El soltero más deseado - Persiguiendo un amor - Una proposición de amor - Victoria Pade - E-Book

El soltero más deseado - Persiguiendo un amor - Una proposición de amor E-Book

VICTORIA PADE

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Beschreibung

El soltero más deseado Victoria Pade Encontrar al marido de sus sueños era algo en lo que Kate Perry había fracasado tres veces. Y de una cosa estaba segura: ese no era Ry Grayson. Aquel amante de las diversiones se oponía en todos los sentidos a lo que ella buscaba. De modo que, ¿por qué no podía dejar de pensar en aquel hombre? Persiguiendo un amor Teresa Hill Wyatt Gray se vio en un aprieto cuando su octogenario tío Leo casi resultó expulsado de su residencia geriátrica por seducción múltiple. Lo único interesante fue Jane Carlton, cuya tía y cuya abuela eran objetos del amor de Leo. Aquella mujer tan estirada suponía un irresistible desafío para un mujeriego como Wyatt, así que, cuando los parientes de ambos se fugaron, él se unió a Jane en su persecución tras ellos... Una proposición de amor Allison Leigh Gabriel Gannon le pidió a Bobbie Fairchild que se hiciera pasar por su prometida para conseguir la custodia de sus hijos. Desde luego, ella no tendría que fingir la atracción sexual que sentía por ese padre entregado. Y ahí precisamente radicaba el problema. Gabe sabía que aquella era su oportunidad de un nuevo comienzo…

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

N.º 448 - septiembre 2022

 

© 2010 Victoria Pade

El soltero más deseado

Título original: The Bachelor’s Northbridge Bride

 

© 2010 Teresa Hill

Persiguiendo un amor

Título original: Runaway Vegas Bride

 

© 2010 Allison Lee Johnson

Una proposición de amor

Título original: Once Upon a Proposal

Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2010, 2010 y 2011

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1141-041-0

Índice

 

Créditos

Índice

El soltero más deseado

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo

Persiguiendo un amor

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Una proposición de amor

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

AQUÍ viene!

Kate Perry oyó el anuncio de la emocionada novia justo cuando, movida por un reflejo, agachó la cabeza ante el sonido de un avión que volaba tan bajo sobre sus cabezas que pensó que iba a estrellarse contra la casa de los Grayson.

Vio a Marti Grayson, su futura cuñada, pasar corriendo entre las puertas de cristal que daban al balcón del dormitorio de la segunda planta desde donde saludó efusivamente mientras dos de las otras damas de honor la seguían.

Kate las acompañó no sin cierta renuencia. No estaba segura de querer estar en el balcón de la decadente y vieja casa si el avión volvía a pasar por allí.

Cosa que hizo justo cuando ella salió afuera.

«FELICIDADES MARTI Y NOAH», decía la pancarta que llevaba enganchada.

—Es Ry —dijo Marti riéndose mientras disfrutaba del espectáculo.

Marti estaba a punto de casarse con Noah, el hermano de Kate, que junto a su hermana Meg eran dos de las cuatro damas de honor, pero Meg estaba ayudando a Noah con su corbata mientras Kate se quedaba con la novia y el resto de damas de honor.

—Sé que Noah dijo que tu hermano vendría en avión, pero ¿significa eso que pilota su propio avión?

—Eso es lo que significa —le confirmó Marti—. Di lo que se te ocurra y Ry lo hará: pilota su propio avión, coches de carreras y motos, practica deportes extremos, se tira al mar desde acantilados… hace cualquier cosa. Nuestro Ry no le tiene miedo a nada. No es más que un niño grande. No creo que crezca nunca —concluyó la novia cariñosamente.

Kate forzó una sonrisa, aunque para ella lo que Marti estaba diciendo sobre Ry Grayson, y muchas de las otras cosas que ya había oído de él, sólo hacían que ese chico pareciera un inmaduro y un temerario.

Se reservó su opinión, sin embargo, ya que todo el mundo volvió a entrar en el dormitorio para continuar con los preparativos de última hora. Su opinión sobre Ry Grayson no le importaba a nadie más que a ella.

—Estoy deseando que Ry te conozca, Kate —estaba diciendo Marti—. Sé que en la boda de Wyatt y Neily estabas fuera del pueblo y que por eso no lo conociste entonces, pero te va a encantar… a todo el mundo le encanta.

Kate volvió a fingir una sonrisa y en esa ocasión, además, asintió con la cabeza.

Sabía que a todo el mundo que había conocido al tercer trillizo Grayson cuando había estado en su pequeño pueblo natal de Northbridge, Montana, le había encantado. Y aún seguían hablando de él a pesar de que ya habían pasado tres semanas desde entonces. «Lleno de vida. Hará lo que sea por divertirse. Un loco extravagante. Divertido, divertido, divertido…».

Ésas eran sólo algunas de las cosas que Kate había oído sobre Ry Grayson. Pero ¿sobrevolar una casa con un avión y una pancarta de felicitación? Eso iba a darle más puntos de popularidad todavía.

Los trillizos Grayson eran los nietos de Theresa Hobbs Grayson, una nativa de Northbridge que había dejado el pueblo cincuenta años atrás. Theresa había regresado hacía poco tiempo aquejada de una demencia y un desequilibrio mental que la habían llevado a su desierta casa en busca de algo que decía que le habían arrebatado.

Sus nietos, Marti, Wyatt y Ry, que además eran sus tutores, habían optado por dejar que Theresa se quedara en Northbridge mientras investigaban su historia e intentaban solucionar lo que su abuela creía que le habían hecho mucho tiempo atrás.

En Northbridge, tanto Wyatt como Marti habían encontrado pareja: Wyatt se había casado con Neily Pratt y ahora Marti se casaría con Noah, el hermano de Kate. Pero mientras que a Kate le caían muy bien Wyatt y Marti por ser unas personas sensatas y con los pies en la tierra, no tenía demasiadas ganas de conocer al fanfarrón de Ry.

Alguien llamó a la puerta en ese mismo instante y Meg, la hermana de Kate, entró con una caja llena de diminutas margaritas.

—La florista ha dicho que es para que nos las pongamos en el pelo —dijo Meg al dejar la caja sobre la cama.

—¡Son una sorpresa! —les contó Marti—. Las encargué pensando en ti, Kate. Me parecían perfectas para tu pelo rojo y rizado ya que hoy lo llevas peinado hacia atrás. Así que, como no tenemos ni adornos para la cabeza ni sombreros, ponéoslas todas.

Kate agradeció el detalle de que hubiera pensado en ella especialmente y se llevó sus margaritas a uno de los muchos espejos que se habían colocado en la habitación para la ocasión.

Cabello rojo y rizado; así era su pelo, unas grandes ondas color caoba. Tenía un buen pelo; de hecho, en el instituto lo habían votado como «El Mejor Pelo», pero a menudo Kate se preguntaba si le traía problemas, ya que parecía que atraía a la clase de hombres con los que no quería volver a tener relación.

Tal vez debiera teñírselo…

Si se cambiaba el color de pelo, ¿cambiaría también su suerte con los hombres?

Lo tendría en cuenta…

Cuando terminó de colocarse cuidadosamente las flores, preguntó si las demás necesitaban ayuda, pero como no fue así, empleó ese tiempo en hacer una última comprobación de su aspecto.

La máscara de pestañas resaltaba el color verde azulado de sus ojos. El colorete ayudaba a resaltarle los pómulos sobre su clara piel y esperaba que un toque más sobre su nariz camuflara lo que ella veía como una nariz demasiado ancha y puntiaguda.

