Esperanza de España - Manuel García Morente - E-Book

Esperanza de España E-Book

Manuel García Morente

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Beschreibung

Esperanza de España reúne dos conferencias de Manuel García Morente sobre filosofía de la historia de España, representativas, por los acontecimientos que las separan, del itinerario personal e intelectual de su autor. «Esperanza de España», la primera, pronunciada en 1934 en Tetuán, es inédita, por lo que su publicación constituye una significativa novedad en la bibliografía de quien fuera uno de los más grandes filósofos españoles del siglo XX. Se trata del único texto, anterior a su recuperación de la fe católica en 1937, dedicado específicamente al problema de España, que, a partir de la conversión, será una de las líneas fundamentales de su dedicación intelectual. La segunda, más extensa y ya publicada anteriormente, «Ideas para una filosofía de la historia de España», es de 1942, dos meses antes de su muerte, y ha sido considerada su testamento literario y el cierre de su conversión. La lectura de ambas conferencias hace descubrir un arco de significado de la evolución de la actitud vital y el pensamiento de Morente. Permanecen su rica filosofía de la historia y su teoría general de la cultura. Y aunque son significativas las coincidencias, más lo son las diferencias: como apuntó su discípulo Julián Marías, la apertura a la trascendencia «completa su pensamiento anterior sin afectar a las líneas capitales de sus convicciones filosóficas».

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Manuel García Morente

Esperanza de España

Presentación de Jaime Urcelay

© Ediciones Encuentro S.A., Madrid 2024

Presentación de Jaime Urcelay

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Colección Nuevo Ensayo, nº 134

Fotocomposición: Encuentro-Madrid

ISBN: 978-84-1339-172-4

ISBN EPUB: 978-84-1339-505-0

Depósito Legal: M-42-2024

Printed in Spain

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa

y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:

Redacción de Ediciones Encuentro

Conde de Aranda 20, bajo B - 28001 Madrid - Tel. 915322607

www.edicionesencuentro.com

Índice

Presentación

Esperanza de España

Ideas para una filosofía de la historia de España

Necesidad de una filosofía de la historia de España

I. Prolegómenos generales sobre filosofía de la historia

La filosofía de la historia de Hegel

No hay sistema de la historia

La estructura de la realidad histórica

La historia como biografía

No hay filosofía de la historia universal

II. Ideas para una filosofía de la historia de España

El problema: la hispanidad

Trayectoria histórica

Idea y símbolo de la hispanidad

Presentación

El volumen que el lector tiene en sus manos contiene dos conferencias de Manuel García Morente sobre filosofía de la historia de España, representativas, por el tiempo y los acontecimientos que las separan, del itinerario personal e intelectual de su autor.

La primera de ellas —Esperanza de España—, cuyo título se ha elegido para el de este libro, fue pronunciada en el Teatro Nacional de Tetuán el 3 de enero de 1934, siendo desconocida hasta ahora, por lo que su publicación constituye una significativa novedad en la bibliografía de quien fuera uno de los más grandes filósofos españoles del siglo XX1.

Se convierte así en el único escrito del llamado primer Morente —es decir, el de la etapa anterior a la recuperación de la fe católica en 1937—, dedicado de manera específica al problema de España2, tan central para la Generación del 98. Una temática que fue, tras el hecho extraordinario y a partir de sus artículos y conferencias de Argentina en 1938 sobre la hispanidad3, una de las líneas fundamentales de su dedicación intelectual hasta su inesperado fallecimiento en 1942. Esta conferencia inédita resulta ser, por ello, un testimonio de mucho interés para la comprensión de la evolución tanto de su actitud vital como de su pensamiento.

El texto descubierto y que ahora se presenta procede de la transcripción de dicha disertación, contenida en un pequeño folleto de veinticinco páginas, editado el mismo año 1934, probablemente con corta tirada, por el Club Rotario de Tetuán, organizador del acto4.

Nuestro pensador se encontraba en aquellas fechas en la cima de su madurez intelectual y de su prestigio como catedrático y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid. Era, sin duda, uno de los prohombres de la vida cultural española del momento, reclamado por todas partes, en España y fuera de ella.

Poco anteriores a 1934 fueron su ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, la puesta en marcha del innovador plan de estudios —el Plan Morente— de su Facultad, la inauguración del nuevo edificio en la Ciudad Universitaria y el éxito del crucero universitario por el Mediterráneo, del que nuestro autor fue director y principal impulsor.

