Karl Marx. Biografía intelectual y política, 1857-1883 - Marcello Musto - E-Book

Karl Marx. Biografía intelectual y política, 1857-1883 E-Book

Marcello Musto

0,0

Beschreibung

Tras la caída del Muro de Berlín numerosos intelectuales y académicos afirmaron que Karl Marx era un pensador sobre el que ya se había dicho todo. Este volumen, por el contrario, presenta un perfil del autor de El capital con matices hasta ahora desconocidos. Marcello Musto muestra que entre 1857 y 1883 Marx prosiguió la crítica de la economía política con extraordinaria intensidad y amplió el alcance de sus investigaciones a nuevas disciplinas y zonas geográficas. Estudió las formas de propiedad común en las sociedades precapitalistas, emprendió investigaciones en antropología, analizó el desarrollo del capitalismo en ultramar y se interesó por las transformaciones que tenían lugar en Rusia. Además, Musto ilustra cómo Marx analizó detenidamente las sociedades no europeas, argumentó que en una sociedad comunista se ampliaría la libertad de los individuos, manifestó la más firme oposición al colonialismo y fue también un firme partidario de la lucha por la liberación de Irlanda y por la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos. Karl Marx. Biografía intelectual y política, 1857-1883 documenta que Marx no se preocupó sólo por el conflicto entre capital y trabajo, y derriba el mito de un pensador economicista y eurocéntrico.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 795

Veröffentlichungsjahr: 2025

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 MARCELLO MUSTO (Nápoles, 1976) es catedrático de sociología en la York University (Toronto) y es reconocido mundialmente como uno de los autores que más ha contribuido al renacimiento de los estudios sobre Marx en la última década. Sus escritos han sido traducidos a 25 idiomas y están disponibles en www.marcellomusto.org. Entre sus publicaciones en español se encuentra la monografía Karl Marx, 1881-1883. El último viaje del Moro (Siglo XXI, 2020) y los volúmenes colectivos Tras las huellas de un fantasma. La actualidad de Karl Marx (Siglo XXI, 2011); De regreso a Marx. Nuevas lecturas y vigencia en el mundo actual (Octubre, 2015); Los Grundrisse de Karl Marx. Fundamentos de la crítica de la economía política 150 años después (FCE, 2018); ¡Trabajadores del mundo, uníos! Antología política de la Primera Internacional (Bellaterra, 2021), y El renacer de Marx. Nuevas interpretaciones y conceptos clave (Akal, 2024).

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

KARL MARX

 MARCELLO MUSTO

Karl Marx

 Biografía intelectual y política, 1857-1883

 Traducción de ARANTXA TIRADO SÁNCHEZ

Primera edición en italiano, 2018 Primera edición en español, 2025 [Primera edición en libro electrónico, 2025]

Distribución mundial

Título original: Karl Marx. Biografia intellettuale e politica, 1857-1883

D. R. © 2025, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México

Comentarios: [email protected] Tel.: 55-5227-4672

Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-16-8679-4 (rústico)ISBN 978-607-16-8863-7 (electrónico-ePub)ISBN 978-607-16-8939-9 (electrónico-mobi)

Hecho en México - Made in Mexico

SUMARIO

   

Prefacio

Nota sobre la traducción

Nota editorial

  Primera parteLA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA 

La crisis económica y la expectativa de la revoluciónObservando los cambios mundialesEl capital: La crítica inconclusa

  Segunda parteLA MILITANCIA POLÍTICA 

El nacimiento de la Asociación Internacional de los TrabajadoresLa revolución en las calles de ParísEl conflicto con los anarquistas

  Tercera parteLAS INVESTIGACIONES DE LA ÚLTIMA DÉCADA 

Estudios teóricos y lucha políticaLas vicisitudes del “Viejo Nick”

  Cuarta parteLA TEORÍA POLÍTICA 

La función dialéctica del capitalismoEl perfil de la sociedad comunista  

Bibliografía

Índice de nombres

Índice general

   Dedicado a mi padre Lucio (1946-2018)

“ ‘O pate è ‘o pate e sta tutte ‘e mumente addò staje tu”.

PREFACIO

  Desde hace más de una década, numerosos artículos en prestigiosos periódicos y revistas, con un gran número de lectores, han descrito a Marx como un pensador presciente, cuya actualidad se confirma constantemente.1 Muchos autores con visiones progresistas han reconocido que sus ideas siguen siendo indispensables para quienes consideran necesario construir una alternativa al capitalismo. En casi todas partes han reaparecido cursos universitarios y conferencias internacionales dedicadas a él. Sus textos, reimpresos o publicados en nuevas ediciones, han resurgido en los estantes de las librerías y la investigación sobre su obra, abandonada durante 20 largos años, se ha retomado de manera considerable. El Marx Revival se intensificó aún más en 2018, con motivo del bicentenario de su nacimiento.2

Decisiva, para una reinterpretación global de la obra de Marx, fue la publicación, reiniciada en 1998, de la Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA2), la edición histórico-crítica de las obras completas de Marx y Engels. Hasta la fecha se han impreso 26 nuevos volúmenes (40 se habían publicado entre 1975 y 1989) y otros están en curso. Éstos incluyen, entre otras cosas: 1) nuevas versiones de algunas obras de Marx (entre éstas, La ideología alemana); 2) todos los manuscritos preparatorios de El capital; 3) el epistolario completo de las cartas enviadas y recibidas por Marx y Engels; 4) unos 200 cuadernos de notas. Estos últimos contienen los compendios de los libros leídos por Marx y las reflexiones que se originaron a partir de ellos. El conjunto de este material constituye el arsenal de su teoría crítica, muestra el complejo itinerario que recorrió durante el desarrollo de su pensamiento y revela las fuentes de las que se nutrió en la elaboración de sus concepciones.

Del estudio de estos valiosísimos documentos —muchos de los cuales sólo están disponibles en alemán y son utilizados por un círculo limitado de académicos— emerge un autor diferente al que representaron durante tanto tiempo muchos de sus críticos o presuntos seguidores. Sobre la base de las nuevas adquisiciones textuales de la MEGA2, se puede decir que, entre los clásicos del pensamiento político, económico y filosófico, Marx es el que más ha cambiado de perfil en los últimos años.3 El nuevo escenario político tras la implosión de la Unión Soviética también ha ayudado a renovar la percepción de Marx. El fin del marxismo-leninismo lo ha liberado, de hecho, de las cadenas de una ideología que está a una distancia sideral de su concepción de la sociedad.

Los libros recientemente publicados también han contribuido a ofrecer interpretaciones innovadoras de la obra de Marx. Han servido para sacar a relucir a un autor capaz de examinar las contradicciones de la sociedad capitalista mucho más allá del conflicto entre el capital y el trabajo. Entre los intereses de Marx, el estudio de las sociedades no europeas y del papel destructivo del colonialismo en las periferias del mundo ocupó un lugar para nada secundario. Asimismo, desmintiendo a quienes han asimilado la concepción marxiana de la sociedad comunista al mero desarrollo de las fuerzas productivas, investigaciones recientes han demostrado la relevancia que él asignó a la cuestión ecológica. Otros textos, por último, han demostrado que Marx trató en profundidad muchos otros temas que a menudo han sido subestimados, cuando no ignorados, por muchos de sus estudiosos. Éstos incluyen la búsqueda de formas de propiedad colectiva no controlada por el Estado, la centralidad de la libertad individual en las esferas económica y política, el potencial emancipador de la tecnología y la crítica a los nacionalismos: todas ellas cuestiones fundamentales también para nuestros días.

