Símbolos del pensador - Manuel García Morente - E-Book

Símbolos del pensador E-Book

Manuel García Morente

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"Meditar sobre los símbolos estéticos que pueden representar adecuadamente el peculiar acto de filosofar, no es reflexionar sobre un asunto quizás curioso y entretenido (...). Lejos de ello, los ensayos que aquí se reúnen muestran que el tratamiento del tema exige sacar a luz la esencia misma de la filosofía. (...) Pero los une no solo el tema común de que tratan y la explícita prolongación que el segundo quiere ser del primero, sino también el haber nacido del compartido afán de buscar la verdad y comunicarla con claridad y rigor. Juntos constituyen una de las mejores y más originales introducciones a la filosofía que es posible leer hoy en día. Y ambos son también ejemplos de auténtico filosofar en acto ejercido". (Rogelio Rovira)

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opuscula philosophica

46

Manuel García Morente

SÍMBOLOS DEL PENSADOR

Filosofía y pedagogía

Seguido de un ensayo de Juan José García Norro

© 2012

Ediciones Encuentro, S. A.

Título original: «Símbolos del pensador. Filosofía y pedagogía» en Manuel García Morente,Obras Completas.Edición de Juan Miguel Palacios y Rogelio Rovira. Madrid-Barcelona, Fundación Caja Madrid—Anthropos, 1996, tomo I, vol. 2, pp. 272-281.

ISBN libro electrónico: 978-84-9920-770-4

ISBN libro en papel: 978-84-9920-136-8

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Ramírez de Arellano, 17-10.a - 28043 Madrid

Tel. 902 999 689

www.ediciones-encuentro.es

PRÓLOGO

¿Son, en verdad, como suele creerse, las figuras esculpidas denominadas habitualmenteLe penseur, de Augusto Rodin, eIl pensierosooIl pensoso duca,de Miguel Ángel Buonarroti, símbolos del pensador y, en definitiva, trasuntos escultóricos del filosofar mismo?

Esta cuestión muy bien pudo ser uno de los temas que se debatieron en alguna de las tertulias que tenían lugar en torno a Ortega y Gasset en los locales de la redacción de laRevista de Occidente,fundada por el filósofo madrileño en 1923. Al menos a esta pregunta respondieron explícitamente, y por la misma época, el propio Ortega y uno de los contertulios más cercanos a él, en lo personal y en lo intelectual: Manuel García Morente.

Ortega respondió a la cuestión de pasada y con brevedad: «Elpensoso duca de Miguel Ángel» –dice en una conversación recogida por Fernando Vela– «es más bien el Preocupado, y el Pensador de Rodin, si piensa, sólo está pensando en el salto de acróbata que va a dar». Ninguna de las dos famosas esculturas, por tanto, representa adecuadamente el pensar filosófico.De ahí que el filósofo buscara otro símbolo estético del pensamiento, y lo encontrara esta vez no en una escultura, sino en una famosa pintura española: el San Ildefonso de El Greco.«Es un clérigo» —declara de nuevo Ortega en la referida conversación— «que tienela nariz en alto, como un podenco de ideas: las huele en su tránsito ingrávido por el aire, y con una pluma que tiene suspendida en la atmósfera, las punza y las clava como mariposas en el papel blanco que tiene sobre la mesa. Yo no recuerdo un cuadro que represente más estrictamente el Pensador»1.

Por su parte, la respuesta que a la pregunta planteada dio García Morente es más extensa y matizada que la de Ortega. La encontrará el lector en el primer ensayo que aquí se publica, Símbolos del pensador. Filosofía y pedagogía, aparecido por vez primera en 1931, meses antes de que vieran la luz las citadas declaraciones de Ortega sobre este asunto2. Es, en verdad, uno de los mejores y más luminosos ensayos de ese fino pensador y maestro de claridades que fue Morente. Así, los minuciosos y elegantes análisis que en él lleva a cabo su autor de las posturas corporales deLe penseurde Rodin y deIl pensierosode Miguel Ángel le conducen también a rechazar estas egregias obras de arte como símbolos apropiados del pensar. La evidente tensión física en que se halla la primera figura revela que el llamadoPensadorno parece pensar en cuestiones teóricas, sino más bien en los medios para realizar alguna acción que se ha propuesto. Por el contrario, el sosiego o, acaso, la lasitud que encarna la figura esculpida por Miguel Ángel muestra a las claras que el llamadoPensativono piensa, en realidad, en nada: está en pura ensoñación.

Por virtud de estos resultados, también García Morente se encuentra, en un paso de su meditación, en el trance de buscar un nuevo símbolo estético que represente apropiadamente la actividad filosófica. Y lo halla en la misma estatuaria y sin salir de España: en la escultura yacente de don Martín Vázquez de Arce, conocida comoEl Doncel de Sigüenza, ya que es en la catedral de esa ciudad guadalajareña donde se puede admirar. La razón de esta elección, a primera vista sorprendente, se funda en la concepción de la filosofía defendida por García Morente: pensar es tanto como mirar lo que las cosas son, y el pensamiento es esencialmente contraste de visiones; de ahí que no quepa filosofar más que en el diálogo. Y precisamente el libro abierto que la figura de piedra de don Martín Vázquez de Arce tiene en las manos es, a juicio de Morente, el atributo «que confiere a esta magnífica estatua el simbolismo del pensador», ya que «pone al joven guerrero en relación mental con los otros hombres y con el universo todo».