Será precisamente en el mencionado crucero en el que conviva durante cuarenta y cinco días —entre el 15 de junio y el 1 de agosto de 1933— con quien le invitó a pronunciar la conferencia en Tetuán: Jacobo Bentata Sabah, destacado miembro de la comunidad judía de Tánger, presidente del Club Rotario de esta ciudad y representante de España en la Asamblea Legislativa internacional tangerina. Una interesante personalidad, embarcada en la expedición académica como representante del Patronato del Turismo, por invitación del Ministerio de Instrucción Pública5.

1934 será, en fin, el año del ciclo sobre filosofía fundamental en la Residencia de Estudiantes6, de la multiplicación de su presencia en los órganos rectores de toda clase de instituciones y sociedades culturales7 y, sobre todo, de la extraordinaria acogida del ilustre profesor en América, gracias a la visita que inició el 12 de agosto en Buenos Aires y que durante tres meses le llevó a dictar conferencias en diversas universidades de Argentina y Uruguay. Es allí, constatan Juan Miguel Palacios y Rogelio Rovira, «donde se perfila mejor y más amplia y abiertamente la filosofía de García Morente cuando frisaba los cincuenta años, en su fase más madura inmediatamente anterior a su conversión religiosa. (…) En esencia, una filosofía de la vida, a la vez original y declaradamente orteguiana, en la que se consideran definitivamente superados a la vez el realismo y el idealismo»8.

El segundo escrito que se presenta —Ideas para una filosofía de la historia de España, discurso pronunciado en el acto de apertura del curso académico en la Universidad Central el 8 de octubre de 1942 (por tanto, ordenado ya sacerdote y apenas dos meses antes de su muerte)—, es un texto más extenso y ya publicado anteriormente.

Con una exposición muy cuidada y medida, Ideas para una filosofía de la historia de España deja patentes, a primera vista, las cualidades que hicieron siempre de Morente un gran maestro, apreciadísimo por sus alumnos: claridad, sistematicidad y riqueza expresiva; profundidad, precisión conceptual y apertura en sus ideas; sentido pedagógico en el propósito.

Además, y pese a la humilde protesta en el inicio del texto de provisionalidad, de ocurrencias propias, probablemente mal fundadas, se trata de un escrito de gran fuste filosófico —especialmente en su primera parte, titulada Prolegómenos generales sobre filosofía de la historia—, en el que termina de sedimentar, armonizar y completar planteamientos anteriores, tanto previos como posteriores a la conversión religiosa. El P. Mauricio de Iriarte, en su imprescindible biografía del filósofo, consideró que este ensayo es su «testamento literario y el cierre de su conversión»9.

Con este contexto, la publicación ahora de ambas conferencias en un mismo volumen va a permitir al lector comparar las ideas de García Morente sobre la filosofía de la historia de España en dos momentos significativamente distintos de su biografía.

Un contraste que, por de pronto, pide revisar la tesis —presente en no pocos comentaristas de Morente— de que su patriotismo y su pensamiento sobre la hispanidad arrancan en 1937, como consecuencia directa de su dramática conversión a la fe católica y de las circunstancias históricas marcadas por el inicio de la Guerra Civil10.

Una lectura detenida de las dos conferencias sugiere, además, la permanencia de un mismo presupuesto intelectual: su rica filosofía de la historia y su teoría general de la cultura, incipientes ya en el artículo de 1923 en la Revista de Occidente sobre La decadencia de Occidente de Spengler11 y que en septiembre de 1934 encontramos desarrolladas, con amplitud y profundidad, en el segundo ciclo de conferencias del curso de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires12.

En ellas, valga el detalle, recrea el concepto spengleriano del estilo —tan central en los escritos posteriores sobre la hispanidad—, entendido como el carácter de todos los productos o expresiones de una cultura, su símbolo primario o cuño común, cuya identificación será fruto de un esfuerzo intuitivo al comparar y describir dichas formas particulares.

El lector quizá podrá descubrir también que las ideas sobre la trayectoria histórica de nuestra patria y el alma española que, de manera colateral, aparecen de alguna forma apuntadas, como observó Socorro Fernández13, en La Filosofía en España (conferencia dictada al final de su primera estancia en Argentina en 1934)14, en realidad habían tenido ya una exposición más completa en Esperanza de España y quizá —esto es solo una suposición— en los diferentes discursos institucionales y en las conferencias pronunciados con ocasión del mencionado crucero universitario del Mediterráneo de 1933. Una embajada cultural en la que nos consta que García Morente se mostró orgulloso del pasado histórico español, desmintiendo los rastros de la Leyenda Negra. Así lo testimonió poco después del regreso:

La nación española se ha hecho presente en remotas regiones en donde no era conocida o lo era poco y mal.