Llevaba los labios cubiertos por un brillo malva que hacía juego con los vestidos de las damas de honor y le encantaban los pendientes que Marti le había regalado; eran unas pequeñas lágrimas de diamantes. Tradicionales y conservadores. Como Kate, que era sencillamente una chica de pueblo chapada a la antigua.

Todas seguían colocándose sus flores cuando una ráfaga de viento de junio entró por las puertas de cristal. Kate fue a cerrarlas justo cuando se oyó el fuerte sonido de una moto acercándose.

—Será Ry otra vez —dijo Marti—. Wyatt le ha dejado una moto en el punto donde tenía que aterrizar para que pudiera llegar aquí lo antes posible. Ahora ya podremos empezar.

Pero hacía aproximadamente veinte minutos que su hermano había sobrevolado la casa. ¿Había podido en ese tiempo aterrizar un avión, subirse a una moto y llegar ahí?

Cerró las puertas, pero la curiosidad le hizo seguir mirando a través del cristal la llegada del hombre ataviado con casco y mono.

¿Mono? Al menos tendrían que esperar a que se cambiara, ¿no?

El hombre detuvo la moto en seco, apagó el motor y, aún sentado en la gran máquina, se quitó el casco.

Un cabello dorado resplandecía bajo el sol de la tarde de domingo. Lo llevaba muy corto por los lados y por detrás, pero se pasó una mano por la parte de arriba para peinarlo a la perfección.

Desde la distancia, Kate no podía ver detalladamente los rasgos de su cara, pero sí que pudo comprobar que era tan guapo como había oído. Tenía una masculina estructura ósea que parecía esculpida y una barbilla fuerte y bien definida. Kate no tuvo duda de que se trataba de Ry Grayson porque se parecía a sus hermanos. E incluso sin mirarlo de cerca, podía decir que Ry era la joya de la corona de la familia en lo que concernía al físico. Wyatt y Marti eran más que atractivos, pero él era impresionante.

Ry colgó el casco en el manillar y levantó una pierna por encima del asiento para bajar de la moto. Después, se desabrochó el mono para descubrir un elegante esmoquin.

Primero la avioneta, a continuación la moto y después el mono de trabajo que se quitó para transformarse en el elegante padrino; se debía de creer que era James Bond.

Justo en ese momento alguien llamó a la puerta; el fotógrafo quería saber si podía sacar unas instantáneas de la novia arreglándose junto a sus damas de honor.

—¿Puedes abrirle la puerta, Kate? —preguntó Marti.

Kate le echó un último vistazo a Ry Grayson, que estaba entrando en la casa, y fue a hacer lo que le había pedido la novia.

Pero mientras se dirigía a la puerta se dio cuenta de que estaba algo ansiosa por que el espectáculo comenzara para poder ver de cerca de ese hombre.

Sin embargo, fue algo pasajero, porque al instante se juró a sí misma: «¡No más Peter Pans!».

Y lo decía en serio.

«¿Por qué siempre tendrán que venir en un envoltorio tan excelente?».

 

 

—¡Kate! ¡Ahí estás! ¡Por fin! Cada vez que creo que voy a poder presentarte a Ry, te escapas.

Kate sonrió a su nueva cuñada como si no supiera de qué estaba hablando Marti cuando, en realidad, había estado haciendo lo posible por evitar las presentaciones desde que la ceremonia había terminado.

Pero ahora Marti la había arrinconado, literalmente, en el comedor.

—Ry, te presento a Kate, la otra hermana de Noah, la que no conoces porque no pudo ir a la boda de Wyatt. Kate, te presento a Ry.

—Kate —repitió él con una profunda voz tan sexy que hizo que con sólo pronunciar su nombre pareciera que le había susurrado una palabra de cariño.

—Encantada de conocerte —mintió ella con una sonrisa tensa y mientras lo miraba fijamente por primera vez… algo que, también, había estado evitando.

¿Y era menos guapo cuando podía analizarlo detenidamente? ¡No! Era mucho, mucho más guapo de cerca.

Esa prominente barbilla tenía un hoyuelo. Los extremos de sus labios se alzaron al sonreírle con una intrigante aura de misterio. Su recta nariz tenía el tamaño perfecto y sus ojos no eran simplemente azules plateados; tenían un tono metalizado espectacular y centelleante.

—¿En tu familia eres la mayor, la pequeña o estás en el medio?

—Soy la pequeña, pero en este momento del año Meg y yo tenemos la misma edad porque sólo nos llevamos diez meses. Jared es el mayor, Noah es el segundo y después vamos Meg y yo.

—Yo también soy el bebé de la familia —bromeó—. Wyatt fue el primero en nacer, Marti siete minutos más tarde y yo diez minutos después.

—¿Eso tiene que ver con que seas el espíritu joven de tu familia?

—¿El espíritu joven?

—El temerario.

—He corrido algunos riesgos, eso es verdad.

—Le has dado un susto de muerte a la pobre Kate cuando has sobrevolado la casa —comentó Marti—. Creo que se pensaba que un avión iba a estrellarse contra nosotros.

Él no había apartado la mirada de Kate ni siquiera mientras había hablado su hermana y ahora tampoco lo hacía:

—Entonces se te debe de asustar con mucha facilidad.

—Sonaba como si fueras a aterrizar en la habitación —dijo Marti.

Él sonrió como si eso fuera exactamente lo que había pretendido, pero finalmente apartó la mirada de Kate para mirar a Marti.

—Tenía que avisarte de que estaba llegando —le respondió sin ningún remordimiento—. Y quería que vieras la pancarta.

Marti volteó los ojos, como si no quisiera hacerle ver que le habían encantado sus payasadas, pero fue a Kate a la que le dijo:

—Hoy voy a perdonárselo todo porque ha logrado que la abuela salga de la cocina, que es donde se pasó escondida toda la boda de Wyatt porque la asusta estar rodeada de mucha gente. Lo ha visto todo desde detrás de donde la gente estaba sentada… Al menos me ha hecho sentir que ha formado parte de mi boda, aunque haya sido un poco.

—La he visto, a ella y a su enfermera —dijo Kate. Además, había visto por el rabillo del ojo las frecuentes miradas que Ry Grayson había lanzado en esa dirección, acompañadas de reconfortantes sonrisas.

—Por Ry hace cosas que los demás no logramos que haga. Es todo un maestro —dijo Marti con admiración.

—Pero tu abuela no se ha quedado abajo después de la ceremonia, ¿verdad? —preguntó Kate porque no había visto a Theresa desde que a Noah y Marti los habían declarado marido y mujer.

—Ni siquiera Ry ha podido convencerla, no —dijo Marti con tristeza—. Es muy asustadiza y se siente avergonzada de ver a gente de Northbridge; estoy segura de que Noah te ha dicho que estamos intentando averiguar por qué e intentando convencerla de que no tiene que sentirse así.

Pero como si eso no fuera un tema apropiado para una ocasión tan festiva, Marti cambió de conversación y le dijo a su hermano:

—Ry, también quería que conocieras a Kate porque es masajista.

Eso provocó una lenta y lasciva sonrisa en el bello rostro de Ry Grayson.

—Masajista… ¿En serio? ¿Sabes? Cuando alguien dice que es masajista, lo primero en lo que uno piensa es en…

—¿Masajes médicos y terapéuticos? —dijo Kate, a pesar de saber muy bien lo que estaba sugiriendo.

—Ry… —dijo Marti con un exagerado tono de censura—. ¿No estarás insinuándote a la nieta del reverendo, a la que acabas de conocer en mi boda, cuando lo que yo intento es conseguirte ayuda médica, verdad?

