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"Érase una vez en América" es la última película de Sergio Leone, lo que el propio director definió como "mi cine".
Con una gestación muy convulsa, hasta el punto de que transcurrieron quince años desde la primera idea hasta la realización final, y con una duración global mucho mayor que la extensión normal de una película cinematográfica, esta película se convierte en una discusión sobre el tiempo, en un manera de transponer, con la infinita sabiduría de quien sabe mezclar música y fotografía, escenografía y color, ambientes y diálogos, la vida misma y las delicadas relaciones que cada uno de nosotros establece durante el transcurso de nuestra existencia.
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Veröffentlichungsjahr: 2024
SIMONE MALACRIDA
“ Érase una vez en América de Sergio Leone ”
ÍNDICE ANALÍTICO
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1 - FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA
CAPÍTULO 2 – LA IDEA Y LA ESTRUCTURA
CAPÍTULO 3 – TEMAS Y SIGNIFICADOS
CAPÍTULO 4 – CORRESPONDENCIAS
CAPÍTULO 5 – HALLAZGOS Y EVOLUCIONES POSTERIORES
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
Simone Malacrida (1977)
Ingeniero y escritor, se ha ocupado de la investigación, las finanzas, las políticas energéticas y las instalaciones industriales.
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1 - FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA
CAPÍTULO 2 – LA IDEA Y LA ESTRUCTURA
CAPÍTULO 3 – TEMAS Y SIGNIFICADOS
CAPÍTULO 4 – CORRESPONDENCIAS
CAPÍTULO 5 – HALLAZGOS Y EVOLUCIONES POSTERIORES
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
NOTA DEL AUTOR:
Las opiniones y reflexiones presentes en este libro representan ideas personales del autor y son el resultado de múltiples visionados de todas las versiones de "Érase una vez en América" (y otras obras del director Sergio Leone).
Todo ello se ha integrado con lo presente en la sección "Bibliografía", extrayendo ideas válidas de libros, entrevistas y análisis anteriores.
"Érase una vez en América" es la última película de Sergio Leone, lo que el propio director definió como "mi cine".
Con una gestación muy convulsa, hasta el punto de que transcurrieron quince años desde la primera idea hasta la realización final, y con una duración global mucho mayor que la extensión normal de una película cinematográfica, esta película se convierte en una discusión sobre el tiempo, en un manera de transponer, con la infinita sabiduría de quien sabe mezclar música y fotografía, escenografía y color, ambientes y diálogos, la vida misma y las delicadas relaciones que cada uno de nosotros establece a lo largo de nuestra existencia.
“ Érase una vez en América es el fin del mundo, el fin de un género, el fin del cine ”.
––––––––
Declaración de Sergio Leone presente en el libro “Érase una vez el cine”.
En 1984, hace cuarenta años respecto a la fecha de redacción de este breve cuadernillo y ensayo, se estrenó "Érase una vez en América", la última película de Sergio Leone que completaba la trilogía de la época, iniciada hace quince años. primero con “Érase una vez en Occidente”.
Por cierto, ésta fue también la última película del director italiano, que cinco años después sufrió un infarto.
Después de un tiempo tan considerable, la obra de Sergio Leone no ha acabado en el armario de los recuerdos, al contrario, es más conocida y señalada que nunca.
Principalmente gracias a la Dollar Trilogy, que había rediseñado por completo el género western decretando su fin.
Un hito muy concreto, que hoy consideramos insalvable.
Todo western anterior al de Leone parece completamente anticuado en cuanto a temas, argumentos, presentación de personajes y entornos.
Para “Érase una vez en América”, el asunto es mucho más complejo.
La larga gestación de la obra, que abarcó un período de quince años, la dificultad para encontrar un tema adecuado y los procesos progresivos que acabaron alargando el tiempo, dieron vida a una película de mil implicaciones, cuya sola duración dificultaba la El público y el disfrute de la película son una dura prueba.
Si combinamos esto con las diferentes versiones que circulan y el hecho de que, en ellas, se esconden infinidad de conexiones, entendemos cómo el acercamiento a esta película resulta más difícil.
Pese a ello, la película no pertenece a ese círculo de obras conocidas sólo por profesionales o por un público especializado.
Existe una considerable popularidad de esta obra, que ha ido creciendo con el tiempo sin mostrar signos de envejecimiento.
Cíclicamente se ha ido transmitiendo por televisión y ahora hay gente que conoce la trama y los personajes, reconoce la música y las citas, a pesar de que nacieron después de 1984.
