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Anónimo

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Beschreibung

El Testamento de los doce patriarcas hijos de Jacob es una obra considerada apócrifa de carácter ético-religioso que se atribuye a los doce hijos de Jacob, los patriarcas fundadores de las tribus de Israel. La obra está compuesta por doce secciones, una para cada hijo de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser, José y Benjamín. En cada testamento, el patriarca respectivo ya anciano y próximo a la muerte convoca a sus hijos y les transmite una serie de exhortaciones, confesiones personales, advertencias, consejos morales y, en algunos casos, profecías acerca del futuro de su tribu y del pueblo de Israel en general. Uno de los rasgos más destacados de esta obra es su fuerte contenido ético. Cada patriarca relata sus experiencias de vida, incluyendo pecados cometidos y lecciones aprendidas, con el objetivo de dejar a sus descendientes un legado de sabiduría moral. Temas como la castidad, la humildad, la justicia, la misericordia, el perdón, la obediencia a Dios y el rechazo de la idolatría se repiten a lo largo de los testamentos. También se subraya con frecuencia la lucha espiritual entre el bien y el mal, representada como una batalla entre dos espíritus que influyen en el corazón humano.

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Seitenzahl: 131

Veröffentlichungsjahr: 2025

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ANÓNIMO

EL TESTAMENTODE LOS 12 PATRIARCASHIJOS DE JACOB

Título: El Testamento de los 12 Patriarcas Hijos de Jacob

Autor: Anónimo

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2025 AMA Audiolibros

AMA Audiolibros forma parte de TAM-TAM Media, S.L.U.

c/ Miquel Tort, 18

08750 Molins de Rei

Barcelona

[email protected]

Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.

ÍNDICE

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

Capítulo 1: EL TESTAMENTO DE RUBÉN (Hijo primogénito de Jacob y Lea)

Capítulo 2: EL TESTAMENTO DE SIMEÓN (Segundo hijo de Jacob y Lea)

Capítulo 3: EL TESTAMENTO DE LEVÍ (Tercer hijo de Jacob y Lea)

Capítulo 4: EL TESTAMENTO DE JUDÁ (Cuarto hijo de Jacob y Lea)

Capítulo 5: EL TESTAMENTO DE ISACAR (Quinto hijo de Jacob y Lea)

Capítulo 6: EL TESTAMENTO DE ZABULÓN (Sexto hijo de Jacob y Lea)

Capítulo 7: EL TESTAMENTO DE DAN (Séptimo hijo de Jacob y Bilha)

Capítulo 8: EL TESTAMENTO DE NEFTALÍ (Octavo hijo de Jacob y Bilha)

Capítulo 9: EL TESTAMENTO DE GAD (Noveno hijo de Jacob y Zilpa)

Capítulo 10: EL TESTAMENTO DE ASER (Décimo hijo de Jacob y Zilpa)

Capítulo 11: EL TESTAMENTO DE JOSÉ (Undécimo hijo de Jacob y Raquel)

Capítulo 12: EL TESTAMENTO DE BENJAMÍN (Duodécimo hijo de Jacob y Raquel)

FIN

INTRODUCCIÓN

"El Testamento de los doce patriarcas hijos de Jacob" es una obra considerada apócrifa de carácter ético-religioso que se atribuye a los doce hijos de Jacob, los patriarcas fundadores de las tribus de Israel. Escrita probablemente entre los siglos II a. C.y I d. C., durante el periodo del Segundo Templo, este texto forma parte de la literatura del periodo intertestamentario, (aquel que se sitúa cronológicamente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento). Aunque no fue incluido en el canon bíblico hebreo ni cristiano, su contenido tuvo una influencia significativa tanto en el pensamiento religioso judío helenístico como en los primeros desarrollos del cristianismo.

La obra está compuesta por doce secciones, una para cada hijo de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser, José y Benjamín. En cada testamento, el patriarca respectivo —ya anciano y próximo a la muerte— convoca a sus hijos y les transmite una serie de exhortaciones, confesiones personales, advertencias, consejos morales y, en algunos casos, profecías acerca del futuro de su tribu y del pueblo de Israel en general.

