Hegemonía y cultura en tiempos de contrainsurgencia "soft" - Néstor Kohan - E-Book

Hegemonía y cultura en tiempos de contrainsurgencia "soft" E-Book

Néstor Kohan

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Beschreibung

Esta obra, concebida en franca solidaridad con la Revolución cubana, reúne una serie de hipótesis de trabajo, de sociología de la cultura e historia intelectual, que, escritas con una indisimulada intención polémica, giran en torno a tres problemas centrales: la problemática de la hegemonía y la contrahegemonía, la teoría del imperialismo y una actualización de la teoría de la contrainsurgencia. Así, la intención de este texto es incentivar preguntas en el mundo de la cultura y las ciencias sociales, poner en discusión el mainstream académico que nos quiere imponer el imperio y contribuir a mantener y aumentar aún más, en una nueva generación, la llama de la rebeldía antimperialista y anticapitalista.

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Edición: Reinaldo Medina Hernández

Revisión de edición: María de los Ángeles Navarro González

Diseño interior y de cubierta: Seidel González Vázquez (6del)

Correción: Ricardo Luis Hernández Otero Composición: Madeline Martí del Sol

© Néstor Kohan, 2021

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2021

ISBN 9789590623721

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO 

Editorial de Ciencias Sociales 

Calle 14 no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

Índice de contenido
Crítica al Proyecto Marginalidad
Carta de rechazo a la Beca Guggenheim
Sociología de la cultura e historia intelectual
Revolución cultural es lucidez y es socialismo
Sobre la contrainsurgencia “soft”
Imperialismo y ciencias sociales
La pluma y el dólar
El mito de la “sociedad abierta” y el control social
La CIA y las ciencias sociales: guerra fría, caliente, tibia
Del nazismo a la “filantropía” sociológica: la Fundación Ford
Sociólogos y escritores: ¿“profesionalización” de la obediencia?
“Expertos” y militantes, “especialistas” e intelectuales
Las ciencias sociales en la estrategia imperialista
“Affaire” Marginalidad: enseñanzas para las ciencias sociales y la teoría crítica
Hipótesis teóricas y base empírica: el enigma de la encuesta
El Capital de Marx no estaba en disputa, ¿o sí?
Contrainsurgencia preventiva:
la herramienta sociológica
La crisis del investigador apolítico
La revista Referencias y las ciencias sociales en la Revolución cubana
Apéndice Histórico
Relación de los temas monográficos de Referencias
1969
1970
1971
1972
Bibliografía
Datos de autor

Crítica al Proyecto Marginalidad*

* En todos los casos se respetó la ortografía de los documentos originales [N. del E.].

[fragmentos]

Buenos Aires, abril de 1969

A finales de 1968 estalló una polémica académico-política sobre una investigación que se estaba realizando en nuestro país [Argentina, aclaración de Néstor Kohan (NK)], financiada por la FundaciónFord y dirigida a estudiar la situación de los llamados grupos “marginales”.

…Para nosotros, el debate sobre “Marginalidad” reviste importancia porque: 1. forma parte del tipo de investigaciones planeadas y financiadas por organismos imperialistas (es en este caso la Fundación Ford) para acopiar datos sobre los países dependientes que le son necesarios a Norteamérica para su estrategia política y militar en el continente; 2. forma parte del sistema puesto en pie cada vez con mayor eficacia por el imperialismo, a partir sobre todo de la década pasada, para atraer y poner a su servicio a cuadros políticos, obreros e intelectuales, embarcándolos en un vasto sistema de subsidios, becas, centros de investigación, escuelas de perfeccionamiento técnico o adoctrinamiento ideológico. No se trata pues de que nos ocupemos del “Proyecto Marginalidad”solamente porque constituye un caso más de lo que puede y debe llamarse “espionaje sociológico” (guste o no a los interesados la denominación), sino también porque constituye uno de los ejemplos de captación de intelectuales montado por el aparato cultural del imperialismo. […] La historia enseña que es el imperialismo el que instrumenta a aquellos que a él se ligan y no a la inversa. […] Esto apunta a uno de los objetivos básicos de este trabajo: recordar una vez más a los trabajadores intelectuales (científicos, artistas, escritores) que su actividad no es neutral, no es libre. Lo adviertan o no, está indisolublemente ligada a la lucha entre las clases explotadoras y las explotadas, a la lucha entre los estados opresores, los estados imperialistas, y los pueblos oprimidos, colonizados.

Daniel Hopen

([1939-1976], sociólogo y profesor argentino,

secuestrado y desaparecido el 17 de agosto de 1976.

