Frege - Varios Autores - E-Book

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Este libro pone en valor y muestra la relevancia, para el ámbito filosófico y científico contemporáneo de la obra de de Gotlob Frege. Estudia de manera crítica algunos problemas tratados por Frege y por pensadores como Wittgenstein, Russell y Quine, mostrando los avances de la filosofía analítica. En esta perspectiva trata autores como Michael Dummett, Peter Hacker, R. B. Brandom, George Boolos, y Anthony Kenny, y aborda temas como las teorías del significado, la relación lenguaje-lógica, el análisis lógico-semántico del lenguaje, el concepto de verdad y las implicaciones ontológicas de las lógicas de primer y segundo orden. Su lectura contribuye a la práctica y entendimiento del esfuerzo científico al favorecer la compresión de términos que, como "verdad", "significado" u "ontología", forman palie del acervo cultural y científico y cuya claridad permite distinguir un argumento científico de uno pseudocientifíco, acarreando importantes y evidentes implicaciones sociales.

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Frege : lógica, lenguaje, significado, verdad y antología /Pedro Posada Gómez y otros. -- Cali: Programa Editorial

Universidad del Valle, 2016.

112 páginas ; 17 x 24 cm.-- (Colección artes y humanidades) Incluye índice de contenido

1.Significado (Filosofía) 2. Verdad 3.Lógica 4.Teoría del conocimiento 4. Lenguaje y lenguas -Filosofía I. Posada Gómez, Pedro, autor II. Serie

121.68 cd 21 ed.

A1556395

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Universidad del Valle

Programa Editorial

Título: Frege: lógica, lenguaje, significado, verdad y ontología

Autores: Pedro Posada, Jaime Sanclemente, Brayan Perilla, Henry Pinto, Santiago Morales

ISBN:             978-958-765-296-3

ISBN-PDF:    978-958-765-297-0

ISBN-EPUB: 978-958-765-298-7

Colección: Artes y Humanidades

Primera edición

Rector de la Universidad del Valle: Édgar Varela Barrios

Vicerrector de Investigaciones: Javier Medina Vásquez

Director del Programa Editorial: Francisco Ramírez Potes

Diagramación y diseño de carátula: Anna Karina Echavarría

Edición fotografía de carátula: Natalia Betancourt

Impreso en: Artes Gráficas del Valle S.A.S.

© Universidad del Valle

© Grupo de investigación “Análisis: Mente, Lenguaje y Cognición”

Universidad del Valle

Ciudad Universitaria, Meléndez

Cali, Colombia

Teléfonos: (57) (2) 321 2227 - 339 2470

E-mail: [email protected]

Este libro, salvo las excepciones previstas por la Ley, no puede ser reproducido por ningún medio sin previa autorización escrita por la Universidad del Valle.

El autor es responsable del respeto a los derechos de autor del material contenido en la publicación (fotografías, ilustraciones, tablas, etc.), razón por la cual la Universidad no puede asumir ninguna responsabilidad en caso de omisiones o errores.

Cali, Colombia, noviembre 2016

 

