El hijo pródigo - Pedro Antonio de Alarcón - E-Book

El hijo pródigo E-Book

Pedro Antonio de Alarcón

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Beschreibung

El hijo pródigo es una obra teatral en verso de Pedro Antonio de Alarcón. Articulada en tres actos, se estructura en torno a un drama familiar con amargo desenlace.-

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Pedro Antonio de Alarcón

El hijo pródigo

DRAMA EN TRES ACTOS Y EN VERSO

ORIGINAL DE

Saga

El hijo pródigo

 

Copyright © 1871, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726550900

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

A mis señores Padres.

Dedro Autouio de Alarcou.

PERSONAJES ACTORES.

DON BLAS D. Joaquin Arjona. DOÑA ROSA D.a mercedes Buzon. MIGUEL D. Julian Romea. DOLORES D.a teodora Lamadrid. FERNANDO D. Victorino Tamayo. DOÑA RAMONA D.a felipa Orgaz. DON GIL D. Pedro Sobrado.

____________

La escena es en Carmona, en casa de D. Blas, año de 185...

____________

Se estrenó esto drama en el teatro del Circo de Madrid, la noche del 5 de Noviembre de 1857, á beneficio de primer actor D. Joaquin Arjona.

ACTO PRIMERO.

Salon antiguo: á la derecha en primer término, gran chimenea de campana. En segundo término una puerta que va al interior de la casa. En el fondo puerta grande que da á un corredor, cuya baranda de madera se alcanza á ver. A la izquierda en segundo término, un aparador con vajilla. En primer término, una mesa, sobre la cual hay un belon de cuatro mecheros, y una jaula con un canario. Entre el aparador y la mesa, una ventana de cristales. Muebles viejos, restos de una casa solariega. Al lado de la chimenea enfrente del público, un gran sillon de baqueta. (La izquierda y la derecha se entenderán siempre del espectador.)

ESCENA PRIMERA.

Don Blas, Doña. Rosa, Dolores, Doña Ramona. Al alzarse el telon, D. Blas reza con un rosario en la mano, sentado en el sillon. Doña Rosa y Doña Ramona hacen calceta, sentadas tambien á la chimenea. Dolores está sola á la derecha, vuelta de espaldas al hogar, jugando con la jaula. Es de noche. — Oyese el doble de una campana á lo lejos.

 

Blas. Por el eterno descanso

de los que en la tierra yacen.

Todos. Amen.

(Un reló mas cercano que el doble, da las diez: cesa el doble.)

Ram. Silencio... las diez...

Blas. Si: las diez son.

Ram. Dios las trae.

(Doña Rosa se levanta, y entra y sale por la puerta de la derecha llevando vajilla del aparador. Se conoce que se prepara una cena. Dolores se levanta una vez y se asomad la ventana, volviendo á sentarse donde estaba.)

Ya acabaron de doblar...

¡Jesus, qué noche!.. qué tarde!

La víspera de difuntos

me da miedo... Aun tengo carne

de gallina... Es espantoso

estar nueve horas mortales

oyendo tocar á muerto!

Blas. ¡Y sin embargo; es tan grande,

es tan solemne este dia!

Ram. Pero triste...

Blas. ¡Disparate!

Para los buenos cristianos

morir es cosa muy fácil;

porque morir es nacer

á otra vida perdurable.

El que no está satisfecho

de lo que aqui de sí hace,

teme que no le permitan

existir en otra parte...

por eso espantan los muertos;

por eso usted se contrae

la noche de Todos-Santos...—

¡Es muy difícil hallarse

digno de morir, vecina!—

Cásese usted.

Ram. ¿Que me case?

Blas. Si, señora: verá usted

cómo en sus hijos renace,

y deja de imaginar

que morir es acabarse.

Sabrá usted entonces al menos,

que cuando al sepulcro baje,

habrá en noches como esta

quien la recuerde y la ame,

y ruegue á Dios por el alma

de una esposa, de una madre!

Ram. Eso digo yo á don Gil...

pero... en fin... cuanto mas tarde...

siendo vieja... tiene una

menos probabilidades

de ver morir á sus hijos...

