Teorías del Imperialismo y la Dependencia desde el Sur Global - Néstor Kohan - E-Book

Teorías del Imperialismo y la Dependencia desde el Sur Global E-Book

Néstor Kohan

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Beschreibung

¿Aplaudir o cuestionar a los poderosos? El corazón de las ciencias sociales late al ritmo de ese enigma todavía irresuelto. Las corrientes que se dedican a legitimar las injusticias "normales", aceptan solo una agenda de problemas, un repertorio limitado de categorías y una lista estricta de fuentes confiables. Con arrogancia, pretenden monopolizar el "pensamiento contemporáneo". Quienes no acepten trabajar para las grandes fundaciones y ONGs que inundan con dineros sucios nuestro campo cultural y político, quedan automáticamente fuera de "lo contemporáneo". La cooptación parece ineluctable. El mundo del trabajo y sus organizaciones deben agachar la cabeza. ¿Será cierto? Para responder esa pregunta, este libro recupera, reconstruye y actualiza dos tradiciones estrechamente vinculadas, muy útiles a la hora de comprender (y tratar de cambiar) el mundo actual. Se trata de las teorías marxistas del imperialismo y la dependencia. La obra se ubica a contracorriente de los saberes convencionales. Aquellos que se pierden en los laberintos de un imaginario "capitalismo bueno", presuntamente enfrentado a un "capitalismo malo". Callejón sin salida, decorado por las metafísicas "post" y la promocionada impostura de la "deconstrucción". Legitimaciones elegantes del capitalismo verde, el capitalismo violeta e incluso el capitalismo "con rostro humano". Una manera suave y con estilo de rendirse ante el neoliberalismo y la dependencia sin pagar costos políticos ni asumir polémicas incómodas. Este volumen colectivo tiene una meta sencilla: nutrir con insumos al campo popular. Apostamos a las nuevas generaciones para retomar las tareas pendientes, en una época signada por la contrainsurgencia global, el colapso ecológico, el resurgir de las derechas extremas y la crisis del imperialismo como sistema mundial.

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Teorías del Imperialismo y la Dependencia

desde el Sur Global

Néstor Kohan

(compilador)

Teorías del imperialismo y la dependencia desde el sur global / Néstor Kohan... [et al.] ;

compilación de Néstor Kohan. - 1a ed volumen combinado. - Ciudad Autónoma de

Buenos Aires : Amauta Insurgente ; Ituzaingó : Cienflores, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-4066-04-6

1. Marxismo. 2. Economía. 3. Sociología. I. Kohan, Néstor, comp.

CDD 335.4

©Néstor Kohan, 2022.

©Ediciones Amauta Insurgente y Editorial Cienflores, 2022.

Libro-Cuaderno Nº 10 de la Cátedra “De la teoría social de Marx a la teoría crítica latinoamericana”, Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, UBA [Argentina].

Página web: www.cipec.nuevaradio.org

Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC-UBA)

Página web: http://iealc.uba.ar

Editorial Cienflores

Teléfonos: 1165344020 (celular) / 20637822 (línea)

Contacto: [email protected]

www.instagram.com/editorialcienflores

www.facebook.com/EditorialCienflores

Director editorial: Maximiliano Lionel Thibaut

Cátedra “Ernesto Che Guevara”. Argentina

Página web: https://amauta.lahaine.org/

Corrección de textos: Emilia Loidl

Diseño y diagramación: Soledad De Battista

Impreso en la Argentina

Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio electrónico o mecánico, incluyendo fotocopiado, grabación o cualquier otro sistema de archivo y recuperación de información, sin el previo permiso por escrito de los editores.

Índice

Notas sobre autor@s

Nota editorial de presentación

Néstor Kohan. Dialéctica del mercado mundial capitalista, el imperialismo y la dependencia

De la teoría leninista del imperialismo a la teoría marxista de la dependencia

Vladimir I. Lenin. Carta de Lenin a M. N. Pokrovski, 2 de julio de 1916

Ruy Mauro Marini. Acumulación capitalista dependiente y superexplotación del trabajo

Orlando Caputo Leiva. El enfoque metodológico de la economía mundial: La teoría marxista de la dependencia y el imperialismo

Vania Bambirra y Theotonio Dos Santos. El leninismo, su estrategia y su táctica

Polémicas y debates abiertos

Marcelo Dias Carcanholo. Importancia de Dialéctica de la dependenciapara el actual rescate crítico de la teoría marxista de la dependencia

Jaime Osorio Urbina. Ley del valor, intercambio desigual, renta de la tierra y dependencia

John SmithExplotación y superexplotación en la teoría del imperialismo

Adrián Sotelo Valencia. Las mediaciones de la superexplotación

Claudio Katz. Argumentos Antidependentistas

David Harvey. Un comentario sobre Una teoría del imperialismo

John Smith . David Harvey niega el imperialismo

David Harvey. Realidad sobre el terreno: David Harvey responde a John Smith

John Smith. Las realidades imperialistas frente a los mitos de David Harvey

Historia y presente de una teoría crítica

Andy Higginbottom. Superexplotación laboral, liberación negra y pensamiento comunista

Alexia Massholder. Contribuciones de Ruy Mauro Marini y Caio Prado Jr. a la teoría revolucionaria en Brasil

Leandro Javier Gomez . Silvio Frondizi: Integración mundial capitalista y dependencia

Christian Arias Barona. Dependencia, militarismo y contra-insurgencia:relaciones de dominación y acumulación de capital en América Latina

[Entrevista a Samir Amin]. Gabriela Roffinelli y Néstor Kohan. La acumulación a escala mundial

Notas sobre autor@s

Vladimir I. Lenin

Principal pensador y dirigente del Partido Bolchevique. Líder de la revolución de octubre de 1917 y fundador de la Internacional Comunista. Gran erudito de la obra de Marx y El Capital, Hegel y Clausewitz. Desarrolló las bases contemporáneas de la teoría marxista del imperialismo y bosquejó hipótesis que luego nutrieron la teoría marxista de la dependencia (TMD).

Ruy Mauro Marini

Militante revolucionario nacido en Brasil. Uno de los fundadores de la teoría marxista de la dependencia (TMD). Integrante del Centro de Estudios Socio-Económicos de la Universidad de Chile (CESO). Autor, entre muchas otras obras y materiales, de Dialéctica de la dependencia y coordinador de varios seminarios sobre El Capital.

Theotonio Dos Santos

Militante revolucionario nacido en Brasil. Uno de los fundadores de la teoría marxista de la dependencia (TMD). Director del Centro de Estudios Socio-Económicos de la Universidad de Chile (CESO), donde se aglutinaron las principales figuras de esta escuela de ciencias sociales. Autor, entre varios otros libros, de Imperialismo y dependencia.

Vania Bambirra

Militante revolucionaria nacida en Brasil. Una de los fundadoras de la teoría marxista de la dependencia (TMD). Integrante del Centro de Estudios Socio-Económicos de la Universidad de Chile (CESO). Autora, entre varios otros materiales, de las obras El capitalismo dependiente latinoamericano; Teoría de la dependencia: una anticrítica; La revolución cubana: una reinterpretación (con prólogo de Ruy Mauro Marini).

Orlando Caputo Leiva

Militante revolucionario nacido en Chile. Discípulo de Theotonio Dos Santos e integrante del Centro de Estudios Socio-Económicos de la Universidad de Chile (CESO). En tiempos de Salvador Allende fue encargado de administrar la nacionalización de las principales empresas de cobre. Junto a Roberto Pizarro publicó un libro fundacional de la TMD: Imperialismo, dependencia y relaciones económicas internacionales.

Samir Amin

Militante revolucionario nacido en Egipto. No pertenece a la escuela de la TMD, pero sus hipótesis y libros convergen –desde África y Asia– con la perspectiva latinoamericana de estudio del imperialismo como sistema mundial. Una de sus primeras obras fue su tesis inicial: La acumulación a escala mundial.

John Smith

Militante revolucionario nacido en el Reino Unido. Este autor ha intentado actualizar críticamente, con datos contemporáneos (posteriores a la crisis mundial de 2008), las reflexiones precursoras de Lenin y Marini. Su obra El imperialismo en el siglo XXI fue premiada y publicada por la revista y editorial marxista estadounidense Monthly Review.

En Inglaterra Smith milita en los círculos de solidaridad con la revolución cubana y la lucha del pueblo palestino.

David Harvey

Profesor de geografía social nacido en el Reino Unido. Uno de los escritores y profesores marxistas más renombrados de la actualidad. Ha publicado varios tomos sobre El Capital de Marx y el capitalismo contemporáneo. Además de sus estudios sobre geografía y crítica de la economía política, ha desarrollado un agudo cuestionamiento del posmodernismo en su obra La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural.