SuCrítica al Proyecto Marginalidad, redactada a lo largo de 80 páginas, permaneció inédita hasta el año 2014)

Carta de rechazo a la Beca Guggenheim

[fragmentos]

Buenos Aires, 28 de febrero de 1972

Estimado Señor Stephen L. Schlesinger, de la

John Simon Guggenheim Memorial Foundation:

Lamento responder con tanto atraso su atenta carta del 2/12/1971.

…Esa Fundación me comunica que se le ha sugerido mi nombre como posible interesado en una beca Guggenheim. Agradezco la intención del amigo que hizo la sugerencia y la gentileza de ustedes al enviarme los formularios correspondientes. […] Deseo dejar en claro que mis convicciones ideológicas me impiden postularme para un beneficio que, con o sin intención expresa, resulta cuanto más no sea por fatalidad del sistema, una de las formas más sutiles de penetración cultural del imperialismo norteamericano en América Latina. No es sólo ni principalmente la cuestión de la beca Guggenheim en sí misma, sino de la política de colonización cultural de la que forma parte, en la que el imperialismo norteamericano no escatima en esfuerzos de organizaciones estatales, paraestatales y privadas. Los antagonismos de ese imperialismo y nuestros pueblos son profundos y violentos en todos los frentes, incluido por supuesto el de la lucha cultural […]. No soy un hombre de fortuna, como tampoco lo son la mayoría de mis compañeros […]. No reniego que en el orden personal, habría significado una gran oportunidad para mí […]. Yo entiendo que no puedo hacerlo y que mi gran oportunidad en este momento es América, su pueblo, su lucha, la enseñanza y el camino que nos señalara el Comandante Ernesto Guevara. Por lo demás yo he sido Jurado de la Casa de las Américas en 1971, el mismo año en que usted me escribe, y considero que esa distinción que he recibido del pueblo cubano es absolutamente incompatible con una beca ofrecida por una Fundación creada por un senador de los Estados Unidos, o sea, no un hombre del pueblo norteamericano, sino del sistema que lo oprime y nos oprime.

Atentamente

Haroldo Conti

([1925-1976], escritor, estudiante del Seminario

para sacerdotes y profesor argentino,

Premio Casa de las Américas 1975 en el género novela,

secuestrado y desaparecido el 5 de mayo de 1976)

Sociología de la cultura e historia intelectual

[A modo de presentación]

Estas hipótesis de trabajo, de sociología de la cultura e historia intelectual, escritas, todas ellas, con una indisimulada intención polémica, giran en torno a tres problemas centrales.

En primer lugar, la problemática de la hegemonía y la contrahegemonía. Una vez más, como en algunos libros y antologías que publicamos previamente, reaparece en nuestra ayuda la figura de Antonio Gramsci. No el Gramsci de la socialdemocracia, el posmodernismo y el “posmarxismo” [durante los últimos años de moda], sino el pequeño pero gigante pensador revolucionario de la Internacional Comunista, discípulo preferido de Lenin y militante clandestino durante muchos años.

Es precisamente Gramsci quien nos enseñó que ni el capitalismo ni el imperialismo pueden sobrevivir exclusivamente por su fuerza técnico-militar, por más poderosa e impactante que ella sea. Al mismo tiempo que amenazan y utilizan la fuerza, necesitan recrear, de forma cotidiana, su hegemonía. Desmoralizar, fragmentar y dispersar a sus enemigos. “Meterse en el bolsillo”, si es posible, sus categorías, sus símbolos y sus banderas, resignificadas, por supuesto, para volverlas funcionales a la dominación capitalista y la vigilancia imperial. Crear no solo ideas y programas, pulidos en un escritorio de oficina de El Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia [CIA] o el Departamento de Estado, sino estructuras flexibles de sentimientos, sensibilidades e identificaciones [colectivas e individuales] afines a la dominación del mercado, el dinero y el capital.

Es decir, convencer a mucha gente de que es imposible vivir de una manera distinta al capitalismo y, al mismo tiempo, generalizar el triste y patético american way of life para todo el orbe. Ubicando en la Florida, la tierra prometida para la comunidad latinoamericana, allí donde se puede ser “norteamericano” sin saber hablar inglés, jugando al dominó en camiseta y escuchando música salsa o reguetón. Aun en medio de una crisis humanitaria, como la que se vive en el año 2021, que ha regado hasta el mes de marzo con más de medio millón de muertos la principal potencia de la tierra [superando, incluso, todos los muertos norteamericanos en ambas guerras mundiales, las de Vietnam, Iraq, Afganistán, etcétera].

