Historia de mis libros - Pedro Antonio de Alarcón - E-Book

Historia de mis libros E-Book

Pedro Antonio de Alarcón

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Beschreibung

Historia de mis libros es un ensayo de Pedro Antonio de Alarcón en el que el autor aprovecha para hacer un repaso de sus obras en forma de memorias o autobiografía desde el punto de vista literario.-

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Pedro Antonio de Alarcón

Historia de mis libros

 

Saga

Historia de mis libros

 

Copyright © 1861, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726550870

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

- I -

EXPLICACIÓN

Ni soy yo el primer escritor que a la vejez ha caído en la cuenta de que le convenía redactar por el mismo el Prólogo general de sus Obras, ni deja de ser necesario que todos los autores realicen, como despedida, algo semejante.

Porque, una de dos: o no tienen en nada sus libros, en cuyo caso deben quemarlos y prohibir a sus herederos que los reimpriman, o los consideran dignos del público, ya sea por debilidad de padre, ya por deferencia a los lectores que pagan: y, en este segundo caso, que es el mío, deben defender aquello que venden; deben deshacer errores y embustes acerca de su origen y significado; deben contestar a criticas basadas en materiales equivocaciones o falsos razonamientos; deben, en fin, poner las cosas en su punto y lugar, para que, llegada la hora de la muerte, no salga cualquier amigo o enemigo desfigurando las intenciones del inerme difunto, con risa o rabia de los pocos o muchos parciales discretos que le queden y, por de contado, con aflicción y pena de los propios hijos -que Dios bendiga, en cuanto a los míos toca.

Aquí tenéis, en cuatro palabras, la explicación del epítome o testamento literario que vais a leer; testamento que pienso escribir con la religiosa sinceridad correspondiente a toda confesión, sin dar oídos para nada al agravio, a la vanidad, ni a la conveniencia. De todo lo cual se deduce que sigo en el voluntario propósito, declarado tres años ha en la dedicatoria de LA PRODIGA, de no componer ningún nuevo libro (fuera de la terminación de mis Viajes por España), y que no me ya del todo mal en esta que llamaré barrera del circo literario, viendo ponerse en paz el sol de mi trabajada vida, mientras que allá abajo, sobre la ingrata arena, prosiguen luchando serviles autores y temerarios críticos de la moderna estofa, quienes no se afanan ya por enaltecer sobre el pedestal del Arte los más puros afectos del alma, sino por complacer a la turbamulta, regalándole cromos y fotografías de las peores ruindades del humano cuerpo.

Podrá ser, con todo, antiguos lectores míos, amantes de lo ideal y de lo decoroso, que el presente inventario resulte, a1 cabo de mis días, tarea incompleta, por lo temprana (suponiendo, y no es mucho suponer, que, antes de morirme, vuelva a la liza en uso de mi derecho, y componga y publique algunas novelas, de las muchas que aun me bullen en el magín); pero conste desde ahora que, si tal ocurre, las nuevas obras llevarán al frente una especie de codicilo, que mis editores póstumos tendrán la dignación de agregar a este mi testamento, con el fin de librarlas también, por todos los siglos de los siglos, de torcidas interpretaciones, y dejar asentado de un modo indudable que jamás contribuí, directa ni indirectamente, a la ruina del idealismo en España, ya que no bastasen mis escritos, por falta de mérito exterior, a libertar a nuestro siempre descuidado país de los estragos de la impiedad y del mal gusto.

Y hechas estas advertencias, que, hablando ahora más juiciosamente, considero inútiles y petulantes, por cuanto la concienzuda posteridad y mi obscuro nombre no llegarán nunca a darse los buenos días, paso a redactar la anunciada pobrísima Historia de mis libros, aunque no sea más que para entretenimiento privado de mis herederos y sucesores.

- II -

POESÍAS

En la ciudad de Guadix, que tiene Catedral, Alcazaba árabe, río, huertas, vega, olivares, viñas, sierras, Batallón provincial (hoy de depósito), Juez de ascenso, dos lápidas romanas y un alto relieve fenicio, escribí desde la edad de diez años a la de diez y nueve mis primeros versos, artículos y novelas.....

