Espacios y tiempos que educan - Mar Romera - E-Book

Espacios y tiempos que educan E-Book

MAR ROMERA

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Beschreibung

La vida en la escuela cobra sentido al conjugar dos coordenadas esenciales: espacio y tiempo. Esta obra propone repensar el entorno escolar para que cada aula, pasillo o rincón sea un escenario que invite a la reflexión, al aprendizaje y al bienestar integral de cada estudiante. Al reconocer que los estímulos no son neutros, sino determinantes en la experiencia educativa, se plantea la necesidad de diseñar y adaptar cuidadosamente los espacios y tiempos en función de las características de cada grupo y momento. Al planificar con intención, se aprovechan mejor los recursos y los ritmos de la jornada y se cultiva el desarrollo de habilidades individuales y colectivas. Con propuestas prácticas desde infantil a secundaria, este libro ofrece pautas para construir entornos vivos, donde la planificación responde a objetivos claros y a la diversidad de necesidades. Desde la reflexión íntima hasta la construcción de conocimiento compartido, el espacio y el tiempo serán en ejes fundamentales para una educación que respete la singularidad de cada persona y promueva relaciones auténticas. Esta es una lectura indispensable para quienes buscan una escuela que no se limite a cuatro paredes ni a horarios fijos, sino que se abra a la creatividad, la participación comunitaria y la evolución constante. Cada decisión espacial y temporal cobra relevancia, convirtiéndose en una oportunidad para inculcar valores, saberes y actitudes que marquen positivamente la trayectoria educativa de niños y jóvenes.

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Seitenzahl: 448

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Espacios y tiempos que educan. Propuestas de infantil a secundaria

© 2025 Mar Romera y Olga Martínez

Primera edición, 2025

Directora de colección: María del Mar García

Revisora técnica: Mercedes Bermejo

Directora de producción: M.ª Rosa Castillo

Corrección: Anna Alberola

Maquetación: Coopera Editorial

Diseño de la cubierta: cuantofalta.es

Fotografía página 46: Nile en Pixabay

© 2025 Editorial Sentir es un sello editorial de Marcombo, S. L.

Avenida Juan XXIII, n.º 15-B

28224 Pozuelo de Alarcón. Madrid

www.editorialsentir.com

Contacto: [email protected]

© Colección: Educar con 3 Ces

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN del libro en papel: 978-84-267-3958-2

ISBN del llibre electrònic: 978-84-267-4077-9

Producción del ePub: booqlab

 

A Marimar Hernáez

La mujer, la madre, la soñadora, la maestra. La persona valiente capaz de arriesgar por la infancia, por sus derechos; por OSOTU, el verdadero proyecto educativo que conseguirá colocarse en el horizonte de lo que debe ser la escuela de todos y todas, para todos y para todas.

Gracias por existir.

ÍNDICE

Cubierta

Título

Créditos

Índice

1.

INTRODUCCIÓN

2.

PRÓLOGO DE JOSÉ PICÓ: ARQUITECTURA ESCOLAR

3.

EL ESPACIO Y EL TIEMPO DE LA ESCUELA

4.

FUNDAMENTACIÓN PSICOPEDAGÓGICA Y SOCIAL DE LA PROPUESTA

4.1

Se ubica en el modelo Educar con 3 Ces: capacidades, competencias y corazón

4.2

Lo importado del pasado

4.3

Modelo cognitivo-constructivista en educación

4.4

Visión actual de las aportaciones del pasado y del modelo cognitivo-constructivista

4.5

Teoría de las inteligencias múltiples del dr. Howard gardner

4.6

Lo que aporta la neurociencia

4.7

Hacia la educación competencial

4.8

Importancia del juego

5.

DESARROLLO DE LA PROPUESTA

5.1

Los espacios

5.2

Los tiempos

5.3

¿Qué son los rincones/zonas/aulas temáticas? ¿Para qué sirven?

5.4

Estructura propuesta para una organización por rincones, zonas o aulas temáticas (sugerencias de la A la Z)

5.5

Relación entre algunos rincones/zonas/aulas - inteligencias - competencias

5.6

Organización del paso por los rincones. Tiempos

5.7

El rol docente en los rincones/zonas/aulas

5.8

Participación de otros agentes

5.9

Características de los materiales al uso

5.10

Evaluación

6.