Uno de los rasgos más destacados de esta obra es su fuerte contenido ético. Cada patriarca relata sus experiencias de vida, incluyendo pecados cometidos y lecciones aprendidas, con el objetivo de dejar a sus descendientes un legado de sabiduría moral. Temas como la castidad, la humildad, la justicia, la misericordia, el perdón, la obediencia a Dios y el rechazo de la idolatría se repiten a lo largo de los testamentos. También se subraya con frecuencia la lucha espiritual entre el bien y el mal, representada como una batalla entre dos espíritus que influyen en el corazón humano.

Asimismo, la obra contiene elementos proféticos y mesiánicos. Algunos testamentos, especialmente los de Leví y Judá, anticipan la llegada de un Mesías: un sacerdote justo y un rey poderoso que restaurarán la justicia en Israel. Estos pasajes han sido interpretados por estudiosos como una anticipación de las ideas mesiánicas que más tarde se desarrollarían tanto en el judaísmo rabínico como en el cristianismo primitivo.

Desde el punto de vista literario, la obra adopta el género del "testamento", muy común en la literatura antigua, en el cual una figura venerada da sus últimas palabras o instrucciones a sus descendientes. Este formato permite combinar narración autobiográfica, enseñanza moral, revelación espiritual y profecía, lo que convierte al texto en una obra rica y multifacética.

Aunque su autoría es anónima y su composición se atribuye a un contexto judío con posibles influencias helenísticas, algunos manuscritos cristianos tempranos sugieren que el texto pudo haber sido editado o adaptado por comunidades cristianas, lo que explica ciertas resonancias con el pensamiento del Nuevo Testamento.

En definitiva, la obra ofrece un valioso testimonio de las preocupaciones religiosas, éticas y escatológicas de las comunidades judías del periodo helenístico tardío, y constituye un puente literario y teológico entre la tradición bíblica hebrea y el cristianismo naciente. A través de la voz de los patriarcas, la obra busca inspirar una vida de virtud, fe y esperanza en el cumplimiento de las promesas divinas.

Capítulo 1EL TESTAMENTO DE RUBÉNHijo primogénito de Jacob y Lea

La copia del Testamento de Rubén, los mandatos que dio a sus hijos antes de morir en el año ciento veinticinco de su vida. Dos años después de la muerte de José, su hermano, cuando Rubén cayó enfermo, se reunieron sus hijos y los hijos de sus hijos para visitarlo. Y él les dijo: Hijos míos, he aquí que me estoy muriendo, y voy por el camino de mis padres. Y viendo allí a Judá, Gad y Aser, sus hermanos, les dijo: Levantadme, para que cuente a mis hermanos y a mis hijos lo que he ocultado en mi corazón, porque he aquí que ya estoy muriendo. Se levantó, los besó y les dijo: Oíd, hermanos míos, y prestad atención, hijos míos, a Rubén, vuestro padre, en las órdenes que os doy. Y he aquí que hoy llamo a testimonio contra vosotros al Dios del cielo, para que no andéis en los pecados de juventud y de fornicación, en los cuales fui derramado, y profané el lecho de mi padre Jacob. Y os digo que él me hirió con una grave plaga en mis lomos durante siete meses; y si mi padre Jacob no hubiera rogado por mí al Señor, el Señor me habría destruido. Porque tenía yo treinta años cuando cometí el mal ante el Señor, y durante siete meses estuve enfermo hasta la muerte. Y después de esto, me arrepentí con el propósito de mi alma durante siete años ante el Señor. Y no bebí vino ni bebida fuerte, ni entró carne en mi boca, ni comí alimento agradable; sino que me lamenté de mi pecado, porque era grande, como no lo había habido en Israel.