(…) En la Universidad de Jerusalén y en la Universidad de Atenas, el que suscribe ha tenido ocasión de hablar acerca de España, su historia y su arte ante un público selecto de profesores, universitarios y estudiantes, y puedo afirmar que he encontrado los ánimos tan admirablemente dispuestos y tan gratamente sorprendidos por nuestra presencia y nuestra índole, que bien puede asegurarse que el concepto que de España hemos dejado en los lugares de nuestro viaje difiere por completo del que habían forjado las falsas y tendenciosas informaciones juntamente con una ignorancia desdeñosa15.

Puede descubrirse también, en esa lectura en paralelo que propongo, que las alusiones a Cervantes y a la índole particular de España y su contribución, con sentido universal, a la humanidad, presentes en el discurso pronunciado en Weimar (Alemania) en 1932 sobre Goethe y el mundo hispánico16, serán semilla que germine en las dos conferencias recogidas en este volumen.

Se podrá comprobar, asimismo, cómo en 1934, en Esperanza de España, está ya esbozado el método seguido en 1942 en Ideas para una filosofía de la historia de España —y, antes, en Idea de la hispanidad, de 193817— para conocer la biografía colectiva de España y, de otra parte, el recurso al símbolo para expresar su alma o estilo propios.

En efecto, en dicha conferencia Morente plantea ya cómo la historia de una nación o pueblo, en cuanto biografía colectiva, se despliega en la fijación de los hechos sucesivos en el tiempo, la interpretación de la trayectoria histórica (de la que se intuye su estilo diferencial como cultura colectiva o unidad de vida) y la penetración en la esencia de esa quasi-persona histórica, a través del símbolo (aquí, en el caso de España, el hidalgo; después de la conversión, el caballero cristiano).

También en Esperanza de España aparecen de alguna forma trazados, en sus líneas básicas, los cuatro grandes periodos sucesivos de la trayectoria histórica de España que —ya con completa nitidez, precisión y coherencia— encontraremos armónicamente compenetrados en Ideas para una filosofía de la historia de España, superando las vacilaciones y dificultades de interpretación, presentes, a este respecto, en el desconocido texto de 1934. Me refiero al primer periodo o de preparación (antigüedad), segundo periodo o de formación de la nacionalidad (Reconquista), tercer periodo o de expansión de la hispanidad (conquista de América) y cuarto periodo o de aislamiento de España (a partir de 1700).

Pero, con ser significativos los aspectos que acabo de señalar sobre lo que puede ofrecer de coincidente una lectura comparada de ambas conferencias, lo más sugerente, a mi juicio, es lo que las hace diferentes. Y es ahí donde sí se reconoce la irrupción, con todo vigor y entusiasmo, de la radical transformación operada por García Morente desde el retorno a la fe. Probablemente, un lento proceso interior que culminó en el exilio parisino, en la noche del 29 al 30 de abril de 1937, según él mismo dejó narrado en El hecho extraordinario18, «una de las obras de más profundo valor autobiográfico que ha producido el espíritu humano, después de las Confesiones de san Agustín», a juicio de su discípulo Rafael Gambra19.

Hay en Esperanza de España una explicación desde la razón natural de nuestra trayectoria histórica como nación y una intuición de su alma, concluyendo con la constatación de que el querer del alma española —en definitiva, el sentido de dicha trayectoria— es la afirmación de una dignidad moral; lo que el alma española quiere es un mundo en donde cada alma, sea la que sea, lo sea con dignidad moral, siendo esa la esperanza de España. Nuestro pensador, coherente con su personalidad y las influencias recibidas en su formación filosófica, no ve por ninguna parte otra orientación clara que la orientación de la pura y simple moral.

En 1934 hay todavía en el agnóstico García Morente, inmerso en el espíritu krausista de la Institución Libre de Enseñanza, una llamativa amputación de cualquier planteamiento religioso o transcendente. Omisión que resulta forzada cuando se refiere a la trayectoria histórica de España. Pero no puede pasarse por alto, en este texto de Esperanza de España, una aislada y luminosa mención a laProvidencia, anticipatoria de lo que sería vivencia profundamente grabada en su espíritu, en los días que siguieron al inicio de la Guerra Civil, y pensamiento definitivamente integrado como elemento fundamental de su filosofía de la historia.

Muy diferente es, en este orden, Ideas para una filosofía de la historia de España. En 1942, como escribieron las hijas del filósofo, «su trato con Dios (…) era lo que más le importaba en su vida»20. Antes, en 1940, él mismo había escrito en su Diario de Ejercicios Espirituales21: «¿Qué puedo hacer (…)? (…) Amar, amar, amar a Dios. Con todo amor; con amor intelectual, con amor sensible, con serenidad y con exaltación»22. Pues su vida, concluía en las resoluciones finales de dicho escrito íntimo, «está ya toda entera, directa e indirectamente, dedicada únicamente a la mayor gloria y servicio de Dios»23.