Andy Higginbottom

Militante revolucionario nacido en el Reino Unido. Junto con la investigadora marxista canadiense Amanda Latimer, ha indagado en profundidad en la obra de Ruy Mauro Marini, proponiendo incorporar a las categorías centrales de El Capital la noción de “superexplotación” como tercera forma de plusvalor. En Inglaterra Higginbottom milita en los círculos de solidaridad con la lucha de los pueblos de Sudáfrica, Palestina y América Latina.

Jaime Osorio Urbina

Investigador y profesor nacido en Chile. Inicialmente se formó en el Centro de Estudios Socio-Económicos de la Universidad de Chile (CESO). Gran parte de su actividad la desarrolló en México, donde profundizó en la TMD, principalmente a partir de los planteos de Ruy Mauro Marini. Entre sus numerosos libros se destacan Teoría marxista de la dependencia. Historia, fundamentos, debates, contribuciones; Explotación redoblada y actualidad de la revolución.

Adrián Sotelo Valencia

Sociólogo y profesor nacido en México, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, México. El grueso de su prolífica obra se centra en la TMD, fundamentalmente a partir de las hipótesis de Ruy Mauro Marini. Entre sus muchos libros cabe destacar Los rumbos del trabajo. Superexplotación y precariedad social en el siglo XXI, además de Crisis capitalista y desmedida del valor. Un enfoque desde los «Grundrisse».

Marcelo Días Carcanholo

Profesor e investigador nacido en Brasil. Asociado de la Facultad de Economía de la Universidad Federal Fluminense, miembro del Núcleo Interdisciplinar de Estudios e Investigaciones sobre Marx y Marxismo (NIEP-UFF). Profesor colaborador de la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF-del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra-MST) y director de la Sociedad Brasileña de Economía Política (SEP).

Claudio Katz

Economista nacido en Argentina. Investigador del CONICET, profesor de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC). Miembro del EDI (Economistas de Izquierda) y de la Sociedad de Economía Política de América Latina (SEPLA). Entre sus numerosos libros merece destacarse La teoría de la dependencia: cincuenta años después.

Alexia Massholder

Historiadora nacida en Argentina. Investigadora del CONICET y del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC). Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Directora del Centro de Estudios Héctor P. Agosti. Uno de sus primeros libros es El Partido Comunista y sus intelectuales. Pensamiento y acción de Héctor P. Agosti.

Gabriela Roffinelli

Socióloga nacida en Argentina. Coordinadora del Grupo de Trabajo de CLACSO sobre “Economía mundial”. Investigadora del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC). Autora de los libros: Noam Chomsky y el control del pensamiento y La teoría del sistema capitalista mundial: Una aproximación al pensamiento de Samir Amin.

Leandro Javier Gómez

Sociólogo nacido en Argentina. Becario del CONICET. Docente de la materia “De la teoría social de Marx a la teoría crítica latinoamericana” (Sociología-UBA) e investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC-UBA). Doctorando de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Christian Arias Barona

Politólogo nacido en Colombia. Docente de la materia “De la teoría social de Marx a la teoría crítica latinoamericana” (Sociología-UBA) e investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC-UBA). Becario de la UBA. Doctorando de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Néstor Kohan

Investigador nacido en Argentina. Coordinador del presente libro. Investigador del CONICET y del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC-UBA). Profesor concursado de la UBA. Coordinador junto a Nayar López Castellanos del Grupo de Trabajo de CLACSO “Marxismos y Resistencias del Sur Global”. Algunos de sus libros son Marx en su (Tercer) Mundo; Seminario «El Capital»; Fetichismo y poder en el pensamiento de Karl Marx; Lenin, la pregunta del viento.

Nota editorial de presentación

Desde su misma gestación y nacimiento, las ciencias sociales han estado tensionadas por una alternativa radical: legitimar el orden existente o someterlo a análisis y crítica.

Las corrientes (científicas o vulgares, en la terminología de Marx) que han privilegiado la defensa y legitimación del orden establecido, suelen priorizar cierta agenda de problemas, un repertorio estrictamente acotado de categorías y se manejan con una lista sorda y muda pero no por eso menos eficaz de autores y autoras “citables”. Dichas vertientes, consideradas oficiales en la mayoría de las Academias con determinado prestigio (estadounidenses, inglesas, francesas, alemanas y sus derivados criollos) habitualmente se autoadjudican el pomposo título de “pensamiento contemporáneo”. Lo que no legitima el statu quo automáticamente queda excluído de “lo contemporáneo”. Pasa automáticamente al reino del silencio, las sombras y el olvido.

En cambio, las vertientes y tradiciones críticas suelen polemizar con lo que en el idioma inglés académico se ha conocido como el mainstream oficial, haciendo un beneficio de inventario y sometiendo a discusión aquello sobre lo que, se supone, sería conveniente y recomendable leer, escribir, investigar, citar y sobre todo debatir.

Este libro colectivo no es la excepción. Gestado en plena pandemia y crisis general del capitalismo mundial, desde su propio título, recupera dos tradiciones estrechamente vinculadas, que durante las últimas décadas han sido silenciadas, invisibilizadas e incluso tachadas, como corrientes “fuera de moda”, perimidas, antiguas y sin ninguna utilidad para abordar los problemas contemporáneos.

Se trata de las teorías marxistas del imperialismo y de la dependencia. Teorías, hipótesis y categorías que, silenciosamente, han ingresado hace largo tiempo en el índex de lo prohibido. Se lo anuncie públicamente o se lo proscriba con la sordina cómplice y la coacción disimulada que padecen los saberes cuando se ubican y adoptan una posición crítica frente al orden existente y el reino despótico del capital.

La obra, entonces, se ubica, desde su mismo objeto de estudio, a contracorriente de los saberes consagrados y canonizados por la enseñanza oficial, bastante superficial por cierto, de las ciencias sociales. Hoy hegemonizadas, en gran medida, por las metafísicas “post” y la difundida impostura de la “deconstrucción”, comodín ecléctico y salvoconducto fácil para dejar atrás las tradiciones marxistas con elegancia e incluso con cierto ademán “progre”. Una manera diplomática y aparentemente distraída de acompañar el neoliberalismo reinante sin asumir costos políticos ni afrontar polémicas incómodas.

En tanto libro colectivo, su conformación está marcada por los aportes y reflexiones de diferentes grupos de trabajo e investigación.

En primer lugar, la mayor parte de sus integrantes pertenece a los grupos de investigación sobre el marxismo latinoamericano que realizan su tarea en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC, Facultad de Ciencias Sociales), institución pública de la Universidad de Buenos Aires [Argentina] que muy generosamente colaboró, a partir de una convocatoria y evaluación colectiva, con parte de los fondos en la edición de este volumen. La obra también se ha nutrido de trabajos que han sido producidos y discutidos en el ámbito de nuestros grupos de investigación de UBACYT (Universidad de Buenos Aires, Ciencia y Técnica), CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y el Grupo de Trabajo “Marxismos y Resistencias del Sur Global” de CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), que coordinamos junto con el doctor Nayar López Castellanos de la UNAM (México). Nos hubiera encantado enriquecer el volumen con el aporte de colegas, compañeras y compañeros, principalmente de Brasil, donde estas teorías han logrado ocupar un lugar que no tienen en Argentina. Pero no tenemos ni los recursos ni el espacio para un libro tan extenso. Quedará para otra oportunidad.

Dejando a un lado los documentos históricos (como la carta original de Lenin, el trabajo de Ruy Mauro Marini y otros materiales del mismo tenor), la mayoría de los artículos están vinculados a integrantes de esos diversos grupos de investigaciones que convergen en sus objetos de estudio. Varios de estos textos los utilizamos como parte del programa y dictado de nuestra materia “De la teoría social de Marx a la teoría crítica latinoamericana” de la Carrera de Sociología de la UBA.

Junto a las tareas específicamente académicas del IEALC, UBACYT, CONICET, CLACSO y Sociología de la UBA, este volumen se inscribe en un abordaje político y un horizonte cultural más amplio, de rescate, estudio y difusión de la teoría crítica marxista, tarea que compartimos desde hace varios años junto a la Editorial Cienflores (dirigida por Maximiliano Thibaut) como desde la Editorial Amauta Insurgente y la Cátedra “Ernesto Che Guevara”.