Conclusión

7.

Bibliografía

Guide

Cover

Índice

Start

1

INTRODUCCIÓN

El espacio no tiene tamaño, no es pequeño o grande, sino que depende de la transformación de Alicia. La percepción del espacio, semejante a lo que pasa con el concepto de «tiempo», es relativa y depende de nuestras preferencias y necesidades.

(Lewis C., Alicia en el país de las maravillas)

«Después de haber atravesado un camino largo y difícil, el viajero llegó a la entrada del pueblo en el que pasaría los próximos años de su vida. Inquieto sobre la forma de ser de la gente en ese lugar, le preguntó a un viejo señor que descansaba recostado bajo la sombra de un frondoso árbol de cedro:

–¿Cómo es la gente en este lugar? –le dijo al viejo, sin saludarlo–. Es que vengo a vivir aquí y donde yo vivía las personas eran complicadas y agresivas. La arrogancia y la insensibilidad eran el pan de cada día.

El anciano, sin mirarlo, respondió:

–Aquí la gente es igual.

El viejo siguió reposando. El caminante prosiguió su camino. Horas después, otro viajero que también llegaba al pueblo se acercó al anciano y le dijo:

– Buenas tardes, señor, disculpe la molestia, yo vengo a vivir a este pueblo y me gustaría saber cómo es la gente, porque en donde yo vivía las personas eran atentas, generosas y sencillas.

El anciano levantó la cabeza, sonrió y le contestó:

–Aquí la gente es igual….

El viajero agradeció, y con una sonrisa en sus labios prosiguió su camino.

Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo: –¿Cómo es posible dar la misma respuesta a dos preguntas tan diferentes?

A lo cual el viejo contestó:

–En vez de preguntarte cómo te tratan los que te rodean, mejor pregúntate cómo los tratas tú a ellos. A la larga, la gente se termina comportando contigo como tú te comportes con ellos».

Todas y cada una de las palabras, renglones, párrafos, páginas… ideas y propuestas que siguen en adelante NO SON sentencias irrevocables, ni verdades contrastadas desde todas las disciplinas, enfoques, teorías o teóricos en la materia. Todo lo que sigue solo es una puerta a la imaginación sabia y estudiosa de los profesionales de la educación. Una puerta que permite abrir muchas otras. Casi todo está dicho o escrito y, a la vez, no sabemos casi nada… Si la idea la aplicamos al espacio y al tiempo todo se nos complica. Nos gustaría ser el anciano que descansa a la entrada del pueblo, y nos agrada recibirte como viajero.

Ahora te toca a ti diseñar «el camino» de la lectura. GRACIAS POR HABER LLEGADO HASTA AQUÍ. De ahora en adelante será más fácil, ya que casi todo depende de ti.

Teniendo en cuenta la situación actual de la escuela, la legislación vigente y su apuesta de enseñar y aprender en todas las etapas del sistema desde el marco de las competencias, unas competencias adaptadas y adaptables a los cambios vertiginosos que se producen cada día, proponemos una rápida reflexión sobre lo que se considera importante y casi universal:

• La educación debe presentar un carácter holístico, integral e integrado. Capacidades (potenciales-fortalezas); competencias (habilidades) y corazón (emociones y sentimientos). Esto incluye la cultura, el conocimiento, las actitudes y los valores. Por esto la propuesta que se desarrolla en estas páginas se incluye en el modelo Educar con 3 Ces.

• La información está al alcance de todos y todas, pero sin la competencia vinculada a los contextos de acción no es posible el aprendizaje real.

• No hay desarrollo competencial sin desarrollo ético. El objetivo es la conquista de la autonomía moral.

• Conocimiento no es comprensión.

• Las competencias dejan de serlo (competencias humanas, al menos) cuando no permiten creatividad y transferencia en las coordenadas del pensamiento crítico propiamente humano. Esto implica una reflexión constante que ajusta las respuestas a las preguntas cambiantes y a los contextos. Nunca se termina de aprender.

La escuela, pensada para compensar lo que no se da de manera natural, es el perfecto escenario para «ensayar», como una gran realidad, el devenir cambiante de la vida. Esto es enseñar por competencias y aprender a vivir en el s. XXI. Aprender a pensar de forma crítica, habilidosa, eficaz y eficiente, a la vez que creativa e innovadora. Aprender a elegir. Trabajar en equipo.

