Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Este libro es un instrumento de difusión para los integrantes del sistema educativo, apoyando la labor formadora de los establecimientos educacionales en temas de ciudadanía y está conformado por textos de académicos de universidades nacionales y extranjeras, que realizaron distintos abordajes disciplinarios y temáticos. Se trata de una contribución a la concreción de una ciudadanía activa, que busca la formación de estudiantes que tengan los elementos necesarios para desenvolverse de manera responsable en la sociedad, fortaleciendo el sistema democrático, la búsqueda de la justicia social y el progreso, siempre orientados hacia el desarrollo de la persona humana.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 366
Veröffentlichungsjahr: 2024
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Cover
Portada
Créditos
Introducción
Sección 1 | Conceptualización
Capítulo 1: La escuela como espacio de formación ciudadana
Capítulo 2: Relación familias-escuela y procesos de formación ciudadana6
Capítulo 3: Desafíos de la ciudadanía para una democracia incluyente.Los y las jóvenes y su participación en el chile de la transición
Capítulo 4: Formación ciudadana en la enseñanza de la historia en educación básica. Análisis y propuesta didáctica10
Capítulo 5: Desarrollo de la ciudadanía intercultural en centros educativos: propuestas pedagógicas, organizativas y en clave comunitaria12
Sección 2 | Acompañamiento
Capítulo 6: Experiencia de acompañamiento para el desarrollo del programa plan de formación ciudadana en establecimientos educacionales de la región del Maule y Biobío, Chile
Capítulo 7: Formación ciudadana en establecimientos educacionales municipales del maule: panorama general y vínculo con la dimensión territorial
Capítulo 8: Implementación de los planes de formación ciudadana en establecimientos educacionales de las provincias de Concepción y Ñuble, octava región, Chile
Capítulo 9: Plan de formación ciudadana de la escuela Sergio Martín álamos, San nicolás
Capítulo 10: Reflexiones en torno a la implementación del plan de formación ciudadana en la región de antofagasta: perspectivas desde los equipos responsables
Sección 3 | Experiencias socioeducativas
Capítulo 11: El proyecto educativo «aprender a votar». Promoción de la formación ciudadana en las aulas con adolescentes
Capítulo 12: Historia contemporánea como herramienta en la formación ciudadana: el ejemplo de la revolución rusa como propuesta de laboratorio en el aula
Cristián Eduardo Orellana Fonseca
Rodrigo Salazar Jiménez
Viviane Hasse Riquelme
(Editores)
Formación Ciudadanaen el contexto escolar
Conceptualización, avances y experiencias
Este libro contó con la aprobación del Comité Editorial y fue sometido al sistema de referato externo, ciego y por pares.
Formación ciudadana
en el contexto escolar
Primera edición: enero de 2019
© Cristián Eduardo Orellana F., Rodrigo Salazar J.
Viviane Hasse R., 2019
Registro de Propiedad Intelectual
Nº 298.328
© RIL® editores, 2019
Sede Santiago:
Los Leones 2258
cp 7511055 Providencia
Santiago de Chile
(56) 22 22 38 100
[email protected] • www.rileditores.com
Sede Valparaíso:
Cochrane 639, of. 92
cp 2361801 Valparaíso
(56) 32 274 6203
Sede España:
[email protected] • Barcelona
Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores
Impreso en Chile • Printed in Chile
ISBN 978-956-01-0641-1
Derechos reservados.
Dedicamos este libro al Doctor Enrique Blanco Hadi, académico de la Universidad del Bío-Bío, maestro que nos ha iniciado en la senda de una academia reflexiva y comprometida con su entorno.
También dedicamos este libro a todos aquellos maestros y maestras anónimos, que, en los establecimientos educacionales de nuestro país, en difíciles condiciones, hacen su mejor esfuerzo.
Introducción
El objetivo del libro es ser un instrumento de difusión a los integrantes del sistema educativo, apoyando la labor formadora de los establecimientos educacionales en temas de ciudadanía y es un compromiso establecido en el marco del convenio de Convenio de colaboración MINEDUC-Universidad del Bío-Bío, firmado con fecha 23 de junio de 2016, para el desarrollo del programa Plan de Formación Ciudadana en el contexto de la Ley 20.911 y cuyo objetivo era apoyar la apropiación e implementación de la Ley 20.911 de 2016. Ley que entró en vigencia en 2016 y busca fortalecer la Formación Ciudadana en establecimientos educacionales reconocidos por el Estado y crea el Plan de Formación Ciudadana para los establecimientos educacionales reconocidos por este. Específicamente, la publicación forma parte de las actividades comprometidas del Segundo componente de dicho convenio de colaboración, el que contemplaba el desarrollo de acciones de extensión hacia la comunidad escolar en Formación Ciudadana.
Para logar este texto fueron invitados a participar académicos de universidades nacionales y extranjeras y que aportaron desde distintos abordajes disciplinarios y temáticos. Dentro de los académicos internos de la Universidad del Bío-Bío destacan los pertenecientes al Grupo de Investigación Genero Ciudadanía y Equidad (GECIEQ) y del Programa de Derechos Humanos. Dentro de los Académicos externos, se destaca con la colaboración de académicos(as) del Grupo de Investigación en Didáctica de las Historia, Geografía y Ciencias Sociales (DHIGECs) de la Universidad de Barcelona, España.
La estructura del texto se compone de tres apartados, el primero presenta abordajes teórico-conceptuales claves para la formación ciudadana, el segundo da cuenta de la ejecución del Convenio y finalmente el tercero recoge propuestas didácticas sobre formación ciudadana.
La primera parte del libro se encuentra estructurado por cinco capítulos. El Dr. Carlos Muñoz Labraña y su equipo, en el primer capítulo, problematizan la escuela como un espacio de formación ciudadana desde un enfoque maximalista. En el segundo capítulo del Dr. Héctor Cárcamo Vásquez, se busca evidenciar la importancia que posee la promoción, establecimiento y desarrollo de una adecuada relación entre las familias y la escuela para los procesos de formación ciudadana que tienen cabida en los contextos educativos formales.