Al publicarlo, con mucho esfuerzo y trabajo, tratamos de aportar nuestro modesto, colectivo y microscópico granito de arena en la inmensa tarea de nutrir con insumos de la teoría revolucionaria al campo popular argentino, latinoamericano y caribeño, como parte del movimiento revolucionario de todo el Sur Global. Es nuestro deseo compartido que estas investigaciones inviten a nuevas generaciones a retomar las tareas todavía pendientes, en una época signada por la contrainsurgencia global y la crisis del imperialismo como sistema mundial.

Néstor Kohan

Dialéctica del mercado mundial capitalista, el imperialismo y la dependencia

Néstor Kohan

Todo el proyecto de Marx apunta a demostrar la historicidad del modo de producción capitalista y la caducidad de las relaciones sociales que le son propias.

Ese proyecto permite enfrentar al sistema capitalista concibiéndolo como un tipo específico de organización social superable en la historia humana. Con ese fin Marx somete a discusión y crítica los saberes (científicos o vulgares) que lo asumen como una sociabilidad eterna, inexpugnable y absoluta.

Su objetivo metodológico y político considera al sistema capitalista y su mercado mundial como formas históricamente determinadas de sociabilidad cuya persistencia no anida en algún presunto “ADN de la especie humana” —por lo tanto nos acompañaría desde los inicios más remotos hasta la eternidad— sino que corresponde tan sólo a un período de tiempo acotado y delimitado.

Para alcanzar dicho objetivo, la investigación de los materiales empíricos y la exposición teórica de sus resultados se estructuran a partir de un método que, en la obra de Marx, combina dos niveles principales de abordaje (Zeleny [1968] 1984: 73, 103 y del mismo autor [1974] 1982: 53-54). Estos son: (a) aquel horizonte que navega y se sumerge prioritariamente en las aguas contradictorias y multilineales del terreno histórico y (b) aquella otra perspectiva que se conforma articulando una secuencia lógica de categorías. Ninguna de estas últimas constituye un molde apriorístico. Su derivación y ordenamiento no responde a un esquema evolutivo (falsamente “universal”, extraído en realidad del acontecer específico e irrepetible de Europa occidental) que las estructuraría unilinealmente dirigiéndolas hacia un final preanunciado de antemano, como si giraran al interior de una autonomía absoluta de los lenguajes científicos, sin referencia alguna al ámbito extra discursivo. Por el contrario, cada categoría lógica empleada por Marx expresa en el plano conceptual y teórico relaciones sociales históricas.

De estos dos niveles de análisis complementarios, (a) el histórico y (b) el de la síntesis lógica, ambos presentes y combinados en toda su obra y sus investigaciones: ¿cuál es el distintivo y definitorio? Sospechamos que el primero.

En Marx, el desarrollo lógico se deriva de la historia (nunca linealmente ni tampoco a partir de un reflejo especular mecánico o “fotográfico”, pues en varias ocasiones la exposición lógico-dialéctica de los resultados de la investigación invierte el orden cronológico de la historia empírica para volver observables sus articulaciones fundamentales). La historia humana es concebida por Marx no como el devenir teleológico y universal de una “esencia” primigenia ni tampoco como resultado predeterminado de leyes de hierro, dos impugnaciones habitualmente lanzadas contra el autor de El Capital por quienes creen que la historia no es nada más que un mero suceder azaroso y caprichoso de “capas geológicas”, absolutamente imposible de comprender o al menos de intentar teorizar sobre ella. Lejos de esas falsas atribuciones, Marx se aproxima a la historia social concibiéndola más bien como la resultante contingente y multilineal de la lucha de clases (cuyo final siempre está abierto), atravesada por regularidades y leyes de tendencia que con distintos grados de probabilidad condicionan las relaciones sociales y las contradicciones entre las clases, pero que no existen al margen de dichas relaciones y sus contradicciones (Melotti [1972] 1974: 8-16; Fetcher 1974; Kohan 1998: 240-242; Kohan 2018: 56-64; Kohan 2022: 34).

Si aceptamos esta perspectiva, entonces se vuelven comprensibles las razones por las cuales el pasaje fundacional de Hegel a Marx, crucial en el momento del nacimiento de la teoría social crítica (Marcuse [1940] 1994: 284-285, 253-254) no se condensa en la ritualmente mentada transmutación invertida de “La Idea” (en general) a “La Materia” (también en general), sino más bien en la transformación de un discurso filosófico centrado en una lógica absolutamente autónoma y puramente conceptual (Hegel) a una concepción materialista y multilineal de la historia, plataforma común, base de todas las ciencias sociales (Marx y Engels [1846] 1985: 676 y [1846] 2014: 22; Gramsci [1932-1933] 1999-2000, Tomo 4: 272, 280, 285, 289-290, 293).

Si este reconocimiento resulta imprescindible —más allá de modas efímeras— para comprender el carácter centralmente historicista y dialéctico de la metodología de Marx, también es cierto que, al redactar El Capital, Marx emplea y se desplaza cómodamente por ambos niveles, según lo requieran la especificidad explicativa de cada capítulo y la trama argumentativa de cada sección. En su discurso crítico de la economía política (y del conjunto de las ciencias sociales convencionales), la lógica dialéctica se convierte en el resultado de la práctica humana (Lenin [1914] 1960, T. 38: 90, 95, 174, 184, 204, 206; Zeleny [1968] 1984: 100), es decir, en el “resumen apretado” de la historia, o, en otras palabras, en su “extracto” (Lefebvre [1946-1947] 1984: 215).

De allí que en El Capital encontremos un hilo conductor prioritariamente lógico (Marini 1979a). Su obra comienza con un alto nivel de abstracción, concentrándose en la teoría del valor (y su principal presupuesto: el trabajo abstracto, derivado de una sociabilidad indirecta, post festum, propia de una ontología social determinada por la inversión fetichista que, en condiciones mercantiles capitalistas, otorga carácter de valor cosificado [trabajo muerto] a los productos del trabajo social global [trabajo vivo] (Lukács [1923] 1982: 94; Rubin [¿1924?] 1987: 185-212; Rosdolsky [1968] 1989: 107).

De la teoría del valor (y del fetichismo) con que se abre El Capital, Marx pasa a la teoría de la explotación, en sus variadas modalidades, concibiendo al capital como “sustancia en proceso” (Marx [1872-1873] 1988, T. I, Vol. 1: 189 [las fechas 1872-1873 de todas las citas y fragmentos de El Capital consultados en este trabajo corresponden a la segunda edición alemana de la obra, revisada, aumentada y corregida por el propio Marx, aunque su libro se publicó por primera vez en 1867. Nota de N. K.]), exactamente la misma expresión categorial utilizada por Hegel para definir al sujeto (Hegel [1807] 1991: 76 y [1812-1816] 1993, Tomo II: 485). Es decir, el capital entendido como sustancia en proceso; sujeto (colectivo) que subsume, oprime y explota el trabajo vivo de la fuerza de trabajo (igualmente colectiva). A partir de allí, su discurso crítico se desplaza hacia la explicación de las leyes de tendencia de la acumulación capitalista. Su gran presupuesto histórico: el ejercicio de la fuerza material y la conversión de la violencia sistemática y estructural convertida, ella misma, en una fuerza y una “potencia económica” (Marx [1872-1873] 1988, T. I, Vol. 3: 940). Sin violencia, sin relaciones de poder y de fuerza entre las clases sociales; sin sometimiento de pueblos y naciones periféricas; sin separación violenta de las condiciones objetivas de vida, por un lado, y las clases explotadas, por el otro; sin destrucción sistemática de la naturaleza, no existiría el mercado mundial capitalista. La feroz conquista y colonización de América, la esclavización (y comercio) de los pueblos sometidos de África y la cruel colonización de las sociedades y comunidades de Asia, constituyen condiciones imprescindibles para la conformación del sistema mundial capitalista (Marx [1872-1873] 1988, T. I, Vol. 3: 939).