Todo esto nos lleva a organizar (o, al menos, proponer la organización) los espacios y los tiempos de los contextos escolares de una forma flexible, innovadora, creativa… ajustada a las tareas que se propondrán, a la transdisciplinariedad que se pretende y a las exigencias de la vinculación con el entorno social, con la vida, con el siglo XXI y con las necesidades reales de nuestros colectivos docentes y de nuestra infancia.

Olvidar la seguridad que da lo cerrado, lo predecible, los programas concretos; y aprender de la incertidumbre, de las situaciones de cambio permanente... en definitiva, aprender a aprender de forma permanente.

Nos toca diseñar espacios y tiempos que permitan esto, que se conviertan en contextos apropiados para la personalización de las situaciones de aprendizaje, espacios que educan e invitan al aprendizaje por sí mismos y que respetan tanto las diferencias que las acogen como recursos. Entornos de aprendizaje que intercambian vida e invitan a la conquista de la autonomía, que potencian el intercambio, la controversia y la vivencia de las habilidades necesarias para la vida.

Cooperar, debatir, dialogar, discrepar, compartir, buscar, indagar, practicar, escuchar, comunicar, jugar, crecer, aprender… vivir la infancia y la adolescencia haciendo que la Convención Internacional de los Derechos del Niño sea una realidad evidente.

Entornos seguros, pero con retos suficientes para improvisar, crear, errar y empezar de nuevo. Entornos afectivos y emocionantes donde el alumnado se sienta seguro y admirado, donde pueda hacerse tantas preguntas como su imaginación le permita.

Entornos que evalúan para mejorar, pero que no califican ni etiquetan. Hablamos de una educación obligatoria, para todos y todas. Una educación que es responsable de facilitar que cada persona encuentre en ella su mejor versión, sin estándares predefinidos ni cajones de etiquetado. Ha llegado el momento de hacer que «el muro» (Pink Floyd) realmente caiga.

El rol del docente en este siglo pasa a acompañar, aprender, asesorar… tutorizar los procesos de aprendizaje del alumnado de forma personalizada.

Esto supone minimizar la directividad en la intervención directa con el alumnado e implica profundizar mucho en los procesos de diseño de las situaciones de aprendizaje. Diseñamos entornos que provocan aprendizaje en sí mismos, entornos multicompetenciales y transdisciplinares que respetan a la persona y permiten personalizar la enseñanza.

Es necesario redefinir la práctica, la vida del aula, es necesario apoderarnos de los saberes en la acción para que estos dejen de ser información y pasen a ser conocimiento, y el conocimiento pase a ser sabiduría. No hablamos de una práctica sin teoría, hablamos de un conocimiento reflexivo desde la práctica, aprender desde la funcionalidad, y esto supone contextualizar el aprendizaje en situaciones cercanas a la vida de los alumnos y alumnas.

La funcionalidad se logra cuando el alumnado y el profesorado comprueban que lo aprendido en la escuela es transferible a la vida real, y esta transferencia es posible cuando los aprendizajes están revestidos de autonomía.

La propuesta que se desarrolla a continuación no es una receta mágica; solo es una posibilidad, la de abrir los muros del aula al mundo, a la información y al conocimiento. Es la oportunidad de desalinear los pupitres, abrir las ventanas, perder los miedos y darle opción a la oportunidad de pensar y elegir.

Hace unos días leímos en algún rincón de la red que si hoy resucitaran tres profesionales (los mejores en su momento) fallecidos hace un siglo (concretamente un médico, un peluquero y un maestro), y cada uno de ellos volviera a su lugar de trabajo, el médico en el hospital actual no podría hacer nada, no entendería nada, no ayudaría en nada; el peluquero tampoco podría hacer mucho en cualquier peluquería actual, imposible adaptarse a las nuevas técnicas y tampoco a las necesidades de su clientela; sin embargo, el maestro, que como los otros dos profesionales era un buen maestro, entraría en cualquier aula y seguiría con su lección «casi» por donde la dejó, siendo un buen maestro.

