España filosófica contemporánea y otros trabajos - Ángel Ganivet - E-Book

España filosófica contemporánea y otros trabajos E-Book

Angel Ganivet

0,0

Beschreibung

España filosófica contemporánea fue el proyecto de tesis doctoral presentado en la Facultad de Filosofía de Madrid por Ángel Ganivet al concluir sus estudios. Supone una reflexión sobre el papel del pensamiento activo y la filosofía en España, tanto desde un punto de vista educativo como de aplicación práctica.-

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 130

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Ángel Ganivet

España filosófica contemporánea y otros trabajos

 

Saga

España filosófica contemporánea y otros trabajos

 

Copyright © 1930, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726551402

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Este trabajo lo empezó a escribir y dio fin su autor, en Madrid, siendo estudiante.

No sin grandes esfuerzos y vacilaciones hemos elegido como asunto de este trabajo este tema de actualidad; luchaba de un lado el temor de romper la costumbre generalmente seguida que nos aconsejaba a decidirnos por algún tema de interés histórico, evitando de esta manera los peligros que en sí lleva la crítica de los hechos contemporáneos; del otro, la fuerza de nuestro deseo, que nos inclinaba a afrontar estos inconvenientes por motivos de gran peso y trascendencia.

El prescindir sistemáticamente del estado de las cuestiones que afectan a la vida actual de nuestra sociedad, ha producido como natural consecuencia, que la filosofía sea tenida en menos y sea considerada como ineficaz para resolver los innumerables problemas que en nuestros días preocupan todas las inteligencias.

Nace de aquí, a la vez que el desprestigio de los estudios filosóficos, un grave daño para la sociedad misma, porque van muy descaminados los que pretenden corregir los vicios sociales en su manifestación exterior y con medios puramente externos, olvidando que los individuos y las colectividades obran guiados por una idea directiva, en la cual radica la causa de todos los males; a esta causa, que es la educación insuficiente o viciada, hay que dirigirse, y en ella no basta atender a las ideas particulares o de orden secundario, sino dirigir y completar la educación filosófica moral, la más fecunda y la más práctica en todos los órdenes de la vida. Suele decirse con frecuencia, que en el fondo de toda cuestión o problema social late un problema pedagógico; si esto no es una frase hueca, y no significa solamente que la educación ha de existir, sino que ha de ser inteligente y provechosa, necesita que previamente se determine cuál debe ser el fondo y la esencia de la enseñanza, cuál el principio en que se inspira, y en este sentido es más exacto afirmar que la educación filosófica es la base en que descansa y sobre que se apoya la solución de todo problema social.

Guiados por esta idea y apercibidos para la empresa de investigar el estado de la filosofía actual, preliminar indispensable de toda modificación. que se intente, tropezaremos con un nuevo obstáculo: el divorcio entre la filosofía científica y la filosofía vulgar.

Cuando ambas tendencias marchan unidas, fácilmente se determina el estado filosófico de un pueblo; pues en tal caso, ya sea la filosofía científica resultado de una filosofía vulgar que relacionándose y adquiriendo carácter sistemático, armónico e integral, ya sea la creación original de un juicio superior que se adelante en el camino que la Humanidad recorre incesantemente aguijoneada del deseo de descubrir la verdad, en ella encontramos sintetizado el pensamiento colectivo; mas cuando siguen direcciones diversas, cuando esa filosofía científica contenida en explicaciones que no traspasan las paredes de las aulas universitarias, o en volúmenes que rara vez son sacados del estante de la biblioteca, no puede ser utilizada con otra representación que con la suya propia, es decir, como expresión del pensamiento de un núcleo más o menos numeroso de individuos. Cuando la filosofía vulgar ha de ser investigada directamente, la tarea ofrece ciertas dificultades porque ya no basta el estado de las producciones filosóficas, sino que entran en juego otros nuevos e importantísimos factores, cuales son el análisis y la observación de los elementos y fenómenos sociales.

Entendemos por filosofía vulgar la que carece de un fondo sistemático u ordenado y una organización completa; la que se contrae a satisfacer de una manera empírica el deseo natural que el hombre tiene de conocer a la razón y el modo de existir del mundo que le rodea, la que es patrimonio de todos los hombres, la que inspira la vida de la sociedad y forma lo que generalmente se denomina medio ambiente, es decir, la idea que flota en todos los espíritus e imprime cierto sello de unidad a cada época histórica.

Para conocer con precisión este aspecto vulgar de la filosofía, hemos de emplear el doble procedimiento ya indicado; por medio del análisis, separamos unos de otros los elementos sociales y los agrupamos según sus afinidades, formando núcleos de observación; por medio de ésta deducimos la tendencia filosófica. Como las sociedades carecen de conciencia reflexiva, no existe la posibilidad de una antinomia entre las ideas y las manifestaciones externas, y se puede afirmar en absoluto que allí donde se observe una manifestación de la actividad social, ya en el orden de los hechos (vida), ya en el de las ideas (pensamiento), allí existe una revelación del modo de ser interno del sujeto colectivo que la produjo.