Y ahora oídme, hijos míos, lo que vi acerca de los siete espíritus del engaño, cuando me arrepentí. Siete espíritus, pues, han sido designados contra el hombre, y son los jefes en las obras de la juventud. [Y otros siete espíritus le son dados en su creación, para que por medio de ellos se haga toda obra del hombre. El primero es el espíritu de la vida, con el que la constitución (del hombre) es creada. El segundo es el sentido de la vista, con el que surge el deseo. El tercero es el sentido del oído, con el que viene la enseñanza. El cuarto es el sentido del olfato, con el que se dan los gustos, para tomar aire y respirar. El quinto es el poder de la palabra, con el cual viene el conocimiento. El sexto es el sentido del gusto, con el que se produce la alimentación de carnes y bebidas; y por él se produce la fuerza, pues en el alimento está el fundamento de la fuerza. El séptimo es el poder de la procreación y de las relaciones sexuales, con el que por el amor al placer entran los pecados. Por lo tanto, es la última en el orden de la creación, y la primera en el de la juventud, porque está llena de ignorancia, y conduce a la juventud como un ciego a un pozo, y como una bestia a un precipicio.

Además de todos estos hay un octavo espíritu del sueño, con el que se produce el trance de la naturaleza y la imagen de la muerte. Con estos espíritus se mezclan los espíritus del error. El primero, el espíritu de fornicación, está asentado en la naturaleza y en los sentidos; el segundo, el espíritu de insaciabilidad, en el vientre; el tercero, el espíritu de lucha, en el hígado y la hiel. El cuarto es el espíritu de la obsecuencia y la argucia, para que mediante la atención oficiosa se sea justo en la apariencia. El quinto es el espíritu del orgullo, para ser jactancioso y arrogante. El sexto es el espíritu de la mentira, en la perdición y los celos para practicar los engaños, y las ocultaciones a los parientes y amigos. El séptimo es el espíritu de injusticia, con el cual se cometen robos y actos de rapacidad, para que el hombre pueda cumplir el deseo de su corazón; porque la injusticia obra junto con los otros espíritus tomando dones. Y a todos estos se une el espíritu del sueño, que es el del error y la fantasía. Y así perece todo joven, oscureciendo su mente de la verdad, y no entendiendo la ley de Dios, ni obedeciendo las amonestaciones de sus padres, como también me sucedió a mí en mi juventud. Y ahora, hijos míos, amad la verdad, y ella os preservará; oíd las palabras de Rubén, vuestro padre. No hagáis caso de la cara de una mujer, ni os asociéis con la mujer de otro hombre, ni os metáis en los asuntos de la mujer. Porque si no hubiera visto a Bilhah bañándose en un lugar cubierto, no hubiera caído en esta gran iniquidad. Porque mi mente, al pensar en la desnudez de la mujer, no me permitió dormir hasta que hube realizado la cosa abominable. Porque mientras nuestro padre Jacob había ido a ver a su padre Isaac, cuando estábamos en Eder, cerca de Efrat, en Belén, Bilhah se embriagó y dormía descubierta en su habitación. Habiendo, pues, entrado y contemplado la desnudez, hice la impiedad sin que ella lo percibiera, y dejándola dormida me marché. Y enseguida un ángel de Dios reveló a mi padre mi impiedad, y él vino y se lamentó por mí, y no la tocó más.

No prestéis, pues, atención, hijos míos, a la belleza de las mujeres, ni pongáis vuestra mente en sus asuntos; antes bien, caminad con sencillez de corazón en el temor del Señor, y gastad el trabajo en buenas obras, en el estudio y en vuestros rebaños, hasta que el Señor os dé una esposa, la que él quiera, para que no sufráis como yo. Porque hasta la muerte de mi padre no tuve la osadía de mirarle a la cara, ni de hablar con ninguno de mis hermanos, a causa del oprobio. Incluso hasta ahora mi conciencia me causa angustia a causa de mi impiedad. Sin embargo, mi padre me ha consolado mucho y ha rogado por mí al Señor, para que la cólera del Señor pase de mí, tal como el Señor ha mostrado. Y desde entonces hasta ahora he estado en guardia y no he pecado. Por tanto, hijos míos, os digo que observéis todo lo que os mando, y no pecaréis. Porque una fosa para el alma es el pecado de fornicación, separándola de Dios y acercándola a los ídolos, porque engaña la mente y el entendimiento, y lleva a los jóvenes al hades antes de tiempo. Porque a muchos ha destruido la fornicación; porque, aunque el hombre sea viejo o noble, o rico o pobre, se atrae el oprobio de los hijos de los hombres y la burla de Beliar. Porque oísteis acerca de José cómo se guardó de una mujer, y purificó sus pensamientos de toda fornicación, y halló gracia ante los ojos de Dios y de los hombres. Porque la mujer egipcia le hizo muchas cosas, y convocó a magos, y le ofreció pociones de amor, pero el propósito de su alma no admitió ningún deseo malo. Por eso el Dios de vuestros padres lo libró de todo mal y de la muerte oculta. Porque si la fornicación no vence tu mente, tampoco Beliar podrá vencerte.