Los progresos realizados hasta ahora en los estudios marxianos sugieren, por lo tanto, que la renovación de la exégesis de la obra de Marx está destinada a continuar. Desde esta perspectiva, el periodo analizado en el presente volumen (1857-1883), es decir, el que dio inicio con la redacción del primer borrador de la crítica de la economía política (los Grundrisse), ofrece, debido a los temas tratados por Marx, reflexiones de acuciante actualidad para el lector contemporáneo.

Durante bastante tiempo muchos marxistas privilegiaron las obras de juventud de Marx (in primis, los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y La ideología alemana), mientras que el Manifiesto del Partido Comunista sigue siendo su texto más leído y citado. Sin embargo, en estos escritos se exponen muchas ideas que luego serían superadas por sus estudios posteriores. Es sobre todo en El capital y en sus numerosos borradores preliminares, así como en las investigaciones realizadas en sus últimos años de vida, donde se encuentran las reflexiones más valiosas sobre la crítica de la sociedad burguesa y las conclusiones a las que Marx había llegado. Si se reexaminan críticamente y se reconsideran a la luz de los cambios acaecidos después de la muerte de Marx, ellas pueden resultar muy útiles para repensar un modelo económico-social alternativo al capitalismo.

Además, el análisis de los manuscritos que datan del periodo de elaboración más madura de Marx muestra que no sólo continuó sus investigaciones en economía política hasta el final, sino que incluso logró ampliar el alcance de sus intereses a nuevas disciplinas. Se remontan a esta etapa los estudios emprendidos para aumentar su conocimiento sobre la propiedad común en las sociedades precapitalistas, las transformaciones en curso en Rusia tras la abolición de la servidumbre y el desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos de América, al igual que en lo concerniente a los descubrimientos realizados en el ámbito de las ciencias naturales y en el de la antropología. De la misma manera, fue un atento observador de los principales acontecimientos de la política internacional de su época y apoyó firmemente la independencia nacional de Polonia, la abolición de la esclavitud durante la Guerra de secesión norteamericana y la lucha por la liberación de Irlanda. Su intensa participación en estos acontecimientos y su fuerte oposición al colonialismo europeo revelan, por tanto, a un Marx completamente distinto de la vulgarización que lo ha descrito como eurocéntrico, economicista e interesado sólo en el análisis de la esfera productiva y el conflicto de clase entre el capital y el trabajo.

En muchas biografías de Marx, el relato de los principales eventos de su existencia ha sido aislado de su elaboración teórica. Además, casi todas las biografías intelectuales publicadas hasta ahora —incluso las más recientes—4 han privilegiado los escritos juveniles. De hecho, durante mucho tiempo la dificultad de rastrear las investigaciones realizadas por Marx durante los últimos años de su vida ha impedido el conocimiento de los desarrollos teóricos a los que había llegado. En cuanto a los estudios académicos, en su mayoría ignoraron los acontecimientos determinantes en la existencia de Marx que, con todo, tuvieron una considerable influencia en el progreso de su trabajo. Muchos autores se han detenido a discutir las diferencias entre los escritos del joven Marx y los del Marx maduro. No han explorado, con la debida atención, la impresionante cantidad de trabajo que realizó Marx después de la publicación de El capital y las ideas innovadoras que resultaron de él. Finalmente, muchos otros estudios se han concebido basándose en la división ficticia entre el “Marx filósofo”, el “Marx economista” y el “Marx político”.

Este libro se ha dividido en cuatro partes. La primera, “La crítica de la economía política”, está dedicada a la descripción de las principales etapas de la elaboración y redacción de El capital. A través de la reconstrucción de todos los manuscritos preparatorios de la magnum opus de Marx y de las circunstancias que contribuyeron a retrasar la conclusión de sus proyectos, se ha querido poner de relieve el carácter inacabado de la obra y la dramática lucha que Marx emprendió consigo mismo para llevar a término su escritura.

En la segunda parte, “La militancia política”, se ha tratado el tema de la participación de Marx en la Asociación Internacional de los Trabajadores, presentando una nueva lectura del papel que él desempeñó desde su fundación. Sin negar su contribución esencial a la vida de esta organización, se ha demostrado que no fue, como muchos exegetas marxistas han afirmado, una creación exclusiva suya.

La tercera parte, “Las investigaciones de la última década”, propone un examen de la correspondencia y de los manuscritos, algunos todavía inéditos, de los últimos años de la vida de Marx. Así, fue posible disipar la narrativa errónea según la cual había satisfecho su curiosidad intelectual e interrumpido su trabajo. Al contrario, fue precisamente esta nueva fase de estudios la que le permitió considerar, cambiando algunas de las hipótesis que había elaborado anteriormente, un enfoque diferente del socialismo.

Por último, la cuarta parte, “La teoría política”, trata de examinar las concepciones de Marx sobre el modo de producción capitalista y el perfil que podría haber asumido la sociedad comunista. Con respecto al primer tema, se ha hecho especial hincapié en la dialéctica entre las características destructivas y las potencialidades progresivas intrínsecas al desarrollo capitalista. En cuanto a la sociedad comunista, se ha tratado de demostrar hasta qué punto Marx consideraba indispensable que se realizara mediante la autoemancipación del proletariado y sin que la asociación colectiva de los productores limitara la libertad de los individuos.

El fruto de este trabajo es todavía incompleto y parcial. La obra de Marx abarca las más diversas disciplinas del conocimiento humano y su síntesis representa una meta difícil de alcanzar incluso para los estudiosos más rigurosos. Además, la obligación de respetar la dimensión convencional de una monografía ha hecho imposible analizar todos los escritos de Marx. Del mismo modo, a menudo ha sido necesario resumir en una página lo que habría requerido mucho más espacio. Con la conciencia de estos límites, se ofrecen al lector los resultados de las investigaciones realizadas hasta ahora. Éstas serán el punto de partida para posteriores y aún más detallados estudios.

En 1957, Maximilien Rubel, uno de los más autorizados conocedores de Marx en el siglo XX, escribió que aún no se había escrito una “biografía monumental”5 sobre su persona. En los más de 60 años que han pasado desde esa afirmación, este vacío no se ha llenado. Las publicaciones de la MEGA2 han desmentido a los que declaraban que Marx era un autor del que ya se había dicho y escrito todo. Aun así, sería erróneo afirmar —como afirman, con excesivo clamor, los estudiosos que hablan de un “Marx desconocido” ante la publicación de cada inédito— que los textos que van apareciendo alteran profundamente lo que ya se sabía de este autor.

Todavía hay mucho que aprender de Marx. Hoy en día es posible hacerlo no sólo mediante las afirmaciones contenidas en los libros que él publicó, sino también a través de las preguntas y dudas contenidas en sus manuscritos incompletos.

NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

  En este libro, el autor ha recurrido a innumerables fuentes documentales, desde libros a esbozos inacabados, pero también a escritos publicados, artículos de prensa, cartas o cuadernos de apuntes de Karl Marx. Muchos de ellos no están disponibles en español. Otros textos marxianos más difundidos, en cambio, ya cuentan con traducciones.

Frente a esta multiplicidad de fuentes, en aras de una estandarización de criterios y, sobre todo, debido a que en español no han sido publicadas todavía las obras completas de Marx y Engels, la traductora decidió realizar la traducción directa de la versión italiana, preparada por el propio autor, tanto para las citas directas de textos de Marx como de otros autores que aparecen a lo largo de la obra. De este modo, se ha llevado a cabo una traducción más fiel a la selección de textos y términos propuesta por el autor.