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

PRÓLOGO

CAPÍTULO 1

PSICOLOGISMO: DEL SIGNIFICADO A LA VERDAD

Jaime Sanclemente

CAPÍTULO 2

EL ORIGEN DE LA LÓGICA DE PRIMER ORDEN: FREGE Y PEIRCE SOBRE LA TEORÍA DE LA CUANTIFICACIÓN

Brayan Perilla

CAPÍTULO 3

EL PROBLEMA DE “EL CONCEPTO CABALLO” EN FREGE

Henry David Pinto

CAPÍTULO 4

EL RECHAZO DEL PSICOLOGISMO Y EL PLANTEAMIENTO EPISTEMOLÓGICO DE GOTTLOB FREGE EN LOS FUNDAMENTOS DE LA ARITMÉTICA

Santiago Morales

CAPÍTULO 5

LA LECTURA DE FREGE EN EL PRAGMATISMO LINGÜÍSTICO DE R. B. BRANDOM

Pedro Posada Gómez

NOTAS AL PIE

PRÓLOGO

Durante muchos años la figura de Gottlob Frege (1848 - 1925) permaneció desconocida para los que, paradójicamente, le debían su propia existencia: los filósofos analíticos. Antes que Dummett redescubriera la figura del “filósofo” Frege, se celebraban sus adelantos en lógica, matemática, e incluso, su rol de inspirador para las filosofías de Russell y, en especial, del joven Wittgenstein. No se hablaba, sin embargo, de descubrimientos y novedades que habrían visto la luz en la obra de Frege. Hoy, cuando ya han transcurrido más de cien años desde el inicio de la revolución que, para la filosofía, representó el advenimiento de la filosofía analítica, la encontramos consolidada, pero también en crisis. Es en estos momentos en los que es cada vez menos claro qué significa ser un filósofo analítico, en los que se hace necesaria una vuelta a los orígenes —orígenes que no podemos encontrar más puros por fuera de la obra de Frege—.

Porque Frege es, en muchos sentidos, un revolucionario. Como todos los revolucionarios, encontramos en él las contradicciones propias de alguien que busca romper con un pasado moroso para adentrarse en un incierto futuro: Frege es un filósofo analítico, sí, pero también en muchos aspectos es kantiano. Propuso que la aritmética era reducible a la lógica, pero no creía lo mismo de la geometría. Discutía a Kant el que la aritmética fuese un conocimiento sintético a priori, pero creía que no era procedente desligarse de la geometría euclidiana en nuestro intento de comprender el espacio que nos rodea. Frege fue un hombre del siglo XIX que contribuyó como pocos a dar forma al siglo XX, y, sin embargo, nunca se sintió a gusto en él.

Su vida conserva la imagen del más puro estoicismo intelectual, de una constante pero silenciosa dedicación a las más abstractas ideas. Vivió como pocos el drama intelectual que supuso la crisis de fundamentos de la matemática del siglo XIX; para Frege, esa crisis que sufrió el cálculo infinitesimal no era sino una consecuencia de la ligereza, cuando no la irresponsabilidad, con la que los matemáticos habían asumido la tarea de justificar sus métodos y principios: era inconcebible que ninguno de ellos tuviese una respuesta aceptable para una pregunta tan sencilla como “¿Qué es un número?”. Podemos decir que fueron estos problemas matemáticos los que llevaron al Frege matemático a convertirse en el Frege filósofo, padre de la filosofía analítica. Su vida estuvo dedicada por entero a aliviar esa ligereza de la que era culpable su época; en su intento, construiría nuevas formas de entender la lógica y el lenguaje, formas que hicieron posible un nivel de precisión y expresividad inéditos para la matemática.

Desde el Grupo Análisis, animados por distintas motivaciones, nos hemos embarcado en una empresa investigativa que busca celebrar la obra de Frege de la manera como se celebran las grandes obras filosóficas: cuestionándolas. En este libro hemos consignado los resultados de esta empresa, trabajo individual tanto como colectivo, en la que hemos visto emerger una figura mucho más compleja de la que sospechábamos. El legado de Frege demuestra parte de su alcance en el ensayo Psicologismo: del significado a la verdad, de Jaime Sanclemente. La patente del invento de los cuantificadores, además de la paternidad de la lógica moderna, la disputan Frege y Peirce en el Texto El origen de la Lógica de Primer orden: Frege y Peirce sobre la teoría de la cuantificación de Brayan Perilla. Un Frege desconcertado por la aparición de sorpresivas paradojas (paradojas que terminarían destruyendo el producto de muchos años de su trabajo) lo encontramos en el ensayo de Henry Pinto El problema de “el concepto caballo” en Frege. El Frege epistemólogo, más que el lógico, se discute en el ensayo El Rechazo del psicologismo y el planteamiento epistemológico de Gottlob Frege en los Fundamentos de la Aritmética de Santiago Morales; un Frege más cercano a Kant de lo que muchos quisieran pensar. Finalmente, un Frege menos formal, y con mucho más que decir para los contextos pragmáticos, nos recibe en el texto La lectura de Frege en el pragmatismo lingüístico de R.B. Brandom, del Profesor Pedro Posada.