Porque malvadas son las mujeres, hijos míos; y como no tienen poder ni fuerza sobre el hombre, usan artimañas mediante atracciones externas, para atraerlo hacia sí. Y al que no pueden embrujar con atractivos externos, lo vencen con astucia. Porque además, respecto a ellas, el ángel del Señor me dijo, y me enseñó, que las mujeres son vencidas por el espíritu de fornicación más que los hombres, y en su corazón traman contra los hombres; y por medio de sus adornos engañan primero sus mentes, y por medio de la mirada infunden el veneno, y luego por medio del acto consumado los toman cautivos. Porque una mujer no puede forzar a un hombre abiertamente, pero con el porte de una ramera lo seduce. Huid, pues, de la fornicación, hijos míos, y ordenad a vuestras mujeres y a vuestras hijas que no adornen sus cabezas y sus rostros para engañar a la mente, porque toda mujer que utiliza estas artimañas ha sido reservada para el castigo eterno. Porque así sedujeron a los Vigilantes que estaban antes del diluvio; pues al verlos continuamente, los codiciaron, y concibieron el acto en su mente, pues se transformaron en forma de hombres, y se les aparecieron cuando estaban con sus maridos. Y las mujeres, codiciando en su mente sus formas, dieron a luz gigantes, pues los Vigilantes se les aparecieron como si llegaran hasta el cielo.

Guardaos, pues, de la fornicación; y si queréis ser puros de mente, guardad vuestros sentidos de toda mujer. Y ordenad también a las mujeres que no se junten con los hombres, para que también sean puras de mente. Porque los encuentros constantes, aunque no se realice el acto impío, son para ellos una enfermedad irremediable, y para nosotros una destrucción de Beliar y un oprobio eterno. Porque en la fornicación no hay entendimiento ni piedad, y todos los celos habitan en la concupiscencia. Por tanto, os digo que tendréis celos contra los hijos de Leví, y procuraréis enalteceros sobre ellos; pero no podréis. Porque Dios se vengará de ellos, y vosotros moriréis de mala muerte. Porque a Leví Dios le dio la soberanía [y a Judá con él y a mí también, y a Dan y a José, para que fuéramos por gobernantes]. Por lo tanto, os ordeno que escuchéis a Leví, porque él conocerá la ley del Señor, y dará ordenanzas para el juicio y sacrificará por todo Israel hasta la consumación de los tiempos, como el Sumo Sacerdote ungido, de quien el Señor habló, os conjuro por el Dios del cielo a que hagáis la verdad cada uno a su prójimo y a que tengáis amor cada uno por su hermano. Y acercaos a Leví con humildad de corazón, para que recibáis una bendición de su boca. Porque él bendecirá a Israel y a Judá, porque a él ha elegido el Señor para ser rey de toda la nación. E inclinaos ante su descendencia, porque por nosotros morirá en las guerras visibles e invisibles, y será entre vosotros un rey eterno.

Y murió Rubén, habiendo dado estas órdenes a sus hijos. Y lo pusieron en un ataúd hasta que lo subieron de Egipto, y lo enterraron en Hebrón, en la cueva donde estaba su padre.

Capítulo 2EL TESTAMENTO DE SIMEÓNSegundo hijo de Jacob y Lea

Copia de las palabras de Simeón, lo que dijo a sus hijos antes de morir, en el año ciento de su vida, en el cual murió José, su hermano. Porque cuando Simeón estaba enfermo, sus hijos fueron a visitarlo, y él se fortaleció, se sentó y los besó, y dijo: