Epitalamio (Historia de amores) - Ramón María Del Valle-Inclán - E-Book

Epitalamio (Historia de amores) E-Book

Ramón María Del Valle-inclán

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Beschreibung

Epitalamio es la segunda novela del prolífico escritor Ramón María del Valle-Inclán. En rima con su primera obra, Femeninas, Epitalamio aborda una historia de amor tan dada al sentimiento como a la sensualidad, tan al realismo como al amor galante. En palabras del propio autor, la narración abarca una vida dionisíaca entrañada de intuiciones místicas.

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Seitenzahl: 29

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Ramón María del Valle-Inclán

Epitalamio (Historia de amores)

Saga

Epitalamio (Historia de amores)

 

Copyright © 1897, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726485677

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Dedicatoria

Para mi maestro y mi amigo Jesús Muruais.

I

[17] -¡Oh, siempre aparece en tí el poeta, gran señor!

Y Augusta, verdaderamente encantada, volvió á leer la dedicatoria, un tanto dorevillesca, que el príncipe Attilio Bonaparte acababa de escribir para ella en la última página de los Salmos [18] Paganos -¡aquellos versos de amor y voluptuosidad que primero habían sido salmos de besos en los labios de la gentil amiga!

-¡Eres encantador!... ¡Eres el único!... ¡Nadie como tú sabe decir las cosas! ¿De veras son estos tus versos? ¡Yo quiero que seas el primer poeta del mundo! ¡Tómalos! ¡tómalos! ¡tómalos!...

Y Augusta le besaba con gracioso aturdimiento, entre frescas y cristalinas risas. Era su amor, alegría erótica y victoriosa, sin caricias lánguidas, sin decadentismos anémicos, pálidas flores del boulevard. Ella sentía por el [19] poeta esa pasión que aroma la segunda juventud, con fragancias de generosa y turgente madurez. Como el calor de un vino añejo, así corría por su sangre aquel amor de matrona lozana y ardiente, amor voluptuoso y robusto como los flancos de una Venus, amor pagano, limpio de rebeldías castas, impoluto de los escrúpulos que entristecen la sensualidad, sin domeñarla. Amaba con el culto olímpico y potente de las diosas desnudas, sin que el cilicio de la moral atarazase su carne blanca, de blanca realeza, que cumplía la divina ley del sexo, soberana y triunfante, como [20] los leones y las panteras en los bosques de Tierra Caliente.

Augusta susurró al oído del poeta:

-Mañana llega mi marido, y tendremos que vernos de otra manera, Attilio.

Una sonrisa desdeñosa tembló bajo el enhiesto mostacho del galán.

-Dejémosle llegar, madona.

Harto sabía el príncipe que el buen caballero D. Juan del Alcázar, académico rancio y poeta cortesano, era el más sesudo despreciador de Otelo. Si el príncipe admiraba al erudito traductor de Horacio y de Virgilio, no [21] era ciertamente por los sonetos fríos y engolados con que Don Juan lamentaba todos los años en la Ilustración la muerte de los ideales; sino por aquella filosofía cínica, que á ser más consciente y haber revestido forma literaria, hubiérale labrado un sitial entre Carlos Baudelaire y Enrique Heine.

Augusta hizo un delicioso mohín de enfado.

-¿De manera que para tí no es una contrariedad que llegue mañana mi casto esposo?

Y cambiando repentinamente de voz y de ademanes, se echó á reír, con risa picaresca y alocada.

[22] -Pues, hijo, para mí tampoco. ¡Si hasta creo que tendremos más libertad! Él es muy aficionado á dar paseos largos; le haremos que se lleve á la chiquilla, y nosotros quedaremos dueños absolutos de hacer cuanto queramos.

-¿Y qué diablos tenemos que hacer nosotros, madona?

-Ya te lo diré yo...

Y alzando las holgadas mangas de su traje, enlazó al cuello del poeta los brazos desnudos, tibios, perfumados, blancos.