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Si se pretenden conocer los verdaderos problemas ambientales de nuestra sociedad y distinguirlos de aquellos que solo reciben publicidad en los medios de comunicación, o si se busca entender el porqué de la ausencia de políticas ambientales serias y la existencia de otras que en vez de solucionar algo solo generan ganancias para algunos sectores, entonces será indispensable evitar caer en lo que Engelman (2013) dio en llamar la sosteniblabla, esto es, el uso abusivo y confuso del termino desarrollo sostenible. Pero lamentablemente esto no es tan sencillo, puesto que este concepto ha logrado impregnar todas las esferas de nuestra existencia hasta llegar al extremo de la demagogia. Autos, casas, ropa, bares, en definitiva… desde un pañal hasta una ciudad, hoy todo se presenta como sostenible y como imprescindible para cambiar y salvar al mundo. Pero… ¿Qué hay de verdad en los discursos modernos sobre el cuidado ambiental y la sustentabilidad? ¿Hasta qué punto la tan difundida sostenibilidad no se ha convertido en algo más para vender y comercializar? En definitiva: ¿Estamos hablando de un compromiso real con el futuro o solo se trata de un nicho más en el mercado con el que muchas empresas ya hacen buenos negocios? Este libro pretende dar respuesta a estos interrogantes. Pretende poner al descubierto la tergiversación de conceptos esenciales para poder cambiar el rumbo de nuestra crisis ambiental y civilizatoria. Sea Ud., querido lector, el que luego de leer la evidencia, de cuenta del mundo que se viene.
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Seitenzahl: 177
Veröffentlichungsjahr: 2022
DAIANA MELONI
Meloni, Daiana Engañados por la sosteniblabla / Daiana Meloni. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3251-0
1. Ensayo. I. Título. CDD A864
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
A mi compañero de vida Fernando,
A nuestras hijas Alma y Julieta
pequeñas partes de la generación futura
que deberán afrontar nuestros aciertos y fracasos.
A mis amigos y colegas,
A todos los que piensan igual
pero también a los que piensan distinto,
porque entre todos tendremos
que ir buscando consenso.
INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE
1.1 EL SIGLO DE LA SOSTENI… BLABLA
1.2 DE LA NATURALEZA A LOS AMBIENTES (LA POLISEMIA DE UN CONCEPTO)
1.3 ¿PROBLEMAS AMBIENTALES O CONFLICTO DE INTERESES?
1.4 DEL ORIGEN DEL DESARROLLO SOSTENIBLE
1.5 ¿Y QUÉ QUEREMOS SOSTENER O SUSTENTAR? DEFINIENDO SOSTENIBILIDAD, SUSTENTABILIDAD O SOSTENIBLABLA…
SEGUNDA PARTE
2.1 SUSTENTABILIDADES: CON ESTA SÍ, CON ESTA NO…
2.2 LA SUSTENTABILIDAD MONETARIA O DÉBIL
2.3 OBSOLESCENCIAS + HIPERCONSUMO + SOBREPRODUCCIÓN DE BASURA= LA ECUACIÓN DE LA CATÁSTROFE
2.4 LA SUSTENTABILIDAD FUERTE QUE SE VENDIO AL MEJOR POSTOR
2.5 LA TRAMPA FINAL: AGENDA CRIMINAL 2030
2.6 ECODESARROLLO: LO MÁS CERCANO A LA SUSTENTABILIDAD
TERCERA PARTE
3.1 CRISIS AMBIENTAL Y CRISIS EN EL MODO DE PENSAR
3.2 LA CONSTRUCCIÓN DE LA EDUCACIÓN AMBIENTAL
3.3 LAS CONTROVERSIAS ACTUALES SOBRE LA EDUCACIÓN PARA LA SOSTENIBILIDAD
3.4 EL DESAFIO
REFLEXIÓN FINAL
BIBLIOGRAFÍA
ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS
OTRAS FUENTES
Table of Contents
Desde el sector económico y gubernamental, así como también desde varias esferas de la comunidad científica, se ha venido trabajando sistemáticamente y a lo largo de estos últimos 50 años, en un conjunto de estrategias, planes y proyectos tendientes a la obtención de un enriquecimiento económico sin precedentes, simulando un compromiso con el cuidado ambiental y el logro de la sustentabilidad planetaria.