En el tercer capítulo, Bruno Bivort y Soledad Martínez abordan el desarrollo de procesos democráticos de personas jóvenes, derribando barreras como la apatía, la despolitización o desciudadanización, dando paso al resurgimiento del interés por lo político, manifestada en expresiones poco convencionales, explicadas desde la mirada heterogénea de este nuevo grupo emergente. En el capítulo cuatro la Dra. Saéz-Rosenkranz analiza la formación ciudadana promovida en el eje de Historia en educación básica para, a partir de allí, plantear algunas orientaciones didácticas que permitan desarrollar las competencias ciudadanas de forma efectiva en el aula.
En el quinto capítulo el Dr. Molina-Neira y Dr. Iglesias Vidal presentan propuestas para los centros educativos que deseen implementar un proyecto de educación para la ciudadanía intercultural. El texto propone dos tipos de propuestas: cuestiones que implican a la organización del centro educativo y cuestiones de carácter pedagógico, que tienen que ver la praxis dentro del aula.
La segunda parte del libro que da cuenta del Convenio entre la Universidad del Bío-Bío y el Ministerio de educación de Chile, se distribuye en cinco capítulos. En el capítulo seis el académico Cristian Orellana y su equipo describen la experiencia de acompañamiento realizada por la Universidad del Bío-Bío con establecimientos educacionales de la región de Maule y Biobío, Chile, en el marco del convenio de colaboración entre el Ministerio de Educación de Chile (MINEDUC) y la Universidad, para el desarrollo del programa Plan de formación ciudadana en el contexto de la ley 20.911.
En el séptimo capítulo las/el académicas/o Moyano, Castro y Saravia caracterizan los planes de formación ciudadana de una muestra no aleatoria de establecimientos educacionales municipales de la región del Maule, ahondando también en sus diferencias según territorio. En el capítulo ocho las/el profesor/as Hasse, Reyes y Solís exponen los resultados que dan cuenta de las principales características de los planes de formación ciudadana en 28 establecimientos educacionales de la región del Bío-Bío, Chile.
El capítulo nueve las profesoras Luengo y Torres exponen la experiencia de la escuela Sergio Marín Álamos de San Nicolás, en la creación e implementación del Plan de Formación Ciudadana, destacando la ciudadanía como la base para el comportamiento de la vida cotidiana y el establecimiento de lazos sociales entre pares y una relación de convivencia pacífica. En el décimo capítulo la Dra. Pinochet y el Dr. Mercado exponen la experiencia de acompañamiento de la Universidad Católica del Norte a 25 establecimientos de la región de Antofagasta, con la finalidad de establecer la discusión, diseño e implementación de dichos planes de formación ciudadana, con hincapié en la formación de valores requeridos por las ciudadanas y ciudadanos.
La tercera parte del libro estructurada en dos capítulos, recoge propuestas didácticas que desarrollen la competencia social y ciudadana. En capítulo once la profesora Barriga-Ubed, la Dra. Wilson-Daily y el Dr. Prats-Cuevas describen la experiencia educativa innovadora del proyecto didáctico titulado: «Aprendemos a votar: Las Elecciones al Parlamento Europeo 2014». La finalidad de la experiencia didáctica residía en aproximar la institución política del Parlamento Europeo a los jóvenes ciudadanos. Todo ello a través de metodologías educativas activas mediante las que se pretendía promover una formación sociopolítica del alumnado de calidad, haciéndolo protagonista de su propio proceso de enseñanza-aprendizaje.
En el último capítulo del libro el Dr. Salazar-Jiménez y su equipo presentan la propuesta didáctica titulada “Historia contemporánea como herramienta en la formación ciudadana: el ejemplo de la Revolución Rusa como propuesta de laboratorio en el aula”. El objetivo de la propuesta es que el alumnado comience a cuestionar su pasado, formulando preguntas e hipótesis. La planificación, preparación y organización de las actividades de la unidad se han construido a través del análisis de fuentes, donde los alumnos deben resolver una pregunta hipotética: ¿Lenin y Stalin son libertadores o dictadores del pueblo ruso?
Sección 1
Conceptualización
Capítulo 1La escuela como espacio de formación ciudadana
Carlos Muñoz Labraña1Rosendo Martínez Rodríguez2C. Ignacio Muñoz Grandón3Cristian Orellana Fonseca4Rodrigo Salazar Jiménez5
1. Introducción
Tal como ha sido la tónica de países que han vivido la traumática experiencia de interrumpir su camino democrático, nuestro país, una vez recuperada la democracia, ha hecho ingentes esfuerzos curriculares por superar los graves déficits que en materia de educación ciudadana se heredaron del gobierno militar. Los esfuerzos curriculares han ido acompañados de una revisión exhaustiva tanto de la literatura como de la experiencia internacional, de la conformación de comisiones de expertos, y de otras que han estado compuestas por representantes de las más variadas tendencias políticas, religiosas y de pensamiento. También se han financiado estudios a distintos equipos de investigación, radicados mayoritariamente en las universidades, los que han sido capaces de identificar algunos de los factores que han incidido, inciden o podrían incidir, en el mejoramiento sostenido de la educación ciudadana en el ámbito escolar.
Al revisar estos estudios, destaca con gran nitidez la incidencia de diversos factores. Por ejemplo, el temor del profesorado con más años a entrar en un ámbito demonizado por el gobierno militar, y el desencanto de las nuevas generaciones de docentes en torno a un sistema político que pone acento en la representación más que en la participación. También se ha señalado la existencia de graves carencias en el área de la formación inicial, las dificultades de acceso de los docentes al perfeccionamiento, así como su desconocimiento de importante información vinculada a la temática emanada del MINEDUC, distribuida tanto de forma impresa como digital.