 ARANTXA TIRADO SÁNCHEZ

NOTA EDITORIAL

  Los escritos de Marx fueron citados en los volúmenes de las Marx Engels Opere (MEO), Editori Riuniti, Roma, 1972-1990. En esta edición, sin embargo, sólo se imprimieron 32 de los 50 tomos en preparación, a los que posteriormente se sumaron otros volúmenes. Por lo tanto, en varios casos se remitió al lector a ediciones individuales de los escritos de Marx. Las traducciones fueron modificadas a menudo por el autor.

Para los escritos de Marx no traducidos al italiano, se hizo referencia principalmente a la edición Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA2) (Dietz / Akademie / De Gruyter, Berlín 1975-…), de la que han aparecido hasta la fecha 70 de los 114 volúmenes (30 después de 1998) previstos inicialmente. Los textos de Marx aún no publicados en MEGA2, pero ya impresos, han sido transferidos: a) de las Marx Engels Werke (MEW) (Dietz, Berlín, 1956-1968, 41 volúmenes), cuando estaban escritos originalmente en alemán; b) de las Marx Engels Collected Works (MECW) (Moscú / Londres / Nueva York, Progress Publishers /Lawrence and Wishart / International Publishers, 1975-2005, 50 volúmenes), cuando estaban escritas en inglés; c) de ediciones sueltas en la lengua de la redacción original, cuando no están incluidas en las MEW ni en las MECW.

Por último, los manuscritos de Marx aún inéditos se han indicado según el código de localización en el Instituto Internacional de Historia Social (IISG) de Ámsterdam y en el Archivo Estatal Ruso de Historia Política y Social (RGASPI) de Moscú, donde se conservan.

Por lo que respecta a la bibliografía secundaria, los títulos de los libros y artículos no publicados en italiano, así como las citas extraídas de los mismos, han sido traducidos por el autor, que también ha transliterado los del ruso. Todos los nombres de revistas y periódicos mencionados en el libro se han dejado, en cambio, en su lengua original.

 MARCELLO MUSTO

PRIMERA PARTE

 LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

I. LA CRISIS ECONÓMICA Y LA EXPECTATIVA DE LA REVOLUCIÓN

  1. EL PÁNICO FINANCIERO DE 1857 Y LOSCUADERNOS DE LA CRISIS

 La economía política no fue la primera pasión intelectual de Marx. El encuentro con esta materia, que en los tiempos de su juventud estaba apenas en los albores en Alemania, vino, de hecho, sólo después del habido con otras diversas disciplinas. Durante su colaboración con la Rheinische Zeitung Marx había comenzado a ocuparse de cuestiones económicas particulares, aunque sólo era desde un punto de vista jurídico y político.1 No obstante, la censura sacudió al periódico y Marx decidió interrumpir esta experiencia “para retirarse de la escena pública a la habitación de estudio”.2 Se dedicó, así, a los estudios sobre el Estado, de los que Hegel era un indiscutible punto de referencia.

En el manuscrito Crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1843), tras haber madurado la convicción de que la sociedad civil era la base real del Estado político, Marx desarrolló las primeras formulaciones sobre la relevancia de la economía en el conjunto de las relaciones sociales.3 Sin embargo, una vez que llegó a París en 1843, después de entrar en contacto con el proletariado, e impresionado por las consideraciones contenidas en el artículo de Friedrich Engels “Apuntes para una crítica de la economía política”(1844), inició un “escrupuloso estudio crítico de la economía política”.4 A partir de ese momento sus investigaciones, de carácter principalmente filosófico, político e histórico, se orientaron hacia esta rama del conocimiento, que se convirtió en el centro de sus exploraciones e inquietudes científicas, definiendo así un nuevo horizonte que nunca más abandonaría.5

Los primeros frutos de su trabajo fueron los fascinantes Manuscritos económico-filosóficos de 1844, en los que Marx desarrolló un análisis crítico de la propiedad privada y el trabajo alienado, ambos rasgos distintivos del modo de producción capitalista.6 En el mismo periodo, Marx comenzó a compilar sus primeros cuadernos de extractos, es decir, resúmenes de los textos que leía acompañados de sus propias anotaciones críticas, dedicados a la economía política.

Después de ser expulsado de París por razones políticas, en febrero de 1845, Marx se mudó junto con su esposa Jenny von Westphalen, a Bruselas, ciudad adonde se le permitió residir bajo la condición de no publicar “ningún escrito sobre la política del momento”.7 Durante los tres años pasados en la capital belga, realizó un riguroso estudio de los más importantes clásicos de la economía política. Dos escritos de Marx se remontan a este periodo. El primero fue La ideología alemana (1845-1846). Esta obra, escrita junto con Engels, e inconclusa, debía combatir, en la intención de los autores, las últimas formas de neohegelianismo existentes en Alemania y, al mismo tiempo, “preparar al público para el punto de vista de la ‘Economía’ [de Marx], la cual se contrapon[ía] resueltamente a toda la ciencia alemana desarrollada hasta ahora”.8 El segundo fue la Miseria de la filosofía (1847). Éste fue el primer texto de economía política publicado por Marx, en el que expuso sus convicciones iniciales sobre la teoría del valor, sobre el enfoque metodológico más adecuado para comprender la realidad social y la transitoriedad histórica de los modos de producción. Por último, en Bruselas, Marx también escribió, junto con Engels, el Manifiesto del Partido Comunista (1848) cuyo íncipit, “un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”, estaba destinado a ser tan famoso como una de sus tesis básicas: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”.9

La publicación de este escrito no habría podido ser más oportuna.10 En efecto, en 1848 Europa se vio sacudida por una sucesión de múltiples insurrecciones populares inspiradas en los principios de la libertad política y la justicia social. La debilidad de un movimiento obrero recién nacido, el abandono por parte de la burguesía de aquellos ideales inicialmente compartidos y la violenta represión militar estuvieron, sin embargo, en el origen del regreso al poder, en poco tiempo y en todas partes, de los gobiernos conservadores.

Marx apoyó los levantamientos revolucionarios a través del periódico Neue Rheinische Zeitung. Organ der Demokratie, del que fue fundador y jefe de redacción. Desde las columnas del periódico realizó un intenso trabajo de agitación, apoyando las razones de los insurgentes e incitando al proletariado a promover “la revolución social y republicana”.11 Durante ese tiempo vivió entre Bruselas, París y Colonia, estuvo en Berlín, Viena, Hamburgo y residió asimismo en muchas otras ciudades alemanas, estableciendo en todas partes relaciones para fortalecer y desarrollar las luchas en curso. Debido a esta incesante actividad militante se le expidieron, primero en Bélgica y luego en Prusia, decretos de expulsión, y cuando el nuevo gobierno francés le ordenó abandonar París, durante la presidencia de Luis Bonaparte, decidió refugiarse en Londres.

