La pródiga - Pedro Antonio de Alarcón - E-Book

La pródiga E-Book

Pedro Antonio de Alarcón

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Beschreibung

La última novela publicada de Pedro Antonio de Alarcón narra la historia de una mujer noble que empieza a acumular amantes después de enviudar siendo muy joven. Sin embargo, acaba por dilapidar su fortuna y vive un último amor en la finca en la que se ve encerrada.-

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Pedro Antonio de Alarcón

La pródiga

QUINTA EDICIÓN

Saga

La pródiga

 

Copyright © 1861, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726550801

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Es propiedad del Autor.— Quedan hechos los depósitos que marca la Ley.

AL EXCMO. SR. D. JOSÉ FERNÁNDEZ JIMÉNEZ.

Al dar á mis libros esta forma definitiva, y algo testamentaria, de Colección de obras completas , me he propuesto escribir, al frente de cada tomo, en señal de cariño y de gratitud, el nombre de alguno de los buenos amigos que me han acompañado y alentado con su afecto en esta peregrinación de la vida, á cuyo término voy ya tocando.

Correspóndete á ti, mi querido Ivón—y perdona que te designe con el que fué tu nombre de guerra en nuestras juventudes — figurar como padrino de LA PRÓDIGA, novela que hoy he acabado de escribir, y que tal vez sea la última que escriba. Por consiguiente, vengo á dedicarte, como si dijéramos, el Benjamín de mis libros, orgullo y regocijo de mis canas, dado que no sea debilidad de mi chochez.

Así procedía en justicia, tratándose de ti, mi más íntimo amigo y mejor maestro, que tanto sientes, piensas y sabes, y que toda la vida te has complacido, antes que en afianzar tu propia gloria, en aclarar y ordenar entendimientos como el mío, menos lúcidos que jactanciosos.— No has logrado, empero, con toda esa abnegación y modestia, ocultar al mundo tus extraordinarias dotes de artista, poeta, filósofo y orador; y, aunque perseveres en la manía de no escribir para el público, tú, que manejas la pluma con el vigor, pureza y elegancia de un Hurtado de Mendoza ó de un Solís, seguro estoy de que tu nombre pasará á la posteridad, como ha llegado hasta nosotros el de poetasy artistas cuyas obras se perdieron hace miles de años. En ello hará punto de honra la generación que ha tenido la dicha de conocerte y de oirte; que tantaenseñanza te debe, y que tanto te ha admirado y aplaudido; y ¡bien sabe Dios que, si por algo pudiera yo apetecer que esta humilde dedicatoria se leyese en edades futuras, sería por contribuir á la duración de tu justa fama! …..

Pero veo que te ponen colorado mis elogios ..... Dejémonos ya de lo que, en suma, es vano y contingente, como todo lo tocante á grandezas humanas, y recibe al contado, ó por de pronto, un abrazo de fraternal cariño de tu paisano, amigo y compadre,

Pedro.

 

Madrid , 10 de Febrero de 1882.

––––––––––

LIBRO PRIMERO

CAMPAÑA ELECTORAL

I.

POLÍTICA RECREATIVA.

Hace ya de esto quince ó veinte años. — Preparábase en nuestra siempre revuelta España una elección general de Diputados á Cortes. La batalla debía reñirse aquella vez por circunscripciones, y los tres candidatos de embozada oposición que aspiraban á representar la parte Nordeste de cierta provincia andaluza, donde eran mucho menos conocidos que en Madrid, bien que en ella tuviesen tal ó cual deudo y alguna finca, andaban recorriendo, juntos y á caballo, villas, aldeas y cortijos, en busca de votos contrarios al Ministerio; — oficio divertidísimo si los hay, cuando uno es todavía joven y poco ambicioso, aficionado á montar, indiferente á los peligros ó dado á correrlos, más devoto de la naturaleza que de la política, y más amante de las buenas mozas, del rico vino y de las fatigas corporales que de todas las formas de gobierno habidas y por haber.

Tal acontecía en aquel entonces á los candidatos referidos, y muy especialmente al que entre ellos hacía cabeza, del cual hablaremos luego más despacio. Llevaban, pues, muchos días de asordar agrestes soledades con sus risas y bromas, reservando la formalidad para cuando entraban en poblado; de escalar y salvar montes y breñas, á todo el correr de sus alquilados corceles, en demanda de ocultos y desprevenidos lugarejos; de entrar en éstos como asoladora tromba, interrumpiendo la fastidiosa paz de la rutina y la pobreza; de comerse la matanza de alcaldes, estanqueros y otras personas de viso (que no la prueban nunca, sino que la guardan para tales casos de honra), y de dejarlos en cambio llenos de perturbadoras especies madrileñas, que cada labriego traducía al tenor de sus pasiones y apetitos, con detrimento y mengua de antiguos respetos sociales…..