Pero eso no es todo, porque existen otros factores relevados en el mundo escolar, que a juicio de la literatura también inciden en la calidad de la educación ciudadana ofrecida en la escuela. Entre los más importantes destacamos el impacto que posee en la escuela la existencia de ambientes socialmente hostiles y agresivos. También el excesivo individualismo instalado en los más diversos ámbitos del quehacer nacional que hace que las personas busquen soluciones individuales a problemas construidos socialmente, la falta de interés de la familia por la temática vivenciada por los jóvenes a través de una alarmante apatía y desencanto de sus padres, madres y/o apoderados. Finalmente, el mal ejemplo de algunas autoridades y aspirantes a serlo, cuyas acciones y decisiones generan un cada vez mayor rechazo en el mundo escolar (Muñoz, Martínez y Muñoz, 2016).
Lo anterior nos hace plantear que la aspiración de lograr una adecuada educación ciudadana en la escuela, no solo pasa por la existencia de políticas públicas que promuevan un currículum con determinados espacios y una adecuada cobertura curricular, y por la formación, actualización y perfeccionamiento de sus maestros. A esto se debe agregar la mayor capacidad del Estado y sus instituciones para sintonizar con las necesidades, demandas e idearios de la sociedad a la que pertenecen. Formar ciudadanos es una tarea de todos y no una labor exclusiva de la Escuela, aunque ciertamente a ésta le corresponde un rol fundamental.
2. ¿Cómo entender la formación ciudadana en el mundo escolar?
En el ámbito escolar de la ciudadanía, esto es, en la forma en que niños y jóvenes logran empoderarse de aquellos contenidos que les permiten insertarse y vivir en forma plena en la sociedad, la literatura distingue dos enfoques: uno minimalista y otro maximalista (Kerr, 1999, 2002). El enfoque minimalista es el más clásico y se le identifica con la educación cívica tradicional. Posee una concepción de la ciudadanía restringida, superficial, excluyente y separada de su contexto. Desde el punto de vista formal pone énfasis en el traspaso de ciertos conocimientos, especialmente declarativos: factuales y conceptuales que son pre-definidos por alguna autoridad, recayendo en el ciudadano su aceptación formal. El enfoque maximalista, a diferencia del anterior, posee una concepción más profunda, inclusiva, comprensiva, contextual y amplia de la relación existente entre los ciudadanos y sus procesos formativos. Se le identifica con el concepto de formación ciudadana, y desde el punto de vista formal busca superar el traspaso de conocimientos puramente declarativos y descontextualizados, promoviendo el desarrollo de ciertas habilidades y actitudes que se esmera en construir de manera interactiva, hermenéutica y reflexiva.
Aunque la lógica maximalista constituye un avance sustantivo desde lo que se ha dado en llamar la educación cívica tradicional, cuya máxima pretensión es lograr que los estudiantes logren una determinada alfabetización política, –la mayoría de las veces bajo el paradigma del ciudadano elector–, la pregunta de para qué queremos formar ciudadanos sigue esperando respuesta. Esto porque la mayor apertura temática de los procesos involucrados hacia otras esferas, distintas a lo político instituido, así como el desarrollo de las habilidades y actitudes asociadas, por sí mismas, no garantizan la formación de ciudadanos plenos e íntegros, capaces de actuar de manera efectiva y eficaz en la sociedad.
De acuerdo a la literatura existirían a lo menos tres modelos para enfrentar esta importante cuestión (Giroux, 2003). El primero –que recibe el nombre de técnico– pretende formar un ciudadano restringiendo su esfera de acción a ciertas tareas de carácter instrumental, desprovistas de un compromiso político. El segundo, tiene como objetivo formar un ciudadano libre, independiente y autónomo con capacidad para construir acuerdos y vivir en sociedad, y recibe el nombre de hermenéutico. Mientras que el tercero, –denominado emancipador– concibe la formación de un ciudadano como una práctica histórica vinculada con las relaciones de poder y con las formaciones sociales de significado.
Los enfoques y modelos anteriores nos llevan a reflexionar en torno a dos preguntas fundamentales: ¿cuál es el enfoque (minimalista/maximalista) que adoptará nuestro centro educativo para formar ciudadanos?, y ¿qué modelos de formación (técnico/hermenéutico/emancipador) promoveremos en nuestro centro, y especialmente en nuestras actividades de aprendizaje y en la cotidianeidad de nuestras escuelas?
Lo más probable es que nuestras respuestas sean abogar por el enfoque maximalista y por el modelo emancipador. Sin embargo, estas respuestas no pueden ser tan inmediatas ni automáticas debido a su complejidad. De allí que lo primero que debemos hacer es cuestionarnos sobre el tipo de ciudadanoque queremos formar y, sobre todo, para qué sociedad.Hablar de educación ciudadana pasa necesariamente por un análisis y reflexión profunda sobre el estado actual de nuestra sociedad, y especialmente por aquella sociedad que queremos construir y en la cual queremos habitar.
Aquí hay mucho que hacer, debido a que existe consenso entre los especialistas en torno a que en sociedades históricamente desiguales, que son tan poco deliberativas como la nuestra, el sentido y el significado de las narrativas en torno a la sociedad, la mayoría de las veces, no resultan ser experiencias cotidianas. Y aquí hay una cuestión fundamental, debido a que hablar de formación ciudadana en el mundo escolar pasa necesariamente por estudiar, diagnosticar, examinar, analizar, cuestionar, razonar y eventualmente criticar la sociedad en que vivimos, para pasar posteriormente a juzgar, opinar, discutir, votar y llegar a formular, proponer y trabajar por construir la sociedad en la que queremos vivir. Esta última es la genuina esfera de acción de un ciudadano.
3. ¿Qué contenidos son necesarios para cumplir con este objetivo?