Pero todas estas categorías, hipótesis y teorías se presentan en el primer libro de El Capital, a partir de determinados supuestos metodológicos y enmarcadas dentro de una formulación expositiva que privilegia la argumentación lógico-dialéctica. Es decir, apuntando a sintetizar la teoría del modo de producción capitalista “en su concepto”, o sea, “en su máxima pureza” (ambas expresiones corresponden a la Ciencia de la Lógica de Hegel, pero Marx las hace metodológicamente suyas, reconocimiento que se vuelve explícito en la segunda edición alemana de la obra [1873]), sin entrar en los detalles polifacéticos y múltiples variedades específicas de cada formación económico social, cada cultura y cada civilización de toda la historia humana que Marx analiza exhaustiva y obsesivamente en gran parte de sus investigaciones empíricas. Incluyendo dentro de estas últimas el Cuaderno XIV [1851],donde reúne sus extractos de lectura del Museo Británico sobre el colonialismo europeo occidental (Marx [1851] 2019); sus investigaciones sobre las comunidades incas, mayas y aztecas, tal como son analizadas en los Grundrisse,primera versión manuscrita de El Capital (Marx [1857-1858] 1987a); sus escritos sobre la fusión de la dominación racial y clasista en el naciente imperio estadounidense y su inserción en la división internacional del trabajo y las materias primas dentro de la economía mundial capitalista, a partir de la guerra civil norteamericana de la década de 1860 (Marx y Engels 1973b); sus estudios sobre las comunidades rurales de la India, Argelia y diversas civilizaciones indo-americanas, preexistentes y sobrevivientes a la sangrienta conquista europea, estudiadas en el Cuaderno Kovalevsky [1879] (Marx [1879] 2018); sus indagaciones sobre el desarrollo capitalista en Rusia y su vínculo con el mercado mundial capitalista presentes en los intercambios epistolares con Nikolai F. Danielson [1868-1883] (Marx, Danielson, Engels [1868-1895] 1981) y en su comunicación con Vera Zasulich [1881] (Marx y Engels [1881] 1980); sus reflexiones sobre el colonialismo europeo en África presente en su correspondencia desde Argelia [1882] (Marx [1882] 1997); sus artículos periodísticos y cartas sobre el imperio británico reunidos en Escritos sobre Irlanda (Marx y Engels 1979a), así como también sus múltiples artículos y ensayos sobre las guerras comerciales y militares del colonialismo europeo occidental reunidos en el volumen Sobre el colonialismo (Marx y Engels 1979b), etc.

De las categorías, hipótesis y teorías desarrolladas en este primer libro de El Capital, Marx pasa en el segundo libro a exponer sus teorías sobre la reproducción simple y ampliada del capital social global, los ciclos y rotaciones del capital y sus respectivas mutaciones, metamorfosis y cambios de formas. Para ello emplea los esquemas de reproducción del capital, uniendo en el plano lógico lo que en la historia ha estado presente desde la conformación del sistema mundial capitalista: la unidad de la producción y la circulación del capital, no individual sino en tanto capital social global. Los esquemas de reproducción abordan el proceso de producción y reproducción del capital, abarcando tanto el proceso de producción como las distintas fases del proceso de circulación, es decir, el ciclo global del capital que como proceso periódico constituye la rotación del capital (Marx [1885] 1988, T. II, Vol. 4: 429), distinguiendo el conjunto de la producción social en dos grandes sectores: el que produce medios de producción (sector I) y el que produce medios de consumo (sector II), subdividido a su vez, este último, en medios de consumo obreros y populares (IIa) y el que produce medios de consumo suntuario y de lujo (IIb), propios de la clase capitalista (Marx [1885] 1988, T. II, Vol. 5: 483-503).

Recordemos que en el libro primero de El Capital Marx había expuesto su gran descubrimiento científico: el doble carácter del trabajo en la sociedad mercantil capitalista, esto es, trabajo útil y abstracto, de donde derivan el valor de uso y el valor (Marx [1872-1873] 1988, T. I. Vol. 1: 51 y cartas de Marx a Engels del 24/8/1867 y 8/1/1868, en Marx y Engels 1968: 137 y 153). En el libro segundo, Marx prolonga este análisis del doble carácter del trabajo al producto social global, tanto en su dimensión de valor (conformado por el capital constante, el capital variable y el plusvalor) como en términos del producto material. Y analiza también las diversas formas en que en cada ciclo se transfiere al producto resultante el valor de los diversos componentes (donde a las categorías de capital constante y variable les agrega las de capital fijo y circulante).

Siguiendo la exposición lógico dialéctica de Marx, en el libro tercero el valor se transforma en precio de producción, el plusvalor en ganancia y la tasa de plusvalor en tasa de ganancia. Como nunca se trata de un capitalista individual (y “sus” obreros y obreras), sino del capitalismo como sistema mundial, las tasas de ganancia de cada rubro y rama, de cada sector y cada formación social, se transforman en tasas de ganancia media, en cuya gestación los valores particulares y el plusvalor son apropiados y fluyen entre distintas ramas, diversos sectores y también entre distintas formaciones económico sociales. Apropiación, rapiña y captura que no se explican exclusivamente por las diferentes productividades físicas y materiales pues, insistimos, si el trabajo posee un doble carácter, lo mismo sucede con la productividad. Diferenciación que curiosamente “olvidan” y soslayan numerosos exégetas y marxólogos, por lo general, impregnados de un eurocentrismo apologético que termina legitimando... ¡en nombre de Marx!... las relaciones de dependencia y la dominación a escala mundial.

A partir de entonces, en dicho libro tercero, Marx expone una de las conclusiones teóricas y políticas más radicales de su obra: la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia y, a continuación, un capítulo “olvidado” o mejor dicho, subestimado por las lecturas lineales de esta obra: el capítulo XIV, titulado “Causas contrarrestantes” (Marx [1894] 1988, T. III, Vol. 6: 269-295 y 297-308). El libro tercero no termina allí, pues a continuación, Marx distingue dentro de lo que en el libro primero denominaba a secas “el capital”, diversas subdivisiones internas a la clase capitalista, analizando específicamente al capital industrial, al comercial, al bancario y al terrateniente. El “vampiro” capitalista del libro primero que, como trabajo muerto y pretérito vive de la sangre y el trabajo vivo de la fuerza de trabajo, en realidad constituye una comunidad de “vampiros”. Aunque por cuestiones literarias Marx nos daba la impresión en el libro primero de estar hablando de personajes individuales como Drácula y Frankenstein, en realidad los monstruos y vampiros capitalistas son colectivos y abarcan el planeta en su conjunto.

Pero lo que aquí nos interesa es que cada una de esas secciones y libros de El Capital, con sus respectivas categorías, esquemas, hipótesis, leyes (de tendencia) y teorías, no pueden ser desglosados, desmembrados y desarticulados en forma inconexa —violentando la lógica dialéctica a través de la cual Marx los fue metódicamente exponiendo— para reutilizarlos de forma deshilachada según las conveniencias u oportunidades del momento. Como bien advierte Ruy Mauro Marini: “el hilo lógico de la construcción teórica de Marx no puede ser roto, so riesgo de incurrir en un eclecticismo que invalida la capacidad explicativa” [de toda la obra] (Marini 1979a). Aunque en esta advertencia metodológica Marini hace particular énfasis en el riesgo de aislar y tomar por separado los esquemas marxianos de reproducción del capital en sectores (tal como aparecen en el libro segundo) para volverlos compatibles con diversos esquemas tradicionales de la CEPAL; desde el más primitivo, que divide la economía de un país (exclusivamente en escala nacional) entre un sector “primario” (dedicado a la extracción de materias primas) y uno “secundario” (volcado a la producción industrial) hasta otros más refinados, diferenciados y que cuentan con mayor cantidad de “sectores” y “departamentos”; su sugerencia vale para el conjunto de los diversos libros de El Capital.

En definitiva, la lógica dialéctica empleada en la exposición de Marx va enhebrando diversas categorías (relaciones sociales históricamente determinadas, expresadas a nivel conceptual), hipótesis y leyes de tendencia, descubiertas luego de arduas, extensas y casi incontables investigaciones empíricas, hasta derivar en la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia (y sus “causas contrarrestantes”). Aunque es inocultable que la principal obra de Marx quedó inacabada por la muerte de su autor (de allí que fuera su compañero Engels quien publicara los libros segundo y tercero, tomando como base los manuscritos marxianos), no se puede mutilar, descuartizar y desmembrar El Capital, intentando apoyarse exclusivamente en la teoría del valor, dejando a un lado los esquemas de reproducción, a la hora de intentar explicar el sistema capitalista. De igual modo, resulta completamente inválido extraer de todo el discurso crítico de Marx aquellos esquemas de reproducción que, en tanto abstracción lógico-metodológica, intentan captar la lógica de reproducción del sistema, para extrapolar dichos esquemas hacia otros paradigmas provenientes de la economía burguesa convencional, desligándolos de su concepción de la crisis.