¿Quién me enseñó? -Nadie. -Yo no soy discípulo de ningún D. Alberto Lista, grande ni pequeño. -Sírvame esto de disculpa, o sirva más bien de disculpa a mis obras, dado que no comencé a literatear por selección ni por capricho, sino cediendo a una fuerza interior, tan espontánea y avasalladora como las de la vida, orgánica, y dado también que me fue desde luego forzoso tomar la cosa por oficio y entregar a la imprenta mis pobres borrones, so pena de quedar enterrado en Guadix y cantar misa, cuando mi vocación era el matrimonio, o verme obligado a desmentir en algún taller o mercería mi calidad de nieto de un hidalgo que vivió y murió «libre y exento de pagar ni contribuir en los pechos, derechos é servicios Reales ni Concejales, como los otros buenos homes pecheros», según que reza la Ejecutoria del padre de mi padre, al tenor de otras de sus ascendientes, escritas en letra gótica.

Dicho sea en verdad, casi ninguna de las composiciones poéticas de aquellos albores de mi vida va en esta colección, ni fue tampoco en la primera, que publiqué el año de 1870 bajo el título de Poesías serias y humorísticas..... Comienzo sin embargo, por aquí esta reseña bibliográfica, en atención a que mi primer tartamudeo literario consistió en componer versos, por virtud de no sé qué fatalidad innata, como la que dibuja las facciones de cada rostro..... -No quiere esto significar que aquellos frutos silvestres dejaran de ser bordes y detestables..... Pero bueno es haceros saber que de los nueve a los catorce años de edad, no sólo canté, como todo el mundo, el natalicio y los días de mis padres y hermanos, sino también las excelencias de cierta mina que nos costó al cabo mucho dinero, la toma de posesión de un Obispo, el antiguo poderío de los Moros, las ceremonias religiosas de la Catedral, los milagros del varón apostólico San Torcuato y los grandes espectáculos de la naturaleza, mañana, tarde, noche, luna, eclipses, etc., etc.; todo lo cual (refiérome a las canciones) fue pasto de las llamas al poco tiempo.

Llegado a la crisis fisiológica en que la ley permite al hombre hacer testamento y casarse; esto es, llegado a la pícara pubertad, cambié de musa a la par que de voz y de nariz; y la mujer, el amor, la idolatría física o las ilusiones poéticas referentes a tal o cual hija de Eva que sólo se diferenciaba de mí en algunos pormenores de forma y ropaje, fueron exclusivo objeto demis cantos. -«A sus ojos.....» «A su boca.....» «A su pie.....» «A su pañuelo.....» «A su abanico.....», y también «A sus juramentos.....» «A su veleidad.....» «A su perjurio.....» «A su olvido.....» «A su muerte.....», se titulaban todas aquellas composiciones, escritas en una torre de mi casa, antes o después de ir cotidianamente al Seminario a cursar la Sagrada Teología.....; y de todas ellas tampoco resta nada, supuesto que perecieron también en la hoguera.

Espronceda y Zorrilla me habían servido de modelos hasta entonces. Los cómicos de la legua, que solían hambrear en Guadix por tiempos de feria, me recitaban de memoria los cantos de aquellos dos famosísimos vates. Y así compuse, y quemé también, de los catorce a los diez y seis años, cuatro dramas en octosílabos y endecasílabos, que por cierto me valieron, en el Liceo o teatro de aficionados de aquella ciudad, triunfos y coronas sin número, sólo envidiables (pronto lo discerní) por lo mucho que me gustaba la graciosa joven que representaba el papel de protagonista y a quien regalaba yo todos mis laureles. -Murió pocos años después aquella infortunada, y los necrológicos versos titulados Las Nubes, que escribí pensando en ella poco antes de salir de mi pueblo, son los más antiguos que figuran en esta colección, y tal vez los únicos salvados de tan repetidos y justos autos de fe. Prosiguiendo la historia de mis Poesías, sin perjuicio de regresar luego hacia los primeros años para tomar desde el principio mis obras en prosa, diré que, entre lo quemado en otra hoguera posterior, figura una Continuación de El Diablo-Mundo, principiada en Guadix en 1851, proseguida en Madrid en 1853, y anulada completamente por la que publicó al poco tiempo el insigne amigo de Espronceda, D. Miguel de los Santos Álvarez. -Puedo decir que, desde entonces, no volví a versificar con propósito de alcanzar honra o provecho, sino por encargo de tal o cual amigo por razones domésticas o por compromisos sociales..... -Habíame convencido de que, entre ser poeta contoda el alma (como yo lo era por sensibilidad y entusiasmo del corazón y de la mente), y ser cantor en verso, con la entonación, el ritmo y la necesaria sublimidad de formas, hay esencialísimas diferencias, y de que mi propia excesiva facilidad para explicarme en tal o cual metro distaba mucho del verdadero canto