Lo primero que habría que decir es que no se trata solo de contenidos factuales o conceptuales, sino que también y por sobre todo, de habilidades y actitudes. Desde el punto de vista de los contenidos factuales o conceptuales, debería considerar aquellos vinculados a la problematización de los cuerpos normativos en los que se hace alusión a la igualdad jurídica y política, la identidad, la pobreza, la desigualdad, la diversidad, los derechos civiles y políticos, individuales y sociales, los principios y mecanismos que regulan la vida democrática, el medio ambiente y el desarrollo sostenible, los derechos humanos y las prácticas de la ciudadanía, la democracia y el papel del Estado, la equidad de género y la cohesión social. También otros contenidos como la política nacional e internacional, la pertenencia a una comunidad, la cooperación y el conflicto, la justicia y el imperio de la ley, el poder y la autoridad y, finalmente, el manejo de información pública y los distintos mecanismos de participación ciudadana.
Dentro de las habilidades, la formación ciudadana debería promover aquellas vinculadas a la formación de un juicio crítico e independiente, el diálogo, el respeto y la colaboración con otros. También, aquellas habilidades que propician la participación, el debate, el reconocimiento de los otros como legítimos otros, así como aquellas que contribuyen a que el sujeto posea una mayor apertura al mundo y a la realidad, siendo capaz de enfrentar y resolver problemas y conflictos de manera pacífica.
En relación a las actitudes, la formación ciudadana debería relevar aquellas que favorecen la tolerancia y el respeto por las diferencias, la existencia de visiones amplias y diversas, el manejo del error y la incertidumbre, incluyendo su aprendizaje, y aquellas que permiten una definición de los ciudadanos en función de unas pertenencias plurales libremente asumidas. También aquellas actitudes que promueven la solidaridad y los derechos humanos, la inclusión, la autonomía, la responsabilidad, la búsqueda del bien común, la verdad, el compromiso con la sociedad, la recreación del vínculo societario, la construcción de la identidad personal y social y, por último, la comprensión de la mutua y permanente dependencia que mantenemos todos en sociedad.
4. ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta nuestro sistema educacional?
La literatura ha logrado identificar algunos de los desafíos que enfrenta nuestro sistema educativo para hacer realidad las innovaciones curriculares llevadas a cabo en materia de formación ciudadana (Muñoz, Reyes y Vásquez, 2010; Reyes, Campos, Ossandón y Muñoz, 2013; Muñoz y Torres, 2014; Cavieres y Muñoz, 2015; Muñoz, Martínez y Muñoz, 2016). Entre los desafíos más urgentes se cuentan los siguientes:
1.- Hacer de la formación ciudadana una tarea explícita en los contextos escolares.Esto porque a pesar de que la formación ciudadana está claramente relevada en el currículo de formación, «el estudiantado percibe que esta no ha sido recibida de manera explícita ni intencionada en las actividades que cotidianamente realiza en la escuela» (Muñoz y Torres, 2014, p. 239). En general, los estudiantes reconocen que más bien se han dedicado, «fundamentalmente, a escribir largas listas de contenidos que, en su mayoría, deben memorizar y que, a lo más, culminan en el desarrollo de un cuestionario, cuyas preguntas en su mayoría son realizadas por el profesorado» (Muñoz y Torres, 2014, p. 239) y en el peor de los casos por quienes escriben los libros de texto para las editoriales. No obstante, los estudiantes reconocen la presencia de ciertas habilidades en el currículum como la capacidad de ser tolerantes, de respetar las ideas ajenas y de trabajar de manera colaborativa. Sin embargo,
no logran relacionarlas ni contextualizarlas desde un contexto social más amplio. El estudiantado las valora porque las considera útiles para su formación como individuos, para su crecimiento y bienestar personal, y no porque ellas pudieran contribuir a su formación como ciudadanos y ciudadanas. El eje de la valoración es el individuo y no el aporte que puede realizar ese individuo al resto de la sociedad (Muñoz y Torres, 2014, p. 239).
2.- Acercar la formación ciudadana a los intereses de los estudiantes
La falta de contextualización de las actividades efectuadas en torno a un eje que favorezca la formación ciudadana del estudiantado y, por tanto, su inserción plena en la sociedad, hace que el alumnado yuxtaponga sus intereses con los de la sociedad. De esta manera, se levantan dos bloques que no dialogan ni se interrelacionan, porque por una parte están sus intereses y, por otro muy distinto, los intereses de la sociedad (Muñoz y Torres, 2014, p. 239).
Los estudiantes, con diferentes matices, no realizan el enlace que les permita entenderse como miembros de una sociedad; indicador de ello es que hablen
de la sociedad, más que de nuestra sociedad; de lo importante que es concretar anhelos personales, más que societarios; de proteger sus intereses personales, más que los del grupo; de la trascendencia de cumplir sus legítimas aspiraciones, más que los [sic] de la sociedad; de la importancia de lograr un bienestar personal, más que del grupo; de adquirir y proteger sus bienes materiales, más que los de la sociedad; de cuidar el mobiliario familiar, más que el mobiliario público que utilizan a cada momento, y de la importancia del capital financiero, más que del capital social. En fin, hablan desde sí y para sí (Muñoz y Torres, 2014, p. 239).
Este lenguaje individualizado hace que ciertas virtudes cívicas se asuman frente a otro u otros, pero no con otros. Esto es coherente con lo planteado por algunos autores, que cuestionan el individualismo con que los sujetos en nuestra sociedad encarnan sus problemas cotidianos (Bauman, 2005; Beck, 1993). Pareciera que los estudiantes esperan hallar soluciones individuales para problemas colectivos (Muñoz y Torres, 2014).