—¿Quién? ¿Yo? —preguntó él, la pura imagen de la inocencia si no fuera por el pícaro brillo de sus ojos.

Marti sacudió la cabeza y le dijo a Kate:

—Puede llegar a ser incorregible.

—Jamás me lo habría imaginado —respondió Kate en voz baja.

Pero en lugar de sentirse insultado por el comentario, él volvió a reírse y una vez más fijó su mirada en la de Kate como si estuviera divirtiéndose con su educada contrincante.

—Bueno —continuó Marti—. Lo que iba a decirte, Kate, es que Ry se hizo daño en el hombro ayer… probando el monopatín del hijo de su vecino, aunque no te lo creas. Pensé que podrías hacer algo ya que no ha podido ir a ver al médico en Missoula antes de venir aquí.

Kate no tuvo oportunidad de responder a eso porque su hermano apareció detrás de Marti justo en ese momento, insistiendo en que había alguien a quien su recién estrenada esposa debía conocer.

—¿Puedo dejarte solo con Kate? —le preguntó Marti a Ry.

—Totalmente. Me comportaré lo mejor que sé —le juró alzando la mano derecha.

Pero Marti no debió de quedarse convencida del todo porque aun así dijo:

—No se lo pongas difícil a Kate. Recuerda que ahora es mi cuñada y, además, la nieta del reverendo.

—Me comportaré lo mejor que sé —repitió Ry.

Su hermana le lanzó una mirada de advertencia antes de dejarlo a solas con Kate, que seguía en una esquina y alzó la barbilla, preguntándose si Ry Grayson iba a mantener su palabra o no, y preparándose por si no lo hacía.

Entonces él la sorprendió diciendo:

—Así que eres la hermana pequeña de Noah. Wyatt y yo lo apreciamos mucho.

—Me alegro —dijo, y lo pensaba realmente.

—No creíamos que nadie pudiera reemplazar al chico con el que Marti estuvo antes, Jack. Lo conocíamos desde que éramos niños y era más que un amigo. Era uno de nosotros. Cuando murió en el accidente de coche de camino a su boda, Wyatt y yo lo lloramos casi tanto como Marti.

—Debió de ser horrible —dijo Kate dejando caer un poco la guardia, muy a su pesar, por lo que él estaba diciendo y porque parecía sincero y sentido.

—Era difícil que alguien pudiera igualarse a Jack —continuó Ry—. Y aunque nunca se lo dijimos a Marti, no creíamos que pudiera volver a gustarnos otro chico para ella. Pero Wyatt y yo hemos hablado sobre ello y aunque Noah es distinto a Jack, nos parece un tipo genial.

De acuerdo, Ry estaba ganando puntos con cada palabra que decía sobre Noah. Kate no podía evitarlo, le gustaba saber que los cuñados de su hermano lo habían acogido en la familia de un modo tan entusiasta. Le gustaba que Ry Grayson le dijera…

—Y también creemos que nos ha tocado la lotería con Noah en lo que respecta a la remodelación de Home-Max.

Noah era el constructor al que habían contratado para restaurar la casa en la que Theresa Hobbs Grayson había vivido su infancia. Así fue cómo se conocieron Noah y Marti y posteriormente Noah accedió también a construir el edificio que albergaría la sucursal en Northbridge de la cadena familiar de tiendas de bricolaje.

Ry siguió con sus elogios.

—Hay lugares de la casa en los que Noah ha sustituido una sección de las partes originales y cuesta distinguir qué es nuevo y qué es viejo.

—Es muy bueno en su trabajo —dijo Kate. Después, para probar cuánto apreciaban los Grayson a su hermano, y sabiendo que Noah estaba preocupado por lo que Ry y Wyatt pudieran pensar de él después de haber dejado embarazada a Marti tras un encuentro después de que acudieran a una convención de ferretería, añadió: —¿Y lo del bebé? ¿Os parece bien a Wyatt y a ti?

La pregunta no pareció desconcertar a Ry.

—Nos parece bien. La verdad es que…

Se movió ligeramente hacia ella como si fuera a contarle una confidencia, y Kate pudo percibir su fresco aroma a cítricos.

—… no me gustó nada lo que Marti nos había dicho al principio. Decía que había sido por inseminación artificial y temí que lo hubiera hecho porque se sintiera sola después de perder a Jack. Sentí que Wyatt y yo debíamos de haber fracasado, que no le habíamos dedicado el tiempo y la atención que necesitaba. Pensé que la habíamos fallado. Pero saber que había conocido a alguien que le había hecho darse cuenta de que no había muerto con Jack, alguien con quien había deseado pasar esa noche, demuestra que es humana y que ha superado lo de Jack. Y a decir verdad, fue un alivio para mí no tener que pensar que la habíamos fallado.

Kate no pudo evitar sonreír ante eso… y desear que él no acabara de darle una razón para gustarle.

—¿Y qué me dices de vosotros? ¿La familia de un reverendo? ¿Estáis escandalizados porque el embarazo haya venido antes que la boda? ¿O acaso tenéis ahora un peor concepto de Marti por ello?

—No —dijo Kate sin vacilar—. Los que sabemos que Marti está embarazada no nos avergonzamos ni pensamos mal de ella.

—¿Los que lo sabéis?

—Noah aún no se lo ha dicho al reverendo…

—¿Llamas «el Reverendo» a tu abuelo?

—Nadie lo llama de otro modo —dijo Kate antes de pasar a responder su pregunta—. El reverendo se escandalizaría si un miembro de su familia hubiera concebido un niño fuera del matrimonio, y por eso Noah ha pospuesto el decírselo. Dentro de un mes aproximadamente se lo dirá como si acabara de pasar, pero el resto lo sabemos y, ya que va a ser nuestro primer sobrino, estamos emocionados. Meg y yo ya hemos empezado a comprar cosas para el bebé y queremos mucho a Marti. Para nosotras es como otra hermana y no podría haber nadie mejor que ella para nuestro hermano.

—No, no puede haber nadie mejor —confirmó Ry. Después, con ese tema zanjado, le sonrió y dijo—: Bueno, ¿hablamos de masajes terapéuticos?

En esa ocasión no se sintió en absoluto ofendida por el comentario.

—A eso me dedico, sí. ¿Y dices que te has hecho daño jugando con el monopatín del hijo de tu vecino?

—Supongo que es por eso del espíritu joven —le respondió en tono de burla—. Pero ya me he dislocado el hombro dos veces, así que no tuve que hacer muchos esfuerzos para que se me saliera, y cuando intenté subir por el medio tubo, me caí varias veces. El resultado es que tengo el hombro bastante dolorido y entumecido, pero por lo general un buen masaje terapéutico me ayuda.

El modo en que lo dijo, con esa sonrisa, la hizo sonreír a ella también. Resultaba muy peligroso estar pasándoselo bien con un adulto que se había hecho daño jugando con un monopatín. De todos modos, lo que estaba empezando a sentir no podría pasar de ahí.

—Mañana por la tarde estaré en mi consulta de la clínica —dijo forzando una buena dosis de profesionalidad en su voz—. Tengo la agenda llena, pero si vienes a las seis me quedaré una hora más como un favor a Marti, ya que eres familia —añadió pensando que eso tal vez le serviría para mantener las distancias.

—Familia… —repitió él—. Mm… No sé si me gusta pensar en mi masajista como familia.

—Pero eso es lo que somos —insistió ella—. Simplemente familia.

