George Steiner, el huésped incómodo - Nuccio Ordine - E-Book

George Steiner, el huésped incómodo E-Book

Nuccio Ordine

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Beschreibung

En este libro, testimonio de la profunda amistad entre George Steiner y Nuccio Ordine, el amor por los clásicos, la pasión por la enseñanza y el papel esencial de la literatura para la humanidad constituyen los temas de un intenso diálogo nutrido durante más de quince años. Ordine traza un original retrato de Steiner, al que describe como un «huésped incómodo» que habitó el judaísmo, la literatura y la vida de un modo muy singular: no sólo dijo a menudo lo que muchos habrían preferido callar, sin atenerse a las convenciones o los tabúes, sino que su propia concepción de la vida encontró su verdadero fundamento en la idea del huésped. Ésta no consistía tanto en una invitación a respetar pasivamente las leyes de quien nos acoge, cuanto en la oportunidad de contribuir a mejorar la vida de los demás y la propia a través del intercambio de ideas y el diálogo, un ideal tan necesario como difícil de poner en práctica. «El retrato que el lector termina teniendo de este gran y quizá último humanista desvela un ser que ya no necesita esconder sus fragilidades y sus frustraciones». Germán Cano, El Cultural «En apenas cien páginas, se puede escoger entre lo mejor del pensamiento de uno y de otro. Las cuestiones más oportunas sobre los dilemas intelectuales de nuestro tiempo». R. Revuelta, ABC Cultural «Una delicia para los amantes del humanismo, les dará ánimo y esperanza». Jordi Llovet, El País «De alguna manera, el libro es un autorretrato —mejor: un autorretrato asistido, el autorretrato de un otro— aunque uno presidido por el recato, y puramente intelectual». Patricio Pron, Babelia «Una joya rebosante de sabiduría, inteligencia y confesiones, en la que Steiner se muestra no pocas veces desnudando sus secretos más íntimos». El Cultural «Entrenar el alma para lo más alto no es útil o lucrativo, gracias a Dios, pero el papel de la cultura consiste sobre todo en escapar de las sombras del sinsentido. Con libros como este, una auténtica joya, podemos emprender ese necesario viaje». Josemaría Carabante, Aceprensa «Sirva este libro de testimonio de su amistad, sí, pero también de algunos valores que este continente quiere representar y para los que no valen las banderas sino solo y siempre las personas». María Gaitán, La Opinión de Málaga «Una delicia impagable escuchar las voces de estos dos sabios de la tribu que por desgracia nos dijeron adiós, aunque nos dejaron sus obras de lectura infinita». Fulgencio Argüelles, El Comercio «Nuccio Ordine aplica las enseñanzas de los clásicos de la literatura a la vida contemporánea». Francisco R. Pastoriza, Faro de Vigo «La compleja y fecunda vida intelectualde Steiner se complementa conla devoción de su amigo Ordine, lo quese plasma en esta edición de cabal amistadpor ambas partes». José Luís Martínez-Dueñas, Ideal «George Steiner, el huésped incómodo es un libro que abre la esperanza a que la lectura y la cultura puedan conseguir personas críticas en la sociedad contemporánea». Jon Kortazar, El Correo

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NUCCIO ORDINE

GEORGE STEINER,

EL HUÉSPED

INCÓMODO

ENTREVISTA PÓSTUMA

Y OTRAS CONVERSACIONES

TRADUCCIÓN DEL ITALIANO

DE JORDI BAYOD

ACANTILADO

BARCELONA 2023

CONTENIDO

El huésped incómodo

CONVERSACIONES CON GEORGE STEINER

La entrevista póstuma

Otras conversaciones

Un científico frustrado

La ruptura con The New Yorker

Corregir los errores del mundo: sobre Sebastiano Timpanaro

La deriva de Europa

Agradecimientos

A Piergaetano Marchetti, venator sapientiæ.

EL HUÉSPED INCÓMODO

Sabemos poco, pero el que hayamos

de mantenernos en lo difícil es una

seguridad que no nos abandonará.

RAINER MARIA RILKE

¿Tu verdad? No, la Verdad,

y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

ANTONIO MACHADO

1. LA PRESENCIA INVISIBLE DE UN «DURO CONTENDIENTE»1

Dos años después de su desaparición, Steiner continúa presente en mi vida y en la de muchísimos lectores que lo amaron. Se trata de una presencia invisible, de una discreta sombra que nos acompaña silenciosamente en el museo, en la biblioteca, en el aula escolar o universitaria, en el concierto de música clásica o en uno de aquellos cafés en los que George reconoció los rasgos más significativos de la «idea de Europa».2

Durante muchos años tuve el privilegio de dialogar con él en las circunstancias más variadas. Y tras su muerte encontré, en una carta de Francesco Petrarca dirigida a Barbato da Sulmona en 1363, una de las descripciones más profundas y emotivas de cómo un amigo, pese a hallarse a una gran distancia, puede continuar siendo partícipe de la vida diaria de quien lo ama. Por supuesto, la separación entre los dos amigos evocada por el poeta florentino es física. Pero esas mismas palabras pueden aplicarse también, con toda propiedad, a la percepción de una ausencia más radical y definitiva. Distancia o muerte, tanto da. El hecho es que «el alma es siempre libre» y que «nada nos impide unirnos con la imaginación».3 Los dos amigos pueden vivir el uno al lado del otro sin verse. En efecto, las experiencias compartidas en nombre de la amistad continúan manteniéndolos siempre unidos. No hay separación que pueda impedir «vivir siempre uno junto al otro» «con el alma y la imaginación»:

Si el destino nos lo impide [vivir juntos], supliremos nuestra ausencia con el alma y la imaginación, que eso nada lo puede impedir. Tú me abrazarás con tu afecto y yo a ti con el mío; ninguno de los dos tendrá sin el otro sus días, sus noches, viajes, veladas de estudio, charlas, alegría, trabajo, descanso.4

La lectura de un libro, sentarse sobre la hierba en medio de un prado, una simple conversación o cualquier humilde gesto realizado en algún momento del día pueden ser ocasiones preciosas para advertir la presencia silenciosa del amigo ausente, para seguir compartiendo con él las mismas pasiones y los mismos intereses:

Cualquier libro que el uno tome, el otro lo abrirá; donde el uno ponga los ojos, allí leerá el otro; dondequiera que el uno sobre la hierba se siente, tendrá al otro sentado a su lado; cada vez que se ponga a hablar consigo mismo o con otro, verá al amigo ausente con el oído atento. En fin, haga lo que haga el uno, esté donde esté, vaya donde vaya, el otro estará a su derecha.5

Y para Petrarca, incluso «cuando el uno muera, el otro lo mantendrá vivo en su recuerdo», obrando de modo tal que continúe viviendo («creerá que sigue vivo»).6

Pero hay algo más: a raíz, precisamente, de la pérdida de un maestro tan querido he podido comprobar en primera persona el profundo valor de las magníficas páginas que Montaigne consagra al tema de la amistad. He comprendido hasta qué punto es importante, en la vida de un estudioso, tener la fortuna de encontrar grandes interlocutores capaces de dar impulso a tus ideas:

El estudio de los libros es un movimiento lánguido y débil que no enardece; la discusión, en cambio, enseña y ejercita a la vez. Si discuto con un alma fuerte y un duro contendiente, me hostiga los flancos, me provoca por la derecha y por la izquierda, sus fantasías dan impulso a las mías […] Pero, así como nuestro espíritu se fortalece mediante la comunicación con espíritus vigorosos y ordenados, no puede decirse hasta qué punto pierde y degenera por medio del continuo trato y la frecuentación que tenemos con espíritus bajos y enfermizos. No hay contagio que se difunda como éste. Conozco el paño por experiencia suficiente.7

Y, en efecto, George, por su temperamento natural, me hostigó «a derecha e izquierda», me aguijoneó «los flancos», me hizo entender hasta qué punto el encuentro con «duros contendientes» puede dar vida a una «discusión que al mismo tiempo enseña y ejercita». Y, por eso mismo, es también cierto que a veces la amistad, en cuanto libre elección del otro, puede crear lazos más fuertes y más íntimos que los que se establecen con un hermano o con la persona de la que estamos enamorados («Y también, en la medida que son amistades impuestas por la ley y la obligación natural, tienen tanto menos de elección nuestra y de libertad voluntaria»).8 Como nos recuerda Montaigne, más allá de los lazos biológicos (no elegimos a nuestros padres ni a una hermana) o amorosos (en los que siempre existe el egoísmo del deseo erótico), la «comunión» de la que se nutre la amistad, evitando cualquier tipo de ventaja utilitarista, se convierte en la más alta y noble expresión de lo gratuito. Por todo ello, las fuerzas impenetrables que enlazan de manera indisoluble a los seres humanos acaban por constituir un insondable «misterio». Un enigma que Montaigne condensa en una célebre fórmula—muy querida y citada por Steiner—destinada a explicar su profunda amistad con Étienne de La Boétie:

En la amistad de la que yo hablo, [las dos almas] se mezclan y confunden entre sí con una mixtura tan completa, que borran y no vuelven a encontrar ya la costura que las había unido. Si me instan a decir por qué le quería, siento que no puede expresarse más que respondiendo: porque era él, porque era yo.

Hay, más allá de todo mi discurso, y de cuanto pueda decir de modo particular, no sé qué fuerza inexplicable y fatal mediadora de esta unión.9

En definitiva, la amistad, en tanto que «santa unión», encuentra en la «conversación» y la «comunicación» entre dos personas su más alto «alimento».10 Así, el amigo ausente estará siempre a nuestro lado como una presencia invisible y continuará hablándonos a través de las páginas de sus libros o de los recuerdos compartidos.