Tampoco resulta científicamente plausible pretender “refutar” la teoría del valor por las oscilaciones de los precios de mercado (supuesta “inconsistencia lógica” que ya intentó infructuosamente argumentar Eugen von Böhm-Bawerk, cuando sostuvo que el libro primero de El Capital giraba en torno a la teoría del valor, mientras el libro tercero habría desobedecido esa teoría al explicar la superficie apariencial del mercado capitalista recurriendo a las hipótesis de la tasa de ganancia media y los precios de producción (Böhm-Bawerk [1896] 1974: 49). La lógica dialéctica que todos estos críticos de Marx desconocen no es un “adorno” decorativo, sino el corazón del proyecto crítico de Marx. Sólo al precio de violentarla, se puede “estirar” o “achicar” El Capital para volverlo digerible y compatible con los discursos convencionales de la ciencia social.

¿Cuál es el método que articula entonces estas diversas teorías expuestas a lo largo de los diferentes libros de El Capital? El método en cuestión —incomprendido, soslayado o incluso despreciado por gran parte de sus impugnadores— es el método dialéctico (Marx [1873] 1988, T. I, Vol. 1: 20), que permite articular lo lógico y lo histórico, lo genérico y común a todas las sociedades que conforman el sistema mundial capitalista y lo específico a cada una de sus formaciones económico sociales (Lenin [1894] 1960, T. 1: 149-150, 154-155, 157-158, 170, 190, 194, 201, 205, 232).

Ese método dialéctico, de carácter procesual-estructural (Lenin [1914] 1960, T. 38: 92; Lukács [1923] 1982: 5, 11; Kosik [1963] 1989: 203; Zeleny [1968] 1984: 24, 77, 173-178; Rosdolsky [1968] 1989: 620; Kohan, 2016: 101-119) comienza por abstracciones (generalizadas históricamente en el capitalismo desde inicios de la modernidad eurocéntrica hasta nuestros días) y va concretizándose cada vez más, en dirección hacia la explicación del sistema capitalista mundial entendido como la mayor totalidad concreta (Osorio 2004: 14-15); punto de llegada de sus diversos planes de investigación.

La consistencia y coherencia metodológica de Marx en esta perspectiva dialéctica que se enfoca hacia el mercado mundial puede corroborarse si focalizamos nuestra atención en los planes de redacción de El Capital. Es sabido que a la hora de organizar la redacción de su principal obra,Marx no elaboró un plan único sino varios planes, dentro de un mismo proyecto de investigación de crítica de la economía política.

La enumeración y el ordenamiento de todos estos planes que se encuentran dispersos en los numerosísimos escritos de Marx —editados e inéditos, incluyendo la correspondencia— fue pergeñada por Roman Rosdolsky. Enrique Dussel va todavía más lejos, pues sostiene que: “Al menos existen unos 19 planes hasta el 30 de abril de 1868” (Dussel 1988: 17). A partir de estos planes —sean 14, en la opinión de Rosdolsky o 19 en la versión de Dussel— se ha suscitado toda una polémica sobre si Marx abandonó el plan de investigación y exposición inicial de 1857 o lo prosiguió. Uno de los primeros que llamó la atención al respecto es Henryk Grossmann en 1929. Para este integrante marxista de la Escuela de Francfort sí hay un cambio de planes que se debe principalmente a consideraciones metodológicas, explicadas por él luego de ajustar cuentas con las defecciones teóricas de Karl Kautsky y toda la Segunda Internacional (Grossmann [1929] 1984: 55 y ss.). La contestación a Grossmann vino mucho más tarde, en 1951 como ensayo y en 1970 como libro, por parte de Otto Morf. La investigación (y periodización) de Rosdolsky se sitúa en el contexto de ese debate. Para Maximilien Rubel, editor de una versión de El Capital en francés que no respeta el ordenamiento seguido por Engels, Marx no cambió el plan original. Rubel acusa a los que sostienen esa tesis de que, en el fondo, quieren dar a entender que El Capital está concluido, lo cual califica de “indecente, por no decir más”. Los editores alemanes y soviéticos del IMEL (Instituto Marx Engels Lenin) afirman que “ese plan [el de 1857. N. K.] se alteró repetidamente”. Puede seguirse todo este debate, en forma resumida y comentada por Manuel Sacristán, en la introducción del traductor, especialista y editor catalán de la edición de El Capital que en Barcelona publica Obras de Marx y Engels [OME, Grijalbo], quien traduce de la cuarta edición alemana corregida por Engels, en lugar de la segunda edición alemana [1872-1873] corregida por Marx, como hace Pedro Scaron en la versión de editorial Siglo XXI que nosotros utilizamos en este trabajo (Sacristán 2004: 158-162).

La estructura global de su obra fue repensada y rediseñada varias veces por Marx. Sintéticamente, pueden recorrerse esos diversos planes en la siguiente secuencia (Rosdolsky [1968] 1989: 85):

Septiembre 1857: Grundrisse: 28-29

Octubre 1857: Grundrisse: 138-139

Noviembre 1857: Grundrisse: 175

Noviembre 1857: Grundrisse: 186

Febrero 1858: Carta de Marx a Lasalle, 22/2/1858

Abril 1858: Carta de Marx a Engels, 2/4/1858

Junio 1858: Grundrisse: 855-859

Enero 1859: Contribución a la crítica de la economía política, prefacio. p. II.

Febrero-marzo 1859: Grundrisse: 969-978

Diciembre 1862: Carta de Marx a Kugelman, 22/12/1962

Enero 1863: Historia crítica de las teorías de la plusvalía, Tomo I: 377-378

Julio 1865: Carta de Marx a Engels, 31/7/1865

Octubre de 1866: Carta de Marx a Kugelman, 13/10/1866

Abril de 1868: Carta de Marx a Engels, 30/4/1868

A lo largo de sus múltiples variaciones, el plan de investigación empírica- redacción- exposición lógico dialéctica más ambicioso que Marx tenía en mente apuntaba a escribir originariamente seis libros, según la carta enviada a Lasalle el 22/2/1858 (Marx y Engels 1968: 69-70). Un año antes, en la “Introducción” de los Grundrisse [1857], el plan original se detallaba aún más, aunque por entonces constaba de cinco libros: “Efectuar claramente la división [de nuestros estudios] de manera tal que [se traten]: 1) Las determinaciones abstractas generales que corresponden en mayor o menor medida a todas las formas de sociedad, pero en el sentido antes expuesto. 2) Las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa y sobre las cuales reposan las clases fundamentales. Capital, trabajo asalariado, propiedad territorial. Sus relaciones recíprocas. Ciudad y campo. Las tres grandes clases sociales. Cambio entre ellas. Circulación. Crédito (privado). 3) Síntesis de la sociedad burguesa bajo la forma del Estado. Considerado en relación consigo mismo. Las clases «improductivas». Impuestos. Deuda nacional. Crédito público. La población. Las colonias. Emigración. 4) Relaciones internacionales de la producción. División internacional del trabajo. Cambio internacional. Exportación e importación. Curso del cambio. 5) El mercado mundial y las crisis” (Marx [1857-1858] 1987a, T. I: 29-30).

Recorriendo cada una de las estaciones de esta abigarrada acumulación y variación de planes, resulta diáfano que todo el proyecto de Marx siempre tuvo el mismo objeto de estudio y apuntó inequívocamente en la misma dirección: hacia el mercado mundial capitalista. Comprendiendo este último como un sistema mundial (es decir, una instancia superior y más abarcadora que el mero intercambio comercial entre diversos Estados-naciones, presuntamente autónomos y recíprocamente autosuficientes). Estudio del mercado mundial que invariablemente iba acompañado, en cada uno de sus planes, de la investigación sobre su crisis.

El recorrido por toda esa gama de planes de investigación debería ser suficiente para despejar varias incógnitas y desenredar no pocos equívocos. El principal de todos, en lo que aquí nos atañe: ese inmenso edificio lógico dialéctico sintetizado en las miles de páginas que estructuran El Capital jamás presupuso como objeto de estudio una escala nacional del capitalismo, como suele repetirse mecánicamente en la vulgata convencional académica (incluyendo dentro de ella no sólo las diatribas e impugnaciones habituales contra Marx, sino también las versiones más cristalizadas del “marxismo” eurocéntrico, apologista encubierto del occidentalismo y la modernidad etnocéntrica).