3.- Superar el vínculo con la dimensión electoral de la política.La aproximación vinculada a la formación ciudadana que el estudiantado logra establecer se refiere a la posesión de ciertos deberes, desde la miraba más bien político institucional y legal, en donde la posibilidad de participar en elecciones ocupa un lugar central. Cuestión que es propia de los enfoques minimalistas descritos por la bibliografía (Kerr, 2002; en Muñoz y Torres, 2014).
Algunos estudiantes homologan la expresión de formación ciudadana a la de educación cívica, que alguna vez han escuchado en su realidad escolar.
Sin embargo, ven esta educación cívica de manera eminentemente prescriptiva y factual. No la relacionan con el desarrollo de ciertas habilidades, ni menos actitudes, vinculadas al aprender a vivir en sociedad. Solo la asocian a un área dentro de las ciencias sociales que estudia las obligaciones prescritas en un cuerpo legal como la Constitución Política, la cual tiene, como fuente de inspiración, ciertos conceptos e ideas que alguna vez han tenido la oportunidad de leer o escuchar en alguna parte, pero sin una genuina apropiación de estas, desde el punto de vista conceptual. De hecho, hacen el esfuerzo de conceptualizar, pero no poseen herramientas que les permitan aplicarlos a su cotidianeidad, ni menos advertir su importancia y relación para la vida de la sociedad a la que sin duda pertenecen (Muñoz y Torres, 2014, pp. 240-241).
4.- Potenciar los análisis colectivos por sobre los individuales.En la asociación efectuada por el estudiantado entre formación ciudadana y educación cívica,
destaca el carácter utilitario que le dan a esta educación cívica, así como su asociación con lo que algunos autores como Cortina (1997) denominan virtudes cívicas, que claramente están asociadas a ciertos valores morales, como la libertad, el respeto, la tolerancia y la justicia. Sin embargo, estas virtudes cívicas, siempre son vistas por el estudiantado desde un punto de vista individual, haciendo dos grandes abstracciones. La primera, está relacionada con la desconsideración del carácter dialógico que posee el propio ejercicio cívico, y la segunda, con una ausencia del otro y de los otros. De esta manera, se produce una suerte de ocultamiento de las responsabilidades conjuntas y compartidas, de la corresponsabilidad y de la participación en lo público (Muñoz y Torres, 2014, p. 241).
5.- Ampliar el concepto de ciudadano: del ciudadano elector al de ciudadano como actor social.
El estudiantado homologa el concepto de ciudadano o ciudadana al de elector o electora, y a nada más. Ven a este ciudadano-elector con una óptica eminentemente de política institucional: legal y electoral, sin ir más allá. Construyen un imaginario integrado por una parte por este ciudadano-elector, y por otra por el acto o evento electoral. En esta relación tiene gran importancia la acción de votar y, por supuesto, el voto asociado a esta acción, el que entienden como la expresión de una persona particular, que desea hacer ver su apoyo a tal o cual persona que posee la calidad de candidato o candidata (Muñoz y Torres, 2014, p. 241).
Cuando se refieren a la ciudadanía, lo hacen como algo paradójicamente ajeno a su cotidianeidad y vivencia personal. Al asociar el voto a una opinión individual, los estudiantes establecen una relación de uno a uno.
Lo anterior hace que, en una contienda electoral, triunfa quien logra tener más unos en torno a su persona, y no aquella persona candidata que logra concitar cierta adhesión en torno a un proyecto de sociedad, o amalgamar ciertas voluntades, o en torno de la cual se obtienen ciertos consensos acerca de un proyecto o ideario de sociedad. La fuente de inspiración de este veredicto es eminentemente personal y se encuentra en algunas ideas poco estructuradas de lo que entienden debería ser lo mejor para la sociedad. Sin embargo, no se sienten integrados a estas ideas, ni menos se logran o desean proyectar, más allá de sus naturales, legítimas y específicas aspiraciones personales, cuya procedencia proviene, en su mayoría, de exigencias del mundo familiar más cercano y no de una construcción amalgamada dentro de la institución escolar (Muñoz y Torres, 2014, p. 242).
5. A manera de conclusiones
La formación ciudadana tiene como objetivo lograr que los ciudadanos se integren a la sociedad a la que pertenecen de manera participativa, propositiva y efectiva, mediante el aprendizaje de un conjunto de derechos y deberes, pero también de ciertos saberes históricos y contenidos culturales construidos socialmente. Estos necesitan ser problematizados y reconstruidos por cada generación, y adquieren sentido y contenido en el marco de las relaciones entre el Estado y la sociedad. Un proceso de formación permanente que requiere de ciudadanos tolerantes, abiertos y comprometidos con los derechos humanos y su sociedad, así como de políticas públicas con un nivel de exigibilidad que permitan su cumplimiento.
De allí que hablar de formación ciudadana es lograr que los y las estudiantes aprendan a vivir en sociedad, aprendan a vivir juntos (Delors y Al Mufti, 1996). Es reemplazar el «ellos» por el «nosotros», es buscar solución a problemas individuales construidos socialmente con un enfoque colectivo e inclusivo, capaz de reconocer a las y los otros como legítimos otros. Es dejar de mirar la escuela como un espacio ajeno y apartado de la sociedad. Es superar la lógica asignaturista y particularista de la escuela. Es poner en contacto al mundo educativo con la sociedad a la que pertenece. Es reconocer a la escuela su condición de microcosmos social, donde los y las estudiantes tengan la oportunidad de aprender aquellos conceptos, hechos, habilidades y actitudes que les servirán de base para respaldar su acción presente y futura en la sociedad, contribuyendo a una construcción socio colectiva más justa, inclusiva y democrática.
Lo anterior implica, entre otras importantes cuestiones: revisar las distintas narrativas y preconcepciones que posee el estudiantado sobre la naturaleza y las funciones que posee el Estado y sus instituciones; reconocer la existencia de diferentes naciones y nacionalidades dentro de nuestro territorio; sincerar la presencia de los distintos entes hegemónicos presentes dentro de la sociedad, así como de aquellos poderes fácticos que legítima o ilegítimamente hacen oír su voz frecuentemente, desplazando a aquellas minorías de todo tipo que, históricamente no han sido escuchadas.