Dicho se está que no iban solos aquellos tres futuros ministros, así reputados, cuando menos, por sus partidarios, como todo candidato primerizo á la diputación..... Poderosos ó bullidores hijos del país, muy más interesados que ellos en la contienda, aunque nada se les alcanzase de ideas políticas ó no políticas, los acompañaban en rabicortas jacas con albardilla moruna, ó en paridoras yeguas con aparejo redondo, amén de la servidumbre propia y de los espoliques voluntarios que, á pie y con escopetas, iban dando á la expedición carácter y colorido de verdadera algarada..... — Renovábase casi todo este séquito en cada pueblo visitado: allí esperaban á los candidatos comisiones avanzadas del pueblo siguiente, y se despedía la que llamaremos escolta póstuma del pueblo anterior; de modo que el entusiasmo y los obsequios no decaían nunca, sino que antes bien, aquellos agasajos que los hospedadores sucesivos presenciaban en la residencia ajena, les servían de estímulo para echar la casa por la ventana en la residencia propia, habiéndose llegado ya más de una vez al extremo de poner á los viajeros unas camas con tantísimos colchones, que apenas les dejaban sitio, entre las almohadas y el techo, para santiguarse después de acostados.

––––––––––

II.

UNA GRAN ELECTORA.

En tal guisa, los tres jóvenes aspirantes á legisladores, á quienes, para entendernos de algún modo, llamaremos Enrique, Miguel y Guillermo, llegaron á cierto pueblecillo de donde nadie había salido á esperarlos, y en el cual, si bien fueron decorosamente recibidos y tratados..... por el Ayuntamiento, en virtud de recomendaciones eficacísimas..... del Gobernador (más adicto á ellos que al Gobierno de S. M.), tuvieron en cambio el disgusto de oir de boca del Alcalde, ó, mejor dicho, de boca del Secretario (única persona que, además del Cura , sabía allí leer y escribir, y aun pudiera añadirse que hablar y pensar), las siguientes desagradables razones:

—¡Mal pleito traen ustedes por aquí, si no cuentan con la Señora Marquesa! ¡Ni el Gobernador ni nadie conseguirá que estos electo res voten ni hagan otra cosa que lo que ella diga! ¡Hasta los individuos del Ayuntamiento se mirarán mucho en disgustarla!..... Procuren, pues, que Su Excelencia diga algo en favor de la candidatura de ustedes y yo me encargo de lo demás…..

—¡No sabemos de qué Señora Marquesa nos habla usted!..... —respondió con mucho énfasis el llamado Enrique. — Según nuestros apuntes, este pueblo, que, efectivamente, fué de señorío en la antigüedad, y perteneció por completo al marquesado del mismo nombre, ha pasado, con la desvinculación, y con las locuras de los últimos Marqueses, á ser propiedad de los antiguos colonos, quienes han ido comprando poco á poco las desamortizadas tierras, sin que hoy exista, ni aun de nombre, aquel ilustre título, por no haber sacado el último heredero...., ó heredera, la indispensable carta de sucesión, previos los pagos correspondientes..... ¡Ya ve usted que conocemos á palmos el distrito!

—Todo eso es verdad.....—replicó el Secretario con mansedumbre:—pero no lo es menos que, de aquella arruinada familia de Grandes de España de primera clase, nos queda una señora, á quien todos aquí llaman la Marquesa, por ser la única hermana del último que llevó el título de Marqués....., el cual se pegó un tiro en Francia cuando perdió al juego cuanto poseía.

Los madrileños, que, aunque de buena familia y muy acomodados por su casa y por las carreras literarias ó científicas en que habían sabido ganar honra ó provecho, no pertenecían á la aristocracia de la sangre, ni frecuentaban los círculos nobiliarios de la villa y corte, se miraron con cierto empacho, como diciéndose que ninguna noticia tenían de aquellas catástrofes no citadas en sus apuntes; y, en tal perplejidad, el más joven de los tres, ó sea el llamado Guillermo, famoso ingeniero de caminos y no menos célebre abogado, cabeza y alma de la expedición, por tener también mucho de poeta y de artista, y ser el de carácter más vivo y enérgico, el más valiente, el más gastador y hasta el mejor mozo, arguyó en esta forma al Licurgo de aquel municipio:

—¡Pero bien! Si esa denominada Marquesa no es tal Marquesa, ni tiene aquí labradores ni fincas, ¿por qué la obedecen todos los electores como á señora de horca y cuchillo? ¿Por qué puede más que el propio Gobierno?

—Ahí verá usted..... ¡Cosas del mundo! — respondió el Secretario, bajando la vista y dándole vueltas á su sombrero hongo. — Yo mismo me he hecho esa pregunta muchas veces..... Porque les advierto que no participo de la adoración que todos tienen aquí á la tal señora..... Antes al contrario, creo que sólo se le debe reprobación y desprecio, por la mala vida que ha llevado toda su juventud….. ¡Yo no soy hijo de este país, ni tan bárbaro como sus habitantes, aunque mi oficio de Secretario del Ayuntamiento me obligue á contemporizar con innumerables sandeces!.....

—¿De modo—preguntó Miguel—que la Marquesa no es ya joven?