Mucho antes de que el noble intelectual estadounidense, antimperialista sincero, Noam Chomsky empleara la expresión “fabricación industrial del consenso”, Antonio Gramsci se había percatado de que un buen programa ideológico-político nunca podría triunfar si no se hace carne en la vida cotidiana de las masas populares. Y que esa tarea jamás se logra por el mero fluir vaporoso de ideas atractivas y narrativas seductoras [sean falsas o verdaderas]. Hacen falta además instituciones que empujen, presionen —en una u otra dirección— y faciliten que ciertas concepciones del mundo abandonen la pulcritud de su torre de marfil para ganar el corazón, la voluntad e incluso el inconsciente colectivo.

En el caso concreto de la histórica y legendaria lucha entre David y Goliat, entre la pequeña Cuba y el gigantesco imperialismo norteamericano, esas instituciones dedicadas al intento de fabricar consenso y crear contrahegemonía tienen nombre y apellido. En los trabajos de este volumen se recorren una por una. Fundación por fundación, Organización No Gubernamental [ONG] por ONG. Y seguramente nos faltó abordar varias. Porque los aparatos de la contrainsurgencia imperialista no se reducen a la sigla más famosa en el cine de Hollywood que cuenta con tres letras: CIA.

En Estados Unidos [EE. UU.], según la literatura especializada, existen no menos de veinte aparatos de inteligencia y contrainteligencia. A ellos se agregan un elenco interminable de fundaciones paraestatales y, finalmente, incontables ONG, que carecen completamente de autonomía. Ni la persona más crédula, desinformada e ingenua puede a estas alturas aceptar que las ONG que inundan con sus dinerillos, no solo Cuba sino el conjunto de nuestro continente, pertenecen a la burbuja incontaminada de una etérea y virginal “sociedad civil” globalizada [aquí podemos apreciar un buen ejemplo de cómo el imperialismo intentó apropiarse de la noción gramsciana de “sociedad civil” para terminar convirtiéndola en un comodín funcional a su dominación]. ¡Es un secreto a voces! Esas ONG y las fundaciones que siempre caminan a su par, son “tapaderas de la CIA”, sellos legales para transferir y blanquear dinero sucio, utilizado en la contrainsurgencia.

Por eso, el primer problema general que recorre todos los trabajos aquí reunidos, gira en torno a los intentos imperiales que pretenden minar la hegemonía socialista de la Revolución cubana, tratando de crear artificialmente una jabonosa y falsa “izquierda” —todas las comillas incluidas—, no revolucionaria, ajena y reacia al legado inasimilable de Fidel Castro y el Che Guevara. Un intento de “aproximación indirecta” —como lo hubiera denominado el célebre estratega y capitán B. H. Liddell Hart— destinado a ganar la guerra sin combatir, minando la moral del enemigo. Es decir, esforzándose por construir una opción pretendidamente “democrática” —poner aquí, igualmente, veinte pares de comillas—, contra el proyecto comunista, al que se sigue calificando, con escasa originalidad, de “totalitario” [¿por qué no es original esa descalificación? Pues porque la cruzada “antitotalitaria” proviene de la Guerra Fría, en específico del auge del macartismo —¡nacido hace nada menos que setenta años!—, al que capitularon ideológicamente desde la erudita y refinada Hannah Arendt hasta el marxista converso Karl Popper, por no hablar del empleado rentado de la CIA Isaiah Berlin, escritor de libros a sueldo y biografías por encargo contra Karl Marx].

Este supuesto “descubrimiento ultra novedoso”, que vendría a rellenar los presuntos agujeros vacíos del socialismo y el comunismo, donde las palabras “democracia” y “república” se enarbolan sin nombre ni apellido, sin referencias de clase ni determinaciones históricas, sociales ni geopolíticas, no es tan nuevo como se postula. Quizás por picardía o, mucho más probablemente por simple ignorancia, se hace tabla rasa con la historia intelectual de los debates socialistas y comunistas frente a la tradición liberal.

No es malo intentar innovar, porque el marxismo no puede quedarse petrificado en la historia, pero para eso hay que tomarse el trabajo de conocer en profundidad la historia intelectual de los problemas que pretenden abordarse. Cuando ese trabajo falta, la ignorancia, siempre perdonable y comprensible si es inocente y desprevenida, se transforma en imperdonable altanería y petulancia. Y si a eso le agregamos el financiamiento de instituciones que de ningún modo están interesadas en el conocimiento, sino, lisa y llanamente, en derrocar a la Revolución cubana, perdón, en lograr “la transición”, el problema se complica aún más.