En fin, el desafío de formar ciudadanos pasa por una escuela y por una sociedad capaz de enfrentar estas y aún otras realidades, abierta y tolerante. Con capacidades para sembrar y alimentar los más caros anhelos de vivir en comunidad.
Referencias bibliográficas
Bauman, Z. (2005). La ambivalencia revisitada. Algunas palabras para los lectores de lengua española. Anthropos, 206, 31-35.
Beck, U. (1993). La invención de lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Cavieres, E. y Muñoz, J. (2015). Pensamiento de los profesores de historia acerca de la ciudadanía y la inclusión de las movilizaciones estudiantiles en su enseñanza. Estudios Pedagógicos, 41 (2), 55-70.
Cortina, A. (1997). Ciudadanos del mundo: Hacia una teoría de la ciudadanía. Madrid: Alianza.
Delors, J. y Al Mufti, I. (1996). La educación encierra un tesoro. Madrid: Unesco-Santillana.
Giroux, H. (2003). La escuela y la lucha por la ciudadanía. México, D.F. Siglo XXI.
Kerr, D. (1999). Citizenship Education: an International Comparison. National Foundation for Educational Research in England and Wales NFER/ Qualifications and Curriculum Authority in England QCA.
Kerr, D. (2002). An international review of citizenship in the curriculum: the IEA national case studies and the INCA archive. En G. Steiner-Khamsi, J. V. Torney-Purta y J. Schwille (Eds.), New Paradigms and Recurring Paradoxes in Education for Citizenship: An International Comparison (pp. 207-237). Amsterdam: Elsevier.
Muñoz, C. y Torres, B. (2014). La formación ciudadana en la escuela: Problemas y desafíos. Revista Electrónica Educare,18 (2), 1-13.
Muñoz, C., Martínez, R. y Muñoz, C. (2016). Percepciones del estudiantado sobre la política, los partidos políticos y las personas dedicadas a la política al finalizar la educación secundaria en Chile. Revista Electrónica Educare, 20 (1), 1-16. DOI: http://dx.doi.org/10.15359/ree.20-1.17
Muñoz C., Reyes L. y Vásquez N. (2010). Percepción del estudiantado de enseñanza básica sobre el rol del Estado, las instituciones públicas, la democracia, la ciudadanía y los derechos de las mujeres y de los inmigrantes. Estudios Pedagógicos, 36 (2), 153-175.
Reyes, L., Campos, J., Osandón, L., y Muñoz, C. (2013). El profesorado y su rol en la formación de los nuevos ciudadanos: desfases entre las comprensiones, las actuaciones y las expectativas. Estudios Pedagógicos, 39 (1), 217-237.
Valderrama, L. (2007). Ciudadanía y Comunicación. Saberes, opiniones y haceres escolares. Bogotá: Universidad Central IESCO-Siglo del Hombre Editores.
1Doctor en Educación por la Universidad de Concepción y Posdoctorado en Formación Ciudadana por la Universidad de Valladolid (España). Investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación. Académico de la Universidad de Concepción (Chile).
2Doctor en Didáctica de las Ciencias Sociales por la Universidad de Valladolid (España). Académico de la Universidad Nacional Andrés Bello (Chile).
3Magíster en Políticas Públicas por la Universidad Diego Portales (Chile). Académico de la Universidad Católica de Temuco (Chile).
4Magíster en Investigación Social y Desarrollo por la Universidad de Concepción. Coordinador del Grupo de Investigación Género. Ciudadanía, Equidad (GECIEQ). Académico del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Bío-Bío (Chile).
5Doctor en Didáctica de las Ciencias Sociales por la Universidad de Barcelona. Investigador del Grupo de Investigación Género, Ciudadanía, Equidad (GECIEQ). Académico del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Bío-Bío (Chile).
Capítulo 2Relación familias-escuela y procesos de formación ciudadana6
Héctor Cárcamo Vásquez7
1. Introducción
Tal como sostienen Muñoz y Torres (2014), en Chile se ha llevado a cabo una serie de esfuerzos con el fin de «promover la formación ciudadana en la niñez y la juventud, pretendiendo superar las graves omisiones heredadas del gobierno militar» (p. 235); dicho esfuerzo queda en evidencia sobre todo con la promulgación de la Ley 20.911, el 28 de marzo de 2016. A través de ella, la temática de la formación ciudadana adquiere especial preponderancia en el marco de los procesos educativos formales. La legislación pretende hacer frente a la pérdida paulatina de importancia que dicha temática experimentó en el sistema escolar chileno desde el regreso a la democracia. Para ello, exige a los establecimientos educacionales del país formular un plan de formación ciudadana de manera participativa, integrando a los diversos agentes que conforman las comunidades educativas y atendiendo a las necesidades específicas del contexto en el cual estén insertos.
A este respecto, el artículo único de la Ley 20.911, señala que en todos los niveles de enseñanza los establecimientos educacionales deberán incluir:
Un plan de formación ciudadana, que integra y complemente las definiciones curriculares nacionales en esta materia, que brinde a los estudiantes la preparación necesaria para asumir una vida responsable en una sociedad libre y de orientación hacia el mejoramiento integral de la persona humana, como fundamento del sistema democrático, la justicia social y el progreso. Asimismo, deberá propender a la formación de ciudadanos, con valores y conocimientos para fomentar el desarrollo del país, con una visión del mundo centrada en el ser humano, como parte de un entorno natural y social. En el caso de la educación parvularia, este plan se hará de acuerdo a las características particulares de este nivel y de su contexto, por ejemplo, a través del juego (BCN, 2016).