Entregamos a la comunidad académica, con este libro, el trabajo de un grupo que quiso enfrentarse a la obra de Frege por lo que significaba: una comunidad de pasiones e intereses, cuando no de ideas y opiniones, guió nuestro trabajo. Hemos de agradecer el apoyo recibido por la Universidad del Valle a través de su Vicerrectoría de Investigaciones, a la Vicedecanatura de Investigaciones de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle, y a todos aquellos que participaron activamente en nuestras reuniones, con especial mención para Breina Palacios y Ximena Constanza Pérez Valdés.

CAPÍTULO 1

PSICOLOGISMO: DEL SIGNIFICADO A LA VERDAD

Jaime Sanclemente

Se suele entender por “psicologismo” en filosofía un tipo de posición en la cual se pretenden explicar distintos fenómenos no-psicológicos a través de sus correlatos psicológicos o mentales. De este modo, las leyes de las matemáticas, por ejemplo, sólo podrían ser explicadas para el típico psicologista haciendo referencia a los procesos mentales por los que pasa una persona que adelanta una suma, imagina una figura geométrica o adelanta una demostración. Este tipo particular de psicologismo —el que pretende reducir las leyes de la matemática a leyes psicológicas— fue el que motivo a Gottlob Frege (1848-1925) a construir una teoría axiomática de la lógica que aclarara el carácter esencialmente objetivo de la misma, es decir, que aclarara la naturaleza independiente de las leyes de la lógica relativa a los estados mentales de quienes la piensan. En este ensayo pretendo ilustrar cómo uno de los principios ideados por Frege para guiar sus indagaciones, el “principio de contexto”, es el que da no sólo el talante antipsicologista a su filosofía, sino que trasciende la obra de Frege para ser empleado —advertida o inadvertidamente— por otros filósofos contemporáneos con resultados similares.

De los muchos rasgos originales que encontramos en la figura de un eminente pensador como lo fue Frege, probablemente es la implícita subversión que dentro de las jerarquías temáticas en filosofía causó su obra la que mejor retrata su aspecto revolucionario. Y sin embargo, este, que tal vez es el aspecto más polémico en la obra de un polemista tan agudo y mordaz como Frege, fue adelantado por él mismo sin mayores presunciones, casi sin notar las grandes resistencias que en su entorno crearía su nueva forma de entender la filosofía. Esa subversión implícita, que desnudaba presupuestos comunes en filosofías aparentemente tan lejanas como el empirismo inglés y el kantismo, iba a colocar en el centro de la discusión filosófica preguntas que se creían antes postergables. Tanto Hume como Kant, por ejemplo, compartían ciertos rasgos psicologistas: su método subrayaba la importancia de entender los procesos mentales involucrados en las matemáticas o lógicas. Frege entenderá a este método de investigación como inadecuado para la lógica y la filosofía en general. Con Frege es posible entender no sólo la urgencia de las preguntas por el funcionamiento del lenguaje y la naturaleza del significado, sino también el efecto decisivo que para todas las ramas de la filosofía tendría ese cambio de perspectiva, comparable a la transformación causada por el giro epistemológico con el que introducirá Descartes la modernidad. Frege adelantara esta tarea con una actitud muy propia de la filosofía analítica, la de ignorar las consecuencias que su mirada inocente provocará en el tratamiento de ancestrales problemas filosóficos.

Sin embargo, era difícil sospechar en tiempos de Frege que nos encontrábamos ante uno de los más importantes críticos del idealismo filosófico (tan asociado al psicologismo), que bajo la egidá de Hegel, entre otros, dominaba los salones de la academia europea. Esto es fácil de entender si recordamos, por ejemplo, la particular obstinación neokantiana que Frege conservó a lo largo de su vida (siendo al final de la misma incluso más fuerte que al inicio)1 acerca de la naturaleza sintética a priori de las verdades de la geometría. Este principio kantiano, que Frege nunca abandonó, sorprende a tal grado en el pensamiento de uno de los padres del proyecto logicista moderno que en los libros y clases introductorias sobre el mismo es necesario recordar ese aspecto incongruente del carácter filosófico de Frege2. Es, sin duda, un problema exegético, el aclarar, en palabras de Joan Winner, “how one would connect Frege, the nineteenth-century neokantian, with Frege, the first twentieth philosopher of language and mathematics” (Weiner, 1986. P. 10)3. Y aún más, si se quiere preservar la novedad en la figura intelectual que supone Frege, es necesario aclarar en qué sentido puede hablarse de anti-idealismo en su obra.