—¡Lo es..... y no lo es!..... Tendrá de treinta y cinco á cuarenta años. Pero, si he de hablar en verdad, se conserva hermosísima!..... ¡Pertenece á aquella clase de demonios vestidos de mujer, que no envejecen nunca!

—¿Luego el señor Secretario la conoce personalmente? ¿Ha estado usted en Madrid? — interrogó con aspereza Guillermo, al ver relámpagos de mala pasión y de falsedad en los turbios ojos del informante.

—No, señor…..—respondió éste algo cortado. —Yo no he ido todavía á la corte..... Pero la Marquesa ha tenido que venirse á vivir aquí..... En suma: si quieren ustedes visitarla y pedirle los votos del pueblo, yo los acompañaré, y hasta los presentaré á ella con mucho gusto..... Es muy campechana, y no se desdeña de hablar con nadie, sea rico ó pobre, tuerto ó derecho…..

—Pues ¿qué hemos de hacer sino colarnos en su casa, supuesto que la necesitamos y no tenemos tiempo de pedir á Madrid cartas de recomendación para Su Excelencia?.....—replicó Enrique con cierta ironía de muy mal género. —¡Vamos ahora mismo!.....

—Si les parece á ustedes…..—observó el Secretario — lo dejaremos para mañana. La Marquesa vive en el campo, á media legua de aquí, en un viejísimo caserón, rodeado de veinte ó treinta fanegas de tierra de riego y de un poco monte, que le producirán diez ó doce mil reales anuales, y que son el último resto de las grandes haciendas que ha poseído y derrochado..... Mañana, de paso para la inmediata villa de....., podemos tocar en aquella especie de palacio encantado, convertido en pobre cortijo…..; pues lo que es esta tarde no hay ya tiempo de ir y volver con día claro, ni fuera cosa de quedarse á dormir allí, donde lo pasarían ustedes muy mal.....

—¿Por qué?

—Porque la antigua millonaria no tendrá hoy tres camas decentes que ofrecerles....., ni cubiertos ni platos para la mesa.....

—¡Pobre mujer!—exclamó Guillermo.

—Pobre..... ¡porque ella quiere!—añadió el Secretario.—¡Otros recogen menos trigo, y viven mejor!.....—Pero, ¡es tan despilfarrada y manirrota, por condición natural y por costumbre, que gasta su diminuta renta en dar sopa boba á todos los hambrientos y holgazanes de la jurisdicción; en sacar de pila á cuantos niños nacen en..... sus Estados; en regalar sábanas, cantareras y sartenes á las mozas que logran casarse, y en otras rarezas por el estilo!..... ¡Con razón la pusieron...., creo que en Madrid...., el mote de la Pródiga!

—Pues, amigo….., ¡eso que hace ahora la Marquesa no es despilfarrar..... — repuso el joven—sino emplear muy santamente el dinero! Principio á explicarme la influencia de tal mujer en la comarca..... ¿Hace mucho tiempo que vive en el cortijo?

—Hará tres años.....

—Y..... diga usted….., hablando aquí entre nosotros: ¿tiene..... amores?

—Lo que es por acá, no los tiene….. ¡Yo soy justo! Pero los ha tenido á docenas en Madrid, y en París, y en otras partes, desde que se divorció hasta que se arruinó, ó sea durante un largo período de su vida. Á la edad de diez y seis años se casó con un francés, que dicen la trató muy mal y tuvo la culpa del divorcio. Tres años después del casamiento, y cuando llevaban uno de separación, el marido, que era general de caballería, murió en la guerra de Argel..... Por entonces falleció también el padre de doña Julia (nombre de pila de la Marquesa), dejándole la mitad libre de las tierras de este pueblo, y otras muchas fincas..... no sé dónde....., creo que en Aragón: total, veinte millones de reales. Aquí empieza una serie de viajes y aventuras que ni el diablo conoce..... En la capital de la provincia, que es donde yo he oído referir tales historias, cuentan que doña Julia tuvo relaciones con un lord inglés, capitán de fragata, á quien siguió á la India, donde el pobre hombre murió en desafío á manos de un barón alemán (por celos, seguramente): que luego se enamoró en Turquía de un príncipe moro ó griego, del cual se desprendió en Londres para irse á Rusia detrás de un cantante italiano muy famoso: que en Madrid dió mucho que hablar con dos diplomáticos, con el célebre torero T..... y con un Ministro de Fomento muy joven y sabio, que se volvió loco por ella: que, rumbosa y altiva como los hombres, nunca admitió de sus cortejos regalo alguno, sino que iba por todas partes tirando á puñados el oro, en festines, apuestas, raras compras y extravagantes donativos; y, en fin, ¡qué sé yo!..... ¡Hasta se dice que en Roma tuvo la culpa de que un gran predicador capuchino, muy guapo, se hiciera protestante, y que, por resultas de aquel escándalo, la echaron de allí y se fué con un poeta polaco á Viena, donde acabó de arruinarla un republicano húngaro muy jugador, á quien ahorcaron luego en Baden Baden.....

