo todo por sí misma y por su propia iniciativa, se equivocan casi tanto como aquellos que, al contrario, dan fe a sus afirmaciones concernientes a sus relaciones con los pretendidos «Mahâtmâs». Pero hay todavía otra cosa, que permitirá aportar tal vez algunas precisiones nuevas sobre el tema de esas influencias a las que acabamos de hacer alusión: queremos hablar de la acción de algunas organizaciones rosacrucianas o supuestas tales, que, por lo demás, y contrariamente a aquellas de las que hemos hablado hasta aquí, han continuado manteniendo siempre excelentes relaciones con la Sociedad Teosófica.
LA SOCIEDAD TEOSÓFICA Y EL ROSACRUCISMO
En 1876 Olcott escribió a Stainton Moses que está «regularmente inscrito como novicio en la Fraternidad», que ha estado «mucho tiempo en relaciones personales por correspondencia» con los jefes de ésta, y que ellos le han «escrito algunas cosas que Mme. Blavatsky no sospecha siquiera que él sabe». ¿De qué «Fraternidad» se trata? Ciertamente no de la H. B. of L., y no debe ser tampoco el Arya Samâj, con el que, por lo demás, la alianza definitiva no debía ser concluida más que al año siguiente; en cuanto a la famosa «Gran Logia Blanca» o «Fraternidad del Tíbet», todavía no se había hecho mención de ella, pero los términos empleados eran suficientemente vagos como para autorizar todas las confusiones ulteriores, tanto las voluntarias como las involuntarias. En otra carta dirigida un poco más tarde al mismo destinatario, y de la que parece resultar que éste había aceptado entrar en la sociedad a la que ya pertenecía Olcott, se lee esto: «Deseo que usted pida a Imperator, presentándole mis respetos, si no podría hacer algo, a la manera psicológica (sic), para impedir que Mme. Blavatsky vaya a la India. Estoy muy inquieto acerca de este punto; yo mismo no puedo hacer nada… Las calumnias que han circulado en Europa y aquí la han abatido tan profundamente… que temo que nosotros la perdamos. Esto puede ser una cosa pequeña para los espiritualistas, pero es una cosa muy grande para nosotros tres… Solicite a Imperator lo que sugiero… Parece ser un espíritu sabio, y quizás sea poderoso. Demándele si puede y quiere ayudarnos… Hay aquí una la Sra. Thompson, una viuda rica con siete millones (de dólares) que cultiva el terreno sobre el que marcha Mme. Blavatsky. Esta señora le ofrece dinero y todo lo necesario para ir a la India y proporcionarle así una ocasión de estudiar y de ver por sí misma… No olvide a Imperator». Así pues, Mme. Blavatsky no había ido nunca a la India antes de su estancia en Norteamérica, y esta vez tenemos la confirmación formal; pero sí deseaba ir, porque sentía la necesidad «de estudiar y de ver por sí misma», lo que prueba que no estaba muy «iniciada» y que todavía no había llegado a poseer un conjunto de convicciones bien fijadas y establecidas. Entonces sólo había una influencia de la que Olcott y Stainton Moses se hacían los agentes, y que era opuesta a ese viaje de Mme. Blavatsky a la India; por consiguiente, no era la influencia del Arya Samâj, ni de ninguna otra organización oriental. Y ahora: ¿por qué dice Olcott: «para nosotros tres»? Él y su corresponsal hacen dos; el tercero parece ser ese Imperator cuyo apoyo reclama con tanta insistencia; ¿pero quién era este ser misterioso? Era, parece, un «espíritu» que se manifestaba en el círculo dirigido por Stainton Moses y su amigo el doctor Speer; pero lo que es extraño, y lo que puede dar la clave de muchas cosas, es que este «espíritu» se haya atribuido el nombre o más bien el título de Imperator, que es el del jefe de una sociedad secreta inglesa, la Order of the Golden Dawn in the Outer (literalmente «Orden de la Aurora de Dorada en el Exterior»)[44*].
Logotipo de la Societas Rosacruciana in Anglia
La Orden que acabamos de nombrar se presenta como una «sociedad de ocultistas que estudian la más alta magia práctica», y que «marcha de alguna manera paralelamente al verdadero Rosacrucismo»; las mujeres son admitidas en ella lo mismo que los hombres, y la cualidad de miembro permanece oculta. Hay en ella tres oficiales principales: El Imperator, el Praemonstrator y el Cancellarius. Esta misma Orden está estrechamente vinculada a la Societas Rosacruciana in Anglia, fundada en 1867 por Robert Wentworth Little; ésta comprende nueve grados, repartidos en tres órdenes; sus jefes, que son en número de tres como los de la Golden Dawn, llevan el título de Magos[45]. La Societas Rosacruciana no admite más que a masones que posean el grado de Maestro entre sus miembros, cuyo número está limitado a ciento cuarenta y cuatro, sin incluir los miembros honorarios; posee cuatro «Colegios», que están establecidos en Londres, York, Bristol y Manchester. En Escocia existe una organización similar desde 1877, y en Norteamérica, en 1880, se estableció otra rama; son dos filiales de la sociedad inglesa, de la que, no obstante, son administrativamente independientes.
