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En este volumen de la serie «La sabiduría del yoga», Ramiro Calle nos invita a profundizar en los aspectos más elevados de la práctica yóguica: la meditación (dhyana) y la iluminación (samadhi). Guiados por la vasta experiencia y conocimiento de Ramiro Calle, pionero en la difusión del yoga en el mundo hispanohablante, este libro revela los entresijos de la meditación yóguica y el logro de los trances más elevados. Estas prácticas constituyen la porción más elevada y profunda del yoga de Patañjali, fascinantemente cercano a las tradiciones meditativas budistas. Y, a diferencia de lo que podría pensarse, la dimensión meditativa del yoga resulta de gran valor para desenvolvernos en la vida cotidiana. La serie «La sabiduría del yoga» es mucho más que una guía de prácticas; se trata de una invitación a experimentar el yoga desde su esencia, explorando cómo el cuerpo y la mente abren las puertas hacia una vida más consciente y plena.
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Seitenzahl: 105
Veröffentlichungsjahr: 2025
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La sabiduría del yoga
Ramiro Calle
Meditación e iluminación
Dhyana y Samadhi
© 2025 by Ramiro Calle
© de la edición en castellano:
2025 by Editorial Kairós, S. A.
www.editorialkairos.com
Composición: Pablo Barrio
Diseño cubierta: Katrien van Steen
Primera edición en papel: Septiembre 2025
Primera edición en digital: Septiembre 2025
ISBN papel: 978-84-1121-352-3
ISBN epub: 978-84-1121-404-9
ISBN kindle: 978-84-1121-405-6
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Ve y zambúllete en el mar sereno de la soledad espiritual y lava tu alma en el néctar de la meditación ambrosíaca. Sumérgete en la profundidad de la unidad y aléjate de las olas saladas de la dualidad y de las aguas salobres de la diversidad.
Yoga-Vasishtha
La meditación es un trabajo de laboratorio
y un ataque dirigido contra la prakriti para salir de su esclavitud.
Sri Anirvan
El camino más directo hacia el Ser es la meditación.
Baba Sibananda de Benarés
Nota del editor
Introducción
1. En busca de la inteligencia primordial
2. Del
dharana
al
dhyana
3. Técnicas de
dhyana
Instrucciones
Técnicas y métodos
Atender al curso de la respiración
Atender al punto de encuentro entre la inhalación y la exhalación
Atender a la sensación provocada por la respiración en las aletas nasales
Atención a una exhalación larga y lenta
Atender al ocho de la respiración
Atender a dónde llega la inhalación y a dónde llega la exhalación
Atención a la respiración ascendente
Atender a dónde surgen el pensamiento y la emoción
Situarse entre el placer y el dolor
Profundizar la sensación de ser
Ver todo lo que surja como si careciera de sustancia
Ver como efímero lo sensorial
Expandirse e introvertirse
Visualización de la luz
El vacío ante los
om
Cavidad central del cerebro
Absorberse en lo deleitoso
Visualización de vacío dentro y fuera de uno
Atención al espacio entre los pensamientos
Nasagra-drishti
y
brahmadya-drishti
La mirada en el firmamento
La mirada en el fuego
Contemplación de la luz blanca
Recitaciones de
bija-mantras
asociados a centros de energía
Dhyana
en los cinco elementos de la naturaleza
Dhyana
en
Nada
4. Al otro lado de la mente: el
samadhi
5. El liberado viviente
6. Las abstracciones
Conclusiones
Apéndice
Yoga y desarrollo superior
Cubierta
Portada
Créditos
Epígrafe
Sumario
Comenzar a leer
Algún tiempo de los primeros siglos de la era común, vivió el sabio indio Patañjali. A él debemos la recopilación en poco menos de doscientos aforismos de una serie de enseñanzas y prácticas diversas y dispersas que compartían la etiqueta «yoga»; una sabiduría espiritual que se había ido gestando a lo largo de mil años.
Las Upanishads ya hablaban del yoga como «control de los sentidos», el budismo y el jainismo desarrollaron sus yogas, en el sentido de conjunto de prácticas espirituales (marga), como el famoso Noble Óctuple Sendero budista. La Bhagavadgita ahondaba en este significado amplio de yoga como «camino espiritual», proponiendo tres vías de progresión (conocimiento, acción y devoción).