—¡Basta! ¡Basta, señor Secretario!—interrumpió Miguel, riéndose al ver el desconsolado rostro de Guillermo.—¡Con la mitad de lo dicho sobra para que formemos juicio, no solamente de esa persona, sino también de la ciencia geográfica, de la imaginación andaluza y de la vida y milagros de usted!.... ¡Quien de ese modo se explica, no debe haber sido siempre fiel de fechos de un lugarejo!.....

—¡Tiene usted mucha razón!..... Yo nací para algo, y ya había sido paje de un Obispo, cabo cartero de un batallón y cómico de la legua, cuando tuve que meterme á desempeñar secretarías..... ¡Amigo! Me casé con una bolera que se quedó coja, ¡y me hundí! ¡Á ver si ustedes triunfan en estas elecciones, y me emplean en una buena fábrica de tabacos, que es hoy toda mi ambición en el mundo!.....

—Cuente usted con ello ..... —respondió Enrique.—Y, por lo que respecta á la Marquesa mañana nos acompañará usted á su palacio campestre, supuesto que, según vemos, es ya una mujer arrepentida y tratable…..

—¡Muy tratable y muy arrepentida! —respondió el Secretario.—¡Dijérase que toda la vida ha sido una santa! Desde que llegó aquí hace tres años, sin dinero y enferma, no ha hecho más que cuidar sus gallinas. El campo le ha devuelto la salud; y, si bien no está nunca alegre, cualquiera diría que es dichosa. Las personas, muy contadas, que conocemos aquí sus antiguas locuras, nos guardamos de referirlas, primero, por lástima, y, segundo, porque estos inocentes labriegos no nos creerían, y hasta serían capaces de arrancarnos la lengua, llamándonos ingratos y calumniadores….. ¡Tiene tal don de gentes la Marquesa! ¡es tan guapa! ¡infunde tanto respeto!..... Yo mismo, cuando le hablo, que suele ser los días que viene á caballo á misa, creo que estoy delante de una reina..... Mi mujer tuvo celos al principio; pero pronto se convenció de que doña Julia, no obstante ser hoy más pobre que yo, se da el mismo tono y me desprecia de igual manera que si fuese millonaria….. ¡Demonio!

¡Si me hubiera conocido en mis buenos tiempos, cuando era yo segundo galán en Vélez-Málaga, y hacía el papel de D. Luis Mejía en Don Juan Tenorio!.....

—Está bien..... Está bien..... Quedamos conformes..... ¡Hasta mañana, que iremos á visitar á la Marquesa!..... —interrumpió Guillermo de muy mal humor, poniendo coto al entusiasmo de aquella mala persona.

Y, luego que el Secretario se marchó y que los tres amigos se retiraron á la habitación en que la alcaldesa les había puesto tres túmulos por camas, exclamó el impresionable ingeniero:

—Amigos míos, ¿queréis creerme? ¡Más ganas tengo ya de conocer á esa Tenoria que de ser diputado! ¡Por mucho que haya que rebajar en lo que nos ha dicho el antiguo cómico de la legua, todavía es indudable que mañana vamos á hablar con una mujer digna de estudio, de compasión y….. quién sabe si de alguna cosa más!

—¡Hombre!—profirió Enrique.—¡Te colocas á la altura del impertérrito D. Luis Mejíal Lo digo, porque, en puridad de verdad, la Marquesa que nos ha descrito ese bribón no pasa de ser una aventurera…..

—¡Oh, sí! ¡Pero una aventurera del corte de Semíramis, de María Stuardo y de Catalina de Rusia, que ha gastado sus millones en divertirse, sin costarle ni un maravedí á ningún amante! — replicó Guillermo con su vehemencia acostumbrada.—¡Prefiero esa figura moral á la de la Dama de las Camelias y demás entretenidas glorificadas por el arte moderno!

—¡Pues yo prefiero á todas esas señoras y señoritas antiguas y modernas, una mujer de bien, rica, guapa y de carácter dulce y sufrido, de quien ser el primer novio y con quien casarme por la Iglesia! .....—repuso Enrique, escalando su cama.

—¡Tú eres un egoísta y un cobarde..... (en materia de amores, se entiende), que sólo busca lo útil y lo cómodo!—exclamó Guillermo, acostándose también.

—No, señor; lo que yo busco es la virtud, la ley, la moral…..—contestó Enrique, arropándose.

—Pero ¿y el arte? ¿y la poesía? ¿y la belleza? — articuló Guillermo, arreglando las almohadas.

—¡La belleza!..... También hay mujeres honradas muy lindas!

—¡Y muy sosas!

—¡Mejor!

—¡Será mejor para ti! Yo amo lo extraordinario..... Yo quiero lucha, emociones, pasión, vida del alma.....

—¡Bonita alma tendrá doña Julia!

—¿Qué sabes tú? ¿Vas á juzgarla con el criterio del Secretario?—prorrumpió el ingeniero, volviendo á atufarse.

