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En este volumen de la serie «La sabiduría del yoga», Ramiro Calle profundiza en dos aspectos esenciales de la práctica yóguica: las prácticas éticas (yama) y de conducta (niyama), esenciales tanto para la práctica del yoga como para desenvolvernos en la vida cotidiana. Guiados por su vasta experiencia y conocimiento, Ramiro Calle revela cómo yama y niyama constituyen el fundamento ético, moral y conductual para la práctica del yoga y una vida espiritual sana. Se incluyen restricciones como la no-violencia, la veracidad o la contención, lo mismo que observancias morales como la autodisciplina, la pureza mental o el estudio interior. La serie «La sabiduría del yoga» es mucho más que una guía de prácticas; se trata de una invitación a experimentar el yoga desde su esencia, explorando cómo el cuerpo y la mente abren las puertas hacia una vida más consciente y plena.
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Seitenzahl: 91
Veröffentlichungsjahr: 2025
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La sabiduría del yoga
Ramiro Calle
Ética y conducta
Yama y Niyama
© 2025 by Ramiro Calle
© de la edición en castellano:
2025 by Editorial Kairós, S. A.
www.editorialkairos.com
Composición: Pablo Barrio
Diseño cubierta: Katrien van Steen
Primera edición en papel: Septiembre 2025
Primera edición en digital: Septiembre 2025
ISBN papel: 978-84-1121-351-6
ISBN epub: 978-84-1121-402-5
ISBN kindle: 978-84-1121-403-2
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.
Sin amor todo es mal. La vida misma sin amor es un mal.
Nisargadatta
Nota del editor
Introducción
1. La pureza de la mente
2.
Yama
3.
Niyama
Purificación externa e interna
Preparación anímica y formación mental
Pensamiento y entrega al Absoluto
4. Los grandes antídotos contra las tendencias nocivas y el desorden mental
El autoexamen y el reconocimiento
Evitar poner los pensamientos a favor de emociones nocivas
El cultivo de la quietud interior
La instrumentalización de la corporeidad
La práctica regular de la concentración y la meditación
5. Los cuatro estados sublimes
El amor
La compasión
La alegría compartida
La ecuanimidad
Conclusiones
Apéndice 1. Del subconsciente a la supraconsciencia
Apéndice 2. Obstáculos en el adiestramiento yóguico
El miedo
La ira
Apéndice 3. Versículos del
Dhammapada
Cubierta
Portada
Créditos
Epígrafe
Sumario
Comenzar a leer
Algún tiempo de los primeros siglos de la era común, vivió el sabio indio Patañjali. A él debemos la recopilación en poco menos de doscientos aforismos de una serie de enseñanzas y prácticas diversas y dispersas que compartían la etiqueta «yoga»; una sabiduría espiritual que se había ido gestando a lo largo de mil años.
Las Upanishads ya hablaban del yoga como «control de los sentidos», el budismo y el jainismo desarrollaron sus yogas, en el sentido de conjunto de prácticas espirituales (marga), como el famoso Noble Óctuple Sendero budista. La Bhagavadgita ahondaba en este significado amplio de yoga como «camino espiritual», proponiendo tres vías de progresión (conocimiento, acción y devoción).
Patañjali reunió en sus famosos Yoga Sutras gran parte de ese bagaje espiritual y filosófico. Lo denominó Kriya-Yoga (yoga de la acción) o Ashtanga-Yoga (yoga en ocho miembros). De esta forma, sistematizó una larga tradición espiritual, transmitida entre círculos de yoguis, ascetas y sabios, y le dio consistencia filosófica. Lo transformó en «punto de vista» (darshana), en clara sintonía con otra antigua escuela filosófica denominada Samkhya.
Sus Yoga Sutras fueron profusamente comentados. Las corrientes yóguicas posteriores tendieron a legitimarse y anclarse en los ocho miembros de Patañjali, incluso cuando la práctica yóguica se vio insuflada –primero– por las tradiciones tántricas, luego por la filosofía vedanta, y –a partir del siglo xx– por la eclosión de los nuevos yogas corporales. En todos los casos, el yoga en ocho miembros del legendario maestro ha quedado como referente ineludible de los yogas modernos.