Dicho simulacro, perfectamente funcional con el sistema hegemónico actual, fue tomando forma a lo largo de los años y se ha ido perfeccionando a costa de ir introduciendo un conjunto de ideas y postulados, los cuales no son más que artilugios y sutilezas para engañar a la sociedad.
Señalemos algunos de ellos:
Uno de los más interesantes ha sido el de confundir a la ciudadanía a través de la tergiversación de conceptos y usos de eufemismos como la sostenibilidad o de inventar otros como economía verde. Desde el Informe Nuestro Futuro Común redactado en 1987 hasta nuestros días todo se ha ido tiñendo de “sostenible”, “sustentable” o “verde”. Un empleo, una cena, una planta, etc. Esto no es serio, no es creíble.
De la mano con lo anterior, la viveza de tratar al medio ambiente como un bien más dentro de la economía de mercado. Pretendiendo hacernos creer que es viable y conveniente ponerle valor monetario a los daños ambientales, cuando se sabe que la mayor parte de los daños al ambiente son inciertos, complejos, acumulativos e irreversibles.
A su vez, la creación de teorías pseudocientíficas como la desmaterialización de la economía para actuar como si los recursos naturales fuesen perfectamente sustituibles por capital manufacturado, confiando así en que el avance tecnológico corregirá los desajustes ambientales sin generar otros daños mayores y/o peores. Con esto, intentan hacernos creer que la solución a la crisis ambiental pasa por aumentar la eficiencia en el uso de la energía y los materiales (ej.: lamparitas LED) sin considerar la necesaria reducción del consumo, sin acabar con la obsolescencia programada y percibida de las cosas que consumimos y consecuentemente, sin saber de dónde obtener todo el espacio y tiempo requerido para que la tierra autodepure toda esa permanente y abundante basura.
La lista es mucho más exhaustiva, pero lo significativo es que toda esta tergiversación toma su máxima expresión en lo que viene desarrollando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a modo de Plan de Acción: una Agenda global a cumplirse en 2030 por sus Estados Miembros que contiene estos postulados y otros similares fusionados en un conjunto de 17 objetivos y 169 metas para alcanzar el tan ansiado Desarrollo Sostenible.
Vivimos en un momento de la historia que nos obliga, ya no invita, a despertar de toda esta farsa y corrupción casi de manera abrupta y urgente.
Estamos hablando de una Agenda que forma parte de este sistema hegemónico global corrupto que solo nos muestra lo que quiere que veamos en relación a una supuesta crisis ambiental. Básicamente, su principal dispositivo es generar un sentimiento de culpa y miedo en la sociedad con respecto a algún problema ambiental concreto, y una vez que logra esto, nos invita a comprar la solución, la cual será siempre funcional a los intereses del propio sistema que presento el problema. Permítaseme unos ejemplos.
El ser humano es culpable de que existan tantos residuos y el planeta sufre por ello. ¡Nos tapará la basura! Hay que reciclar y reutilizar. Con su ingenio y creatividad eliminará su sentimiento de culpa y calmará su conciencia consumista. Y si esto se cumple, mañana podrá seguir comprando y cambiar su celular por otro más moderno. Mientras tanto las empresas aumentan la obsolescencia y la innovación de sus artículos tecnológicos.
El ser humano gasta mucha agua, la derrocha. ¡Pobres las generaciones venideras! Hay que ponerle tiempo para que se dé una ducha y recordarle cada día cerrar el grifo cuando se lave los dientes. Eso es bueno. Enmendará su culpa y creerá que hace algo productivo por su medio ambiente. Total no tiene ni idea de la cantidad de agua que se usa por hora y por día para extraer una onza de oro, piedras preciosas, etc. que seguramente jamás van a tocar sus manos. Desconoce que las fuentes de agua más preciadas ya están en manos de magnates o empresas privadas. O que los derechos de uso de este bien ya se cotizan en la bolsa de valores.
El ser humano produce mucho dióxido de carbono. Muchos gases de efecto invernadero. Está generando calentamiento global y con ello cambio climático. ¡¡¡Vamos a desaparecer!!! Vamos a tener que decirle que deje de comer carne porque el metano de las heces de las vacas también contribuye, que deje su coche y ande a pie, bici o trasporte público, o si tiene dinero que compre un coche eléctrico que se alimente de energía proveniente de paneles solares o aerogeneradores y no de gas o combustibles fósiles contaminantes. Mientras tanto, las grandes corporaciones le pondrán precios cada vez más altos al petróleo que queda e irían reconvirtiendo sus negocios hacia las “energías verdes o sostenibles”. Entiéndase, se irán convirtiendo en ecomillonarios.
El cambio climático es actualmente el tema más candente de todos, pero no porque realmente sea preocupante, sino porque esconde una hipótesis que se resume fácilmente: queda poco combustible fósil en el mundo y es muy costoso extraer lo que queda, con lo cual la transición energética, más que por el calentamiento global, es un paso obligado para cualquier empresa que pretenda seguir acumulando ganancias extraordinarias. Por este motivo se destinan esfuerzos en generar demanda de fuentes de energía renovables (solar y eólica) a costa de atemorizar a la población con un inminente colapso climático.
Y es que sencillamente, luego de haber investigado y estudiado gran variedad de temas medioambientales, he llegado a la conclusión de que las grandes corporaciones, entidades financieras y títeres gubernamentales y mediáticos juegan un doble juego: por un lado, utilizan los mecanismos de miedo y culpa cada vez con mayor frecuencia y a través de una excesiva difusión mediática para agrandar o inventar problemas ambientales que no son tales, pero que según ellos se pueden/podrían solucionar con dinero y avance tecnológico. Por otro lado, invisibilizan los problemas ambientales reales y verdaderamente urgentes que sufre hoy la humanidad, y lo hacen porque su tratamiento imposibilitaría continuar con el circo que han creado en torno a la obtención de ganancias verdes que consiguen a costa de tener a la gente confundida.
Seamos claros, existen problemas ambientales cuya posibilidad de solución es justamente contraria a la obtención de ganancia empresarial: ¿Por qué no se habla de los efectos a la salud que está generando la implementación de la red 5G? ¿Y de la mortandad de insectos y aves que se asocian a ella? Existe evidencia de esto. No se trata de una conjetura acordada entre “científicos” como lo es la posible causa humana del cambio climático. ¿Pero quién se levantaría en contra de las grandes corporaciones dedicadas a las telecomunicaciones?
¿Por qué no es prioritario dar a conocer los problemas de salud derivados de la aplicación de agrotóxicos? Trabajadores rurales, agua, alimentos, etc. concentrando grandes cantidades de plaguicidas de distinto tipo y grado de toxicidad y en muchos casos ya prohibidos en países más restrictivos legalmente. ¿Acaso por tener efectos a largo plazo y visibles en la próxima descendencia no se les suele dar visibilidad? –Ni aún con evidencia tan tajante como lo son las malformaciones de muchos niños nacidos de padres que se han expuesto en forma continua a estos productos–.
El listado de problemas ambientales invisibilizados sería muy extenso de escribir. Pero... ¿Quién o quiénes determinan qué es lo importante contar en los mass media y qué no? ¿Por qué, en vez de mostrar montañas de basura para seguir generando culpa en una sociedad que realmente no tiene mucha capacidad de elección en la góndola del supermercado, no se empieza a mostrar en los medios las ingentes cantidades diarias de materia prima (agua, minerales, etc.) utilizada por las distintas industrias para fabricar los productos que nos venden?, ¿o las colosales hectáreas destinadas al desmonte y las toneladas de tierra removidas a diario por parte de cada industria extractiva? ¿Por qué en vez de darle tanta publicidad a los coches eléctricos, no se nos invita a conocer el negocio millonario y depredador del litio que le dará sustento a las baterías para que puedan funcionar?
Este libro pretende que el lector continúe haciéndose preguntas como estas y, seguramente, se genere otras mucho más interesantes. Esencialmente está destinado a cualquier persona que tenga ganas de saber e indagar sobre cuál es el juego alrededor del cuidado medioambiental y la sustentabilidad, tratando en cada página de presentar un lenguaje ameno, en la medida de lo posible, sencillo, que no suele asociarse a la extensa y profusa bibliografía sobre este tema.
A lo largo de las siguientes páginas la información está estructurada en tres pequeñas partes:
La primera, dedicada a clarificar conceptos que son de suma importancia al momento de entender la situación ambiental actual: la polisemia del concepto de medio ambiente, las características de los problemas ambientales, los conflictos ambientales, así como el origen y los significados del tan proclamado desarrollo sostenible/sustentable.
La segunda, presenta y describe cada una de las “sustentabilidades” o distintas direcciones que se nos ofrecen para salir de la actual crisis. Entre estas, los enfoques de la sustentabilidad en el sentido débil y fuerte del término, las que forman parte junto con la Agenda 2030, de un simulacro de cuidado y preocupación medioambiental, con propuestas que si no perpetúan el modelo económico vigente, en el mejor de los casos, introducen mejoras sin cuestionar su racionalidad económica.
El último apartado de esta segunda parte, expone las características de lo que en mi humilde opinión está mucho más cerca de alcanzar la verdadera sustentabilidad, enmarcado en lo que se da en llamar el ecodesarrollo.
Finalmente, la tercera parte está dedicada a la reflexión respecto al papel de la educación ambiental para ir desaprendiendo y clarificando mucho de lo expuesto en las dos primeras partes. Como una especie de llamado a la reflexión crítica de nuestra forma de vivir y de pensar, para no dejarnos engañar, abrir los ojos y despertar a esta realidad.
Como afirma Engelman (2013), “estamos en la era de la SOSTENIBLABLA”… (p. 27), y es que a pesar de ser larguísima y difícil de pronunciar, la palabra sostenibilidad se puso de moda en tal magnitud que hoy todo parece ser sostenible.
Cada vez con más frecuencia, oímos en los distintos medios de comunicación y discursos empresariales o políticos hacer un uso distorsionado y ambiguo de términos como ambiente, sostenibilidad, sustentabilidad, desarrollo sustentable, etc. Se predica sin reparo sobre los beneficios de desarrollar “negocios sostenibles”, o tener como slogan empresarial la “defensa del medio ambiente”, enraizado lo anterior en la tendencia actual del mercado, fascinado en calificar productos como “ecológicos, verdes o amigables con el ambiente”.
Nuestros edificios también tienen su versión “sustentable/sostenible”, incorporando beneficios económicos a través del ahorro energético e hídrico, algo muchas veces denominado “eco-friendly1” o “green wash2”. Esta tendencia surgida en Estados Unidos se complace en hacer unos “retoques” para que los edificios parezcan más verdes, generando la pregunta de si realmente lo son, o solo satisfacen sus estrategias de marketing.
En general, no resulta nada increíble en nuestros tiempos que empresas mineras, petroleras e industrias químicas busquen mostrar virtuosa pulcritud en sus oficinas, mientras cometen incidentes ambientales en lugares distantes.
Lo que si puede sonar sorprendente es la enorme escalada que se le ha dado a la energía “verde”, la cual se vale de instalar innumerables paneles solares o aerogeneradores, a costa de destruir extensiones de miles de km² de tierras productivas en distintas partes del mundo, eso sí: en pos de salvar al planeta de los gases de efecto invernadero. Esta energía verde, fuertemente impulsada por la Agenda 2030 de la ONU (para acabar con el que en realidad es el “cuento del calentamiento global antropogénico”), es una penosa estrategia de solución por muchos motivos entre los que se destaca principalmente la escasa vida útil de dicha tecnología (aproximadamente 20 años un aerogenerador), las enormes toneladas y variedad de minerales que deben ser extraídos de la tierra para la fabricación de estos artefactos y las ingentes cantidades de residuos que derivaran de su corta vida útil.
Esencialmente, el problema es que, como pasa con todo lo que se pone de moda, la sostenibilidad es usada como un maquillaje y no como una fuerza transformadora, y eso tiene inmensas razones medibles en “pesos”.
Diseño sostenible, arquitectura sostenible, productos sostenibles, formas de vida sostenibles, son frases que constantemente contaminan los medios de comunicación sin aportar referencias claras sobre el funcionamiento general de dichas prácticas, vulgarizando estos conceptos al punto de hacerlos perder significado.
Otro de los grandes desvaríos es la aplicación de los programas de gestión ambiental de residuos enfocados testarudamente en la promoción de las “3 R” (reciclar, reducir y reutilizar), con el objetivo de terminar con el problema de la basura. Esta práctica, inculcada y fomentada hasta en los programas infantiles, ha terminado por sonarnos a frase milagrosa, remedio final para los problemas ambientales, cuando en realidad sólo revisten un montaje para calmar a las conciencias consumistas.
No se está diciendo aquí que las técnicas de reducción y reciclado de residuos carezcan de su razón de ser, se está diciendo que esconden la verdad del asunto: en primer lugar, lo primordial para disminuir la generación de residuos es reducir el consumo, en segundo, son los propios fabricantes los que deberían hacerse responsables del ciclo de vida completo de sus productos.
Sin embargo, al presente, mientras que las etiquetas de miles de envases venden más por ostentar una posibilidad de reciclaje del ciento por ciento, los fabricantes se desentienden del asunto una vez vendido el producto, y hacen a los ciudadanos y a los gobiernos locales responsables de gestionar la enorme cantidad de residuos que generan con sus decisiones insostenibles de embalaje y diseño.
De esta forma, el reciclaje así concebido es utilizado solo como método de marketing y esa publicidad consigue únicamente lo que persigue: vender.
La principal razón para simular sostenibilidad es que sale mucho más barato que lograrla realmente. Lamentablemente, toda esta simulación y tergiversación sobre estos temas tan delicados confunde a la ciudadanía, daña la esencia misma de la educación ambiental y dificulta la transición hacia sociedades verdaderamente sustentables.
Es por ello necesario abordar esta primera parte clarificando algunos conceptos muy significativos pero maltratados por los grandes “capitalistas verdes” de nuestra era, no sin antes comenzar a vislumbrar que “es” y que “no es” la sostenibilidad a través de una bella cita:
La sostenibilidad es un camino que hay que descubrir en cada contexto, un camino complicado en el que hay que desandar mucho de lo andado, en el que hay que cambiar los paradigmas de la ciencia, en el que hay que revisar qué es el progreso o qué es el desarrollo. Un viaje, que por no haberse viajado antes, no tiene mapas, no tiene recetas. La sostenibilidad no es una ideología, no es un objeto de consumo, no es una frase hecha, no es una lucha colateral, no es una muletilla. Es la opción más solidaria con el presente y con el futuro. Es la opción más radical, subversiva y necesaria. Así que por favor, si no van a hacer nada, por lo menos no nos lo pongan más difícil. (Karambolis, 2004, p. 5).
La tergiversación y el uso distorsionado del término desarrollo sostenible/sustentable3 se ha visto favorecida por varios factores, entre los cuales, la concepción polisémica de ambiente ha tenido un papel importante. Esto implica que debemos aprender a reconocer desde qué concepto de ambiente ha partido.
Pero esta tarea no es sencilla, ya que la palabra ambiente tiene una historia repleta de definiciones e interpretaciones que provienen de distintas ramas del conocimiento, algunas equiparando ambiente al concepto de naturaleza y otras tratando de desentrañar una relación entre naturaleza y hombre (entiéndase sociedad) que ha ido cambiando y evolucionando en el tiempo. Coexisten hasta nuestros días diversos significados, haciendo evidente la falta de consenso tanto en el lenguaje común como en el de las diferentes disciplinas que lo abordan.
Para tratar de ahondar un poco más en el tema sería prudente comenzar aseverando que antes de que se reconociera la crisis ambiental mundial en la esfera política, la palabra ambiente era mayoritariamente utilizada como sinónimo de naturaleza, lo cual se asocia a una ideología ligada al romanticismo adoptada por los círculos intelectuales y elitistas de las sociedades anglosajonas y europeas. Dicha ideología, fascinada en el “paisaje natural”, era una especie de “culto a la naturaleza”, por lo que pretendía la ausencia total de la intervención humana.
A partir de los años setenta esto cambia. La crisis ambiental comienza a ser gestionada desde la esfera político-gubernamental, y la palabra ambiente empieza a configurarse como un sistema que engloba sociedad y naturaleza. Desde ese momento, el hombre va a ser considerado como parte del ambiente, por ser este último su propio constructo social.
Lo anterior queda evidenciado en el propio nombre que llevó la Primera Cumbre de la Tierra celebrada en Estocolmo en el año 1972: Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, en la cual los países del Tercer mundo, teniendo temor de que se pretenda establecer en ellos un imperialismo conservacionista, insisten en hablar de un “MEDIO AMBIENTE HUMANO”. El concepto aquí queda definido como “el conjunto de elementos físicos, químicos, biológicos y de factores sociales, capaces de causar efectos directos o indirectos, a corto o largo plazo, sobre los seres vivos y las actividades humanas” (citado en Gianuzzo, 2010, p. 132).
Con este concepto, los países tercermundistas se aseguraron que no se vean vulnerados sus derechos al crecimiento y desarrollo económico, por lo que incorporar al hombre en la ecuación y revisar las formas de relación sociedad–naturaleza, dará inicio a los grandes debates sobre las diferentes interpretaciones y formas de abordaje del concepto.
Y es que indiscutiblemente el medio ambiente es objeto de estudio, de manera más o menos directa, de muchas disciplinas del conocimiento, entre las que se destacan: la biología y la ecología, la química, la geología, la geografía, la meteorología, la sociología, la economía, el derecho, la ingeniería, entre otras.
Antes de que fuera formalmente enunciado y originara replanteos epistemológicos y metodológicos, ya era objeto de estudio desde la óptica de cada especialidad. En los debates sobre lo ambiental se supone que el concepto de ambiente es universalmente compartido por los actores implicados. Sin embargo, no siempre es difícil advertir la asimetría conceptual antes aludida, no sólo entre las distintas disciplinas sino dentro de los discursos de los referentes de una misma disciplina (Gianuzzo, 2010, p.135).
Lo cierto es que la evolución en la construcción de este concepto nos lleva de manera progresiva desde una noción simple, asociada únicamente a los elementos del sistema natural (elementos físicos, químicos y biológicos) a una más compleja, donde entra en juego la dimensión humana con todas las esferas específicas que le son propias: económica, política, social, cultural, histórica, etc., destacándose las interacciones e influencias mutuas entre sus elementos.
Comprender estas interacciones implica conceptualizarlo como un sistema dinámico y complejo (García y Priotto 2006), en el que cobra importancia la heterogeneidad de sus componentes y sus mutuas interdependencias, dando cuenta en su dinámica las diferentes formas de interacción entre sociedad y naturaleza.
Pero… ¿Por qué se ha dado esta transición? Fundamentalmente, podemos decir que “abordar su estudio implicó una crítica progresiva a la ciencia moderna por ser una fuente de limitaciones para la comprensión de la realidad ambiental”(García y Priotto, 2009, p. 34-38). La ciencia, que llamamos convencionalmente clásica, estaba basada en lo que Morín (1997) denominó el “paradigma de la simplificación”4