—Odio decírtelo, pero en ti no veo nada que sea simple —le dijo Ry con la mirada clavada en su cabello.

Pero en lugar de responder al típico comentario sobre su pelo, Kate le dijo:

—Me toca llevar al reverendo a casa y estoy segura de que quiere marcharse porque ya han cortado la tarta. Así que, ¿qué prefieres? ¿Mañana a las seis u ocuparte tú mismo de tu hombro?

Ry Grayson se rió.

—Oh, está claro que no quiero ocuparme de mi hombro. Estaré allí a las seis; estoy seguro de que alguien puede decirme dónde está la clínica.

—Está en el lado oeste de Main Street. Podrías ir caminando desde aquí.

—Allí estaré —le aseguró.

En ese punto, Kate, que estaba prácticamente acorralada contra una esquina, se movió pero con ello sólo logró acercarse más a él, lo suficiente como para volver a oler su colonia. Lo suficiente como para sentirse algo incómoda.

Y él no se apartó, sino que se quedó donde estaba, mirándola desde su metro noventa y eclipsando el metro sesenta de ella.

En esa ocasión su sonrisa fue casi infantil y sexy a la vez e hizo que a Kate el corazón le latiera más deprisa.

—Nada ni por lo más remoto simple —repitió Ry, más para sí, que hablándole a ella.

Después se giró hacia un lado y la dejó pasar.

—Avísame si cambias de opinión con lo de mañana para que no esté esperando.

—Necesito el masaje, no cambiaré de opinión.

—Entonces, hasta entonces —dijo sintiéndose estúpida por haber usado la palabra «entonces» dos veces.

Y una vez se alejó de él, comenzó a buscar a su abuelo para poder salir de allí antes de tener que toparse de nuevo con Ry Grayson.

Porque sí, aunque era positivo haber establecido una relación relativamente amistosa con el cuñado de su hermano, no quería que esa relación pasara de ahí.

Se había lesionado jugando con un monopatín, ¡por el amor de Dios! Era como si ese chico estuviera pidiendo a gritos: «¡No quiero crecer!».

Y además de haber llegado a un punto en su vida en el que sabía exactamente lo que quería, Kate tenía experiencia para distinguir con qué clase de hombre nunca podría tener algo, y nada que hubiera aprendido sobre Ry Grayson después de conocerlo en persona había cambiado la opinión previa que tenía de él.

El hecho de que tuviera un físico fantástico, que fuera afable y divertido suponía una amenaza triple y lo descartaba definitivamente como un candidato para lo que ella estaba buscando.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

ASÍ que ahora vas a pasar un tiempo conmigo, Ry?

—Sí, abuela —respondió él sin señalar que era la tercera vez en el día que le había hecho la misma pregunta, y eso que acababan de terminar de desayunar—. Marti está de luna de miel y Wyatt ha vuelto a Missoula. Vendrá un día de esta semana, pero mientras tanto, estaremos solos tú y yo, muñeca —bromeó haciéndola reír—. Bueno, tú, yo y Mary Pat —se corrigió.

La enfermera de Theresa, Mary Pat, propuso llevarse a Theresa al piso de arriba para vestirla y, cuando las dos mujeres se levantaron de la mesa, la anciana le dijo a Ry:

—Creo que no te va a gustar estar aquí.

Eso era nuevo.

Ry enarcó una ceja.

—¿Y eso por qué, abuela?

—Es un lugar tranquilo, aquí las cosas van más despacio. No creo que vaya a ser suficiente para ti.

—Bueno, ya sabes que normalmente puedo armar un poco de jaleo —le dijo guiñándole un ojo porque sabía que eso siempre le hacía gracia y, efectivamente, Theresa no pudo evitar reírse mientras Mary Pat la sacaba de la cocina.

Ry le dio un sorbo a su segunda taza de café.

Tal vez su abuela no siempre estaba en su sano juicio, pero todavía había algunas cosas que comprendía bien. Y en ese caso tenía que darle la razón porque tal vez Northbridge no era sitio para él. Sólo había estado allí para la boda de Wyatt tres semanas antes y ahora de nuevo para la de Marti, de modo que no conocía mucho el lugar. Sí que sabía que sus hermanos adoraban el pequeño pueblo, pero a pesar del hecho de haber conocido a gente muy agradable, el lugar en sí mismo le parecía demasiado aletargado para él, demasiado tranquilo, como había dicho su abuela.

Pero tanto si le gustaba Northbridge como si no, sus hermanos y él siempre habían compartido la responsabilidad de su abuela y, cuando ella se había escapado para ir allí, Wyatt, Marti y él habían decidido que, si Northbridge era el lugar donde Theresa quería estar, Northbridge era donde debía estar, incluso aunque eso significara tener que turnarse para estar allí con ella.

Claro que ahora que Marti y Wyatt se habían casado con habitantes del pueblo, se comentaba que podrían instalarse permanentemente allí. Si eso sucedía, Ry pensaba que él podría residir en Missoula, que era donde se encontraba la central de Home-Max, y no tendría que pasar mucho tiempo en Northbridge. Pero por el momento, ahí estaba, cumpliendo su turno para ayudar a Theresa.

Y no muy emocionado, por cierto, de verse básicamente secuestrado en una zona despoblada de Montana, que era lo que pensaba del pequeño lugar.

No podía decir que Northbridge fuera un mal sitio ya que, por lo poco que había visto, tenía su encanto, pero era pequeño y con limitaciones. Y a Ry no le gustaban las limitaciones.

A él lo que le gustaba era la actividad y tener siempre muchas opciones para hacer cosas. Lo último que quería era tranquilidad.

Es más, se alegraba de que Marti y Wyatt le hubieran dejado encargado de hacer varias cosas. Además de ocuparse de su abuela, tenía que ocuparse de la nueva tienda Home-Max que iban a abrir allí. Habían comprado varios locales anexos en la calle principal que necesitaban una reforma antes de poder albergar el negocio y supervisar las últimas fases del proceso era una de sus tareas.

Además, tenía que ir haciendo inventario de todos los artículos de la tienda que iban recibiendo y organizar cómo sería el funcionamiento de la misma.

No había duda de que tenía trabajo suficiente para mantenerlo ocupado.

Y además estaba el asunto de ese tal Hector Tyson, el tipo al que tenía que buscar y que se había aprovechado de Theresa cuando era joven. Relacionado con esto también estaba el misterio del pasado de su abuela que sus hermanos y él estaban intentando resolver; había prometido empezar a investigar para descubrir qué era eso que su abuela decía que le habían arrebatado y que había ido a buscar a Northbridge.

Y por supuesto también estaba el masaje…

El masaje de Kate Perry.

No había podido dejar de pensar en ella desde que la había visto por primera vez el día antes.

¡Era tan preciosa! Con ese increíble cabello rojizo que le hacía pensar que era irlandesa y esa piel de alabastro. Si a eso le añadías las delicadas líneas de su nariz, sus mejillas sonrosadas y la pura elegancia de su mandíbula, parecía que estaba hecha de porcelana en lugar de piel y huesos.

Después estaban sus sublimes curvas y sus ojos, que no eran simplemente azules ni verdes, sino una mezcla perfecta de ambos, como una unión entre el mar y el cielo. Brillantes, luminosos, casi eléctricos; eran unos ojos impresionantes con los que completar la imagen de una mujer verdadera y asombrosamente bella.

Sólo el recuerdo era suficiente para robarle el aliento. Incluso la figura de su hermana recorriendo el pasillo de la iglesia, las notas de la música y el perfume de las flores se habían desvanecido ante sus ojos haciendo que sólo destacara la imagen de lo único de lo que había sido consciente: Kate Perry.

