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Al ser humano no suele gustarle que otros le adelanten, que posean más dinero, más medios, más belleza, más atractivo humano, o incluso más felicidad. Le desconcierta, como si se tratara de un fallo técnico de la naturaleza. Otras veces le deprime, o le induce a desear el mal al otro. Es difícil despojarse de esa tendencia, pero ¿sabemos por qué se produce, o qué consecuencias tiene? ¿Hay una envidia de la buena? El autor propone en este libro modos positivos de alejarse de la envidia, favorecer la sana emulación y conquistar así la felicidad.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
ENVIDIA DE LA MALA, ENVIDIA DE LA BUENA
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
1. FRECUENCIA DE LA ENVIDIA
APARECE A CUALQUIER EDAD
FORMA PARTE DE LA CONDICIÓN HUMANA
SE OCULTA
LA ENVIDIA EN LA BIBLIA
¿VARÍA SEGÚN PAÍSES Y CULTURAS?
2. MALICIA DE LA ENVIDIA
GRAN CONSENSO
DAÑA AL ENVIDIOSO Y AL ENVIDIADO
LA ENVIDIA EN LA FAMILIA Y EN EL MATRIMONIO
ENVIDIA E INFELICIDAD
REPRESENTACIÓN DE LA ENVIDIA
3. QUÉ ES LA ENVIDIA
MALESTAR DEL BIEN AJENO
INTERPRETACIÓN TORCIDA DEL BIEN
DESEO DE ELIMINAR EL BIEN DEL OTRO
¿ES PECADO LA ENVIDIA?
ALGUNAS SOLUCIONES
4. CAUSAS DE LA ENVIDIA
INFERIORIDAD E INSEGURIDAD
SUPERIORIDAD, SOBERBIA Y VANAGLORIA
ALGUNAS SOLUCIONES
5. LAS CINCO “HIJAS” DE LA ENVIDIA
CÓMO SE ORIGINAN
LA ALEGRÍA DEL MAL AJENO
EL ODIO
ALGUNAS SOLUCIONES
6. QUÉ ES LO QUE SE ENVIDIA
LO QUE BRILLA
LAS CUALIDADES INNATAS
LA FELICIDAD
LA PERSONA MISMA
SE REQUIERE IGUALDAD
UNA SOLUCIÓN POSIBLE
7. DETONANTES DE LA ENVIDIA
COMPARACIÓN
COMPETENCIA
ALGUNAS SOLUCIONES
8. LA ENVIDIA DEL REY SAÚL
SAÚL LLAMA A DAVID A SU SERVICIO
CUALIDADES DE DAVID
NACE LA ENVIDIA DE SAÚL:EGO, INSEGURIDAD Y COMPARACIÓN
ODIO, MIEDO Y MÁS ENVIDIA
9. EL ENVIDIADO
LA PROVOCACIÓN VOLUNTARIA
LA PROVOCACIÓN INVOLUNTARIA
ALGUNAS SOLUCIONES
10. LA EMULACIÓN
“ENVIDIA DE LA BUENA”
QUÉ ES LA EMULACIÓN
EMULACIÓN Y AFÁN DE SUPERACIÓN
LA EMULACIÓN A PARTIR DEL PROPIO TALENTO
LA EMULACIÓN A PARTIR DEL EJEMPLO DE LOS DEMÁS
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA CITADA
CRÉDITOS
La envidia no es un tema popular. Resulta desagradable referirse a ella. Además, se tiene poca conciencia de la envidia, lo cual es paradójico, porque su presencia en la vida personal, familiar y social es muy frecuente y sus efectos perniciosos. ¿A qué se debe esta falta de conciencia? Probablemente a no querer darse cuenta —consciente o inconscientemente— de algo que resulta problemático y difícil de aceptar.
A veces la envidia se confunde con el egoísmo o con los celos, pero en la mayoría de los casos no se piensa en ella porque tal vez nadie desea percibirse como envidioso y tampoco sobre cómo resolver esta presencia nociva en su vida, lo cual equivale a la postura del avestruz que, al prever el peligro, encaja la cabeza en el suelo para no enfrentarlo... con lo que evidentemente no lo resuelve. Para solucionar el problema de la envidia, se requieren varias condiciones:
• entender en qué consiste;
• aceptar que se padece;
• descubrir los antídotos pertinentes;
• y ponerlos en práctica.
Cabe también advertir que si bien se han escrito muchos comentarios sobre la envidia a lo largo de todos los tiempos —casi siempre a propósito de otros temas relacionados con ella—, existen, en cambio, pocos tratados específicos sobre este tema[1] que lleven a cabo un análisis completo para comprender con profundidad su naturaleza y las soluciones para superarla.