El orden de investigación empírico y teórico y las primeras formas de redacción de los resultados no siempre coincidieron con el orden final de exposición lógico-dialéctica que adopta la versión que sale de imprenta, primero en 1867 y, luego, entre 1872 y 1873 (segunda edición alemana, corregida en vida de Marx). Tal es así que, en 1877, habiendo publicado ya dos ediciones alemanas y una francesa del libro primero, Marx escribe en su correspondencia: “En realidad, comencé a escribir El Capital, reservadamente, siguiendo el orden inverso en que la obra se presentará al público (comenzando por la tercera parte, la parte histórica), pero con la particularidad de que el tomo I, el último que abordé, fue el primero que quedó listo para la impresión, mientras que los otros dos permanecieron bajo la forma inacabada que originalmente presenta toda investigación” (Carta de Marx a Siegmund Schott, 3/11/1877, en Marx [1862-1863] 1987b, T. I: 7 y Marx y Engels 1968: 219). Es decir que Marx, según su propio testimonio epistolar, redactó El Capital primero en un orden histórico, en segundo lugar de un modo lógico dialéctico. Este último es el que irá a la imprenta, tanto en la primera versión de 1867 como en la edición corregida de 1872-1873.

Por la forma y el estilo de escritura y por el método lógico-expositivo elegido por su autor, la lectura lineal de El Capital (principalmente si se adopta en forma aislada y descontextualizada el libro primero) puede generar el gravísimo equívoco teórico que presupone que Marx nos está hablando allí de “un empresario” individual o, a lo sumo, de un pequeño segmento de “su” clase obrera que trabaja en una sola empresa.

Marx comienza los primeros capítulos del primer libro detallándonos el comportamiento aparentemente “individual” de un empresario, poseedor de dinero, prácticamente como si estuviera retratando al personaje de una obra de teatro. Es más, el traductor del inglés al castellano de la obra de Francis Wheen que explora la historia de la redacción de El Capital, mantiene el nombre de un supuesto “señor Caudales” para la expresión Moneybags de la edición en inglés. Marx se refiere a él con lujo de detalles, sólo le faltó detallarnos su nariz, el color de sus ojos, su vestimenta y el tamaño de su barriga. Un recurso literario que condujo al biógrafo Wheen a comparar el libro primero de El Capital con (a) una novela gótica; (b) un melodrama victoriano; (c) una comedia negra y (d) una tragedia griega (Wheen [2006] 2007: 62-67 y 95). Su inigualable estilo literario y la proliferación de expresiones metafóricas en una obra que pretende cuestionar desde sus raíces al capitalismo como sistema mundial y a toda la economía política que intenta legitimarlo, son desplegadas por Marx en función de su crítica científica. Pero no se puede responsabilizar al autor de El Capital de las desorientaciones que derivan de confundir recursos literarios y expresiones metafóricas con categorías científicas y nuevos conceptos teóricos (Gramsci [1932-1933] 1999-2000, Tomo 4: 322; Silva [1971] 1980: 53, 63, 66); así como tampoco podemos atribuirle los enormes dislates y malos entendidos originados en la confusión de su escala de análisis, propias de lecturas simplistas que congelan aquellos recursos estilísticos creyendo, infructuosamente, que Marx está atacando a un capitalista individual por supuestas “maldades” y “falta de ética” cometidas contra “su” obrero particular o, en el mejor de los casos, a los capitalistas de Inglaterra por la explotación de “su” propia clase obrera inglesa y la de su colonia más cercana, Irlanda.

En este sentido, puede tomarse como ejemplo arquetípico y sintomático de toda la obra, la última página del capítulo cuarto del libro primero, donde Marx nos describe a dos personajes dramáticos, aparentemente singulares (que pasan juntos desde la esfera visible y superficial del mercado y la circulación al ámbito oculto y profundo de la producción y la explotación), tan bien retratados que parecen extraídos de una obra de teatro. Uno es un capitalista hipócrita, codicioso, egoísta y malvado, que cree en la ficción jurídica de un supuesto “Edén de los derechos humanos innatos”. El otro es un obrero humillado, derrotado, resignado y aislado, a quien van a exprimir y, en palabras de Marx, a “curtir el cuero” (Marx [1872-1873] 1988, T. 1, Vol. 1: 214). Pero ese estilo de escritura, que tanto le debe a sus admirados William Shakespeare y Johann W. Goethe, dos de sus dramaturgos más amados, no debe confundirnos. La enorme calidad literaria de la pluma de Marx no puede, bajo ningún pretexto, ocultar, desdibujar o soslayar que nos está hablando de algo bien distinto a la trama y las escenas de la célebre novela de Daniel Defoe, protagonizada por el náufrago burgués inglés Robinson Crusoe, de York, y el indígena “Viernes” del río Orinoco, dos individuos aislados (Marx [1857-1858] 1987a, T. I: 3).

Aunque allí su pluma nos pinte el retrato de personajes cuasi teatrales, presuntamente individuales (¡para otorgarle a su crítica del régimen capitalista una tensión dramática y una carga de impugnación incomparable con cualquier otro científico social de su época o la nuestra!), en El Capital Marx está tratando de construir una teoría crítica del sistema mundial capitalista, su crisis y sus relaciones sociales fundamentales, jamás reductibles ni al duelo entre un par de individuos enemistados entre sí, ni a los conflictos sociales reducidos a una sola empresa ni tampoco a las relaciones internas dentro de un estado-nación aislado, por más poderoso que este sea (para el caso, Inglaterra).

No comprender algo tan básico en el fondo presupone no entender las sutilezas de su manejo y empleo magistral de la lógica dialéctica, la articulación de lo lógico y lo histórico, su descripción de la “ruidosa esfera de la apariencia superficial” y su explicación de las profundidades esenciales que condicionan y determinan las leyes tendenciales del movimiento y el proceso de desarrollo del conjunto de la economía mundial capitalista. Lo cual deriva, no en una mala hermenéutica de una página puntual, sino en algo muchísimo más grave: en una incomprensión teórica y política de toda su obra (Lenin [1914b] 1960, T. 38: 174).

Lenin, la gestación de la teoría del imperialismo y la dependencia

Guiándose por las huellas y pistas metodológicas de su maestro, Lenin se esfuerza desde muy joven en tratar de continuar la obra inacabada de Marx. Su punto de vista no solo se ubica en “el ala más radical del marxismo” (Rosdolsky [1968] 1989: 528), sino que, además, sienta las bases epistemológicas para una crítica profunda y sin concesiones de todas las derivas occidentalistas, colonialistas y eurocéntricas que se han pretendido construir, erróneamente, bajo la sombra del prestigio, prestado y ajeno, de Marx.

El joven Lenin comienza a leer y estudiar El Capital (los dos primeros libros, hasta ese momento publicados) a los 18 años de edad y ya a los 23 años interviene en polémicas de envergadura con repercusiones a escala internacional. A medida que se van publicando otros textos inéditos del maestro, los va devorando uno a uno (desde el tercer libro de El Capital, recién publicado por Engels en 1894, hasta la Historia crítica de las teorías de la plusvalía, considerado el cuarto tomo de El Capital y publicado —con ciertos cortes y censuras realizados por K. Kautsky— entre 1905 y 1910).

Así como Marx estructura sus diversos planes de estudio e investigación siguiendo siempre el hilo rojo del método dialéctico, Lenin no quiere equivocar el camino. Por eso programa su brújula teórica con el mismo método de su guía inspirador. No es casual que, en 1914, al iniciarse la primera guerra mundial, en plena crisis capitalista y desbarajuste completo de la Internacional Socialista, prolongue esas lecturas detalladas de la obra de Marx abordando en forma completa la Ciencia de la Lógica [1812], de Hegel (haciendo extractos de la misma, agregando anotaciones y numerosas reflexiones propias). Ya no a través del tamiz unilateral de Plejanov o Kautsky (las viejas “autoridades” de la II Internacional), sino enfrentándose directamente con Hegel, de quien Marx se había declarado “discípulo de aquel gran pensador” en el epílogo a la segunda edición alemana de El Capital (Marx [1873] 1988, T. I, Vol. 1: 20).

Sus numerosos estudios realizados a lo largo de más de dos décadas, que lo conducirán en 1916 a publicar el resultado de sus investigaciones sobre el imperialismo, entendiéndolo como una nueva fase mundial del sistema capitalista, se encaminan desde lo abstracto hacia lo concreto. La misma dirección metodológica elegida por Marx para desplegar la exposición lógico dialéctica de El Capital.