Para el cumplimiento de lo trazado en este artículo, se formulan un total de 9 objetivos específicos, los cuales se presentan resumidamente a continuación:
1. Promover la comprensión y análisis del concepto de ciudadanía y los derechos y deberes asociados a ella, con el fin de fomentar una ciudadanía activa.
2. Fomentar el ejercicio de una ciudadanía crítica.
3. Promover la formación de virtudes cívicas.
4. Promover el conocimiento, comprensión y compromiso con los derechos humanos.
5. Fomentar la valoración de la diversidad social y cultural.
6. Fomentar la participación en temas de interés público.
7. Garantizar el desarrollo de una cultura democrática y ética.
8. Fomentar una cultura de transparencia y probidad.
9. Fomentar la tolerancia y el pluralismo.
Para el cumplimiento de estos nueve objetivos, la ley explicita la necesidad de que los planes de formación ciudadana que se formulen, contemplen acciones concretas en ámbitos como los siguientes: curricular, actividades extraprogramáticas, formación docente, vínculo con la comunidad, diálogo y convivencia escolar, y representación y participación.
Cabe preguntarse respecto a cuan posible es promover el desarrollo de la ciudadanía tal como lo estipula la Ley 20.911 desde una lógica intramuros, es decir, situada exclusivamente desde el campo escolar. De buenas a primeras, podrían activarse ciertas representaciones respecto a que la formación ciudadana es tarea de la escuela; no obstante, naturalizar esta situación conlleva asociado el riesgo de restringir peligrosamente la mirada de un fenómeno multidimensional como lo es el proceso de formación ciudadana a una acción reduccionista que pone el acento en la enseñanza de la ciudadanía, como si de un conjunto de contenidos curriculares se tratase. Precisamente, es en este contexto, en el cual cobra especial relevancia reflexionar respecto del papel que juega la relación familias-escuela en el proceso de formación ciudadana que tiene cabida en los establecimientos educacionales. En la actualidad no cabe duda de la relevancia que reviste promover una relación fluida y estrecha entre las familias y la escuela. Entre los beneficios reportados por autores tales como Gálvez y Tarrés (2017), Gubbins (2016), Garreta (2016), Cárcamo (2016), Precht (2015), encontramos: la mejora del desempeño académico de los niños y niñas, una mayor participación de madres, padres y apoderados en las instancias formales de la escuela, así como también un mayor compromiso de colaboración para la generación de hábitos de estudio; pero además, una mayor y mejor gobernanza escolar, situación que contribuye de forma directa a una mejora de la gestión escolar.
El objetivo del capítulo que aquí se expone es evidenciar la importancia que posee la promoción, establecimiento y desarrollo de una adecuada relación entre las familias y la escuela para los procesos de formación ciudadana que tienen cabida en los contextos educativos formales. Para estos efectos, desarrollaremos algunas reflexiones en torno al concepto de ciudadanía y el papel que juega la relación familias-escuela en este ámbito.
2. Ciudadanía. Elementos a considerar en los procesos de formación ciudadana en los contextos educativos formales
Siguiendo los postulados de Cerda, Egaña, Magendzo, Santa Cruz y Varas (2004), es importante consignar que cuando hablamos de ciudadanía, referimos inevitablemente a un constructo en el cual se articulan tres elementos basales: el Estado, la sociedad civil y la política. En tal sentido, es fundamental considerar que la ciudadanía, en tanto que constructo, responde a una construcción histórica que puede atender a diferentes sentidos y contenidos dependiendo del tiempo específico al que se aluda. Corresponde entonces preguntarnos qué ciudadanía es la que predomina en el contexto actual en América Latina. Sin temor a errar puede afirmarse que predomina una ciudadanía de carácter político liberal. La liberalización y globalización de los mercados, los cambios tecnológicos y la centralidad del conocimiento son elementos que han incidido en el modelamiento de la convivencia democrática y la forma de entender y vivir la ciudadanía. ¿Cómo?: naturalizando valores como la competencia y el individualismo radicalizado. Por ello es importante considerar la necesidad de generar espacios para problematizar la noción de ciudadanía con el fin de promover un proceso de formación ciudadana y vida ciudadana que trascienda las lógicas tradicionales de concebirla, es decir, más allá de la lógica moderna a partir de la cual la ciudadanía quedaba restringida a un estatus adquirido por la vía del lugar de nacimiento o la consanguineidad, reproduciéndose una noción minimalista de la ciudadanía (Muñoz y Martínez, 2015).
En virtud de lo anterior, consideramos que para abordar la ciudadanía y los procesos de ciudadanización en el contexto escolar es clave reconocer, tal como lo hacen Cerda et al. (2004) dos aspectos cruciales. El primero de ellos refiere a que la ciudadanía posee tres elementos básicos: por una parte, el principio de igualdad, por otra, el cumplimiento de la ley como base normativa obligatoria y por último la participación de los integrantes de la comunidad en la vida política. El segundo aspecto es que, independiente de la perspectiva paradigmática para comprender la ciudadanía, son cuatro los elementos que han de concebirse articuladamente: la noción de ciudadanía, la noción de democracia, la noción de política y la noción de sociedad. A continuación, veremos cómo son concebidos estos cuatro elementos. Respecto a la ciudadanía derivada de la tradición republicana en el marco de la modernidad, debe tenerse en consideración que lo central es la participación política, es decir, el compromiso del individuo de permanecer en la sociedad más allá del voto. En este marco, acción social y cívica deben abordar conjuntamente al individuo y la sociedad. Por su parte, la democracia debe entenderse como el sistema de gobierno que expresa políticamente a la comunidad. Debe preocuparse de la forma de vida de sus ciudadanos, generando una concepción compartida del bien. Así, la democracia promueve una responsabilidad del todo social, prestando especial atención a la participación como compromiso consciente de los individuos de expresar el ser de la comunidad. En lo concerniente a la política, diremos que tiene como núcleo la autoconsciencia de los individuos y la acción, opera sobre la base de la noción de pertenencia a una comunidad social específica; desde esta perspectiva la política es entendida como una actividad de diálogo, encuentro entre seres humanos diversos que deben interactuar en el espacio público. Finalmente, la sociedad puede abordarse considerando los planteamientos de Habermas (1987), perspectiva desde la cual la sociedad puede entenderse en función de la relación de la noción de sistema social y la noción del mundo de la vida. El sistema social refiere a las formas que tienen las estructuras sociales y los imperativos funcionales de condicionar a través del poder y el dinero las lógicas de acción de los individuos. La noción de mundo de la vida, alude a los significados compartidos de nuestras actividades diarias, las cuales se dan por supuestas.