Los primeros años del exilio inglés se caracterizaron por la miseria más profunda y las enfermedades, que en esa época causaron también la dramática pérdida de tres de sus hijos.12

A diferencia de aquellos que esperaban una nueva revuelta repentina a partir del otoño de 1850, Marx estaba convencido, en cambio, de que ésta no podría madurar sin una nueva crisis económica mundial.13 A partir de entonces tomó aún más distancia del grupo de políticos europeos exiliados en Londres que continuaban nutriendo la falsa esperanza de un próximo levantamiento revolucionario14 y vivió “en absoluto aislamiento”.15 Esto lo confirmó el testimonio, en enero de 1851, del miembro de la Liga de los Comunistas Wilhelm Pieper, quien sobre él anotó: “Marx vive muy retirado”, y añadió, con ironía: “Sus únicos amigos son John Stuart Mill, Lloyd, y cuando vas a verlo, en lugar de saludarte, te recibe con categorías económicas”.16 En los años sucesivos, Marx frecuentó a muy pocos amigos en Londres y mantuvo un vínculo profundo sólo con Engels, que se había establecido en Mánchester y a quien escribió en febrero de 1851: “Me gusta mucho el auténtico aislamiento público en el que nos encontramos ahora los dos. Corresponde completamente a nuestra posición y nuestros principios”.17

A raíz de nuevos e importantes acontecimientos económicos que ocurrieron entonces —como, por ejemplo, el descubrimiento de oro en California y Australia—, Marx decidió emprender nuevas investigaciones, en lugar de volver a sus viejos apuntes y tratar de darles una forma más completa y definitiva.18 Las lecturas realizadas posteriormente se resumieron en 26 cuadernos de extractos. Estas investigaciones contribuyeron a determinar un notable desarrollo en el trabajo de Marx, pues no sólo resumió lo ya sabido sino que, con la consulta de decenas de nuevos volúmenes en la biblioteca del Museo Británico de Londres, también adquirió otros conocimientos significativos para la obra que pretendía escribir.19

No obstante, aunque la existencia de Marx nunca transcurrió con facilidad, estos años representaron una de las peores y más dramáticas fases de su vida. De diciembre de 1850 a septiembre de 1856 vivió con su familia en un alojamiento de sólo dos habitaciones en el número 28 de la calle Dean, en el Soho. Las herencias, tras la muerte de su tío y la madre de su esposa, Jenny von Westphalen, proporcionaron, inesperadamente, un balón de oxígeno, permitiendo hacer el pago de muchas deudas contraídas, desempeñar los vestidos y objetos personales del Monte de Piedad y tener la posibilidad de mudarse a una nueva casa.

En el otoño de 1856, de hecho, el matrimonio Marx, con sus tres hijas, Jenny, Laura y Eleanor, y la fiel ama de llaves Helene Demuth —que era parte integrante de la familia—, se estableció en la periferia del norte de Londres, en el número 9 de Grafton Terrace, donde los alquileres eran más baratos. El edificio, en el que permanecieron hasta 1864, estaba situado en una zona de reciente urbanización, sin calles transitadas que la comunicaran con el centro y envuelta en la oscuridad durante la noche. Sin embargo, finalmente vivieron en una casa de verdad, requisito mínimo para que la familia tuviera “por lo menos la apariencia de respetabilidad”.20

En esa época, Marx estaba escribiendo sobre la situación financiera del viejo continente. En el artículo “La crisis monetaria en Europa”, publicado en octubre de 1856, afirmó que se estaba produciendo “un movimiento en el mercado monetario europeo análogo al pánico de 1847”.21 También, en noviembre, en “La crisis europea”, en desacuerdo con la mayoría de los comentaristas empeñados en tranquilizar los ánimos respecto a la superación del momento más agudo de la crisis, Marx reitera que aunque los indicios procedentes de los mercados europeos “parecen posponer a un día futuro el colapso final de la especulación y las intermediaciones bursátiles [… este] colapso [estaba] asegurado”. En su opinión, de hecho, “el carácter crónico que ha asumido la actual crisis financiera presagia[ba] para ella sólo un final más destructivo y violento”. Concluyó, por tanto: “Cuanto más se prolongue la crisis, peor será el enfrentamiento final”.22

Marx sintió que estaba por presentarse otra vez el momento de la acción y, previendo el desarrollo futuro de la recesión, escribió a Engels: “No creo que nosotros podamos permanecer mucho más tiempo aquí mirando”.23 Éste, por su parte, ya lleno de gran optimismo, esbozó así el escenario futuro a su amigo: “Esta vez habrá un ‘día del juicio’ sin precedentes, toda la industria europea estará arruinada, todos los mercados saturados […] todas las clases adineradas se irán a la ruina, la bancarrota completa de la burguesía, la guerra y el desorden al máximo nivel. Yo también creo que todo esto se cumplirá en el año 1857”.24

Comoquiera que sea, en la primera mitad de 1857 reinaba una calma absoluta en el escenario internacional y, hasta el mes de marzo, Marx se dedicó a escribir la Historia diplomática secreta del siglo XVIII(1857), un conjunto de artículos publicados en el periódico The Free Press, dirigido por el político conservador, pero opositor al primer ministro Henry Palmerston, David Urquhart. Estos textos deberían haber sido sólo la primera parte de una obra sobre la historia de la diplomacia, planeada a principios de 1856, durante la Guerra de Crimea, pero que nunca se realizó. Como de costumbre, también en este caso Marx estudió a fondo estos temas y, entre enero de 1856 y marzo de 1857, recopiló algunos cuadernos de extractos sobre la política internacional del siglo XVIII.25

Finalmente, en julio de ese año Marx escribió unas breves pero interesantes consideraciones críticas sobre la obra Armonías económicas (1850) de Frédéric Bastiat y sobre los Principios de la economía política (1837-1840) de Henry Carey, que ya había estudiado y resumido en 1851. En estas notas señaló la ingenuidad de los dos economistas, librecambista el primero y proteccionista el segundo, que en sus escritos se habían preocupado por demostrar “la armonía de las relaciones de producción”26 y, por tanto, de la sociedad burguesa en su conjunto.

Estas actividades se vieron interrumpidas por el repentino cambio de la situación en el mundo: en poco tiempo, el ambiente de gran incertidumbre que había caracterizado a los primeros meses del año se convirtió en un pánico que contribuyó al colapso financiero en todas partes. A diferencia de las crisis del pasado, esta vez la tormenta económica no comenzó en Europa, sino en los Estados Unidos de América. En los primeros meses de 1857, los bancos de Nueva York aumentaron la cantidad de préstamos a pesar de la disminución de los depósitos. Tras esta decisión, el aumento de la actividad especulativa empeoró aún más las condiciones económicas generales y, efectuado el cierre por bancarrota de la sucursal en Nueva York de la Ohio Life Insurance and Trust Company, se desató sin control el miedo, causando numerosas quiebras. La pérdida de la confianza en el sistema bancario llevó, así, a la reducción del crédito, a la extinción de los depósitos y, por último, a la suspensión de los pagos.27

Al final de una década marcada por el reflujo del movimiento revolucionario y durante la cual no habían podido desempeñar un papel activo en el contexto político europeo, Marx y Engels reanudaron el intercambio de mensajes de confianza sobre las perspectivas en el horizonte. La cita con la revolución, tan esperada, parecía acercarse finalmente, indicando a Marx una prioridad sobre todas las demás: volver a trabajar en su proyecto de crítica de la economía política y completarlo lo más rápidamente posible.

Fue precisamente la explosión de la crisis lo que le dio una motivación extra, de la cual había carecido en años anteriores, para escribir y publicar, prestamente, aquel trabajo planeado durante tanto tiempo. Después de la derrota de 1848, Marx había tenido que soportar fracasos políticos y un duro y descorazonador aislamiento personal a lo largo de toda una década. En cambio, con la crisis él previó la posibilidad de formar parte de una nueva época de revueltas sociales y creía, por lo tanto, que lo más urgente era dedicarse al análisis de los fenómenos económicos, es decir, de las relaciones que él consideraba determinantes para una posible revolución.

Desde Nueva York, la crisis se extendió rápidamente al resto de los Estados Unidos, y, en pocas semanas, llegó también a todos los centros del mercado mundial en Europa, Sudamérica y Asia, convirtiéndose en la primera crisis financiera internacional de la historia. Estos acontecimientos generaron una gran euforia en Marx y alimentaron en él una extraordinaria productividad intelectual. El periodo comprendido entre el verano de 1857 y la primavera de 1858 fue uno de los más prolíficos de su existencia: en pocos meses logró escribir sobre economía más de lo que había hecho en los años anteriores. En diciembre de 1857, de hecho, comunicó a Engels: “Trabajo como un loco noches enteras en el resumen de mis estudios económicos para poner en claro, al menos, las líneas generales [Grundrisse]28 antes de que llegue la tormenta”.