—¡Maldita la gana que tengo de juzgarla de ninguna manera, sino de que nos dé muchos votos! .....—respondió Enrique, calándose hasta las cejas el gorro de dormir.

—Señores....., se suspende esta discusión....—dijo Miguel, apagando la luz.—Mañana veremos á la deidad y juzgaremos por nosotros mismos..... Entretanto os deseo muy buenas noches.

––––––––––

III

EL CORTIJO DEL ABENCERRAJE.

Serían las diez de la mañana siguiente, mañana deliciosísima de un seco y templado otoño andaluz, algo más bello y florido que todas las primaveras del Norte, cuando los tres candidatos, después de almorzar cosas muy sólidas, remojadas con los correspondientes líquidos, salieron de aquel pueblo en dirección al Cortijo del Abencerraje, ó sea al Palacio de la Marquesa, precedidos de una comisión de la villa inmediata, acompañados del pícaro Secretario que conocemos y seguidos de muchos criados de caballería é infantería.

Estos últimos iban disparando tiros y cohetes, como para notificar á todas las aldeas, cortijadas y chozas de pastores de las cercanías la presencia de los futuros vencedores en la contienda electoral y posibles redentores de aquel pedazo de España; y, en tal disposición, entre vivas, cantos y polvareda, á eso de las once penetró la alegre cabalgata en un diminuto y verde vallejuelo, desconocido por los geógrafos, donde parecía que la paz había fijado su domicilio.

¡Cuán alegre y gozosa era la remota vista del palacio de dorada piedra, rodeado de viviendas rústicas y de pomposos árboles y parras, que servía de retiro á doña Julia! ¡Cuán gracioso el endeble río que cruzaba el valle en toda su longitud, entre elegantes alamedas y apretados cañaverales! ¡Cuán lozanas y ricas de promesas aparecían aquellas hazas de maíz de color de esmeralda, contrastando con las pardas tierras ya barbechadas para la sementera próxima y con los agrios riscos que circuían tan reducido y variado paisaje!

¡Cuánto más bonito es esto que la Puerta del Sol y que el Salón de Conferencias del Congreso (exclamó el ingeniero-poeta, dirigiéndose á uno de sus camaradas)!—¡Vive Dios, que ya no le tengo lástima á la marquesa Julia! ¡Se diría que vamos viajando por un cuadro de Haes! ¡Decididamente, no hay delicia mayor sobre la tierra que la vida del campo!

—¡Lo mismo dicen de la vida de Madrid los que no suelen gozar de ella!—contestó Enrique.

—¡Puede que sea cierto; pero yo estoy ya harto de gozarla!.... ¡Malhaya sea la corte, con todos sus encantos artificiales!

—¡Allí viene á darnos el quién vive el tío Antonio, el capataz de Su Excelencia!—profirió la irónica voz del Secretario, como para distraer á Guillermo de aquellas ideas bucólicas, tan contrarias á su propia ambición de comerse el tabaco oficial.—Trátenlo ustedes con mucho mimo, pues es un antiguo servidor de los difuntos Marqueses, «cuando la casa era casa», según acostumbraba á decir santiguándose; ha visto nacer á doña Julia, y cree que ha sido siempre una santa; la considera tan millonaria y tan Marquesa como á sus ilustres progenitores, «cuyos Estados no tuvieron limites conocidos.....» (también textual), y á él será á quien hoy encargue la noble dama de hablar á todos los electores de la jurisdicción!.....

El tío Antonio, respetuoso y respetable viejo, cuya inteligente fisonomía, rústico traje y limpias canas traían á la memoria célebres escenas del teatro de Calderón y de Tirso, acercóse, sombrero en mano, á los tres madrileños, y enterado de lo que pretendían, púsose al frente de aquel alborozado y ruidoso escuadrón, y lo condujo á la que llamó casa grande.

Mulas, carneros, bueyes, palomas, gansos, cerdos, y, por último, gallinas y pollos, fueron encontrando nuestros viajeros, según que se acercaban al caserío del cortijo..... Cacareaban las gallinas á aquella hora, que es la clásica de poner, y piaban gorriones y tordos, robándoles la comida sin escrúpulo alguno. Toda aquella riqueza, y la hortaliza nacida ó sembrada, y el trigo que pudiese haber en el granero, representarían cuatro cuartos, ó sea de diez á doce mil reales de renta, como había dicho el Secretario la tarde anterior; pero eran bastantes á aumentar la envidia de Guillermo, por lo mismo que el bravo mozo no se sentía con fuerzas para renunciar á las nuevas glorias mundanales con que soñaba, y que le hacían ir de aldea en aldea buscando el camino de la tribuna política.

Llegaron al fin los tres amigos al nobiliario caserón. Sus acompañantes se quedaron en la anchurosa vivienda del tío Antonio, situada en el piso bajo, y el viejo servidor, seguido de los candidatos y del fiel de fechos, comenzó á subir la destrozada escalera de granito que conducía al principal.