Al intentar responder a ese pedido, el reconocido antipsicologismo de Frege nos llega fácilmente a la mente. En los Fundamentos de la Aritmética, Frege se proclama antipsicologista, pero en ello no es del todo único: recordemos cómo otro tanto hará Husserl en sus Prolegómenos a la Lógica Pura. El antipsicologismo hace parte de la novedad que representa Frege, pero no la define. Sin embargo, en él encontramos la causa de su reconocimiento como anti-idealista, a pesar de su ascendiente kantiano. En efecto, leemos cómo Dummett no opina distinto:

“En la historia de la filosofía, Frege tendría que clasificarse como un miembro de la revuelta realista en contra del idealismo hegeliano… pero tal clasificación, aunque correcta, sería muy equívoca. Frege lanzó un fuerte ataque contra lo que él llamaba el “psicologismo”—la tesis según la cual la explicación del significado de las palabras debe darse en términos de los procesos mentales que ocurren en el hablante o en el oyente, o que están implicados en la adquisición de una comprensión de su sentido (o la tesis más fuerte de que estos procesos mentales son a lo que nos estamos refiriendo cuando usamos las palabras). Esta visión psicologista estaba al menos tan profundamente arraigada en el empirismo inglés como en el idealismo postkantiano, pero a no ser por su ataque en contra del psicologismo, Frege apenas se preocupa de atacar al idealismo; simplemente lo pasa por alto” (Dummett, 1990. p. 158).

¿Es esa despreocupación de Frege por el idealismo deliberada? La sospecha no es gratuita; una altiva “despreocupación” por el “sinsentido” que presupone el idealismo encontraremos posteriormente en Wittgenstein y en el Círculo de Viena. Ambos deben tanto a Frege que no resulta descabellado pensar que entre las deudas también se encuentra la programática indiferencia por la metafísica del idealismo. Aún así, es difícil encontrar en Frege frases tan altisonantes y recordadas como las que usaba Wittgenstein para precluir toda polémica con el idealismo (“De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”). La polémica anti-idealista en Frege se precluye sosegadamente, aunque con igual elegancia:

“Del lado del escepticismo y del idealismo se habrá objetado ya desde hace tiempo: “hablas aquí sin más de la Luna como un objeto; pero ¿Cómo sabes que el nombre “La Luna” tiene una referencia, como sabes que, en general, hay algo que tiene una referencia?” Respondo que cuando decimos “La Luna” no es nuestra intención hablar de nuestra representación de la Luna, y que tampoco nos contentaríamos con el sentido, sino que presuponemos una referencia. Sería confundir completamente el sentido el que se quisiera suponer que en la oración “la Luna es menor que la Tierra”, se está hablando de una representación de la Luna. Si el hablante quisiera decir esto, usaría el giro “mi representación de la Luna”. Ahora bien, podemos desde luego errar en esta presuposición, y tales errores han ocurrido de hecho. Pero la cuestión de si quizás erramos siempre en esto, puede quedar aquí sin respuesta; es, en principio, suficiente, para justificar el que se hable de la referencia de un signo, el señalar nuestra intención al hablar o al pensar, si bien con la reserva: caso que exista tal referencia”. (Frege, 2005. p. 34).