Es cierto que un siglo después han cambiado cosas (tenemos ordenadores en las aulas y podemos hacer educación/instrucción virtual, seguimos los programas), pero no ha cambiado lo esencial. Sin embargo, nuestros niños y niñas si han cambiado… Nuestro planeta sí ha cambiado, nuestras necesidades si han cambiado, los robots nos acompañan, la inteligencia artificial, el Big Data…

¡Adelante!

Esto es un reto, una gran aventura.

2

PRÓLOGO DE JOSÉ PICÓ: ARQUITECTURA ESCOLAR

En nuestras largas conversaciones sobre educación y espacios, Mar suele acudir al gran pedagogo Loris Malaguzzi y a sus escuelas Reggio Emilia como ejemplo «de un proceso de transformación educativa basado en metodologías diferentes en las que la arquitectura y el ambiente se presentan como agentes activos en todas las propuestas de aprendizaje».

Malaguzzi siempre defendió la arquitectura como uno de los principales educadores de nuestra sociedad, considerando el espacio como el tercer maestro de todo aprendiz, siendo el primero y segundo la escuela y la familia, respectivamente. En cierto modo, todos habitamos espacios, edificios, barrios y ciudades que nos marcan y nos educan. Y, de igual modo, creo que casi todos hemos imaginado, e incluso participado, del diseño, distribución o decoración de nuestra casa, comercio, hotel o nuestra escuela.

En mi caso, y a lo largo de toda mi vida, los espacios han sido mis maestros y desde muy joven la arquitectura se convirtió primero en mi pasión y más tarde también en mi profesión.

Cuando tenía 12 años, y junto a mi querido tío Roberto, mis veranos comenzaron a convertirse en inolvidables experiencias de aprendizaje a través de distintos viajes por toda Europa. Visitar aquellas extraordinarias ciudades de Italia, Francia, Inglaterra o Alemania, caminar y descubrir sus barrios y calles repletas de maravillosos edificios, marcó mi adolescencia, así como también lo hicieron mis otros grandes maestros, los del Colegio Alcalde Arias Navarro y el Instituto Herrera Oria.

Recorrer aquellas construcciones y sus espacios me transportaba a historias de las distintas épocas en que fueran construidas, un reflejo de las costumbres de sus gentes. Sus formas, sus distribuciones, sus materiales de acabado y el resto de las características nos mostraban cómo había ido evolucionando la sociedad, adecuando los entornos a los distintos tiempos, necesidades y condicionantes.

Curiosamente, durante aquellos viajes pude comprobar cómo los únicos edificios que se mantenían invariables eran las escuelas y colegios. Cambiaban las viviendas, las oficinas, cambiaban las tiendas, las estaciones de trenes y los hospitales. Pero los centros educativos repetían una y otra vez los mismos esquemas: edificios de una, dos o tres alturas, con largos pasillos llenos de puertas que dan entrada a multitud de salas anodinas, de unos 40 metros cuadrados, a las que llamamos aulas, por no llamar jaulas. Mientras que las demás tipologías de edificios se han ido adaptando paulatinamente a los cambios de tiempos y costumbres, las escuelas, congeladas, rígidas, invariables y anacrónicas, se han impuesto y han obligado a que sean las personas, los programas o los proyectos educativos los que se adapten a las distribuciones y morfologías de espacios diseñados y construidos según las ideas, normas y comportamientos de hace más de 150 años.

El multifacético artista austriaco conocido como Hundertwasser escribió un curioso tratado sobre nuestras distintas pieles. Según él, toda persona tiene cinco pieles: la epidermis, nuestra primera piel, conexión de nuestro yo interior con el exterior, la piel de la infancia, la que nos conforma; la segunda piel, la ropa, o cómo nos envolvemos para presentarnos ante los demás; la tercera piel, el espacio, escenario de nuestras actividades diarias, que nos protege y proporciona confort; la cuarta, nuestro entorno, nuestra comunidad, nuestra ciudad; y, por último, la quinta piel, la humanidad como entorno global, sensación de pertenencia a algo mucho mayor que nosotros mismos.

Todas las pieles van cambiando, adecuándose a los tiempos, a las circunstancias y a las distintas vicisitudes. Ahora más que nunca, esa tercera piel debe adecuarse y ayudar a acomodarnos a una época que algunos estudiosos de Singularity University han denominado etapa VUCA (volátil, incierta, compleja y ambigua, según sus siglas en inglés). En esta era de transcendentales y acelerados cambios sociales, cargada de incertidumbres sobre el futuro del trabajo y el aprendizaje, la sociedad y la educación está sufriendo una fascinante transformación, a través de la cual los distintos escenarios de nuestras actividades van acomodándose y facilitando dichos cambios.