2. LA ENTREVISTA PÓSTUMA Y LAS OTRAS CONVERSACIONES

Incitado por amigos y por algunos editores que me son muy cercanos, he decidido reunir en este pequeño libro la entrevista póstuma y cuatro conversaciones publicadas en el Corriere della Sera a lo largo de los años. Es una manera de salvar del olvido pensamientos que, expuestos en las páginas de un periódico, no habrían podido evitar el habitual destino de la obsolescencia impuesto por el ritmo trepidante de la crónica y de la novedad. Si la primera entrevista quiere ser una «despedida» de los lectores y de la vida mediante una serie de reflexiones autobiográficas, por momentos muy profundas y emotivas, los demás diálogos han de considerarse testimonios ligados a circunstancias ocasionales.

En la idea misma de «entrevista póstuma» es posible reconocer la originalidad de Steiner, su capacidad para tomar a sus interlocutores siempre por sorpresa. Él mismo me la propuso, en uno de nuestros encuentros en su casa de Cambridge. Sentía la necesidad de desvelar algunos «secretos» y de dejar mensajes cifrados a personas que amaba y a amigos con los que había reñido. Había lamentado siempre no haber reunido el valor y la fuerza necesarios para rehacer los lazos rotos. Es una entrevista-confesión en la que no faltan observaciones autocríticas, análisis de fracasos y triunfos, de pérdidas y adquisiciones. Quién sabe cuántos episodios decisivos quedan aclarados y explicados en el epistolario secreto que George escribió durante años, día tras día, anotando como en un diario sus reflexiones más íntimas sobre amistades, amores, trabajo, vida en general. Nadie, salvo la misteriosa destinataria, conoce hasta el momento su contenido. Habrá que esperar todavía cuarenta y ocho años antes de que las puertas del archivo del Churchill College de Cambridge se abran a la curiosidad de los estudiosos y de los admiradores que tengan aún ganas de leerlo. Entre ellos, sin embargo, ya no se encontrarán quienes lo han conocido. Es una elección programada para excluir, de facto, a los familiares e interlocutores con los que George ha compartido su existencia: la «distancia» temporal necesaria con respecto a los acontecimientos narrados para «proteger» a los protagonistas inconscientes de este journal intime, organizado como una colección de cartas.

Las cuatro entrevistas restantes, en cambio, se refieren a episodios particulares de su larga vida profesional. En la primera, explica que su interés por las ciencias tiene raíces ya en su juventud, y narra sus veleidosas aspiraciones a convertirse en físico, frustradas en su inicio mismo por un suspenso en un examen de matemáticas. En la segunda, evoca sus treinta años de colaboración en la prestigiosa revista The New Yorker y su repentina interrupción por culpa de un litigio con la directora, Tina Brown. En la tercera, revela su infinita admiración por Sebastiano Timpanaro, el gran filólogo clásico italiano que había inspirado, de forma encubierta, el protagonista de su novela Pruebas, en la cual un corrector de galeradas se propone eliminar los errores de los textos (a través de la filología) y los errores de la historia (a través del marxismo). En la cuarta, finalmente, narrando la jornada típica de un nonagenario, manifiesta su inquietud por el destino de una Europa amenazada por la xenofobia y el antisemitismo.

3. UNA EXTRAORDINARIA «VIS ORATORIA»

Durante un par de décadas he gozado muchas veces del privilegio de escuchar en vivo conferencias de George Steiner. Su elegante elocuencia, su voz apasionada, su variada gestualidad, su penetrante mirada, han atraído poderosamente la atención del público. Ni siquiera el oyente más distraído y superficial ha tenido que esforzarse para percibir la alegría de una palabra que deseaba ser comunicada, que hallaba su razón de ser precisamente en el encuentro con el otro. No a todos los críticos se les concede este favor de la fortuna. A veces el entusiasmo que una página escrita suscita en el lector se convierte en grave frustración cuando se produce un encuentro directo con el autor.

En el caso de Steiner el éxito, a mi juicio, no se explica sólo por su extraordinaria vis oratoria. Su elocuencia se nutría de pasión por la enseñanza, de un profundo deseo de compartir con el público el amor a la literatura y al saber. Y se trata de consideraciones que surgen de la experiencia directa, de una verificación que he podido efectuar muchas veces sobre el terreno. En particular, me gustaría evocar dos encuentros que Steiner mantuvo en Calabria, hace muchos años, al inicio de nuestra amistad, con estudiantes de enseñanza secundaria de Crotona y de Cosenza. En contacto, precisamente, con estos jóvenes—en un contexto muy alejado de la oficialidad y del cartón piedra de una conferencia—vi en acción a un orador capaz de llevar a la máxima expresión todas sus cualidades. En el escenario del teatro Rendano de Cosenza, en el ámbito de una mesa redonda organizada por el Istituto Italiano per gli Studi Filosofici, Steiner habló de la importancia de los clásicos a más de trescientos estudiantes que lo escuchaban en un silencio religioso. Como un nuevo Orfeo, cautivó a su auditorio recitando de memoria versos de poetas o leyendo pasajes de autores antiguos y modernos. Era del todo evidente que aquellas palabras sonaban como el registro de un testimonio vivo, de un itinerario personal jalonado por el amor a la lectura.