En este punto ya nos es posible caracterizar con precisión en qué consiste, más allá de su antipsicologismo, lo que concede a Frege su título de precursor, si no iniciador, de la filosofía analítica. El análisis de Frege no deja nunca de ser un análisis del lenguaje, incluso en los momentos en los que, como el anterior, las encrucijadas epistemológicas amenazan con destruir la teoría adelantada. Los elementos que conducen el trabajo de Frege describen un método adoptado por la posteridad en el que los principios básicos que se descubren en el funcionamiento del lenguaje se suponen ineludibles, dada la implícitamente adoptada prioridad ontológica del lenguaje sobre el pensamiento4: Si descubro que el lenguaje me obliga a distinguir al sentido y a la referencia como componentes distintos de los significados de las expresiones, no me es posible dudar de la existencia de tales componentes. De esta manera, se invierte la ancestral prioridad ontológica del pensamiento sobre el lenguaje, dogma del empirismo inglés. Esta inversión causará todo un reacomodo de las jerarquías temáticas en la filosofía:

“Lo que permitió a Frege pasar por alto al idealismo fue aquella característica de su acercamiento filosófico en la cual radica de modo fundamental su modernidad. Es claro que algunas ramas de la filosofía son lógicamente prioritarias con respecto a otras; las preguntas que son el tema de una rama prioritaria deben responderse antes de que pueda hacerse algún avance en la rama subordinada. Así, la metafísica es prioritaria con respecto a la teología natural y la filosofía de la mente, en relación con la ética… desde el tiempo de Descartes hasta hace muy poco, la pregunta básica para la filosofía era qué podemos conocer y cómo podemos justificar nuestras pretensiones de conocimiento; y el problema filosófico fundamental era hasta dónde puede refutarse el escepticismo y que tanto debe aceptarse. Frege fue el primer filósofo posterior a Descartes que rechazó totalmente esta perspectiva y en este respecto vío más allá de Descartes hacia Aristóteles y los escolásticos. Para Frege, como para ellos, la lógica era el principio de la filosofía; si no tenemos una lógica correcta, no obtendremos nada más correcto.” (Dummett, 1990. P. 158).

Antipsicologismo, mas no cualquier antipsicologismo: antipsicologismo basado en un análisis independiente del lenguaje. Y aún más, este análisis del lenguaje debía obedecer principios que, en su claridad, imponían el paradigma de un nuevo método filosófico:

“Hay que separar tajantemente lo psicológico de lo lógico, lo subjetivo de lo objetivo; el significado de las palabras debe ser buscado en el contexto de todo el enunciado, nunca en las palabras aisladas; hay que tener siempre presente la diferencia entre concepto y objeto.

Para seguir el primer principio, he empleado la palabra “imagen” siempre en sentido psicológico, y he distinguido las imágenes de los conceptos y los objetos. Si no se tiene en cuenta el segundo principio, uno se ve casi forzado a tomar por significados de las palabras representaciones internas o actos de la mente individual, con lo cual también se entra en conflicto con el primer principio.” (Frege, 1972).

El segundo principio no es otro que el famoso “principio de contexto”: “el significado de las palabras debe ser buscado en el contexto de todo el enunciado, nunca en las palabras aisladas”. Frege mismo nos confiesa el carácter antipsicologista de este principio, al describirlo de alguna manera como una consecuencia del primer principio: “hay que separar tajantemente lo psicológico de lo lógico”. Pero hay mucho más en él que simple antipsicologismo, y para comprender esto conviene revisar con detalle la relación entre los dos: sin duda, es cierto que al seguir el principio de contexto uno logra evitar “verse forzado a tomar por significados de las palabras representaciones internas o actos de la mente individual”. Pero es posible dudar de la necesidad del principio de contexto para lograr ese objetivo. Nada diferente puede opinar, por ejemplo, Husserl, quien, sin aplicar de un modo sistemático el principio de contexto (en su análisis de lo que puede constituir la referencia de los nombres de los objetos) a su modo también busca desembarazar a la lógica y a la aritmética de prejuicios psicologistas. Sin embargo, es precisamente el seguimiento estricto del principio de contexto el que distingue el proceder de Frege del de Husserl:

“Thus Husserl leaves us with only a vague notion of objectual reference, and only a vague conception of how meaning and objectual reference are related. In deciding what should be reckoned as the reference of a expression, Frege had a precise question to ask: what contribution it made to determining the truth-value of any sentence in which it occurred, where that contribution must be something it had in common with any expression whose substitution for it would in all cases leave the truth-value unaffected. Husserl, by contrast, seems to have only a rather vague question in mind: what in the world could be taken as corresponding to the expression? (Dummett, 2014. P. 55).5