En esa misma carta aprovechó la oportunidad para subrayar que sus predicciones anteriores sobre la posibilidad de que estallara una crisis no habían sido tan infundadas: “El The Economist del sábado [había] declara[do] que, en los últimos meses de 1853, a lo largo de 1854, en el otoño de 1855 y durante los cambios repentinos de 1856, Europa [había] escapa[do] siempre por poco del inminente colapso”.29

El trabajo realizado por Marx fue notable y articulado. De agosto de 1857 a mayo de 1858, escribió los ocho cuadernos conocidos como Grundrisse. Al mismo tiempo, en su correspondencia para el New-York Tribune, publicó, entre los diversos temas tratados, una docena de artículos sobre la crisis en Europa e, impulsado por la necesidad de mejorar sus condiciones económicas, aceptó redactar asimismo una serie de entradas para The New American Cyclopædia.

La crisis de la cual él se estaba ocupando tan escrupulosamente llegó también a Inglaterra en octubre de 1857 y, el mes siguiente, el gobierno inglés suspendió la Bank Charter Act, la ley de 1844 que daba el poder de emitir billetes únicamente al Banco de Inglaterra. Ante estos acontecimientos, y con el clima que se produjo, de noviembre de 1857 a febrero de 1858 Marx escribió tres cuadernos de extractos dedicados a la gran crisis económica en curso.30 Recopiló los Cuadernos de la crisis (1857-1858) con el doble objetivo de seguir los principales acontecimientos que se sucedieron en los mercados mundiales y, al mismo tiempo, recoger las notas que le servirían para la redacción del libro que tenía previsto.

En una carta dirigida a Engels, en diciembre de 1857, haciendo un balance de la intensa y febril actividad en la que estaba inmerso, le informó de sus planes:

 Trabajo muchísimo, casi siempre hasta las cuatro de la mañana, ya que se trata de un trabajo doble: 1) elaboración de las líneas fundamentales de la economía (es absolutamente necesario llegar al fondo del asunto para el público y para que yo, personalmente, pueda liberarme de esta pesadilla); 2) la crisis actual. Respecto a ésta, además de los artículos para el [New-York] Tribune, me limito a tomar notas, pero esto requiere una cantidad de tiempo considerable. Pienso que en primavera podremos escribir juntos un panfleto sobre el tema, a modo de reaparición ante el público alemán, para decir que estamos de nuevo y aún aquí, siempre los mismos.31

 

Así, Marx se había propuesto trabajar, al mismo tiempo, en dos proyectos diferentes: la realización de una obra teórica, dedicada a la crítica del modo de producción capitalista, y la redacción de un libro, más apremiante, de actualidad sobre los acontecimientos de la crisis del momento.

Por esta razón, a diferencia de los extractos que había realizado en años anteriores, en los Cuadernos de la crisis no hizo resúmenes de los trabajos de otros economistas, sino que recopiló gran cantidad de noticias sobre los mayores colapsos bancarios, las variaciones en las cotizaciones de la bolsa, las mutaciones ocurridas durante los intercambios comerciales, las tasas de desempleo y el estado de la producción industrial. La atención particular que Marx dedicó a este tema distinguió su análisis del de aquellos que habían atribuido las razones de la crisis exclusivamente a la concesión desproporcionada de créditos y a la aparición de fenómenos especulativos.32

Marx dividió sus notas en tres cuadernos diferentes. En el primero y más breve de ellos, titulado “1857 Francia”, reunió datos sobre la situación del comercio francés y las principales medidas adoptadas por el Banco de Francia. En el segundo, titulado “Libro de lacrisis de 1857”, casi el doble de extenso respecto al primero, se ocupó sobre todo de Inglaterra y el mercado monetario. Temas similares se trataron también en el tercer cuaderno, de un número de páginas ligeramente superior al segundo, llamado “El libro de la crisis comercial”, en el que Marx también anotó noticias sobre las relaciones industriales, la producción de materias primas y el mercado de trabajo.

El trabajo de Marx fue, como de costumbre, riguroso: transcribió, siguiendo un orden cronológico, las partes más interesantes de numerosos artículos y cualquier otro tipo de información que pudiera servirle para resumir lo que estaba sucediendo, de más de una docena de revistas y periódicos. Su principal fuente era The Economist, periódico del que sacó casi la mitad de sus anotaciones —aunque recurrió con frecuencia a la consulta del Morning Star, el Manchester Guardian y el Times—. Todos los extractos fueron hechos en inglés.

En estos cuadernos, Marx no sólo transcribió las principales noticias sobre los Estados Unidos de América e Inglaterra. También observó los acontecimientos más significativos en otros países europeos —en particular Francia, Alemania, Austria, Italia y España— y no dejó de interesarse por lo que ocurría también en otras partes del mundo, sobre todo en la India y China, en el Lejano Oriente, Egipto e incluso en Brasil y Australia.

Con el paso de las semanas, Marx abandonó la idea de publicar un artículo sobre la crisis en curso y concentró todas sus energías, en cambio, en todo lo que fuera de carácter teórico, es decir, la crítica de la economía política, cuya publicación ya no consideraba postergable.

El contenido de los Cuadernos de la crisis es particularmente útil para refutar una hipótesis errónea sobre los intereses preeminentes de Marx durante este periodo. En una carta dirigida a Engels, a principios de 1858, Marx afirmó que, “en cuanto al método” que utilizaría para la redacción de su obra, le había “sido de gran utilidad […] revisar la [Ciencia de la] Lógica de Hegel”, de la que quería subrayar cuán “racional [era] en el método”.33 Sobre la base de esta declaración, algunos intérpretes de su trabajo creyeron que, durante la redacción de los Grundrisse, Marx se había dedicado, en su mayor parte, al estudio de la filosofía hegeliana.34 Es evidente, por el contrario, que estaba interesado principalmente en el análisis empírico de los acontecimientos vinculados a la gran crisis económica que había deseado desde hacía tanto.35

  2. LA HISTORIA Y EL INDIVIDUO SOCIAL

 ¿Por dónde empezar? ¿Cómo acometer una crítica de la economía política, ese proyecto tan desafiante y ambicioso que había iniciado e interrumpido varias veces a lo largo de su vida? Ésta fue la primera pregunta que Marx se hizo cuando reanudó su trabajo en 1857. Dos circunstancias contribuyeron decisivamente a su elección. En primer lugar, creía que la ciencia económica, a pesar de la validez de algunas teorías, todavía carecía de un proceso cognitivo que le permitiera comprender e ilustrar correctamente la realidad.36 Además, sentía la necesidad de establecer los argumentos y el orden de exposición de su obra antes de empezar la escritura. Estas razones lo llevaron a abordar la cuestión del método que debería adoptar para su investigación y a formular los principios rectores. El resultado de estas reflexiones fue uno de los manuscritos más debatidos de su obra: la llamada Introducción de 1857.

La intención de Marx no era, ciertamente, escribir un sofisticado tratado metodológico. Él más bien quería poner en claro, a sí mismo antes que a sus lectores, la dirección que iba a seguir. Esta aclaración le era necesaria para poder reelaborar las teorías aprendidas con la gran cantidad de estudios de economía desarrollados desde mediados de los años cuarenta.