Era lo más extraño que le había pasado en la vida y ahora, mientras desayunaba en la mesa de la cocina, no podía evitar seguir pensando en ella y en lo ligeramente inquietante que eso le resultaba.

Sin embargo, a pesar de la reacción tan poderosa que había tenido al verla, no quería darle importancia. Tal vez era la mujer más bella que había visto nunca, pero no era la clase de mujer con las que él se relacionaba.

Las mujeres con las que él salía estaban llenas de vida, eran espíritus libres, alegres y aventureras, extrovertidas y dispuestas a todo, igual que él. Las mujeres con las que salía habrían flirteado descaradamente con él cuando Marti los presentó.

¿Pero la nieta mojigata de un reverendo? ¿Una mujer tan estirada que parecía que tenía un palo metido bajo la cremallera de su vestido de dama de honor? ¿Una mujer a la que el hecho de que se hubiera lesionado jugando con un monopatín no sólo no le había resultado gracioso, sino que había actuado como si le pareciera una estupidez, algo infantil? ¿Una mujer tan reservada, tan contenida, tan estirada?

No, no. No, gracias.

Lo había intentado con varias mujeres así y sabía que no estaban hechas para él, que su personalidad chocaba con las de ellas, que pretendían cambiar su manera de ser y de comportarse.

De modo que, aunque Kate Perry fuera una belleza, no estaba interesado.

Además, también estaba el hecho de que vivía en Northbridge y de que ahora era la cuñada de Marti. No quería que nada, aparte de su abuela, lo uniera a ese lugar, y tampoco quería una relación con cuñados de sus hermanos. Ya había salido con la hermana de la primera esposa de Wyatt y, cuando no funcionó, la relación con su hermano se volvió algo tensa.

Por todo ello, Kate Perry era zona prohibida para él.

Bueno, menos esa tarde, cuando le diera el masaje.

Si el hombro no le doliera tanto, habría cancelado la cita… de eso no tenía duda, pero lo necesitaba, si quería evitar tomar analgésicos.

Aun así, estaba un poco preocupado por lo que podría pasar, de forma puramente involuntaria, cuando alguien como Kate Perry lo tocara. Por eso no dejaría de recordarse que esa mujer no estaba hecha para él y tendría cuidado de no acabar con los pantalones quitados.

 

 

«Entra, hazlo y márchate».

Eso fue lo que Kate se dijo en la puerta de la sala de tratamiento donde la recepcionista había llevado a Ry Grayson antes de marcharse a casa. El quiropracticante con quien compartía consulta no trabajaba los lunes y eso significaba que las únicas personas que quedaban allí eran Ry y ella con un masaje pendiente.

Un masaje que no sería distinto a ningún otro que hubiera dado antes porque él no era más que un cliente.

Pero entonces, ¿por qué temía tanto ese momento?

¿O acaso estaba sintiendo otra cosa?

No, era miedo. Tenía que serlo. ¿Por qué iba a ser otra cosa? ¿Una cosa parecida a los nervios por volver a verlo?

No.

Y aunque fuera así, no le daría importancia.

Estaba buscando un marido, quería lo que siempre había querido, encontrar al hombre con el que construir una vida, el hombre que querría lo mismo que ella: casarse, comprar una casa y formar una familia. Y estaba harta de que la alejaran de ese propósito hombres que no buscaban lo mismo.

Formal, centrado, serio, ése era el hombre que buscaba. Alguien que tuviera claras sus convicciones, que se conociera a sí mismo y supiera lo que quería. Alguien como ella.

Y no malgastaría ni un minuto de su tiempo con un hombre que no reuniera esas cualidades porque haberlo hecho tres veces ya era suficiente. Más que suficiente. Tres compromisos fracasados eran más de lo que una persona podía soportar.

De modo que no más chicos como Ry Grayson.

Su propia hermana había dicho que era como un niño y que no creía que fuera a crecer nunca.

Sí, tal vez se había quedado algo prendada de él en la boda y tal vez por eso lo que estaba sintiendo podía ser emoción ante la idea de volver a verlo ya que, después de haberse sincerado con ella, de que le hubiera dicho lo mucho que apreciaba a su hermano, no podía negar que ese hombre era encantador y atractivo.

Pero había aprendido… en tres ocasiones… que el encanto y el atractivo no la llevarían al altar, y no podía dejar que el encanto y el atractivo volvieran a cegarla. Tenía un objetivo en el que centrarse. No permitiría que alguien que no fuera un compañero de vida potencial la abordara.

Y en lo que concernía al masaje, era una profesional y podía hacerlo sin que supusiera nada más.

Con eso en mente, Kate se puso derecha y, sin dejar de pensar en sus objetivos, se fabricó un escudo con el que protegerse del encanto y el atractivo de Ry Grayson. Respiró hondo varias veces para aclararse la mente y tomar fuerzas y, a continuación, llamó a la puerta con decisión.

—Me encuentro en una situación algo indecorosa, puedes pasar.

Eso no se lo había dicho nunca nadie.

Kate contuvo una sonrisa y entró.

—Hola. Siento haberte hecho esperar —le dijo sin muestra alguna de remordimiento.

—Creo que me he quedado dormido, así que aunque me hayas hecho esperar, no me he dado cuenta.

Estaba tumbado boca abajo sobre la camilla de masajes con los brazos a los lados. No había utilizado la sábana que le habían dado para cubrirse probablemente porque estaba vestido de cintura para abajo… aunque estaba desnudo de cintura para arriba. Desnudo, bronceado, con unos hombros anchos sobre un perfecto y musculado torso en forma de «V» y un trasero igual de impresionante que, cubierto por esos vaqueros, le produjeron un leve escalofrío por los brazos.

—¿Hace frío aquí dentro? —preguntó ella.

—Yo estoy bien —respondió él.

—Mientras tú estés cómodo… —dijo mintiendo para cubrir su reacción—. ¿Qué hombro está dándote problemas? —le preguntó mientras se acercaba a la camilla.

—El izquierdo.

—Puedo emplear aceite o loción, ¿qué prefieres?

—Me da igual.

Kate eligió aceite y se lo echó en las manos para calentarlo mientras intentaba no admirar la masculina magnificencia de esos hombros, esa espalda que podía hacer babear a cualquiera y unos bíceps que parecían esculpidos.

Se colocó en la cabecera de la camilla.

—¡Bonitos pies! —exclamó él cuando pudo verla por la abertura que tenía el reposacabezas—. ¿Esmalte y un anillo en el dedo? Eso sí que es una sorpresa.

—El esmalte me lo puse para la boda porque los zapatos eran abiertos por delante, y el anillo hace tanto que lo llevo que no me lo puedo quitar —dijo como restándole importancia.

Pero lo cierto era que se había retocado el esmalte y que nunca había intentado quitarse el anillo. No quería que él supiera que le tenía cariño a ese fino aro de plata, fruto de su inconformismo cuando era una adolescente.

Tampoco mencionó el hecho de que lo que habría visto en otra ocasión habrían sido unos toscos zuecos y que ese día se había decantado por las sandalias pensando en él, a pesar de no querer admitirlo.

—Ahora voy a tocarte —le advirtió porque a veces a sus clientes les gustaba saberlo de antemano.

—Adelante —dijo él con una sexy risa.

—Soy bastante fuerte, así que, si te hago daño, dímelo enseguida.

—Hazme lo que quieras, creo que puedo soportarlo.

«Has dicho que ibas a tocarlo, pues ¡hazlo!».