Durante aproximadamente cincuenta años el profesor italiano Norberto Bobbio [1909-2004] intentó convencer a los marxistas, socialistas y comunistas de todo el mundo, de que debían zambullirse en la tradición del liberalismo para volverse más “democráticos”, esto es, para que acepten por fin las instituciones de la dominación burguesa como universales. Puede reconstruirse esa tozuda y persistente tarea desarrollada por Norberto Bobbio en su libro de 1999 Ni con Marx ni contra Marx. Allí recopila sus prolongados y numerosos intentos de convencer a los marxistas de que abandonaran por fin la radicalidad política de Lenin y se aproximaran a Marx desde la suavidad y el terciopelo del social-liberalismo.

¿Tesis central, e insistente hasta la obsesión, de Norberto Bobbio? Marx no tendría una teoría del poder, tampoco de la política ni del Estado. Por lo tanto, a la izquierda revolucionaria no le cabría otra opción que, primero, dejar de ser revolucionaria, y segundo, buscar “lo que le falta a Marx” en… las instituciones representativas [y los pensadores] de la tradición liberal. De esta manera, podríamos adquirir, ¡era hora!, certificado de “democráticos”. [Cualquier parecido con los tímidos escritos del “republicanismo” cubano de los últimos meses del año 2020… e incluso con el neokantismo madrileño que asomó la nariz en las polémicas cubanas simplemente para ajustar viejas cuentas personales… sin comentarios].

Las respuestas que recibió Bobbio fueron varias [las conozcan o no los grandes descubridores de la pólvora y los espaguetis con salsa, poco importa]. La más dura solo le recordó un “pecadillo” de juventud, sumamente incómodo, desde ya. Resulta que el periodista Giorgio Fabre publicó en un periódico italiano la humillante carta enviada el 8/7/1935 por el gran “experto en democracia” al dictador fascista Benito Mussolini, donde Bobbio le declara y confirma en varias ocasiones “la madurez de mis convicciones fascistas” [sic]. ¡Justo cuando Antonio Gramsci padecía los apremios carcelarios del duce! Y el asunto no quedó allí. Tres años después, en 1938, un tío de Bobbio intercedió ante Benito Mussolini para facilitar un concurso burocrático de la carrera académica de su sobrino, devenido años más tarde “el gran maestro” que pretendía enseñarles lo que significaban la democracia y la república a los marxistas [Bobbio no tuvo manera de ocultar ambas cartas, publicadas en la prensa italiana. Las comenta, con no poca vergüenza, en su Autobiografía del año 1997 (Bobbio, 1998: 48 y 57)].

Seamos piadosos y generosos. “Perdonémosle” a Bobbio su lastimoso servilismo ante el jefe del fascismo italiano, mientras Antonio Gramsci agonizaba en la cárcel.

Pasemos entonces al eje de sus reflexiones teóricas, que es lo que aquí nos interesa. Allí, en ese rubro, le tocó el turno al filósofo italiano Galvano della Volpe recordarle a Bobbio que la tradición liberal y la tradición democrática no son hermanas ni novias y menos que menos mellizas. Son dos corrientes opuestas y contradictorias en la historia intelectual de la teoría política. Mientras el liberalismo permaneció toda su vida prisionero del individualismo posesivo y convivió alegremente con la esclavitud y el capitalismo, hasta el día de hoy, la tradición democrática en cambio vio florecer lo más genuino de su belleza, primero, con la Comuna de París, bajo el poder de la dictadura del proletariado [cabe recordar que en la tradición marxista, tanto en los escritos de Marx sobre la Comuna de París como en El Estado y la revolución de Lenin, la expresión “dictadura del proletariado” no es sinónimo del poder totalitario, opresivo ni absolutista, sino, por el contrario, condensa la participación popular y la decisión democrática de las amplias mayorías de las clases trabajadoras ejercida contra la minoría explotadora, y en segunda instancia, con los soviets, en la fase fundacional de la Revolución bolchevique. Puede corroborarse la demoledora respuesta de Della Volpe a Bobbio en Rousseau y Marx y otros ensayos decrítica materialista (Della Volpe, 1965: 1-88).

El liberal Bobbio amagó responderle al marxista Della Volpe, pero nunca llegó a elaborar una respuesta coherente del mismo calibre o tenor similar al de aquella punzante crítica recibida. No por falta de ganas ni por haberse convencido de que el marxismo revolucionario era superior a la ideología convencional de la revolución burguesa en su fase ascendente que él tanto admiraba, sino por su apego dogmático al “modelo iusnaturalista” [sustentado en la teoría de los supuestos derechos naturales de los individuos], reivindicado por él como la gran panacea y la plataforma de sustentación de la “democracia moderna” (Bobbio, 1985: 73-150). Es decir, permaneció prisionero de una reivindicación acrítica de Thomas Hobbes, John Locke e Immanuel Kant, en la cual las diferencias internas y las notables contradicciones entre todos estos pensadores de la revolución burguesa europea occidental tienden a borrarse y diluirse en aras de la apología poco disimulada de la república liberal.