El presente ensayo pretende los siguientes objetivos:
• descubrir la frecuencia con que la envidia aparece en la vida de las personas, así como sus efectos maliciosos (tanto para el envidioso como para el envidiado);
• precisar qué es la envidia y en qué consiste para poder entenderla;
• profundizar en su estudio, analizando sus causas (que explicarán por qué existen ciertas personas especialmente propensas a la envidia);
• describir a las hijas de la envidia, es decir, efectos y consecuencias que de ella derivan;
• afinar aún más en el análisis, considerando cuál es el objeto de la envidia, es decir, qué es propiamente lo que se envidia;
• destacar cuáles suelen ser los detonantes que despiertan este frecuente problema, agravado en el actual mundo competitivo;
• ilustrar, de manera gráfica, todo lo señalado anteriormente con un caso práctico y paradigmático de envidia: la historia del rey Saúl ante la presencia de David en el reino;
• como en los capítulos anteriores el análisis se habrá centrado en quien padece la envidia —el envidioso—, posteriormente será necesario incluir un apartado dedicado al envidiado, esto es, a quien provoca la envidia;
• y, finalmente, se concluirá con un tema positivo: la emulación, que algunos suelen llamar, equívocamente, “envidia de la buena”.
Tan importante como profundizar en el problema de la envidia será puntualizar las soluciones para eliminarla o superarla cuando se presente. Este objetivo fundamental también se incluye, ya que, a lo largo de las páginas y al filo de los diversos análisis, irán apareciendo esas soluciones, a manera de sugerencias —sencillas y prácticas—, para que las aproveche cualquier persona.
A pesar de la negatividad tan grande que la envidia encierra, el enfoque del presente ensayo es propositivo: los lectores contarán con una herramienta que les permita alejarse de la envidia para conquistar la felicidad.
[1] Uno de ellos es la obra de FERNÁNDEZ DE LA MORA, Gonzalo, La envidia igualitaria, Madrid: Áltera, 2011, de la que se han tomado varias de las citas que aparecen en el presente escrito y a quien agradecemos su valiosa investigación.
En la vida personal, familiar y social, el problema de la envidia es más frecuente de lo que ordinariamente consideramos. Se suele hablar poco sobre ella, a pesar de su constante influencia en el comportamiento humano. No existe, pues, proporción entre sus repercusiones y la atención que se le presta. ¿A qué se debe esta resistencia o aparente ceguera para enfrentar la envidia y sus consecuencias?
Existe una explicación que irá aflorando paulatinamente conforme profundicemos en el tema. Baste por ahora señalar que hablar de la envidia —no digamos de la personal— resulta desagradable, porque se trata de un sentimiento muy negativo y, al analizarlo, pronto se descubre que muchos procesos personales de conducta, así como abundantes acontecimientos sociales, se originan en él. Solo desde esta perspectiva se puede comprender con hondura.
Si recurrimos a la experiencia personal reconoceremos que, al menos en algunas ocasiones a lo largo nuestra vida, hemos sentido envidia. Lo mismo si pensamos en personas cercanas a las que conocemos bien, concluiremos que tampoco escapan a este problema. La envidia aparece a cualquier edad, incluso desde la más tierna infancia. Bertrand Russell advertía que «la envidia es una de las pasiones humanas más universales y arraigadas. Es muy aparente en los niños antes de que cumplan un año, y todo educador debe tratarla con muchísimo respeto y cuidado. La más ligera apariencia de que se favorece a un niño a expensas de otro es notada al instante»[2]. No es difícil imaginar, por ejemplo, a una niña pequeña que llora desconsoladamente porque a su hermanita le han dado un regalo de cumpleaños y, al consolarla y preguntarle si desea lo mismo, su respuesta será que aquello que verdaderamente desea es que no le den el regalo... a la hermana.
La envidia puede experimentarse en la adolescencia, por ejemplo: cuando un compañero ha superado a otro en una competencia deportiva; una amiga obtuvo mejores calificaciones en la escuela; otra tuvo más éxito con los amigos; o el de más allá toca con destreza algún instrumento musical. En la madurez, al observar a quienes han destacado profesionalmente, o a aquellos que se les ve felices por haber formado una familia en la que reina la armonía y el cariño. O en la vejez, al constatar que ya no pueden realizarse determinadas actividades que otros llevan a cabo con soltura, o que se carece de la lucidez mental de la que otros gozan. Por eso Quevedo señalaba que la envidia «es el más antiguo de todos los vicios..., atosiga todas las edades»[3].