En síntesis, si pretendemos abordar la ciudadanía en los contextos educativos formales atendiendo a la multidimensionalidad del fenómeno, siguiendo los principios básicos del configuracionismo (concreto-abstracto-concreto) hemos de considerar analíticamente las nociones de ciudadanía, democracia, política y sociedad como ejes articuladores fundamentales del proceso de ciudadanización, privilegiando una noción maximalista de la ciudadanía, a través de la cual se trasciende la esfera exclusivamente política otorgando interés en los aspectos culturales con el fin de promover la vida democrática (Muñoz y Martínez, 2015).
Ahora bien, si realizamos una mirada retrospectiva, podemos afirmar que la ciudadanía fue asumida como una categoría que estuvo vinculada esencialmente a la dimensión jurídica adquirida ya sea por jus solis o jus sanguinis, mediante la cual se obtiene un derecho que lleva a situar a los individuos dentro de las estructuras estamentarias que rigen la sociedad. Precisamente, son los criterios jurídicos a partir de los cuales se otorga el status ciudadano a los individuos, lo que está en la base del planteamiento de Marshall (1998), quien sostiene que los Estados Nacionales deben velar por resguardar los derechos (civiles, políticos y sociales) de las personas que poseen dicho status. Esta aproximación monolítica, hegemónica, da cuenta de una única forma –en el sentido en que lo plantea Díaz de Rada (2010), con una pauta, un conjunto de reglas, procedimientos y programa de acción– dirigida a configurar un tipo de ciudadano específico que responda a las exigencias particulares del modelo de sociedad en el que se sitúa (Abril, 2015).
De acuerdo al abordaje tradicional señalado en el párrafo precedente, se puede sugerir que la ciudadanía opera como una categoría inherentemente exclusora, puesto que el reconocimiento de las personas como sujetos de derechos estaría condicionado a la pertenencia o no a un Estado nacional en particular (Vargas, 1999, Cortina 2011). Dadas las transformaciones sociales acontecidas en las últimas décadas producto de la globalización (por ejemplo, el incremento en el flujo de la información e incremento de los flujos migratorios internacionales), el concepto de ciudadanía comienza a ser problematizado con el fin de que el análisis responda de forma más eficiente a las demandas sociales, económicas, políticas, culturales, medioambientales, actualmente existentes. La realidad exige vincular la categoría de ciudadanía a la noción de democracia real, que trasciende la esfera de representación política clásica que ha sostenido las democracias occidentales y especialmente la chilena desde hace casi tres décadas.
De este modo, cabe consignar que estamos en presencia de una nueva forma de concebir la ciudadanía, incorporando visiones que integran el concepto de lo global, lo transnacional, lo postnacional, lo intercultural y un largo etcétera. Podría sostenerse de este modo que la ciudadanía en tanto constructo ya no queda anclada exclusivamente a las lógicas tradicionales a través de cuyo análisis se le vinculaba con la idea de nacionalidad; más bien, esta categoría es enriquecida a través del enfoque desnacionalizador que da mejor cuenta de las dinámicas actuales en el contexto planetario, tal como lo sostiene Bosniak (2000).
¿En qué consiste este enfoque desnacionalizador? Básicamente es un enfoque a partir del cual la ciudadanía (en tanto que categoría) es abordada de forma flexible, dinámica, contextualizada en un espacio en el que se producen alianzas entre los Estados y en el que tienen cabida identidades diversas. Es un enfoque en el que la ciudadanía queda remitida a un proceso de ciudadanización con un gran potencial transformador en el que es posible reconocer aspectos objetivos y subjetivos que enriquecen el análisis. Los elementos objetivados clásicos refieren a los derechos estipulados formalmente, por ejemplo, a través de la Constitución Política; en cambio, los elementos de carácter subjetivo aluden fundamentalmente a la experiencia subjetiva de los agentes, refieren por tanto a las formas utilizadas y los recursos para la acción que activan las personas para acercarse, apropiarse, aprehender dichos derechos formalmente estipulados.
Recapitulando, diremos que el debate en torno a las formas de entender la ciudadanía no ha quedado restringido al tema de la pertenencia o no pertenencia de los sujetos a un Estado Nación específico. Las cualidades y actitudes de los ciudadanos son cruciales para la estabilidad de las democracias, lo que constituye un motivo más para subrayar la importancia de su abordaje (Cárcamo 2015), ¿pero desde qué perspectiva? Creemos que cuando hablamos de procesos de formación ciudadana en los contextos educativos formales, con el fin de contribuir a la formación integral de las personas, ha de considerársele como una herramienta para abordar la dialéctica de la exclusión presente en la sociedad chilena cuyo reflejo lo encontramos por ejemplo en las condiciones de vida desiguales, la indolencia y la naturalización de diversas situaciones de abuso (Blanco, Cárcamo, Ponce de León, 2013). Estas condiciones configuran y determinan las formas que adoptamos para acceder a los derechos, de ahí la importancia de asumir el desafío propuesto en la Ley 20.911: elaborar un plan de formación ciudadana participativo considerando a todos los agentes de las comunidades educativas presentes en el territorio nacional, con el fin de propender a la formación de ciudadanos activos y críticos.
3. El por qué de la importancia de la relación familias-escuela