Ya desde sus primeros textos, Lenin interviene en los debates formulándose interrogantes generales como las siguientes: ¿qué es el mercado? y ¿qué es el capitalismo? (Lenin [1893] 1958, T. 1: 105, 112, 120); preguntas a las que luego agrega: ¿en qué consiste el concepto de “formación económico-social”? y ¿de qué nos habla y cuál es el objeto de estudio de El Capital? (Lenin [1894] 1958, T. 1: 145-150, 152-163, 170, 174, 180, 185, 191). Partiendo de esas indagaciones todavía abstractas y genéricas se dirige, a lo largo de más de veinte años, entablando incontables polémicas económicas, políticas y filosóficas, hacia una comprensión concreta del sistema mundial capitalista, el colonialismo, el problema nacional y el imperialismo, su desarrollo desigual que divide al conjunto de las formaciones económico sociales que constituyen la totalidad de la economía mundial en centros imperialistas y países coloniales, semicoloniales y dependientes [el término específico sobre la “dependencia”, que hemos subrayado, corresponde a Lenin. N. K.](Lenin [1916a] 1960, T. 22: 277 y Lenin [1916b] 2009: 483), sus contradicciones antagónicas e irreconciliables, las raíces más profundas de su crisis, las guerras (tanto las imperialistas de reparto del mundo, como las de liberación nacional y las guerras civiles) hasta llegar, por fin, a su principal objetivo: identificar las condiciones de posibilidad para iniciar un proceso revolucionario de aspiraciones internacionales y mundiales.

Como su voluminosa obra está plagada de infinitas discusiones y polémicas e interlocuciones tan variadas y diversas, resulta bastante fácil perderse en ese laberinto interminable sin encontrar la lógica subyacente de sus estudios, las directrices principales que va persiguiendo a lo largo de cada paso pequeño que da y las perspectivas generales de su programa de investigación que se despliega, siguiendo las enseñanzas de su maestro, desde lo abstracto hacia lo concreto.

Si tuviéramos que trazar una cartografía mínima y esquemática de todas las fases que Lenin va recorriendo hasta llegar a sistematizar su teoría madura del imperialismo, tendríamos que señalar, como mínimo, alrededor de una decena de obras suyas, que confluyen posteriormente en su libro célebre El imperialismo, fase superior del capitalismo [1916].

Esta obra constituye el sustento teórico inicial y la plataforma epistemológica a partir de la cual se despliega posteriormente la teoría marxista de la dependencia e incluso la teoría de la acumulación a escala mundial (Caputo y Pizarro [1970] 1975: 172-173; Amin [1971] 1975: 32-33; Dos Santos [1978] 2011: 357; Osorio [1994], en Marini y Millán 1994b, T. 2: 166; Ouriques [1994], en Marini y Millán 1994b, T. 2: 187; Kohan 2015a y 2015b; Osorio 2016: 52; Smith 2016: 95, 107, 188, 202, 219-220, 225-226).

Dentro de ese universo complejo y abigarrado, por momentos inabarcable, repleto de discusiones y controversias con las más diferentes tendencias e incontables interlocuciones (algunas hoy célebres, otras absolutamente desconocidas para el público del siglo XXI), no existe un consenso unívoco que delimite cuáles son las obras que confluirán en su teoría madura del imperialismo y qué período preciso abarcan dentro de su biografía político-intelectual. Dejando a un lado las impugnaciones banales y superficiales de la obra de Lenin (que casi en su totalidad ni siquiera se toman el trabajo de leer al menos los títulos y el índice, ya no el contenido, de sus libros, reduciendo grosera y artificialmente su obra a apenas dos o tres textos “clásicos”), los especialistas más eruditos tampoco se ponen de acuerdo al respecto.

Por ejemplo, Luciano Gruppi, en su aguda y riquísima investigación El pensamiento de Lenin, limita los afluentes e insumos previos de esta teoría a sus estudios económicos, políticos y filosóficos del período inmediatamente anterior, correspondientes a los años 1912-1916 (Gruppi 1981: 152). Aunque no lo explicita, este especialista italiano seguramente acota el período de gestación a esos años, tomando como fecha de inicio los debates económicos de Lenin con Rosa Luxemburg. En cambio, nos parece mucho más realista y exhaustiva la reconstrucción que realiza Alonso Aguilar Monteverde, quien en su libro Teoría leninista del imperialismo extiende los antecedentes, insumos y bases fundamentales de la teoría a las obras y polémicas del período 1896-1913 (Aguilar Monteverde 1983: 38-56). En el mismo sentido, Jacques Valier llega aún más lejos e incluye las polémicas de la década 1890-1900, en adelante, hasta 1916, como elementos claves para comprender la conformación madura de la teoría del imperialismo (Valier [1971] 1975: 65, 133).

Aunque rebasa el objetivo específico del presente estudio, no debemos olvidar que, entre los trabajos y libros de discusión económica de mediados de la década de 1890 y la obra ya sistematizada que corona la teoría madura en 1916, median tres grandes problemáticas, insoslayables y definitorias: (a) su teoría de la organización revolucionaria, (b) su teoría de la hegemonía y (c) su teoría de la situación revolucionaria. Estas tres problemáticas, aunque giren en torno a la política y no se circunscriban a la discusión estrictamente económica sobre el carácter, la crisis y las tendencias del sistema mundial capitalista, de ningún modo resultan ajenas al núcleo central del pensamiento leninista.

En 1893, apenas seis años después de que el zarismo ahorcara a su hermano Alexander y cinco años más tarde de haber comenzado a estudiar sistemáticamente El Capital, Lenin publica su primer ensayo. Tenía 23 años de edad. Durante toda esa década adopta por objeto prioritario de polémica a dos corrientes estrictamente rusas: el populismo y el denominado marxismo legal. La primera de mucha mayor penetración en las clases populares, principalmente en el mundo campesino y de más extensa supervivencia política. La segunda, más acotada en el tiempo, se inscribía en algunos segmentos de la intelectualidad liberal desde cuyas coordenadas sus representantes se acercaban a una lectura armonicista del marxismo, próxima a lo que en la Segunda Internacional se conoció posteriormente como revisionismo. Los populistas provenían en gran medida de una antigua tradición de eslavofilia; los marxistas legales, en cambio, propendían al occidentalismo eurocéntrico.

La primera corriente, populista, nunca fue homogénea. Su desarrollo tuvo varias fases y etapas, notablemente diferenciadas entre sí. Lenin distingue el primer populismo, revolucionario, del último populismo, liberal, al que cuestiona sin piedad. Al antiguo populismo revolucionario hace referencia, reconociendo “las mejores tradiciones del viejo populismo ruso”, por oposición al populismo liberal de la década de 1890 en adelante que él impugna (Lenin [1894-1895] 1958, T. 1: 382; Alavi 1983: 594).

El primer populismo era heredero de los fundadores Aleksandr Herzen y Nikolái Gavrilovich Chernishevski. Este último había publicado en 1863 la novela ¿Qué hacer?, escrita en las prisiones del zarismo. Libro de cabecera de Alexander Ulianov, el hermano mayor de Lenin, ejecutado por la autocracia rusa. No resulta descabellado suponer que cuando Lenin elige ese mismo título para su famoso libro ¿Qué hacer? (Problemas candentes de nuestro movimiento), publicado en 1902, haya rendido un silencioso homenaje a su hermano, gran admirador de Chernishevski.

Aquel antiguo populismo, aunque en algunos de sus principales exponentes estaba impregnado de paneslavismo y concentrado en el socialismo campesino, era profundamente anticapitalista e incluso en varias de sus organizaciones empleaba métodos clandestinos y revolucionarios de lucha armada. No es casual que Dimitri Karakosov haya atentado en 1866 contra la vida del zar (Venturi [1952] 1981, Tomo II: 554), mientras que el 24 de enero de 1878 Vera Zasulich dispara contra el general Trépov, gobernador de San Petersburgo (Venturi [1952] 1981, Tomo II: 893); hasta que finalmente el 1 de marzo de 1881 estos revolucionarios ajustician al zar Alejandro II mediante dos explosiones (Venturi [1952] 1981, Tomo II: 1043-1047).

El hermano mayor de Lenin, Alexander Ulianov (familiarmente conocido como “Sasha”), pertenecía a estos grupos, particularmente a Narodnaia Volia [“La voluntad del pueblo”]. Cuando tenía 21 años, el 8 de mayo de 1887, fue ejecutado (mediante la horca) por su participación en la conspiración de 15 jóvenes revolucionarios que planificaron, sin éxito, el ajusticiamiento del zar Alejandro III, sucesor de Alejandro II, quien seis años antes había sido ejecutado por los populistas radicales. Como militante populista, Alexander Ulianov se sintió profundamente conmovido por las tesis de El Capital de Marx (traducido al ruso por los militantes populistas Germán Lopatin y Nikolái FrántsevichDanielsón), obra que leyó y estudió con pasión en el verano de 1886 en el mismo cuarto que compartía con su hermano menor, el joven Lenin (familiarmente conocido como “Volodia”), quien en esa época adolescente todavía estaba alejado de la política y se sentía más atraído por las novelas del escritor ruso Turguéniev. Uno de los biógrafos más informados acerca de Lenin anota sobre su hermano Alexander: “No cabe duda de que El Capital tuvo un impacto abrumador en él” (Deutscher [1970] 1975: 82, 86-90).

