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Desde la más remota antigüedad los hombres han buscado un lenguaje a la vez universal y sintético, y sus investigaciones les han llevado a descubrir imágenes, símbolos que expresan, reduciéndolos a lo esencial, las realidades más ricas y más complejas. Las imágenes, los símbolos hablan, tienen un lenguaje, pero el lenguaje simbólico absoluto es el de las figuras geométricas. Las figuras geométricas son como la estructura, como el caparazón de la realidad... Pero estas formas, aunque reducidas al estado de esqueleto, no están muertas sino que representan realidades vivas en el hombre y en el universo. Pero para poder interpretarlas debemos vivificarlas, insuflarles el espíritu; no tienen ningún significado en tanto nos limitemos a estudiarlas como algo externo a nosotros.
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Seitenzahl: 126
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Omraam Mikhaël Aïvanhov
El lenguaje de las figuras geométricas
Izvor 218-Es
ISBN 978-84-932301-9-7
Traducción del francés
Título original:
LE LANGAGE DES FIGURES GÉOMÉTRIQUES
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I EL SIMBOLISMO GEOMÉTRICO
Desde la más remota antigüedad, los hombres han buscado un lenguaje a la vez universal y sintético, y sus investigaciones les han llevado a descubrir imágenes, símbolos que expresan, al reducirlos a lo esencial, las realidades más ricas y complejas.
También vosotros podéis hacer esta experiencia. Si meditáis durante mucho, mucho tiempo sobre un tema, notaréis que en vuestro subconsciente o supra-consciente se está cristalizando una forma simbólica, la de un objeto o figura geométrica, que se corresponde absolutamente con la idea, el pensamiento, la verdad que os preocupa. Por lo demás, es así como se explican los sueños. Con una parte de su ser, el hombre está vinculado a todo el cosmos, él vive y vibra con el Alma cósmica, el Alma universal; así pues, está en contacto con el mundo de los arquetipos, de los principios, de las leyes. Si meditáis sobre ciertas verdades que se encuentran muy alto, en el plano causal, se produce un movimiento en las profundidades de vuestro ser y una forma simbólica aparece en vuestra conciencia. La respuesta a cuestiones que os planteéis puede aparecer también bajo la forma de un símbolo que debéis interpretar.
Para comprender cómo es posible este proceso, hay que saber que por su estructura, el ser humano refleja todo el universo. Todo lo que está en el cielo, en el infierno y aquí en la tierra se refleja en él. Por lo tanto, en el momento en que un Iniciado comienza a meditar sobre un tema determinado, tiene lugar en ese mismo instante en su fuero interno todo un trabajo de decantación, de cristalización en torno a una línea de fuerza... y finalmente surge en su subconsciente o en su supra-consciente un símbolo que le presenta la condensación, el resumen de su meditación. Es la Naturaleza, que le da la respuesta. Si fuera él quien tuviera que encontrar la correspondencia exacta, nunca llegaría a ello, ¡es tan amplia y múltiple la realidad! La Naturaleza es la única que puede hacerlo, pues para ella es matemático, automático.
Sí, es la Naturaleza la que, después de haber efectuado una selección, una condensación, os presenta el símbolo como para deciros: “Aquí está: el tema sobre el que meditáis, este sentimiento, este pensamiento, esta inspiración... aquí lo tenéis expresado en esta imagen...” Yo, por ejemplo, durante años he buscado en mis meditaciones, en mis contemplaciones, elevarme muy alto a fin de abrazar el mundo con una sola mirada, de descubrir una visión sintética que permita captarlo en su unidad, y la imagen que me ha sido presentada es la del cono, cuya proyección geométrica es un círculo con su punto central. Por esto yo considero a esta figura como símbolo del universo. El punto central es idéntico a la cima en la que todo se halla sostenido y reunido y es desde esta cumbre desde donde podemos ver la unidad de la vida en todas sus manifestaciones.