Desaparecidos ya los tertulianos y la tertulia donde pudo tener lugar esta supuesta conversación sobre los símbolos estéticos del filosofar, a ella ha querido sumarse idealmente en nuestros días otro pensador: Juan José García Norro, quien enseña filosofía en la misma facultad de la que fueron profesores Ortega y Morente. Su aportación al respecto la hallará el lector en el segundo ensayo recogido en este opúsculo, que lleva por título El diálogo como imagen de la actividad filosófica3.

En su escrito García Norro toma la cuestión en el punto exacto en que la dejó Morente. Comparte con este filósofo las razones, en las que abunda con originalidad, finura intelectual y erudición, por las que hay rechazar las referidas estatuas de Rodin y de Miguel Ángel como emblemas estéticos del pensar filosófico. Pero la admiración que García Norro siente por Morente no le impide encontrar algunos defectos en la argumentación del pensador jiennense: en su ensayo, Morente pasa injustificadamente de la afirmación de que pensar es mirar las esencias de las cosas a la aseveración de que el pensamiento es intercambio de visiones. Por ello Morente tampoco logra probar, a juicio de García Norro, la necesidad del diálogo para el pensar filosófico. Por lo demás, no cabe decir, en verdad, queEl Doncel de Sigüenzasea imagen de un diálogo auténtico, que únicamente puede tener lugar con otros seres humanos. Representa tan solo un diálogo en sentido metafórico, pues, sin duda, leer un libro exige confrontar interiormente las tesis que nos brinda el autor con las antítesis respectivas.

No uno más, sino tres nuevos símbolos estéticos del pensamiento propone García Norro. Los tres pretenden basarse, como quería Morente, en el carácter indispensable del diálogo —del diálogo real— para el ejercicio del filosofar. Dos de ellos pertenecen al arte romano antiguo y se conservan en el Museo Nacional de Arqueología de Nápoles: el fresco de una joven de ojos inteligentes que, para ayudarse a pensar, apoya en la boca elstyluscon el que escribe en unas tablillas de cera, y el llamadoMosaico de los filósofos,que representa a Sócrates en diálogo con sus discípulos. El tercer símbolo propuesto vuelve a sorprendernos. Se trata de una escultura contemporánea, del año 2001, debida al malogrado escultor español Juan Muñoz, a la que tituló, en inglés,Two Seated on the Wall with Small Chair,o sea,Dos que están sentados en la pared con silla pequeña.García Norro dedica páginas muy sabrosas de su ensayo a justificar su original propuesta.

Meditar sobre los símbolos estéticos que pueden representar adecuadamente el peculiar acto de filosofar, no es reflexionar sobre un asunto quizás curioso y entretenido, que nos invita a mirar con nuevos ojos las obras de arte, pero que en cualquier caso no pasa de ser una cuestión accesoria. Lejos de ello, los ensayos que aquí se reúnen muestran que el tratamiento del tema exige sacar a luz la esencia misma de la filosofía. Por ello en los escritos de García Morente y de García Norro vemos debatidas —con prosa, en verdad, de excepcional calidad— cuestiones absolutamente fundamentales: qué es la teoría y qué la práctica, qué es propiamente pensar, cuáles son los rasgos específicos de la actitud filosófica, cómo puede ser que filosofar sea mirar las esencias de las cosas y, a la vez, y esencialmente, pensar con otros,synphilosophein,como decían los antiguos griegos, o qué requisitos, en fin, han de cumplir la enseñanza y el aprendizaje de la filosofía para lograr sus objetivos (recuérdese que el ensayo de Morente se subtitula precisamente «Filosofía y pedagogía»).

Los dos ensayos aquí recogidos se hallan separados en el tiempo por unos ochenta años. Pero los une no solo el tema común de que tratan y la explícita prolongación que el segundo quiere ser del primero, sino también el haber nacido del compartido afán de buscar la verdad y comunicarla con claridad y rigor. Juntos constituyen una de las mejores y más originales introducciones a la filosofía que es posible leer hoy en día. Y ambos son también ejemplos de auténtico filosofar en acto ejercido.

Rogelio Rovira

(Universidad Complutense)

Notas

1Fernando Vela, «Prólogo-conversación» a José Ortega y Gasset,Goethe desde dentro(1932), en José Ortega y Gasset,Obras Completas,Madrid, Alianza Editorial-Revista de Occidente, 1983, IV, p. 385.

2Manuel García Morente, «Símbolos del pensador. Filosofía y pedagogía», enRevista de Pedagogía,año X, nº 114 (junio 1931), pp. 241-252. Recogido en Manuel García Morente,Obras Completas.Edición de Juan Miguel Palacios y Rogelio Rovira. Madrid-Barcelona, Fundación Caja Madrid-Anthropos, 1996, tomo I, vol. 2, pp. 272-281.

3 Una primera versión de este ensayo apareció en Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, 25 (2008), pp. 445-458.

SÍMBOLOS DEL PENSADOR.

Filosofía y pedagogía

En la provisión humana de obras artísticas hay dos que se nos ofrecen con la pretensión de simbolizar la actividad del pensamiento. Una de ellas es El pensador, de Rodin. La otra es Il pensieroso, de Miguel Ángel. Examinemos hasta qué punto es justificada la creencia de que esas dos famosas estatuas representan al pensador.

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