Cuando Mar Romera me invitó a participar en su nuevo libro Espacios educativos en la escuela, en el que tanto ella como Olga han condensado y recopilado, de forma ordenada y estructurada, las distintas características y necesidades de los espacios que conforman un centro educativo, pensé en las palabras que me dijo en su día el gran José Antonio Fernández Bravo: «José, uno no puede enseñar lo que se sabe, uno debe enseñar lo que es». Y como no soy maestro ni pedagogo, me centraré en hablar arquitectura.

Diseñé el primer espacio cuando aún tenía 13 años. Se trataba de una sencilla vivienda para mis padres, una casa imaginada desde esa cálida ingenuidad de los primeros años de juventud. Pasado el tiempo, ya con 24 años y acabada mi carrera universitaria como arquitecto, terminé diseñando y construyendo nuestra casa familiar, Nostra Natacha, en la que hemos podido disfrutar inolvidables momentos a lo largo de nuestra vida.

Construí una casa luminosa de grandes espacios abiertos para disfrutar todos juntos, versátil en su distribución para adaptarse al crecimiento de la familia, confortable y sólida para generar seguridad y calor de hogar. Una casa diseñada según los gustos, la personalidad e identidad de mi familia, de mis padres, mis hermanas y yo mismo. Una casa abierta a la naturaleza y adaptada a las condiciones climáticas de la región de Alicante, sostenible y funcional. Una casa que permitía el juego y la expansión de los más pequeños cuando llegaran a la familia, la intimidad de los mayores cuando necesitaban trabajar o descansar, el bienestar y cuidado de sus habitantes. Una casa integradora que recibe con cordialidad a los invitados. Una casa que, gracias a su flexibilidad, se ha ido modificando, adecuándose a las necesidades de la familia durante los últimos 29 años.

Esa casa representa para mí la imagen de lo que debería ser una escuela: luminosa, con grandes espacios abiertos, con capacidad de adaptación a las circunstancias, confortable, sólida y segura, personal y con identidad, sostenible y funcional, con zonas de juego y zonas de intimidad y, sobre todo, que integre, genere y potencie el bienestar de toda la comunidad educativa. Esa es la escuela que me imagino.

Una escuela pensada desde el cariño y el mimo con el que se piensa una casa, un hogar. Una escuela-casa en la que la familia podría ser la comunidad, los mayores el equipo directivo, los padres el claustro de profesores y los hijos, los alumnos.

Aún hoy recuerdo todo el proceso de diseño del proyecto de Nostra Natacha. Inagotables tardes de reuniones familiares visitando el terreno, aportando cada uno sus ideas, sus anhelos, sus aspiraciones. Mis padres delimitando el presupuesto, centrando los usos y las superficies necesarias para cocina, comedor, salón, zona de limpieza y baños; yo estudiando la normativa, el terreno, la climatología, el asoleamiento y los materiales; mis dos hermanas pequeñas escribiendo su carta de deseos para sus habitaciones, la piscina, las zonas de juego. Fue una maravillosa experiencia vital, en la que todos participamos aportando cada uno sus conocimientos, apetencias y pasión. Posteriormente, cuando fueron llegando los niños (nuestros hijos), también entre todos fuimos readaptando y transformando la casa con los nuevos requerimientos y condicionantes.

De igual modo, ese es el proceso que se debe seguir en el diseño o transformación de una escuela. ¿Hubiera sido razonable que hubiésemos dejado que aquella casa la imaginaran o proyectaran personas ajenas a nuestra familia? ¿Sin conocer nuestra identidad, nuestras particularidades o características más personales?

Entonces, ¿cómo es posible que dejemos a personas ajenas a una escuela o colegio, ya sean arquitectos, diseñadores, técnicos o inspectores, que desconocen el día a día del centro, del uso cotidiano de sus espacios, sus necesidades, propósito o visión, que impongan el diseño de los futuros espacios de aprendizaje? ¿No sería más razonable que fueran los propios usuarios de los centros quienes contribuyeran o incluso lideraran el proceso de transformación de sus espacios?