No conforme con quedar expuesto y en clara desventaja, Bobbio ensaya otro ataque frente al marxismo intentando oponer al “economista” Marx con el “culturalista” Gramsci, aplanando toda la riqueza conceptual y reduciendo la profundidad política del marxismo restringiéndola a un pequeño y reducido texto: el prólogo de 1859 a la Contribución a la crítica de la economía política. Elige dicho prólogo como clave de bóveda de toda la teoría crítica marxista, ya que en sus escasas páginas figura la famosa y siempre citada metáfora arquitectónica del esquema “base-superestructura” —la misma que adoptaba como núcleo exclusivo del marxismo el liberal Isaiah Berlin, por pereza mental, en su biografía escrita a sueldo y por encargo: [1939] Karl Marx. Su vida y su entorno, en lugar de estudiar a fondo el conjunto de la obra de Marx—. Si la compleja teoría crítica del marxismo se descifra tan fácilmente, a través de un brutal esquema dicotómico “base-superestructura”, Marx se convertiría entonces en un torpe y limitado teórico del “factor económico”, mientras Gramsci sería exactamente lo opuesto, un refinado pensador de las “superestructuras culturales”. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Altísimo! ¡Al fin quedaría todo resuelto!

Pero la tradición liberal-republicana que promovió y alentó el profesor Bobbio [y sus variados discípulos, muchas veces vergonzantes, al no reconocer las deudas con su maestro], no pudo tampoco saborear esta “solución mágica” que resultó demasiado precaria y endeble.

El erudito venezolano, intelectual crítico y revolucionario, Ludovico Silva desmenuzó al detalle la ridiculez de intentar reducir la concepción materialista y multilineal de la historia y la crítica marxiana del fetichismo del mercado y las instituciones políticas de la sociedad capitalista a una simple metáfora, explorando el conjunto de la obra de Marx —tarea fatigosa que los impugnadores liberales y socialdemócratas del marxismo y el comunismo rara vez han acometido—, llegando a la conclusión de que esa metáfora edilicia elegida por Bobbio para demostrar “los vacíos de Marx”, llevando aguas al molino liberal-republicano, Marx la empleó en no más de dos o tres ocasiones a lo largo de sus decenas de miles de páginas, publicadas e inéditas [Silva, 1980: 52-90, 101-115]. Por lo tanto, resulta inválido y disparatado adoptar como “núcleo duro” del conjunto de hipótesis, categorías y teorías marxistas una metáfora literaria que, por si ello no alcanzara, es empleada en escasísimas ocasiones por su autor.

No fue este golpe el último recibido por el exagerado reduccionismo con que Bobbio [y su corriente liberal-republicana] se ocupa de Marx. El pensador marxista francés Jacques Texier le recordó al académico impugnador del comunismo que para Gramsci no existe dicotomía posible entre economía y política —como sí la había en la obra de los pensadores burgueses, contractualistas y partidarios del modelo del derecho natural, idealizados por Bobbio— pues ambas dimensiones se articulan en los Cuadernos de la cárcel a través de una noción inexplorada [probablemente desconocida] por Norberto Bobbio: la de “bloque histórico” (Texier, 1975: 21-37).

Aunque en su empecinada pelea de boxeo contra el marxismo Bobbio obtuvo un respiro parcial, ganando por puntos un solo round, en la segunda mitad de los años 70, cuando de la mano del exhausto, agotado y desinflado eurocomunismo, Louis Althusser bajó la guardia ante su adversario, declarando que “el marxismo no tiene una teoría de la política” [de esa capitulación típicamente eurocomunista de Althusser bebieron y se nutrieron durante décadas Massimo Cacciari, Michel Foucault y Ernesto Laclau, entre varias otras firmas prestigiosas de la farándula académica], años después los esquemas liberales y republicanos de esta tradición volvieron a recibir una nueva sacudida. ¡Los marxistas revolucionarios no pierden el aliento ni quedan exhaustos tan fácilmente!

Fue entonces cuando el historiador marxista británico Perry Anderson inició un largo intercambio epistolar con Bobbio, en ademán sutil pero abiertamente polémico, en el cual no solo desnudó que tras la apariencia de imparcialidad “académica” [condensada por ejemplo en el tono impostadamente “neutral” de su famoso