Melancólico por todo extremo era el antiguo palacio. Donde quiera que se posaban los ojos, no se veía más que ruinas del pasado esplendor, ya en muebles rotos é inservibles, ya en artesonados incompletos, ora en enormes puertas, faltas de muchos cuarterones, ora en las partidas ¡osas del pavimento, que se estremecían y quejaban al ser pisadas por los vivos, perturbadores y profanadores de tanta muerte.....

Después de recorrer dos galerías, que en otro tiempo tuvieron cristales, el capataz indicó á los viajeros aguardasen en una antesala muy espaciosa, adornada con un gran escudo heráldico de negruzca piedra, pero donde no había ni tan siquiera sillas en que sentarse; y él pasó á anunciar, ó más bien á explicar á su ama aquella estupenda visita. El Secretario, que iba detrás de los apuestos jóvenes, á fin de presentarlos, estaba lleno de veneración y asombro..... Conocíase que nunca había entrado allí, ni visto casas nuevas ni viejas por aquel estilo.

Volvió á comparecer el tío Antonio, y dijo á los forasteros que pasaran al salón, adonde muy luego llegaría la Señora.....

El salón era vastísimo, y tenía algunos muebles. En mitad del testero principal, sumamente largo y desmantelado, había un vetusto sofá de roble con hermosas tallas, forrado hacía poco tiempo con humilde tela, y ocho sillones de espetado y angosto espaldar, formando todo ello un estrado ó aprisco, tapizado de vieja, pero rica alfombra. Encima del sofá veíase un gran marco sin lienzo, de donde sin duda habían arrancado algún retrato, y sobre la monumental chimenea campeaban un reloj parado en las seis, cuatro floreros y dos colosales candelabros, de hierro y bronce las siete piezas y muy roldas por el óxido. El resto de la estancia estaba desmueblado y sin alfombra ni estera, como espacio sobrante para las ceremonias de una casa que había venido tan á menos.

Nuestros amigos, y muy singularmente el soñador discípulo de Urania, comenzaron á participar allí de la reverencia del Secretario á la noble y decaída vivienda rural de los extinguidos Marqueses de.....; y ya se habían mirado más de una vez con aire de conmiseración á tantos estragos de la mudable fortuna, cuando se abrió la puerta que comunicaba con los aposentos interiores y apareció la Pródiga.

–––––––––––

IV.

LA SEÑORA MARQUESA.

Absortos y como vencidos por su interesante y soberana figura quedaron los tres madrileños. Ni la sencillez con que estaba vestida y peinada, ni la exquisita naturalidad con que los saludó y les invitó á sentarse en los anticuados sillones, al propio tiempo que ella ocupaba el centro del sofá, ni el tono llano y gracioso con que les pidió perdón de haberles hecho aguardar unos minutos, «á consecuencia (fueron sus palabras) de acabar de hundirse tres peldaños de la escalera de la torre, donde se hallaba echando de comer á sus tórtolas, cuando los vió asomar por lo hondo del valle, y de donde habían tenido que bajarla á puñados»; ni, en fin, la ingenuidad y lisura con que desde luego les dijo: «Supongo que ustedes andan de elecciones…..», fueron parte á que dejaran de ver inmediatamente en la noble dueña del Cortijo á la antigua dama elegante, á la mujer del gran mundo acostumbrada al sumo imperio, á la diosa que había esclavizado tantos y tantos corazanes....

Figuraos á la Venus de Milo, no de piedra, sino de carne, y llegada á los treinta y siete años de edad; figuraos una mezcla de Margarita de Valois, relegada por su abochornado marido al castillo de Usson, y de María Antonieta presa en la Conserjería; figuraos todos los encantos y grandezas femeniles anulados por la desgracia; una belleza inútil y como póstuma, que parecía artística urna de un espíritu muerto; una cesárea majestad sin súbditos; una suprema distinción sin galas; una munificencia olímpica sin dinero, y todavía no habréis formado idea de la hermosura, de la elegancia y del poderío señorial que habían sobrevivido á los millones y á los entusiasmos de aquella mujer. Naciera menos orgullosa ó digna, y aun reinara en el mundo con la sola eficacia de sus hechizos….. Hablamos así, porque quizás era entonces más bella y seductora que nunca.... Sus ojos grandes y negros y su incitante boca debían á las pasadas contiendas de amor no sé qué expresión de infinito deleite, que ni el mismo arrepentimiento habia podido borrar..... Dijérase que el dios-niño, tantas veces alojado en aquellas pupilas y en aquellos labios, acabó por dejar en ellos un reflejo inmortal de sus miradas y de sus sonrisas. Las mismas languideces de otoño que se revelaban con suave livor en sus voluptuosas ojeras y con vaga melancolía en los donaires de su gesticulación aumentaban la tentadora gracia de aquella Eva sin paraíso ni familia, ó de aquella Magdalena sin remordimientos, cuya jubilación y penitencia nada habían tenido de voluntarias..... Pero estaba visto que el orgullo de raza suplía en ella por la virtud, y que, imposibilitada de pecar como sus iguales, no quería prostituirse como sus inferiores..... ¡Todo el problema de quien en aquel destierro aspirase á su amor consistiría, pues, en averiguar si Julia consideraba ó no al pretendiente igual á sí misma!