Pero le preocupaba lo que tocarlo pudiera provocar en ella. Nunca había sentido nada al tocar a ningún otro paciente, pero Ry Grayson… había algo distinto en él.

Sin embargo, no tenía elección y por eso tomó aire y posó las manos sobre sus hombros.

Otra oleada de esos escalofríos volvieron a recorrerle los brazos, pero puso todos sus esfuerzos en ignorarlos y, cuando lo logró, comenzó a hacerse una idea de a qué estaba enfrentándose desde el punto de vista terapéutico.

—Vaya, tienes unos nudos muy grandes y duros.

—Grandes y duros… ¿no se supone que eso es bueno? —le respondió él con otra carcajada.

Estaba claro que ese hombre era incorregible.

Kate apartó las manos.

—Voy a tener que soltar los nudos con algo de calor antes de que pueda ponerme con ellos —le dijo sin hacer caso a su comentario.

Después salió de la sala y, en silencio, se dejó caer contra la pared de fuera. Tomó aire unas cuantas veces más y se dijo que estaba siendo ridícula, además de repetirse por qué no podía permitir que estar al lado de Ry Grayson la afectara.

Pero hasta que no respiró hondo por sexta vez, no tuvo la fuerza suficiente para cruzar el vestíbulo hasta el área de suministros y continuar con lo que tenía que hacer.

Sacó unas bolsas de un cajón y las calentó en el microondas. Después sacó dos toallas húmedas calientes de la olla eléctrica en la que las guardaba y volvió a la sala de tratamientos.

Cuando puso la primera toalla, después las bolsas calientes y, sobre ellas, la segunda toalla, el gemido que salió de la boca de Ry Grayson se pareció demasiado al gemido que podría emitir durante el desarrollo de unas actividades mucho más íntimas.

Kate tragó con cierta dificultad, se apoyó contra la pared y decidió intentar mantener una conversación educada e inofensiva para mantener ocupada su mente.

—¿Acabó ayer tu abuela bien el día o se llevó algún disgusto?

—Estuvo bien. Aprecia mucho a Noah y se alegró de volver a ver a Marti feliz.

—¿Y le pareció bien que Marti se marchara de luna de miel? Sé que Marti estaba preocupada por cómo se lo iba a tomar.

—Eso es porque la abuela tiene altibajos y nunca sabemos cómo se va a tomar las cosas. Pero el hecho de que tanto Marti como Wyatt se hayan marchado esta mañana no ha parecido molestarla. Hoy, durante el almuerzo, se ha mostrado casi alegre. Después se ha echado una siesta y ha tenido la misma pesadilla que tiene últimamente… no sé cuánto te ha contado Noah sobre lo que pasa con mi abuela.

—No pensaba que fuera un secreto… sobre todo ahora que somos familia —Kate lanzó ese comentario como recordatorio, por su propio bien y por el de él—. Sé que cuando tu abuela tenía diecisiete años sus padres murieron y a ella la acogieron Hector Tyson y su esposa. Sé que él le compró una gran parte de su tierra por una ganga y que después se hizo rico vendiéndola en pequeñas parcelas y vendiendo además los materiales de todas las casas que se construyeron en ellas porque nunca ha tenido competencia en el pueblo en el negocio de la ferretería y la madera…

—Algo que vamos a cambiar al abrir Home-Max… y que a él no le gusta nada.

—Sé que cuando Theresa llegó a Northbridge dijo que era para recuperar algo que le habían arrebatado —continuó Kate—, y que tu familia creía que hablaba sobre la tierra. Pero cuando Marti y Noah le dijeron que Marti está embarazada, se disgustó mucho y dijo que Hector la sedujo y que tuvo un bebé…

—Y la creemos, sobre todo desde que Marti habló con una mujer llamada Emmalina…

—Era la esposa del pastor —añadió Kate.

—Así es. Y esta tal Emmalina dijo que la abuela fue a hablar con el pastor y que, mientras lo esperaba, estuvieron hablando sobre estar enamorada de un hombre casado. Y entre las cosas que dijo y el hecho de que la abuela llevaba abrigo en un día que fue muy caluroso, creemos que estaba ocultando un embarazo.

—Noah también me dijo que Theresa dice que Hector le quitó el bebé antes de que pudiera tenerlo en sus brazos y verlo y saber si era niño o niña.

—Aún no estamos seguros de si eso es producto de la imaginación de la abuela o no.

—Pero si es verdad, entonces ese bebé… que ahora tendría la edad de nuestros padres… podría ser lo que Theresa quiere recuperar —concluyó Kate.

—Entonces sabes bastante.

—¿No es lo que se suponía que debía saber? —preguntó, esperando no haber metido a su hermano en un problema.

—No, no pasa nada. Bueno, el caso es que ese sueño del que te hablaba es uno en el que el bebé está llorando por mi abuela. Se encuentra en un estado depresivo la mayor parte del tiempo, pero cuando tiene este sueño, se hunde por completo. Ha estado llorando toda la tarde y ni Mary Pat ni yo hemos podido hacer nada por animarla.

—Me siento tan mal por ella —dijo Kate.

—Sí, es terrible.

Sin duda era mucho más fácil hablar con él sin mirar esa hermosa cara y con la espalda cubierta de toallas, sin tocarlo mientras las bolsas calientes hacían su trabajo.

—Le hemos notificado a Tyson que tenemos la intención de demandarlo para reclamarle una indemnización por la tierra —siguió diciendo Ry—. Nuestros abogados le están dando a la demanda los últimos retoques, pero creo que voy a tener que agarrar al toro por los cuernos en lo que concierne al bebé. ¿Conoces a Tyson?

Kate decidió que ya llevaba bastante tiempo con las bolsas calientes sobre los hombros y, ya que se sentía más segura para darle el masaje, le quitó las toallas y las bolsas. Pero antes de responder a la pregunta de Ry, calentó más aceite entre las manos.

—Voy a empezar por la espalda antes de ponerme con el hombro.

—Claro, como quieras.

Hablar con él sobre su abuela había ayudado a disipar parte de la reacción que había tenido ante él porque en esa ocasión, cuando comenzó con el masaje, tuvo algo en qué pensar aparte de lo suave que era su piel.

—Sí, conozco a Hector Tyson. Todo el mundo lo conoce, es un anciano con muy mal humor. Da la casualidad de que voy a verlo cuando terminemos aquí. Imagino que sabrás que compró ese almacén de suministros para evitar que Home-Max se ubicara aquí.

—Sí, lo sé.

—Bueno, pues ha cerrado el trato y quiere el título de propiedad, y yo accedí a llevárselo esta noche.

—¿Eres una masajista que además trabaja como mensajera?

—Soy una masajista que además es la secretaria del ayuntamiento.

—¿En serio?

—Es un trabajo a tiempo parcial, Northbridge no es tan grande como para requerir un empleo a tiempo completo. Y ya que no se puede ganar mucho dinero dando masajes en un pueblo tan pequeño, tengo dos trabajos.

—Ah, por eso hoy sólo estabas aquí por la tarde y no por la mañana —dijo, aunque ese «ah» fue entonado con cierto placer mientras ella comenzaba a trabajar con sus hombros—. ¿Y por qué no te acompaño cuando terminemos aquí para que puedas presentármelo? —sugirió.

—Se me ocurren unas cien razones para no hacerlo —respondió antes de pensarlo mejor.

—¿Y eso por qué?

¿Qué iba a responderle ahora? ¿Que le preocupaba cómo iba a reaccionar estando a su lado? ¿Que no quería arriesgarse a lo que pudiera pasar si pasaba con él más tiempo del necesario?