Quién mejor que Ramiro Calle, pionero en la introducción y divulgación del yoga en lengua española, con una larguísima experiencia en interpretar, desgranar y facilitarnos lo más elevado de la cultura yóguica, para sumergirnos en la sabiduría de Patañjali. La serie que presentamos consta de cuatro libros concisos y esclarecedores que reúnen –en pares– los famosos ocho miembros que articulan la síntesis clásica del yoga.
El Yama y el Niyama versan sobre las predisposiciones éticas y de conducta del practicante; Asana y Pranayama, sobre las posturas y prácticas de respiración; Dharana y Pratyahara, abordan las técnicas de concentración y focalización, y Dhyana y Samadhi, finalmente, tienen que ver con la meditación yóguica y su culminación.
El conjunto representa una síntesis impagable acerca de la sabiduría yóguica; una milenaria tradición de acción espiritual que desborda con creces las prácticas posturales, pues las incluye en un programa liberador muy amplio, siempre abierto a múltiples interpretaciones y tradiciones.
Agustín Pániker
Todos los grandes maestros han coincidido en la necesidad de observar una ética o virtud genuinas que nada tienen que ver con la moralidad convencional y que cambian de acuerdo con las épocas, latitudes o gobiernos, aunque muchas veces no es una verdadera moral. Esta ética podría basarse en el principio inspirador, que dice: «Si no te gusta que te causen sufrimiento, no lo provoques, y si te gusta que te otorguen felicidad, prodúcela», o sea la tan repetida recomendación: «Quiere para los demás lo que desees para ti». ¡Qué diferente sería este planeta si procediéramos así! Todo esto formaría parte de la denominada disciplina moral o entrenamiento ético, en el que tanto abundó Buda y que llevaron a cabo con todo rigor, tanto él como Mahavira, pero que también ha estado presente en las diversas corrientes del yoga hindú y en las distintas técnicas de autorrealización de Oriente, hasta tal punto que se ha aseverado que no puede haber una satisfactoria evolución interior si no va acompañada de la virtud, lo que implica no causar sufrimiento a los seres sintientes.
Para Buda, la triple disciplina involucraba la ética, la mental y la del cultivo de la sabiduría o entendimiento correcto. Ponía mucho el énfasis en los llamados «estados sublimes de la mente» o «santas moradas», en los que tanto he investigado a lo largo de años, así como en las clases de meditación, que incluyo en un capítulo en esta obra por ser de una gran inspiración, pues son enseñanzas comunes a todas las disciplinas espirituales de Oriente. Asimismo, incorporo un apéndice muy concreto y práctico sobre los obstáculos que se presentan en el adiestramiento yóguico y que uno debe salvar para alcanzar la experiencia liberadora o samadhi. Por otro lado, he considerado oportuno incluir un tercer apéndice recogiendo algunos versículos del Dhammapada, pues son enseñanzas directas de Buda, que, según los expertos, son el manual ético más perfecto con el que contamos, que debería ser de obligada lectura para aquellas personas que observan cualquier credo definido.
Yama y niyama son los dos primeros grados de los ocho que nos brinda Patañjali, teniendo en cuenta que los siete primeros son los que nos van a conducir al octavo o samadhi, es decir, a la experiencia liberadora.
En este sentido, el yoga de Patañjali es un sendero ascendente, por un lado, y de profunda interiorización por otro. Ascendente, porque siguiendo esa senda o escalera arribaremos al tan anhelado samadhi, que es de profunda introspección, porque esa experiencia iluminadora no está fuera, sino dentro de cada uno de nosotros. Como nos recordaba Ramana Maharshi, la gracia viene también de adentro, pues sería el propio Sí-mismo cuando accedemos a él, la iluminación definitiva y el continuado establecimiento en ese Sí-mismo o purusha. Esa iluminación deviene cuando se alcanza el samadhi sin simiente, lo que provoca una mutación total de la consciencia y nos libera de los impulsos o latencias del inconsciente, proporcionando la verdadera libertad interior.