Ellos son los verdaderos profesionales de dichos espacios.

Ellos son quienes tienen el conocimiento de lo que realmente necesitan, conscientes del propósito e identidad del colegio, la misión, visión y valores que los identifican. Nadie mejor que ellos entiende cuáles son sus problemas y necesidades reales y aquello que realmente quieren mejorar.

Una vez imaginados esos espacios, su necesaria identidad, sus limitaciones y condicionantes, entonces será el momento de que se impliquen los diferentes equipos multidisciplinares de arquitectos, pedagogos, neurocientíficos, diseñadores, ingenieros y tecnólogos, para desarrollar con la máxima profesionalidad el proyecto técnico, decorativo, neurocientífico y tecnológico. Y para el desarrollo de todo este proceso, desde la parte de análisis de problemas y búsqueda de soluciones, ideación, prototipo y diseño de los espacios, existe una metodología denominada design thinking, que ordena y facilita las dinámicas necesarias para trabajar conjuntamente maestros, alumnos, familias, equipos directivos docentes, técnicos y diseñadores; estimulando el trabajo colaborativo, la creatividad y la interacción entre metodologías educativas, proyecto pedagógico y espacios. Todo ello a través de distintas sesiones conjuntas de cocreatividad, en las que los usuarios aportan su conocimiento, necesidades e ideas de transformación del colegio y el equipo de profesionales aporta las soluciones adecuadas que permitan la viabilidad técnica y económica de los proyectos.

Seamos capaces de imaginar, transformar y crear conjuntamente las escuelas del futuro. Miremos más allá, cambiemos los procesos, los protagonistas, la educación y sus espacios, pues, como bien dijo San Agustín: «Si aún puedes ser mejor de lo que eres, es evidente que todavía no eres tan bueno como debes».

3

EL ESPACIO Y EL TIEMPO DE LA ESCUELA

Hablar del espacio y del tiempo en la escuela no es nada nuevo, todos los modelos pedagógicos a lo largo de la historia lo han tenido en cuenta. Bucear en la bibliografía que refiere estos temas es entrar en el océano de la información y la casuística; parece no tener fin.

Desde siempre, el tiempo y el espacio escolar y su organización en y del aula y del centro interesa a muchos profesionales: pedagogos, psicólogos, arquitectos, docentes... Aunque al hacer un estudio en profundidad de muchas de estas propuestas y análisis, no son demasiadas las ideas innovadoras que podemos encontrar. En la mayor parte de los casos no se innova ni se crea; solo se suma. Como aprendimos del cocinero Ferran Adrià, para crear de forma innovadora es necesario deconstruir, estudiar los elementos constituyentes de la realidad deconstruida y volver a construir utilizando criterios diferentes.

Se trata de cambiar los criterios a la hora de organizar, no de cambiar simplemente las organizaciones. Los criterios utilizados para organizar espacios y tiempos de la escuela son casi de forma universal las asignaturas, la edad cronológica del alumnado y los recursos materiales y humanos disponibles.

¿Cómo organizarías tu escuela, espacial y temporalmente, sin priorizar los mencionados criterios?

Hagamos una reflexión desde diferentes miradas, perspectivas y momentos.

El espacio y el tiempo deben ser un elemento más de la actividad docente y, por tanto, es necesario estructurarlos y organizarlos adecuadamente y siempre al servicio del alumnado. Entendemos que el ambiente del centro y del aula constituye un instrumento muy valioso para el aprendizaje. El ambiente es mucho más que el espacio y la decoración, es el aire sostenido de una realidad que alimenta los sentidos y provoca emociones. Es olor, color, contraste; es la convivencia de Eros y Apolo; es el orden desordenado, es la música que se siente aunque no suena.

Las características arquitectónicas, organizativas y funcionales del espacio y del tiempo deben estar al servicio del proyecto educativo de cada centro y, por lo tanto, deberían gozar de autonomía pedagógica como los propios proyectos. Es habitual que sea al contrario, que los proyectos estén al servicio de los edificios y de las estructuras temporales normativizadas por currículum, en ocasiones trasnochadas y obsoletas.