—No creo que sea una buena idea. Voy a casa de Hector como representante del ayuntamiento, no puedo llevar una cita conmigo.

—¿Quién ha dicho nada sobre una cita?

Deseó no haber sido ella.

—Nadie. Sólo estoy diciendo que eso es lo que le parecería a Hector. Y después lo atacarías y…

—No voy a atacar a un anciano. Sólo quiero hablar con él. ¿No sería mejor que nos presentara una persona que conoce? ¿Alguien que puede decir que ahora soy familia?

No le hizo gracia que se le hubiera soltado la lengua y el tiro le hubiera salido por la culata, pero sabía que su hermano querría que ayudara a los Grayson en todo lo posible, especialmente en llegar al fondo del asunto de Theresa.

—¡Ay!

—Oh, lo siento —dijo ella sin darse cuenta de que había reflejado su propia frustración en el masaje.

Tuvo más cuidado cuando le estiró el brazo hacia atrás.

—Bueno, ¿qué dices? ¿Harás los honores con el viejo Tyson? De lo contrario, te seguiré para saber dónde vive y de todos modos llegaremos allí a la vez.

—No tenías pensado ir esta noche a verlo hasta que has oído que yo iba a ir —dijo en tono acusatorio.

—Pero ahora que sé que vas a ir, puedo seguirte. Será más fácil que encontrarlo por mi cuenta. Bueno, entonces ¿cómo va a ser? ¿Ir juntos y presentarnos como harías con otro miembro de la familia o prefieres una llegada sincronizada y fortuita en la puerta del viejo que te será más difícil de explicar?

Kate terminó con el masaje y, en lugar de responderle, salió de la sala para buscar otra toalla húmeda y caliente. Cuando se la echó sobre la espalda y los hombros al regresar, suspiró y dijo:

—Supongo que… ya que ahora eres familia… puedes venir conmigo.

—No has sido muy cortés, pero acepto.

Después de unos momentos de silencio, Kate utilizó la toalla mojada que seguía caliente para limpiarle el aceite de la espalda odiando el hecho de que hacerlo le produjera más escalofríos y de que él estuviera suspirando de satisfacción.

Y, por si eso fuera poco, ahora tendría que pasar más tiempo, y sabía que no era buena señal que la emoción que había estado intentando ocultar calificándola como miedo antes de darle el mensaje hubiera resurgido ante la idea de llevarlo con ella a la casa de Hector Taylor.

Pero el masaje y llevarlo a casa del anciano eran una situación excepcional. Después de esa noche, no habría ningún motivo para ver a Ry Grayson y, mucho menos, para pasar tiempo con él. O tocarlo.

Si podía superar la siguiente hora todo acabaría y podría volver a la caza de un marido, lo que significaba ir a su apartamento para mirar las dos páginas de citas en las que se había inscrito y ver el catálogo de hombres que le había enviado el Buscador de Parejas.

Estaba decidida a encontrar un marido y no estaba dispuesta a que Ry Grayson se interpusiera en su camino.

Ni siquiera aunque el tacto de los músculos de su espalda pareciera haberse grabado en su cerebro.

Capítulo 3

 

 

 

 

 

YA se lo he dicho a tu gente y ahora te lo digo a ti —gritó Hector Tyson—, éstas no son más que las divagaciones de una loca y no, no hubo bebé, y mucho menos uno que yo le robara! ¡Y no necesito hablar con nadie que esté amenazando con demandarme y que esté intentando sacarme del negocio!

El anciano pasó a dirigir su veneno a Kate.

—Primero tu hermano Noah trajo a esa mujer de los Grayson con la que se acaba de casar y ahora tú traes a este Grayson. ¡Si los Perry no dejáis de traerlos a mi casa, dejaréis de ser bienvenidos aquí! ¡Ahora, salid de aquí los dos!

—Siento haberte disgustado, Hector —dijo Kate—, pero…

—¡Pero nada! ¡Marchaos!

A Kate no le caía bien Hector Tylor, pero tampoco quería exasperarlo. Y ya que el hombre tenía ochenta y cuatro años, que ahora su cara estaba del color de la remolacha y que tenía una vena hinchada en la sien, temía que fuera a darle un infarto.

—Vamos —le dijo a Ry.

—Me marcho —dijo él a Hector—, pero no crea que esto ha terminado aquí. Creo que sí que hubo un bebé y voy a descubrir qué le ocurrió, aunque sea lo último que haga.

—Esto no está mejorando las cosas —señaló Kate—. Vámonos.

Pero antes de salir de la casa, Ry le lanzó una dura mirada a Hector que el anciano no dudó en devolverle.

—Bueno, ha sido agradable —dijo Kate en tono de burla mientras volvían a respirar el fresco aire de la noche.

Ry se rió.

—Ah, vamos, nada que tenga que ver con ese tipo puede ser agradable. Tú misma has dicho que es un viejo malhumorado.

Kate estaba sorprendida de ver lo rápido que Ry podía cambiar de actitud. Había estado discutiendo acaloradamente durante veinte minutos, pero ahora de nuevo estaba calmado y relajado.

—¿Lo de ahí dentro ha sido todo una actuación? —le preguntó mientras caminaban hacia su coche.

—¿Una actuación?

—Creí que estabas tan enfadado como Hector y ahora vuelves a estar tan contento.

—Me gustaría retorcerle el cuello a ese hombre, pero no estoy enfadado contigo, así que ¿por qué iba a pagarlo contigo o arruinar el resto de esta cálida noche de verano?

—Me alegra que no lo hayas pagado conmigo. Es sólo que me sorprende que puedas desconectar con tanta facilidad.

Él se encogió de hombros.

—No me esperaba que fuera a ser un encuentro amigable. Ha ido tal y como me imaginaba. No tiene sentido ponerme nervioso o amargarme por ello.

Ésa era la reacción que se habría esperado, a juzgar por los hombres que habían pasado por su vida, pero Ry se limitó a cerrarle la puerta y a rodear el coche para ocupar el asiento del copiloto.

Cuando lo hizo, ella lo siguió con la mirada y se deleitó viendo esos vaqueros y esa camiseta blanca que se le ajustaban como si fueran una segunda piel.

—No creo que haya por aquí ninguna marisquería.

—¿Cómo dices? —dijo, preguntándose si estaba dando por hecho que iban a cenar juntos.

—¿Y pizza? —sugirió él entusiasmado—. Me apetecen almejas y a veces las tomo sobre la pizza si no puedo tomarlas frescas.

—Hay una pizzería, pero no sé si tienen almejas como ingredientes para las pizzas.

—Déjame adivinar… eso es porque sólo comes pizza de queso.

—Como pizza con más cosas, pero nunca he comido almejas y mucho menos en una pizza.

—Entonces no sabes lo que te pierdes. Bueno, ¿qué dices? ¿Vamos a ver si puedo conseguir una pizza con almejas? Puedes ampliar horizontes.

—La cena no era parte de esta noche —señaló ella—. ¿Y qué te hace pensar que no tengo otros planes?

—¿Los tienes?

—Tengo cosas que hacer en casa —tenía ese catálogo de hombres esperándola allí.

—Pero una de las cosas que tienes que hacer en casa es cenar, ¿a que sí?

—Sí.

—Entonces cena conmigo y después vete a casa y haz lo que tengas que hacer. Te invitaré a cenar por haberme llevado a conocer a Tyson.