Fiel a su estilo, Marx alternó la exposición de sus ideas con la crítica y las concepciones de sus oponentes teóricos, también en la Introducción, texto que dividió en cuatro párrafos distintos:

 

La producción en general.La relación general entre la producción, la distribución, el intercambio y el consumo.El método de la economía política.Medios (fuerzas) de producción y relaciones de producción, relaciones de producción y relaciones de circulación, etcétera.37

 

El íncipit del primer párrafo era una declaración de intenciones destinada a especificar el campo de investigación y definir sus criterios históricos: “El objeto en cuestión es en primer término la producción material. El punto de partida está constituido naturalmente por los individuos que producen en sociedad y, por tanto, por la producción socialmente determinada de los individuos”. El objetivo polémico de Marx fueron las “robinsonadas dieciochescas”,38 el mito de Robinson Crusoe39 como paradigma del Homo oeconomicus, es decir, la extensión de los fenómenos típicos de la era burguesa a todas las demás sociedades existentes, incluso las primitivas. Estas representaciones describían el carácter social de la producción como una constante de todo proceso de trabajo y no como una peculiaridad de las relaciones capitalistas. De la misma manera, la sociedad civil, con cuya aparición se crean las condiciones gracias a las cuales “el individuo se libera de los lazos naturales, etc., que hacen de él, en las épocas históricas precedentes, un accesorio de un determinado y circunscrito conglomerado humano”,40 parecía haber existido siempre.

En realidad, antes de esta época, el individuo aislado, típico del periodo capitalista, simplemente no existía. Como se afirma en otro pasaje de los Grundrisse: “Originalmente, se presenta como un ser que pertenece a la especie humana (Gattungswesen), un ser tribal, un animal gregario”.41 Esta dimensión colectiva fue la condición para la apropiación de la tierra, que representaba “el gran laboratorio, el arsenal que da los medios y el material de trabajo, y la […] base de la comunidad (Basis des Gemeinwesens)”.42 En presencia de estas relaciones originales la actividad del hombre estaba directamente ligada a la tierra, a través de la cual se realizaba “la unidad natural del trabajo con sus condiciones materiales”,43 y el individuo vivía en simbiosis directa con sus semejantes. También en todas las formas económicas posteriores, cuyo propósito era la creación de valor de uso y no todavía valor de cambio, y cuyo orden se basaba en la agricultura,44 la relación del ser humano “con las condiciones objetivas del trabajo [estaba] mediada por su existencia como miembro de la comunidad”.45 La persona como individuo era, en definitiva, sólo un eslabón de la cadena.

A este respecto, en la Introducción Marx quiso dejar claro que “cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo —y por consiguiente también el individuo productor— como dependiente (unselbstständig), formando parte de un todo más grande: primero todavía de manera completamente natural, de la familia y de la tribu como familia ampliada; más tarde, de las distintas formas de la comunidad, surgida del antagonismo y de la fusión de las tribus”.46 De hecho, ya fuera el horizonte el lazo salvaje de la consanguinidad, o el vínculo medieval del señorío y la servidumbre, dentro de “limitadas relaciones de producción”,47 los individuos vivían en una condición de correlación mutua.48

Los economistas clásicos, por el contrario, basándose en lo que Marx consideraba fantasías de inspiración iusnaturalista, habían anulado este hecho. En particular, Adam Smith había descrito una condición primitiva dentro de la cual el individuo aislado no sólo estaba ya presente, sino que también era capaz de producir fuera de la sociedad. Según su descripción, en las tribus de cazadores y pastores operaba una división del trabajo a partir de la cual se materializaba la especialización de los oficios. La mayor destreza de un individuo, en comparación con otros, en la construcción de arcos y flechas o cabañas lo convertía en una especie de armero o carpintero de casas. La certeza de poder intercambiar la parte del producto del propio trabajo que no era consumida por aquella que excedía la producción de los otros “estimula[ba] a cada uno a dedicarse a una ocupación particular”.49 Una interpretación errónea similar la hizo también David Ricardo. Él, de hecho, había concebido la relación entre los cazadores y los pescadores en las fases primitivas de la sociedad como un intercambio entre propietarios de mercancías, que tenía lugar sobre la base del tiempo de trabajo objetivado en ellas.50

De este modo, Smith y Ricardo habían representado al producto más desarrollado de la sociedad en la que vivían —el individuo burgués aislado— como una manifestación espontánea de la naturaleza. De sus obras surgió un sujeto mitológico intemporal, “puesto por la propia naturaleza”,51 cuyas relaciones sociales eran siempre las mismas, inalteradas, y cuyo comportamiento económico asumía un carácter antropológico. Por otra parte, según Marx, los intérpretes de cada nueva era histórica habían cultivado la ilusión de que las características más peculiares de su tiempo habían estado siempre presentes.52

Por el contrario, Marx afirmó que “la producción por parte de un individuo aislado fuera de la sociedad […] no es menos absurda que la idea de un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan y hablen entre sí”.53 Además, en contraposición a aquellos que representaban al individuo aislado del siglo XVIII como el arquetipo de la naturaleza humana, “no como un resultado histórico, sino como el punto de partida de la historia”, él argumentó, en cambio, que éste sólo aparecía con las relaciones sociales más desarrolladas. Marx no negó que el hombre fuera un ζῷον πoλιτικόν(zoon politikon), un animal social, sino que destacó que era “un animal que sólo puede aislarse en la sociedad”. Por lo tanto, como la sociedad civil había surgido exclusivamente con el mundo moderno, el trabajador asalariado libre de la era capitalista había aparecido sólo después de un largo proceso histórico. Fue “el producto, por un lado, de la disolución de las formas sociales feudales y, por otro, de las nuevas fuerzas productivas desarrolladas a partir del siglo XVI”.54

Después de haber esbozado la génesis del individuo capitalista y haber demostrado que la producción moderna correspondía sólo a un “cierto nivel de desarrollo social —[la] producción de individuos sociales—”, Marx advirtió una segunda necesidad teórica: desvelar la mistificación llevada a cabo por los economistas en torno al concepto de “producción en general”. Ésta era, de hecho, una abstracción, una categoría que no existe en ninguna etapa concreta de la realidad.

Si la abstracción no se complementa con las características peculiares de cada realidad histórica, la producción, en tanto fenómeno específico y diferenciado, se transforma en un proceso siempre idéntico a sí mismo, que oculta la “diversidad esencial” de las múltiples formas en que se manifiesta. Éste era precisamente el error cometido por los economistas que presumían de mostrar “la eternidad y la armonía de las condiciones sociales existentes”.55 A diferencia de la suposición de éstos, Marx consideraba que eran las características específicas de cada formación económico-social las que permitían distinguir la una de la otra, provocar su desarrollo y permitir a los investigadores comprender los verdaderos cambios históricos.56

Aunque la definición de los elementos generales de la producción era “algo multifacético que se articula de forma divergente en diferentes determinaciones” —algunas de las cuales “pertenecen a todas las épocas, [mientras que] otras son comunes sólo a algunas”—,57 entre sus componentes universales se encontraban, sin duda, el trabajo humano y la materia proporcionada por la naturaleza. Sin un sujeto que produzca y un objeto trabajado no puede haber, de hecho, producción alguna. Sin embargo, los economistas también incluyeron un tercer elemento entre los requisitos generales de la producción: “un fondo acumulado de productos del trabajo anterior”,58 es decir, el capital. La crítica de este último elemento fue esencial para Marx, a fin de revelar lo que él consideraba su limitación fundamental. Marx consideraba asimismo que no era posible ningún tipo de producción sin una herramienta con la cual trabajar, aunque fuera sólo la mano, y sin el trabajo anteriormente acumulado, incluso en la forma de un mero ejercicio repetido de la naturaleza. No obstante, su análisis se diferenció de los de Smith, Ricardo y John Stuart Mill en que, si bien reconocía el capital como instrumento de la producción y el trabajo, incluso en el pasado, esto no implicaba automáticamente que hubiese existido siempre.