Será esa íntima conversión hacia lo eterno, a la que alude en los primeros párrafos del discurso, de conmovedoras resonancias autobiográficas, la que le ofrezca una visión más completa de la realidad que la explicación, clausurada en la razón, que hasta entonces había pretendido. Una filosofía cerrada —como él la denominó en su primera conferencia sobre santo Tomás, en 194024— que solo fragmentariamente podía acercarse a la verdad, en la medida en que la negación de la dimensión religiosa implica una reducción del objeto del conocimiento. Por el contrario, como sostiene en esa misma conferencia,

La filosofía auténtica no cierra la puerta a otras noticias, que de la realidad nos lleguen por vías distintas de la razón y la experiencia. La filosofía auténtica es siempre filosofía abierta de par en par, filosofía comprensiva y verdaderamente objetiva. En cambio, el error radical de los sistemas filosóficos que niegan a la fe todo valor de conocimiento, consiste precisamente en cerrar esas puertas de la razón a todo lo que no sea la razón misma; o, mejor dicho, en aprisionar dentro del recinto racional toda la realidad objetiva25.

La fe recuperada amplía de este modo la mirada a la persona, autora, con su voluntad libre, de la historia: en lo que somos como personas, lo somos no solo con los demás hombres, sino también con Dios.

Creo que es esta nueva apertura del pensamiento a la unidad de la realidad, proporcionada por la aceptación del sentido religioso y la complementariedad de fe y razón, la que ayuda a Morente a descubrir —ciertamente, condicionado también por las circunstancias del momento—, que, como afirma, en la nación española y en su historia la religión católica no constituye un accidente, sino el elemento fundamental de su esencia misma. Consecuentemente, escribe, en el hombre hispánico la religiosidad no es una dimensión de la vida, sino la aspiración más profunda del alma. La dignidad moral del Morente de 1934 sigue ahí, si bien adquiere ahora una nueva plenitud superadora por nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. Culmina así su pensamiento sobre la hispanidad, afinando y complementando el de otros dos gigantes: Marcelino Menéndez y Pelayo y Ramiro de Maeztu26.

En síntesis, podría considerarse aquí, a propósito de la evolución de la filosofía de la historia de España de Morente, observable por la comparación de las dos conferencias, lo que apuntó su discípulo Julián Marías: la apertura a la transcendencia viene a completar, en su trayectoria filosófica, «algunas deficiencias de su pensamiento anterior (…), pero sin afectar a las líneas capitales de sus convicciones filosóficas»27.

No hay que pensar, afirmó Juan Zaragüeta con ocasión del fallecimiento del filósofo de Arjonilla, «que su conversión, como la de Clodoveo, exigiera precisamente quemar lo que adoró y adorar lo que quemó, sino más bien integrar dicho pensamiento con la perspectiva del sentido transcendente de la vida, en el doble plano de lo natural y lo sobrenatural»28.

En definitiva, «si se mira bien —es nuevamente Marías quien escribe—, la gran innovación es la ausencia de omisiones. (…) La transformación personal de Morente hace que haya una innovación, una apertura a nuevos pensamientos, a reparar en dimensiones desatendidas, que han entrado en su vida y por ello en su horizonte intelectual»29.

Jaime Urcelay

Esperanza de España

Señoras y señores:30

Debo empezar por agradecer vivamente las palabras de cordialidad y de simpatía que ha pronunciado aquí el señor presidente del Club Rotario, y que yo no merezco.

Con muchísimo gusto he accedido a la invitación del Club Rotario, para tomar la palabra en la Zona española; con tanto más gusto cuanto me proponía —cuando se me indicó la conveniencia de venir aquí— seguir la vieja costumbre nuestra en la Península, vieja costumbre de todos los españoles, de hablar de sí mismo; porque somos un pueblo que desde hace cuarenta o cincuenta años se ha dedicado, con una curiosa y extraña monomanía, a pensar y a hablar de sí mismo.

Si vosotros hacéis un poco de memoria recordando aquellas conversaciones más profundas y más interesantes habidas entre nosotros mismos, no vacilaréis en afirmar que han tenido por objeto la meditación sobre España.