Estudiada en esta forma e inquirida por este proceso la filosofía vulgar, completaremos el cuadro haciendo algunas indicaciones acerca de la filosofía científica, dejando por completo dilucidado el primer término de la cuestión, o sea la realidad, punto de partida y base necesaria de todo trabajo posterior.

El objeto de éste debe ser, primeramente, determinar las causas diversas que han producido los males con anterioridad observados, y en segundo lugar deducir de la comparación entre los hechos y sus causas, los medios hábiles de modificar la realidad en un sentido de perfección, contribuyendo en lo posible a la obra de la general armonía y el verdadero progreso.

La vida social

I

Aunque la organización de los elementos sociales en nuestros días no permite establecer verdadera distinción de clases, por la facilidad con que se asciende o desciende de unas a otras y por la gran variedad a que esto mismo da lugar, no podemos menos de formar, para nuestro estudio, ciertas agrupaciones en las cuales, ya la analogía de la educación recibida, ya la semejanza de profesión, ya la igualdad de aspiraciones, producen notas características que las diferencian o separan.

Empecemos por la clase obrera, que es la más numerosa. Un progreso gigantesco representa la situación actual comparada con la que hubo de atravesar en edades pasadas: trabaja libremente y sin los ligámenes vejatorios de los antiguos gremios; merece una consideración social más elevada, hoy que por fortuna van cediendo ciertas preocupaciones que existieron contra algunos trabajos manuales; satisface, en la estrechez de su jornal, necesidades que en otros tiempos ni aun imaginar pudo; su instrucción es mayor, aunque todavía sea muy deficiente y descuidada; sus horizontes son despejados y todo augura un mejoramiento progresivo. Y sin embargo, la mayoría de las clases trabajadoras, quizás de una manera inconsciente, cierra los ojos ante la realidad y se deja llevar con frecuencia del pesimismo, emprendiendo a veces una campaña verdaderamente demoledora, cuyas manifestaciones diarias son la predicación insensata, la huelga, la manifestación tumultuosa, a las cuales cooperan pocos con su esfuerzo, pero muchos con su asentimiento y con su aplauso, demostrando que el mal es más extenso de lo que a primera vista aparece.

¿Cuál es la causa de estos fenómenos, cuya existencia parece inexplicable? Creen algunos que esto se debe a un régimen de excesiva tolerancia que ha favorecido su desarrollo; otros afirman que el fenómeno es producido por la ignorancia; éstos lo fundan en ciertas tendencias de la Filosofía novísima; cada uno quiere explicarlo a su modo.

No puede ser lo primero, porque si bien es cierto que la declaración irreflexiva por la Asamblea constituyente francesa, de la libertad absoluta del trabajo que prontamente fue aceptada por otras naciones, lanzó a la clase obrera a una vida nueva y a un régimen para el cual no estaba preparada, con lo cual se produjo un grave malestar que todavía persiste, no lo es menos que ese espíritu destructor de que parecía hallarse poseída no se manifiesta sólo en las Naciones en que impera la libertad política, sino que existe en otras cuyo régimen es autocrático, como Rusia. El Socialismo de Owen, Fourier, Enfantín y sus secuaces y el nihilismo de Hertzen, Cernicevsky y Bakunin son una misma cosa; sólo difieren en su manifestación externa, que guarda armonía con el medio más o menos tolerante en que se desarrollan.

No es posible que la causa que se investiga sea la ignorancia, porque el obrero industrial, el de las grandes capitales, que es el más instruido, marcha a la cabeza del movimiento, en tanto que el trabajador agrícola, mucho más ignorante, es el que se muestra más refractario a él, y cuando lo secunda, siempre figura en segundo término.

Más fundada parece la opinión de aquellos que buscan una tendencia filosófica determinante de las tendencias políticas, económicas y sociales que representan el socialismo y sus varios matices y ramificaciones, porque no se concibe un sistema de moral, de derecho, de política, que no sea derivación de un sistema de filosofía especulativa; la teoría es siempre fundamento de la práctica. Pero se padece generalmente de un error al designar cual sea ese sistema filosófico.

Que los autores de los diversos sistemas socialistas sean positivistas o materialistas, que el representante más distinguido del socialismo, Proudhon, llegue al más franco ateísmo, no es razón suficiente, a nuestro juicio, para afirmar que esas teorías que tan perturbado traen el cerebro de la clase obrera, sean una derivación o consecuencia lógica del positivismo o del materialismo, porque ninguno de estos propagandistas ha formulado un sistema tan radical y absurdo como el que explana Platón en su República; Platón, el más idealista de los paganos, el que se eleva a un concepto de Dios, no desdeñado por San Agustín.