Para Marx, si se hubiera cometido el error de “la concepción del capital que atiende únicamente a su aspecto material, a su calidad de instrumento de producción, prescindiendo totalmente de la forma económica que convierte al instrumento de producción en capital”,59 se habría incurrido en la “burda incapacidad de captar las diferencias reales” y se habría representado “una sola relación económica, la cual adopta diversos nombres”.60

Para hacer todo eso factible, los economistas habían identificado las circunstancias históricas previas al nacimiento del modo de producción capitalista con sus mismas apariencias, “como resultado de su existencia”. De hecho, declaró Marx en los Grundrisse:

 Los economistas burgueses, que consideran el capital como una forma de producción eterna y natural (no histórica), tratan después de justificarlo presentando las condiciones de su devenir como las condiciones de su realización actual, es decir, tratan de hacer pasar los momentos en los que el capitalista practica la apropiación como no-capitalista —porque está solamente convirtiéndose en uno—, por las condiciones mismas en las cuales practica la apropiación como capitalista.61

 

Desde el punto de vista histórico, lo que separó profundamente a Marx de los economistas clásicos es que, a diferencia de las representaciones de estos últimos, él creía que “el capital no dio comienzo al mundo desde un principio, sino que encontró, preexistentes, producción y productos antes de someterlos a su proceso”.62 Para Marx “las nuevas fuerzas productivas y relaciones de producción no se desarrollaron a partir de la nada, ni del aire, ni de las entrañas de la idea que se pone a sí misma, sino en el ámbito, y en antítesis, del desarrollo de la producción existente y de las relaciones de propiedad tradicionales”.63 Asimismo, el hecho de que los sujetos que producen estén separados de los medios de producción fue el resultado de un proceso, oculto por el silencio de los economistas, que “constituye la historia de la génesis del capital y del trabajo asalariado”.64 Esto permite al capitalista encontrar trabajadores sin propiedad y capaces de realizar un trabajo abstracto y constituye la premisa para el intercambio entre el capital y el trabajo vivo.

En los Grundrisse hay varios pasajes dedicados a la crítica de la transfiguración de realidades históricas a realidades naturales llevada a cabo por los economistas. Entre ellas estaba, por ejemplo, el dinero, que Marx consideraba claramente un producto histórico: “Entre las propiedades naturales del oro y de la plata no se cuenta la de ser dinero”,65 sino sólo la determinación que adquirieron a partir de un preciso momento del desarrollo social. Lo mismo ocurría con el crédito. Según Marx, dar y tomar prestado fue un fenómeno común en muchas civilizaciones y también lo fue la usura, “pero dar y tomar en préstamo en modo alguno son sinónimos de crédito, del mismo modo que trabajar no lo es de trabajo industrial o de trabajo asalariado libre. Como relación de producción esencial desarrollada históricamente, el crédito se presenta sólo en la circulación basada sobre el capital”.66 Los precios y el comercio también existían en las sociedades antiguas, “pero tanto la progresiva determinación de los unos mediante los costos de producción como el predominio del otro sobre todas las relaciones de producción adquirieron pleno desarrollo sólo […] en la sociedad burguesa, la sociedad de la libre competencia”; es decir: “Lo que Adam Smith, a la manera tan propia del siglo XVIII, situ[aba] en el periodo prehistórico y hac[ía] preceder a la historia, [era] sobre todo el producto de ésta”.67 Además, así como criticó a los economistas por su falta de sentido histórico, Marx se burló de igual modo de Pierre-Joseph Proudhon y de todos aquellos socialistas que creían posible la existencia del trabajo que produce valor de cambio sin que se convierta en trabajo asalariado, del valor de cambio sin que se convierta en capital o del capital sin capitalistas.68

El objetivo principal de Marx fue, por lo tanto, afirmar la especificidad histórica del modo de producción capitalista. Demostrar, como reiteró también en los manuscritos del Libro Tercero de El capital, que “no constituía un modo de producción absoluto, sino simplemente histórico, correspondiente a una cierta, limitada, época de desarrollo de las condiciones materiales de producción”.69

La asunción de este punto de vista implicaba una concepción diferente en torno a muchas cuestiones, entre ellas las del proceso de trabajo y sus cualidades. En los Grundrisse, de hecho, Marx declaró que “los economistas burgueses son hasta tal punto prisioneros de las concepciones de un determinado nivel de desarrollo histórico de la sociedad, que la necesidad de la objetivación de las fuerzas sociales del trabajo se les aparece como inseparable de la necesidad de la alienación de estas mismas fuerzas”.70 Marx se opuso constantemente a la representación que hacían los economistas de las formas específicas del modo de producción capitalista como constantes del proceso de producción como tal. Describir el trabajo asalariado no como una relación distintiva de una forma de producción histórica particular, sino como una realidad universal de la existencia económica del ser humano, significaba argumentar que la explotación y la alienación habían existido siempre y seguirían existiendo siempre.

Eludir la especificidad de la producción capitalista tuvo, por lo tanto, consecuencias de naturaleza epistemológica y política. Si por un lado esto era, de hecho, un impedimento para la comprensión de los cambios históricos concretos de la producción, por otro, al contemplar las condiciones del presente como inalteradas e inalterables, representaba a la producción capitalista como producción en general y a las relaciones sociales burguesas como relaciones humanas naturales. De la misma manera, la crítica de Marx a las teorías de los economistas también tuvo una doble función. Junto con la necesidad de subrayar la indispensabilidad de la caracterización histórica de la producción para comprender lo real, tenía una intención política precisa: la de contrastarla con el dogma de la intangibilidad del modo de producción capitalista. La demostración de la historicidad del orden capitalista constituía, de hecho, la prueba de su transitoriedad y, por lo tanto, de la posibilidad de superarlo.

  3. EN LA POBREZA EN LONDRES

 Para llevar a término un proyecto teórico de tal envergadura, además de la energía física necesaria, Marx habría necesitado tranquilidad. Sin embargo, la precaria situación económica de la familia fue un gran obstáculo para desarrollar su trabajo. Habiendo comprometido los recursos que tenía a su disposición para el arreglo de la nueva casa de Grafton Terrace, se encontró nuevamente, desde el primer mes, sin dinero para pagar el alquiler. Así, confesó a Engels, que en ese momento vivía y trabajaba en Mánchester, todas las dificultades de su condición: “[Estoy] sin perspectivas y con los gastos familiares en aumento. No tengo ni idea de lo que tengo que hacer y, en realidad, estoy en una situación más desesperada que hace cinco años. Pensé que ya había superado la quintaesencia de esta mierda, pero no es así”.71 Tal confesión sorprendió profundamente a Engels, que, en enero de 1857, seguro de que después de la mudanza la situación económica de su amigo se habría finalmente estabilizado, había gastado el dinero recibido de su padre como regalo de Navidad para comprar un caballo y dedicarlo a una de sus grandes pasiones: la caza del zorro. No obstante, como siempre lo había hecho a lo largo de su vida, fue al rescate de su amigo, al que envió cinco libras cada mes, recomendándole que no dudara en acudir a él otra vez en caso de más dificultades.