Blas. Y de verlos nacer...

Ram. ¡Diantre!

Quizás tenga usted razon...

BLAS. Y tú, Dolores, ¿Qué haces?

No dices una palabra...

¿Qué tienes?

Dol. Pienso en mis padres.

(D. Blas se levanta y se acerca á Dolores.

Doña Rosa, que ve sola á Doña Ramona, la dice mientras sigue en su faena.)

Rosa. Comadre, dispense usted...

Ram. Vaya... siga usted, comadre.

Blas. Tambien yo he pensado en ellos. (A Dolores.)

Si les he rezado, sabe

que al par de Dios te bendicen

quizá en este mismo instante.

Ausentes los muertos son...

¡Espera hasta que te llamen!

Tus padres quisieron verte

en el cielo entre los ángeles,

y á conseguirlo de Dios

ellos partieron delante.

Mas dejemos estas cosas...

Alégrate... ven... abrázame...

Como á una hija te queremos

Rosa y yo...

Dol. ¡Querido padre!

Blas. Ni tienes que agradecer

lo que acá por tí se hace;

que eso y mucho mas debemos,

—y asi el Señor se lo pague—

á la memoria bendita

de don Luis y doña Cármen.

Si logré ser escribano,

si pan tenemos que darte,

agradéceselo á ellos...

¿Qué era yo?... un simple pasante

de su oficio... ¡A los cuarenta

años escribiente!... ¡un nadie!

Una noche...

Ram. ¡Dios me valga!

¡La historia de siempre!

Blas. Antes

de morir, me dijo: «¡Blas!...»

A todo esto, tu madre

ya habia muerto... Tú eras niña...

(Quedan hablando de pie: Doña Rosa se acerca á la chimenea.)

Rosa. ¡Ay, Jesus!... Hija... ¡tan tarde,

y mi Miguel no ha venido!

Ram. Ni don Gil...

Rosa. ¡Y está enfriándose

la cenal... ¡Ay!... ese muchacho

me va á achicharrar la sangre.

Figúrese usted, vecina,

que Blas le dijo al marcharse:

«ven á las diez»... y ya han dado!

Ram. Estará con la elegante

forastera... Don Gil dijo

que habia concierto...

Rosa. Es probable.

Yo estoy temblando... Me asustan

sus reyertas con su padre...

Ayer le faltó al respeto;

y Blas... si llego á tardarme

en acudir... ¡Virgen santa!

(Se oye un aldabonazo.)

Blas. Llaman á la puerta...

Dol. Ya abren.

ESCENA II.

Dichos , Fernando.

 

Rosa. Es Fernando.

Fern. Buenos noches.

(Sacude la capa y la cuelga.)

Todos. Ruenas noches.

Fern. ¡Qué frio hace!

(Se acerca á la chimenea. Busca las miradas de Dolores.)

Blas. Ya está aqui el hombre de bien...

(A Dolores.)

Repáralo... Ni de lance

se encuentra un mejor marido.

Yo te le destino. ¿Sabes?

¿Pero, qué? ¿no le sonries?

¡te callas! ¡No hay quien la saque

una palabra del cuerpo!

¿Por qué harán los comediantes

el Sí de las Niñas?... Yo

creo mas interesante

el silencio de las niñas...—

Oye tú, Fernando...

Dol. ¡Padre!...

¡Silencio, por Dios!

Blas. No temas.

Fern. ¿Qué hay, don Blas? (Acercándose.)

Blas. ¿Viste al alcalde?

Fern. No: pero he visto á don Gil...

y lo mismo da.

Blas. ¿Pagaste?

Fern. Si, señor; onza tras onza

solté mis seis mil reales,

con lo cual ya soy paisano.

Blas . Yo espero que esta vez tarden

mucho en reclamar la quinta.

Fern. Sáquenla cuando la saquen,

ya soy libre.

Blas. ¡Vea usted

lo que es ser rico!

Fern . Pues palpe

Miguel lo que es ser dichoso...

¡sacar el doscientos!... ¡Diantre!