Los sistemas filosóficos, cualquiera que sea su índole, tienen siempre al lado de una parte negativa, otra de afirmaciones, porque nuestra inteligencia no puede satisfacerse con la negación; únicamente el escepticismo sistemático queda excluido de este principio, y por esto sólo él es el Punto de partida de toda tendencia puramente negativa. ¿Y qué otra cosa es el socialismo que una negación? Sustituir la actual organización de la familia con la disolución de la familia, piden unos; destruir el poder social para establecer la anarquía, pretende un gran número; abolir la propiedad para organizarla de tal suerte que nadie pueda gozar de ella, es el deseo de todos y así en lo demás.

No es posible que exista un sistema filosófico cuyas conclusiones prácticas lleguen a tal extremo, porque si en él han de tener cabida cierto número de afirmaciones en que la doctrina se condense, es decir, cierto número de ideas, su último término no puede ser negativo; la idea puede llevar en sí el germen de la destrucción, pero a la vez lleva el principio de futuras creaciones.

En cambio el escepticismo, que nada afirma ni nada niega, que priva a la inteligencia de la seguridad o fijeza en el conocimiento y a la voluntad de la convicción y la firmeza en sus determinaciones, conduce como por la mano al estado que presenciamos. Cuando nuestra inteligencia queda despojada de esas ideas madres que son como brújulas que nos guían en el océano de la vida, entonces quedamos a merced de los instintos y de los deseos de todo linaje y pretendemos destruir los obstáculos que se nos ofrecen, prestando oídos al absurdo y a la utopia, que halaga nuestros instintos.

II

La clase media es el elemento más importante de las sociedades modernas, que en su mayoría tienen una organización más práctica; es la encargada del gobierno y la administración, de la enseñanza en sus diversos grados, de la dirección del trabajo, etc.; su papel en la vida colectiva es análogo al que el cerebro ejerce en la vida individual. La misma variedad de sus funciones, motiva que su estudio en conjunto sea en extremo difícil, porque en tanto que una parte de ella se acerca a la aristocracia por el camino de las riquezas y goza de sus méritos y defectos, otra parte muy numerosa se confunde con la clase proletaria, por su pobreza y escasa instrucción, sin otra diferencia que el tener alguna propiedad, la cual por muy pequeña que sea, basta para apartarla de toda corriente innovadora que pudiera privarla de ella, y para distinguir al propietario más humilde del obrero mejor acomodado.

Dejando aparte estas fases extremas, y de igual manera la clase ilustrada, cuyos caracteres son muy diversos, fijémonos en el núcleo más importante, en el que dirige el movimiento de la riqueza, su producción, transformación y circulación y que por esto suele denominarse fuerza viva de un país.

Cree la generalidad que este elemento social camina en nuestros días impulsado por el positivismo, que no le deja ir más allá del provecho, el interés o la conveniencia. Sin embargo, esta creencia, que corre de boca en boca como artículo de fe, es uno de tantos errores.

La doctrina positivista no es otra cosa que el desenvolvimiento de dos ideas: la evolución como ley filosófica, y el altruismo como ley moral. ¿Qué influencia pueden haber ejercido ambas en nuestro estado social, en el que predominan, refiriéndonos a la clase media, el egoísmo y la apatía? El egoísmo, que no es otra cosa que el interés individual prescindiendo de las necesidades de los demás y poniendo la Moral a los pies de la Economía, se manifiesta en todas las relaciones sociales; pero como es natural se acentúa en las económicas. No se puede negar, sin cometer una grave injusticia, que el obrero tiene algún fundamento para sus quejas y que sufre algún malestar, que es la fuerza impulsiva ocasional en la manifestación de los extravíos de que su desacertada educación le hace víctima, el calor que hace fructificar la semilla puesta en terreno abonado.

Y es asimismo indudable que ese malestar es debido en gran parte al egoísmo de los tenedores del capital, de los empresarios, que sistemáticamente se niega a toda modificación favorable al obrero, al que someten a la dura ley de la oferta y de la demanda, reguladora de las mercancías, dejándole que se lance por las vías extremas, por el camino de la fuerza, olvidando que el gigantesco progreso que representa la libertad del esclavo no se debió a la sublevación de Espartaco, sino a la predicación de una grande idea.

No necesitamos de grandes esfuerzos para demostrar que la apatía existe, que es hoy una enfermedad general y que su influencia se extiende a todas las esferas.

En el orden político, no es posible imitar el cuadro de negros colores de la realidad en que vivimos, ni es necesario descubrir las funestas consecuencias de un incalificable abandono sólo, sacudido de tarde en tarde, cuando se hieren los intereses particulares; en el económico, dentro del territorio hay necesidad de recurrir a defensas artificiales; en el pedagógico, toda iniciativa provechosa es un sueño, dándose el curioso espectáculo de que, salvo un determinado número que se dedica a las carreras del Estado, casi todo el resto social no tenga otra instrucción que la primaria, tan defectuosa e incompleta, sin que haga esfuerzos notables para mejorar su condición intelectual, cual exigen las grandes prerrogativas de que goza y el uso acertado de las mismas.