No creo que haya hoy en el mundo un pueblo que, como el español, esté tan polarizado a reflexionar sobre sí mismo; pero, al mismo tiempo —y esto es lo extraño, lo más extraordinario y curioso—, este pueblo español, constantemente preocupado de sí mismo, no junta esa preocupación con lo que pudiéramos llamar sentimiento nacionalista. Nadie más que los españoles piensa en su propia nación; nadie menos que los españoles está embargado por esa ciega y cerrada idea nacionalista, que en muchos otros países constituye hoy el ideario fundamental. Y tan cierto es ello, que muchas veces se nos escapa a los españoles la queja de falta de patriotismo.

¿Hasta qué punto está justificada? Yo creo que hemos de verlo en la conferencia que voy a tener el honor de pronunciar ante vosotros.

Esa falta de patriotismo es errónea, no hay tal falta de patriotismo. Lo que sucede, como veremos enseguida, es que la índole del alma española se halla profundamente hincada en esa aparente contradicción, que consiste, por una parte, en estar siempre preocupada de sí misma, y por otra, en no poseer esos avasalladores e imperialistas nacionalismos que son la característica de otros pueblos.

Pero para darnos bien cuenta de qué es lo que España significa en la historia y qué es lo que puede significar en el futuro, haría falta, señores, una voz más autorizada que la mía. Porque España no es simplemente una expresión geográfica; ni es tampoco una historia larguísima, ni una literatura, ni un idioma. Es algo más que todo eso: es la síntesis anímica de todo eso. Esas cosas, la historia, la tierra, el idioma, la literatura, el arte, son otros tantos aspectos exteriores del ser íntimo y profundo del alma española; son manifestaciones fenoménicas, externas, hacia fuera, de lo que se cuece, de lo que palpita en el ánimo de los españoles, en el alma eterna de España. Sería preciso un crisol de ebullición y de pensamiento, que yo no poseo, para fundir en él todas esas manifestaciones exteriores del alma española, exprimirlas convenientemente y extraer, como una última esencia, lo que España es; no lo que ha sido ni lo que será en los tiempos, sino lo que es eternamente, fuera del tiempo y del espacio, lo que la esencia, la substancia de la españolidad significa.

Esta es una labor difícil, una labor que requiere todo un tropel de conocimientos y aptitudes que un hombre solo no puede tener. Afortunadamente, repito, la preocupación de los españoles ha sido principalmente España, desde hace muchos años. En torno a este problema, los más grandes ingenios de nuestra patria han meditado y expresado el resultado de sus meditaciones. Don Miguel de Unamuno, don José Ortega y Gasset y, anteriormente, Ganivet, y tantos otros, todos los que más o menos han colaborado a la labor intelectual de España, han pensado propiamente el problema español. ¿Será demasiada presunción por mi parte, el pedir modestamente que mi voz sea oída sobre ese problema? Quizá también pueda aportar alguna contribución que sirva para esclarecer lo que los españoles pensamos, en el fondo, de España.

Consideremos, pues, primeramente, uno por uno, esos diferentes aspectos en que se manifiesta la realidad española, para ver si encontramos en ellos algunos rasgos comunes, algunas particularidades que en todos se repitan y que nos sirvan para ponernos en camino de intentar, al menos, una definición clara, precisa, de lo que es el alma española, de lo que ha sido y de lo que puede esperar.

Y si primeramente nos enfrontamos con nuestra realidad geográfica, con nuestra querida Península, con la tierra, el aire, el sol, la luz de nuestra Península, nos encontramos sorprendidos ante el hecho de un conjunto de comarcas que se caracterizan por una enorme, increíble diversidad. En España, por lo menos, se dan cuatro regiones extraordinariamente diferentes en clima, en formas geográficas, en condiciones de vida. Pensad, si no, en el norte, en la costa cantábrica, en Galicia, en las laderas de los montes Pirineos. Allí rige la climatología del centro de Europa. Esos prados verdes, esa lluvia continua, esos vientos del norte, dan a aquella región un carácter extraordinariamente semejante al que pueden tener Inglaterra, el País de Gales, la Bretaña francesa, la Normandía, los Alpes... Pero inmediatamente que de esa región se asciende a la meseta de Castilla, nos encontramos con un paisaje y unas condiciones de vida totalmente distintas: una altiplanicie, entre seiscientos, setecientos, mil metros de altura; llanos secos, en un régimen de aridez, de viento, de sol; con un clima continental. Evoca la región central de Castilla, no las comarcas risueñas del centro de Europa, sino más bien las regiones desoladas del centro de Asia, del Tíbet. La provincia de Ávila se parece extraordinariamente a las llanuras tibetanas. Allí ha tenido que crecer una raza de hombres completamente distintos de lo que son los del Cantábrico y de las costas gallegas; allí ha tenido que crecer una raza de hombres secos, adustos, graves, místicos, arrebatados por el vendaval en la llanura infinita.