Patañjali reunió en sus famosos Yoga Sutras gran parte de ese bagaje espiritual y filosófico. Lo denominó Kriya-Yoga (yoga de la acción) o Ashtanga-Yoga (yoga en ocho miembros). De esta forma, sistematizó una larga tradición espiritual, transmitida entre círculos de yoguis, ascetas y sabios, y le dio consistencia filosófica. Lo transformó en «punto de vista» (darshana), en clara sintonía con otra antigua escuela filosófica denominada Samkhya.
Sus Yoga Sutras fueron profusamente comentados. Las corrientes yóguicas posteriores tendieron a legitimarse y anclarse en los ocho miembros de Patañjali, incluso cuando la práctica yóguica se vio insuflada –primero– por las tradiciones tántricas, luego por la filosofía vedanta, y –a partir del siglo xx– por la eclosión de los nuevos yogas corporales. En todos los casos, el yoga en ocho miembros del legendario maestro ha quedado como referente ineludible de los yogas modernos.
Quién mejor que Ramiro Calle, pionero en la introducción y divulgación del yoga en lengua española, con una larguísima experiencia en interpretar, desgranar y facilitarnos lo más elevado de la cultura yóguica, para sumergirnos en la sabiduría de Patañjali. La serie que presentamos consta de cuatro libros concisos y esclarecedores que reúnen –en pares– los famosos ocho miembros que articulan la síntesis clásica del yoga.
El Yama y el Niyama versan sobre las predisposiciones éticas y de conducta del practicante; Asana y Pranayama, sobre las posturas y prácticas de respiración; Dharana y Pratyahara, abordan las técnicas de concentración y focalización, y Dhyana y Samadhi, finalmente, tienen que ver con la meditación yóguica y su culminación.
El conjunto representa una síntesis impagable acerca de la sabiduría yóguica; una milenaria tradición de acción espiritual que desborda con creces las prácticas posturales, pues las incluye en un programa liberador muy amplio, siempre abierto a múltiples interpretaciones y tradiciones.
Agustín Pániker
Al entrar en los grados séptimo y octavo de los propuestos por Patañjali, lo hacemos con igual ánimo e intención con los que hemos iniciado esta tetralogía, con la que deseamos conseguir que sus enseñanzas penetren en la práctica y no se queden en una atractiva teoría. Una vez más, habremos de comprobar que la intención de Patañjali es darnos suficientes elementos para llegar a tener la mente ordinaria bajo control, saneando la mente subconsciente para lograr que aflore un tipo de conocimiento que realmente nos cambia y nos libera.
Durante mis numerosas estadías en la India, la patria del yoga y mi segunda patria, me he reunido con muchas personas dedicadas al ámbito de la búsqueda interior para estudiar e indagar acerca de enseñanzas, métodos, claves y herramientas para mejorar la calidad de la vida psíquica, ensanchando la consciencia y tratando de liberarnos de una parte del inútil sufrimiento que genera una mente inmersa en la ignorancia y la torpeza. Me convertí, tal como se referían a mí los medios, en un «cazador de personas santas», en mi afán por hallar respuestas a los grandes interrogantes de la existencia. Aunque pronto comprendí y asimilé que las respuestas están, de manera muy especial, en la práctica, que es la que nos guía para poner a prueba la disciplina y obtener sus beneficios, porque sin sadhana (práctica) no hay yoga y sin sadhana no hay transformación ni sabiduría. Muchísimos años después de aquellos primeros y muy intensos viajes por la India, publiqué mi obra Sadhana, respondiendo a mi necesidad de compartir con los lectores hasta qué punto era imprescindible recurrir a la experiencia personal para comprobar sus beneficios y para que no quedara todo en promesas y ensoñaciones. Si el sadhana no lo llevan a cabo muchísimas más personas es porque, irremediablemente, como dice Patañjali, requiere esfuerzo y perseverancia, además de ciertas renuncias y algo de desapego. En resumen, que los resultados no son gratuitos, pese a que hoy en día muchas personas alardean de haberse realizado o iluminado sin el menor esfuerzo, pero es confortador tener presente que ningún esfuerzo se pierde y que, cuando uno cree que está retrocediendo, lo que está haciendo es tomar aliento para luego celebrar la atención con más brío.