Samuel Liddell Mac-Gregor Mathers
En una carta dirigida al director de la revista teosófica Lucifer, en julio de 1889, por el conde Mac-Gregor Mathers, que era entonces secretario del Colegio Metropolitano de la Societas Rosacruciana y miembro del Alto consejo de Inglaterra, se dice entre otras cosas: «Esta Sociedad estudia la tradición occidental… Los conocimientos de práctica son el privilegio de los más altos iniciados, que los mantienen en secreto; todos los Hermanos mantienen secreto su grado. La Sociedad Teosófica mantiene relaciones amistosas con ellos… Los estudiantes herméticos de la G.D. (Golden Dawn) Rosacruciana, son, por así decir, sus representantes en el exterior». La publicación de esta suerte de manifiesto tenía como meta principal desaprobar a una cierta «Ordo Rosis et Lucis» (Orden del Rocío y de la Luz), otra sociedad inglesa supuestamente rosacruciana, de la que se había hablado precedentemente en la misma revista[46]; esta última sociedad se encontraba en competencia directa con la Golden Dawn y con la Societas Rosacruciana, y sus miembros, que eran espiritistas en su mayor parte, eran acusados de hacer «magia negra», según una costumbre que, por lo demás, está muy extendida en los medios teosofistas, así como tendremos la ocasión de verlo más adelante. La carta del conde Mac-Gregor lleva las divisas siguientes: «Sapiens dominabitur astris (El hombre sabio dominará los astros, es decir, el destino). - Deo duce, comite ferro (Dios como guía, espada como compañero). - Non omnis moriar (No moriré del todo). - Vincit omnia veritas» (La verdad vence a todo), de las que la última, cosa curiosa, es igualmente la divisa de la H. B. of L., adversaria declarada de la Sociedad Teosófica y de la Societas Rosacruciana[47]. La carta concluye con estas palabras que le confieren un carácter oficial: «Publicada por orden del Superior Sapere Aude, Cancellarius in Londinense», a lo que sigue este post scriptum bastante enigmático: «Siete adeptos que poseen el elixir de larga vida, viven actualmente y se reúnen cada año en una ciudad diferente». ¿Era el Imperator de la G. D. uno de estos «siete adeptos» misteriosos? Es muy posible, y tenemos otros indicios que parecen confirmarlo; pero, sin duda, el «Superior Sapere Aude» (Atrévete a saber) no había autorizado revelaciones más explícitas a este respecto[48].
Moina Mathers y su hermano Henri Bergson
El autor de la carta que acabamos de citar, que ha muerto hace algunos años, era el hermano mayor de otro Mac-Gregor, representante en Francia de la Order of the Golden Dawn in the Outer y miembro también de la Sociedad Teosófica. En 1899 y 1903 tuvieron en París cierta resonancia las tentativas de restauración del culto de Isis por el Sr. y la Sra. Mac-Gregor, bajo el patronazgo del escritor ocultista Jules Bois, tentativas bastante fantasiosas, por lo demás, pero que tuvieron en su tiempo un cierto éxito como curiosidad[49*]. Agregamos que la Sra. Mac-Gregor (Moina Mathers), la «Gran Sacerdotisa Anari», es la hermana del Sr. Bergson; por lo demás, no señalamos este hecho más que a título de reseña accesoria, sin querer deducir de él ninguna consecuencia, aunque, por otro lado, haya incontestablemente más de un punto de semejanza entre las tendencias del teosofismo y las de la filosofía bergsoniana. Algunos han llegado más lejos: es así como, en un artículo que se refiere a una controversia sobre el bergsonismo, el Sr. Georges Pécoul escribe que: «Las teorías de la Sociedad Teosófica son tan extrañamente semejantes a la del Sr. Bergson que uno se puede preguntar si no derivan todas de una fuente común, y si los señores Bergson, Olcott, Leadbeater y las Sras. Blavatsky y Annie Besant no han asistido todos a la escuela del mismo Mahâtmâ, Koot Hoomi o… algún Otro»; y agrega: «Señalo el problema a los investigadores; su solución quizás podría aportar un suplemento de luz sobre el origen muy misterioso de algunos movimientos del pensamiento moderno y sobre la naturaleza de las “influencias” que sufren, frecuentemente inconscientemente, el conjunto de aquellos que son, ellos mismos, agentes de influencias intelectuales y espirituales[50]». Sobre estas «influencias», somos bastante de la opinión del Sr. Pécoul, y pensamos incluso que su papel es tan considerable como generalmente insospechado; por lo demás, las afinidades del bergsonismo con los movimientos «neoespiritualistas» no nos han parecido nunca dudosas[51], y no nos asombraría de ninguna manera ver al Sr. Bergson, según el ejemplo de Williams James, acabar finalmente en el espiritismo. En cuanto a esto, tenemos ya un indicio particularmente elocuente en una frase de la Energie Spirituelle