Ciertamente, el papel de Engels no se limitó tan sólo al apoyo financiero. En el profundo aislamiento en que Marx pasó esos años, Engels fue el único punto de referencia con el cual desarrollar un intercambio intelectual gracias a la densa correspondencia entre ambos: “Más que nada debo tener tu opinión”;72 el único amigo en quien confiar en los momentos de abatimiento: “Escribe pronto, por ahora tus cartas son necesarias para darme valor. La situación es repugnante”;73 así como el camarada con el que compartir el sarcasmo que los hechos suscitaban: “Envidio a los tipos que saben hacer acrobacias. Debe de ser una forma maravillosa de deshacerse de la ira y la inmundicia burguesa”.74

Muy pronto, en efecto, la incertidumbre del vivir se hizo aún más apremiante. El único ingreso de Marx, junto con la ayuda que le garantizaba Engels, consistía en los honorarios que recibía del periódico New-York Tribune. Con todo, los acuerdos sobre su colaboración cambiaron tras el estallido de la crisis económica, que también afectó, indirectamente, al periódico estadunidense. Si bien Marx fue, junto con el viajero y escritor estadunidense Bayard Taylor, el único corresponsal en Europa que no fue despedido, recortaron su colaboración de dos a un solo artículo por semana y —“aunque en tiempos de prosperidad nunca me dan un centavo más”—75 su salario se redujo a la mitad. Marx comentó en tono humorístico: “Hay una cierta ironía del destino al yo estar involucrado personalmente en estas malditas crisis”.76

De cualquier modo, poder presenciar el colapso financiero fue un espectáculo absolutamente inigualable para él: “Qué bueno que los capitalistas, que tanto gritan contra el ‘derecho al trabajo’, exijan ahora, en todas partes, ‘apoyo público’ de los gobiernos, y […] en definitiva, hagan valer el ‘derecho a la ganancia’ a expensas de la comunidad”,77 y, a pesar de su preocupación, anunció a Engels: “Aunque yo mismo me encuentre en la pobreza, desde 1849 nunca me he sentido tan a gusto como con este colapso”.78

El nacimiento de un nuevo proyecto editorial hizo que las circunstancias fueran menos desesperadas. El editor del New-York Tribune, Charles Dana, lo invitó a participar en la escritura de la enciclopedia The New American Cyclopædia. La falta de dinero lo impulsó a aceptar, pero para poder dedicar más tiempo a sus estudios le confió a Engels la mayor parte de los textos que le habían solicitado. En la división del trabajo que ambos desempeñaron entre julio de 1857 y noviembre de 1860, Engels escribió las entradas de carácter militar —es decir, la mayoría de las que estaban previstas—, mientras que Marx compiló varios bocetos biográficos. Aunque la tarifa que le ofrecieron era muy baja, sólo dos dólares por página, seguía siendo un suplemento al pobre presupuesto de la casa de Marx. Por esta razón, Engels lo animó a conseguir que Dana le asignara el mayor número posible de entradas: “Podemos proporcionar fácilmente tanta ciencia sólida, siempre que obtengamos el sólido oro californiano a cambio”.79 Marx respondió asegurándole a su amigo que, al escribir sus artículos, había seguido a menudo el principio de “ser lo menos concisos posible, hasta que se pueda hacer sin llegar a ser insulsos”.80

A pesar del esfuerzo conjunto de ambos, el estado de sus finanzas no mejoró. Por el contrario, se hizo tan insoportable que, asediado por acreedores, comparados con “lobos voraces”,81 y ante la falta hasta de carbón para calentarse en el frío invierno de ese año, en enero de 1858 declaró a Engels: “Si esta situación perdura, preferiría estar 100 metros bajo tierra antes que seguir vegetando así. Molestar siempre a los demás y, lo que es peor, estar personalmente atormentado por las más mínimas miserias es a la larga insoportable”.82 En estas condiciones, reservó las consideraciones más amargas para la esfera de los afectos: “En privado, creo, llevo la vida más agitada que se pueda imaginar […] Para las personas que tienen aspiraciones más amplias no hay peor tontería que casarse y entregarse a las pequeñas miserias de la vida doméstica y privada”.83

La pobreza no era el único espectro que atormentaba a Marx. Como en gran parte de su turbulenta existencia, se vio afectado, incluso durante este periodo, por múltiples enfermedades. En marzo de 1857 el exceso de trabajo nocturno le causó una inflamación en los ojos; en abril sufrió dolor de muelas, mientras que en mayo sufrió continuos trastornos hepáticos y se “atiborró de drogas” para erradicarlos. Severamente debilitado, no pudo trabajar durante tres semanas. Le contó entonces a Engels: “Para no perder del todo el tiempo y sin nada mejor que hacer, me puse a aprender danés”; de todos modos, “según las promesas del médico, existe la posibilidad de volver a ser un hombre la semana próxima. Por el momento, sigo estando tan amarillo como un membrillo y mucho más irritable”.84

Poco tiempo después, un acontecimiento mucho más grave perturbó a la familia Marx. A principios de julio Jenny dio a luz a su último hijo, pero el bebé murió inmediatamente después del parto. Tocado por el nuevo luto, Marx confesó abiertamente a Engels: “Ésta no es una desgracia en sí misma. Sin embargo […] las circunstancias que han provocado este resultado han sido tales como para traer de vuelta el recuerdo desgarrador [la muerte de Edgar, el otro niño perdido poco antes]. No es posible tratar un tema así por carta”.85 Engels quedó muy conmocionado por esta declaración y respondió: “Debes de estar muy mal para escribir así. Tú puedes aceptar estoicamente la muerte del pequeño, pero difícilmente podrá hacerlo tu esposa”.86

El escenario se complicó aún más cuando Engels también se enfermó y, afectado por una grave fiebre glandular, no pudo trabajar durante todo el verano. En ese momento Marx estuvo realmente en grandes dificultades. Con la falta de las entradas compiladas por su amigo para la enciclopedia, para ganar tiempo simuló haber mandado una serie de manuscritos a Nueva York, sosteniendo después que los habían perdido en la oficina postal. No obstante, esto no disminuyó la presión a la que estaba sometido Marx. A medida que los acontecimientos en torno al levantamiento de los cipayos en la India se volvieron cada vez más sorprendentes, el New-York Tribune esperaba un análisis de los hechos por parte de su experto, ignorando el hecho de que —en la división del trabajo de los dos amigos— los artículos sobre asuntos militares en realidad eran obra de Engels. Obligado por los acontecimientos a asumir “el ínterin del Ministerio de Guerra”, Marx87 aventuró la tesis de que los británicos tendrían que batirse en retirada al comienzo de la temporada de lluvias. Informó a Engels sobre su decisión de esta manera: “Es posible que haga el ridículo, pero siempre puedo ayudarme con un poco de dialéctica. Naturalmente, he formulado mis declaraciones en tal modo que tendré razón, aunque no la tenga”.88 Sin embargo, no subestimó en absoluto este conflicto y, reflexionando sobre los efectos que causaría, declaró: “Con el derramamiento de sangre de hombres y los lingotes que le costará a los ingleses, la India es nuestro mejor aliado”.89

Miseria, problemas de salud, lutos y dificultades de todo tipo: los Grundrisse fueron escritos en este trágico contexto. No eran el producto del estudio de un pensador protegido por las comodidades de la vida burguesa sino, por el contrario, la obra de un autor que logró escribir en condiciones extremadamente difíciles porque tenía la convicción de que, dado el inicio de la crisis económica, su obra se había vuelto indispensable.

  4. EN BUSCA DEL MÉTODO

 Para comenzar su obra, Marx tuvo que enfrentarse a una cuestión metodológica muy relevante: ¿cómo reproducir la realidad en el pensamiento? ¿Cómo construir un modelo categorial abstracto capaz de comprender y representar a la sociedad? Éste fue el motivo por el que se ocupó de la “relación entre la representación científica y el movimiento real”.90

Como otros grandes pensadores antes que él, Marx también partió de la pregunta: ¿Desde qué punto debe comenzar su análisis el economista político? La primera hipótesis que examinó fue la de “comenzar por lo real y lo concreto, por el supuesto efectivo”, con “la base y el sujeto del acto social de la producción en su conjunto”:91