Además de las sandalias, llevaba los pantalones del uniforme de médico porque la clínica prefería que todos los que ofrecieran cualquier tipo de servicio sanitario los llevara. Y mientras que le había prestado especial atención al maquillaje ese día y se había recogido el pelo en un moño suelto, eran esos pantalones en lo que estaba pensando cuando dijo:

—No estoy vestida para salir a cenar.

—Vamos, no me creo que haya un código de vestimenta para tomar una pizza en Northbridge —le dijo mientras Kate arrancaba el motor y salía de la casa de Hector.

Sabía que no debía acceder a cenar con él, pero en casa sólo tenía sobras. Y le encantaba la pizza…

—Será sólo una cena de amigos.

—¿De amigos? —repitió ella.

—Exclusivamente.

Oír eso le resultó algo decepcionante, pero no quería analizar por qué y prefirió decirse a sí misma que mientras se limitaran a ser únicamente amigos, podía cenar con él.

—Supongo que podría tomarme una pizza, si no tardamos mucho. Y sí que me debes una por haberme buscado un problema con Hector.

—Sí, ya sé que las buenas chicas evitáis meteros en problemas. Probablemente también te debo una ensalada y un refresco. Y tal vez mi riñón izquierdo.

—Con la pizza bastará.

Ya estaban en Main Street. Pasaron por delante del edificio de ladrillo rojo donde se encontraba la clínica en la que ella trabajaba y donde estaba aparcada la moto de Ry. Continuaron hasta la pizzería y allí se detuvieron.

—¿Sigue abierta? —preguntó Ry al ver por las ventanas que estaba vacía.

—Claro, pero son más de las ocho. La mayoría de la gente en Northbridge ya ha terminado de cenar.

Una vez dentro, eligieron una mesa en el centro del pequeño establecimiento y, en un momento, Ry había descubierto que había almejas dentro de la larga lista de ingredientes.

—Supongo que serán de lata, pero vamos a tomarlas de todos modos. ¿O las pido en media parte de la pizza para que tú puedas tomar otra cosa?

—Creo que merece la pena probar algo que te tiene tan embelesado —dijo Kate.

—¿Embelesado? ¿Crees que esto es un embeleso? No es más que un antojo de almejas.

Kate prefirió no indagar y preguntarle qué cosas podían embelesarlo y así, cuando pidieron la pizza y les sirvieron la bebida, le dijo:

—Si crees que Hector y tu abuela tuvieron un bebé y quieres encontrarlo, ¿qué plan tienes?

Estaba claro que Ry tenía uno porque no tuvo que pensar antes de responder:

—Sé que no puedo acceder a informes de adopción, pero he estado pensando que tal vez con el ordenador tenga acceso a artículos de periódicos y anuncios de nacimientos de la época. También podría echar una ojeada y comparar nacimientos con censos de población para ver qué familia aumentó sin que hubiera constancia de que la madre hubiera dado a luz.

—No pretendo ser negativa, pero eso es como buscar una aguja en un pajar. Y el hecho de que todo esto sucediera hace cincuenta años no ayuda nada.

—¿Sabes qué ayudaría?

—¿Mm? —preguntó Kate mientras le daba un sorbo a su té helado.

—Si conociera a la secretaria del ayuntamiento, la que tiene acceso a los documentos de los censos, a las partidas de nacimiento…

—¿Estabas guardándote esto en la manga?

—Cuando me he enterado de que eras la secretaria del ayuntamiento no llevaba la camisa puesta, así que no hay mangas de por medio.

—¿No sabías de antes que era la secretaria? —insistió Kate.

—Siento decepcionarte cuando estoy seguro de que te alegrarías si pudieras pensar de mí que soy un calculador y maquinador, pero de verdad que ha sido una coincidencia.

—¿Por qué iba a alegrarme de pensar que eres un calculador y un maquinador?

—Porque tengo la sensación de que quieres tener razones para que yo no te guste.

Genial, además era intuitivo.

—Estás sonriendo. ¿Te parece divertido?

—Y además supone todo un reto… lo cual es peligroso porque nunca puedo resistirme a un desafío.

Ese comentario quedó en el aire cuando su pizza llegó a la mesa y después Ry se centró en insistir en que la probara y en que le dijera si le había gustado.

—¡Me encanta! —dijo ella. Ya que no era muy admiradora del marisco, dudaba que esa pizza fuera a gustarle.

Ry sonrió, pero se quedó tan impresionado como ella por una declaración tan entusiasta.

—¿En serio?

—El tomate y las almejas juntas le dan un toque… de verdad, me encanta.

—Si esto te gusta, entonces un día tienes que probar linguini con salsa de almejas… eso está increíble.

Después de unos cuantos bocados, y en lugar de volver al tema que había interrumpido la pizza, Ry dijo:

—Bueno, entonces, ¿puedo echarle un vistazo a tus informes?

Entonó una seductora voz que hizo que Kate volteara los ojos mientras pensaba que ese chico no tenía remedio.

—No son mis informes. Son de la ciudad. Y ya que son públicos, están disponibles para cualquiera que quiera verlos.

—¿Mañana?

—Estaré en la oficina mañana por la tarde. El departamento de documentación está en el edificio del juzgado en la esquina de Main Street con…

—Sé dónde está. ¿Hasta qué hora estáis abiertos? Mañana tengo que ocuparme de unos asuntos de Home-Max, pero también quiero mirar esto.

—Las oficinas gubernamentales cierran a las cinco.

Él se rió.

—Oye, relájate, ¿quieres? Suenas como una grabación telefónica.

¿Se había puesto así de tensa ante la idea de volver a verlo al día siguiente?

Ella hizo un esfuerzo por relajarse y anunció que iba a romper su regla de comer una única porción de pizza.

—¡A por ella! —la animó Ry mientras él también se servía una segunda porción.

Al instante, añadió:

—Así que secretaria del ayuntamiento. ¿Y cómo decidiste hacerte masajista?

—Masajista terapéutica —le corrigió porque una vez más Ry había hecho que «masajista» sonara demasiado sugerente—. Quería hacer algo relacionado con la salud, pero no quería ser ni médico ni enfermera. Quería algo que no me supusiera una gran entrega para que cuando tenga una familia pueda dedicarme a ella. Pensaba que ser fisioterapeuta o quiropráctico me ofrecía una mayor flexibilidad, pero Northbridge ya tiene uno de cada y el pueblo es pequeño. Sin embargo, no había ningún masajista terapéutico.

—¿Querías dedicarte a la sanidad, pero elegiste basándote en lo que necesitaba Northbridge y no en lo que querías tú? ¿Como si Northbridge fuera el único lugar donde pudieras encontrar trabajo?

—Es el único lugar en el que tengo intención de vivir, sí.

—Pues ahí fuera hay un mundo genial, ¿sabes?

—Pero yo quiero vivir aquí.

—¿Y eso de la flexibilidad horaria para poder dedicarte a una familia que ni siquiera tienes? Dejaste que demasiadas cosas condicionaran tu elección.

—Simplemente lo pensé y me decidí basándome en lo que quiero para mí ahora y en el futuro. ¿Te parece extraño?

Él se encogió de hombros.

—Yo no hago las cosas de ese modo. A mí me gusta elegir basándome en el momento, en seguir la corriente de lo que va sucediendo, de lo que me parece que está bien.

—¿Es ésta la primera vez que has pensado que somos diferentes?

Él se rió y apartó su plato después de terminarse la tercera porción de pizza y recostarse en la silla mientras Kate seguía sentada muy derecha en la suya.

—Créeme, sé que somos muy diferentes —dijo él entonces.