Es importante apoyarse en los símbolos, porque el símbolo es el lenguaje de la Naturaleza misma. Pero para la mayoría de la gente, este lenguaje es aún indescifrable. Me diréis que habéis leído libros acerca de la interpretación de los sueños... Está bien, pero yo no tengo tal confianza en esos libros, pues a menudo las interpretaciones no se corresponden con la realidad, son puras invenciones. Porque tal persona ha soñado con una serpiente, un precipicio o un toro que la perseguía, y posteriormente le ha sucedido tal accidente, se ha generalizado la significación de estas imágenes. Pero puede ser que, para otras personas, estos sueños no tengan la misma significación. Es como los medicamentos: si un medicamento ha curado a alguien, se le da a todo el mundo, pero resulta que no todo el mundo se cura. Vosotros diréis: “Entonces, ¿no hay correspondencia absoluta?” Sí, hay una correspondencia absoluta, pero hay también una correspondencia individual. Conviene, pues, conocer la correspondencia general, pero sin olvidar los matices individuales, y es ahí donde aparecen ciertas diferencias.
Las imágenes de los sueños son, pues, un lenguaje, pero el lenguaje de las imágenes aún no es el lenguaje simbólico absoluto. El lenguaje simbólico absoluto es el de las figuras geométricas. Las figuras geométricas son como la estructura de la realidad, mientras que las imágenes todavía tienen, como si dijéramos, algo de carne, de piel y músculos. Los sueños son todavía formas vestidas. Hay que aprender a ver los símbolos en su aspecto “esquelético” y para ello es preciso ir mucho más lejos y más alto, allí donde se encuentran completamente desnudos, donde están reducidos a puras abstracciones: las figuras geométricas. Sucede en los símbolos como en el ser humano. Es un esqueleto, un armazón sobre el que han venido a añadirse la carne, los nervios, las arterias, las venas, la grasa, la piel... Pero cuando muere, se deshace nuevamente, todo se va, no queda más que lo esencial: el esqueleto.
Cuando los Iniciados del pasado trazaban una línea vertical u horizontal, un círculo o un punto y seguidamente los combinaban: una cruz, un triángulo, un cuadrado, un pentagrama, un hexagrama, o la serpiente que se muerde la cola... introducían en cada una de estas figuras toda una ciencia eterna. El lenguaje simbólico, que es el lenguaje universal, representa la quintaesencia de la sabiduría. Las imágenes pertenecen todavía al plano astral, mientras que los símbolos geométricos pertenecen al plano causal. Si los cristales son considerados como símbolos del plano causal, es porque son la expresión de una geometría pura. Vosotros diréis: “Pero los cristales son minerales, y el reino de los minerales, ¿no es el menos elevado puesto que es el más material?” Sí, pero lo que está abajo es como lo que está arriba, y los cristales reflejan el mundo causal. Así pues, lo que está más abajo, los cristales, los metales, las piedras, reflejan el mundo más elevado, el mundo sublime. Ya os lo he dicho: lo que está abajo es como lo que está arriba, pero invertido.
Y ahora, vayamos más lejos. Al concentraros, al meditar para encontrar la respuesta a un problema que os preocupa, podréis ver aparecer esta respuesta en vuestra conciencia como una imagen o una forma geométrica. Pero lo inverso es también verdad, y a menudo os he mostrado cómo, a partir de un símbolo determinado, es posible volver a encontrar las ideas y las verdades que concretiza. Por eso, el que sabe elevarse hasta la contemplación de un símbolo en el mundo de los arquetipos, siente que se produce en su alma una multitud de movimientos y de vibraciones que hacen aparecer en su consciencia todo un mundo de ideas y de imágenes que nacen naturalmente alrededor de este símbolo. El símbolo puede ser, pues, un punto de partida que permite volver a encontrar de nuevo el mundo que resume. Es lo que explica que existan en la Ciencia esotérica tantas figuras y pantáculos. Para los Iniciados son medios de retornar hacia esas regiones de las que el símbolo era el resumen, de unirse a ellas y disfrutar de su existencia.