Vestía, la que para ser Marquesa y Grande de España de primera clase sólo necesitaba pagar al Estado los derechos de la carta de sucesión, una sencilla y clásica bata azul turquí, muy parecida á un hábito religioso, y llevaba cuello y puño lisos más blancos que la nieve, y que de seguro se había puesto después de echar de comer á las tórtolas y de ser bajada á puñados de la torre..... ¡Envidiables puñados, y felices los labriegos que intervinieran en la operación!..... Decímoslo sin malicia sensual y por puro amor á la estatuaria; pues es lo cierto que nunca habrá cincelado el Creador mujer de tan acabadas y ricas proporciones como las que dejaba adivinar la bata ó túnica. Era, no lo olvidéis, la Venus de Milo de carne y hueso; y por nada entra en el presente homenaje el que tuviese además una historia de facilidades más que mitológicas, capaz de encender la cabeza de un santo, bien que no la de un platónico artista.....

Sin embargo....., Guillermo era también artista, y miraba con muy pecaminosa delectación de simple mortal á la retirada heroína de amor, al mismo tiempo que deploraba el que semejante prodigio de belleza hubiese de envejecer en aquel desierto, lejos del culto de los hombres y de la envidia de las mujeres. No debió de obscurecérsele á tan experimentada deidad la admiración que causaba al gallardo ingeniero; pero supo hacerse la desentendida, fingiendo oir con gran interés las majaderías que había ya comenzado á ensartar el Secretario; y cuando éste hubo concluído su discurso, en que elogió grandemente á los tres aspirantes á la diputación, y sobre todo á Guillermo, la Marquesa se echó á reir, y dijo, procurando mirarlos por igual, sin distinguir á uno más que á otro:

—¡Pues, señor, no me creía yo tan influyente en el pueblo vecino!..... Pero, cuando el Secretario lo dice, será verdad. ¡Así acontece siempre en el mundo! Si me hubiera propuesto tener esa influencia, no la tendría: no he aspirado á ella, y se me mete en las manos. Lo celebro en el alma, ya que se han molestado ustedes en venir á verme; y, partiendo del principio de que sea cierto y efectivo mi poder, tengo el gusto de decirles desde ahora: «están ustedes servidos». Secretario: mi capataz, el tío Antonio, se pondrá á las órdenes de usted, y yo misma iré al pueblo pocos días antes de las elecciones y diré lo conveniente á cuantos se me acerquen, como de costumbre, á la salida de misa. Conque hablemos de otra cosa, señores..... Supongo que me otorgarán ustedes el favor de quedarse á comer conmigo.....

—¡Imposible, señora!—se apresuró á responder Enrique, de miedo á que Guillermo aceptara.—Hemos almorzado hace muy poco, y tenemos que llegar cuanto antes á la inmediata villa, donde nos aguarda mucha gente y hemos de hacer noche.

—Como ustedes quieran…..—replicó naturalísimamente la ex millonaria.—Sólo les aconsejo que no rehusen mi convite por miedo de ponerme en un compromiso; pues desde luego me curo en salud, diciéndoles que no habría vasos de cristal para todos ni cubiertos de plata para remudar muchas veces..... Pero yo gusto de beber en jarra de búcaro de esta provincia, y lo que es jamón, gallinas, pollos y pichones, hay de sobra por la presente: y si no, el tío Antonio me prestaría de los suyos; pues es mucho más rico que yo..... en matanza y en aves, por la fuerza de voluntad que tiene de no probarlas nunca..... ¡Siempre estoy entrampada con él en veinte ó treinta gallinas, no obstante la prisa que me doy á criarlas! Conque, ¿se resignan ustedes á hacer penitencia con esta humilde labradora?

—La persona de usted, Marquesa — interrumpió Miguel, movido del mismo temor que Enrique—bastaría para que su comida campestre nos pareciera un festín de Lúculo. Pero tenemos que irnos.....

—Es decir..... Entendámonos .....—murmuró Guillermo, saliendo de la especie de arrobo con que miraba á Julia:—¡podemos disponer de siete horas de día para llegar á la villa inmediata, que apenas distará de aquí una legua!.....

—Sin embargo, tenemos que marcharnos .....—repitieron Miguel y Enrique, poniéndose de pie simultáneamente.

—¡Ah, qué fastidio! — repuso el ingeniero con verdadera angustia y sin moverse de su sillón.—¡Estoy tan cansado!..... ¿Por qué no os vais vosotros, y mañana saldría yo á vuestro encuentro? ¿No es verdad, señora Marquesa, que puedo disponer ampliamente de la franca hospitalidad con que usted nos brinda?