En los volúmenes anteriores, hemos abordado cuatro de los ocho miembros o grados de Patañjali, que son exactamente: asana,pranayama, patyahara y dharana. Por lo tanto, en este volumen, nos adentraremos en otros dos grados que podríamos calificar como escurridizos, porque no son fáciles de comprender. Dhyana y samadhi son dos términos que parecen englobar diversos aspectos, pues incluso los swamis y acharyas que he entrevistado les otorgan distintos enfoques, aunque complementarios. Lo mismo que sucede con el término yoga, que puede entenderse como disciplina, meditación, quietud, actitud, técnica para lograr la liberación mukti (moksha), unión, yugo, disciplina ascética, filosofía y un largo etcétera.
Al definir dhyana y samadhi, Patañjali suele hacer gala de su parquedad, pues, una vez más, lo deja en manos del experimentador; o sea, del yogui. Sin embargo, de lo que no hay duda es de que son dos peldaños muy importantes: dhyana es importante porque es el acceso al samadhi, y este, porque es un estado cumbre y liberador de la consciencia. No es de extrañar, pero es de agradecer, que posteriormente a Patañjali aparecieran textos en los que se detallaba un gran número de técnicas para el desarrollo de la meditación y de la consciencia, como las que aparecen en el Vijñana Bhairava Tantra, algunas de las cuales recogemos en este libro. De hecho, el mismo Patañjali ya es «omniabarcante», en el sentido de que para conducir al yogui a samadhi se sirve de la ética o virtud, de métodos psicofísicos y de la abstracción mental propiamente dicha. Pese a que es cierto que en aquella época la sabiduría del yoga era dominio de los sannyasins (renunciantes), monjes, eremitas y notables mentores como los que tuvo Buda.
Patañjali recurre a actitudes y técnicas diversas para que uno pueda lograr lo que él considera esencial: suprimir las modificaciones del contenido mental y que quien lo consiga pueda visitar esa Mansión del Silencio (Nirmanakala), donde hay respuestas muy transformadoras que no se encuentran en la mente ordinaria, pues es en otro tipo de consciencia donde se halla ese vacío y el profundo silencio en el que se manifiesta el Sí-mismo.
Durante años investigué en esa Mansión del Silencio para obtener la mayor información posible que me permitió escribir mi trilogía iniciática El faquir, pues los yoguis y alquimistas se servían de numerosos métodos esotéricos para seguir la senda hacia la consciencia, más allá de la consciencia. Por lo visto, no sabemos, ni podemos discernir, si Patañjali se limitó a recoger enseñanzas y métodos para solo sistematizarlos o si él mismo fue realmente un sabio práctico y comprobó por sí mismo aquello sobre lo que escribía, o si incluso fue un maestro que impartió de viva voz y con su ejemplo la enseñanza. Aunque es indiscutible que las enseñanzas que transmite Patañjali tienen un objetivo principal, que es la obtención del samadhi. Sin embargo, si uno se colocara frente a la puerta de uno de esos macrogimnasios en los que se dice que se imparte «yoga» y fuera preguntando acerca del samadhi a la decena de alumnos que entran y salen, podemos estar seguros de que la mayoría ni siquiera habría escuchado este término y que de haberlo oído alguna vez por casualidad no tendría ni idea de a qué se refiere. Sin embargo, Patañjali ofrece enseñanzas para conseguir un modo de que el sufrimiento sea superado o por lo menos debilitado. Todo esto comienza a ser posible cuando uno se libera del apego que produce el placer, vence el egotismo y aplica de tal modo el discernimiento que supera ese velo espeso de ignorancia que provoca que confundamos lo real con lo ilusorio, lo permanente con lo impermanente y lo adquirido con lo real. Es decir, que nos identifiquemos de tal forma con la sustancia material (prakriti) que no podamos experimentar el Sí-mismo (purusha).
Esa identificación es la prisión de la que trata de sacarnos el gran maestro con sus consejos, prescripciones y métodos. Como se trata de revertir la mente, liberarla de samskaras (y karma), purificarla al máximo y sobrepasar la consciencia ordinaria, se hacen imprescindibles pratyahara, dharana y dhyana, como esos insoslayables peldaños para acceder al samadhi y a la silenciosa y espiritualmente muy elocuente Mansión del Silencio, que a todos nos espera, pero que muy pocos penetran.
Antes de seguir avanzando, para alcanzar esa ambiciosa meta que es el samadhi