Así pues, de la misma manera que el mundo divino del pensamiento puede cristalizarse en símbolos, asimismo al diluir estos símbolos, es decir, al resucitarlos y vivificarlos dentro del alma, podemos descubrir y extraer todas las riquezas que contienen. Se cuenta que cuando Pitágoras quería probar a aquellos que deseaban llegar a ser sus discípulos, les metía en una habitación, en la que sólo había un pequeño cántaro de agua y un trozo de pan, y les daba un símbolo a descifrar: un triángulo o un círculo, por ejemplo... El sabía que el que conoce los métodos puede elevarse muy alto y ver la correspondencia de un símbolo en el mundo de las Ideas.
¡Cuántas veces os he hablado de la semilla! Tenéis una semilla minúscula, la plantáis, y un día se convierte en un árbol formidable. En el pasado, los sabios, los Iniciados vieron que por todas partes en la Naturaleza, en el alma, en los pensamientos, tenía lugar el mismo proceso de desarrollo y, por consiguiente, ellos también condensaron todo un árbol en una semilla. ¿Qué es esta semilla? Es un símbolo, justamente. El Iniciado lo planta en su cabeza, lo riega a menudo y el árbol comienza a crecer; entonces el Iniciado trabaja y se regocija a la sombra de este árbol, coge los frutos, guarda las semillas, las planta, y todo vuelve a comenzar... El mundo de los símbolos es el de la vida. La vida trabaja con símbolos y se manifiesta a través de ellos; cada objeto es un símbolo que contiene vida. Para comprender la vida hay que trabajar con los símbolos y, a la inversa, para descubrir los símbolos y comprender todo lo que contienen, hay que vivir la verdadera vida.
Preguntaréis: “Pero, ¿para qué sirve un símbolo?” Responderé: “Y, ¿para qué sirve una semilla?” Es imposible transportar un árbol y todo un bosque, pero es posible transportar semillas. Los símbolos son semillas que podéis plantar; así trabajáis con una decena de símbolos y poseéis todas las ciencias. Es imposible llevar consigo a todas partes, todos los libros y todas las bibliotecas de la Humanidad, pero con algunos símbolos en vuestra cabeza, esto es posible, pues todos los libros están resumidos en algunos símbolos.
El pensamiento, como la Naturaleza, está regido por dos procesos inversos: la condensación y la dilución. Podéis condensar un problema filosófico hasta reducirlo a una frase, a una semilla. E inversamente, podéis desarrollar esta frase, esta semilla hasta abrazar al universo entero, y ¡tenéis un árbol! Ahora, es esencial para vosotros ejercitaros en estos dos campos: condensar, y luego, diluir; cristalizar, sintetizar, y después introducir la vida, hacerla crecer y circular... Son, si queréis, los dos procesos “salve el coagula”: diluir y condensar. Si queréis ver las cosas en todo su esplendor, su extensión y la finura de su materia, diluidlas en el infinito hasta no verlas ya, hasta hacerlas desaparecer en la eternidad, y eso es solve. Luego, si queréis verlas de nuevo, hacerlas aparecer, condensadlas, y eso es coagula.