—¡Es claro! .....—respondió Julia con mal encubierto desvío y muy herida por aquel atrevimiento.—Pero no quisiera dar ocasión á que usted desertase ni por una hora de la batalla electoral….. Por consiguiente, siga usted la suerte de sus camaradas de armas..... Si ellos se quedan, como deseo, quédese usted, y descansará, sin que nadie le perturbe ni incomode..... Mas, si ellos insisten en que no pueden quedarse, elévese usted á igual altura de heroísmo, márchese también como bueno, y ¡Dios les asista á todos en la refriega!.....

—Cedo ante la mayoría…..—suspiró Guillermo, levantándose muy humillado y disimulando su dolor bajo una sonrisa galante.— Pero conste, señora, y dígnese usted recordarlo siquiera todo el día de hoy, que yo habría renunciado con gusto á vencer en las elecciones, con tal de sentarme á su mesa y ver á usted beber agua en la jarra de búcaro..... ¡Hubiérame parecido estar mirando á la hermosa y altiva Juno, familiarizada con la sencillez pastoril en el monte Ida!

—¡Ah!..... ¡usted es poeta!—exclamó Julia afablemente, como para despicarlo.

—Un poco artista, señora.... — respondió Guillermo con humildad y gracia.—¡Lo bastante artista para no poder olvidar nunca el día de hoy!

La Pródiga sonrió levemente, y dijo, levantándose:

—También nosotros ..... —permítame usted esta manera cómica de hablar—hemos amado las bellas artes, cuando andábamos por el mundo..... Por consiguiente, acuérdese de mí, si alguna vez visita las Galerías de Escultura del Vaticano, ó el Museo Borbónico de Nápoles. ¡Nápoles!.....—suspiró en seguida melancólicamente.

—Ya los he visitado ..... —contestó Guillermo, mirando de hito en hito á la aristócrata. — Conozco á las Venus y Minervas del cincel griego...., y, aun así y todo, no vacilo en decir que ninguna maravilla artística llega, ni con mucho, á ciertos prodigios naturales.....

—Nosotros admiramos también á la naturaleza .....—replicó tristemente Julia—aunque no del todo á la naturaleza humana..... Pero ¡Jesús! ¡Los tengo á ustedes de pie, y les estoy haciendo perder un tiempo precioso! Muy buen viaje, señores, y que triunfen en su empresa y lleguen los tres á Presidentes del Consejo de Ministros.....

Así diciendo, los despidió con una profunda y glacial reverencia, único rasgo ceremonioso de gran señora que se le advirtió en toda aquella entrevista.

Enrique tuvo que coger del brazo á Guillermo para hacerle apartar de Julia los ávidos ojos, hasta que al fin logró sacarlo del desmantelado aposento en que ella se quedaba sola y esquiva como sepulcral estatua de sí propia.

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V.

JOSÉ.

Pocos momentos después, los tres amigos montaban á caballo en el patio de la casa, no sin antes saber que el tío Antonio había obsequiado grandemente á toda la comitiva (inclusas las bestias), por orden y cuenta de la Señora.

Cuando ya iban á echar á andar, repararon nuestros jóvenes en que un arrogante y gallardo campesino, de diez y ocho á veinte años de edad, muy bien vestido al uso de su clase y montado en un hermoso mulo, los saludaba cortésmente, quitándose el sombrero, como pidiéndoles permiso para acompañarlos.

—Es mi José.... — atrevióse á decir entonces el tío Antonio, presentándolo á nuestros amigos. — Ya que por mis años y mis ocupaciones no voy yo con ustedes, me permitirán que vaya mi hijo único .....

—¡Es José! .....— murmuró epigramáticamente Enrique al oído de Miguel, metiendo espuelas.

—¡Es José!..... ¡el de la Biblia!..... ¡el de la capa!..... —dijo luego Miguel al oído de Guillermo, poniendo también su caballo al trote.

—¡Estáis muy equivocados! — exclamó éste con mal humor, alcanzándolos fuera ya del Cortijo. —¡Os digo que no conocéis el mundo, ni el corazón de las mujeres! ¡Ni José es José, ni yo renuncio á volver á ver á la Marquesa antes de que dejemos este país! Vosotros no os habéis parado á considerar la horrible tragedia que palpita en el corazón de esa estatua... Hoy tiene treinta y siete años de edad y una historia de goces y sufrimientos sin límites, y todavía pueden quedarle otros treinta y siete años de vida sin historia, llenos de tedio y de fastidio..... En fin: yo voy á hablar con José desde aquí hasta la villa; y, si las cosas que me cuente confirman la idea que ya tengo formada de esa mujer, no extrañéis que esta noche ó mañana os abandone por algunas horas, para venir con cualquier pretexto á hacerle otra visita....

—¡Mayor de veinticinco años eres!—exclamó con disimulado despecho el grave Enrique. — Procura no dar un escándalo que nos perjudique á todos; y, en lo demás, ¡celebraré que te diviertas!

—¡Y se divertirá!..... —añadió luego por lo bajo el calmoso Miguel; — pues nosotros...., ó sea nos, ó sea yo, hemos observado que á la Señora Marquesa no le ha parecido mal nuestro