El principio de contexto fundamenta la diferencia entre pensadores, en otros aspectos tan similares, como lo son Husserl y Frege. Pero más que eso, el principio de contexto indicará a Frege el derrotero a seguir en sus indagaciones. Por ejemplo, una de las principales consecuencias de su principio será la solución que aportará al problema de los universales, es decir, al problema acerca de la referencia de expresiones como […] es sólido”, es decir, la referencia de los predicados que determinan generalidades. El problema nace al intentar definir el estatus ontológico de lo que representan, fuesen lo que fuesen (¿Es el concepto “[…] es estudiante universitario” una entidad tan real como lo puede ser cualquier estudiante particular?). La solución que Frege aportará al problema consiste en considerar al predicado un tipo de expresión incompleta, no saturada:

[…] es claro que el acercamiento tradicional al problema de los universales tropieza siempre con la relación que existe entre una entidad y un universal que se predica con verdad de esa entidad (y en un mayor grado, con la relación ternaria entre dos entidades y un universal relacional que se dice, con verdad, subsiste entre ellos). Si se tiene una concepción del predicado, como también del sujeto, según la cual este refiere a un objeto que puede ser denotado por un término singular entonces es difícil entender cómo, refiriendo simplemente a dos objetos, cada uno por vez, podemos tener éxito en decir algo verdadero o falso. Para Frege no había ninguna dificultad semejante. Es característico de un concepto que lo único que puede representarlo es una expresión con espacios vacíos que al ser llenados con un nombre propio dan lugar a una oración. (Dummett, 1990. p. 172).

De este modo, la pregunta por la referencia de los predicados (es decir, los conceptos) queda disuelta, al ser estas expresiones no saturadas, incompletas. Lo importante a notar aquí, sin embargo, es cómo el principio de contexto motiva la solución fregeana. En efecto, solo es posible creer que “es característico de un concepto que lo único que puede representarlo es una expresión con espacios vacíos” al creer que sólo podemos preguntarnos por el significado de una expresión “en el contexto de todo el enunciado”, del mismo modo en el que sólo nos damos cuenta de la función de un peón en el contexto de un tablero de ajedrez. El principio de contexto me permite ver esa “carencia” que sería esencial a todo concepto.

En este punto ya nos es posible entender el paso que, mediado a través del principio de contexto, existe entre el significado de las palabras y el valor de verdad de las oraciones. En efecto, es posible afirmar que este principio es el que media en la conexión entre verdad y significado presente en las modernas teorías del significado que pretenden explicarlo a través de las condiciones de verdad de las oraciones de las que hacen parte las expresiones significativas. (Truth conditionals semantics). Para los filósofos del lenguaje que buscan clarificar de este modo la naturaleza del significado de las palabras, los significados como conceptos teóricos de una teoría del significado debían ceder su posición privilegiada al concepto teórico de verdad: no es a través de los significados de los componentes de una oración como explico el valor de verdad de la misma, sino por el contrario, el valor de verdad de la oración (y de todas las oraciones de las que puede ser parte un término significativo) es la base para explicar el significado de sus componentes:

No hay necesidad de suprimir, desde luego, la conexión obvia entre una definición de verdad del género que Tarski ha mostrado cómo construir, y el concepto de significado. Es esta: la definición funciona dando las condiciones necesarias y suficientes para la verdad de toda oración, y dar las condiciones de verdad es una manera de dar el significado de una oración. Conocer el concepto semántico de verdad para un lenguaje es saber en qué consiste para una oración —para cualquier oración— ser verdadera, y esto equivale, en un buen sentido que podemos dar a la frase, a comprender el lenguaje. De todas formas, esto es mi excusa para un rasgo de la presente discusión que tiene propensión a escandalizar a perros viejos: mi uso desenfadado de la palabra “significado”, pues lo que yo llamo teoría del significado ha resultado después de todo no hacer uso alguno de significados, ya sean de oraciones o de palabras” (Davidson, 2005. p. 343)