Es importante profundizar en el lenguaje de los símbolos, pues haciendo aparecer los vínculos, las correspondencias entre las cosas, se revela la profunda unidad de la vida. Pues la vida tiene esto de particular, que todo en ella se halla perfectamente reunido y dispuesto, cada cosa está en su sitio, funcionando en vinculación con las demás. Cuando el vínculo se corta, es la muerte. Por eso llego a esta conclusión: cuando el hombre se ejercita en encontrar las afinidades y las correspondencias entre las cosas, cuando llega a descubrir que la cohesión del Universo entero se basa, justamente, en estas correspondencias, encuentra la vida. Diréis: “Pero, ¡estaba ya vivo!” No, vosotros confundís la verdadera vida con la vitalidad, con la vida vegetativa. Por supuesto, come, bebe, gesticula, pero la vida tiene sus grados, y el hombre no conoce aún los grados superiores de la vida. Y cuando comienza a comprender las correspondencias lejanas, imperceptibles, sutiles, etéricas, que existen entre cada cosa y cada criatura del Universo, entonces el hombre conoce la verdadera vida y comienza a vivirla.
Notas
1. “Y me mostró un río de agua de vida”, Parte VI: “Los niveles de la conciencia”.
2. “En espíritu y en verdad”, Col. Izvor nº 235, cap. III: “La conexión con el centro”, cap. IV : “La conquista de la cima” y cap. V: “De la multiplicidad a la unidad”.
II EL CÍRCULO
I
Sin duda, habéis tenido ocasión de lanzar una piedra al agua: a partir del punto en el que ha caído la piedra, se ven ondas que se propagan en círculos concéntricos. ¿Os habéis detenido a interpretar este fenómeno?... Los que saben descifrar el gran Libro de la Naturaleza ven, en esas ondas circulares que se desarrollan a partir de un punto central, un proceso grandioso: toda la creación del mundo, expresada geométricamente.
Una gran ciencia, una vasta filosofía está contenida en esta figura . El círculo es el símbolo del universo y el punto representa al Ser supremo que lo sostiene y anima. Mirad, el centro se encuentra a igual distancia de todos los puntos de la periferia, y por ello mantiene al círculo en equilibrio. Entre el punto central y la periferia se dan intercambios ininterrumpidos, y esos intercambios producen la vida en todo el espacio del círculo. Toda la vida está ahí, y vibra, palpita, digiere, elimina, respira, piensa...
Tomemos la imagen de la rueda. Diréis que habéis visto muchas ruedas; sí, lo se, pero no son más que pálidos reflejos de la primera rueda que ha puesto al mundo en movimiento y a la que la Cábala llama Hochmah, la rueda celeste. Toda la jerarquía angélica de los Ophanims, los Querubines, está ahí para hacer girar la rueda, y Binah, a semejanza de Hochmah, hace girar la rueda del destino de todas las criaturas. En el juego de Tarot, la rueda está representada por la décima carta. La décima carta del Tarot es una rueda que gira. Por lo demás, si se interpreta el número 10, constatamos que el 0 es el círculo, y el 1 el punto central. Sí, el 1 es un punto, porque la proyección de una línea vertical sobre un plano horizontal da un punto. Así pues, aquí tenemos al principio masculino, el 1, el punto central, y el 0 es el principio femenino, el círculo. Y cuando el 1 y el 0 se reúnen, es la plenitud. Sin el 1, que es el principio masculino o el espíritu, la materia, el 0, no está organizada. Ella posee todas las riquezas, pero es el 1 quien la organiza. El 0 no debe estar nunca solo, porque entonces seguirá siendo una materia desorganizada, un caos.
Está dicho en el Génesis: “Y el Espíritu de Dios se movía por encima de las aguas…” El Espíritu de Dios es el principio masculino quefecunda la materia, “el agua”, para vivificarlay darle una forma. El agua es el 0, el círculo; yel Espíritu de Dios es el 1, el centro. Sin el espíritu que la anima, la materia permanece informa: “tohu va bohu”, informe y vacía, comodice el Génesis; pero cuando es rozada, animada, trabajada por el Espíritu, todas las posibilidades que contiene comienzan a manifestarse yllega a ser un mundo organizado, un universopoblado de soles y de constelaciones. El universo es pues el 0, y el círculo que ha sido yatrabajado, animado y organizado por el Espíritu, el 1. Pero el 0 sin el 1, permanece ahí inerte, estancado.