El más activo —y último— de los numerosos grupos populistas revolucionarios fue la ya mencionada organización Narodnaia Volia. Karl Marx había leído sus programas políticos (Marx y Engels 1980: 14; Wada [1975], en Shanin 1990: 85-86); se carteaba con ellos e incluso sintió gran simpatía por ciertos planteos que destacaban la posibilidad de un camino no capitalista para la revolución rusa. Su carta a la redacción del periódico ruso Otiéchestviennie Zapiski [“Anales de la patria”] de fines de 1877 y su correspondencia del 8 de marzo de 1881 con Vera Zasulich —incluyendo sus varios borradores manuscritos de la misma— constituyen una contundente evidencia al respecto (Marx y Engels 1980: 31-65). Marx incluso vio con buenos ojos el atentado que estos populistas revolucionarios realizaron el 1 de marzo de 1881 contra el zar Alejandro II, según le confiesa a su hija mayor Jenny Marx Longuet, a quien le escribe el 11 de abril de 1881: “¿Has seguido el juicio de San Petersburgo contra los autores del atentado? Son gente que vale mucho, sin actitudes melodramáticas, sencillas, serias y heroicas [subrayado N. K.]. Gritar y hacer son contrarios inconciliables. El Comité Ejecutivo de San Petersburgo, que actúa tan enérgicamente, lanza manifiestos de «moderación» refinada. Esto está muy lejos de la forma pueril en que Most y otros llorones infantiles predican el tiranicidio como «teoría» y como «panacea»” (Carta de Karl Marx a Jenny Marx Longuet, 11/4/1881, Marx y Engels 1980: 14; Marx y Engels 1973a: 316-319).

Pero aquel antiguo populismo más tarde se cristalizó, entró en crisis (tras la represión que siguió al ajusticiamiento en 1881 del zar Alejandro II) y se empecinó, contra toda evidencia empírica, en negar: (a) que el “empobrecimiento del pueblo” (en especial del campesinado) no invalidaba la transformación de la economía natural en economía mercantil y esta en economía capitalista, que necesita, precisamente, dicho empobrecimiento para transformar a los productores directos —empobrecidos y expropiados— en fuerza de trabajo, es decir, en mercancía disponible en el mercado; y (b) que la formación social rusa, a pesar de su evidente desarrollo desigual interno, había comenzado a ser incorporada al sistema capitalista mundial en plena expansión. Por eso el populismo de la década de 1890 en adelante adopta un carácter notoriamente diferente al populismo revolucionario de décadas anteriores (Tvardovskaia [1969] 1978: 82-87). Contra este otro populismo, en el cual se van diluyendo los círculos vinculados a la lucha armada y adquieren mayor peso los escritores “legales” ya desvinculados de las organizaciones clandestinas de antaño, discute y polemiza el joven Lenin en sus escritos, desde 1893 en adelante. Recordemos que Lenin, después de leer con pasión a Chernishevski (muy admirado, reiteramos, por Alexander Ulianov), comienza a estudiar seriamente El Capital en 1888, al año siguiente de la ejecución de su hermano. Un lustro después, en 1893, ya maneja con fluidez incluso el libro segundo de El Capital, publicado por Engels en 1884.

La tesis teórica de los populistas legales, que a partir de la década de 1890 publicaban en periódicos y también en libros (dejando atrás la etapa de clandestinidad y confrontación armada), insistía con que era lógicamente “imposible” que el capitalismo mundial avanzara sobre Rusia debido a que, en una interpretación forzada de los esquemas de reproducción del libro segundo de El Capital, la burguesía rusa, supuestamente, “no podía realizar el plusvalor”, por la debilidad de su mercado interno (y la pobreza campesina), en ausencia de un sólido mercado externo.

Dos de los principales exponentes de esta unilateral interpretación fueron Vasili Pavlovich Vorontsov (su seudónimo era V. V.) y Nikolái Frántsevich Danielsón (sus seudónimos eran varios: N.-on; Nikolái-on y On). Este último no solo se había carteado con Marx desde 1868 hasta la muerte del maestro (Marx, Danielsón y Engels 1981), sino que había traducido El Capital al ruso, completando la traducción de Germán Lopatin, otro populista de la primera época revolucionaria.

El joven Lenin, sumergido hasta el cuello en estas primeras polémicas, aunque a lo largo de toda su vida y su obra nunca abandona el antietapismo de los populistas radicales (Díez del Corral 1999: 68-69) —como quedará en claro los meses clave, desde abril a octubre, de 1917—, comienza a reflexionar sobre la subordinación que el sistema mundial capitalista en expansión ejercía sobre la formación social rusa, cuya burguesía dejaba caer lágrimas de cocodrilos por “la pobreza del pueblo” pero al mismo tiempo desarrollaba el capitalismo cada vez más en distintas ramas de la industria.

Más allá de los deseos y el imaginario “anti-occidentalista” de la cultura populista de antaño, empíricamente se podía demostrar que las relaciones sociales capitalistas estaban desarrollándose en extensión y en profundidad en distintas ramas y sectores fundamentales de la economía de la vieja Rusia de los zares, transformando “la economía natural” en economía mercantil y esta en economía capitalista (Lenin [1893] 1958, T. 1: 104-105). Desde esos materiales encontramos las primeras búsquedas, bases y reflexiones de su teoría madura sobre la economía mundial y el imperialismo, con su ya inocultable influencia en las sociedades coloniales, semicoloniales, periféricas y dependientes y su predominio sobre las formaciones sociales hasta poco tiempo atrás con débiles vínculos hacia el mercado mundial.

El análisis de esta problemática y las polémicas que la acompañaron, recorrerá varias obras del joven Lenin, por lo menos hasta 1899, cuando tras pasar años recluido en Siberia, publica El desarrollo del capitalismo en Rusia. En la mayor parte de esos textos, Lenin cuestiona a los populistas de la década del 90 del siglo XIX, principalmente a Vorontsov y Danielsón, aunque en ¿Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los socialdémocratas [1894] también somete a crítica la obra del sociólogo populista N. K. Mijailovsky, quien defendía una perspectiva subjetivista en el campo sociológico.

El núcleo de la argumentación de Lenin frente a la supuesta “imposibilidad lógica” del capitalismo para Rusia, sostiene que el problema de la realización del plusvalor (y la reposición ampliada de todas las partes del producto social, sea en su forma valor —subdividido en capital constante, capital variable y plusvalor—, sea en su forma material —sector dedicado a la producción de medios de producción y sector dedicado a la producción de medios de consumo—), no depende del comercio exterior (Lenin [1897] 1958, T. 2: 152-154 y [1899b] 1957, T. 3: 36-37, 42-43). Además, agrega, que “la desproporcionalidad de sectores de la producción capitalista no deja fuera de su accionar al subconsumo” (Lenin [1897] 1958, T. 2: 158; Lenin [1898] 1958, T. 4: 56; Sweezy [1942] 1973: 206; Marini 1979a).

En síntesis, casi pedagógica, Lenin remata sus polémicas juveniles desarrolladas durante seis años, concluyendo que el desarrollo del capitalismo en una sociedad periférica (como la rusa de aquellos tiempos; y dejamos expresamente de lado cualquier previsible analogía con las formaciones sociales latinoamericanas para no forzar los textos originales) resulta irremediablemente contradictorio, desigual y polarizante, acorde a las enseñanzas de Marx sobre la acumulación capitalista y las crisis expuestas en los diversos libros de El Capital, pero de ningún modo... “imposible” (Lenin [1899b] 1957, T. 3: 48).

En paralelo a sus prolongadas polémicas con los populistas liberales de la década de 1890, Lenin también cuestiona a los denominados marxistas legales, entre los que sobresalían Pyotr B. Struve, Nikolái A. Berdiáev, Sergei N. Bulgákov, Mijaíl Ivanovich Tugán-Baranovsky y Semyon L. Frank, quienes por oposición a la supuesta “imposibilidad” lógico-histórica del capitalismo en Rusia, terminaban de manera apologética atenuando los “desequilibrios” endógenos hasta volver eterno el régimen capitalista.

De todos ellos, probablemente los dos más serios hayan sido Bulgákov y Tugán-Baranovski. Este último, a partir de los esquemas de reproducción del libro segundo de El Capital