Como otros maestros de la autorrealización, Patañjali no solo apunta a la mente, sino que señala el samadhi como la meta ideal que alcanzar, procurando las enseñanzas, actitudes y métodos para hacerlo posible, por difícil que resulte. La persona que sigue las indicaciones de yama y niyama, observando una ética adecuada, tiene una vida interior y un ánimo mucho más favorables para conseguir la evolución consciente que aquella que no las sigue. Puesto que ese ánimo más sosegado ayuda a meditar mejor y a poner en práctica técnicas de introspección, ya que los pensamientos y sentimientos nocivos alteran psíquicamente y se convierten en obstáculos y en graves impedimentos para avanzar en la senda de la evolución consciente. No se trata solo de obtener un alto nivel de concentración, lo que es siempre deseable, sino que debe apoyarse en la virtud para poder alcanzar una real sabiduría.
La ausencia de ética y virtud genuinas es un gran obstáculo, pues favorece la ignorancia básica de la mente. Si no hay un corazón compasivo, es que no hay una mente lúcida, por mucho conocimiento o saber intelectual que se pueda tener. El verdadero discernimiento, tan necesario para progresar en la senda del yoga y de otras técnicas de autorrealización, requiere una mente clara y libre de tendencias emocionales nocivas.
En la senda del yoga, no se trata de observar solo algunos grados de los expuestos por Patañjali, sino todos, o sea los siete previos al samadhi, pues son igualmente importantes y necesarios. Aunque a menudo los practicantes de yoga desconocen los dos primeros, yama y niyama, que son muy necesarios para el verdadero desarrollo espiritual y que, si se observan, se podrá comprobar cuánto ayudan para atender a los otros miembros yóguicos mostrados por Patañjali.
Sin embargo, yama y niyama implican más que una ética genuina, pues son también un conjunto de actitudes, enfoques y cualidades constructivas, además de técnicas de purificación. Tal como iremos comprobando en las páginas sucesivas, es evidente la importancia del yoga en el pensamiento sano, pues somos en parte lo que pensamos y el resultado de nuestros pensamientos. Aquellas tendencias insanas más enraizadas condicionan nuestras conductas mentales y emocionales y, por lo tanto, nos esclavizan y nos convierten en marionetas de nuestras latencias o impregnaciones subconscientes.
Yama y niyama ayudan a disipar la ofuscación mental y a desarrollar un entendimiento correcto, ¿Cómo puede discernir con alguna solvencia o fiabilidad quien se deja condicionar por la rabia, los celos, la profunda insatisfacción y la ambición desmesurada, si está esclavizado por una profunda insatisfacción, la avidez, el apego sensorial o el aborrecimiento? Yama y niyama son actitudes y estados mentales y emocionales que ayudan a purificar todo el sistema, así como las conductas subyacentes. Debemos entender esta purificación en el sentido más profundo, en tanto que se trata de limpiar la contaminación de la psique y esas tendencias que, en lugar de permitirnos evolucionar y ser cooperantes, producen involución y nos hacen básicamente egoístas y muy a menudo destructivos.
Los sentimientos negativos son un obstáculo innegable, y para los que lo enfocan de esa manera son un generador de karma nocivo que desencadenará sufrimiento, mientras que el positivo crea bienestar. Esas cualidades negativas o tendencias insanas alejan la cualidad sáttvica o pura y aumentan la confusión, el desorden, el malestar y las fluctuaciones entre la cualidad rajásica (apego, ansiedad) y la cualidad tamásica (torpeza o inercia). Todo esto retrasa o estanca el progreso para lograr la desidentificación mediante el sattva (pureza) del Sí-mismo con las modificaciones mentales que deriva en más ignorancia y servidumbre. Sin una correcta discriminación (viveka) es imposible distinguir entre lo aparente y lo real, el ego y el Sí-mismo, por lo tanto, se perpetúa el estado de esclavitud, realimentándose las impurezas que cada día alejan más el samadhi. Además, si no hay viveka (discernimiento yóguico), no hay vairagya (desapego) y sin viveka y vairagya