El interés por la película también lo denota un trabajo de restauración realizado en 2012 que devolvió al público numerosas escenas cortadas por motivos de distribución, así como un color más parecido al original y la digitalización, necesaria para preservar la obra de los efectos. perjudicial para la destrucción.
Hay que preguntarse el porqué de todo esto.
Reside, a juicio del escritor, en la extrema modernidad de los contenidos y temas tratados.
Aunque comprendimos inmediatamente la época de la obra (de hecho, podemos decir con seguridad que parece pertenecer a los años 60 y no a los 80) y a pesar de tener un ritmo deliberadamente lento, lo que se discute es universal.
Mucho más que el tema tomado en consideración para describir el período de los gangsters en la época de la Prohibición estadounidense, es decir, de 1918 a 1933.
La inspiración surgió de una novela biográfica de un ex gángster estadounidense de origen ucraniano y perteneciente a la comunidad judía de Nueva York.
Esa fue la luz inicial, ya que Leone buscaba algo ambientado en ese mundo y en ese momento.
El resto, sin embargo, fue obra del director italiano.
Adiciones de partes enteras de la trama, de un nuevo período histórico que debe considerarse presente, aunque en realidad ya sea antiguo en comparación con 1984.
Y luego la técnica narrativa de continuas referencias al pasado y referencias al futuro, el análisis del detalle, la fotografía y la música, el vestuario y la escenografía.
Por último, pero no menos importante, la reconstrucción de lugares y entornos, una especie de búsqueda de un tiempo y un lugar perdidos, para contar cómo fue y cómo ya no es.
Todo esto podría denotar un planteamiento muy particular y difícil de entender.
Algo desconocido para todos, ya que nadie tenía más experiencia con ello, ni siquiera los propios americanos.
Normalmente, ante una situación como ésta, intentamos estereotipar las escenas.
El bien y el mal, la lucha entre el bien y el mal o acontecimientos judiciales, familiares e históricos.
Nada de esto en Leo.
La visión es personal e introspectiva.
El hombre con sus propias dudas.
Remordimiento, arrepentimiento, trato con la conciencia.
Sobre todo, temas universales como el amor, la amistad y la traición.
Los temas surgieron progresivamente, como un lento descubrimiento y un lento avance de acercamiento, no exento de contradicciones y antítesis, paralelismos y violencia.
Nada se salva del protagonista y de los espectadores.
Finalmente, el toque de perspectiva del sueño y la proyección, de una ilusión que bien podría coincidir con la vida misma.
Entonces, ¿qué queda?
Quizás sólo la nostalgia de un tiempo perdido, el de nuestra juventud.
En la puesta en escena de cada pequeño detalle, Sergio Leone volcó su experiencia personal y su formación.
Una forma de expresar un punto de vista unívoco, pero potencialmente abstraible de la condición particular, dado que no se dictan sentencias ni sentencias.
El final en sí, abierto a al menos dos interpretaciones diferentes, deja al espectador invadido por esa sensación de pérdida y abandono, dulce y melancólica como la banda sonora que, desde el principio, se eleva hasta convertirse en una obra maestra absoluta.
Cada uno de nosotros puede encontrar, en los acontecimientos de Noodles, parte de nosotros mismos o parte de nuestra propia historia.
De ahí la modernidad y el cruce generacional.
La continua renovación de una película que no se queda en la película de gánsteres, sino que la historia contada es sólo un pretexto y todo el género queda derribado.
Más, el cine entero y el mundo entero.
Ese mundo narrado.
El director era consciente de ello, lo supo desde la primera proyección, llegando incluso a declararlo en la inauguración.
“El fin de todo, el fin del mundo, el fin del cine”.
El título podría transcribirse fácilmente como “Érase una vez el cine”.
Hay muchas expresiones emblemáticas en este sentido, pero aquí conviene recordar la respuesta final y lapidaria de Noodles a su amigo Max, quien se transformó en el senador Bailey.
"Es simplemente mi forma de ver las cosas".
No se aprieta el gatillo, aunque la lógica diría que "un amigo traicionado no tiene más remedio que disparar".
Ante el robo de la vida, del dinero, de la felicidad, del amor y del tiempo, la respuesta es salir por una puerta trasera.
Una forma de llevar consigo el "hedor de la calle", ese sentimiento de pertenencia propio de un mundo que ya no existe, pero que cada uno de nosotros podemos admirar durante las cuatro horas que dura la película.