Blas. Y sin embargo, es tan loca

su aficion á los viajes,

que al ver que no era soldado,

tuvo el humor de quejarse.

Fern. ¡Buen provecho!... Eso va en gustos.

Yo no dejaria esta calle

aunque me hiciera la suerte,

no soldado, comandante...

¡Bah! ¡Carmona es muy bonita!

Aqui hay de todo... aqui hay...

Blas . ¡Cállate!...

(Sonriéndose. Dolores va á la ventana.)

Comprendo...

Fern . ¡Y luego me gusta

tanto escribir!... Esta tarde

entré un rato en el despacho,

é hice las copias, los partes,

¡cuanto vi sobre la mesa!

Blas. ¡Eres una alhaja!... Dáme

esos cinco... ¡Buen Fernando,

yo sabré recompensarte!

¿Qué te parece? (Ap. por Dolores.)

Fern . ¡Un lucero!...

¿Pues no lo ve usted? ¡Un ángel!

Blas. ¿Por qué el bribon de mi hijo

no es como tú?...

FERN. Miguel...

(En tono de disculpa.)

Rosa. (Que atiende á la conversacion.) (¡Ay!)

Blas. Mientras él rompe calzado

hecho lodo un paseante,

sin coger nunca la pluma,

ni pensar en ayudarme

á sostener la familia

y á costear sus futraques,

tú, que no eres nada mio...

Fern. ¿Y á usted qué le importa?

BLAS. Haces

mas que yo en la escribania...

y todo porque te sale

de adentro... yo no te he dicho...

Fern. ¡Eh! don Blas... ¡qué disparate!

Yo soy rico y vivo solo;

no me gusta pasearme,

ni padre ni madre tengo,

ni perrillo que me ladre;

hago lo que se me antoja

y quiero á ustedes... Mas, ¡calle!

allí sola mi vecina

y yo tan serio aqui helándome...

(Por ocultar su emocion, vuelve la espalda bruscamente á D. Blas, y se acerca á la chimenea.)

¡Hola, Ramoncita!

Ram. ¡Hola!

Fern. ¿Se pasó el enojo?

Ram. (D. Blas habla con Dolores.) Casi.

Fern. ¿Y don Gil? ¿Cómo esta noche

no está aqui acaramelándose?

Ram. No sé.

Fern. Pues yo sí lo sé.

Ram. Silencio... ó vuelvo á enojarme.

Rosa. Fernando ¿has visto á Miguel?

Fern. ¿Miguel?... ¡Buen caso me hace!

Esta tarde iba en el coche

de la condesa del Sauce...

Ram. ¡Siempre con la forastera!

Fern. Y pasó á lo personaje...

sin decirme «adios, ni abur,»

ni siquiera «Dios te guarde»

Ahora estará en el concierto...

y don Gil tambien:

Ram. (¡Infame!...

¡y me juró que no iria!)

Fern. Le encontré puesto de guantes

y corbatin de ballena...

Dol. ¡Ya está ahí Miguel! (A la ventana.)

Fern. ¡El arcángel!

(Viendo que quien entra es D. Gil.)

ESCENA III.

Dichos, d . Gil, por el foro.

 

Gil. Buenas noches... (Se quila la capa.)

Dol . ¡Ah! ¡no es él!

Rosa. ¡Ay, qué rato nos aguarda!

Defiéndele si se tarda. (Áp. á Dolores.)

Blas. Señor don Gil... ¿y Miguel?

Esperaba á ustedes juntos...

Gil. Yo... ¡con Miguel!... ¡ni á la gloria!

Blas. ¡Bueno! Tendremos historia.

Rosa. Como es noche de difuntos...

Gil. Si... si... ¡proteja usté al niño!...

¡cuando vengo avergonzado!...

Para él no hay nada sagrado,

ni honra, ni ley, ni cariño...

¡Es un hereje... es un vándalo!

Blas. Mas ¿qué ha pasado, don Gil?

Gil. ¡Me ha llamado zascandil

en plena reunion!

Ram. ¡Qué escándalo!

Vea usted los inconvenientes