¿Por qué decide Davidson, el más reconocido de estos filósofos, obrar así? Davidson cree que para responder mejor a las preguntas acerca de la naturaleza del significado (preguntas que respondería una theory of meaning, o una teoría analítica del significado) era necesario previamente construir una teoría del significado distinta cuyo objetivo fuese construir, en sentido estricto, una teoría axiomática que explicase el significado de todas las expresiones del lenguaje, y, en especial, explicase cómo este podía derivarse de un numero finito de significados primitivos (meaning theory o teoría constructivista del significado). La necesidad de esta teoría se justifica, para Davidson, en la necesidad de explicar el fenómeno del aprendizaje del lenguaje: cómo aprendemos a construir, a partir de un vocabulario finito de palabras significativas, infinitas expresiones con significado. Davidson cree que una meaning theory no sólo respondería a esta pregunta, sino que también sería una base imprescindible para la tarea de una teoría analítica del significado (theory of meaning):

Sin embargo, no es esto lo que piensan los defensores de las teorías constructivas, por ejemplo, Davidson y Dummett. La idea que les orienta es, precisamente, que en lugar de ensayar el camino directo, pero también difícil y escarpado, de la pregunta directa (¿qué es el significado?), se podría intentar otro itinerario, el de las teorías constructivas. Y, sin embargo, de esta manera responder también, aunque indirectamente, a las cuestiones de una theory of meaning. La intuición básica es que el intento de esclarecer las condiciones que debe cumplir una teoría constructiva (meaning theory) para proporcionar un listado adecuado y correcto de los significados de un lenguaje servirá también, de forma indirecta, para resolver o al menos esclarecer las cuestiones básicas que han agobiado tradicionalmente a los filósofos que han estudiado el significado. Como escribe Dummett: “se piensa que, una vez que hayamos podido enunciar los principios generales de acuerdo con los cuales tal construcción puede llevarse a cabo, habremos llegado a una solución de aquellos problemas relativos al significado que han dejado confusos y perplejos a los filósofos” (Rojas, 2008. p. 209).

La meta de Davidson puede describirse como la creación de una teoría axiomática que desarrollase entre sus teoremas (infinitos, como infinitas son las posibles oraciones del lenguaje natural) sentencias del tipo “s significa p Syss x”, donde x expresa una cierta condición impuesta en un par de expresiones que pretendan contener el mismo significado. Esto le permitiría a Davidson elaborar una teoría recursiva del significado, que, emulando a la teoría semántica de la verdad creada por Tarski, estaría en la capacidad de enunciar las condiciones en las que los significados de una expresión serían equivalentes a los de otras, en principio finitas, para las cuales se establecería un significado primitivo inicial. Esta emulación de la estrategia tarskiana invertiría, sin embargo, la dirección de la explicación, pues para Davidson es el concepto de verdad el que debe prestar sus servicios a una teoría del significado, y no a la inversa.

Es en esta empresa que acometen Davidson y otros donde encontramos, de nuevo, rastros del insospechado principio de contexto. En efecto, el intento de Davidson de explicar los significados de las palabras basándose en las condiciones de verdad de las oraciones que estas componen no es sino una reformulación más precisa del principio de contexto: “el significado de las palabras debe ser buscado en el contexto de todo el enunciado, nunca en las palabras aisladas”. La motivación en el ejercicio de este principio, que adivinamos tanto en Frege como en Davidson, es distinta para cada uno de los pensadores: para Frege, este principio es la principal muralla contra la tentación psicologista. Para Davidson, sin embargo, la necesidad de replantear una teoría del significado no tiene nada que ver, de por sí, con el antipsicologismo:

[…] y los significados como entidades pueden, en teorías tales como las de Frege, actuar de vez en cuando como referencias, perdiendo entonces su status como entidades distintas a la referencia. Paradójicamente, la única cosa que los significados no parecen hacer es engrasar las ruedas de una teoría del significado —al menos en la medida en que exigimos de tal teoría que dé de manera no trivial el significado de toda oración del lenguaje—. Mi objeción a los significados en la teoría del significado no es que son abstractos o que sus condiciones de identidad son obscuras, sino que no tienen un uso demostrado” (Davidson, 2005. p.340)