Bien entendidos, espacio, tiempo y materiales se convierten en elementos al servicio de los procesos de aprendizaje. No vale cualquier cómo para cualquier qué, y espacio y tiempo son las principales coordenadas que sustentan los cómos. Los espacios lógicamente envuelven los recursos materiales y los sostienen siempre que sean oportunos. Cada cosa en su lugar y cada actividad en su espacio y en su tiempo.

En la escuela tradicional se realiza todo en el mismo lugar (el pupitre); ahí se escribe, se lee, se manipula, se dibuja, se modela, se construye, se pinta o se canta… Esto solo sucede en la escuela; en el resto del mundo, cada tarea se realiza en un lugar diferente, propio para ello. Si pensamos en una casa, tenemos el ejemplo perfecto: cada estancia de una casa invita a una tarea diferente y su uso es coherente en horarios diferentes con tiempos adecuados a las tareas y no homogéneos.

En la escuela todo pueden ser espacios educativos: pasillos, entrada, escaleras, rincones, patios, jardines, salas de reuniones, baños, comedores…

Es imprescindible que los espacios sean estéticos, limpios, ordenados, adecuados, pensados por y para el alumnado, accesibles, flexibles y funcionales. Los tiempos deben respetar sus ritmos y sus necesidades. Así se crean los ambientes.

Espacios y tiempos deben propiciar el encuentro, la comunicación entre iguales, sugerir práctica y acción, estar abiertos a la realidad y al mundo, estar vivos, ser acogedores invitando a quedarse y con personalidad propia. Se trata de encontrarnos con espacios higiénicos, cuidados, bonitos e inclusivos.

Desde el modelo educativo Educar con 3 Ces, pensamos que el alumnado debe participar de forma activa en el diseño de espacios y de tiempos de sus escuelas desde edades muy tempranas, desde infantil.

Del mismo modo, es interesante que participe toda la comunidad educativa: profesorado, directivos, familias y personal no docente.

Es el momento de recordar tu escuela, aquella en la que viviste tu infancia; recuerda sus olores, sus colores, sus espacios, su tamaño (seguro que es mucho más grande en el recuerdo que en la realidad), recuerda lo que te gustaba y lo que no, lo que te molestaba y lo que te encantaba… y compara con la escuela de hoy y aquí. Es el momento de empezar a pensar que las cosas son como son, o quizá mejor, que las cosas pueden ser de otra manera.

El espacio-escuela, el espacio-aula y sus tiempos no son solo contenedores en los que se ubica la educación institucional; se trata de grandes escenarios con vida propia, con argumento y contenido de la obra que en ellos se desarrolla cada día. Aquí se sitúan actores y actrices (todos principales y protagonistas) que, más allá de interpretar un papel, viven sus propias vidas conquistando cada día su propia existencia.

El espacio escolar y su utilización en el tiempo son un constructo cultural que expresa y refleja, más allá de su materialidad, un discurso. Un discurso mediador de cultura que construye desde los primeros esquemas cognitivos, motóricos y emocionales hasta las habilidades superiores de los seres humanos que solo su cerebro posee de entre todos los seres del planeta Tierra.

Espacios y tiempos en la escuela son determinantes, de nosotros depende que se comporten como aliados o que queden relegados al currículum oculto y se comporten como enemigos en la gran aventura que es la educación. Por esto deben ser reflexionados, investigados, debatidos, construidos y, por supuesto, planificados.

Estas reflexiones no solo deberían ser tenidas en cuenta dentro de los muros de la escuela; deberían ser planteadas y debatidas en las mesas del gobierno de las ciudades. Las ciudades completas al servicio de la infancia, diseñadas con la mirada de la infancia y educadoras en su conjunto, y con ellas la naturaleza, los jardines o los parques. La mejor propuesta en este sentido la podemos encontrar en el proyecto La ciudad de los niños, de Francesco Tonucci.

No hace demasiado tiempo alguien se inventó el reloj. Quizá fue «al día siguiente» cuando llegó a la escuela y, desde entonces, él manda. Nosotras pensamos que el reloj también debe estar al servicio del alumnado, de la oportunidad de que este pueda encontrar su mejor versión. Nos gusta recordar aquí la importancia de la intimidad y lo poco tenida en cuenta que está en la escuela.

Nosotras sugerimos, soñamos y te proponemos que seas, como docente, el que tome las riendas y hagas protagonista a tu alumnado de sus espacios y de sus tiempos.